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Calles de Londres


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¿21.30 horas?

 

 

>> Y también revivir a Grindelwald o al Señor Tenebroso, me imagino...<<

Grindelwald...
...................el señor tenebroso...
Gellert Grindelwald.....................
..............................Tom Riddle...¡Voldemort!...


Fueron los comentarios que a pesar del bullicio tras mis últimas palabras, habían desatado el cotilleo dentro del salón; una cuestión que comenzó como un susurro para finalmente terminar a viva voz, algunos mirándose entre sí, pero todos en una cadena que llegó finalmente hasta mis oídos, una secuencia con la atención puesta en uno de los magos a quién yo tenía mucho respeto y admiración (no conocía su afección a la orden) pues había trabajado con él en el cuartel general de Aurores en mi adolescencia y quizás, el manejo de tropas, si lo había adoptado de él. Algo susurraba mientras él me observaba, más no fue eso lo que llamó mi atención -una que escondí en una genuina sonrisa de bienvenida- sino la cercanía de la Malfoy con un...

-¡Gryffindor!...-exclamé mientras el silencio ya se iba apaciguando nuevamente-...¡el león!, ¡el valiente!... porque sí, mi estimado, es una osadía su presencia en éste lugar repleto de familias mágicas, muchas de las cuales no han dejado un buen registro en nuestra historia...-observé al resto mientras enseñaba al brujo con la zurda-...para quienes no le conozcan, el patriarca de una renombrada familia mágica, ¡sus antepasados han de ser historia! y esperemos que él también forme parte de ese legado...-sostuve calculando la ironía en mis palabras, de tal forma que nadie me pudiese malinterpretar, nadie excepto quienes me conocían-... ¡el señor Elvis Gryffindor!...

Los aplausos fueron tímidos de principio, convocando un arduo estruendo luego de que un foco de luz se posicionara sobre el patriarca y heredero del linaje de Godric; su cabello acentuó su brillo, más aún en las canas que pincelaban poco a poco el paso del tiempo por el que alguna vez, había sido mi jefe en el antiguo cuartel de seguridad mágica. Fueron unos cuántos pasos los que dí para acercarme a él, con otro foco que me seguía por donde fuese.

-No vaya a creer usted, eso que se comenta en el lobby de los castillos y mansiones...-le dije al tiempo que me posicionaba entre él y Mackenzie abrazando a ambos por detrás de sus hombros cuando un mago quiso tomarnos una fotografía, quizás para el recuerdo. Sonreí, no sin antes cargar al patriarca Gryffindor con una marca de sangre que me serviría unos pocos minutos, ¿qué eran siete u ocho minutos?. Observé al resto, para y como siempre, responder en conjunto- ... ¡Tom Riddle está muerto! y aunque estuviese vivo, no habría invitado a un mago de sangre...manchada, a ésta reunión. No pretendo revivir el poco temperamento del señor tenebroso, mi estimado mago no, no...eso acabaría por separar lo que hoy en día pretendo ¡unificar!...-realcé con el índice mientras me iba paseando entre brujas y magos. Me detuve tras percatarme que le estaba dando al espalda a mi ex colega del cuartel y a unos pocos metros, me volví a su persona- ...respecto a Gellert Grindelwald, él fue un mago que cometió muchos errores, sí, lo admito, lo asumo y no crea usted que no lo he retroalimentado. Pero el precursor del bien común cometió un error sobre el cuál no pretendo tropezar...-sonreí- ...para mí nada es, ni ha sido simple...

¡Boom!...

Se oyó un estruendo y como de costumbre, en vez de alarmarme, mi rostro se inmutó en plena parquedad. Elevé la mano y del salón salieron alrededor de tres pares de magos y brujas, inquisidores que obviamente estarían infiltrados dentro del salón. Otros se quedarían dentro sin que los demás supieran, entre ellos Charles, mi mano derecha del cuartel inquisidor. ¿Qué habría pasado allí fuera?, ¿quién sería tan necio o necia de entrar a un nido de pureza y altivez con tamaño estruendo?, ¿quién?...

Lo demás fue ocurriendo sin tiempo de respuesta. Tan veloz como la mirada que Candela había fulminado en nuestro hijo, el joven Jeranne Triviani.

-¡Tranquilos!...tranquilos...- repetí un par de veces mientras alzaba las manos para que no perdieran la cabeza-... es obvio que alguien ha violado la seguridad que he propiciado. Lo siento...-solté encogiéndome de hombros con indiferencia. Habían brujas y magos que no tendrían porqué temer; eran fuertes y eso al menos yo, lo sabía- ¿verdad Elvis?, diles que todo está tranquilo...quizás escuchen con más detención a un Gryffindor, cuna de la valentía y todo eso...-sostuve con un ademán de mi diestra, probando también la pequeña marca de la cuál no podría haberse dado cuenta. Probaba la obediencia del libro que había cursado de una manera más diplomática de la que me hubiese gustado; después de todo ¿cómo podría percatarse que fui yo y no uno de los inquisidores que pasó a llevarlo al salir del salón?...¿suerte tal vez?...

No pasaron más de cinco minutos cuando una cabellera rubia se asomó a lo lejos, bajo el umbral de la única puerta de entrada que se abría de par en par. El gentío no me permitía ver su rostro, tal vez por su baja estatura, pero lo que había logrado ver más el tono de su voz, fueron lo justo y necesario para liberar una profunda satisfacción. Lucrezia Di Médici había acudido al palacio Buckingham, y yo estaría feliz de recibirle con los brazos abiertos, para lograr darle una apuñalada en su espalda luego de un abrazo que jamás existiría.

>> Oh, bien, buen escenario. Me gusta la falta de muebles...<<

 

Bajé la mirada con gesto divertido en cuanto hizo el comentario a Sybilla, pero aquél esparcimiento en mi mente solo duró hasta que la bruja alzó un cuerno de Erumpent que sacó de su pequeño bolso de fiesta- uno de piel de moke por supuesto- ¡pero no cualquiera!, sino uno ancestral. Para volarnos a todos en mil pedazos de ser necesario; fue ese el momento en el que volví a mi profunda parquedad, sin perderla de vista a ella ni a su ¡maldito objeto mágico!; sin embargo me causaba cierta gracia por dentro ¡qué manera de gastar cuarenta y cinco mil galleones!. Si fuésemos amigos se lo hubiera celebrado pues era poco para la cantidad de asesinatos que podría cometer aquella noche.

 

Rápidamente la italiana fue capturando miradas, atención y cómo no, atracción. Su voz, su discurso, su figura, parecían ser la perfecta combinación de una cita al departamento de enfermedades y heridas mágicas de San Mungo; claro que en ésta oportunidad, el cruciatus (como habría pasado con los Longbottom hace unas cuántas décadas atrás) no era una maldición expulsada de una varita, sino algo más atrás de la caída del secreto, ¡una guerra!, una mísera guerra que finalmente le dejaría desnuda al resto, por su avaricia, por su traición. Si es que lograba maquinar una embestida más rápida que el maldito cuerno que traía consigo. Sus palabras me daban tiempo.

 

El silencio era su aliado mientras la blonda aristócrata se paseaba, surcando frases entre los presentes, observando a su alrededor con detención ¡tal y como habría hecho yo de estar en su lugar!. ¡Era valiente!, se lo concedía, pero solo hasta el momento que alzó aquella amenaza. Tal vez se habría preguntado porqué no había ningún asiento en el salón, y es que ésto jamás había sido una reunión de cóctel y sabrosos picadillos, sino más bien un augurio de poder con una traición de por medio. La sangre mágica siempre prevalecería en quienes teníamos la osadía de defenderla; ese era el mensaje que para ella no se traduciría a más que verme siempre de pie, vivo o muerto, pero con la varita aferrada a mi cuerpo.

 

Lo siguiente que le agradecería, ya fuese en el lecho de una prematura muerte- tanto mía como suya- era la selección natural, efecto de su despampanante discurso. Muchos se esfumaron más otros muchos se quedaron, sin embargo no dije nada, tampoco moví un dedo para pedirles que lo pensaran mejor, pues ésto que estaba logrando era para verdaderos miembros y amantes de nuestra esencia. Tan solo le seguía con la gélida y gris mirada que tanto me caracterizaba, sopesando que tal vez, en algún universo paralelo hubiésemos logrado juntos, que el mundo ardiera a nuestros pies.

 

Fue entonces que nombró a Grindelwald y Dumbledore, cayendo y creyendo en la misma desgracia que nos tenía hoy por hoy, en un debate por la subsistencia de nuestra gente, de la sociedad mágica y su poder, que poco a poco, se iba perdiendo entre brujas y magos que no servían para más que vivir a la sombra de seres inferiores, sin capacidad de autocuidado ni empatía; si eso nos llevaría a una guerra más allá de la que enfrentábamos con Bulgaria e Italia, yo estaba dispuesto a enfrentar la primera línea...¡cruzarla de ser necesario!.

 

Dejé que se presentase, que citase y que me apuntara con su varita a tal gusto de tenerle frente a frente, con la punta de su arma pegada a mi pecho. Sin dejar de observarnos, erguido, parco y con ambas manos por detrás. Yo no tenía miedo, me había criado en él.

 

>>¿Te gustaría desaparecer antes de tu desaparición o vamos directo a ello?<<

 

-¡Vergüenza!- exclamé tras abofetearla de revés con el dorso de mi diestra, sintiendo la suave mejilla en mi piel, acto preciso para requerir de un simple efecto, "maldición"- ...te presentas aquí, con aires de grandeza, desconociendo una invitación amena, ¡citando a un político muggle! luego de que la historia de la magia nos haya enseñado que no somos nosotros los hostiles...-de ahí en adelante, las cosas comenzarían a salir con un pequeño traspié para ella- ...demostrando a todos la traición a la sangre tras amenazarnos ¡con un maldito cuerno de erumpent ancestral! ¡a familias de gran renombre en Inglaterra! ¡a mis inquisidores que han de tener a sus esposas, esposos e hijos en casa! y con un discurso ¡digno de un miembro de la orden del fénix!...

 

El silencio se había extendido luego del sonoro acto de violencia. No podía dejar pasar una cuestión como aquella a alguien que, más allá de la acusación que le recalcaba, nos había vendido al ministrio italiano, ¡Piero!, ¡el mismo que nos había declarado la guerra tras las profecías que había estado buscando Bulgaria! el mismo que había roto el pacto con mi familia que a fin de cuentas había decidido no traicionarme ni traicionarnos, por un bien mayor ¿cuál era? ¡el derecho que se nos había arrebatado desde un principio!...

 

Varios inquisidores que aún se encontraban en la sala levantaron sus varitas.

 

-¡Alto!...-sentencié a mis propia escolta con la misma mano que había perpetrado la bofetada-...¿te paras aquí, frente a un culto mágico de basta experiencia y conocimiento para jactarte de tus títulos muggles? ¡Lucrezia Di Medici, sexta de su nombre!- remedé con desdén y observé al resto- ¡yo soy Aaron Augustine Black Yaxley y no he conocido a nadie de mi familia en el puesto de Ministro!... no tengo porqué contarte mi historia, bruja traicionera...¡traidora! ....traición a quién te tendió la mano en cuanto pisaste Londres, a tus pares mágicos, a tu familia inglesa, ¡traición cuando decidiste vendernos a Piero y sus ansias de poder, sabiendo que nos había declarado la guerra!...-desenvainé mi varita- adelante italiana, vuela éste lugar en mil pedazos como lo intentaste con los Triviani, haz tu hazaña en éste palacio ¡símbolo inglés! para que nos asesines a todos, a los patriarcas y matriarcas...-observé a Mackenzie en una mirada fugaz- ¡a la presidenta de la confederación internacional de brujas y magos!. Lleva todo ése descalabro a tu país para que en vista de que el velo mágico ya no existe, seas la prófuga que siempre demostraste ser...no soy yo el hostil, no soy yo el que caerá ante Italia,no será solo mi fantasma el que te perseguirá hasta tu último aliento...aristócrata...¡ja!...No saldrías viva de Londres aunque quisieras, si ese es tu pequeño acto de heroísmo para tu líder, yo te ofrezco una familia donde redimir tus pecados...-saqué un pañuelo limpio y blanco de un bolsillo de la túnica y se lo lancé al hombro- límpiate...y haz el favor de callar a éste mago que traes de escolta o Sybilla lo descuartizará aquí dentro...- dicté en cuanto hubo un chico que se alzó en complicidad apuntando a la matriarca de los Macnair- no quiero tener que ordenar sus detenciones por traición...

 

Debía dejar al menos un timbre de agua en el acta de constitución de las familias sagradas.

 

****

 

Momentos antes.

Inquisidores: Bobby, Holly, Michael.

 

-¡Mira mira! Se fue por ese pasillo...

 

-¡Hey señorita!

 

-Madame, ¡madame Potter Blue!- llamó Bobby pero ya era tarde. Por más que el trío de Inquisidores le había seguido, la supuesta bruja se había adentrado en un salón. Recibió un palmetazo en la nuca- ¡por merlín y las santas banshees Holly! ¿qué diablos sucede contigo?...

 

-¡¡Tch!!... mira...

 

-¿qué cosa?...

 

-¡El elfo!...el elfo no puede entrar al salón donde está el ministro y los demás miembros de la casta mágica...

 

-¡ah por él!...-ordenó Michael. Después de todo, era el de más antigüedad.

 

Los tres miembros del cuartel de seguridad mágica se cuadraron ante un par de célebres inquisidores, rangos más altos que el de ellos, y se relajaron una vez que se perdieron en un pasillo.

 

-¡Hey tú!... ¡elfo!- exclamó Bobby entre dientes- ¿Tienes tu invitación ahí?

 

-Así no se hace Bobby...-chistó nuevamente Holly con ganas de pegarle otro manotazo. Se acercó hasta el elfo, se agachó a su altura y sacando su varita le expresó con un tierno gesto de sus facciones- ¿eres el elfo de la señorita Sagitas?, de ser así, queremos saber si venía en estado de ebriedad a una reunión como ésta, ya que si existen inconvenientes nosotros pagaremos por ellos...

 

Los otros dos inquisidores se miraron con una ceja enarcada en ambos rostros y casi volviendo a la criatura y su compañera, oyeron vítores y aplausos dentro del salón. Luego la puerta se abrió y una joven bruja salió con otro tipo.

 

-Bobby...es Arya... Arya Macnair...-susurró Michael con suma excitación. Ambos magos sonrieron con una gran curvatura ¿irían por un autógrafo o algo similar?

 

Holly comenzaba a ponerse roja y a arremangarse la tela de la túnica inquisidora. Se volvió a la criatura que era con la única que podría desquitarse en aquél momento.

 

-¡Tú invitación!, ¡ahora!...- le dijo mientras se ponía de pie y observaba a la bruja Macnair por el rabillo; su acompañante parecía caído del cielo.

 

***

 

Castillo Trivani. Horas antes.

 

-¿Y qué quieres?...-cuestioné a la madre de mis hijos- ¿que te tiren nuevamente la casa encima?...

 

Fue entonces que sentí un leve apretón en los hombros. Era Zoe, mi sobrina (hasta ese momento), quien y al igual que yo, pidió una bebida caliente. El chuck no demoró, como así tampoco la llegada de otro miembro de la...mi...¿mi familia? ¡qué se supone que era ahora! ¿un buen padre de familia? ¡patético!...que...debilidad. Aquella era la constante discusión de mis yo, con diferentes vestimentas y cortes de cabello, pues de algo estaba completamente cuerdo y era de que a veces no lo estaba. El secreto estaba en seguir siempre fuerte con las convicciones, fundamentadas y tratadas claro. ¡Que vida!...

 

La mano derecha de Anne habló, ¿pedía la cabeza de Lucrezia o qué diablos?. Ahí me detuve serenamente a oír a la gitana, ¡pues y tenía razón!. No veía en la blonda italiana un ápice de cariño con su pares, aunque a decir verdad era muy poco lo que le había conocido. Sin embargo, era ese poco el necesario para saber que prácticamente me había observado al espejo... con cierta diferencia fisiológica claro, pero ella y yo...Di Medici podría haber nacido en la cuna de mi familia y tener la misma entereza y habilidad en la palabra, como si yo hubiese nacido en la de ella. Éramos profundos enamorados de nuestros linajes, de nuestras raíces, de nuestra gente, ¡a nuestra manera!, pero enamorados al fin y al cabo.

 

- Ahora te comprendo Candela...-le dije al tiempo que tragaba un sorbo y me quemaba un poco la garganta, tosí- ¡éste café está añejo!...

 

-Es que Aaron pidió un té, señor...- respondió el Chuck. Le observé con recelo y luego intercambié miradas con los presentes.

 

Observé a Jeranne. Mi hijo me recordaba lo callado que fui antes de entrar al cuartel de aurores y trabajar para Seba Granger y Elvis Gryffindor, como también la vez que llegué moribundo al local de pociones que una joven Sybilla había plantado en el callejón Diagon. Miré luego al Chuck, ¡tenía razón!, había pedido té. A fin de cuentas, me reí...

 

-Entonces, ahora sí, prefiero un café...chuck-le dije. ¡Le había dado al nombre!

 

>> Bien, de momento te alegrará saber que tienes al ministro de magia ruso de tu lado<<

 

Le quitaba el tazón a Zoella para darle un sorbo y sacarme el sabor agrio del té. El café era más fuerte, pero por sobretodo, era café ¡maldita bebida adictiva!.

 

-Ten hija...-le dije a la bruja tan solo por una extraña cordialidad de tío a sobrina. "Ruso de tu lado", resonó en mi cabeza- ¿Qué dices?, ¡genial!, ¿podemos ponernos en contacto con ellos y que asistan esta noche solo para reforzar la seguridad?, dile a mis hombres que te hagan caso, yo no lo haré, debes ganártelos... no es porque no quiera- reproché antes que se le ocurriera tirarme la taza por la cabeza-...no tengo tiempo

 

Si había tenido tres hijos con la Zíngara, ella podría convencer a uno de los generales de la seguridad mágica para que ponga hombres a su cargo. Lo tenía más que claro puesto que yo era un testarudo de tomo y lomo; El chuck llegaba con mi café.

 

-Señor...

 

-Qué bien educados tienes a éstos elfos, me caen bien...- mentí. Solo me había agradado la idea de que Rusia estuviese de nuestro lado.

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CASTILLO DE BUCKINGHAM

 

Su nombre pronunciado por el mago a su lado más la pregunta la sacan de sus pensamientos, ¿Cómo se había metido en semejante asunto? Simple buscando respuestas y vaya que las encontró, ahora estaba metida hasta el cuello en ella, asintió al hombre y enarco una ceja al escuchar vestido soltó un bufido mientras volvía a asentir.

 

-¿Quieres una muñequita provoca infartos? O ¿una desalmada? Ve a ponerte bella pedazo de infeliz lo vio perderse en el baño.

 

Ella opto por hacer lo mismo, antes de desaparecer del ministerio le había pedido al elfo de su familia el único vestido que no había destruido y solo porque la desalmada de su hermana lo había hechizado tanto para que se quedara en su lugar como para que la bruja no pudiese deshacerse de el. Este era con el que había inaugurado el Magic y del cual le daba algo de nostalgia, agradecía haber bajado el sobrepeso de antaño para poder lucirlo con gracia, la mala alimentación y los trabajos de campo, le habían torneado las piernas y afinado la cintura, odio ese atuendo blanco con detalles dorados en cuanto lo sintió en su piel. vestido.

 

-Claro caballero- le dijo al muchacho ya cambiado

 

Sintió las manos del joven rodear su cuerpo y se tenso, trato de mantener la calma pues el chico no era el objetivo de esa noche, aunque la Black estaba segura que si le volvía a poner un dedo un conjuro sin querer le caería encima, paso a la sala dándose cuenta de la cantidad de magos y brujas que asistieron, se situaron a la vista, parecía que la estrategia era pasar desapercibidos, Alegna hubiese querido quedarse atrás de todos, para tener una vista mas amplia del lugar y no esa que se limitaba. La chica sintió unos labios cálidos en su mejilla, observo al hombre que le sonreía y con la mejor sonrisa que su casta le había heredado lo tomo del cuello susurrando en su oído

 

-Si quieres seguir siendo el activo en una relación mas te vale dejar de toquetearme porque olvidare el trato y cambiare de objetivo Grayson- se sentó mas erguida sonriendo coquetamente disimulando la ira que ya tenia.

 

El hombre en cuestión estaba hablando a viva voz dando sus puntos de vista y esperanza de futuros que no estaban previstos con la antigua legislación, pero el estruendo y las personas en movimiento fueron el detonante, camino al contrario de Grayson dejando caer esa semilla en la puerta pero no quedándose cerca sino avanzo mas hacia el escenario donde vio mas de cerca a los que allí se encontraban. Se detuvo con un nudo en la garganta, conocía a varios de los que estaban a allí presente aunque su mente se negara a ayudarla, hasta sintió un comezón en su antebrazo izquierdo, se arremango la manga viendo su piel sin muestras de nada, pero con la intriga de que algo debiera estar en ese lugar.

 

Sonrió ante las palabras del mago y su temple ya que no demostraba temor o ira alguna ante tal interrupción, la chica no era est****a y espero paciente a que todo fluyera, no le pagaban demasiado para morir ante una causa que ni siquiera tenia idea hasta hace media hora atrás, se reclino en la pared olvidando por completo la postura de niña bien y cruzo sus brazos en su pecho.

 

-¿Por qué diablos lo eligieron si ahora hacen un motín? la pregunta quedo en el aire y hasta estuvo tentada de codear al que estuviese al lado para que le sacar la duda.

Editado por Alegna Black

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Palacio de Buckingham

Todo se va a la shit tan rápido que no nos dimos cuenta :3

 

 

Bufé hacia Hades y me giré justo a tiempo para ver en los ojos de Arya que algo había colapsado dentro de ella mientras Aaron dirigía su discurso hacia Mackenzie, de nuevo, por suerte Aidan había acudido como un perro fiel y se la estaba llevando de la sala. Sus ojos se cruzaron con los míos de forma breve, acusadora, como si yo fuera la causante de aquel malestar de alguien tan errática como Arya Macnair. Apreté los puños tan fuerte que sentí de nuevo las uñas clavarse en las palmas y suspiré, despacio, evitando que se notara demasiado mi malestar, porque una pequeña, pequeñísima parte de mí, sí sentía culpabilidad ante esa mirada, aunque no entendía por qué.

 

-Si intentas arrastrarme a una de las habitaciones del palacio, es probable que algunos Inquisidores quieran unirse- solté, jocosa-. ¿Y qué crees que hago yo aquí? ¿Crees que vendría como cerdo al matadero sólo por diversión?- inquirí y luego hice un gesto hacia un lado con la cabeza-. Bueno, quizá lo haría... en otras circunstancias- bromee, pensando en lo lindo que sería volver a sentir la máscara plateada sobre mi rostro.

 

Entonces, una respuesta a mi imprudente incursión estalló en mi cabeza, sin llegar a traspasar las barreras protectoras de mis pensamientos, pero si dando un roce tan fuerte que supe que me había metido con la persona incorrecta. No estaba intentando dilucidar todos sus pensamientos, desde luego, sólo los de la superficie, pero hasta esos guardaba con recelo y, aunque su postura corporal y expresiones escondidas intentaban apartar la atención de sus verdaderas intenciones, yo podía darme cuenta que claramente no estaba diciendo todo lo que pensaba. Sonreí. No supe por qué pero sonreí, mirándola y luego le guiñé un ojo. <<Mantén a tus enemigos aún más cerca>> fue el único pensamiento que dejé que fluyera lejos de la barrera, mientras dirigía ahora mi mirada a la figura masculina a su lado: Elvis Gryffindor, a quien saludé con un breve asentimiento.

 

Sentí, entonces, la mano de Hades rozando la mía.

 

>>Tengo un mal presentimiento macnair, es como si ya hubiera visto esto antes << me dijo. Estuve de acuerdo.

 

<<Tenemos que irnos>> abrí mi mente sólo para Hades y se lo comuniqué de forma telepática. <<Esto se va a poner peligroso de un momento a otro>> sin tapujos, me tomé la barriga con ambas manos, mientras por la zurda iba deslizándose sutilmente la varita desde donde la resguardaba en el fundillo de la manga, y comencé a dirigirme hacia las puertas por las que había visto salir a Arya un momento antes y por las que Juliette había cruzado, esperando quizá poder intercambiar algunas palabras con su hermana.

 

Pero la intención de irse se vio frustrada por el estruendo que se extendió por los corredores externos a la sala donde nos encontrábamos. Instintivamente, extraje la varita completamente y encaré la puerta por la que había pensando salir, totalmente consciente de que el hombre a mi lado estaría haciendo lo mismo que yo. El Collar para Avisar Peligro que portaba en mi cuello comenzó a brillar con tonos rojizos, lo que indicaba claramente un peligro cercano más no uno a la familia (ese brillaba con tonalidades azules). Los pazos de tacones se hicieron eco en la enmutecida multitud, que se había quedado quieta al ver que no sólo yo desenfundaba la varita, sino también los Inquisidores que había en las otras puertas y los que se encontraban a espaldas, ya, del Ministro de Magia.

 

El saludo de Lucrezia, con exagerada simpatía y seguido por los pasos de un muchacho (Dick) era toda la alarma que necesitaba que sonara en aquel momento.

 

-¿Qué mie.rda estás haciendo?- pregunté, girándome hacia su espalda mientras la escuchaba hablar, al sacar un cuerno de erumpent ancestral de su bolsito de moke.

 

Pero ella no respondió, ubicó sus pasos hacia el centro de la sala del palacio y comenzó a hablar. Mis pies, como si tuvieran vida propia, la siguieron de cerca y apunté a Shember directo hacia ella. ¡Lucrezia! Quería gritarle. ¡Corre est.úpida! Pero no lo hice. No me salieron las palabras y seguí allí, plantada, apuntando a la rubia con mi varita mientras sabía que Hades me cuidaba la espalda, como siempre lo haría mientras siguiera con vida. Porque yo sabía algo que quizá, en su ansia por captar las miradas de los que no nos habíamos ido corriendo como cobardes, ella había pasado por alto: Aaron no estaba sorprendido. ¡Ni un gramo de sorpresa en su rostro! Era como si hubiese estado esperando que todo eso sucediera.

 

Y, entonces, ¡PLAF! El cachetazo resonó tras el silencio que se había apoderado, nuevamente, del palacio, al haber concluido Di Medici con su discurso disuasor -para nosotros-. Aaron comenzó a escupir palabra tras palabra y cada una de ellas era una puñalada para mí, quien tenía en alta estima a Lucrezia. ¡Partidaria de Italia! No podía creerlo, no quería creerlo y mi mente comenzó a divagar por lo que Yaxley decía hasta que se detuvo en una frase:

 

>>...y haz el favor de callar a éste mago que traes de escolta o Sybilla lo descuartizará aquí dentro... no quiero tener que ordenar sus detenciones por traición...<<

 

Fue entonces cuando noté que un muchacho me había estado apuntando con la varita, el que había hablado luego de las palabras de Lucrezia y antes de la bofetada de Aaron, aunque no pude escuchar bien qué era lo que decía porque me encontraba concentrada en la espalda de la rubia. Pero el que sí lo había notado era Hades y si no hubiera sabido que era un vampiro, hubiera pensado que era un toro enojado por la forma que tenía de respirar, fuerte y totalmente innecesaria ya que él no necesitaba de aire para subsistir.

 

-Llevo décadas sin descuartizar... quizá olvide por dónde tengo que hacer los cortes- comenté de forma que sólo llegaría el comentario a los principales actores del medio del salón.

 

 

@@Arya Macnair @@Hades Ragnarok @@Juliette Macnair @@Lucrezia Di Medici @

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El vampiro se mantuvo atento a la Macnair escuchando como los latidos de su corazón cambiaban. Le pareció extraño porque él no era el causante de aquello, si bien, cuando él hacía de las suyas con la Macnair disfrutaba de hacer desastres con su resistencia y su corazón, aquella vez la cosa era muy diferente. Observo hacia donde miraba la oji verde para notar la mirada de Arya. Bufo por lo bajo pero no digo absolutamente nada.

 

Dibujo una mueca divertida ante los comentarios de la ex vampiresa para seguir observando a los presentes, principalmente a Mackenzie y a Aaron quien con aquel discurso estaba terminando de agitar las aguas y no de buena manera, esperando el momento en que todo aquello explotara en la cara de todos y se hiciera el caos. Poco a poco el ambiente se fue caldeando, los murmullos se hicieron cada vez más fuertes. El rostro de las personas, patriarcas y matriarcas reunidas allí y de los presentes estaba cambiando de paz y tranquilas a enervadas y peligrosas. Si bien, deseaba quedarse allí para quitar del camino a muchas personas o para hacer sus investigaciones la prioridad era la Macnair y aquella criatura que estaba con ella. Claro estaba, si se lo decía comenzaría la eterna discusión y por millonésima primera vez tendrían la discusión de que ella se sabía cuidar sola, que era una chica grande, que había vivido muchísimos años y bla bla bla, y en aquel momento, aunque quisiera molestarla con el tema no era el sitio.

 

-Bueno, si algún inquisidor es una hermosa chica quizás no me opondría –dijo para simplemente ponerla un poquito celosa, aunque sospechaba que el que saldría perdiendo en todo aquello era él- sabes cómo me gusta torturar a las damiselas –sonrió.

 

Escucho el pensamiento de la Macnair quien abrió la comunicación lo suficiente como para que el pudiera leer sus pensamientos. Asintió casi imperceptiblemente.

 

-<<Tus deseos son ordenes>> -respondió sabiendo que la Macnair esperaría una respuesta de él para luego volver a cerrar su mente -<<Mi instinto me dice que esto será un caos de un momento a otro, puedo sentirlo>>

 

Aquello ya había sido suficiente para ambos, la Macnair había cerrado otra vez su mente y el vampiro estaba preparado. Podría el Ragnarok adivinar los movimientos de la Macnair en caso de que comenzaran los ataques?, esperaba que sí. Comenzaron a caminar como quien no quería la cosa, como si fueran a buscar una bebida para luego seguir con aquella reunión cuando escucho la explosión. Un segundo después la varita del vampiro ya se encontraba en su mano diestra mientras el hijo de la noche rozaba la mano libre de la Macnair.

 

Cuando sucedió aquella disputa con Lucrecia el cainita supo que definitivamente aquello se había salido de control. Los latidos de la Macnair eran mucho más acelerados. Nada bueno. Lo sucedido con Aaron quien no parecía sorprendido en lo más mínimo y Lucrezia fue como si estuviera sucediendo en cámara lenta.

 

-Adiós al ojo de la tormenta –susurro el vampiro sabiendo que Cissy lo escucharía. Al menos el Ragnarok no estaba allí como él mismo, estaba aun bajo la influencia de su habilidad metamorfomaga.

 

Observo lo que estaba a su alrededor con el rabillo del ojo estudiando la situación para saber exactamente en qué momento actuar, pero capto algo realmente importante y poso sus orbes oscuros como el abismo en quien había dicho aquellas palabras. “...y haz el favor de callar a éste mago que traes de escolta o Sybilla lo descuartizará aquí dentro... no quiero tener que ordenar sus detenciones por traición...”. En aquel momento el hijo de la noche simplemente perdió el control al ver como alguien osaba apuntar a la ex vampiresa. Pudo sentir como aquella ira que había estado guardando en el centro de su pecho comenzaba a colarse por cada una de sus células, su aura comenzaba a tornarse cada vez más oscura, un presagio de muerte.

 

Un brillo de intensa maldad apareció en sus ojos y una sonrisa sádica en su faz. Aun, en aquella forma que había elegido el Ragnarok podía saborear su propia ponzoña apuntando a aquel que había levantado la varita contra su prometida. Si el Grayson quería jugar lo haría, y estaba seguro que aquello no le agradaría a nadie. Su forma de respirar en aquel momento no era normal, aunque era vampiro y no necesitaba el vital gas, aquella ira contenida había causado que el vampiro respirará como alguna vez habría dicho Cissy… “Como un toro enfadado”… pero aquello era mucho peor.

 

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Palacio de Buckingham

Reunión de los 28 Sagrados

21:00 horas corriendo.

 

 

El vampiro venia fijándose en lo concurrido de la reunión, todos parecían expectantes con sus trajes de gala. Como si esperaran que estallara todo de un momento a otro. Borro la súbita sonrisa de su rostro cuando cruzo unos segundos la mirada con Zoella. Asintió a las palabras de la gitana, dando a entender que había escuchado las indicaciones, aunque la miro ceñudo al notar que lo usaba de paloma mensajera. ¿A eso habían llegado?

 

-Iré, pero solo porque quiero saludarlo -Mintió descaradamente, mientras se alejaba de su familia para acercarse a su padre.

 

Aaron estaba rodeado de gente, reconoció a muchos de ellos, pero apenas saludo con un movimiento de cabeza. No quería ser maleducado, pero tampoco quería quedarse a entablar conversación con muchas personas. Estaba por decirle algo a su padre, cuando ocurrió todo junto. un sonido de explosión hizo que muchos gritos se empezaran a escuchar al mismo tiempo. Lucrezia apareció en medio del tumulto como si fuera la anfitriona del lugar, y para colmo, no pudieron hacer mucho. Un Cuerno de Erumpent que la Di Medici uso de escudo, les marcaba el limite hasta donde podían jugar.

 

"Se volvió loca" pensó sacando su varita para apuntarle al pecho. Por un breve momento las ganas de que estallaran todos al infierno fue extremadamente tentadora. Pero estando presente su madre y la madre de sus hijos, no se atrevió a hacer nada mas que estar en posición defensiva. Sin embargo, Aaron lejos de asustarse le puso los puntos sobre las Ies a Lucrezia, si, con golpe incluido.

 

-¡Estas en desventaja, Di Medici! Si continuas con esto, perderás mucho mas que la dignidad -Replicó Jeremy -Baja el cuerno y la varita.

 

 

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Marzo 13, horas de la tarde

Chateu Dumbledore

 

Estaba de pie en la puerta del Chateu Dumbledore dándoles un abrazo a mis hijos antes de que partieran hacia Francia, al Castillo donde habitaban los Lever en Paris, Chateau de Malmaison. Con dolor y preocupación enviaba a todos los 4 adolecentes: Mis dos hijos y los dos protegidos de Lucrezia, estando fuera de Inglaterra estarían protegidos de cualquiera retaliación a causa de las acciones que el día anterior su tutora había realizado en contra de las locuras del Ministro y sus erróneas ideas. Luna Cristal se había disgustado por la decisión y trato de desafiar mi autoridad pero el joven Zabini, le había hecho entrar en razón, cosa que le agradecía demasiado. Despedí a cada uno de ellos con un beso, hasta a Lex le había besado en la mejilla y suplicado cuidarlos a ellos tres y a mi otro hijo, Reiven, al que ya había avisado de la situación y se dirigía a París.

 

Mis dos elfos los trasladaros tras el crack de la desaparición sentí que el corazón se me partía en dos, no me gustaba separarme de ellos, pero era imposible evitarlo, ellos debían estar en un lugar seguro y Chateu Malmaison tenía los suficientes hechizos de protección para tenerlos seguros hasta que volviera con ellos, si es que podía volver. No era ciega, lo que Lucrezia y yo íbamos a hacer esta noche en la reunión de los sagrados 28 era los más parecido a inmolarse por una creencia. Pero así fuera no la dejaría sola en esto, la quería demasiado para abandonarla a su suerte, además que una idea recurrente en mi cabeza me hacía pensar en Thiago, ellos se amaban y el merecía ser feliz y estaba más que claro que cuando el pudiera volver ella sería su felicidad.

 

Subí pronto, el baño ya estaba listo y me sumergí en la tibia agua que estaba dispuesta con pétalos de azucenas, estaba dispuesta a relajar mi cabeza y además no iría desarreglada a la reunión de los Sacred 28, habían citado a los patriarcas de todas las familias de Ottery y pues iría en representación de mi familia. Un tiempos después de salir de la tina me vi frente el espejo de pie había elegido un vestido gris largo con abertura en la pierna y cómodo, la idea de la abertura era poder desplazarme con más prisa sin dañar el vestido y también porque mi porta varita y mi navaja multiusos estaban ubicados muy estratégicamente en un porta varita que estaba atado a mi pierna izquierda que iba cubierta por el vestido. El cabello suelto para dejar pleno mi belleza, esa era otra arma de la cual tendríamos que valernos ambas, y al ser vampiro seguro que no sería difícil.

 

Antes de desaparecerme rumbo al palacio de Buckingham, envié una misiva escrita para mi querida cuñada Sagitas, diciéndole lo que haríamos con Lucrezia en Londres y que por favor no acudiera a la cita de citación del Ministro, que de seguro también le había llegado al ser la matriarca de la familia Ojoloco.

 

 

Exterior del Palacio de Buckingham , 9 de la noche

 

Las luces de los faros de Londres hacían ver al Palacio de Buckingham con sombras y destellos bastante singulares, era un edificio muy claro en el día pero en la noche se le veía algo lúgubre, un suave crack sonó y la figura de la Dumbledore se dejó ver entre las sombras, estaba esperando que su querida amiga arribara a su reunión, unos minutos después Lucrezia apareció a unos metros de ella y acudió al encuentro. La rubia estaba magnifica con un vestido verde que quitaba el aliento, con un gesto de sorpresa le hice notar lo bella que estaba.

 

-Te vez fabulosa, creo que el querer asesinar al Ministro te da una luz especial en tus ojos

 

Bromee con ella sobre el asunto, mientras le besaba las mejillas, era una persona a la que apreciaba demasiado y quería que estuviera muy bien, por eso me había sumado a su justa empresa, aunque no estuviera de acuerdo que el Ministro Italiano la hubiese puesto en tal peligro.

 

-Estuve observando que solo hay algunos inquisidores y en aquel punto es el acceso que tienen habilitado para la reunión, así que vamos a entrar con nuestras invitaciones madame

 

La última palabra la acentué con gracia y perfecto acento francés, quería que en medio de todo lo que venía estuviera relajada ingresamos mostrando las invitaciones, pero más adelante otros guardias conocían la identidad de Lucrezia y seguramente habían sido alertados por el ministro, por lo que nos escabullimos por algunos lugares del jardín y allí debíamos de dirigirnos hacia el salón donde estaba llevándose a cabo ya la reunión. Lucrezia me guió por varios pasillos hasta que llegamos al salón, luego de varios enfrentamientos con algunos inquisidores y estruendosa bomba.

 

Cuando me dijo que me quedase en la entrada, se me encogió el corazón por un instante, tomadas de las manos no pude más que tratar de evitar que notara mi enrome preocupación por lo que ella debía hacer, en ese momento quede en silencio, pero ya a unos centímetros de mí no pude evitar decirle

 

- Tienes que regresar por mí, además Thiago no me lo perdonaría si te pasa algo, él está vivo y estoy segura que lo sabes, que vendrá a ser una familia con los chicos y a tu lado.

 

Con mi varita en la mano me quede esperando en aquella puerta a que si alguien quería entrar no lo lograra y así permitir que Lucrezia llevara esta empresa a su fin, si con la muerte de Aaron por fin lograríamos tranquilidad, al menos por un tiempo.

 

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Editado por Ada Camille Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Reunión de los Sagrados Veintiocho.

Palacio de Buckingham.

13 Marzo, noche.

 

Aquella espera me estaba aburriendo demasiado. Pero estaba seguro que no iba a permanecer mucho tiempo más asi. Y realmente es pasó, porque al parecer la gente se estaba amuchando y a la vez, estaban metiéndose cada vez más en ése monólogo de parte del primer Ministro. Levanté la cabeza al ver que éste pudo reconocerme, porque estaba aclamando mi nombre y logró que lo mirara seriamente con una ceja levantada.

 

¿Qué le sucedía? Mi ceja quedó un poco más levantada al escuchar aquella presentación.

 

¿Hacía falta contarle la verdadera unión de los Gryffindor? No. Solamente me limité a comentarle con un “gracias, señor Ministro” porque si de algo estaba seguro, era que jamás iba a perder mis modales. El joven mandatario se acercó a Mackenzie y a mi, y no sólo que no dejó de hablar ni un segundo, sino que se acercaba cada vez más e incluso se pegaba a nosotros.

 

Pero un ruido hizo que algunos miremos a ambos lados intentando buscar el origen. Mientras algunos se incomodaban un poco deduciendo qué podría haber sido, mi mente fue directamente hacia un solo objetivo. Me hizo acordar a cuando una corazonada te obliga a hablar y a hacer lo que se te cruzaba en ése momento. ¿Por qué estaba haciéndole caso a Aaron?

 

— ¡Calma! Calma, por favor. Ya seguramente la seguridad está buscando el origen del ruido. Todo se encuentra bien.

 

Algunas personas quizás no me escuchaban pero mi voz resonó en aquella habitación intentando calmar las ansiedades. Y así como vinieron abruptamente las ganas de calmar a todos, se fueron, como si jamás hubiera pensado en ello. Aún asi busqué en una o dos ventanas para ver si lograba ver algo. En ése movimiento, pude darme cuenta que Cissy Macnair. ¡Wow! Hacia demasiado tiempo que no la veía. Imité su saludo y le dirigí una reverencia con la cabeza.

 

Pasaban muchas cosas. Y quizás algunas preguntas que iban surgiendo, se respondieron por si solas cuando por la puerta entró aquella bruja rubia de la Di Médici. Era la segunda vez que la veía entrar en un sitio siendo que detrás de ella la perseguía la desgracia.

 

Aaron y Lucrezia mostraron allí su rivalidad. Ella al final mostró su lado más psicótico, amenazando a casi todos con aquel cuerno de erumpent. Se me erizó el cabello que crecía por mi nuca. Claramente que mi varita estaba lista en mi mano. Pero no podía pensar con claridad sin saber que el resultado sería el mismo: el palacio de Buckingham destrozado. Y por el otro lado, Aaron regodeándose de su puesto y de todas las amenazas que podía hacer.

 

De todas las cosas que podían ocurrir, estaba siendo claro que era escenario de dos intereses que chocaban allí mismo. Me acerqué a Mackenzie a su lado y le susurré.

 

— ¿Qué vamos a hacer?

 

Como toda idea que tenía de aquellas reuniones, se estaba cumpliendo. Solamente algunas personas se habían ido, pero las que se habían quedado tenían un objetivo en común. Miré a la ex viceministra. Jamás había peleado a su lado, pero mi experiencia me enseñaba que estábamos un poco limitados con las opciones.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Palacio de Buckingham,

13 de marzo, 21:00 hrs aprox.

 

 

 

 

⸺ "¿Qué les pasa a todos hoy?"

 

Escuché atentamente las palabras de la matriarca, encogiendo ligeramente mis hombros en señal de respuesta para luego ver cómo mi hermana dejaba un camino de gente molesta mientras su flamante cabello se perdía entre sus capas; suspiré un poco, presentía que las cosas acabarían mal. Caminé tranquilamente al lado de Castalia, con las manos enguantadas y ocultas en los bolsillos de mi túnica borgoña, el vestido negro y bien ceñido a las curvas de mi cuerpo tenían la peculiaridad de verse elegante pero al mismo tiempo ser lo suficientemente cómodo por si se libraba una batalla en plena reunión. Infaltable, cabía destacar, el choker azabache de seda que rodeaba mi delgado cuello, con una piedra ónix colgando de él para darle ese aire gótico que tanto parecía fascinarme. Choker, hechizado por supuesto, y es que aún cuando me hubiese retirado de la Marca, mi identidad se ocultaba siempre bajo mis encantamientos de ilusión que ejercía sobre pequeños objetos que adornaban mi cuerpo.

 

Me quedé lo suficientemente lejos como para no ser rozada por impuros, pero también, lo suficientemente cerca como para detallar las facciones del mago Black mientras era interrumpido por Arya y su temperamento. Detalle el color grisáceo de sus ojos, la forma en la que se movían sus labios al hablar con tal ironía, también el cómo es que alzaba sus brazos, extendía sus palmas con una humildad tan falsa que me dieron nauseas. Fije también en como llenaba el escenario que hubo puesto entre la multitud de magos y brujas, que a pesar de sus diferentes ideologías, compartían algo que incluso yo misma sentía; incertidumbre.

 

Desconcierto.

 

⸺ " (...) jamás debieron y deben ser ellos, sino nosotros ¡nuestra gente! (...) ¡Volveremos a constituir a las familias sagradas!"

 

 

Sentí que mis oídos comenzaron a taparse poquito a poco, como la luz se hacía mas y mas pequeña frente a mi [ ... ] que loca es la mente humana, que cuando se ve perturbada, utiliza todos sus mecanismos cerebrales para proteger al individuo de la realidad tan dura, solo que a veces, en reiteradas ocasiones, se le va la mano y genera diferentes reacciones corporales difíciles de controlar. La respiración me faltaba. Era como si todos los presentes tomaran bocanas de aire y este fuese limitado para todos. Mi frente transpiraba, era tal el calor que sentía, que tuve que abrir la túnica un tantito para alejarme del fuego.

 

Él.

 

¿Pero que estaba ocurriendo? ¿Cómo fue que llegamos a esto? Cuando vi a mi tía distraída con un señor de dudosa procedencia a quien no reconocía, fue cuando decidí que alejarme aún mas de todos era la mejor decisión; di zancadas largas y rápidas. Apoyando mi anatomía contra una de las paredes para observar detenidamente lo que estaba pasando realmente en toda esa reunión. Quizá no era un ataque de ansiedad, quizá, sólo eran los latidos eufóricos de mi corazón avecinando que pronto, ese órgano latiendo de vida terminaría destrozado en cosa de segundos.

 

Y todo ocurrió rápido.

 

Magos y brujas acribillando a Aaron con preguntas que él, por supuesto, intentaba contestar con la calma y la vanidad de su casta. Para luego culminar con Lucrezia apareciendo cual reina en medio de todos, dando un discurso digno de los años vividos en esta tierra, pero provocando abiertamente al mago que mis ojos veían con horror. No es que me sorprendiera, no. Siempre supe quién era o en lo grande que se convertiría, sólo que jamás, pero jamás vi venir, que en el transcurso lo perdería.

 

⸺ Lo siento, no puedo ver esto, sácame de aquí. ⸺murmuré hacia Drovik, girando sobre mis talones y ocultando mi terso rostro bajo la oscuridad de la capucha; sentí como la sombra agarró mi brazo y me detenía de golpe.

 

⸺ "Arya te necesita, no puedes irte ahora. ⸺sentí su rojiza mirada sobre mis esmeralda y asentí.⸺ Vamos por ella".

 

 

 

[ ... ]

 

 

⸺ ¡Arya Macnair!

Exclamé fuerte en medio del pasillo, Aiden sostenía su menudo cuerpo ayudándola a no resbalar o quizá, protegiéndola de quién sabe que fuerza. Quité con las yemas de mis dedos la capucha que minutos atrás me había puesto, minutos en donde todo parecía explotar lentamente ahí dentro, pero minutos clave de decisión que me permitieron salir antes de que la verdadera guerra de sangre comenzara. Mi rostro se iluminó inmediatamente con la luz de la luna, generando que el tono esmeralda de mis ojos se desvaneciera como arena entre los dedos, el encantamiento había culminado y ahora, un brillante tono dorado inundaba mi mirada.

 

⸺ ¿Me dirás qué c.ar.aj.os pasó? Me atacaste horas atrás en el Hospital, me llamaste Hathor... ⸺el sólo susurro de mi verdadero ser erizó mi piel y tuve que torcer mi cuello para calmar el nerviosismo, que como corriente eléctrica se concentraba en las partes mas sensibles de mi cuerpo.⸺ Escuché que llamaste a Castalia... ⸺fruncí el ceño ⸺ Sybilla, cómo sea, con otro nombre.

 

En realidad no sabía qué se suponía estaba diciendo, quizá eran demasiadas cosas juntas para un sólo día y yo estaba vomitando todo lo que me había guardado. Detuve mi mano contra mi pecho, mientras que con la otra apuntaba dentro del Palacio, sintiendo esa pequeña capa cristalina invadir mis ojos lentamente.

 

⸺ Ahí dentro están todos locos, no puedo... ⸺paré unos segundos para agarrar la fuerza que necesitaba⸺ no se qué sucede conmigo, pero no voy a permitir que maten a las personas que tú y yo protegemos, no permitiré que te hagan daño Arya.⸺ me acerqué a zancadas hasta llegar frente a ella, agarrarla por los hombros y obligarla a que me mirara detenidamente a los ojos.⸺ Ya no soy una niña, no me importa si soy la menor de los Macnair, no permitiré que te hagan daño, ¿entiendes? Así tenga que acabar con...

 

Cerré los ojos.

No tenía la valentía de nombrarle.

 

 

 

 

 

 

 

@@Arya Macnair
@@Lucrezia Di Medici

@

@

improvisando y juntando nivel Dios.
Los amo.

Editado por Juliette Macnair

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Tenía la frente apoyada en el pecho de Aidan cuando oyó su nombre. Aquel que sus padres le otorgaron al nacer, ahora brotaba por los labios de Juliette. Giró sin hacerla esperar demasiado, lento muy lento, con la vergüenza punzando sus rosadas mejillas. Desde que Castalia y los gemelos se habían marchado al Norte estaba demasiado susceptible, y en ese preciso momento quiso llorar.


Más la bruja no le dió demasiado tiempo ello. Pronto soltó un discurso realista, del otro lado de la puerta Aaron había citado una reunión importante que acabó casi en un circo, aunque Arya no comprendía la gravedad del peligro expuesto por su hermana. Luego, casi con violencia, se acercó a ella y la tomó por el hombro. Se sintió obligada a verla directamente a los ojos, y ahí sí, las lágrimas corrieron mejilla abajo, empapando su mentón.


La explosión fue lo próximo que escucharon, una leve y seca que agudizó los pocos sentidos que las brujas poseían. —He estado un poco confundida éste tiempo, no me juzgues, por favor. En tu ausencia ausencia demasiado fue lo sucedido.


Tirando de su codo la atrajo hacia sí. La abrazó tan fuerte que podría haberla dejado sin aire, con la espalda aún apoyada en el pecho de Aidan, su pared,su tope, su sostén. Pensar en aquello y con la calidez de Juliette ingresando por cada uno de sus poros, le hizo sentir invencible. Cada una de las piezas torcidas que por años intentó encajar, ahora lo hacían sin esfuerzo. Faltaba Pik para completar la ecuación, y por primera vez se permitió admitir que le echaba muchísimo de menos, gruñón, insoportable y desalmado cómo era, era su padre.


—Y yo te protegeré a ti, así ya no seas una niña.


Le susurró al oído antes de soltarla. Acto seguido giró, grácil como una bailarina, y besó al vampiro, quién se sorprendió, pues hasta entonces habían mantenido lo suyo en privado, aunque Sybilla lo sospechaba si no lo sabía ya, y a Castalia le había contado su propia sobrina; acababa de hacerlo público delante de un Macnair.


Enlistó su varita y apuntó a Juliette, después a sí misma. Ambos cuerpos se vieron cubiertos por una preciosa túnica azul, como la de los conciliadores que solía usar Cissy, ceñidas al cuello con el broche de la familia, las fauces de un Nundu.


—Fulgura Nox. Dijo para sí, abriendo un portal en el que zambulló a su hermana.


Sabía que Aidan actuaría por su cuenta, aquello necesitaba hacerlo sola. Aunando un poco de la magia que le quedaba. Un segundo después, las hermanas Macnair aparecieron detrás de Aaron Black Yaxley, posando una mano sobre los hombros del Ministro. Todas las miradas estaban puestas en Lucrezia, quién de manera excesiva, amenazaba con volarlos a todos en pedazos, cosa que no podría suceder ¿Cómo no escocía la marca en su antebrazo? Atentar contra la vida de un compañero no estaba en la mente de ningún Mortífago. A menos que fuese un show, no le sería perdonada tamaña traición.


—¡Relashio!— Exclamó a viva voz, y cientos de chispas manaron de su varita como pequeños fuegos artificiales que no quemaban, solo llamaban la atención hacia su dirección.


Dio un paso al frente mientras los ojos de todos viajaban desde ella hasta Lucrezia y viceversa.


—Creo que ésta reunión se ha dilatado demasiado y perdido el rumbo. Las familias presentes hemos sido citadas aquí para apoyar una causa.


Cambió la dirección de la varita mágica y ahora apuntaba a su garganta, para que, con un simple Sonorus, su voz resonara en el gran salón.



—Hemos sido amedrentados éstos últimos años por los mismo muggles que creímos inferiores. Nos escondemos alegando proteger nuestra magia y comunidad, más ni siquiera el estatuto nos eximió de la guerra pasada ¡Ya no más!


Gritó, y las venas de su cuello se hincharon. Parecía su padre.


—La familia Macnair está aquí en apoyo a cualquier medida que el Ministro decida tomar. Pues éstas demostrarán de qué estamos hechos, dejaremos de doblegarnos por condescendencia. Porque estoy segura de no ser la única que está segura de que aquí existe traición a la magia.


Calló. Soltó una sonrisa cínica y, despacito, expresó el final de su discurso.


—Dudo que un mago o bruja de sangre pura sea capaz de vender nuestras pocas debilidades a los muggles para que éstos las utilicen en nuestra contra ¡Tiene que haber sido un mestizo!


Apartó la varita de su garganta, permitiendo que el silencio se hiciera de golpe. Aidan debería estar cerca de Cissy por si algo sucedía. Y ella, como un ángel guardián de Black, regresó un paso a su costado, complacida.

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En Edimburgo, el palacio Holyrood

 

Su gesto no desea demostrar lo que aquella propuesta dice sobre la opinión que tiene de los muggles... Ryvak aguarda con paciencia a que alguien de los presentes exprese su opinión... la sala de juntas se ve envuelta en un silencio absoluto, como si cada uno estuviese debatiendo mentalmente consigo mismo, el peliverde siempre ha tratado de no impacientarse ante la gente... pero aquel silencio tan cerrado es incomodo hasta para él que sabe que se encuentra solo.

Varios de los Lords le miran fijamente, el ojimiel siente sus miradas, pero el solo mira hacia la reina, realmente no le importa que piensen los Lords, le interesa la opinión de la joven mandataria.

 

Ryvak mantiene aquella postura, sin hacer movimiento alguno, aguardando una respuesta, algún reproche, una critica o hasta alguna desaprobación hacia sus propuestas, pero no, nada expresan y el ojimiel se pone de pie con parsimonia, le da una vista a su reloj y dice en voz alta -- Les obsequiare diez minutos, pero espero que al transcurrir los mismos, tengan algo que decir al respecto de la acción que he propuesto, me retiro por ahora pero volveré, hablen lo que tengan que hablar, solo les recuerdo, que hay que tomar decisiones, no pueden ignorar los problemas, creanme, ignorarlos no los hará desaparecer.

 

El mago inclino su cabeza hacia la reina que parecía entre aliviada y estoica, mirando a su consorte y alguno que otro de aquellos Lords, luego, el mago con toda calma salió de la sala de juntas y se marcho a uno de los despachos cercanos. Cuando meses atrás era algo que hubiera hablado con más libertad con el mandatario Fernando, Ryvak cerro la puerta y camino hasta el gran escritorio en ángulo, apoyo las dos manos para sostener su cuerpo que inclino sobre el escritorio... en ese momento pensó en la razón de sus propuestas y seguramente por ello a la audiencia les dejo sin habla: Odiaba a los muggles, no había forma de disfrazar lo que ya había demostrado a pesar de haber utilizado diplomacia.

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