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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Aparentemente todos los presentes había podido terminar con el ataque, pues claro que se podían esperar mortifagos que estaban muy lejos de su territorio y que ademas había atacado la mansion de una warlock (que ademas domaba dragones y cualquier criatura que se encontrara, esto no viene a cuento pero para que vean de lo que es capaz la Potter Blue) estaba mas que claro que su fracaso seria inminente, no parecia haber muchos heridos de parte de los invitados San mungo no se veía por allí aunque escuchando la conversación entendía porque no se les veía. De un momento a otro la chica que había visto allí con el cuello lastimado ya no estaba y claro después de ver al ejercito de elfos de la peli violeta moverse entendía que ya la chica no estuviera.

 

No sabia que era, tal vez un sexto sentido, intuición o quizás otra cosa pero podía sentir que algo andaba raro allí, se sentía como si estuviera siendo distraído como en un juego de donde esta la bolita, de esos que juegan con la atención y los puntos ciegos de la gente, suponía que eso se lo tendría que comunicar a Rachel o su directora pero quizás en otro momento, ya que en ese instante lo que apuraba era la seguridad no solo de la tía sagitas sino que también la de todos los invitados. No sabia si seria correcto ir a comer o algo siendo que estaba de servicio, claro que tenia invitación como todos los Lockhart pero al recibir la llamada de Rachel se había vuelto trabajo por lo cual no sabia si estaba bien comer pastel y festejar o ponerse estrictamente a averiguar y catear el lugar, pero lo mas recomendable o por lo menos lo que se le ocurrió fue preguntarle a Rachel siendo que ella era su superior.

 

Espero allí parado junto a Rachel o por lo menos allí cerca tampoco quería ser cotilla, no soltaba su varita ya que si aun con ella no era tan bueno en duelo menos sin ella, miro todo el lugar sonriendole a uno de los elfos, los invitados fueron llevados a otra ala, los heridos fueron llevados a la clínica privada y los novios se fueron.

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habitación de la matriarca

 

Escuché el lamento de Sagitas, mordiéndome la lengua y callando lo qeu pensaba acerca de lo que había pasado con Matt. Era normal la sensación qeu había quedado en Sagis, que había visto como su voluntad quedaba coartada a una orden que le había dado el chico. Pero....siempre había dicho que Matt era un tanto idio.ta, y qeu no pensaba. Pero...una parte de mi podría entender su modo de actuar.

 

Supongo qeu tendría que tener una charla con él a la vuelta.

 

Al final, Sagitas se incorporó, asi que me senté a su lado, y...me quedé mirándola con una sonrisa de medio lado. Ella y su preocupación por los invitados. Por que alguien debía prestarles algo de atención. Pero yo...yo en ese momento prefería prestarle atención a ella.

 

Asi qeu no puse oposición a que me llevara de nuevo hacia la cama. No me opuse a sus palabras, mientras una sonrisa pícara aparecía al tiempo que ella se acercaba a mi. ME así a ella, a su cintura, a su cuerpo.

- Esto no...es justo... - me quejé, mirándola. - Tu ya llevas ventaja...

 

Y es que yo aun llevaba puesto aquel pijama. Pero no importaba. Rodamos en la cama y me situé sobre ella. Sabía lo que pasaría. A pesar del tiempo recordaba cada centímetro de piel, y como esta reaccionaba al tacto de alguien sabio. Asi qeu me perdí en ella y simplemente, nos enredamos...

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- cabezota - le reñí con cariño a mi ya esposo - al menos, échate un poco de pomada para que no tengas cicatrices hombre...

 

Seguía sentada. Pero es que era de lo más normal. La batalla había sido dura, alguien me había transformado en semi-humano y ahora pagaba las consecuencias de ello. Sentía cómo si me fallaran las energías. Estaba sentada en uno de las sillas en dónde los invitados supuestamente, tenían que haber visto la ceremonia. Pero nada de lo previsto había sucedido. Todo lo contrario una batalla campal y pidiendo casarnos evitando hechizos y todo lo demás...

 

Tenía que estar agotada a la fuerza. Debía tomar una poción revitalizadora o algo más intensa... No llegaba con un poco de whisky...

 

Aunque me templaba un poco los ánimos.

 

Mientras, escuché a Hayame y enarqué una ceja...

 

- ¿En serio? ¿Dividirte? Serías una especie de horrocrux andante - me reí ante sus ocurrencias- aunque no sea fan del Ministerio soy funcionaria y debo respetar sus reglas, aunque no me gusten... Yo por fin, pude sacar mi habilidad de metamorfomagia. El gobierno algunas cosas las hizo bien, otras -elevé los hombros - mejor dejarlo estar... Pero parece que ahora hay mucho más caos que antes. O eso es la sensación que tengo...

 

<< bueno, una que tiene que hacerse la maleta. Espero que disfrutéis de la fiesta...

 

Y oí a mi suegra....

 

- Más que bien Sagis, si no le dio una subida de azúcar, fue de milagro. Si le hacen análisis de sangre tiene tarta por todas partes - y me reí negando con la cabeza. Veía a Lázarus tumbado en el suelo, arrastrado por los elfos. Éstos no tenían ningun tipo de cuidado y se iba llevando varios golpes tanto en la cabeza, cómo en diferentes partes del cuerpo. En cuánto se despertara, tendría un montón de cardenales, si es que no se le curaban antes. Y mi tía diciendo que no eran escoceses supongo que querría resolver el problema ella sola.

 

Y alguien se me acercó, era Sean, lo que no sabía era cómo se había enterado de la boda. Suponía que eso estaría en boca de todo el mundo, pero al menos, había ayudado en la defensa y le miré agradecida...

 

- Va, déjate de chorradas Sean -dije divertida- lo lamento, pero en mi familia no cambiamos el apellido aunque nos casemos - seguí riéndome. No sabía ni cómo tenía fuerzas para esbozar una sonrisa. Enarqué una ceja, al ver cómo me daba un paquete. Me produjo curiosidad. Conociéndole, seguro que era algo provocador -eh, gracias. Luego, lo miro, hum - negué con una sonrisa maliciosa. Imaginaba que podía ser- seguro que se le dará buen uso, descuida - y lancé otra carcajada.

 

Vi corriendo a mi tío Adrián... Negué con la cabeza, siempre con prisas, éste hombre...

 

Y tanto Xell como Sean, habían desaparecido misteriosamente, Harpo también. ¿Más problemas? Podría levantarme e ir a ver, pero ni ganas tenía, bastante me tocaba con preparar la maleta para irnos de una vez de viaje. Aún pensaba en lo que podía llevar, mientras pensaba maliciosamente en el paquete que me había dejado Sean. Sí, algo pervertido y muy de su estilo. No me sorprendería en absoluto y seguro que conocía muy bien, ciertos gustos míos...

 

Miré las dos varitas que poseía. Vi la de Lázarus. Me sorprendió ver lo sencilla que era a pesar de ser de olmo. Pensaba que en todos éstos años le cambiaría alguna cosa, pero no. Se notaba que era vieja pero estaba muy bien cuidada. La examiné detenidamente. Apenas tenía algunos rasguños por el uso. Suponía que, a pesar de poder hacer magia, el preferiría hacer otro tipo de cosas... Y eso que esas cosas era las que precisamente era conocido por ser un gran inventor, pero peligroso al fin y al cabo...

 

La boda estaba certificada pero lo que no sabía era si el encantamiento podía funcionar con los elfos.

 

- ¡Galadriel! - llamé en voz alta. Ésta se apareció y tenía las manos vendadas. La verdad, es que me dio un poco de pena. Ella también había defendido la casa y me sentía orgullosa de ella. Bueno, de todos en general. Habían demostrado gran valentía y lealtad defendiendo una mansión que no era suya, pero que, a pesar de todo yo estaba casada, ahora mismo con el patriarca. Suspiré aliviada al ver que no había sufrido despartición ninguna, era lo que menos necesitaba ahora.

 

- Vamos, ven a la habitación, quiero que me ayudes a guardar éstas cosas - le señalé la varita- además de cambiarme de ropa... ¿Cómo va Lázarus?

 

- Va, ama, va... lleva varios coscorrones

 

- Y bien que se los merece. Toma, quiero que guardes ésta varita. Puedes dejarla a un elfo que haga guardia en las mazmorras le servirá - ella me miró sorprendida - sí, os lo habéis ganado a pulso y es una pequeña recompensa. ¿Cómo están los demás?

 

- Vivos - dijo con un hilo de voz y un poco asustada- algunos con quemaduras otro con un pequeño corte en la cabeza, pero ilesos ama...

 

- Es bueno saber eso - asentí con la cabeza, dichosa- bien, entonces voy a la habitación a preparar la maleta.

 

- ¡Matt! - grité a mi marido - prepara tu maleta cariño y luego te hago esas curas, ¿de acuerdo? al menos si no quieres ir a la clínica, al menos déjame hacertelas antes de partir - le dije con una sonrisa. Lo último que me apetecía era discutir.

 

La elfina se desapareció e hizo lo que le había pedido. Fue caminando al lado de los guardias elfos. Éstos iban arrastrando las cuerdas lanzadas por aquella funcionaria que había ido a validar la boda y que al final, había visto todo el espectácu.lo. Enseguida lo metieron dentro de una de las mazmorras. A pesar de las viejos barrotes éstos eran bastante fuertes. Se suponía que no podría escapar de ahí. El prisionero, poco a poco, fue despertando lentamente, llevándose una mano a la cabeza y farfullando maldiciones.

 

***

 

Enseguida me dirigí a mi habitación. Ahora debería mudarme al cuarto de mi esposo y lo más curioso de todo, era que no sabía cuál era... ¡menuda esposa! Pero eso ya me lo diría él más tarde. Esperaba que dejara ponerme una especie de escritorio para ir haciendo pociones, y no perder la costumbre que había tenido todos éstos años. Sonreí dichosa, yo no tenía ningún tipo de ánimo en arrebatarle nada a Sagitas a mí me interesaba otro tipo de poder y era ese el más poderoso de todos, el que se ocultaba detrás de las sombras.

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En la Habitación de la matriarca:

 

Amar a alguien se convierte en un lujo que pocos saborean. El Amar, de la forma en que Sagitas y Jack lo hacían, era una Magia irrompible que ni la Muerte lograba derrotar. Aquel sentimiento era tan potente que Jack, en aquel momento, demostraba su amor con ahínco en la mujer y ella le correspondía, olvidando en todo momento que ella era humana y que él llevaba muerto muchos años. El Amor es un arma que pocos conocen y que casi nadie utiliza. El Amor debiera ser estudiado por los inefables como el Arma más peligrosa del mundo pero... eso ahora no importaba, mientras Sagitas y Jack se besaban.

 

Durante un segundo, Sagitas se preguntó de dónde saldrían aquellos gritos pero fueron breves así que se le olvidó el tema en cuanto su marido le hizo gemir de improvisto, por estar distraída por algo que sucedía en el exterior. Ahora, eso no importaba, era él en lo único que tenía que pensar. Sagitas había invertido mucha energía en el Confesionario para hacer magia nigromántica con la que devolverle un cuerpo, a cambio de su propia esencia. No pasaba nada, en 48 horas podría recuperar todo si descansaba. Sólo que no lo había hecho y ni quería hacerlo. En este momento, gozar de Jack era la única meta que tenía pues sabía que el hechizo mágico que encerraba su piel, sus músculos, sus huesos, su espíritu dentro de aquel cuerpo, desaparecería en 24 horas, tiempo que se acercaba demasiado deprisa.

 

Quería gozar lo máximo del tiempo que aún les quedaba de su vida, antes de volver a convertirse en un alma que le acompañara sin más contacto físico. Tendría tiempo de recuperar energía vital, fuerzas, lo que fuera, cuando él ya no estuviera a su lado. Ahora, todo latía al son de la música que ambos tocaban al únísono en aquel momento íntimo que, seguramente, tardarían en tener de nuevo. Y ambos lo necesitaban. Así, Sagitas gimió y se apretó más en un abrazo que arrancó unos quejidos de anhelo y de deseo que pocas veces sentía.

 

Sagitas amaba a Jack y se lo demostraba como mejor sabía. Si la PB tenía problemas, ya los solucionaría más tarde. Había tiempo.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Lázarus

 

El hombre despertó poco a poco con un fuerte dolor de cabeza. Los ojos le lloraban y no dejaba de lanzar improperios. Miró su ropa y constató que ésta estaba manchada de verde, marrón y sabe dioses más que cosas. Había sido nockeado por alguien a quién no desconocía. Quiso atacar y no le había dado tiempo a siquiera hacer un hechizo en contra de su rival. Sintió como los brazos le apretaba. Con algo de dificultad comprobó que estaba atado con unas cuerdas. Se las deshizo rápidamente y se limpió las lágrimas.

 

Alzó la vista cómo pudo y vio que estaba dentro de unas mazmorras. Un par de elfos vigilaban el oscuro lugar, paseando de un lado a otro. Los conocía de oídas. Había investigado a Heliké y sabía qué elfos podía sobornar en cierta manera. Palmeó sus bolsillos. ¡No tenía la varita! Casi pudo entrar en pánico. Podía usar algún objeto del frío suelo, pero no encontró nada útil. Las antorchas estaban demasiado lejos como para alcanzarlas. Casi maldijo su mala suerte.

 

Uno de los elfos tenía cierta ansiedad en las manos, a pesar de llevar un buen vendaje en la cabeza. Sonrió de medio lado. Recordó que tenía una petaca en el bolsillo interno de la chaqueta. Si es quién imaginaba podía sobornarlo para salir de ahí. El otro parecía llevar una especie de ramita. La reconoció enseguida. ¿Acaso esos malditos elfos podrían usar la magia, sin que el Ministero se les cayera encima? No le sorprendería en absoluto que fuese de su querida "pupila" a la que tanto odiaba.

 

Intentó tranquilizarse un poco. Cómo sin percatarse de dónde estaba, disimulando, sacó su petaca de color bronce, la abrió y tomó un sorbo. Se limpió con la manga de la chaqueta y vio, por el rabillo del ojo, cómo uno de los elfos lo miraba como con urgencia. No había dicho nada, pero no hacía falta. Sabía de quién se trataba. Era Baco. Curioso el nombre de ese sirviente. El nombre de un dios del vino de la antigua Roma. El vampiro, negó con la cabeza. Heliké siempre tan evidente para algunas cosas...

 

Dio un trago saboreando con lentitud el líquido ámbar. Sintió que calmaba sus nervios y Baco no dejaba de mirarlo. Sacudió su licorera (?).

 

- ¿Quieres? No sé si te está permitido beber en ésta casa - le dijo con una amabilidad poco extraña en un vampiro como él. Algo de lo que Baco jamás había conocido. Ni siquiera con otros amos eran tan amables con él, a algunos los odiaba por prohibirle beber alcohol. Y eso que, de tanto en tanto, tomaba cerveza de mantequilla a escondidas. Para un humano no era fuerte, pero para un ser pequeño como él, podía hacerle tambalear cuando llevaba media botella. Sonrió contento.

 

- Me gustaría señor, pero no tengo permitido hablar con los prisioneros.

 

- Va, déjate de tonterías hombre. Además, es sólo tomar un trago... Tu ama no permitirá que te mueras de sed supongo -distinguió que tenía un juego de llaves... "qué tonto" pensó para sí. Pero el otro tenía su varita y bien podía hacer uso de ella. Debía de tener cuidado y jugar sus cartas muy bien, si lo hacía, podía librarse de esos insulsos hacer el encargo y escapar de ahí antes de que dieran el toque de alarma. Debía ser inteligente y obrar con cuidado...

 

- supongo que, por un trago no pasará nada - dijo dichoso y el vampiro sonrió para sus adentros. Aún sentía los músculos doloridos, pero con cuidado se acercó a los barrotes, tenía espacio suficiente para que pudiera pasar sus finos brazos, pero no el resto de su tronco o de sus piernas. Estaba pensado para ello. Vio como el sirviente tomaba un trago de lo que le ofrecía y notó como se le nublaba un poco la vista - vaya, es un licor algo fuerte- farfulló. Lázarus aprovechó la ocasión y tomó el juego de llaves.

 

Con cuidado desplazó el pequeño objeto hacia la cerradura. El otro elfo vigilaba la entrada con su varita. Deslizó con cuidado y sin apenas ruido como a él le gustaba que se hicieran las cosas. Dio un golpe seco a Baco contra el suelo que lo dejó inconsciente. Recogió su petaca que ya vaciaba su contenido. Con mucho más cuidado, se desplazó y vio como el otro ser se giraba para ver de dónde provenía el ruído. El vampiro aprovechó la ocasión y lo nockeó contra la pared haciendo que le cayera un goteo incesante en la sien de su pequeña cabeza.

 

Recuperó su varita y suspiró aliviado. Vio a una elfina por ahí cerca y supuso que sería de Galadriel. Susurrando un 'imperio' ordenó a esa elfina que la llevara hasta la habitación de la matriarca. Tenía los ojos desenfocados, había sido todo demasiado fácil. Por el momento, pudo escuchar que, en el ala oeste estaba todo el murmullo de los invitados. Por el momento, no se encontró con nadie en los pasillos algo que agradeció. Enseguida llegaron hasta la habitación y abrió con cuidado la puerta... Escuchó algunos gemidos...

 

En el resquicio de la puerta vio a dos amantes en plena acción. Quiso entrar lanzando una gran carcajada, pero se contuvo, lo último que necesitaba era llamar la atención. Negaba con la cabeza, burlonamente al ver la escena. "Por favor cómo se nota que no sabes querida" negaba con la cabeza, aprovechó la ocasión. Ordenó a la elfina Galadriel que alzara una lámpara que había en una de las mesitas para hacer perder el conocimiento a Jack. Seguro que, estando en la situación en la que estaban ni se lo esperaban...

 

Un ruído sordo y con varios cascotes de porcelana rotos y el supuesto fantasma, tenía un pequeño hilo de sangre que le corría de la cabeza y que le había dejado k.o. Antes de que la matriarca se diera cuenta, un rayo rápido había salido de la varita de olmo y había caído encima de su marido...

 

- Encima, encima tener que cargar con ésta ballena - dijo con asco. Pero aprovechó la ocasión y ordenó a la elfa que no se enteraba de nada a que moviera a la matriarca. Ésta cayó un poco a plomo en suelo, con los ojos cerrados y los brazos caídos. Con un movimiento de su varita, Lázarus desplazó a la mujer violeta y con rapidez, salieron del cuarto. Recordando en dónde estaba la ubicación de la salida de ese lugar (que le había dicho Everdheen) se dirigió hacia esa puerta. De momento y por suerte no habían encontrado a nadie.

 

Aún tenía tiempo antes de que la bruja se despertara, pero no quería correr riesgos. Le tapó la boca con un trapo, ató sus manos y piernas para que no pudiera moverse, tal y cómo habían hecho con él y un par de cuerdas más, tanto en el cuello como en la cintura. Enseguida localizaron la salida y la elfina se quedó detrás de esa puerta esperando órdenes, unas en las que no llegarían. Lázarus traspasó la oscuridad para llegar a otra...

 

- Aquí tengo el maldito encargo. Que sea la última vez, que corro éste peligro... - los chicos alabaron la habilidad del vampiro - bien dejaros de chorradas me la llevaré a las mazmorras. Avisad a vuestra jefa de que ya la tengo... De momento, he tenido suerte...

 

Fue hasta la zona más baja de aquella gran casona situada en el norte de Escocia. Pero algo de lo que muy pocos sabían. Las antorchas se encendieron mágicamente y una puerta se abrió para dar paso a la recién presa. La metió ahí dentro sin miramientos y cerró el acceso con un chasquido de magia. Mirando por unos segundos a la mujer negó con la cabeza y salió de ese sitio tenebroso.

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpg El elfo estaba muy asustado, viendo el movimiento de aquel baúl. Sus ojos redondos buscaron al Amo Adrian para que confesara su contenido. ¿Aquello era el regalo que le iba a dar a los novios? ¿"Aquello" que se movía como si fuera un basilisco? ¡Oh, por favor, que no fuera un basilisco! Se giró con el miedo reflejado en la cara hacia la puerta cuando sintió a la amita Xell que hablaba desde ella.

 

-- ¡El Amo Sean no robaría nada delante de mis narices, señorita Vladimir! -- protestó el elfo, intentando mostrar más enfado que terror. Tampoco estaba seguro de que esa afirmación fuera cierta; Sean Di Spinetto le robaría al mismo Primer Ministro si le dieran tiempo y ocasión para hacerlo.

 

El Amo Adrian decía que no quería meter en líos a nadie más, ahora que la señorita Xell había aparecido.

 

-- ¿No podemos dejarla al margen de ésto, amito Wild? Sólo es una niña.

 

En cuanto el elfo supo del contenido del baúl se tiró de la punta de las orejas, asustadísimo ya, sin querer disimularlo.

 

-- ¿Un bebé? ¿Eso que casi tumba el baúl es un bebé? ¡No quisiera que fuera la madre! ¿Pero cómo se ha atrevido a meter semejante criatura en la mansión, Amo? -- la palabra "Amo" le recordó que él mandaba allá por ser miembro de la familia y que los elfos no eran quienes para protestar sus acciones. Se tiró más fuerte de las orejas, como castigo.

 

Estaba al borde de un ataque de nervios y no sabía qué contestar al dueño de aquel problema.

 

-- Pues lo ideal sería sacarlo de la casa, ¿ta vez la red flu? Aunque está controlada por el Departamento de Transportes. ¿O por la puerta de los carruajes? Aunque es probable que los Aethonats se asusten y huyan, no creo que dejen que acerquemos el baúl a uno de ellos. ¿O por la puerta de delante, disimulando, diciendo que nos llevamos los restos de todo lo roto en el jardín, hacia el basurero?

 

El elfo no sabía qué hacer pero, lo que fuera, había de ser cuanto antes.

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En la habitación de Adrian Wild, con el baúl:

 

Sean preguntó lo mismo que yo sobre el contenido del baúl y dijo que él simplemente quería desaparecerlo. El tío Adrian, por su lado, me preguntaba qué hacía allá, como si no fuera evidente: husmear.

 

- Sólo venía por... ¡Por la poción para mi cuello! Dijiste que tenías algo para no convertirme en vampiro - mi voz se había hecho muy bajita a medida que hablaba puesto que no sabía mentir y aquello era una mentirijilla; les seguía por pura curiosidad de ver qué pasaba. Si llego a saber lo que contenía el baúl, no entro en la habitación. - Pero ya que lo he visto... me quedo.

 

Me irrité un poco ante las palabras de Harpo aunque sabía que lo había dicho con cariño.

 

- No soy una niña, ya soy mayor de edad - dije con fuerza, sacando mi varita para demostrar que estaba dispuesta a ayudar, aunque una acromántula debía ser bien difícil de dominar, pero... - ¿Un bebé acromántula? ¡Oh, qué lindo! ¿Puedo verlo? ¿Necesitan biberores de leche?

 

Puse carita de boba pensando en que sería una linda arañita pero la reacción de Harpo me hizo meditar, seguramente no sería tan bonita y tan dulce como la idealizaba. No sabía qué hacer aunque el tío tenía razón: abajo estaban los funcionarios del SAW y si venían de cateo, la tía Sagis y el tío Matt iban a tener problemas.

 

- No podemos usar la red Flu, Harpo. Ni asustar a los animalitos de las cuadras. Y todo lo que se tire a la basura seguro que será inspeccionado como prueva. Debemos buscar un lugar aquí dentro. ¿Y si los llevamos a las mazmorras? Sé que los elfos han llevado allá a los prisioneros pero creo recordar que haya había una... puerta... tridimensional que.. llevaba a un lugar lúgubre, ¿verdad?

 

Ahora no sabía si era en la Potter Black o en la Ojo Loco pero una vez caí en ella y llegué al infierno. Y el tío Jack, el primo Matt, la tía Sagis y la prima Eledhwen me habían rescatado. No iba a dejar en la estacada a la familia. Como aún me apoyaba en la puerta, la abrí un poquito y la volví a cerrar.

 

- Hay alguien fuera...

 

Aguanté el aire para no hacer nada de ruido. Se oyeron, cerca, unos cristales rotos. ¿Qué habría sucedido? A alguien se le debía haber caído algo al suelo. Después sentí pasos. Volví a abrir la puerta cuando se alejaron del todo, sin saber que era el momento en que secuestraban a la matriarca.

 

- No hay nadie. Si queréis que movamos el baúl, ahora es el mejor momento, puesto que los invitados están en el ala oeste y los novios parece que se van al viaje de novios, no nos molestarán, aún no suben los funcionarios... ¿Qué hacemos, lo sacamos?

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Las declaraciones de Harpo me tenian sin cuidado, ahora mismo venia a mi memoria como habia utilizado un tecnisismo en la forma de expresarse de Helike para que su propio elfo me hurtase una de sus bragas para mi coleccion. Claro de eso nadie sabia y no creo que el elfo lo fuese contando por ahi. Asi pues no creo que el elfo estuviese en condiciones de ponerse en mi camino. Espere por un momento la explicacion, sonriendo ante los expuesto por Xell de que era mayor yt las ganas de jugar o incluso dar el biberon a la criatura que se movia dentro del baul.

 

Asi que una acromantula bebe, nada mal. Y lo mejor que al parecer estaba Adrian desesperado por salir de ella. Algo que al menos a mi me convenia, a fin de cuentas se podrian pedir una buena suma de galeones por un especimen de esos. -Mmmm de hecho Adrian creo que puedo hacer mas que ayudar....-me detuve un momento -por lo que puedo apreciar no estas contento de guardar una criatura asi...por lo que ademas de desaparecerte este baul hacia un lugar mas seguro...si quieres me puedo hacer con el contenido...y asi evitamos males posteriores a la familia. A fin de cuentas si me atrapan a mi...pues de seguro Sagitas estara contenta.

 

En esencia era una situacion en la que todos ganaban. Eso si ante la idea de que sacaran el baul al pasillo me negue.- No te deseperes Xell...como siempre Sean tiene un haz bajo la manga...o mas especificamente..en el bolsillo.

 

Meti la mano en este..y entre plumas y otros sonidos..saque lo que era un.....pollo???....no.....un ganso??....no....ahhh si.....un Diricawl- Bien creo que con esto basta- dije mientras le ponia una tira a la pata...-Supongo que todos sepan como funciona la magia de esta criatura...se asusta..desaparece...pero lo mejor es que amaestrados pueden aparecer en un lugar en especifico. Ahora bien que pasaria si se ata algo a esta criatura y posteriormente se le asusta.....pues....que ta chan...ese algo se iria con el...aparicion conjuntoa no???. Por si me pregunta si no funciona el hechizo antiaparicion que debe tener la mansion....pues le diria que en relacion a su magia de escape...esta se parece mucho a la de los elfos domesticos... y a estos no les afecta el hechizo antiaparicion. Asi que....es la via ideal para salir de este apuro..y todo sin dejar rastros a los ministeriales....que conste que esta informacion de ser usada por ustedes...pues me deberian dinero.

 

La tira en la pata del dodo era larga.... a fin de cuentas no queria que se asustara de nuevo ya en el lugar acordado. Asi que sin mas la ate al baul...y tome a Diricawl en mis brazos. -Creo que Sagitas hubiese disfrutado esto....-me sente sobre el baul.- Bien...ahora solo queda que me ataquen...para asi poder marcharme. En ocasiones prefiero que lancen un cuchillo de cocina. Aunque la ballesta con flechas de Sagitas podria servir.

 

@@@Adrian Wild@

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De la gloria del placer al frío suelo de una mazmorra:

 

Hay momentos en los que te sueltas de tan manera que cualquier cosa más lejana de dos centímetros de ti, no tiene importancia. Yo creo que ni esa distancia había, en aquel momento, entre la boca de Jack y mis gemidos. El éxtasis tan ansiado por ambos llegaba con la fuerza de lo esperado durante muchas noches de roces prohibidos. Los sentidos se concentraban, todos juntos, en festejar un momento de lo más íntimo que nadie debería haber visto.

 

El cómo sucedió lo contrario no me lo podía explicar. Ni siquiera pensé en eso hasta que noté que algo caía a mi lado y Jack dejaba de moverse. Aún jadeaba con la sangre golpeando a un ritmo acelerado en mi pecho cuando vi la elfina de Helike mirándonos, con los restos de una lámpara en sus manos. Las partes que faltaban descansaban sobre el rostro de mi marido, quien sangraba en una quietud alarmante. Respingué, intentando comprender que debía de dejar de boquear por aquel placer huidizo cuando vi al hombre y su varita. Después sólo recuerdo sentir frío.

 

También recuerdo pensar si mi nuera Heliké habría tenido algo que ver, si es que no habría aceptado mis palabras de paz que le había dedicado tras la boda, mientras sentía el frío de un suelo mohoso y pedregoso, húmedo y sucio. Ese pensamiento se me hizo extraño y logré abrir los ojos. Desde donde tenía apoyada la cabeza, veía el suelo y ciertos insectos que me produjeron un asco inmediato. Intenté moverme pero me fue imposible. Tras unos minutos de movimientos de pánico que sólo consiguieron clavar más fuerte las ligaduras en mi carne, recobré el control (un poco al menos) para pensar que era mejor quedarme quieta y analizar la situación.

 

Ante todo, no podía moverme. Una cuerda sujetaba mi cuello, mis manos, mis pies, mi cintura. Si me movía demasiado, sentía el ahogo de la cuerda apretándose. Intenté parar el miedo que subía de nuevo. No podía permitirme que siguiera cerrándose. Las manos estaban atadas a mi espalda, también mis piernas. Si pudiera contorsionarme un poco, tal vez podría llegar a los nudos. Sería difícil porque una cuerda en la cintura también me impedía el movimiento de los brazos. ¡Demonios, quién me había atado era alguien con conocimientos! Debía usarlo muy a menudo y había perfeccionado su técnica. Ese pensamiento no me ayudó y sentí elevarse, de nuevo, aquel miedo que pugnaba salir por mi garganta. Sin embargo, ni gritar podía porque un trapo tapaba mi boca y me impedía respirar por ella. Si no iba con cuidado, no iba a poder respirar de ningún modo.

 

Después, cuando me conciencié de que el movimiento no era lo más adecuado en aquel momento, miré a mi alrededor, todo lo que el pequeño giro de cabeza me permitía. Claramente, era una mazmorra, desconocida así que no estaba en mi mansión. El frío era intenso, fue cuando descubrí que... estaba desnuda.

 

El descubrimiento sucedió a la vez que escuchaba unos pasos acercarse, de forma lenta, seguidos de un resuello. Me encogí al ver unos pies envueltos en vendas que asomaban bajo una capa tupida y oscura que ocultaba una figura. Intenté reseguir aquel ser y tuve que mover todo el cuerpo para ello. El frío se apoderaba de la piel que tocaba las húmedas losas pero quería ver quién era quien me mantenía sujeta. Jadeé, dejando salir el miedo que había conseguido, a duras penas, mantener dentro. De una capucha que escondía todo el rostro de la persona que me visitaba, sobresalía un mechón violeta, chamuscado, estropajado... Reconocía a Madame Everdeen, aunque aún no sabía cuál era su nombre y yo sólo sabía que era un pariente lejano en Escocia. ¿Hasta allá habría llegado?

 

-- Imposible, estás muerta -- gemí para mis adentros. No creo que ella supiera lo que había dicho con la mordaza que atenazaba mi boca. Pero mis ojos aterrorizados seguro que le dirían más que mi queja.

 

-- Vaya... prima... Por fin se hace justicia, hoy es el día de tu muerte, querida. ¿Has visto lo que me ha hecho tu hijo? Vas a pagar por ello.

 

Intenté cerrar los ojos pero el mismo miedo me paralizaba. Vi, entonces, como unas manos vendadas retiraban la capucha. Grité de asco al ver un rostro deformado por vivas quemaduras rojizas. Recordaba que Ithilion había hecho eso, con sus manos desnudas. El poder del elemento Fuego rodeaba al chiquillo y era algo que tenía mala curación, tanta que yo misma había dado por muerta a aquella mujer. Y ahora estaba frente a mí, reclamando venganza. El olor a carne quemada me sacudió con fuerza y mi mandíbula tembló, de frío o de miedo... Había odio en aquellas rendijas que debieran ser sus ojos, escondidos en pliegues requemados.

 

Debiera estar muerta.

 

Intenté retroceder pero con las ligaduras era imposible sin ahogarme antes. La vi levantar su varita. La oí invocar un Incendio y sentí el dolor agudo de la quemadura en la piel del hombro derecho, afectando el cuello y la barbilla, el hedor a pelo achicharrado se hizo insoportable. Sentí aumentar el olor a quemado y grité. Creo que fue una bendición tener la boca tapada para que no se oyeran mis quejidos. Tuve suerte, supongo... Es un hechizo curable y dura escasos segundos. Sólo que no habría perspectiva de ningún Episkey piadoso.

 

-- Era una mujer bella, ¿sabes? Antes de encontrarme con tu hijo. Pero ten por seguro que acabaremos con él. Acabaremos con todos... Los recién casados morirán esta noche, antes de hacerte abuela y, después, sin patriarcas adultos, yo seré la heredera de tu mansión y me haré cargo de las "enseñanzas" de tu pequeñín... Aprenderá por las malas a lanzar fuego.

 

Boqueé y, en aquel movimiento, conseguí quitarme el trapo de la boca. Pegué la frente al suelo. El fuego había sido breve pero activo y, gracias a él, la cuerda del cuello se deshilachaba y cedía la presión. Una muy leve victoria que laceraba las quemaduras de la piel afectada.

 

Retrocedió y vi entonces que había más pies detrás de ella. Al menos, tres personas le protegían la espalda.

 

-- Hacer lo que queráis con ella. Después matarla. Lanzarla al pozo seco y taparlo. Las ratas se ocuparán de ella, como con los otros.

 

Cerré los ojos y los mantuve así, mientras sentía que sus lacayos obedecían y me tocaban. Ahora respiraba mejor, a medida que la cuerda desaparecía pero... ¿Significaría alguna ventaja en aquel momento? ¿Podría avisar a Matt y Heliké de que corrían peligro? ¿Habrían salido ya al viaje de novios? Ni siquiera sabía dónde iban, no me había preocupado de enterarme. ¿Alguien habría encontrado a Jack? ¡Dioses, cómo dolía todo!

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Último día en la habitación Potter Black, antes del viaje de novios:

 

Suspiré. Necesitaba darme un baño. Seguramente Matt tardaría lo menos posible, pero antes de partir necesitaba relajarme y templar los nervios, esos que, habían aparecido durante la mañana y que se intensificaron durante la batalla. Sería la adrenalina o lo que fuera, pero al final, me había dejado completamente agotada. Lo que me hacía raro, es que llegase a mi antiguo cuarto (de soltera) y más aún dirigirme al cuarto de baño, para refrescarme un poco...

 

Había escuchado un ruido de ¿cristales? cerca de la habitación de la matriarca. No hice caso. Seguro que estaba completamente rabiosa por la boda, a pesar de que me hubiese dado la "paz" en los jardines. Aún llevaba el vestido de novia encima y quería sacármelo cuánto antes. Por regla general, me gustaba estar cómoda, pero, ¡qué c***, era mi boda! Vi el anillo y sonreí dichosa. Llamé a Galadriel. Esperé unos minutos para que se fuera llenando la bañera con agua caliente. Salí otra vez.

 

- ¿Galadriel? - dije en voz alta. ¿Qué narices le pasaba a la elfina? Se me hacía raro que no viniera en el primer llamado, había sido intenso, potente. Farfullé molesta - ¡Vesta! -la elfa se apareció con una sonrisa y agachando su cabeza- ¿sabes dónde se encuentra Galadriel? -ésta negó con la cabeza- va, da igual... ¿tú estás bien? -asintió con la cabeza- bien, quiero que me vayas preparando la maleta, hazme el favor y vigila a Galadriel... Por cierto, no te felicité por el uso del fuego, ¡genial! Lo que no sabía era que se te daba bien...

 

- Ama, me llamo Vesta por alguna razón, ¿no le parece?

 

- Tienes toda la razón - asentí con la cabeza, riéndome - cierto que te ocupas de los fuegos del hogar... bien... aquí la poción revitalizadora está haciéndose, échale un vistazo y en cuánto hierva apágala. Voy a darme un baño, después, tráeme una botellita pequeña. Necesito cargar energías - suspiré. La batalla había sido bastante dura y a pesar de que hacía tiempo no tenía una de esas características, podía decir que había disfrutado como nunca. Al menos por la parte de mi suegra, no me echó en cara los hechizos lanzados... Algo era algo...

 

- Una cosa Vesta, ¿qué tal va el prisionero? -le pregunté con curiosidad - sé que Baco y su compañero están vigilándolo pero no me fío un pelo, ese cabr.ón puede hacer de todo para salir. Dentro de un rato, échale un vistazo, ¿quieres? - la elfina asintió con la cabeza mientras vigilaba lo que yo le pedía- ¡ah! y en cuánto termines con la poción, dile a mi esposo que no tardaré en salir del baño, necesito relajarme y con eso, me ayudará... Pide a algún elfo que te ayude a preparar mi maleta, ¿de acuerdo? -Vesta volvió a asentir con la cabeza.

 

<< excelente, entonces, vamos allá - me desnudé completamente y me tumbé en la bañera que ya estaba llena de espuma. El cuarto estaba lleno de vapor del agua hirviendo y el aroma a sales inundaba cada rincón. Sonreí contenta y notaba cómo los músculos, poco a poco se iban desentensándose por el efecto del agua. Comprobé que había un albornoz en la percha y cómo mis elfos conocían mis gustos, había una botella de cava y por supuesto, mi pitillera de plata.

 

Extraje un cigarrillo y lo encendí con la varita- en la gloria.... en la gloria... - susurré mientras daba unas cuántas caladas.

 

Al terminar el pitillo, me había quedado completamente dormida en la bañera.

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