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Calles de Londres


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13 de marzo, 00:15 AM.
Mansión Di Médici.


¿Quién me mandaba a mí tener a elfos libres en mi mansión? En la "Ojo Loco", todos habíamos abogado por el fin de la esclavitud de los elfos (no en vano había cierta historia sobre un Harpo encabezando una huelga a favor del PEDDO en cierta manifestación en medio de un mundial de Quidditch) y cobraban un sueldo por su trabajo. Lo reconozco, tengo una debilidad por todas las criaturas y los elfos me parecían sobreexplotados y maltratados. Supongo que fue por eso que sentí un apego emocional hacia el elfo de mi hermano que me abrazó tanto que tuve que sujetarme para no caerme al suelo.

 

Yo miraba la ventana, viendo un hipogrifo volar. Sentí la puerta, claro que la sentí. Pero no me giré porque pensé en todo momento que era Lucrezia que volvía de atender las visitas en horas intempestivas, que digo yo que nada bueno tendrán si vienen a importunar a esas horas de madrugada (que conste que no relacioné para nada que yo acababa de hacer lo mismo pero tengo excusa, a mí me invitaron a venir). Levanté la barbilla un par de centímetros y me crucé de brazos, en una muestra de orgullo mal reprimido y esperé a sentir que la puerta se cerraba.

 

-- ¿Qué...? ¿Pretendes que te ayude secuestrándome en esta biblioteca? Así no te echo una mano para apretar la corbata del Ministro, te lo aviso.

 

Entonces me giré para ver la cara que ponía la rubita encierra-a-casi-amigas. La sorpresa fue mía cuando Passpartutti se agarró a mis piernas, gimoteando de alegría al verme (porque eso era alegría, ¿verdad? A veces me cuesta entender porqué llora la gente y los elfos). Me agarré al borde de la ventana para evitar caerme mientras soltaba palabras tipo "ea, ea" o "sí, gracias, sí, hum... hemmm"... Parecía algo lerda intentando cuadrar una frase, pasmada ante la reacción del ex-elfo de mi hermano Thiago hasta que sentí la frase perfecta que me hizo reaccionar.

 

-- ¿Lucrezia es la sexta de su nombre? Yo soy la primera Sagitas de mi familia -- ahí, el orgullo saliendo otra vez, aunque no venga al caso.

 

Tras romper mi mutismo impresionado, ya tenía mi mente actuando para reaccionar con rapidez (a buenas horas, después de casi estamparme contra el suelo por el efusivo abrazo del elfo.)

 

-- Gracias, elfo... hum... Passpertotes. Yo también te echaba mucho de menos.

 

Me envaré un poco cuando mencionó a Lucrezia, ahora tendría que teatralizar de nuevo mi enfado por dejarme encerrada y no sé si me saldría de nuevo.

 

-- ¿Cómo que... los Triviani? -- Arrugué el ceño. Familia con la que no quería verme envuelta. Sonaban mucho en los círculos de la Orden y no me gustaría que me vieran mezclándome con ellos en aquella casa. Aunque me picaba la curiosidad. -- ¿Qué quieren los Triviani de Lucrezia?

 

No quería que se notara tanto mi manipulación así que me agaché un poquito y le acaricié la cabeza.

 

-- Posteotutto, si quieres venir a lustrar las estatuas, estoy segura que les encantará. Y así vuelves a relacionarte con Harpo, quien guarda muy buen recuerdo de tu estancia en la "Ojo Loco".

 

¿Por qué estropeaba un momento tan bonito diciendo que Lucrezia volvería. ¡Ay, cabeza loca! Que estaba en su casa. Encerrada, por cierto. Y por mucho abrazo y expresiones felices de aquel elfo, estaba segura que no me dejaría salir por la puerta. Así que mirada de reojo a la ventana y valoración sobre la altura que había hasta el suelo, ¿me daría tiempo de aplicar un Aresto Momentum antes de pegármela contra el empedrado esmeradamente colocado?

 

--¡Ay, demonios desdentados! -- solté. Había una cara de elfo pegada al cristal. Miré de reojo al elfo de Lucrezia. Estaba ocupado mirando el contenido de una caja, algo que me interesaría si no fuera que me atraía más la cara de aquel elfito. Mi sonrisa creció un poquito... "Señorita del pelo bonito". Vale, mi mano alisó un mechón pero no es por coquetería ni nada de eso, es que me molestaba en la cara.

 

¿Le dejaba entrar? Se oía el ulular de una lechuza. ¿Y si le picoteaba y se hacía pupa? Mejor abro la ventana. Y eso hice. Me asomé y contemplé al elfito que estaba acompañado por un hipogrifo que no había visto antes. Desde allá llegaban los rumores de los árboles, de las aves e incluso de algún humano que protestaba. ¿Serían los Triviani? Es que Lucrezia es capaz de exaltar a un Santo Job.

 

-- ¡Demonios desdentados! -- Creo que esa es la expresión más usada por mí, la única casi, antes de entrar en los insultos que (casi) nunca uso. -- ¿Pero qué haces, elfito? ¿No ves que van a saltar todas las alarmas de la Mansión?

 

Por supuesto, soy buena hechicera o no seguiría viva en mi puesto después de tanto tiempo viviendo en el pueblo. Así que, varita en ristre, con chasquidos de lengua y movimientos de varita, logré que no sonaran. Al menos las que pude desactivar. Esta Lucrezia seguro que tenía algún as dentro de la manga que yo no había localizado. Pero sonar, no sonó nada. De eso estoy segura. Arrugué el ceño, que yo me meta con Lucri es una cosa pero que se meta alguien más, nunca en mi presencia.

 

-- Eh, calma, Lucrezia no es tan mala, sólo un poco... desequilibrada... Bueno, no.. ¿Psicópata...? Bueno, que no la insultes en mi presencia. A mí me ha salvado el pellejo en alguna situación incómoda -- confesé por lo bajini.

 

Intentaba buscar la palabra que mejor definiera a aquella mujer usurpadora que había estado años pretendiendo mi mansión, aludiendo que era la herencia de mi hermano Thiago pero ya la había cogido algo de aprecio. No demasiado. Aunque mi atención lo olvidó en cuanto siguió hablando.

 

-- ¿Cómo que Dick está en peligro? -- Aquí olvidé que en mi familia "Ojo Loco" todos abogamos por la libertad de los elfos y bla-bla-bla y lo zarandeé, haciendo que su cabeza se moviera de un lado al otro. -- ¿Qué le pasa a mi sobrino? ¡¡Habla!!

 

Aunque para dejar que hablara tal vez debiera dejar de sacudirle como una batidora. Un aleteo me hizo girar la cabeza hacia la ventana, para ver entrar una lechuza. Si no hubiera estado tan preocupada por Dick, me hubiera reído al ver a Elvis posado en la ventana. A propósito, ¡es Elvis! Hacía milenios que no le veía. ¿Había regresado al pueblo de nuevo por algún motivo, justo cuando el Primer Ministro rompía el la Ley del Secreto? ¿Se estaría reagrupando el bando y yo allá, hablando con Lucrezia?

 

Reconocí mi ignorancia. Puedo disimular como la Reina de la Improvisación que era, capaz de encontrar una respuesta en milésimas de segundos pero... Nunca mentiría a mi primo Elvis. Le respetaba mucho.

 

-- Sí, es hora de irme. Pero... Aquí se cuece algo. Si esos que han entrado son los Triviani, tal vez... Fuera más interesante... Oír lo que quieren de Lucrezia di Medici.

 

Vale, soy sincera con mi primo pero no tanto. No iba a decirle que estaba allá como invitada y con una propuesta de (matar) quitar el puesto de Primer Ministro a Aaron Black Lestrange. Eso no hacía falta confesarlo todavía.

 

-- Podemos salir y chafardear un poquito, ¿no te parece? -- le contesté a mi primo, toqueteando mi colgante, un sencillo aro dorado que llevaba al cuello.

 

Sólo los que hubieran superado las dificultades del Libro del Druida de los Uzza, reconocería el amuleto contra defensas carcelarias. La puerta de la biblioteca se abrió (espero que Pepatoutte nos deje salir sin poner problemas, este elfo me cae demasiado bien como para petrificarlo) y sonreí abiertamente a Elvis.

 

-- ¿Cotilleamos, primo? Y me puedes contar de paso qué tal la familia Gryffindor. Hace tiempo que no me paso por esos jardines tan lindos.

Editado por Sagitas Potter Blue

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13 de Marzo, 00:16 am

Mansión Di Médici

 

 

Ariane Dumbledore

 

 

La noche era bastante fría, estaba metida en la cama con un libro que definitivamente no llamaba del todo mi atención, pero lo que realmente hacia que no estuviera cómoda con esto era que no estaba acostumbrada a esa casa. Era hermosa bien decorada, quería y apreciaba enormemente a Lucrezia, pero no se aun no me acostumbraba estar allí y si estaba allí era por mis dos hijos que estaban en aquella casa. Aun así no estuviera acostumbrada a eso debía permanecer allí y mas con esos nuevos chicos que estaban siendo tutoreados por Lucrezia y aunque ambos parecían buenos chicos, pues no confiaba en los instintos adolescentes... lo sabia por experiencia.

 

Deje el libro a un lado en la mesita de noche junto a la enorme cama, no se como Lucrezia había decorado el gran cuarto de tan elegante manera y ademas poner una cama king si yo iba a dormir siempre sola, ¿o lo habría hecho con una segunda intención?. Moví la cabeza y deseche la idea de inmediato, lo único que me faltaba eran ideas perversas en la cabeza esta noche.

 

Retire las sabanas a un lado y tome de la silla mi bata de satin francés que por supuesto hacia juego con mi bata de dormir azul profundo, el cabello lo llevaba trenzado y caía sobre mi hombro izquierdo. Camine hasta la puerta y la abrí, pero recordé que había dejado la varita sobre la almohada y volví deprisa por ella, no sabia si en la biblioteca necesitaría a Bast para alcanzarme algún libro de los estantes mas altos, definitivamente no me pondría a hacer malabares en las escaleras de la biblioteca por mas que fuera inmortal.

 

Con varita en mano salí de la habitación con rumbo a la biblioteca, no escuchaba nada raro en la casa, pero en mi había algo de inquietud. Aun no entendía la razón por la que no podía estar tranquila esa noche, tal vez me preocupaban mis hijos, al regresar de la biblioteca me pasaría por la habitación de Luna y de Luka haber si ambos estaban bien.

 

Al voltear el pasillo cual seria mi sorpresa al encontrar saliendo de ella a dos personas muy conocidas para mi : Mi cuñada Sagitas y Elvis un amigo de hace muchos años. Me acerque y casi estando frente a ellos para saludarlos.

 

- Buenas noches

 

No quería asustarlos, por eso hable con voz suave y pausada. La actitud no era extraña, pero no era usual verlos en la Mansión, así que mi sorpresa era lógica.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Mansión Di Médici.
13 de Marzo, madrugada.

Por un momento pensé que Sagitas iba a salir corriendo de allí. Movimientos inusuales en un lugar incorrecto. Pero si íbamos al caso, si alguien me hubiera visto entrar así a la mansión Di Médici también pensarían que estaba ocurriendo algo extraño. La diferencia estaba en el tipo de personas. Ésa manera de entrar me resultaba demasiado conocido y demasiado alarmante como para quedarme con los brazos cruzados.

 

Disculpa por haberme entrometido donde no me llaman, prima. Pero tuve ésa misma sensación —comenté, acercándome a la bruja. Le dirigí una sonrisa. Era una de las pocas a las que me agradaba demasiado poder encontrarme. Me había puesto un poco al día, pero todo era con desconocidos. Tener a alguien asi querido cerca, era signo de fortaleza y unión. Y era lo que necesitaba en ése momento—. Claro, te sigo.

 

No terminamos de hacer algunos pasos, de tan solo atravesar el umbral de la puerta, que una figura hizo sacar mi varita de un solo golpe. Claramente que hubiera provocado un estallido que hubiera explotado en casi todo aquel pasillo, pero el rostro era familiar.

 

¡Arianne! Casi me matas de un susto —comenté en un murmullo. ¿Por qué estaba murmurando? Aunque Sagitas me había dado un motivo para hacerlo, si íbamos a cotillear, teníamos que hacerlo sin que se dieran cuenta—. No quería ser grosero. No importa cómo llegué aquí. Pero aquí estoy —le comenté a la bruja de cabello hermosamente violeta—. ¿Sabes quiénes son los que están abajo? No tienen buena pinta

 

Le comenté para encontrar la excusa de porqué estaba allí.

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Mansión Di Médici

Madrugada. 13 de marzo.

 

El ojiverde no entendía absolutamente nada... Sabía de antemano que pronto allí se iba a librar una batalla, o de menos, una pelea entre las dos dirigentes de ambas familias, el problema es que no entendía el porqué. Quiso, entonces, haber pasado aunque fuera sin honores la prueba de legilimancia, así, de menos, podría haber inmiscuido en las memorias y pensamientos de Zoella o de Jeremy, para saber qué pasaba y de menos poder saber en qué se había metido, ya que dudaba que Candela o Lucrezia estuvieran allí campantes sin alguna protección mágica en sus pensamientos. Suspiró.

 

Poco a poco iba entendiendo, eso sí, que aquella reunioncita estaba siendo en pos de una reunión pasada, no era, para nada, un tema nuevo, no era algo que hubiera surgido hace poco, no, allí había algo bastante choncho, y el mortífago, como buen Triviani, iba a dar todo de si para defender a la familia que tan bien lo había acogido. Precisamente por ello, cuando notó que Zoella caía en los brazos de Jeremy, no pudo evitar sacudir su mano para que apareciera Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, en la diestra; sin embargo, al ver que estaba respirando, se tranquilizó y se colocó su arma detrás de la oreja izquierda.

 

⸺Bueno, ignoro por completo qué diantres sucede aquí, así que si no les importa, estaré en la esquina de allá fumando un poco de mand... digo, de tabaco en lo que hablan a gusto. Cualquier cosa, me chiflan o algo ⸺Comunicó el Ravenclaw y se quedó esperando respuesta por alguno de los Triviani ⸺Y dale con Ennervate a Zoella, a ver si despierta, sino, unas buenas cachetadas pueden que la reanimen ⸺Dijo como para bajar un poco la tensión, pero dudaba mucho que así fuera.

 

@@Zoella Triviani @@Lucrezia Di Medici @ @@Candela Triviani

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Dick Grayson, en frente del Salon del mal la puerta que daba a la sala de reuniones...

 

Habia llegado tarde... el ministro ni siquiera le habia hecho caso, por lo que mirando al que parecia ser el hijo sencillamente sonrió y guiñándole un ojo el mago retrocedió lentamente mientras llegaba al siguiente cruce... ya tendría tiempo para otra oportunidad... por lo que suspirando sencillamente se metio en una puerta para salir en otra sala de juntas que había ahi, ya tendría tiempo en otro momento de interactuar... por lo que suspirando se recosto un momento entre las sillas de ese sitio... estaba muy golpeado por el recorrido tipo 12 casas del zodiaco hasta llegar a ese punto...

 

--Esperare aqui unos segundos.--

 

Decia Dick para si mismo mientras el mago se recostaba en una de las sillas y adormitando espero a que la marca de caín hiciera todo el resto del trabajo curando los moretones y cortes que tenia encima... por lo que suspirando ocupo su sombrero para taparte parcialmente los ojos.

 

 

ELFITO: Mansión Medici...

 

El grupito de aventureros crecia rapidamente a medida que pasaba el tiempo, elfito ya se habia trepado hasta arriba del pelo de la señorita @@Sagitas Potter Blue, su pelo era tan suave, por lo que mirando de nueva cuenta como un señor que al parecer era primo de la señorita tambien hacia gala de llegar, se encontraba otro elfo y entre todos habian logrado escapar... el hipogrifo ya los esperaba en las afueras del terreno para servirles de transporte, en eso escucho como la señorita prefiria agarrar y echar un ojo a esa reuníon que tenian aquellas malas personas con lucrezia...

 

--Elfito la conoce... usted es hija del señor Sherlock... Hola!.--

 

Decía elfito desde arriba de la cabeza de sagitas sonriendo amigablemente mientras miraba a su alrededor en busca de algun peligro y haciendole señas de bajara la voz, practicamente ocupo a sagitas como caballo se acerco a la señorita Arianne y le doy dos palmaditas en su cabecita...

 

--Estamos en misión de escape... gente muy mala por ahi... tu venir con elfito y compañia, señor Sherlock no se perdonaria si algo le pasara en su ausenciá... elfito la protegera!.--

 

Decia elfito mientras se erguia como si alguna especie de heroe fuera y luego volviendo a sacar su pancita acaricio el pelito de la chica del cabello bonito y escucho de pronto como una botella caia al suelo proveniente del gran salón... al parecer algo estaba pasando ahi y sin mas espero a que los demas hicieran el primer movimiento.

 

@@Ada Camille Dumbledore @Sagitas Potter Blue @Elvis F. Gryffindor

 

 

OFF: @ Es porque soy negro verdad? :( ahora como te controlare para sacarte información?

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Mansión Di Médici.

13 de marzo, 00:17 AM

 

Cuando el ambiente se torció, anticipando la aparición de otra persona en la escena, Lucrezia deseó ver en la penumbra el atractivo rostro de Matthew ¡Solo Merlín sabía que aquel era su Triviani favorito! Calculador y con un hambre voraz por los negocios, además de un notable instinto para llevarlos a cabo, el vástago de Candela representaba lo más cercano al modelo de hombre digno dentro de la indignidad de aquel linaje vapuleado por las malas lenguas. Para su sorpresa y en contra de su añoranza, se presentó ante ella un joven al que no reconoció. Lo observó con disimulo, procurando no demostrar interés alguno en su presencia. Cabello negro cuidado, profundos ojos verdes y unos veintitantos años…sin duda era un Triviani. No atinó siquiera a preguntar por su identidad, restándole entidad a su persona. Su único objetivo era que la comitiva encabezada por Candela se retirase de su propiedad por las buenas…por las malas.

 

Fue el circunstancial silencio de la gitana el que permitió a la blonda italiana actuar con presura mientras recuperaba su posición cerca de la chimenea, donde la llama invocada por su varita aun danzaba dibujando círculos sobre la leña. Lucrezia debía armar en tiempo récord un orden de prioridades con pericia, de manera que su intercambio con los Triviani transcurriera sin sobresaltos innecesarios. La presencia de Sagitas, quien había confrontado a Aaron en las elecciones democráticas del año anterior, delataría sus planes contra el Ministro ¿Con qué excusa justificaría la presencia de la mujer en su mansión, en la medianoche del día en que el Yaxley había aparecido nuevamente en público luego de meses para anunciar algo tan controversial y de consecuencias impensadas como la caída del Estatuto del Secreto?

 

Su atención se centró intuitivamente en Jeremy, quien era históricamente quien se resistía a caer presa de sus aristocráticos encantos. Si el vampiro fallaba en algo -y a los ojos de Lucrezia, lo hacía mucho- eran en disimular las sensaciones que atravesaban su cuerpo. Recordaba aun con claridad sus arranques de furia durante la reunión con Piero, aun a sabiendas de estar rodeado de sus poco pacientes custodios y bajo amenaza de muerte. La tensión que Jeremy experimentaba en aquel instante era palpable para un ojo avezado como el de la banquera, acostumbrada a interpretar el lenguaje no verbal de las personas. En otra situación hubiese sonreído con ironía ante ese hecho vergonzante para alguien que se jactaba de ser duro; en ese contexto, eso significaba que su coartada de “una noche como cualquier otra” no cuajaba en sus visitantes. Evitó sostenerle demasiado la mirada ¿Dejaría ella escapar, por un error inconsciente, lo que ocultaba en su biblioteca?

 

La mortífaga decidió no concederle a Jeremy una inteligencia que no creía que poseyese. Fue Zoella quien, con el ingenio que a todas luces provenía su sangre Médici, puso en palabras los cabos sueltos que había dejado en el camino por error. Lucrezia rodeó su sillón imperial y frenó su elegante caminar frente a la chimenea. Cogió en su mano derecha el atizador de hierro y movió la leña para avivar el fuego. La incómodamente lógica mención sobre su vestimenta la obligó a contener un respingo; la estruendosa caída de la botella de vino terminó por sentenciar el abrupto final de aquella breve reunión. Su mente no de formular una excusa que la absolviese del envenenamiento de la bebida. Se encontró a si misma contra las cuerdas. Por lo bajo murmuró impiadosos insultos contra Passepartout, quien claramente había fallado al medir la cantidad justa de pócima en el vino. Todo se precipitó de una forma vertiginosa que no había considerado. No esperó para romper el silencio. El tiempo mostraba todo el alcance de su tiranía.

 

- Lo siento mucho, sé que lo entenderán con el tiempo. No quería llegar a esto…no debían visitarme, son un incordio - dijo con tono incisivo al materializar su varita en su zurda - ¡Bombarda!

 

Extendió su brazo izquierdo hacia el punto en el techo bajo el cual se encontraban los Triviani, a excepción de aquel hombre cuya identidad desconocía que se había ubicado en una de las esquinas del salón. El rayó rojizo salió con un impulso inusitado de la punta de su arma mágica y atravesó en un segundo el tramo que lo separaba de su objetivo, cortando el viciado aire y emitiendo un audible pitido. El hechizo no le concedió tiempo a la mafiosa familia italiana para reaccionar a tiempo y evitar el impacto. El estruendo no se limitó a extenderse entre aquellas cuatro paredes; la explosión se hizo sentir en el resto de la edificación, replicándose en cada habitación que conformaba la imponente mansión Di Médici. Los muros retumbaron. Vibraron. Los enormes trozos de piedra comenzaron a precipitarse por simple acción de la gravedad contra el suelo del salón. La madera de los sillones tronó y se quebró al recibir de lleno el impacto de uno de los desprendimientos de techo. Lo último que los azules ojos de la aristócrata lograron contemplar con claridad antes que una nube de polvo lo cubriese todo fue a una adormecida Zoella en los brazos de Jeremy. La llama de la chimenea se extinguió y todo se sumió en oscuridad. Los presentes quedaron a ciegas. Lucrezia contaba con que los Triviani, de alguna forma y otra, saldrían vivos de aquella situación. Ella había ganado tiempo.

 

La joven aristócrata, con la ventaja de conocer de memoria la disposición de su propio hogar, corrió hacia la puerta que llevaba al pasillo por el que había ingresado minutos atrás y la cerró al atravesarla. Comenzó a correr a toda velocidad, desprendiéndose de una vez por todas de su típico porte elegante y cuidado dado que el difícil contexto lo ameritaba. Al pasar junto a su esfinge, que custodiaba los secretos de su cuarto, le indicó con un improvisado ademán que bloqueara el camino hacia la biblioteca; la dócil criatura, que había despertado de su pesado sueño por el estruendo de la explosión, se paró sobre sus gruesas garras y se posicionó a unos metros de la puerta para defender a toda costa a su dueña. En aquella ocasión no habría acertijo que calmase su instinto hostil ni su recelo contra extraños. En la improvisación con la que los hechos la habían conducido a actuar, la Médici había ideado aquello como un simple obstáculo para retener a los Triviani lo más posible dentro del lugar.

 

Al son de sus pasos, las antorchas que Lucrezia iba a dejando atrás se iban apagando. La aristócrata sabía por experiencia propia que la oscuridad era la mejor aliada para un escape exitoso. Al llegar a la entrada de la biblioteca se vio obligada a frenar súbitamente sus firmes pasos. Si en su mente había previsto su encuentro con Sagitas para huir de allí hacia el ministerio, la realidad le respondió con una imagen radicalmente distinta: bajo el portal de aquella sala no solo la esperaba la Potter Blue, también lo hacían Ariane Dumbledore, el elfo que había desmayado solo minutos atrás y un hombre desconocido. Por apenas un segundo, el hartazgo se apoderó de ella ¡¿Acaso nada iba a salir como lo planeado aquella noche?! Sin embargo, era consciente que no tenía tiempo de analizar por qué tantas personas y seres se habían colado en su mansión al mismo tiempo. La ventaja frente a los Triviani, si habían sobrevivido a la lluvia de piedra, no era eterna.

 

- Fulgura Nox.- exclamó, conteniendo su agitación, mientras ejecutaba una floritura circular apuntando hacia la pared más cercana.

 

Una pequeña esfera de luz chispeante apareció en el aire al momento de pronunciar aquellas palabras y replicó contra el muro el movimiento que la aristócrata realizaba con su varita, aunque de una forma mucho más ampliada. Al cerrarse el círculo se formó en su interior un oscuro portal de un tamaño suficiente para recibir personas. Lucrezia, sin mediar palabra alguna, empujó con un efectivo golpe al extraño, haciendo que ingresase a la fuerza dentro del portal. Luego, observando primero a Sagitas y luego a Ariane tratando de transmitirle con su calma mirada cierta tranquilidad sobre lo que les esperaba del otro lado, tomó a ambas de las manos y cruzó aquella vía de escape mágica. El portal se extinguió instantáneamente al cruzar su creadora, dejando al pobre elfito en completa soledad. Bueno, lo acompañaba la esfinge, que no era poco.

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13 de marzo

8:00 hrs

 

 

Aries durmió un par de horas, después de que Kaori dejo el departamento, Sammael había quedado dormido de forma tan tranquila en brazos de Alfred, el demiguise del Black Lestrange, que le dio el tiempo de dormir hasta poco después de que los primeros rayos del sol entraron por la ventana de su habitación. Esa misma mañana, dejó a Sammael al cuidado de Alfred y a Alfred junto con los demás animales a cargo de Fabiano, en pocas palabras había dejado a Sammael al cuidado de Fabiano, pero si le decía eso a su esposa, ella pegaría el grito en el cielo.

 

Abrió un portal a los Jardines de la Black Lestrange, iba buscando a la Matriarca de aquella familia, a su vez se aseguraría que los demás integrantes que conformaban su familia se encontrarán en perfecto estado. Al llegar a los jardines del hogar que le abrió las puertas aun cuando no pertenecía a aquella familia, se encontró de frente con Marie la elfina de Mia.

 

Ey tú! Dile a mi abuela que estoy aquí. —le pidió, pero noto que la pequeña criatura lo miraba y a los segundos miraba el suelo haciendo figuras con su pie, algo le ocultaba, así que sonando un poco más duro de lo que de verdad quería, le exigió saber sobre el paradero de la ex Directora del Banco.

 

Uno de los elfos de la cocina apareció frente al metamorfomago y mirando al demonio dejó caer la noticia como si de una cubetada de agua helada se tratara, estuvo a punto de pedirle que fuera más delicado con darle la noticia a los demás miembros, pero lo mejor era que él hijo de Mia fuese quien les dijera a sus hermanos y sobrinos que Mia Black Lestrange había desaparecido aquella mañana.

 

De la misma forma en que había llegado a la Mansión Black Lestrange, se fue de aquel lugar apareciendo al cruzar el portal en las calles del callejón Diagon, lugar donde esperaba encontrar al menor de los hijos de Mia y favorito, Eobard, en lo que recibía noticias de su esposa, acerca de cómo iban a actuar con la situación actual.

 

@@Eobard Thawne

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Ya. Que entre la llegada de un elfo en medio de esa situación, que la hacía sumamente ridícula, y los comentarios un poco venenosos de sus hijos, Candela estaba hecha. Había decidido guardar silencio todo el rato, desde que entraron a la mansión, incluso hasta el ofrecimiento de las bebidas. La gitana, por supuesto, no había aceptado. Dejó las manos bajas hasta que hubo pasado un momento, para luego mostrar su botellita de ginebra que llevaba consigo dentro del vestido. No le dio ni un sorbo, prefería estar sobria para lo que tenía que hacer. En caso de tener que hacerlo...

 

Pero la muy perra se le adelantó.

 

No importa, Keaton. Lo que hay que entender aquí es que, claramente, Lucrezia hizo mal uso de los huevos. Debe tenerlos podridos... —miró a su hija, totalmente inconsciente en los brazos de Jeremy, y frunció los labios en una clara señal de molestia.

 

No, no le afectaba nada que Zoella haya sido víctima de un pseudo envenenamiento por parte de la rubia; estaba segura de que no iba a matarla. Si entendía algo de la sangre Di Medici, como tantos años atrás había entendido del i****** del padre de su hija, era la desesperación que tenían por no quedarse solos, y Zoella tenía su sangre. Menos que menos que ésta confirmase lo que ella ya había sospechado desde la llegada del elfo idi*** al que Lucrezia desmayó. Había más gente en la mansión y la matriarca los estaba escondiendo. Tampoco le afectaba el que...

 

>> ¡BOMBARDA!

 

Detritus. —bisbiseó la Triviani, con varita en mano, y una fina capa gaseosa la cubrió en el momento justo en el que el techo se le venía encima. Pudo ver cómo los escombros caían estrepitosamente contra el suelo y se deslizaban del lado de la gitana. La protección se extendió a Zoella, quien estaba inconsciente aún y no podría protegerse. Sabía que Jeremy y Keaton actuarían con la misma rapidez. Los Triviani eran pioneros en supervivencia, lo tenían en la sangre.

 

Cuando el techo empezó a escupir nada más que polvo, y el Detritus fue disipándose poco a poco -qué importaba si los invitados de honor de la rubia habían sido testigos del uso de tal hechizo, Candela tendría más razones para darles caza entonces- la matriarca de los Triviani se tomó unos segundos antes de tomar una determinación, pues con ese accionar, Lucrezia sólo acababa de confirmar que había sido ella la chivata.

 

— Bien, bien... —dijo mientras pateaba escombros para liberar su paso.— Pues creo que a la idi*** de Lucrezia le ha faltado huevos, después de todo. —se mordió el labio e hizo de su mano un puño para evitar que siguiese temblando. De hecho, no había notado sino, hasta ese momento, que le temblaba todo el cuerpo.— Por Voldemort, cuando la agarre... no le quedará ni un pelo dorado... Sin ofender. —se apresuró a agregar, con la mirada gris puesta en Zoella.

 

Siguió caminando, con la varita iluminada, hasta una puerta que encontró bastante sospechosa, la tiró y encontró vacía lo que parecía ser una biblioteca. Pero no estaba completamente vacía, allí estaba el elfo al que habían desmayado. Candela fulminó con la mirada a la criatura y se dio media vuelta para volver a donde se encontraban sus hijos.

 

Jeremy, lleva a tu hermana al castillo y luego te encuentras conmigo en el Ministerio. —le dio la espalda y fue hasta la puerta por donde habían entrado.— Keaton, tú vienes conmigo.

 

Ya fuera.

 

Fulgura Nox. —el portal que se abrió los llevaría al Ministerio. Le hizo una señal a su nuero para que lo cruzase y ella cruzó atrás de él.

 

No, no le afectaba nada que les haya tirado el techo encima o que les haya dejado como único testigo un elfo que, seguramente, no entendía qué carajos estaba pasado. No le afectaba tuviese que salir, prácticamente, corriendo de allí para ir a en busca de Aaron -bueno, ésto sí le molestaba, pero en grado menor-. No, nada de eso. Le enojaba la traición.

 

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~ Mosquito ~          Ianello 

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CALLEJÓN DIAGÓN

13 de marzo, alrededor de las 9:00am

Ellie alza las cejas, al escuchar a Hobb manifestar que ya no forma parte del Simposio de Ladrones. No tenía la menor idea, aunque le parece que tampoco hay un motivo por el cual debería haberse enterado. Aunque en teoría varios de los miembros de la Orden del Fénix son sus amigos, los últimos meses se ha mantenido tan distanciada de los asuntos de organización que no ha socializado con ellos más que en las reuniones oficiales de miembros y las reuniones secretas entre ella, Hobb y Kaori. Y durante estos encuentros, no suelen hablar de temas personales, aunque hay mucho que se arrepiente de no haber preguntado: cómo han ido las cosas para Hobb luego de su separación y su elección como líder de la Orden, cómo Kaori se las arregla para atender los asuntos de la Orden y tener tiempo para su esposo e hijo. Ya no habrá oportunidad de hablar de aquellos temas antes tan triviales, antes sin importancia, pero ahora tan llenos de significado: eran, dentro de todo, vidas normales. Y, ahora, todo está por cambiar.

La conversación, a su parecer, se ha ido a lugares oscuros. Luego de leer la misiva, Hobb les informa de lo que sucede en las calles y un plan que comienza a cobrar forma: el asesinato de Aaron Yaxley. Ellie teme que deberán tomar una postura, si aquello se convierte en una amenaza real. Protegerlo sería defender al Ministerio de Magia, defender la ley y el orden y también defender su decisión. Unirse a aquel siniestro plan, los convertiría en asesinos. Y mantener una postura "neutral", sería colaborar en el asesinato de igual forma. De repente, necesita tomar asiento.

—¿No tienes esa tonta caja encima? —le pregunta Ellie a Goderic, decidiendo que prefiere distraer la mente momentáneamente— Puedo echarle un vistazo, aunque no tengo mis herramientas encima. Un favor por otro, a cobrar cuando sea necesario.

Quizás, debe reconsiderar la opción que suele tomar en ese tipo de escenarios: mantenerse al margen. Intenta recordar dónde dejó su pasaporte, si sus maletas están en buen estado para tomar un viaje... Aunque no tiene la menor idea de a dónde podría huir y llevarse a la familia. «Al pasado. Al futuro. A otra dimensión». La voz de Hobb le hace recordar dónde está y lo que se está discutiendo, aunque ya no está segura de que desee estar ahí. Se siente agradecida de poner mantener su mente cerrada.

—A estas alturas, la vida o muerte de Yaxley da igual. Ya todo está en marcha, con o sin él —replica Ellie—. En ese escenario, es mejor no mancharnos las manos con su sangre; tanto esfuerzo, no significaría nada. Por otro lado, ¿cómo saber si en nuestras filas no hay quien lo apoye? ¿Quien comulgue con su decisión? Podemos hacer un discurso muy correcto, pero la verdad es que nuestra postura, cualquiera que sea, tendrá un gran impacto en la Orden del Fénix. Tendrás que prepararte para eso: compañeros que nos darán la espalda, que nos detestarán, que nos acusarán de quien sabe qué... Tienes que entender que esto va más allá de lo que alguna vez consideramos. Y yo me pregunto, honestamente, ¿podremos enfrentarnos a eso?

 

@ @@Goderic Slithering

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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13 DE MARZO

 

-Vaya la de cosas que hago por la familia y porque les tengo tanto cariño que así me lo piden, si no aprovecharía toda esta locura para tomarme unas buenas vacaciones

 

La bruja en aquellos momentos se estaba colocando el chaquetín de medimagia que normalmente llevaba en el bolso de su trabajo pero por las circunstancias se dió cuenta que lo mejor era que ya fuese preparada

 

Hayame se había ido de la casa de los Snape con muchas prisas pero indicándoles con fuerte voz que tenían que estar listas puesto que las iban a necesitar trabajando en la clínica

 

Aparentemente iban a estar esperando una avalancha de personas heridas que iban a requerir de pronta atención y realmente tenía que ser algo super urgente si les había gritado de esa manera

 

-Ashley querida, voy a necesitar que te des prisa si quieres que nos vayamos juntas a la clínica, yo también me sentiría más a salvo si vienes conmigo a que si tengo que ir yo sola por mi cuenta

 

Dijo en voz alta y comenzó a ajustarse el chaquetin alrededor de la delgada figura mientras que iba pensando que iba a necesitar de preparar muchas cosas si iban a tener tantas personas

 

-Creo que lo mejor será pedir a las elfinas que me lleven todas las plantas medicinales de la floristería, nos van a hacer falta si queremos que todo lo necesario este a punto

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http://i.imgur.com/7WhajUW.gif ♥ TE AMAMOS SAGITAS ♥

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