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• Una epidemia en Hogwarts •


Ellie Moody
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De la Casita Snape a Hogwarts:

 

Al fin, uno de los elfos abrió la puerta. Era Czésar quien me dijo que la tía Hayame quería ir a Hogwarts. Su cara era muy seria y me asustó su pregunta.

 

- ¿Tenía que traer al niño? Severus se quedó con Taga, no sabía que... ¿Se enfadará la tía Haya? ¡No te preocupes, yo le digo a la elfina que lo traiga inmediatamente!

 

Aquella situación era algo desagradable, la tía Hayame estaba enfadada con mami Reena y conmigo por el tema del bebito y no quería que su humor se hiciera más arisco. Después de la pelea en la Vladimir, había decidido no pelearme con ellas, con las dos, por el tema del bebé, siendo hijo de ambas.

 

- Tia Haya - le solté cuando ella me permitió hablar, porque apenas me dio tiempo a decir ni pío. - Vengo a acompañarte a Hogwarts para que no vayas solita, porque me preocupo por ti.

 

No aclaré que iba más bien de policía mágica cuando su enfado estallara ante el registro; o tal vez estuviera bien hecho el registro y esa explosión no se daba. Además, mejor estar cerca para intentar calmarla, si de verdad se encontraba con la tía Sagitas, que se mataran ambas delante de los colegiales de Hogwarts, algo que estaría muy feo por parte de ambas.

 

La tía Lisette estaba con nosotras y también estaba preocupada.

 

- Sí, creo que debemos seguirla y detenerla si hace algún tipo de locura. Creo que el genio es algo innato en estas dos hermanas, ¿sabes?

 

El elfo intentó convencerla para que no fuera maleducada y ahí saltó la acusación de nuevo. ¡Qué paciencia! La tía Ash también asomó su persona al sentir tanto grito.

 

 

- Vamos, tía Haya, que no eres mala madre, que sólo es un papel que arreglaremos enseguida, anda... No te enfades... No lo traje pero Taga lo puede traer en cualquier momento. Es que estaba dormidito - dije media mentira con tal de despertar su lado materno y se calmara. - Como te dije, vine a acompañarte, porque somos familia y porque así podemos tener un paseo tranquilo.

 

¿Tranquilo? ¡Eso no se lo creía nadie pero debía intentarlo! El elfo era uno de los pocos que le chillaba a la tía Hayame y fue a buscar comida para el viaje.Sonreí, algo atemorizada, ante lsa palabras de la tía.

 

- ¡Qué exagerada eres, tía Hayame! ¡No puedes decir que vas a utilizarme de rehén con la tía Sagitas! Capaz que alguien te crea - y busqué el apoyo de las tías Ash y Lisette, para que me apoyaran, diciéndole que eso no se hacía. Al final, ellas dos se quedaron en casa porque Ash estaba malita. Suspiré y la seguí, rumbo al matadero. Porque capaz que sí eran ciertas sus palabras...

 

 

En los terrenos de Hogwarts:

 

Tuve que seguirla en silencio. La tía Hayame estaba enfadada y hablaba con alguien que nos acompañara, un hombre a quien yo no conocía. O estaba loca, con todo lo que estaba pasando, tal vez hubiera perdido el juicio. Por fin pude intervenir:

 

- Yo no sé por dónde voy; sólo os sigo. Tal vez debieras...

 

No me atreví a seguir la frase, para reñirle por traer al bebito a Hogwarts. No era un buen momento para ello. Su voz amenazadora decía que ella no vendría a rescatarnos si nos perdíamos. Empezaba a ponerme nerviosa, eso que yo soy de las que tengo bastante paciencia. Me frené en seco.

 

-¿El Bosque Prohibido? ¿No es... peligroso? - Ignoré su frase sobre encontrar pareja. Eso sólo era de mi incumbencia. El guía mencionó el lago y lo observé desde aquella distancia.¿Qué pasaba con el lago? Hacía fresco para bañarse.

 

Pero me dejaron sola, sólo me había quedado unos pasos atrás y, cuando me quise dar cuenta, ellos estaban cerca del lago, saludando al Guardián de las Llaves. Tuve que correr para alcanzar a la tía Hayame. El suelo estaba azul, algo raro. Intenté no pisarlo y apenas entendí lo que hablaban: algo de un mal augurio y sobre el calamar gigante enfermo...¿por las ventanas?

 

- ¿Qué hermana? - De todo lo que decía el Guardián, que mencionara a la tía Amya An fue lo más raro que le sentí. ¡Si la tía estaba jubilada! Aquella situación no me gustaba nada, el frío me tenía aterida y... ¡Voces en el bosque prohibido...! -¡No me dejes sola! ¡Yo voy contigo a buscar a la tía...!

 

¡Ah, claro, Sagitas! Eso cuadraba mucho más, no sé porqué había pensado inicialmente en la tía Amya.

 

- ¡Tía, espera!

 

 

OFF: perdón por haber dejado pasar tanto tiempo, tía. Estoy contigo, por fin.

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Sagitas, magizoóloga : En el lago de Hogwarts, con el calamar

 

Navegar en aquellas aguas frías fue muy estimulante. Siempre olvido lo que me gusta protestar cuando estoy fuera del agua pero lo que amo moverme dentro de ella. Eso es, por supuesto, debido a mi Animagia tan especial. Pocas veces puedo transformarme en mi cachalote y sé que el contacto con el agua, más allá de los cinco minutos de la ducha calentita, me produce mucho gasto de energía para no convertirme en él.

 

Pero allá estaba a solas, el Guardián de las llaves estaba bien lejos y no tenía porqué verme como animalito. Y si me veía, seguro que ni sospecharía que era yo. Así que... me dejé llevar por el impulso animalesco de mi espíritu y un cetaceo atravesó el límite del agua, palmeando con sus dos aletas dorsales, una extrañamente de color violáceo.

 

Después me impuse a mi deseo de surcar las aguas hasta alcanzar el mar angosto para buscar lo que me había traído a Hogwarts aquel día: encontrar al calamar gigante. No me costó encontrarlo y me puse a nadar a su lado. Al principio, la criatura me rechazó e incluso me atacó; supongo que se creía con derecho de propiedad del lago.

 

Varias veces me alejé y me acerqué lentamente. Mi tamaño era imponente pero tampoco era cuestión de avasallar al animalito (es un decir, puesto que el calamar era gigante). Era una magizoóloga muy buena y la experiencia me enseñaba que a las criaturas hay que ganárselas desde el respeto, no desde la humillación o la violencia. Así que me tardé pero conseguí ganarme su confianza, nadando el uno al lado del otro.

 

Eso me abrió nuevas vías de investigación. No sólo el calamar estaba enfermo. Había más criaturas allá abajo que parecían estar afectados por algo. No supe aclarar bien qué era pero parecía que algo o alguien había depositado deshechos en el agua, resto de experimentos fracasados de la asignatura de pociones o, peor, de alguna prueba mal intencionada cuyo efectos en los animales del lago podría ser muy diferente que para los humanos para los que se les había ideado.

 

¡Insensatos! ¡Malditos humanos! ¡Ojalá se murieran todos y sólo quedáramos las criaturas!

 

Mi opinión no varió mucho cuando vimos un grindilow con una chapa colorida prendida en el pecho. ¡Malditos críos! Se creían que podían abusar de todo ser viviente que no fuera humano con una maldad intrínseca. ¡Los humanos y sus crías eran deshecho! Pero mi mente humana dominaba aquella fuerza animaga y conseguí racionalizar la situación. Si conservara mi varita, le haría un Evanesco, algo que haría en cuanto volviera a ser humana, para quitar el sufrimiento a aquel lindo animal. Si ahora se lo quitaba, sería de un mordisco y, seguro, le haría mucho más daño. Protesté con burbujas y, para mi sorpresa, el calamar se tomó el tiempo de convencer a aquella criatura que no iba a comérsela y, por lo contrario, consiguió deshacer el enganche del pin y quitárselo de encima. El grindilow huyó hacia las algas mientras el enganche caía hacia el fondo.

 

Aplaudí, muy contenta por el acto benévolo del Calamar. A veces, los animales son más humanos que los mismos humanos. Entonces, la vi. Aquella cabellera pelirroja era inconfundible. Así que no pude evitar juguetear con ella.

 

No, no fue la esencia animal la que lo hizo. Juro que fui yo, la payasa de su hermana, a quien le apetecía jugar con Hayame.

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Lago Negro

La bruja había estado nadando por aquel sitio con la varita en la mano mientras se esforzaba por ver mejor con ese casco-burbuja sobre el rostro, todavía extrañada por tener que buscar a su hermana metida dentro del lago cuando esperaría que esta estuviese en la parte exterior; pero según lo dicho por el guardián, su hermana quería intentar revisar al pobre calamar gigante que había estado teniendo alguna extrañeza... algo ue requería de que alguien con el conocimiento de la Potter Blue le diese una buena revisión para estar seguros de que no sería nada contagioso para el resto de animales en el lago

O al menos, esa era la explicación que le venía a la mente cuando intentaba relacionar a su hermana usando uno de sus poderes para acercarse a un animal como lo era aquel gigantesco ser; en todas las veces que la pelirroja había estado en el lago y cerca del calamar, no se habían llevado precisamente bien pero tampoco habían tenido el suficiente contacto como para que la Snape pudiese pensar que el animal intentaría comérsela

Y encontrar a Sagitas no debería de ser tan difícil, transformada en un animal tan grande... uno de los más grandes y con esa aleta morada...

Aunque al parecer eso no había sido suficiente

Algo le había empezado a empujar por detrás sin que la pelirroja hubiera logrado verla, apenas consiguiendo que esta apretase la varita y tratase devoltear la cabeza, si acaso pudiendo ver un enorme morro cuadrado y un poco más allá, un gran grupo de tentáculos; definitivamente ese era el calamar gigante y por la manera en que ahora era tratada como pelota... esa tenía que ser su hermana

"Pedazo de bruja loca, necesito hablar contigo!" intentó decir pero no sabía que tan ahogada sonaba su voz a través del casco-burbuja, esta vez tratando de darle unos pocos golpes a su morro "déjame ir!!"

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CHARLES BROWSLER

Aquello era, posiblemente, lo más embarazoso que me había pasado en toda mi vida.

 

Estaba volando por todo el castillo, pero no de manera cool, sino girando como una bailarina de ballet; sólo que unas cien veces más rápido. Aquel movimiento lo conocía, era como un billywig. Intenté pensar por un momento qué había causado esa reacción. Definitivamente no había sido picado por un billywig, porque eso tan sólo me habría provocado mareos y levitación. Pero no eran esos efectos. Básicamente yo estaba imitando el volar de esa criatura mágica, sin tener idea del por qué.

 

Desde las alturas podía escuchar a Malfoy y a Black debatir qué hacer.

 

- ¡No lo podremos llevar a la enfermería si no lo logramos bajar, idi.ota! -exclamó Malfoy.

 

- ¿Entonces qué hacemos? -respondió Black.

 

- Vamos a dividirnos -dijo el primero, siempre más astuto-. Yo iré a la lechucería para enviar una carta al Señor Browsler y tú ve a buscar ayuda en la enfermería.

 

- Listo.

 

Y se dividieron.

 

De allí no los vi más. En realidad, eso fue lo último que vi. Mi cabeza chocó contra una de las escaleras que se estaba moviendo en ese preciso momento y perdí el conocimiento. Mientras seguía volando, por supuesto.

 

 

 

Malfoy había corrido lo más rápido posible hacia la lechucería para escribirle al papá de Charles y explicarle que estaba sucediendo, mientras que Black se había dirigido a la enfermería. Al llegar, abrió la puerta con fuerza por lo que el estrépi.to despertó a todos los que allí se encontraban. Reconoció a Granger a lo lejos pero a nadie más. ¿Dónde estarían la enfermera y sus asistentes?

 

- ¡Browsler está volando por los aires del castillo y necesita ayuda! -gritó a todo pulmón, esperando que alguien le auxiliara.

 

 

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Lago Negro

Mago Desconocido


El mago había querido llegar hasta la entrada de Hogwarts o al menos, hasta uno de los pasadizos que ya conocía y que sabía que tenían que llevarlo hasta alguna de las aulas subterráneas; el niño dentro suyo casi le hacía incendiar la ropa nuevamente pero se dió cuenta de que la cantidad de gente que había en aquellos momentos era tan grande que no había manera cuerda en la que pudiera atravesar todos esos pasillos sin que alguien lo notara

Podía darse cuenta de que había demasiados alumnos fuera en los pasillos, cosa que en su época obviamente jamás pasaría porque se habrían encargado de tenerlos bien castigados y en órden; y no solamente eran los alumnos que iban por todos lados y que parecían compartir los síntomas del bebé debajo de su capa: eran también los adultos que parecían salir de todas partes y que le hacían más imposible el poder llegar a ningun lado si no quería ser descubierto otra vez

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Llegó al borde del Lago y pudo darse cuenta que no solamente el Guardián de las Llaves se encontraba en aquel lugar sino también la bruja con la que habían ido

-Porqué Hayame no está contigo?

Le preguntó el hombre debajo de la capa mientras que avanzaba hasta detenerse al lado de la Vladimir mientras se acomodaba mejor al bebé en los brazos; debajo de la capa se percibió un fuerte estornudo otra vez y varios chispazos salieron por el único hueco que había de la capa, por lo que esta había comenzado a humear otra vez. El hombre sacudió un poco de eso y dejó escapar un gruñido antes de acomodarse mucho mejor al lado de Xell

-Todavía no se sabe nada acerca de esa mujer pelivioleta? -preguntó bastante enojado

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—Tengo la esperanza de que sea difícil entrar —repone Ellie por lo bajo, hundiendo las manos en los bolsillos de su túnica para ocultar el leve temblor. Supone que es el frío nocturno. Sin embargo, también advierte que su respiración se ha acelerado y una extraña pero familiar sensación invade sus entrañas. Está asustada.

 

Si bien es cierto que estar nuevamente en Hogwarts se siente como regresar a casa, no todos los recuerdos que tiene son buenos y no todo lo que siente es bonito. Cuando comenzó sus estudios, también había tensión en el mundo mágico, aunque ella no lo supiera; entonces, se sabía del regreso de Tom Riddle y sus lacayos, Albus Dumbledore había sido asesinado meses atrás en la Batalla de la Torre de Astronomía y los "sangre sucia" y "traidores a la sangre" eran perseguidos por el Ministerio de Magia. Y la cereza del pastel: estuvo en Hogwarts durante la batalla final contra Riddle, atrapada, aterrada, sin saber qué ocurría. Aunque le avergüenza reconocerlo, en ocasiones se descubre odiando a sus padres por haber confiado en que Hogwarts sería un lugar seguro y sintiéndose nuevamente la niña indefensa y asustada que fue entonces. Estar ahí en aquellas circunstancias despierta nuevamente ese temor, aunque su resentimiento se dirige al Ministerio de Magia, al director del colegio, a los profesores, a los padres de los estudiantes, a todos los que insisten en continuar normalmente con sus vidas como si todo estuviera bien. Quisiera gritar que no, que las cosas no están bien y que por querer llevar adelante aquel espectáculo el futuro del mundo mágico —el estudiantado de Hogwarts— está en riesgo.

 

Tiene la sensación de que hay algo más que Kaori quiere decir, así que la observa atentamente; sin embargo, ésta se detiene cuando al grupo se une otra persona. A ellos se acerca un mago de tez pálida y cabello rubio que parece estar al tanto de lo que ocurre en Hogwarts. No lo reconoce como un miembro de la Orden del Fénix, y se siente bastante segura de ello puesto que actualmente son un grupo bastante reducido. Le parece que lo más razonable es suponer que viene por parte del Ministerio de Magia, aunque no se haya presentado formalmente. Mientras se encaminan hacia el castillo, Kaori pone al tanto al mago y a Bodrik, aunque en realidad todavía no hay mucho que decir.

 

—Tampoco estamos seguros de que sea un ataque —acota Ellie—. Podría ser un virus exótico, por ejemplo, o alguna clase de maldición...

 

Justo en la entrada del castillo, alguien más se une a la comitiva. Se trata de Hobb, que aparece repentinamente a través de un portal.

 

—Primero tenemos que evaluar la situación —repone, mientras levanta la varita mágica. Siente cierta urgencia, como si no hubiera tiempo para tocar y esperar a ser atendidos. Le da un golpe a la alta puerta de roble maciza; cuando ésta se abre, frunce el ceño con disgusto, pues no le parece bueno que aquello sea tan fácil—. Y presentarnos formalmente como voluntarios, para prevenir...

 

Pero las palabras se le quedan atoradas en la garganta, cuando alza la mirada y observa a un chico girar sin control en el aire, como si fuera la víctima de una picadura de billywig, mientras que es perseguido por un grupo de niños que parecen querer atraparlo mediante encantamientos de ataduras.

 

—¡Alto! —suelta Ellie, horrorizada de pensar lo que sucedería si pudieran acertarle al chico. Aquella es una mala idea, está segura, pero lo cierto es que ella no tiene una mejor, así que observa a los magos y brujas que la acompañan. Quizás ellos sean mejores que ella improvisando.

 

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@Bodrik
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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Darla y Kimberly en House of Books, llegando a Hogwarts



Las dos brujas habían apoyado su mano izquierda en el hombro de la otra, manteniendo sus varitas en la diestra, para desaparecerse del local en que se habían reunido y aparecer en las afueras de Hogwarts, en los lindes del Bosque Prohibido. Las dos brujas conocían bastante bien la antigua escuela para saber con exactitud dónde llegar. Apenas el crack de su aparición sonó ambas brujas giraron su vista alrededor, cubriéndose la una a la otra. Si habían atacado Hogwarts con un virus o una maldición, era posible que los causantes quisieran ver que tuviera efecto su plan, pero el lugar estaba con una calma tensa. Podían sentirse sonidos provenientes del bosque, pero ninguna de las dos se interesó en las almas que allí se movían y dirigieron sus pasos con velocidad hacia el propio Hogwarts.



--Los informes decían que se están reuniendo en las afueras del colegio y también en la enfermería, los grupos que están investigando y los que cuidan a los estudiantes --decía Darla mientras avanzaban atravesando el campo cercano a la que había sido la casa de Hagrid.



--Si ésto es una simple maldición no será tan difícil conseguir los hechiceros que puedan contra ella pero si llega a ser otra cosa, recuerda lo que pasó cuando los muggles utilizaron sus conocimientos contra los magos --gruñó Kimberly mientras intentaba no ir más rápido y dejar atrás a la Potter Black.



Delante de ellas podían distinguir una figura que avanzaba con una criatura en brazos, podían sentir el berrear del pequeño bulto que llevaba en sus brazos, las dos brujas se miraron, sorprendidas y se entendieron de inmediato. Se suponía que la epidemia estaba circunscrita al colegio y que no había llegado más allá de sus paredes. Claro que la habían iniciado los alumnos de primer año, entonces no era increíble pensar que hubieran podido contagiar a otros familiares y niños menores en King Cross. Eso sí que sería un desastre.



--¿Dónde dijiste que estarían? parece haber gente en el estadio --señaló la rubia a su compañera, la otra bruja asintió y apresuraron su paso hacia el lugar en que parecían haber concentrado el equipo de trabajo. Aunque podía notar que había movimiento en aquel lugar y los sonidos que venían desde el otro del lago también indicaba que allá había movimientos. La Black sin embargo moría de ganas de correr al interior del castillo en busca de su sobrina Cat.


Editado por Darla Potter Black
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Samantha Prince con Catherine Frost

 

En los pasillos de Hogwarts

 

-¿Espejos?- quedó pensando un tanto hasta luego repetir el hecho de utilizarlo en las esquinas, ¡ya lo pillaba!. Espabiló un segundo y tras darle una última mirada a Randall Bones, siguió a la chica Frost hacia los pasillos del mágico castillo- voy tras de ti...

 

¿Cobardía? ¡claro!, chicas y chicos actuaban como animales y lo peor era que podían sortear las mismas habilidades mágicas, quizás con menos intensidad, pero no era del gusto de Prince encontrarse con alguien que escupiera fuego o que te petrificara con la mirada. Al principio hizo amague de querer agarrar la túnica de Catherine para seguirle el paso, enfiladas por los costados de la pared, luego tomó algo de valentía y con nerviosismo aferró su diestra a la varita...

 

...¡Se escuchó un grito!

 

...¡Paff!....¡Estruendo!...

 

Quizás una estantería, o tal vez algunos de los afectados botando todo a su paso pues los golpes no paraban, provenían de arriba. Samantha alternó miradas con la bruja de Hufflepuff, la pupila contraída de Prince expresaba el temor en aquellos profundos orbes amarillos; un aullido y nuevos gritos...

 

-¿No hay luna llena ésta noche o sí?...- preguntó a Cat.

 

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Catherine Frost, quinto año, con Samantha Price en los pasillos de Hogwarts

 

Las dos jóvenes caminaban por los pasillos, Cat casi podía sentir como Samantha le pisaba los talones, le hacía gracia el pensar que sí había tenido razón cuando había dicho lo de que la joven quería la llevaran de la mano. Quizás no debería ser tan dura, el novio de la chica estaba enfermo y eso debía preocupar ¿cómo se producía el contagio? Habían empezado con los estudiantes de primer año, o al menos ellos habían sido los primeros en mostrar los síntomas mágicos. Cat se detuvo de golpe y se giró hacia Samantha para preguntarle cuándo habían empezado los síntomas de Randall pero no hizo tiempo.

 

Los gritos y sonidos de golpes provenían del piso superior, la dos brujas se veían y Cat no sabía si su rostro reflejaba el mismo miedo que el de su compañera, la pregunta le hizo erizar los cabellos de la nuca más que el aullido que habían escuchado.

 

--¿Luna llena? --repitió con lentitud mientras intentaba recordar qué mostraba el cielo las noches anteriores --¿crees que además de basiliscos hay hombres lobo? --preguntó con voz agitada, dándose cuenta que ella misma estaba comenzando a tener miedo.

 

--Debemos contactar a mi tía --jadeo y un estornudo le hizo cosquilla en la nariz, llevó su mano bajo ella y presionó, recordó cuando bromeaba con sus hermanos que le habían cortado un estornudo solo por mirarla, pero Samantha la estaba viendo y estornudaba igual.

 

--¿Dónde es más seguro ahora? ¿adentro o afuera? --recordó que los prefectos y profesores habían mandado a los alumnos sanos a las habitaciones ¿por qué no les había hecho caso?

 

--Necesitamos un demiguise, que no solo desaparezca sino que nos diga el futuro más próximo posible --¿de verdad había dicho eso? Pero no era mala idea, recordó que uno de los estudiantes de primero aparecía y desaparecía.

 

--Al diablo, vamos --tiró de Samantha y la llevó corriendo en dirección al Gran Salón, quizás de allí podrían ir hacia las habitaciones o hubiera un profesor que además de retarlas las llevara seguras a sus dormitorios, aunque Cat seguía con la idea de poder contactar con su tía Kim.

 

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Editado por Darla Potter Black
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CHARLES BROWSLER


Mientras Charles seguía inconsciente volando por los aires, Black había conseguido llamar la atención de un gran número de estudiantes y magos y brujas adultos que al parecer estaban allí para ayudarle. Los estudiantes lanzaban hechizos al aire, los pocos que conocían, entre ellos encantamientos de ataduras que no funcionaban en absoluto.

Al mismo tiempo, Malfoy había llegado a la lechucería y había escrito una carta al señor Browsler pero luego pensó que esta iba a llegar muy tarde. Entonces fue cuando recordó que más de una vez había escuchado a Charles hablar con su papá a través de unos espejos comunicadores. Si llegaba a tiempo a las mazmorras, tal vez podía buscar en el equipaje de Charles y encontrar el espejo. Así el mensaje llegaría más rápido.

 

Y sin más, se encaminó a las mazmorras.

EDMUND BROWSLER

- ¡Señor Browsler!

 

El gritó sobresaltó al mago y le hizo olvidar el papeleo que estaba llenando en ese momento para la Agencia Browskov. De su monedero de piel de moke sacó uno de los espejos comunicadores y observó al amigo rubio de Charles allí, un poco agitado y con falta de aliento.

 

- Malfoy, ¿qué sucede? ¿Dónde está Charles? ¿Y cómo es que tienes su espejo? -Browsler tenía mil preguntas más, pero aguardó a que el joven estudiante les respondiera las primeras.

 

Y las respuestas no eran nada alentadoras.

 

Browsler metió el espejo comunicador en su monedero y dejó al Malfoy hablando sólo mientras recogía sus cosas y se dirigía hacia una puerta secreta en la agencia. El mago le hizo cosquillas a la puerta en la parte superior derecha, luego veinte centímetros más abajo y luego en el centro. La puerta se abrió de par en par una vez que Edmund se hizo a un lado y luego se adentró en la oscuridad de la misma. Cuando la puerta se cerró, esta desapareció de la vista de los demás.

 

- Señor Browsler, ¿desea lo mismo?

 

- No gracias, estoy aquí por asuntos escolares.

 

Y sin decir nada más, reprimiendo sus ganas de un buen whiskey de fuego, Edmund salió de las tres escobas. Había instalado aquella puerta mágica allí para poder in en el auxilio de Charles en caso de que su hijo lo necesitara. Browsler se moría si algo le pasaba a su primogénito. De su monedero de piel de moke sacó una Saeta de Fuego, montó la escoba y se dirigió a Hogwarts a toda marcha. Aquel viaje de Hogsmeade hasta allá tan sólo le iba a costar un par de minutos. Y si bien el castillo era inmenso, encontrar a su hijo no iba a ser muy difícil. Después de todo, nadie iba a poder ignorar a un estudiante volando sin control por los aires.

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