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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Aquello era confuso. El lugar era precioso para hacer un picnic de esos que Harpo improvisaba a veces, con mantelitos a cuadros y sombras de los árboles. El sol brillaba con fuerza, al aire era tranquilo, sin apenas movimientos. Un día apacible para estar en familia. Pero hoy no era el caso. Buscábamos a la tía y no sabíamos por donde teníamos que dirigir los pasos.

 

- Tío Jack, ¿crees que en esas cartas habría una referencia más clara? Tal vez el nombre del pueblo, de una mansión, de una familia... Es que tendremos que dividirnos para ir a cada lado y encontrar alguna pista.

 

No quería reconocerlo pero la idea de dividirnos no me gustaba. Implicaba estar sola en un terreno desconocido y hostil. Eso se había visto reflejado en el ataque de la boda y en el secuestro de la tía, así como en el intento de atacar a los primos recién casados. Parecía que era lo que tendríamos que hacer, sin más pistas que nos llevaran a encontrar a la tía.

 

De golpe, sin esperarlo, sentí un dolor en el pecho y miedo, mucho miedo.

 

Era una sensación nueva para mí. Sentí un movimiento en el aire, un torbellino de rabia envolvió la atmósfera y me golpeó. Sin embargo, no era en mi contra, aunque era una rabia dirigida hacia arriba, muy fuerte. La bruja que había estallado era una hechicera de gran poder. Sentí que me levantaba del suelo de la fuerza del arrebato y grité. No pude mirar al tío Jack ni al primo Adrian, ni vi a Sean. Arropé mi cara con los brazos, poniendo un escudo. Tan pronto como llegó, se fue.

 

Caí al suelo y sentí mucho más miedo aún. Balbuceé al tio Jack:

 

- La tía Sagitas. Ha sido ella. Aún está viva.

 

Señalé con un dedo tembloroso un lugar de la campiña que veía con claridad. No sé si ellos lograrían vislumbrar aquella energía aún en el aire, desapareciendo, señalando un lugar. ¿Se habria dado cuenta que había dicho "aún"? Había notado su flaqueza, su debilidad... Era una bruja sumamente poderosa para conseguir eso estando al borde de la muerte.

 

- ¡Allí!

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Debía reconocer algo. Como decía Xell, aquel lugar era bonito, pero no podía dejar de recordar el motivo de nuestra misión alli. Rescatar a Sagitas. Aunqeu nos encontrábamos un poco perdidos, ya que la carta no decía una ubicación clara. No nos daba el lugar exacto, sino pequeñas indicaciones. Por eso, intentaba orientarme, antes de proponer que se dividiéramos. Eso solo nos podía hacer débiles...

 

- Si Xell, en la carta nos decía que debíamos buscar un poste con indicaciones...debemos seguir el camino del poste roto, sin nombre. - si, aquello era una indicación más de lo que íbamos a encontrar.

 

No dijimos más. No pudimos. De pronto, una gran masa, una nube desconocida se alzó, y su honda expansiva llegó a alcanzarnos, derrochando tanta ira como...dolor y miedo. Mi sobrina acabó en el suelo, asustada. No supe que pasaba con los chicos, pero yo me mantuve de pie, con la ropa agitándose a causa del efecto de aquella liberación brutal de magia.

 

- Niña... - murmuré. Xell, como sacerdotisa, lo había sentido, pero yo sabía que era ella, lo sentía. Estábamos conectados, y entendí qeu Sagitas no estaba nada bien.

 

- Vamos - dije, mientras ayudaba a la joven a levantarse. - No temas, jovencita. No dejaremos que le pase nada malo. - la reconforté.

 

Ahora, con un camino claro, avanzamos con rapidez, recorriendo el linde de los caminos, avanzando. En algún momento divisé aquella señal rota que dejaba un camino sin señalar. No solo eso...poco a poco, el suelo, la hierba, dejaba entrever pequeñas florecillas, algo que no sucedía antes. Sonreí levemente y las señalé.

- Estamos en el buen camino. - murmuré. Aquello solo podía ser obra de Sagitas. Como si quisiera dejarnos un reguero de migas de pan para encontrarla.

 

Hasta que vimos la casa. Alcé el puño para detener el avance del grupo, y me agazapé, observando.

- Bien...debemos movernos con cuidado...no sabemos donde la tienen,y esto podría estar vigilado.

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Nunca había oído así al tío Jack. Su murmullo, casi inapreciable, fue un mundo para mí. Resumía amor y sentimiento, supe enseguida que iba dirigida hacia su mujer. Como yo, había detectado a la tía Sagitas en aquel torbellino de magia.

 

- Confío en ti, tío.

 

Él había sentido a la tía. No era sacerdote así que les unía una magia especial. Era normal, si él era un fantasma y la tía Sagitas había conseguido que tuviera un cuerpo propio. No quería saber cómo lo habían conseguido pero esa magia unía. Ellos estaban unidos más allá de la vida y de la muerte. Era normal que la hubiera detectado. Y si decía que no dejaría que le pasaría nada malo a Sagitas, le creería. El poder que tenían ellos dos daba para escribir un libro sobre magia imposible e increíble. El Amor era una magia poderosa, decían, y ellos dos lo demostraban con aquella unión tan especial entre ambos.

 

Aunque me hacía gracia que me llamara "jovencita". Dijo que íbamos por el buen camino y no entendí bien cómo es que lo sabía. Hasta que detecté las flores. Sonreí, aunque puede que no hiciera gracia, la tenía. Las flores crecían. Parecían seguir una pauta. No distinguí la clase de flor pero eran de ella. crecían porque ella quería que crecieran. Sólo una sacerdotisa podía conseguir eso.

 

- Está viva. Es su poder innato como sacerdotisa. Si crecen, sigue viva.

 

Esa esperanza me hizo continuar hasta la casa y atender la señal del tío. Avanzar con cuidado y buscarla.

Editado por Xell Vladimir

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Madame Everdeen:

Se sentía vencedora allá, meciéndose sobre la losa del pozo, meciéndose y burlándose de su prima. La voz de Sagitas le llegaba alejada, floja, débil, muriéndose. Eso le causaba un gran placer y se le hacía grato contarle la historia de su familia mientras ella iba feneciendo allá abajo, entre cadáveres y ratas y vé a saber qué más que hubiera allá abajo, en aquel pozo ciego.

 

Se sentía así, ganadora, cuando le pilló de improvisto aquella aparición. No se esperaba un ataque de alguien moribundo en el fondo de un lugar sin aire, sin luz, sin agua... Se esperaba que se muriera de una vez. Por ello, aquel haz de energía que se le echó encima le hizo lanzar un grito agudo de terror. A lo lejos, la elfina que había ido a por agua para su señora, tiró todo al suelo y corrió en su ayuda.

 

Se encontró a la mujer en el suelo. La fuerza del ataque había sido tan fuerte que la mecedora había doblado completamente y se había caído de espaldas. La capucha se había desprendido y una masa informe de mechones de pelo negrucido del que apenas conservaba un indicio del color violeta y muchas gasas con manchas nauseabundas mostraban un rostro agrietado y pustulento entre las ranuras de las mismas, que se habían movido. La mujer se quejaba en voz baja, por el dolor que sentía en aquel momento.

 

La elfina la ayudó a incorporarse. Madame Everdeen contempló el pozo con rabia.

 

-- ¡Ojalá te pudras hasta los huesos y nunca te encuentren, mujer! -- exclamó. Después, la elfina consiguió llevársela al interior de la casa para curarla de nuevo y ponerle vendas nuevas.

 

Ninguna pareció fijarse en que florecillas silvestres aparecían entre las juntas de las baldosas, creciendo en apenas un trocito escaso de tierra, bordeando caminos y llevando hasta el lugar donde se moría la sacerdotisa.

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Reconozco que me sorprendió el arrojo que Xell desprendió en aquel momento. Siempre la había visto como una muchacha dulce, que no buscaba el conflicto. Protectora, sí, pero no guerrera; o por lo menos no como su tono de voz y su rostro me habían mostrado junto a aquellas palabras. Aquello me demostró que, pese a todo, podría confiar siempre en las personas que tenía delante de mí, en aquella familia que había escogido tiempo atrás. Vi a ambas figuras desaparecer en el armario, como si de un portal de Red Flú se tratase, solo que sin llamas de por medio.

 

Teníamos en juego a una mujer igual que mi hermana pero con mucha más mala leche y una sed de venganza insaciable, a un vampiro que era capaz de matar sin remordimientos y a un grupo de familiares lejanos completamente manipulados y cegados por las historias familiares, esas que nos creemos y sobre las que nos posicionamos junto a los que tenemos cerca sin siquiera comprobar en qué lado de la balanza del bien y el mal nos encontramos. Y esas personas tenían a Sagitas. No esperé más y puse un pie sobre la plataforma del armario evanescente. Sólo me detuve para comprobar si Sean seguía detrás de mí.

 

- No he sido justo al juzgarte antes y no tienes por qué venir, pero... --Me replanteé varias veces lo que iba a decir, pero finalmente me convencí de hacerlo--. Serás de gran ayuda, eso seguro.

 

Y sin más dilación, me interné por completo en el armario, sintiendo como la plataforma bajo mis pies se desvanecía, aunque el que en realidad había desaparecido, era yo. No tardé en volver a pisar algo firme y en recobrar el sentido. El otro armario estaba entreabierto, y un haz de luz solar me permitió entender que se situaba en un exterior. Salí a lo que parecía una campiña donde se entremezclaban fácilmente diez clases de árboles frutales y perennes, claramente plantados y cultivados a propósito, pero sin ningún orden establecido. Algo hizo que mi corazón, o el recuerdo de lo que era tener uno en funcionamiento, brincase. No veía ni a Jack ni a Xell. ¿Tanto había tardado en atravesar el portal creado por los armarios? ¿Es que el tiempo en su relatividad era diferente en el "no lugar" de éstos? Olfateé a mi alrededor, sin siquiera pensar las razones de la curiosa localización donde se hallaba el gemelo del armario que poseía mi hermana. No tardé en detectar el olor de la rubia. De hecho, era el único que reconocía; nunca había olido a Jack, ¿acaso los fantasmas tenían olor?

 

Con los ojos y todos los sentidos bien abiertos seguí el rastro hasta que sentí una levísima vibración del aire con la que me paré en seco. ¿Eso qué significaba? Al retomar el camino descubrí que a escasos metros se alzaba una especie de casa de campo muy amplia y alta, seguramente una especie de "casa franca". Aunque también podría ser que la rama familiar pelivioleta habitara aquel lugar de forma permanente. Fuera como fuese, seguro que mi hermana estaba allí encerrada. Y justo por delante de aquel recinto, pululaban Jack y Xell. Aunque cuando enfoqué bien la vista, pude observar que más que andar, Jack se dedicaba a recoger a Xell del suelo. Corrí intentando ser lo más silencioso posible hacia ellos y en cuanto les hube alcanzado, me posicioné al otro lado de la muchacha.

 

- Ya estoy aquí --les anuncié, sujetando por el otro brazo a Xell, cuyas fuerzas parecían haber sido afectadas--. ¿Estás bien? ¿Ha sido la vibración? He sentido algo muy leve, es una magia muy extraña, ¿verdad? ¿De dónde ha surgido?

 

No hizo falta respuesta, porque las miradas de ambos me indicaron un rastro de florecillas blancas que rodeaba el enorme caserío y se perdían a sus espaldas. Sin mediar palabra alguna, emprendimos lo más rápido que las fuerzas recién recuperadas de Xell nos permitieron hasta llegar a un patio trasero (¿o aquello era la parte de delante?) donde unos jardines muy cuidados ornamentaban la vieja figura de un pozo de piedra cegado. Las florecillas subían hasta la plancha de metal que tapaba la abertura de la construcción y por allí se colaban entre todos los recovecos.

 

- ¡Ay madre! --exclamé cuando comprendí lo que sucedía--. ¡¡Sagitas!!

 

Sin esperar a que Jack ni Xell me siguieran, corrí hacia el pozo y me apoyé sobre el borde de piedras, mirando directamente a la plancha metálica con la vana esperanza de ver a través de ella.

 

- ¿¡Sagitas!? --Intenté que fuera un grito susurrado, pero el nerviosismo no me ayudaba a medir la altura de mi volúmen--. ¿¡Sagitas estás ahí!?

 

Pegué la oreja a la plancha metálica. Estaba caliente. Aguanté, esperando alguna respuesta. Los segundos parecían horas.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Claro que tenía miedo. Me asustaba aquel derroche de energía de Sagitas. No estaba bien, y me temor por perderla estuvo a punto de ahogarme la voz, aunqeu logré contenerlo, de forma que los demás no lo notaron. @@Adrian Wild se nos unió tras mantener una breve charla con Sean, y junto a @, ya recuperada, emprendimos la marcha. El camino de florecillas blancas, tan fuera de lugar, eran el símbolo de la magia como sacerdotisa de Sagitas. La naturaleza siempre había respondido a sus impulsos.

 

Nos adentramos entre los pocos edificios que conformaban aquella villa de nombre desconocido, en la campiña. No era el verdadero hogar de la familia materna de Sagitas, puesto que en realidad, tenían ascendencia galesa. Tal vez había sido alguna de sus adquisiciones, en afan por expandir sus dominios.

 

Detuve la carrera, moviéndome, pero girando sobre mi mismo. No veía a nadie. Ni un alma vigilaba, ni voces entre los muros, ni tampoco nos salían al paso. El lugar, extrañamente para loq eu acababa de pasar, estaba desierto.

 

Como si no esperasen represalias.

 

Adrian exclamó algo, y cuando miré, me fijé en el pozo, y en como mi cuñado corría hacia alli.

 

Pero..

 

- Para! - le grité.

 

Xell y Sean se detuvieron, extrañados, pero Adrian parecía no oirme.

- Es una trampa! - seguí. - ES UNA ILUSIÓN

 

Pero no tuve tiempo. En el momento en que el vampiro tocó la tapa del pozo, se produjo una tremenda explosión. El pozo no estaba ahí, y la honda expansiva nos tiró al suelo. Los magos comenzaron a salir, lanzando hechizos aqui y allá. Habíamos caido en la trampa como idio.tas...

 

Absorvere y sectumsempra eran palabras que llegaban a mis oidos, que comenzaban a dejar de pitar por la explosión. Temí, temía haber fallado y con ello, la muerte de los familiares que me acompañaban. Y temí la muerte de Sagitas, porque sin ella, todos estarían perdidos...

 

Intenté alzar la varita, pero toda aquella maraña de hechizos se estrelló antes de llegar a nosotros.

 

Cuando abrí los ojos, ahí estaba Matt. Nos daba la espalda, con la varita en la mano derecha y los puños apretados.

- Llego demasiado tarde? - preguntó.

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Madame Everdeen:

 

La mujer se metió entre gritos en el baño que había dejado antes. No habían tenido tiempo de limpiarlo y aún flotaban algunas pieles muertes y negruzcas que la elfina se apresuró a quitar antes de que ella entrara. La piel estaba agrietada y, en algunos lados, un líquido pustulento asomaba a las heridas abiertas con la caída. El empujón de Sagitas había sido fuerte e imprevisto. Everdeen había sido herida, de huevo, por una mujer muerta. ¡Por su prima muerta, demonios! Eso la había puesto de mucho más mal humor, incluido el dolor que acuciaba la hacía estar más furiosa. Y eso no era bueno para su curación.

 

-- ¡Lo mataré, a ese renacuajo escupe-fuego! ¡Mataré a todos!

 

-- Sí, Ama, pero no hable ahora... -- contestaba la elfina, mientras le bañaba con aquel líquido que aplacaba el dolor y la curaba.

 

Después la empezó a vendar y la obligó a tumbarse. No duró mucho tiempo allá, el ruido de la batalla llegó hasta la ventana de su cuarto y la mujer de rostro vendado y pelo renegrido, corrió a pesar del dolor hacia ella.

 

-- ¿Cómo se han atrevido a venir a nuestra guarida? -- ¿cómo lo habrían conseguido? -- ¡Matarlos! ¡Matarlos a todos! ¡A TODOS!

 

Desde allá vio dos pelos pelirrojos y frunció el ceño, algo que sólo notó ella en el dolor que le produjo. ¿Dos? ¿Padre e hijo...? ¿Es que no habían matado al recién casado? ¿Es qué tenía que hacerlo todo ella...?

 

-- ¡Matarloooooos! -- vociferó. La elfina gritó al sentir una presencia tras ellos.

 

"La venganza es un veneno destinado a otros que acabamos tragándonos nosotros mismos. La venganza es una luz oscura que ciega a todo aquel que la busca.

El alma tranquila sabe que no existe justicia en la venganza, el alma tranquila sabe que la búsqueda de la venganza es la búsqueda de la destrucción."

 

Una figura transparente, casi invisible, se movía, flotando, a sus espaldas.

 

-- ¿Pri...? ¿Prima Sagitas? -- La figura avanzó hacia ellos.

 

"Nunca estamos solos, incluso lo que exhalamos otros lo inhalan. La luz que recibo del sol también la recibe mi vecino.

De esa manera todo está conectado con todo lo demás.

Al igual que estoy conectado con mi amigo también estoy conectado con mi enemigo.

De esa manera no existe diferencia alguna entre mi amigo y yo.

Nunca estamos solos"

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Debía concederle algo al chico: No tenía miedo, no rehuía una batalla.

 

Se presentó de repente, justo a tiempo para salvar la situación. Me puse de pie y me situé a su lado, jadeando. Matt me miré un momento y soltó una risita.

- Demonios Jack...pareces cansado - se burló de mi. Sabía lo que quería decir, pero para un fantasma con un cuerpo al que el tiempo se le acababa, esa aventura era un esfuerzo bastante intenso.

 

Pero nuestra vista se enfocó en los enemigos, dejando a nuestra espalda a Adrian, Xell y Sean, protegiéndolos. El chico gruñó levemente, como si fuera la indicación para que nos moviéramos. Lo cubrí, convocando el viento a nuestro alrededor mientras Matt se movía con extrema rapidez, dejando un reguero de cuerpos caidos.

 

Solo se detuvo cuando una explosión le cortó el camino, cayendo al suelo de forma bastante aparatosa. Lo vi cerrar los ojos, seguramente dolorido. Pero pudo moverse, retroceder a una zona cercana a nosotros antes de que las maldiciones lo alcanzaran. Ahí fue cuando sentimos las voces, los gritos enfurecidos de Everdeen, qeu clamaba nuestra muerte.

 

Matt me miró e hizo un gesto con la cabeza.

- A que esperas! Ve a sacar a mamá de donde la tengan, maldita sea!

 

Lo miré un momento, preocupado...pero llevaba razón. Yo podía dar con Sagitas. Asi que eché a correr, lanzando varias maldiciones en la carrera. Aun veía las flores, que habían aumentado su cantidad.

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Madame Everdeen:

-- ¿Sagitas? No, sobrina... No soy Sagitas... Ella aún está viva... ¿No reconoces a tu tía Emmarjory? Soy esa tía libertina que no lleva el nombre del clan familiar... Mi padre cometió el error de no ponerme un nombre tradicional acabado en "en", como a todas. Supongo que ya era rebelde desde entonces... ¿Te acuerdas de mí? Soy la que tiraste al pozo.

La elfina gritó con fuerza y huyó, despavorida. Ella había ayudado a su Ama a matar a aquella mujer, una viejita agradable que se movía en la hamaca, tomando el sol en aquel lugar de Escocia donde se había refugiado de la rama maldita galesa de la familia. La tía Emmarjory había conseguido las puertas con las que poder visitar a su sobrina perdida, el último vestigio de una hermana perdida.

-- No hiciste bien en usar mis puertas con las que espiaba a tu prima, Everdeen -- la voz del fantasma era dulce, una presencia amable, a pesar de estar delante de su asesina. -- Yo las usaba para bien, viéndoles desde aquella habitación, estando entre ellos con mi capa invisible. Convivir con Sagitas y la familia era algo que disfrutaba. Por ello la nombre heredera de mis bienes. Ellos eran una verdadera familia, movidos por el amor, no por el odio, como vosotros. Y tú...

El ente se acercó un poco más. La elfina volvió a gritar y salió huyendo, dejando a la tía y a la sobrina a solas. Madame Everdeen alzó la barbilla en un intento de mostrar aplomo, aunque retrocedió un paso hacia la ventana, la única salida del lugar si no quería atravesar a su tía muerta.

-- Tú te aprovechaste, querida sobrina. Me mataste pensando que heredarías todo, siendo la última que quedaba como ancestro tuya. No supiste de esta familia de Ottery hasta el testamento. Vi tu sorpresa, querida... -- El fantasma se materializó un poco más y, ahora, la forma suave de una viejecita se dibujaba entre las brumas de su ser incorpóreo. -- Descubriste las puertas y fuiste a matarla. A matarlos a todos... Pero...


todo está conectado con todo lo demás.

Al igual que estoy conectado con mi amigo también estoy conectado con mi enemigo.

Una risilla agradable salió de su boca. Parecía estar disfrutando del momento.

 

-- Ay, Everdeen... Si la hubieras dejado en paz... Ella me ha dado en un instante más que tú durante toda la vida. Ella puso flores en mi tumba...

 

Everdeen miró hacia la ventana, de reojo. El pozo seco parecía un nido de vida, con miles de florecillas pequeñas adornándolo. Eso no estaba unos momentos antes.

 

"La venganza es un veneno destinado a otros que acabamos tragándonos nosotros mismos.

La venganza es una luz oscura que ciega a todo aquel que la busca."

 

-- Se ha girado en tu contra, Everdeen. Ella sobrevivirá y tú... no sé si podrás decir lo mismo. Yo... Podré viajar a la luz. Ella me ha enseñado el camino. Aún muriéndose, me ha guiado hacia el mundo del Más Allá donde convivir con otros espíritus. Me ha... liberado de la tumba en la que me encerraste, sobrina... Ella vale mil veces más que tú.

 

El fantasma avanzó nuevamente y la mujer convertida en momia, con tantos vendajes que cubrían sus heridas, saltó por la ventana antes de enfrentarse a su víctima. Era una mujer ducha en hechizos, así que usó uno que le hizo levitar y aterrizar suavemente encima del camino que se iba llenando de flores. La elfina corrió hacia ella al sentir los gritos. Las flores se pegaban a sus pies descalzos, parecían trepar por sus tobillos. Gritó de nuevo y la elfina la cogió del brazo. Miró a un lado: un hombre pelirrojo hablaba con otro más joven, casi idénticos... Eran padre e hijo que venían a acabar con ellas. La elfina contempló que se unían a la lucha una jovencita rubia y dos hombres más, acercádose. Su Ama volvió a gritar y a pisotear aquellas flores que parecían estar vivas. Chasqueó los dedos y...

 

Desaparecieron.

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Me vi obligado a ignorar la batalla. También ignoré, por desconocimiento, lo que sucedía entre Everdeen y el espectro de la tía fallecida, la que había legado sus bienes a Sagitas, por ser al única a la que había considerado digna de heredar su fortuna, aunqeu en realidad era algo qeu no necesitara.

 

Solo seguía las florecillas balncas, que ahora no eran simples migas de pan, desperdigadas aqui y allá. Ahora, aquello era un camino que me guiaba hacia el lugar de cautiverio de Sagitas. No tardé en divisar la boca del pozo, cegado. Apenas una pequeña rendija por la que costaba colar los dedos era lo único que permitía ver la oscuridad alli dentro. Temí que fuera demasiado tarde.

 

Pero las plantitas habían crecido amontonándose a su alrededor.

 

- Niña! Ericen! - la llamé, notando el corazon desbocado - Ya estoy aqui...voy a sacarte.

 

Pero intentar mover la tapa era inútil. Aquello pensaba demasiado, no iba a poder hacerlo solo. Maldije y gruñí, resoplando por el esfuerzo. Ni siquiera con ls chicos tenía claro que pudiéramos moverlo. Asi que me alejé varios pasos y alcé la varita de Sagitas. Era un gesto violento, pero reventé la zona superior del pozo.

- Niña! Bajare por ti. - exclamé, feliz, porque...la veía. Y estaba herida, pero viva.

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