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Calles de Londres


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Banco Médici - Sede Londres.

Días antes de la caída del Estatuto.

 

El té de hierbas afrodisíacas, de ese color que uno suele asociar al amor, desprendía un pequeño hilo de vapor que ascendía haciendo un ligero serpenteo. La luz en aquel despacho era lo suficientemente tenue para crear un ambiente ameno y lo suficientemente clara para facilitar la lectura de las decenas de papeles que hasta allí llegaban día tras día. Se sostenía en el ambiente una mezcla entre el aroma de la infusión y un olor distintivo de un encierro poco ventilado; sin embargo, lo que más se percibía era la reinante tensión que todo lo reclamaba. A diferencia de lo que uno podía esperar de la dueña de aquel despacho, el mobiliario era más bien sobrio y limitado a lo vitalmente necesario para desarrollar su actividad. Lo único que lograba destacar por su robustez y su aspecto opulento era el escritorio, ordenado meticulosamente por quien lo ocupaba. Solo dos cuidados pergaminos, encabezados por el emblema del honorable Ministerio de la Magia italiano, entorpecían su perfecto orden.

 

- Aaron está desaparecido hace semanas del ojo público - sentenció Lucrezia, una vez hubo seleccionado en su mente las palabras correctas - ¿Y si finalmente lograron manipularlo para que dimitiese? Sabes de qué son capaces. Soy la última que quiere admitir algún aspecto positivo de esa familia, pero tienen bajo su control una red monumental de comercio clandestino y han demostrado más de una vez que saben como manejar estas cuestiones por fuera de la ley. Debes darle más tiempo, Piero.- propuso con impostada frialdad aunque, consciente de la situación, hubiese rogado por ello.

 

- Nuestras fuentes de inteligencia han informado de su presencia en el castillo Triviani ¿De verdad crees que no tuvieron oportunidad para cumplir con su parte del trato? - la grave voz de Piero Azzinari, el flamante ministro italiano, retumbó entre aquellas cuatro paredes con un dejo de incredulidad - Han traicionado su palabra. Ya sabes lo que significa, Lucrezia.

 

Ante las palabras de su superior la joven italiana colocó ambas manos por delante de su cuerpo para que se perdieran de su rango de visión y apretó sus puños en una expresión de manifiesta impotencia, una sensación que solía serle totalmente ajena. Le estaba dando la espalda al ministro, quien sabía que la observaba a unos metros, justo por delante de la puerta de entrada al despacho. Se había presentado allí en soledad, sin comitiva o custodia, en el más absoluto secreto. En su azul mirada se proyectaba el vaivén de la pequeña llama que buscaba aportar algo de luz desde chimenea de ladrillo; repasó todas las veces que había arrogado allí documentos perjudiciales para sus negocios espurios con la intención de observarlos reduciéndose a cenizas, de verlos desaparecer. Sin embargo, sabía que reproducir aquello con los pergaminos que se encontraban sobre el escritorio significaría su prematura muerte.

 

Si, Lucrezia era consciente de las consecuencias de la traición de Candela y sus hijos al acuerdo que habían firmado con el maquiavélico Piero Azzinari o, más bien, al que el poder mastodóntico del Estado italiano los había empujado a firmar. La blonda italiana había registrado cada detalle de aquella reunión en uno de los anexos del Ministerio y las había guardado en los recovecos más protegidos de su memoria. Su mente revivió el momento exacto en el que Zoella dejaba su firma en el papel, sentenciando su deber y el de su familia de desgastar a Aaron hasta causar su dimisión. Piero los había convocado y les había presentado un contrato inquebrantable, estableciendo con minuciosa tecnicidad cada uno de sus puntos: la “cabeza” de Aaron a cambio de altos puestos políticos en la estructura de gobierno y amplia libertad para llevar a cabo el comercio ilegal en territorio italiano. En dicho contexto no había faltado la extorción manifiesta en la amenaza de quitarles su nacionalidad y perseguir con todo el peso de la ley sus actividades delictivas.

 

Su cabeza funcionaba como una maquinaria bien aceitada para encontrar una salida a aquella situación límite; si la aristócrata trabajaba con pericia cuando estaba relajada, lo hacia mucho mejor bajo presión. La idea que transformaría en acción segundos más tarde había aflorado en su mente de forma natural, como si la respuesta hubiese sido siempre apabullantemente clara. Sabía que la sola firma de Piero sobre aquel contrato inquebrantable activaría su mortal magia, causando la muerte de los Triviani sin la gloria que éstos merecían. Su mente revivió, como por instinto, su último encuentro carnal con Zoella, quien había resultado ser su sobrina; por un segundo pudo sentir incluso el suave y cálido tacto de su piel nuevamente. Pensó en Candela, aquella mujer de firme convicción en la que tan reflejada se veía aunque se negase a aceptarlo frente a terceros. Incluso Jeremy, el indecoroso mortífago con quien las descarnadas indirectas -o directas- nunca faltaban, merecía una muerte más honorable. No podía permitirlo. Separó sus carnosos labios y dejó que su labia moldeara su idea.

 

- No firmes Piero, lo haré yo. Yo me ocuparé de Aaron. No exijo nada a cambio más que la destrucción del contrato con los Triviani ¿Hay trato? - exclamó utilizando un tono desafiante y firme, a sabiendas de que Piero caería por él.

 

La joven aristócrata se giró con un grácil movimiento y clavó su azul mirada directamente en el semblante del ministro italiano, en ese rostro de facciones rectas y mandíbula marcada. Los embates de la guerra no habían dejado sus huellas en aquel hombre que lucía tan centrado como el momento en el que ascendió el poder aclamado por su gente. No le sorprendió la carencia de dudas en su tosca expresión, alimentada por su ampliamente desarrollada experiencia como gobernante. La cabeza del Estado mágico italiano asintió sin abandonar ni alterar su postura, dejando que Lucrezia actuara por cuenta propia; simplemente siguió allí, con los brazos cruzados bajo su pecho y tejiendo su plan para el momento exacto en que su contraparte inglesa cayese. La mortífaga le devolvió una solemne sonrisa, que escondía con éxito los incipientes cuestionamientos de su consciente a su peligroso plan.

 

La matriarca Médici se acercó rápidamente a su escritorio, dejándose llevar por su instintivo impulso; sabía que, si lo sopesaba mucho tiempo más, terminaría por arrepentirse o por cambiar radicalmente su accionar. Tomó la azulada pluma que había tomado de su fénix de hielo para conservar en su despacho y clavó su puntiaguda punta en la yema de su dedo índice, dejando que una pequeña gota de sangre carmesí saliera a la luz. Pudo ver en ella el deformado reflejo de su rostro, cuya expresión mantenía fría. Dejó que su sangre cayera en el tintero y que se mezclase con la tinta, que luego utilizó para firmar uno de los pergaminos que tenía enfrente. Pudo percibir, aunque manifestara visiblemente en el exterior, como la magia sellaba aquel contrato inquebrantable. Las opciones se habían reducido indubitablemente a dos: o le arrancaba la vida al ministro inglés o la muerte la llevaba a ella.

 

- Ya no tienes ningún trato con los Triviani, puedes dejarlos en paz .- tomó el contrato que los Triviani habían firmado meses atrás y lo arrojó sin cuidado al fuego - Te traeré la cabeza de Aaron Black Yaxley - le confirmó a Piero mientras contemplaba el pergamino incinerarse en la chimenea de su despacho.

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Después de hablar con Matt se hizo el silencio, aunque en mi cabeza no paraba de darle vueltas al asunto. Derrocarlo, derrocarlo, derrocarlo...

 

Una idea bastante absurda, siendo yo quién era, mortífaga de fidelidad y de corazón. Sabía que, si intentaban pillar a alguien con esas ideas podían acusarlo de alta traición o hasta incluso asesinarlo. Pero, valía la pena correr el riesgo y al menos devolver la paz a la comunidad mágica, devolviendo el estatuto a su lugar. Tal y cómo había pasado durante más de trescientos años. Conocía un poco la historia, pero había que buscar gente para que me ayudara... ¿estarían todos los mortífagos de acuerdo con las pretensiones del señor Aaron? No tenía idea... pero, levantar el secreto, no era el momento más oportuno, no, cuando se estaba en medio de una guerra como esa... con muchos frentes y líneas de actuación.

 

- @@Matt Blackner tengo un plan - susurré, agarrándolo de las manos- pero me temo que será muy peligroso y... quería saber de tu opinión...

 

Fue en esos momentos en cómo alguien que hacía tiempo que no veía, nos había interrumpido. Generalmente me molestaba mucho su falta de tacto pero en esa ocasión...

 

- ¡Babila! - grité con alegría al verlo. Porque de hecho apenas lo había visto desde la última remodelación ministerial. No sabía si había sido despedido, pero tenía entendido que seguía trabajando para Sagitas.

 

- pues, no sé cómo puedes confiar en ese bicho de Harpo -negué con la cabeza, sonriente -de hecho sí, creo que vamos a trabajar bastante duro éstos días. Me temo que al Señor Ministro, se le irá de las manos el levantar el estatuto - sonreí ahora con cierta mezquindad...

 

- y por cierto, ¿tu madre dónde está? ¿No debería de estar aquí? -pregunté con curiosidad, mirando tanto a Matt como al morocho secretario.

 

@@Sagitas Potter Blue

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13 de marzo, 00:11 AM.

Mansión Di Médici.


Bebió otro sorbo del vino y empezó a sentir repentino sueño. Aquello era extraño pues la Triviani había tenido su respectivo descanso días antes y su condición era optima hasta ese momento. Escuchó las palabras de su tía, Lucrezia y luego las quejas de Jeremy, su hermano.Las palabras de la Médici dejaron un anuncio en su cabeza y de imediato le refutó las palabras - Tu misma lo dices, Tía. Una mujer debe estar bien descansada y en esta casa se duerme temprano - repitió, sintiendo como sus parpados empezaban a pesarle - La otra noche cuando vine estabas en ropas de cama ¿o me equivoco? En cambio, hoy estás perfectamente vestida para salir o quizás recibir visitas que obvio no somos nosotros - Su lengua empezó a pesarle, llevandola a arrastrar las palabras, las voces por otro lado eran distantes, y Zoella supo que algo pasaba justo cuando la debilidad llegó a su cuerpo. Sus parpados cayeron y su cuerpo flaqueó, la botella de vino cayó de su mano rompiéndose en mil pedazos.


- Hay alguien más en casa, o me equivoco - dijo a penas, alzando como pudo la cabeza, luchando con eso que la hacía dormitarse, y abrió sus parpados con sus dedos, buscando al rubio con la mirada - No beban nada - soltó como pudo, sintiendo su lengua pesada - No - se tumbó sobre Jeremy, apartando la copa que estaba a punto de llevarse a sus labios. Le miró directamente a los ojos y como pudo intento hablar, pero su lengua ya estaba dormida, y su peso poco a poco caía muerto en los bazos del vampiro.


Regresó la mirada a Lucrezia, intentando buscar en sus ojos algún atisbo de algo, pero el sueño le estaba cayendo pesado, estiró la mano pero terminó por dejarse llevar, luchar contra las ganas de no desfallecer era ya en vano, sus ojos se fueron cerrando poco a poco hasta caer en un sueño profundo, quedando totalmente inconsciente sobre los brazos de su hermano y justo frente a los ojos de los demás.





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CALLEJÓN DIAGÓN
13 de marzo, alrededor de las 9:00am


-- ¡Vamos! Que ya no trabajes acá no implica que no tengas los contactos para abrir una tonta caja ¿no? ¿o acaso menosprecias mis servicios?

A pesar de su tono con un toque de ira, en realidad, estaba bastante tranquilo. Necesitaba hacerse el ofendido para lograr algún trato o el mago lo terminaría convenciendo de trabajar gratis. Hobb se mantuvo leyendo una nota mientras replicaba, no sabe si es realmente importante o lo hace solo para ignorar sus reclamos. El tiempo le da la respuesta: el anuncio de intención de matar al ministro.

-- ¿Y bien? ¿Cómo Orden del Fénix deberíamos frenar un intento de golpe de estado para resguardar un poco la paz o, al contrario, la fomentaremos para impedir la insensatez que promulgó? Y... sonará extraño pero ¿son confiables los mortífagos? ¿lograrán matarlo?

Para nadie de la Orden del Fénix resultaba anormal colocar sus propias vidas en juega cada vez que tenían batallas abiertas u ocultas contra los mortífagos o cualquier seguir oscuro, pero muy distinto era colocar la vida de alguien más en juego ¿se justificaba la muerte del primer ministro y de sus posibles fieles lacayos? y no sólo eso... ¿se justificaba el daño colateral que provocaría? ¿las ventajas que encontrarán los países externos al ver un país con una guerra interna que los debilita?

-- De todas formas... tratar de mantenerlo con vida será mucho más complicado que matarlo. Piensalo, incluso atraerá la atención internacional. No estoy seguro que la comunidad de otros países quieran exponerse, más si ni siquiera se les consultó... En fin, dime en qué te ayudo ¿contactos con magicongresistas? Tengo un par de secretos para extorsionar...-- hizo una pausa y con un movimiento sutil hizo aparecer la caja que guardaba en su monedero de piel de Moke.-- pero ya sabes el precio.

Mover algunos hilos no sería muy difícil pero tampoco quería gastar sus cartas gratuitamente, sobretodo porque ni siquiera tenía tan claro que fuese necesaria la intervención de la Orden del Fénix. Confiaba en que la comunidad internacional o los bajos mundos hicieran lo suyo, por primera vez proteger sus intereses privados parecían coincidir y llevarlos a una sola conclusión: la destitución o muerte del primer ministro. ¿Será necesario intervenir? era la pregunta que rondaba por su mente.

@ @@Ellie Moody

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Todo el miedo había saltado sin control. Había crecido leyendo historias negra de Salem, de la Santa Inquisición europea, persiguiendo mujeres, había leído que en aquellas persecuciones habían matado a más de la mitad de las mujeres. Tal vez no era el momento de reivindicar el papel de la mujer pero sentía que aquello podría volver a pasar en nuestra sociedad actual. Mucho decir que todos somos iguales pero aún habían diferencias entre los géneros, demasiado visibles.

 

El primo Matt me cogió por los hombros e intentó tranquilizarme. Casi lo consiguió. He de decir que confío muchísimo en la familia y Matt siempre conseguía calmar mis miedos. Era cierto. La anulación del Secreto no implicaba la anulación de los hechizos de camuflaje, pues no dependían del Ministerio sino de la aplicación de los patriarcas.

 

- ¡Tu madre ha salido dejando la casa abandonada! ¡En qué momento se pone a socializar, en vez de quedarse en casa! - Sé que no era justa pero me sentía tan mal que necesitaba desahogarme.

 

El primo mandó un mensaje a todos los Accidentosos para que fueran al Ministerio.

 

- ¡Yo también voy pero tengo que cambiarme! ¡Así no puedo ir, con esta cara!

 

Mientras Matt salía hacia el Ministerio, yo accedí a mi habitación donde me quité la ropa que aún llevaba, del Ballet, me lavé la cara para quitar los chorretones formados con las lágrimas, me vestí cómoda (es decir, vestido azul sencillo, de gasa, con una rebequita azul y con bailarinas). Después salí de la mansión hacia las calles de Londres, donde se situaba el Ministerio.

 

Tardé en llegar, tal vez fue porque había mucha más gente de la que deseaba encontrarme, tal vez porque extremaba a mil la precaución y no quería usar la magia para nada. ¡Para NADA! Así, llegué al Atrio tras Matt, la prima Helike y, ¡¡sorpresa!!, Babila. Corrí hacia ellos.

 

- ¡Si sé que vienes, te dejo que me traigas, Babila! - Sin decirlo en voz alta, con él me sentía segura. Fuera muggle o mago, pocos se atrevían ante la gran figura de nuestro secretario de la tercera planta.- ¡Hola, primos! ¿Le estás poniendo al corriente, Director Matt?

 

 

EDITO, @@Helike R V PB

Editado por Xell Vladimir Potter Black
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CALLEJÓN DIAGÓN

13 de marzo, alrededor de las 9:00am

 

—No cambiaste nada en todo este tiempo, Goderic. Si, tengo contactos. Le mencionaré a alguno tu caja y esperaré una respuesta, pero no prometo nada; son tiempos difíciles los que se avecinan.

 

Hobbamock sabe desde hace mucho tiempo que tiene vendida su alma. Antes de unirse a la Orden del fénix hizo muchas cosas con las que se ganó el infierno. Pero cuando se unió a la Orden hizo cosas que le dieron un lugar especial junto al diablo. Ha llegado a matar a algunas personas porque no ha tenido otra alternativa, era matar o morir. Sin embargo sabe que, al final de su vida, eso le hará pagar un precio que probablemente lo destruya.

 

Prefiere no pensar en eso porque con los tiempos que corren es mejor no hacerlo. Pero las palabras de Goderic sacan a la superficie lo que suele reprimir, lo que prefiere olvidar, las cosas en las que no piensa muy a menudo. Él tiene una respuesta pero no sabe lo que el resto de su gente pensará. Hay ocasiones en dónde deben arriesgarse.

 

—No pienso mover un dedo para mantener con vida a un mortífago. Si lo tuviera delante mio en este momento, sería capaz de vender mi alma al diablo si así logro verlo muerto.

 

Suspira. Debe buscar mejor las palabras cuando las diga al frente de toda la Orden. Algunos lo entenderán: vivieron en carne propia los estragos de la guerra, algunos tendrán en los libros de historia los nombres de sus familias que murieron en las cacerías de brujas, en los ataques de Voldemort y de la nueva marca tenebrosa. Pero igual debe buscar las palabras correctas.

 

—Y ya tú eres la voz de la prudencia y de la sensatez, Ellie, deberías ayudarme con el discurso.

 

 

@@Goderic Slithering

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Castillo Di Medici.-

 

Elfito se encontraba ajeno a lo que sucedia en el salon del castillo, el se encontraba sumamente maravillado por el pelo de la señorita sagitas que no habia dudado ni un segundo al tronar los dedos y aparecer dentro de aquella biblioteca... como lo habia hecho?... lo mas seguro es que todas las alarmas del castillo se hubieran separado, pero la magia de elfito era diferente... elfito como tal no tenia una gran fuerza magica, no tenia maldad y su habilidad especial era el moverse en el espacio tiempo... momento en el cual aprovecho para crear una burbuja de tiemp invisible y retroceder hasta la epoca donde el castillo era construido sin las protecciones que tiene ahora... y nada mas cruzando el hueco donde siglos mas tarde volvio a cruzar el tiempo hasta ese momento...

 

--Señorita del pelo bonito?.--

 

Todo eso en cuestión de segundo... se decia un poco en voz alta mientras se acomodaba su sombrero y comenzaba a caminar entre los estantes para lograr acercarse a ella y una vez conseguido sonrio de sobre manera corriendo con sus piecesitos hasta las piernas de sagitas donde se pesco como una sanguijuela...

 

--Señorita, que hace aqui?... la señorita Lucrecia es mala... y coda... solo le dio a elfito 2 huevos!!! la cocina de elfito tiene mas huevos que la de lucrecia... fui a su casa pero no la encontré... y vine, unos tipos raros estaban hablando con la señora lucrecia!! y usted que hace aqui? todo el mundo es un caos... y... y... El señor Dick... esta afuera en peligro... elfito no puede hacer nada... elfito se siente frustrado... elfito es debil.--

 

Decía elfito comenzó a llorar debido a que el era asi, tan noble que se frustraba el no saber nada y sin mas se quito su gorrito y se dispuso a sonarse la nariz y a seguir llorando... @sagitas.

 

 

Pasillos ministeriales que van a la sala de reuniones...

 

Dick no tenia ni la mas mínima idea de que acababa de pasar... el mago apenas miro la cachetada que recibía el ministro y sencillamente doblo en la primera esquina que vio... maldecía el no tener sus orejas expansibles y no podía lanzar su vuela pluma sencillamente porque no tenia adonde esconderse... por lo que únicamente podia escuchar murmullos... nada que le pudiera servir... por lo que tomando un poco de aire el mago se seco el sudor... se fajo la camisa, la sacudió un poco, se limpio cara y se reacomodo los tirantes... sin dejar de repetirse mentalmente "Voy a morir... Voy a morir... Voy a morir..." saco su cámara fotográfica del sombrero que traia y sus lentes para terminar asi su outfit de reportero... pero lo importante era su gafete que lo acreditaba como reportero del profeta...

 

--Señor Ministro!!!, Señor Ministro!!! Dick Grayson!! reportero del profeta!!.--

 

Habia cambiado totalmente su actitud a la de un Dick inocente, quería que creyera que era un reportero nuevo, que se buscaba su primera gran oportunidad... un visionario por acercarse al ministro sobre todo en este caso de emergencia tan complicado que tenia a todo el mundo vuelto loco... por lo que colocando su gafete por enfrente para que lo vieran todos sencillamente se "tropezó"... bueno en realidad si se habia tropezado aterrizando sobre los brazos de aquel acompañante (@) donde aferrándose a el como podía sencillamente le sonrio una vez que recupero el equilibrio y sonriendo timidamente se disculpo...

 

--Lo siento... Lo siento... Lo siento... yo... yo lavare su ropa... Dick Grayson Nuevo reportero del profeta!!.--

 

En realidad todo habia sido un plan del mago con la intención de "Manosear" al chico y asi poder dejarle su "Marca de sangre" el cual en caso de funcionar quedaría en algun punto sobre su piel oculta por las ropas... brazos, espalda, abdomen... pierna, cualquier parte donde el mago se apoyo para poder colocarse de pie... dicha marca tendría la forma de su misma maldición de caín... pero no seria activada todavía... ni siquiera la sentiría... por lo que sonriendo se acerco al ministro...

 

--Se...Señor Ministro unos segundos porfavor, Dick Grayson, reportero del profeta...!, vengo... yo solo quiero hace un par preguntas... la Primera seria... porque? porque lo hizo?.--

 

@

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Mansión Di Médici.

13 de Marzo, madrugada.

 

Tan solo habían pasado diez segundos desde que aquellas personas habían entrado a la Mansión Di Médici. Tenía una mala sensación. No sabía si aquellas personas eran buenas o malas. Ni siquiera conocía a la persona que los había recibido. Pero lo que me había llamado más la atención y la ansiedad, era ver a Sagitas allí dentro. Parecía expectante. ¿Qué tenía que hacer? Mi mente lógica me decia que tenía que tener cuidado pero la sangre que corría por mis venas, era de leones y no podria irme fácilmente. Para variar, si quería hacer las cosas sutilmente, aquel hipogrifo y elfo no estaban siendo para nada sigilosos.

 

De un saltito despegué vuelo, di algunos aletazos esquivando aquella enorme criatura y atravesé la ventana. Era una suerte que los cristales hubieran estado semi abiertos o mal cerrada porque me hubiera golpeado fuerte contra los vidrios. Mis garras se aferraron al borde de la ventana mientras regresaba a mi forma humana. Estaba sentado en el borde teniendo tanto al Elfo admirador de mi prima y a Sagitas.

 

¿Por qué estás siempre en medio de los problemas, prima? Dime loco, dime vidente, dime lo que quieras. Pero no sé qué haces aquí pero es hora de irnos. Esos que entraron no me gustaron para nada —negué un poco con la cabeza aunque tenía que admitir que estaba sonriendo apenas. Definitivamente Sagitas estaba encerrada allí. ¿Y por qué no se iba aún? No creía que la Payasa Pelivioleta fuera una inútil con la varita. al contrario. Tenía demasiada magia y por suerte nunca había sido en mi contra—. ¿Necesitas algo o me voy?

 

No importaba porqué estaba allí. ¿Y si me preguntaba? Ella mas que nadie me entendería.

 

Tú, elfo. ¿Puedes ser más sigiloso? Necesitamos calma. Ordena a ese hipogrifo que se vaya y luego vemos de acompañar a Sagitas donde ella quiera. Serás nuestro guía. ¿Te parece?

 

@ @@Sagitas Potter Blue

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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con @@Matt Blackner @@Xell Vladimir Potter Black @@Sagitas Potter Blue (haciendo de Babila) en dirección al dpto de Accidentes

 

Miré a mi prima Xell desconcertada:

 

- Déjate de formalismos prima Xell... ¿de qué tiene que informarme? -pregunté mirando a ambos...

 

- Bien podréis ir comentándomelo en cuánto lleguemos a la planta de Accidentes. Necesitaré una reunión con algunas personas y la discrección es fundamental. Es más, si se aparece el señor ministro por aquí... ¿podréis entretenerlo con cualquier cosa? -pregunté parándome un segundo y mirando a ambos.

 

- porque la verdad, no me sorprendería para nada que lo hiciera con cualquier excusa. Habrá que movilizar a cuántos funcionarios podamos reunir. Ésto será bastante movidito. Cómo directora del dpto de desmemorización necesitaré varitas... porque, creédme, con éste levantamiento del secreto, habrá muggles que vean cosas que no deben... Hasta ahora nos hemos defendido bien pero - suspiré- tendremos el doble de trabajo... o el triple - chasqueé la lengua, fastidiada.

 

Vi que una serie de magos salían de un elevador y con prisa tomé la puerta para que no se cerrara. Urgí a mis familiares y al secretario que se adentraran y cerré la puerta con rapidez, así al menos tendríamos más privacidad mientras nos dirigíamos a nuestro lugar de trabajo.

 

Sí, la verdad es que todo el asunto tenía mala pinta. No sabía como demonios Aaron había sido capaz de hacer algo así. Se suponía que era demasiado pronto. La comunidad mágica, no estaría preparada para dejarnos ver. Estaba de acuerdo en parte, con su filosofía, pero no era tiempo y mucho menos cuando había varios frentes que librar... Estaba segura de que, a much@s magos y brujas le había desconcertado la noticia. ¿Estaría Mackenzie Malfoy enterada? me sorprendería que no fuera así, más cuando la comunidad había elegido a su sucesor... las cosas se iban a poner demasiado feas, estaba segura.

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Salida del pasillo. Entrada al salón de la justicia ministerial

 

Mackenzie enseñó otra varita, una que tras detenerme a observarla me percaté que era la vara de sáuco, ¡sí!, la mismísima varita de la que supuestamente Harry Potter se había deshecho; ¿me preguntaba cómo la había conseguido?. Sin embargo, no podía ser descuidado y dejar que me asesinara allí sin más, siempre y cuando el objeto fuese el legítimo de nuestro mundo y no una creación y copia banal de la misma. Negué divertido al piso y di un lento par de aplausos, para finalmente sacudir las manos en el pantalón.

 

-En fin...creo que quien deja en claro su fidelidad a los nuestros, eres tú, pues yo tengo clara mi posición en el mundo mágico Mackenzie...- sostuve al tiempo que bajaba los brazos y se abría nuevamente la puerta de reuniones, lugar desde donde venía saliendo Maida ¿estaría demorando mucho?. Por otro lado y desde el extremo contrario, venía caminando una bruja a quién reconocí por su silueta-... adelante, ataca...-miré de soslayo a mi hijo- no lo hará, es de familia...

 

Entonces Yaxley se acercó bajo un aura de determinación absoluta con un par de miembros del cuerpo inquisidor que le escoltaban. Mackenzie estaba en desventaja a pesar de la varita que traía o el poder que pudiese ostentar (cuestión que claramente desconocía). Cualquier tipo de magia que pudiese utilizar sería contrarrestado por varios de los presentes, de eso estaba seguro. Mi prima dio unas cuántas ordenes a los magos que traía con ella para blindar aún más la seguridad del ministerio, impidiendo que de ésta manera la entrada les fuese regalada; si querían envalentonar un ataque o motín, no les sería fácil de ahora en adelante. Malfoy por su parte volvió a dirigirme la palabra, a lo que enaltecí la mirada para oírle en lo que parecía ser una tregua diplomática.

 

-Tranquila prima, veamos qué es lo que tiene que decirnos...- señalé a Maida con un ademán de manos para que me dejase escuchar a la hija de Crazy y Mistify, la misma que abría un portal con la ayuda de un extraño objeto que había desaparecido del inventario ministerial hacía tiempo y al que no le había dado mayor importancia, hasta ahora-...¡hey Mackenzie! ¿conoces el círculo de los sagrados 28? ...-sostuve lo más convincente que pude- no tienes que andar por ahí, deambulando sin nada que hacer...-proseguí y le lancé una moneda con el pulgar- ten... es un traslador que funcionará por única vez, demuéstrame que aún eres una Malfoy y muerde el galleon a las veintiuna horas de mañana. A cambio, quiero ese colgante...-me encogí de hombros en una falsa indiferencia; ese objeto me importaba y mucho, pues no cualquiera podía escapar del ministerio sin eso- ...pertenece al Ministerio y lo sabes, de lo contrario, qué dirían sobre la hija del ex ministro ¿que se anda robando artefactos de arqueomagia pertenecientes al palacio de gobierno? - negué chistando silenciosamente- mañana en la noche Malfoy...

 

Y desapareció tras comentarios que no logré oír.

 

- ¿Tienes listo el traslador?- pregunté a mi prima luego de que velara por la seguridad de los presentes. Tomé su rostro con ambas manos- hey, ¡hey!... prefiero morir por causa de una varita a envejecer sin nada que hacer en la manor de Orión. Eres libre de velar por tu seguridad, no quiero esclavos aquí y eso también va para ti Matthew...

 

Los cascos de protección mágica comenzaban a sellarse justo tras la llegada de Cissy, a quién le di la espalda mientras caminaba a mi lado regañando mis decisiones como si fuese un crío. Miré hacia atrás, la misma magia de sobreprotección había dejado a unas copias de cada uno de nosotros a diez metros de entrar al salón, donde pude ver que un muchacho se acercaba hasta mi otro yo, tropezando sobre sus agujetas para chocar con la copia de Matthew que comenzó a esfumarse poco a poco; y así le siguieron las demás figuras de Maida y Macnair. Había sido claro en no recibir preguntas luego de salir de la sala de conferencias; ningún reportero podría haberme seguido y era cuestión de lógica el hecho de que los Inquisidores lo impedirían; Mackenzie había tenido suerte y Cissy... bueno, la bruja había recibido la lechuza al formar parte del nuevo cónclave de familias de sangre pura que decretaría enseguida. Observé nuevamente al reportero desde lejos, justo antes de entrar a la sala de reuniones y elevé una mano dando un par de giros con la muñeca para que comprendiese que cualquier pregunta sería respondida en otra oportunidad. El casco de magia difuminaría el pasillo, enseñando una pared de fondo cuan sala de menesteres de Hogwarts.

 

-¿Ya terminaste Sybilla?- le pregunté en cuanto cerré la puerta a nuestras espaldas. Me acerqué a ella y elevé su mentón con el índice en señal de aprecio- ¿a qué le temes?, sabes ocupar una varita y te has librado de fuerzas mucho mayores. No he hecho más que mostrar nuestra existencia a un mundo ciego y débil, si tanto te preocupa la familia, eres libre de proteger tu hogar con hechizos de invisibilidad...-busqué su mirada- ¿confías en mi?, de ser así, sabrás que el caos es una etapa que debe ocurrir. Lo que tú ves allí afuera es eso, en cambio lo que yo veo aquí dentro es el poder que comienza a concentrarse...-enseñé el salón buscando a la japonesa- ¿y Ashura?... bueno no importa... Quiero invitarles a formar parte de un círculo político donde seguramente encontraré a más de un traidor, es por eso que solamente ustedes han sido convidados hasta éste lugar. Enviaré misivas a nuestras familias, Black, Gaunt, Macnair, Malfoy, Lestrange, Triviani, Selwyn etc. Pues retomaremos poco a poco lo que hemos perdido con el tiempo, que es nuestra fidelidad a la sangre mágica y así reconstituir el círculo sagrado de los veintiocho...-observé a los presentes- ¿qué otras familias de sangre puro habitan Londres?. Por otro lado, desconozco si la noble casta ...- me referí a la marca tenebrosa como siempre lo había hecho-... nos apoyará, aunque no espero lo contrario. Jeremy es mi hijo y Zoella mi sobrina, por lo tanto espero sean condescendientes y logren convencer a Anne de que ésto es por un bien mayor. Habrán muertes, sí, pues eso es imposible de evitar, sin embargo, no es más que una selección natural de quienes debemos heredar el nuevo régimen...¿dudas?

 

Esperaba que hubieran muchas.

 

OFF: Intenté converger los roles que se acercaban a mi personaje de la mejor manera posible; en caso que a alguien no le parezca, no es culpa mía (?) xD Esto debe ir avanzando // Dick, podemos hacer la entrevista en otra ocasión?, En el primer rol dejé en claro que no se aceptarían más miembros de la prensa, por lo tanto debo teatralizar a Aaron en ese contexto.

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