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Calles de Londres


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Madrugada del 13 de Marzo

Establos de la Mansión Di Médici

 

La situación en la que veía a Lucrezia me hacía sentir totalmente fuera del lugar, conocía su carácter y su gran responsabilidad, por supuesto la gran preocupación por la familia. Ojalá hubiera podido transmitirle desde mi corazón esa paz que ella necesitaba en ese momento con el afán de protección hacia nosotros. Por un momento sentí como ella bajaba un poco la guardia, aunque era imposible no ver que no era solamente Elvis y nuestra seguridad lo que la estaba tensionando, Sagitas parecía estar más enterada que yo. Voltee a verla y ella no se veía bien, Elvis también se fijo en ella pero discutía con Lucrezia.

Suspire un poco y persistí en tratar de transmitirle calma.

 

Me contestó que estaba bien, que iria a Londres con ella y que ya me contaría de que iba todo esto, eso no me tranquilizaba y aún notaba que algo malo estaba sucediendo o están por suceder.

 

- Ire contigo y te apoyare en lo que necesites.

 

Frene las ganas de estrecharla en mis brazos como hacia cuando mis hijos tenían miedo tras una pesadilla, sería acaso eso lo que ella tenía: ¿miedo?, pero que era eso que lograba que ella temiera? .

 

Le reste importancia al escuchar el hierro de atizador sobre el suelo, ya era mucho ver que lo soltaba. Aunque seguía discutiendo con Elvis. Yo lo conocía desde muy jóvenes y era el un buen hombre.

 

Pase mi mano por la palma de Lucrezia, casi acariciando la leve marca de la fuerza que había ejercido su palma sobre el mango del instrumento de hierro y esboze una leve sonrisa.

 

Fue entonces cuando escuché que los Aethoans y los Hipogrifo empezaron a inquietarse, sin querer había dejado de respirar y fue entonces cuando respire profundo. Me pareció curioso que los animales tomarán un comportamiento alterado, el instinto de conservación de ellos era más agudo que el de los humanos, seguro nuestra llegada los había asustado.

 

La discusión entre Sagitas y Lucrezia me hizo volver a fijarme en ellas, blanquee los ojos un momento para no hacer como hacía con mis pequeños y enviarlas a un rincón cada una, no era momento de eso y finalmente no había nadie herido.

 

Las oía seguir discutiendo pero voltee a ver que los animales se alteraron aún más, no podía ver que realmente pasaba. Lucrezia se detuvo y entonces entendí, habia fuego no muy lejos del establo. Los que ella había mencionado los Triviani seguro habían causado ello, pero ¿cual era la razón de todo esto? Era evidente que necesitaba respuestas de las dos mujeres y seguro Elvis también sabía que pasaba, por eso estaba allí.

 

Sagitas fue hacia nosotras y de pronto todo fue de nuevo confusión.

 

Bosque Prohibido

 

Caí de lado junto al tronco de un árbol, mis brazos habían detenido la caida. Allí escuché los gritos de dolor de Sagitas, corrí hacia ella El olor a sangre me hizo retroceder de inmediato, cerré mis fosas nasales para evitar que el olor llegara hasta mi garganta, no era momento de perder el control.

 

- Es su pierna...

 

 

Elvis la apoyo y yo solo opte por tomar su mano para que soportará el dolor. Vi como con la varita había hecho una floritura para curarle, cuando vi empapada la ropa, mire hacia Lucrezia. Ella no estaba mejor, la vi en el suelo y parecía haberse quebrado, una punzada de dolor me recorrió el pecho ambas estaban heridas de distinta forma.

 

Elvis tomó eb brazos a Sagitas y dijo que la llevaría al circo, eso quería decir que ambos sabían donde estaban, me quite la bata y la coloque sobre Sagitas para cubrirla.

 

- Ve con ella, nosotras te alcanzaremos en un momento, creo que no deberíamos separarnos mucho tiempo... No creo que sea conveniente, así no tenga completa idea de que es lo que está pasando. Tengan cuidado por favor...

 

Aprete con suavidad el brazo de Elvis y luego me acerque a Sagitas, que estaba en sus brazos y le bese la frente. Los observe para verel camino que tomaban y hacer el mismo recorrido luego.

 

Fui hacia Lucrezia, jamás pensé verla así, además no podía permitirlo. Me puse de rodillas en el suelo a su lado, la tomé por los hombros y con suavidad la rodee con mi brazos y la acerque a mi. Le bese el cabello y por un instante me quedé así sin decir más. La separe de mi y limpie esa lagrima de su mejilla, posando luego mi mano en su mentón para que pudiera verme.

 

- Debemos seguir nuestro camino...

 

Tome a Bast del portavarita de mi pierna izquierda y con una floritura me cambie de ropa, un pantalón de cuero negro, junto aun top del mismo todo y blazer a juego. Las botas planas, para permitime mover con mayor libertad.

 

Me puse de pie y le ofrecí la mano para que se levantará, si nos estaban buscando no tardarían en encontrarnos si nos quedábamos en un solo lugar mucho tiempo. Además me preocupaba también Elvis y Sagitas, podía ser que a ellos les hicieran daño igual.

 

- Deberías cambiarte de ropa también, así podrás estar más cómoda

 

Solté con voz dulce, de verdad quería curar su angustia.

 

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Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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13 de Marzo

Muchas horas después de la reunión con Aaron

Rumbo a la Mansión Macnair

 

 

No me había temblado el pulso al tomar a las dos mujeres y aparecernos en la biblioteca de la mansión. Juliette parecía a punto de inundar la habitación con sus lágrimas, mientras que la calma asesina de Arya era más que un indicativo de la tormenta que se arremolinaba en el interior de la joven y que había vislumbrado apenas una hora antes. La aparición de Juliette no había mejorado el desmejorado estado en que se encontraba la mente de Arya y todo indicaba que una incursión con Legeremancia no era la mejor medicina para ese momento, podría dañar cosas.

 

La puerta de la biblioteca se abrió y Aidan entró con paso firme.

 

-Creí haber escuchado gritos- dijo, pasando la vista de una en una hasta finalmente dejarla en la espalda de Arya, que aún seguía sentada sobre la alfombra, donde de forma tan torpe la había dejado caer. Su vista de verde agua caribeña se fijó de nuevo en mí y luego en mi pie. Acto seguido, fue donde Arya y le ayudó a ponerse de pie-. ¿Cómo está la chica?- preguntó a la pelirroja pero fui yo quien le respondí:

 

-Lo sabremos cuando nos envíen el informe desde San Mungo. Le he dejado un recado a Hades- sabía que recientemente había tomado el puesto vacante de Director, se lo habían ofrecido y yo había insistido en que lo ocupara. Y ahora me estaba aprovechando un poco de ese contacto que poseía, pidiéndole que me diera información de una paciente a la que ni siquiera conocía. Mi único contacto con ella era el escueto relato que me sabía de boca de Arya-. Pero no es hora de preocuparse por ella. Estará bien en manos de los medimagos de San Mungo. Necesito que nos preparemos para esta noche- y extraje de mi ropa un galeon dorado que Aaron me había dado antes de retirarme de la reunión.

 

Aidan ni siquiera se mostró sorprendido y extrajo otro del bolsillo de su pantalón.

 

-Llegó la misiva hace pocos minutos- explicó y ante mi mirada seria agregó-. Puede que formalmente no sea patriarca, pero soy un Macnair de todo derecho y puedo leer la correspondencia- me pareció desde la distancia que hinchaba las fosas nasales.

 

-Bien, como ya les dije, tenemos una citación de su parte en el palacio hoy a las veintiún horas y nuestra única forma de acceder es mediante los galeones- expliqué-. Aaron quiere convocar a los Sagrados Veintiocho- sentí que el aire escapaba lentamente de mis pulmones y ardía la sequedad de mi garganta. El sólo nombrarlos hacía que se apretara un poco más el nudo que había llevado en el estómago desde la llamada de Aidan horas atrás-. Originalmente los Macnair no pertenecemos a los Sagrados, pero eso cambiará a partir de esta noche- principalmente mi mirada se enfocó en Arya, aunque no dejaba de ver por el rabillo a Juliette-. Esta noche demostraremos nuestra lealtad- henchí con orgullo mi pecho, pero por dentro mi corazón iba tan rápido que el zumbido crecía en mis oídos. Sabía que Aidan lo notaría y la forma en la que fruncía los labios no me engañaba.

 

-Debemos prepararnos para la verdadera guerra- finalicé.

 

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13 de marzo. 20 horas.

Afueras del Palacio de Buckingham

Llegando a la reunión de los Sagrados Veintiocho

 

 

Cuando llegó a Londres, después de asistir a la reunión en París de la Confederación Internacional de Magos, Mackenzie tenía el ánimo por los suelos. Sabía que no había opciones para la vía diplomática y que la guerra entre las naciones se recrudecía hasta un punto en el que era inevitable que las hostilidades volvieran a dirimirse en campo abierto. Pero lo peor ya no era la guerra en sí misma, llevaban ya más de un año con enfrentamientos aquí y allá y, si los muertos no habían llegado a emular las cifras de guerras globales pasadas, no eran una cifra nada despreciable. Y, sin embargo, la guerra se había mantenido controlada hasta cierto punto y no había afectado sobremanera a la población civil. Ahora las cosas eran diferentes. Por primera vez en un año, Mackenzie sentía que el el caos y la anarquía se estaban apoderando del mundo mágico como pocas veces antes había sucedido. País contra país, familia contra familia, hermano contra hermana. Ni siquiera los bandos parecían estar unidos en aquellos extraños días. Las profecías, tanto tiempo atrás olvidadas, resurgían más fuertes que nunca. Y lo peor era que nadie se daba cuenta de ello.

 

 

No había querido utilizar directamente la moneda que le había dado Aaron como traslador. No le quedaría más remedio que morderla cuando llegara la hora, pues a buen seguro la reunión estaría protegida para evitar visitas no deseadas, pero antes de hacerlo, quería examinar el terreno por sí misma, obtener información crucial y necesaria, antes de meterse en la boca del lobo. No estaba dispuesta a caer en ninguna trampa amañada por aquel mortífago. Aaron iba a reunir en un mismo lugar a poderosos magos de toda clase y condición que, en aquel caos y anarquía imperantes, actuarían cada cual movidos por sus propios intereses y convicciones. En aquellos momentos, ya no importaba bando o país, sólo cada quién, cada cual y sus propios intereses. ¡Qué fácil era manipular a una masa de gente desunida y sin rumbo!

 

Atravesó Hyde Park al atardecer de aquel 13 de marzo, observando a la gente, prestando atención a elfos y séquitos de las familias mágicas congregadas, que seguramente no estarían muy receptivas a acudir a la reunión sin guardas y compañía. Examinó el terreno en busca de artefactos mágicos peligroso o buscando inquisidores y otro personal que el Ministro pudiera tener dispuesto para servir a sus propósitos. Y no le fue muy difícil descubrir que Aaron había dispuesto, como la Malfoy se temía, a personal de su confianza en todos los alrededores del Palacio de Buckingham. Eso implicaba que, en el interior, la gente de Aaron aún sería más numerosa. Mackenzie intentó utilizar el colgante que llevaba al cuello, pero Aaron debía haberle hecho algo después de rastrearlo, pues las señales llegaban a su cabeza confusas y difuminadas. Aún así, fue capaz de captar una oscuridad malévola y peligrosa en las intenciones del Ministro de Magia. Con un escalofrío, Mackenzie revisó sus propias medidas de seguridad, comprobando que todo estuviera en orden. Mandó aviso a Hamilton para que preparara a su propio retén de fieles y envío notas a todos los arqueomagos. Si la cosa se ponía fea, Mackenzie no estaría sola.

 

Justo en ese momento, un patronus atravesó la verde explanada del parque para llegar hasta ella, mientras un muggle observaba al patronus con ojos desorbitados. Mackenzie se resignó y lo dejó estar, mientras escuchaba el mensaje que traía el patronus de Dick Grayson.

 

"—El ministro ha ordenado el salir a todos los inquisidores en la calle... ante el publico se presento como una medida de respuesta ante los resientes ataques de magos oscuros hacia la comunidad muggle y magica... pero... tengo la corazonada de que oculta algo mas... cuidense..."

 

A juzgar por aquel cuídense del final, el patronus había sido enviado a alguien más. De cualquier manera, Mackenzie podía ya intuir aquello, a juzgar por lo que veían sus propios ojos. El personal de Aaron era numeroso allí, aunque se ocultaran de magos y muggles tras diversos disfraces y camuflajes.

 

Se paró ante un quiosco de prensa del parque, custodiado por un muggle de aspecto rechoncho y cabellos desordenados. Los titulares de la prensa muggle eran ominosos. "Extraños sucesos junto a Trafalgar Square", "Junto a Charing Cross Road: el Callejón que no es un Callejón", "¿Existe la magia?", "¿Magia o paranoia colectiva?", "El Primer Ministro insta a la gente a permanecer en sus casas, tras detectarse la presencia de un virus que podría causar alucinaciones". El último titular despertó una sonrisa en Mackenzie. Así que aquel truhán estaba intentando ocultar la verdad a los muggles. Lo del virus tenía cierta gracia, por lo increíble que podía resultar, si uno se paraba a analizarlo. Pero los muggles también tenían sus medios para confundir a los suyos y no precisamente con hechizos.

 

Pero los titulares no terminaban en meras anécdotas o sospechas, los había más preocupantes: "Un atentado en el Soho deja al menos 100 muertos" -aquello no había sido un atentado, sino un ataque de magos oscuros contra un grupo de trabajadores muggles indefensos-. "Mueren tres turistas en el centro de Londres, atacados por un perro" -un hombre lobo descontrolado había matado a los turistas-. "Un grupo de cien estudiantes, en viaje de estudios, tienen que ser atendidos por un equipo de psicólogos por shock post-traumático, cuando el avión en el que viajaban fue rodeado por objetos desconocidos" -aquello no había sido más que una gamberrada de alumnos de Hogwarts con varios Ford Anglia voladores, tratando de asustar al grupo de muggles-.

 

Mackenzie se apartó del quiosco de prensa muggle con un gesto de aprensión y preocupación. Anduvo el trecho que le quedaba hasta el Palacio de Buckingham y penetró en su interior junto con un grupo de turistas muggles. Recorrió las distintas estancias sin separarse del grupo y sin importarle las miradas de reojo que algún turista dirigió sin el menor disimulo al atuendo de la bruja: una túnica de gasa de color violeta con ribetes plateados en mangas y escote. Atravesó salas que no conocía, aunque Hamilton, su elfo personal que se había criado en aquel palacio, le había hablado de ellas. Caminaba sin prisa, observando cada rincón y escrutando cada posible trampa, cuando llegó al Salón del Trono. Había estado preparándose para cualquier imprevisto, para afrontar cualquier situación, menos precisamente aquella que tenía ante sus ojos.

 

Una bruja rubia que Mackenzie conocía bien acababa de romper una pieza de cerámica y trataba de apartar los pedazos de forma torpe. Pero más torpe aún fue el hechizo reparo que intentó conjurar y que acabó por convertir los restos del jarrón en un montón de cenizas, incendiando de paso los cortinajes de la sala.

 

Mackenzie apagó de prisa el fuego de las cortinas y se acercó rauda a la bruja, que no era otra que su propia madre. Aún no la había alcanzado cuando la vio esconder la varita entre los pliegues de su túnica de una forma tan rara que pensó que estaba viendo visiones. Pero cuando escuchó el murmullo de su madre, ya a pocos pasos de ella, las palabras la dejaron paralizada.


Listo, listo, Gaby... tranquila, nadie se dió cuenta de nada. La gente suele no ser tan puntual como tú .
—¿Gaby....? ¿Mamá, estás bien?

 

Mackenzie tomó a su madre del brazo y la llevó a un aparte para que pudieran hablar. Se sentía culpable. Apenas había pasado tiempo con su madre en los últimos meses. Había estado tan metida en sus investigaciones que no se había dado cuenta de que estaba descuidando a sus seres queridos.

 

@@Mistify Malfoy

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Clinica Santos Mangos

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Tal cuál y las órdenes habían salido su elfo había desaparecido para hacer caso a lo mandado antes de que la ira volviese a encontrarse con la expresión fría de la Snape; no le gustaba tratar de esa manera a alguien que había servido tan fielmente a la familia de Esparta durante tantos años pero en aquellos momentos el estres y la ansiedad por la situación que estaban pasando le hacía actuar de maneras que a ella misma la avergonzaban

Se iba a encargar de pedirle unas disculpas apropiadas a su elfo en cuanto este regresase a la Clínica pero por el momento, tenía que prepararse para la llegada de Harpo

Observó lo que ella misma tenía en su bandeja, cuando el elfo de su querida hermana finalmente apareció acompañado por el viejo Czésar que por su expresión, le había advertido del mal humor de la Snape; la vampiro suspiró profundo y se pasó una mano por el pecho, tenía que calmarse para que realmente las pobres criaturas no creyesen que así iba aser todo el tiempo

-Espero que Czésar te haya entregado el comunicado, accidentalmente lo recibió ya que lo confundieron con alguien más en la casa y aunque somos todos familia... me parece poco apropiado que seamos nosotros quienes tengamos algo que no nos corresponde

El elfo emitió un gruñido mientras entornaba los ojos, era notorio que aunque la Snape intentaba ser amable seguía sin tragarla; la mujer suspiró, a tantos años y ellos dos seguían viéndose de esa manera, quizá era su forma de amistad. Carraspeó unos momentos y entonces, movió la cabeza

-Según tengo entendido... necesitas encontrar a mi hermana -dijo, sabiendo que el elfo sabría que se trataba de Sagitas; y no estaba errada, en cuanto dijo aquello los ojos de Harpo brillaron con la comprensión que tantos años de experiencia le daban -no sé donde esté ella pero dado que eres su elfo familiar, puedes sentirla, cierto?

 

-Jmmm... acaso lo duda? -gruñó aquella criatura y la vampiro pudo ver como su propio elfo sonreía levemente de lado

Ya hablaría con él más tarde

-Podrías... llegar hasta donde quiera que ella esté y entregarle el mensaje?... no sé si sea algo importante, no leí su correo...

 

-Tengo dudas respecto a eso

 

La mujer frunció el ceño y entornó los ojos... esa rivalidad de los dos...

 

-En todo caso, yo he recibido uno también y parece importante -dijo con seriedad y finalmente, Harpo pareció tomar un sobre que Czésar le entendía (lo que significaba, que no lo había entregado antes de ello) -tendrías la amabilidad...?

 

-Lo hago por mi ama... así que tenga por seguro, que lo recibirá -dijo el elfo con firmeza y seriedad, tomándose su trabajo como era debido y mientras la Snape asentía, en un chasquido el elfo desparecía de su presencia

-Ten cuidado de todas maneras -susurró preocupada

Pero no tuvo mucho tiempo para sentirse de aquella manera, ya que unos segundos después, unos gritos que venían de los pisos inferiores la alertaron, haciéndola abrir mucho los ojos

-Ahora qué demonios sucede?? -soltó mientras sin ver más lo que quedaba pendiente, salía disparada para atender lo que fuera que estuviese volviendo loca a la encargada de las sanadoras

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Bosque Prohibido.

13 de marzo, pasada la medianoche.

 

¿Aquel sonido había sido producto de una desaparición? En ese momento no lo supo, pues su mente había elegido no ocuparse de procesarlo. No había tiempo para arribar a conclusiones o interpretar cada uno de los ruidos que le daban vida a aquel bosque. La aristócrata se había abstraído completamente de todo lo que sucedía a su alrededor como un método de conservación propia y de terceros. Nadie, incluso ella misma, adivinaba lo que era capaz de hacer si caía en cuenta que aun poseía su varita a mano. En ese momento no era monarca de sus propias acciones; se encontraba en un estado obnubilado, en el que no comprendía si su cabeza estaba completamente en blanco o si estaba tan abrumada por pensamientos radicales que resultaba imposible reconocerlos como tales.

 

Se había apartarlos de los demás para protegerlos de ella misma y de las potenciales consecuencias de una creciente ira mezclada peligrosamente con impotencia. Solo ella y su entrecortada respiración, que comenzaba a provocarle pequeños puntazos en sus pulmones. Tal vez había aspirado una dañina cantidad de humo y cenizas o quizás lo que la dañaba por dentro era lo que reprimía: una oscuridad capaz de tomarlo todo. No, no podía ceder ante su naturaleza más perversa. Buscó con su desencajada mirada algo a su alrededor que le permitiera escapar de esa encrucijada que se llevaba a cabo en su interior pero no encontró ninguna salvaguarda que la escondiera de sí misma.

 

Fue al sentir el abrazador calor humano, ese que puede recomponer al menos por un instante cualquier espíritu hecho añicos, cuando logró despejar su cabeza de la densa niebla de ideas oscuras que la aquejaban. Cuando los brazos de Ariane rodearon su cuerpo, en un gesto de genuino cariño como no había experimentado en mucho tiempo, sintió como su respiración recuperaba paulatinamente su regularidad. Las palabras de ánimo de la Dumbledore fueron como un bálsamo para sus heridas invisibles, esas que duelen por dentro y que nadie puede ver. Notó como sus manos dejaban de temblar sobre el frío barro. Ya no eran inútiles, como lo habían sido contra el fuego devorador e impiadoso. Con su dedo índice limpió los restos de las lágrimas que habían surcado sus pálidas mejillas ¡Que era Lucrezia Di Médici, *****! No podía dejar que nadie la viese en un estado de tanta indefensión, tan vencida. En otro contexto, de no ser ella quien lucía tan afligida, se hubiese burlado con malicia de una imagen tan patética.

 

- Necesitabas unos minutos para recomponerme. - aclaró mientras reunía fuerzas para volver a ponerse de pie- Le dije a Sagitas que debíamos movernos por vuelo, que las apariciones son más rastreables. Como alguno de mis animales haya salido lastimado de eso…- se retractó de mencionar el fatídico final que había imaginado en ese momento para la Potter Blue - Ahora mismo lo mejor es quedarnos aquí, donde quiera que estamos. Levantaré un campamento.

 

La mortífaga se sirvió de su rodilla para tomar impulso y ponerse de pie, rehuyendo de la ayuda que Ariane le había ofrecido para incorporarse. Con un gesto casi caricaturesco quitó hacia los lados los restos de polvo y cenizas acumulados en los hombros de su túnica. No permitiría nuevamente que la debilidad se apoderada de su fuerte espíritu y menos aún frente a otras personas. Afianzó con sus delgados dedos el mango de mármol de su varita y realizó una elegante floritura. Varios trozos de corteza y ramas desprendidas de los robustos árboles de aquel bosque se elevaron unos centímetros sobre el suelo y levitaron hasta encontrarse en un punto cercano a ambas mujeres, en medio de una zona de troncos talados. Apenas un chispazo generado desde la punta de su varita alcanzó para encender aquella fogata, cuya llama sirvió para iluminar un amplio radio a la redonda y alejar a las alimañas que se acercaban a curiosear.

 

La blonda aristócrata tomó de su bolsillo derecho su monedero de piel de moke, que sorprendentemente había resistido al daño del fuego en su túnica. Desató los dorados lazos que lo mantenían cerrado e introdujo su mano dentro, rebuscando entre las decenas de objetos que había almacenado allí en miras de una intrusión al ministerio que había quedado definitivamente trunca. Apenas unos segundos después logró extraer del interior de la morada bolsa una extensa tela de aspecto pesado que lanzó con ímpetu al aire; Lucrezia acompañó aquel acto con otro grácil movimiento de su varita, que provocó la materialización de estacas metálicas que se clavaron con firmeza en la tierra guardando varios metros de distancia entre sí. La tela se extendió hacia los lados, ganó altura y dio varias vueltas sobre su propio eje. Las sogas se unieron a las estacas y una sólida estructura de madera se levantó desde el suelo para darle forma a una lujosa tienda de campaña. La blonda italiana contempló unos segundos el atractivo interior, ampliado mágicamente e iluminado por varias lámparas de gas distribuidas por toda la carpa. Sin embargo, decidió quedarse unos instantes junto a la fogata.

 

- No quiero invocar a Passepartout aquí, debe estar ocupándose de la situación en la mansión ¿Quieres preparar algo de comer, Ariane? No quiero irme a la cama con el estómago vacío, mañana tenemos un día largo. Mal que me pese…debemos reencontrarnos con Sagitas. Es importante descansar.

 

Sopesando cambiarse de ropa recién al momento de dirigirse a su habitación, pues comprendía que no era sabio arruinar otra prenda de alta costura con el lodo de aquel bosque, la blonda italiana se sentó junto al fuego. Acomodó los mechones de su rubio cabello que se había rebelado durante el escape de su mansión y dejó que su azul mirada se perdiera en la llama, que crecía y se reducía mientras consumía la leña. Abrazó sus delgadas piernas flexionadas contra su pecho, buscando sentirse contenida. Le hizo un ademán a Ariane para que se sentase junto a ella y, cuando ésta lo hizo, Lucrezia apoyó el lado de su cabeza sobre el cómodo hombro de la Dumbledore. Su negación a considerarla una amiga la había enterrado tiempo atrás junto al recelo que sentía por su pasado junto a Thiago. Ariane se había convertido, con la pureza de su alma y su inagotable amabilidad, en una especie de sostén emocional. A la aristócrata le seguía resultando curioso como dos personalidades tan opuestas congeniaban de una manera tan auténtica.

 

- ¿Crees que ese tal Elvis, que metieron sin avisar en mi mansión, tenía razón?¿Crees que soy una inútil defendiendo a mi familia y mi hogar? - le preguntó, intentando encontrar en la única compañía fiel que resistía a su lado un apoyo para despejar los últimos rastros de inseguridad que aun subsistían en su mente - Escucha Ariane…debo disculparme contigo por meterte en esto sin preguntarte. Los Triviani, pese a su gran estupidez, terminaron por alterar mis planes y ello tiene consecuencias que aun no llego a calcular del todo. Debo asesinar a Aaron Black Yaxley, no solo por el perjuicio que significa para nuestra sociedad. Yo…- sosegó su tono de voz sabiendo que estaba por escupir sinceridad - hice un trato inquebrantable con Piero Azzinari, el ministro italiano. Si no lo cumplo moriré. Al final de esta historia, todo se reduce a un final de solo dos opciones: es mi vida o la de Aaron. Y vaya que tengo motivos para no morir…

 

Repentinamente una sensación de somnolencia comenzó a invadirla mientras su oído percibía los serenos y rítmicos latidos de Ariane. Abrazada por el calor de la fogata, la blonda italiana sentía una gran comodidad pese a permanecer sentada. Con su respiración calma, el silencio apenas interrumpido por el chisporroteo del fuego y bajo la oscuridad del firmamento, su visión se volvió más y más nublada. Finalmente, luego de una noche agitada y compleja, Lucrezia se rindió ante el sueño y cayó dormida en medio del Bosque Prohibido.

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13 de marzo. 20.15 horas.


Salón del Trono - Palacio de Buckingham






La bruja giró envarada a la vez que sobresaltada. El ánimo se le vino a los pisos cuando escuchó a la bella mujer que estaba frente a ella.


- Si, eh... Gaby - tartamudeó intentando ganar tiempo. Su mente iba entre la excusa que le debía a la joven y lo que dijo después de eso. ¿Había dicho hija? O sea, que ¿era la madre? Eso si que era una sorpresa, nadie le había comentado acerca de quien la miraba con interés. - Si, bueno... es que le puse Gaby a mi varita mágica, ya has visto que es una práctica bastante común entre los magos... entre... nosotros, así la gente como tú y como yo ¿sabes? -


Parpadeó sin dejar de estirar el cuello todo lo posible. Pronto se iba a parecer a una jirafa.


- Bonita túnica - cerró la boca, no tenía idea de cómo se llamaba ella - Bonita túnica, princesa - repitó. Fue lo único que se le ocurrió, así le decía a sus niñas, aunque eran más pequeñas. ¿Cómo era posible que una mujer como Mistify tuviera una hija de esa edad? La bruja tenía un cuerpo precioso, bien lo había visto frente al espejo y además, no parecía tener la edad suficiente. Definitivamente, si salía bien del embrollo en el que estaba metida, tenía que asegurarse de llevarse todas las cremas de belleza y... ya estaba desvariando. Se obligó a concentrarse en la situación.


- Chávez te hizo llegar la invitación a tí también? - le dijo mientras la tomaba del brazo para alejarla del rincón, el olor a humo se hacía evidente. - Con respecto a eso - señaló el montón de cenizas y las cortinas - No digas nada, es que estaba probando un hechizo - intentó parecer muy versada en ese asunto - Creo que no ha salido como debía, voy a practicarlo más en casa, no te preocupes.


No sabía si seguir hablando o no, porque la otra mujer se la había quedado viéndola sin emitir sonidos hasta el momento. Le acarició el brazo, esperaba que Mistify tuviera ese tipo de relación con la muchacha.


- Qué piensas de todo esto? - la miró a los ojos con aquellos ojos verdes brillantes. Necesitaba información. Necesitaba saber qué haría la Malfoy en aquella situación, como actuaría. Necesitaba con desesperación regresar con su familia.

Editado por Mistify Malfoy

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En el Circo, rumbo, por fin, a la reunión con Aaron

 

Me agarré a Elvis. Mi primo, siempre ahí, siempre un protector, sanó mi pierna de forma muy rápida. He de decir que, aunque valoraba su gran labor como curandero, no me sentía con fuerzas de hablar para agradecérselo, así como tampoco de contestar a Lucrezia. La entendía, ¡claro que sí! Entendía que ella estuviera perdiendo el control como yo había perdido el mío cuando la acusé de poner en peligro a Selena. Se nos escapaba de las manos.

 

Pero no pude modular una palabra aún. El dolor de la pierna desapareció casi al instante aunque me quedó una flojedad y un mareo incesante. Supongo que eso impidió darme cuenta a tiempo que Elvis me alejaba de ellas, en un intento de llevarme a un terreno más protector, el Circo.

 

-- Espera... -- Lo dije tarde, cuando ya seguro que mi cuñada no me escucharía. Y, por primera vez, por cuñada me refería a Lucrezia. No quería irme así, enfadadas. -- ¡Lo sientooooo!

 

No, no creo que me oyera. Así que apoyé mi cabeza en el pecho de mi primo y me dejé llevar, rumiando en qué quedaba así nuestra relación que habíamos ido afianzando a marchas forzadas. No ofrecí resistencia en su avance ni cuando me sentí dejar sobre una superficie cómoda, acolchada. ¿Me habría dormido en sus brazos? Abrí los ojos y me vi tapada con la bata de Ariane; ¿cómo es que ella, Selene, me la había dejado? Sonreí al imaginármela desnuda en medio del bosque y, entonces, se borró mi sonrisa.

 

-- ¡Hay que encontrarlas! El Bosque es peligroso para ellas.

 

¿A quién le dije eso? Estaba en el Circo y Elvis parecía observar algo que no veía aún. Me incorporé para comprobar que mi ropa señalaba el daño sufrido y curado por mi primo. Puse los pies en el suelo. Me había depositado sobre uno de los divanes de la zona de dirección del Circo.

 

-- Espero que el Ministerio no me obligue a repetir el examen de Aparición, primo. -- Después, me puse algo más seria. -- Gracias, primo. Lo... Lo siento... No sé cómo hemos llegado a ésto. ¿Qué tiempos más difíciles, verdad?

 

Tanteé el ponerme en pie y avancé hacia la mesa, cojeando. ¿Era psicológico o realmente me molestaba la pierna? Me senté en la silla, frente a la gran mesa de madera de la dirección. Miles de papeles se amontonaban de forma desordenada por encima y por debajo de ejemplares de El Profeta sin leer. Apenas ojeé nada. No sabía cómo proseguir la conversación. ¿Qué podía decirle sin contarle lo que no entendía? Menos mal que el ruido de una aparición en el interior de la habitación, pudo evitarme el deshonor de mentirle a mi primo.

 

-- ¡¡Harpo!! -- lo grité con alegría de verle, aunque su seriedad me frenó un poco. -- ¿Qué sucede?

 

El elfo miró la sangre de la ropa y metí las piernas bajo la mesa, para que quedaran tapadas de su observación. Mira que no cambiarme... Tomé aquel pergamino y lancé una exclamación de sorpresa.

 

-- ¡Elvis! ¡Se ha vuelto loco! ¡Ha convocado una reunión de los "Sagrados 28" en el palacio de la Reina! ¿Pero es qué cree que se puede entrar como Merlín por su casa?

 

No sabía qué me escandalizaba más, si el hecho de que quisiera enaltecer la idea de la Sangre Pura o si mancillara el Secreto de la Magia en el mismísimo hogar de la Reina Elizabeth II del Reino Unido. Harpo llamó mi atención.

 

-- Su Majestad la Reina ha anunciado un discurso sorpresa para el día de mañana.

 

Gruñí sonoramente. ¿Tendría algo que ver con lo sucedido? Este maldito Ministro estaba pasándose mucho. ¿Es qué nadie va a pararle los pies?

 

-- El resto de patriarcas y matriarcas del pueblo también han sido invitados. -- Continuó Harpo.

 

-- ¡¡Invitados y un cuerno de erumpent!! ¿Pero qué se ha creído? -- Busqué la expresión de Elvis para saber qué opinaba. -- Yo voy, por supuesto. Es hoy a las 21 horas. Aún puedo descansar un poquito. ¿Y tú, primo?

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13 de marzo. 20.30 horas.

Salón del Trono - Palacio de Buckingham

 

 

Mackenzie miró a la bruja frente a ella con una mezcla de estupor y embeleso.

 

—Mamá... estás muy rara.

 

¿Una varita llamada Gaby? Bueno, eso hasta sonaba creíble, conociendo a su madre, una mujer que había tenido el mundo a sus pies, poderosa y hermosa como ninguna otra, no era de extrañar que se permitiera el lujo de alguna excentricidad de vez en cuando.

 

—¿Mi túnica te parece bonita? —Mackenzie le puso la mano en la frente a su madre, no fuera a ser que tuviera fiebre. —¡Madre! Pero si he procurado ponerme algo de lo más discreto para venir a este avispero. —-Acabó riéndose de aquella ocurrencia. Era la túnica más simple que había encontrado en el ropero y, además, ¿cuántas veces no se había quejado su madre de que los ribetes estaban gastados y aconsejado que la tirara?

 

Cuando Mistify le habló de la invitación, se le borró la sonrisa de la cara. De nuevo volvía toda la preocupación a ella.

 

—Bueno, Chávez.... no, no exactamente. —Lo que venía a continuación era lo más difícil que había tenido que hacer Mackenzie en mucho tiempo. Pero no podía seguir guardando aquel secreto con su madre. Si las cosas se ponían feas, no tardaría en descubrirlo y jamás se perdonaría por no habérselo dicho ella misma. En el fondo, ahora se daba cuenta, había estado todo aquel tiempo esquivando a su madre, tratando de evitar la conversación que ahora ya era inevitable.

 

Cuando Mistify la acarició el brazo, Mackenzie perdió todo el valor que le quedaba y las palabras no terminaron de llegar a ella. ¿Cómo le iba a decir a su madre lo que le tenía que decir? Tratando de no pensar, se quedó largo rato callada, mientras tomaba a su madre del brazo y comenzaba a caminar junto a ella, como en los viejos tiempos.

 

—Lo que pienso de todo esto es que el mundo es un polvorín en estos momentos y nosotras estamos justo en su centro. Esta reunión es una tapadera, Madre. Aaron ha ido demasiado lejos y el levantamiento del Secreto no ha sido bien visto por todos sus partidarios. Sin embargo, las naciones en guerra pugnan contra Gran Bretaña y esa circunstancia lo mismo podría suponer que las familias mortífagas se unieran en torno a Aaron como todo lo contrario, porque no sería de extrañar que alguna intentara matarlo. Algo que seguramente los partidarios de la Orden del Fénix intentarán de todos modos. Las cosas se van a poner muy feas, Madre. —Mackenzie bajó la voz —Aaron controla a los Inquisidores y ha dispuesto un ejército de acólitos alrededor de Buckingham, esto no pinta nada bien. Más bien parece una ratonera. Pero al menos me alegro de que hayas venido en representación de la Malfoy. Yo...

 

Se interrumpió. De nuevo le atenazaba el secreto que guardaba, el que aún no había compartido con su madre. No podía seguir ocultándoselo.

 

—Ven... —La acercó hacia una esquina y la susurró al oído para que nadie más pudiera oirla. —Madre tengo que decirte algo... algo realmente muy difícil de decir.... —ni siquiera sabía cómo decírselo, aquello iba a ser muy difícil de digerir para su madre. —Verás... el caso es que me uní a la Orden del Fénix hace unos meses. No te enfades, es una larga historia, que te explicaré cuando estemos más tranquilas, pero tenía que hacerlo. —Suspiró aliviada de haberlo soltado, pero dirigió una mirada expectante a su madre. Sólo esperaba que no la juzgara. —Chávez no me dijo nada, porque consideró que eras tu quien debía venir en representación de la Malfoy. Y esto y plenamente de acuerdo en eso. A mi me invitó Aaron personalmente. Quizás pensó que sería yo quien representara a la Malfoy o quizás sólo lo hizo porque quería un objeto que le pertenece y tengo en mi poder. Sea como sea, mamá, es muy posible que Aaron intente matarme esta noche.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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13 de marzo. 20.35 horas

Salón del Trono - Palacio de Buckingham



Se relajó un poco. Su actuación había sido convincente. Eso o que la bruja estaba demasiado preocupada con la situación. ¿Era para tanto? Suspiró mientras la escuchaba con atención, no quería perderse detalle.


- Tendremos que posicionar bien a nuestra familia, tú sabes que eso siempre es lo primero - ni siquiera supo de dónde salieron aquellas palabras. Algo en su interior se revolvía - No me interesa el mundo en lo absoluto, hemos sobrevivido a mucho, esto también pasará.


¿Esto también pasará? Pero qué otras cosas habían pasado y de dónde salían esas palabras? Gabriela sacudió su cabeza, o la de Mistify, comenzaba a temblarle el ojo derecho como cada vez que se ponía nerviosa. Y el que la otra bruja la llevara a un rincón, no ayudaba. Aunque estaba claro que no iba a hacerle daño, pero si comenzaba a preguntar, no sabría muy bien qué responder.


A Gabriela le daba mala espina Aaron. Lo había escuchado hablar varias veces por la radio en la mansión y visto en El Profeta. Le recordaba demasiado a una política argentina. La misma actitud soberbia y de saberlo todo. Las mismas ansias de poder. Más tenían, más querían. EL Ministro de Magia tenía la misma enfermedad, no le extrañaba lo que decía su hija. Bueno, la hija de Mistify en realidad.


Acompañó a la bruja hasta el rincón, tratando de calmar sus pensamientos y prestar atención a lo que quería decirle.


- ¿Orden del Fénix dices? - no pudo controlar la voz, que salió como un chillido haciendo eco en el amplio recinto. Su respiración se aceleró y la rabia le crecía por dentro. ¿Pero porqué se ponía de aquel modo? Después de todo no era para tanto. Cada cuál tenía el derecho de elegir la posición que quisiera tomar.


¿Estás demente? Le gritó una voz en su interior. Ella no puede pertenecer a la Orden del Fénix, es una Malfoy!


Sacudió la cabeza. ¿Qué demonios? No había podido escuchar el resto de lo que ella tenía para decirle, solo quería gritarle que se largara a su habitación y pensara lo que estaba haciendo. De la punta de su varita mal guardada, saltaban chispas verdes sin que lo notara.


- ...es muy posible que Aaron intente matarme esta noche.


Aquellas palabras aplacaron en parte la guerra civil que se llevaba a cabo dentro de su mente.


- Bueno, tú puedes... - tragó saliva. - Puedes hacer lo que quieras, ya eres una mujer adulta - dijo finalmente - En cuánto a este Aaron, no sabe con quién se está metiendo - poco a poco su interior se relajaba - ¿Tu padre sabe de todo esto? - ¿Quién demonios era el padre de ella? ¿Qué decía? - No sabe con quién se está metiendo - repitió mientras surgía fuego muy dentro suyo - Supongo que este Ministro de Magia va a durar menos que Scrimgeour.


Le apretó al brazo como si quisiera tenerla junto a sí para siempre. Era una desconocida y a la vez no lo era. No era su hija, era la de Mistify, pero ella la sentía tan suya como a las propias. Nadie se metía con su familia.


La varita se relajó, al mismo tiempo que los ojos verdes de la bruja relampagueaban.

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Madrugada del 13 de Marzo,

Bosque Prohibido

 

Aun estaba muy oscuro, Lucrezia parecía más recuperada, aunque yo tenía entre pecho y espalda la inquietud de la realidad de la situación. Ignorar cuál era la verdad de todo esto. Suspiré mirando las altas copas de los árboles y sacando ideas no debidas, el hablar tantas horas con Sherlock me llenaba la mente de teorías conspiratorias. Esperaría a que ella estuviera para decir lo que sucedía.

 

Lucrezia tenía un alma y una mente fuerte, la admiraba, vi como se recompuso y sonreí ampliamente. Estando ya más tranquila la escuché un momento.

 

-Tu los ayudaste a salir a tiempo, los Aaethoans y los hipogrifo salieron, además son muy hábiles e inteligentes igual a su dueña...

 

Le hice un guiño cómplice a la rubia, de a poco dejaría ese sentimiento de frustración. Hizo una fogata con ramas secas y corteza que encontró alrededor, y encendio el fuego, monto también una carpa amplia y de gran lujo, nunca había usado una de esas... Pensándolo bien jamás había acampado. Voltee a verla y aun estaba muy afectada, Había visto un conejo, seguro podría usar su carne.

 

- Yo me encargo de eso, descanza un rato preciosa, tenemos que hacerlo. Elvis y Sagitas se fueron por ese camino, estamos cerca del circo así que asumo que este es el bosque prohibido.

 

Agazapada olisqueando donde está la criatura logre encontrarlo y rápidamente lo atrape, fracture su cuello con habilidad, no tenía mi navaja multiusos, pero si unas filudas garras de vampiro. Tras el arbusto desholle el animal y arregle la carne, con una rama limpia de espinas la inserte, con una floritura invoque una aguamenti para lavar la carne y mis manos, no me agradaba que me vieran en mi forma salvaje.

 

Volví donde estaba Lucrezia en la fogata y coloque la carne sobre las brazas y empezó a dorarse. La joven dama me llamó con y mientras se doraba la carne me senté al lado de Lucrezia, me coloque muy cerca a ella.

 

-Aprendí a defenderme bien cuando era una niña entre los muggle, se que te gustará su sabor, es una carne muy tierna... Creo que debería cocinar más a menudo en la Mansión.

 

Tras un momento de silencio, me hizo una pregunta que me dolió escuchar, no era cierto lo que Elvis decía.

 

-No, Elvis se equivoco, no te conoce y no ha visto todo lo que has hecho por nosotros

 

Deje a bast en el porta varita y empecé a acariciar el cabello de Lucrezia. Así que habían sido los Triviani, los cónocia solo de nombre. Pero eso de asesinar al ministro de Magia no lo esperaba, odiaba la política.

 

Lo último que dijo hizo que dejara de respirar por un instante, ese mentecato de Pietro se había asegurado de hacer que ella cumpliera justo lo que él deseaba, no había otra salida teníamos que matarlo y no la abandonaría. Pose mi cabeza sobre la suya y bese su cabello.

 

-Iré contigo y lo asesinaremos, te lo juro... No permitiré que te separen de mi, aunque deba hacerle daño a ese hombre

 

No sabía si me había escuchado, su respiración regular me indicaba que se había dormido. Y yo debía ir a cazar, esta vez necesitaba sangre de un ser vivo par lograr estar fuerte para lo que se venía. Me quite el blazer y lo deposite sobre el suelo suavemente la recosté sobre el. Entre a la tienda y saque una manta y puse sobre ella.

 

Me aleje no mucho de allí y fui a cazar, me alimente de un animal y volví a su lado. Se veía muy niña todavía para llevar tanto peso sobre sus hombros. Pero ya no estaba sola, Thiago me había dado una familia y ella hacía parte de esa extraña y curiosa unión de personas que amaba.

 

Teníamos que reunirnos con Sagitas, debíamos ir al buscar al ministro, al parecer tendríamos que ir a Londres al Ministerio de Magia inglés.

 

@@Lucrezia Di Medici

Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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