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Calles de Londres


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Reunión de los Sagrados Veintiocho.

Palacio de Buckingham.

13 Marzo, noche.

 

Respiré. Aquel aire se estaba intensificando a cada minuto que transcurría. Crucé mis brazos sobre mi pecho notando, como gracias a todos los dioses, la figura de Mackenzie se acercaba a mí de alguna manera. No era una cuestión de nada en particular, pero si de algo estaba segurísimo, por miles de experiencias diferentes, era que lo mejor que podía pasar, era alguien que pudiera cubrirte las espaldas. ¿Cubrirse de qué?

 

Ya cuando no tienes espalda, Mackenzie, no tienes miedo a perderla —le comenté mirándola de reojo y dirigiéndole una leve sonrisa. ¿Ella también sentía aquella presión? Estaba seguro que sí, las energías, para los Paladines, era algo que se podía tocar, sentir, respirar—. Si tú no tuvieras permiso, no sé entonces qué demonios hago aquí —la conversación con la bruja se había vuelto solamente entre nosotros dos. Habíamos bajado la voz para escucharnos entre nosotros.

 

Le comenté un “Me alegra ver que estamos aquí para lo mismo” ya que de alguna manera ella quería recopilar información. No necesitaba decirle que si querían de alguna manera tomar poder, el primer error había sido convocar a todos los magos y brujas de la comunidad. Negué con la cabeza. Se olía el peligro que nos rodeaba pero también se notaba la informalidad y poca profesionalidad. Levanté las cejas al escuchar su pregunta.

 

Todavía no entiendo qué razón me trajo aquí pero si de algo estoy seguro, es que las veces que hubo éste tipo de reuniones, no terminaron nada bien —miré alrededor. Todos parecían expectantes, como nosotros dos—. Sabes, presiento lo mismo que vos, pero también algo me dice que nosotros no estamos en problemas, sino otro.

 

Miré a Aaron.

 

Iba a preguntarle sobre los otros Malfoy. Pero no tenía la confianza para hacerlo. Algo me decía que si su padre iba a reaccionar como ella me contaba, entonces podía ser que no supiera que estaba allí. Aquella familia era una de las mas antiguas, asi que de alguna manera podía pisar muy fuerte. ¿Estaría allí para enmendar el hecho del Estatuto? Mientras la bruja estaba en su puesto del Ministerio, aquella catástrofe ni siquiera se había pensado.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Mansión Di Médici.

13 de marzo, 9:05 PM.

 

El frío de las perlas acarició la piel de su cuello, tersa e impoluta como si nunca hubiese sido tocada. Se inclinó ligeramente hacia el redondo espejo y tomó uno de sus tantos productos de belleza. Con el delicado movimiento de sus dedos índice y pulgar giró la parte inferior, activando el mecanismo que empujó hacia el exterior la barra de labial. La arrastró con cuidado sobre su carnoso labio inferior, dejando a su paso un vívido pigmento rojizo que resaltaba la perfecta simetría de su boca. Hizo lo mismo con el superior, remarcando su ya pronunciado arco de cupido. Por último, presionó sus labios para que el color se asentara de forma pareja. Sonrió. Perfecta como siempre, para variar.

 

Su mirada recorrió entonces el contorno de sus visibles clavículas hasta su desnudo hombro derecho; descendió entonces por su tenso brazo que la sostenía en aquella posición sobre el tocador. Sin embargo, su intención no fue admirar una vez más su indiscutida belleza ni la excelencia con la que había dibujado el contorno de sus labios. Sus azules rostros rastrearon un reflejo que, apenas unos metros a su espalda, la observaba sin emitir palabra. Observó sin un ápice de vergüenza la dura expresión en el semblante de aquel hombre, su mandíbula marcada al detalle, sus pupilas dilatadas por la falta de sueño y las cicatrices de batalla que, como raíces, asomaban tímidas sobre el cuello de su túnica. El General, líder de las fuerzas policiales y militares del Ministerio Italiano, se había presentado en su habitación minutos atrás.

 

- Entonces, déjame repasar lo que ideó Piero. - Lucrezia interrumpió por fin el silencio mientras recuperaba su postura erguida - Tienen rodeado el palacio, vigilado por su gente desde edificios y parques cercanos. Evacuaron a los ciudadanos italianos de Londres, buena movida debo decir. Primero los nuestros, ¿no? Tienen a las fuerzas de Aaron, al menos las visibles, rastreadas y contadas. Cuentan con el apoyo logístico de Bulgaria, aunque no se quisieron mojarse los pies y traer a su propia gente. Bueno, al menos enviaron a sus criaturas…ya quiero ver los dragones.

 

- Nuestro equipo de primera línea la custodiarán desde las sombras y le facilitarán el acceso a la reunión, desarmando o con decesos de las fuerzas inglesas. Una vez finalizada la reunión, independiente de la razón de su finalización, se procederá a actuar contra quien oponga resistencia. Si fallara en su misión, nos ocuparemos de extraerla y terminar con el objetivo.

 

- Crees que no podré abrirme paso sola ¿Por qué? ¿Porque soy mujer? - preguntó desafiante, por fin clavando su fiera mirada en los ojos reflejados de aquel hombre - Por Berlusconi...Me sorprende que Piero haya enviado a su funcionario más misógino a informarme de esto, pudiendo enviar a su secretaria que es realmente una mujer respetable. Aguantarse cada día los caprichos y la soberbia de tantos hombres de poder…realmente admirable.

 

Quizás en busca del enfrentamiento o quizás porque el tiempo era tirano, la aristócrata por fin dio un suelto giro sobre su propio eje. Se encaminó con suma serenidad rumbo a su amplio vestidor, exhibiendo desinhibida su casi total desnudez. Remarcó a propósito el natural contorneo de sus caderas, sabiendo que cada uno de sus movimientos era observado de cerca por un hombre acostumbrado a detectar los más mínimos detalles, fuera en el campo de batalla o en el cuerpo de una mujer. Al pasar junto al General, le dirigió una sostenida mirada confrontativa, tratando de rastrear en aquellos oscuros ojos una huella de deseo. Pocas personas lograban resistirse a sus encantos, tanto heredados de la genética como nutridos a lo largo de su vida. La solemnidad de aquel alto funcionario ministerial, sin embargo, parecía inquebrantable. Su estrictez militar era sorprendente.

 

- Entraré sola, no necesito apoyo externo. Por si tu cerebro no se dio cuenta, eso pondría en peligro el secretismo en el plan que elaboró Piero. Te sorprenderá el dato, pero tendré soporte para adentrarme allí, una varita a mi lado ¿Has visto? Acepté compartir la gloria de asesinar a Aaron. Todos dejamos algo de nuestro propio ego en esta guerra, deberías hacer lo mismo. - sugirió con actitud jocosa, dejando al General atrás en su camino hacia el vestidor.

 

Su habitación no había sufrido los embates de la explosión que horas atrás había derrumbado el salón principal de la mansión Di Médici, ubicada apenas a unos metros de distancia, hasta sus cimientos. Cada mueble de diseño imperial permanecía en el lugar donde se había emplazado; cada pergamino, con el sello de su familia grabado en la esquina, seguía apilado sobre su escritorio de trabajo. La estructura de piedra estaba intacta, sin presentar siquiera en su superficie la más pequeña rajadura producto de la fuerte vibración que había sacudido el resto de la estancia. El colgante candelabro de cobre, clara muestra del lujo con el que se rodeaba, no había cedido ni un centímetro. Los diamantes, levitando alrededor de la metálica pieza, seguían proyectando la luz de las velas desde el centro hacia el resto de la habitación. Todo estaba ileso, tan ordenado como lo había abandonado por última vez.

 

La blonda italiana abrió de par en par las puertas de su mal llamado vestidor, puesto que en realidad se trataba de una amplia habitación anexa destinada enteramente a resguardar su vasta colección de vestidos. El orden dispuesto allí era impactante a la vista, incluso cuando uno creía acostumbrarse a él. La disposición de los percheros simulaba un laberinto, la materialización del sueño húmedo de cualquier adorador de la moda: La gama de colores y sus infinitos tonos, los diseños extraídos directamente de distintas épocas históricas y de culturas ya olvidadas, las variopintas formas y texturas que luchaban por coronarse como las más extravagantes. La joven aristócrata paseó junto a la hilera de vestidos más próxima a la entrada, haciendo que las puntas de sus dedos rozaran las distintas telas que conformaban desde faldas voluptuosas hasta otras tan ceñidas que apenas permitían el libre movimiento.

 

Caminó entre largos percheros que se entrecruzaban, formando estrechos pasillos, hasta que llegó al centro de aquella habitación. Sus rojizos labios dibujaron una sonrisa amplia, de auténtica satisfacción, que encendió el tenue rubor de sus pómulos. Frente a sus ojos levitaba estático quizás su mayor orgullo como coleccionista: un vestido verde, de pronunciado escote, que proyectaba sobre su fina tela la luz de las estrellas que aquella noche salpicaban el firmamento. Lo contempló durante unos segundos, aun anonadada por una belleza imposible de describir incluso para ella. Lo había heredado de su finada madre, a quien solo había conocido durante sus primeros instantes de vida antes de su abrupta desaparición. Si aquella imprevisible velada iba a quedar registrada en la historia como uno de sus más importantes magnicidios, Lucrezia se veía inmortalizada en el arte luciendo ese mismo vestido. Lo tomó con delicadeza en sus manos y se lo colocó con lentitud, disfrutando del roce de la tela contra su suave piel y procurando no perturbar su perfección.

 

- Lo que sí, espero que estén ahí para cuando Aaron de su último suspiro de vida. - aclaró, atravesando ya vestida el umbral hacia su habitación - Eso se va a convertir en un caos. Es previsible. Ariane Dumbledore y Sagitas Potter Blue, en caso de estar allí, no pueden salir lastimadas. Recuerda esos nombres. Dile a Piero que vaya preparando en banquete de festejo ¿Quieres? - finalizó, disfrutando de indicarle con un ademán que ya podía retirarse.

 

La expresión del General no perdió su actitud severa ni su cuerpo la firmeza mientras abandonaba aquel lugar, listo para dirigir a sus subordinados en las inmediaciones del Palacio de Buckingham. Lucrezia, sin embargo, agradeció con un bajo susurro el retorno de la intimidad en su mansión. Se acercó nuevamente a su tocador y tomó su morado monedero de piel de moke. Lo pasó de una mano a otra, comprobando el considerable peso que había ganado desde su último uso en el Bosque Prohibido horas atrás, y lo sujetó mediante un encantamiento al lado izquierdo de su cadera, que le permitiría tomarlo con mayor facilidad. Advirtió que las manecillas del reloj indicaban que la reunión había comenzado diez minutos atrás. Le resultaba irónicamente curioso que, en el día más definitorio de su vida donde la muerte era una posibilidad cierta, había roto con su siempre sostenida puntualidad. No importaba porque, al fin y al cabo, aquella noche quebraría más de una regla.

 

- Passepartout, necesito que lleves a Impundulu esté preparado en Buckingham en unos minutos. Ocúltalo en el St. James Park, por favor. - le ordenó a su elfo doméstico personal, que apareció repentinamente en el lugar acompañado de un sonoro chasquido - Si le pasa algo estás muerto.

 

- Si, señorita Lucrezia…- exclamó dispuesto a abandonar la habitación, aunque algo detuvo sus pasos. El siervo, que tantos años había servido a la aristócrata, contempló a su ama con una expresión de desoladora aflicción - Solo cuídese ¿Si? Que me gusta servirle.

 

El elfo corrió, corrió como si la vida de Lucrezia dependiera de ello, y la abrazó con fuerza, rompiendo el protocolo de todos los seres de su clase. No le importó. Abrazó las piernas de la mujer o más bien la compleja falda, buscando su cálido contacto. Los ahogados sollozos de Passepartout no se hicieron esperar mientras presionaba su rostro contra ella, como si eso la protegiera de un destino fatal. La aristócrata colocó los ojos en blanco con cierto hastío y lo apartó, evitando que las lágrimas y los mocos se contratan con la delicada tela de su vestido. Se veía imposibilitada de tomar medidas correctivas contra él, como hubiese hecho con cualquier otro elfo: colgándolo de las orejas un día entero al calor del sol. Passepartout representaba su último lazo con Thiago Gryffindor, aquel noble hombre que la había llevado hasta Ottery.

 

- Bueno, bueno…Ve a hacer lo que te dije ¿Vale? - lo interrumpió buscando transmitir tranquilidad con el tono sereno de su voz- Espero que no desconfíes en tu ama. Sabes que Aaron va a caer a mis pies ¿No? ¿O para que sirven todos esos libros Uzza?¿Para que sirve ser aliada del ministro de Italia si no puedo usar toda su fuerza? Cuando vuelva quiero el establo reconstruido y los animales devueltos a sus lugares.

 

Luego de la orden, simplemente desapareció del lugar. Aaron Black Yaxley y Buckingham la esperaban.

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Castillo Triviani.

Horas antes de la reunión.

La calva se removió sobre la cama, el sueño que estaba teniendo comenzaba a ser vivido. Observó al padre de sus hijos gritarle, sacudirle mientras señalaba la incubadora donde guardaba al producto de su unión. La bruja lloraba, viendo los trozos de vidrio en el suelo y al pequeño bebé sin vida ahí, inerte. Gritó fuertemente y despertó, tocó su cabeza y giró la vista, no estaba en su habitación y lo supo al no ver sus cosas en ella. Con un par de parpadeos logró reconocerla, la cama de Jeremy sostenía su cuerpo dormido.

 

Se incorporó y sintió un fuerte dolor de cabeza ¿Que había sucedido? Rcordaba haber bebido algo y advertirle a los Triviani que no bebieran del vino de Lucrezia, luego su mente se nublaba para ver solo oscuridad. Había quedado inconsciente, se preguntó por cuanto antes de aparecer en su habitación. Se acerco suavemente a su hijo, saludándole para cambiar su aspecto. Se colocó la peluca negra en su cabeza y tomó rumbo a la sala, acomodando su traje tipo ejecutivo de falda, hoy sería la reunión de Aaron anunciando la caída del estatuto.

 

Sus tacones resonaron cuando descendió por los escalones del castillo, hasta dar a donde días antes se había reunido con su tío- Buenos días. ¿Cuando tiempo estuve inconsciente? - preguntó a su madre, parándose a espaldas del Black. Apretó los hombros de este con algo de cariño para girarse al Chuck que recién se iba - Tráeme un café, inmediatamente - pidió, para llevar sus pasos al sofá del lado contrario a donde el par de mortifagos se encontraban.

 

- ​A Lucrezia déjenmela a mi. A fin de cuentas soy su sobrina y cierta confianza habrá de tenerme, por esto de la sangre Medici que mis venas tienen y su cuestión de mantener los lazos familiares - acotó, percibiendo el sabor dulce que la traición podía ejercer en ella.

 

Palacio de Buckingham.

Día de la reunión. 21 hs y pasando.

La reunión comenzaba, las luces iluminaban los lugares precisos, y todas las familias mágicas aguardaban la llegada del ministro. Zoella por su parte estaba en un esquina, junto a un par de inquisidores que custodiaban el lugar. La serenidad en su expresión era tal, que cualquiera que la conociera diría que para nada era ella. Pero no, no era la Zoella que a diario estaba rondando las calles de Ottery o Diagón, era la Lugarteniente Zoella, Mortifaga y Angel Caído, además de adepta a Aaron Augustine Black Yaxley.

 

Los pasos llegaron, anunciando la llegada del ministro y el inicio de dichosa reunión. La bruja repasó los rostros que ahí estaban esa noche, buscó a toda costa a la blonda, su tía, quien no había hecho acto de presencia en el palacio, aún. Sospechó que su ausencia se debía a la huida en su mansión traída por la traición, sin embargo, le daría el beneficio de la duda.

 

Observó su reloj de muñeca, escuchando cada palabra de quien era su tío. Cruzó miradas con La Zingara y sintió a los focos iluminarle, anunciando el apoyo total de ellos, los Triviani, la Mafia Italiana con más fama internacional. Estaba claro que la calva aprovecharía dicho movimiento para sus negocios ilícitos, y pretendía corromper al padre de sus hermanos, quien esperaba se hiciera la vista gorda con lo planeado por ella.

 

 

 

@ @ @Candela Triviani @Matthew Triviani @@Keaton Ravenclaw

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Castillo Triviani

Horas antes.

 

 

Jeremy no quería decir que se pudrió todo para resumir las cosas, pero es que no encontraba otras palabras para describir todo lo que había pasado en una cuestión de pocos minutos. Lucrezia los había atacado para poder huir de allí. Candela les gritaba órdenes, y entre tanto barullo el vampiro se defendió con un “Salvaguarda Mágica” volviéndose intangible al daño de los guijarros de la explosión. Ni bien estuvo paso aquello, levanto a Zoella del suelo donde había caído, y se la llevo a a casa.

 

El Castillo Triviani estaba silencioso, cuando Jeremy apareció en su propia habitación. De forma mecánica, le quito la ropa a la calva, limpio antes de curar, las heridas que sangraban en su piel pálida y luego la acostó en las frías sabanas de seda de su amplia cama. En ningún momento se desbordo de emoción. Estaba furioso. La Di Medici se había atrevido a envenenarlos y atacarlos como una cobarde. Debía morir.

 

-Te veo pronto, Usurpadora –Le dijo dándole un beso en la frente, antes de irse y ordenar que la vistieran antes de que despertara.

 

El vampiro se asomó a la escalera cuando escucho la voz de su madre, estaba por bajar a unirse, pero luego escucho que no estaba sola. La profunda voz de Aaron la acompañaba. Aquello lo dejo momentáneamente desconcertado y con ganas de salir corriendo. Suprimió el sentimiento infantil y descendió por la escalera hasta unirse a ellos. Se sentó en uno de los sillones de una pieza y recibió un café fuerte de parte de un atento Chuck. No omitió comentarios a las palabras de Candela mientras hablaba de Piero y el trato inútil que los había hecho firmar. Luego de comprobar que el café oliera a café sin rastros de veneno, tomo un sorbo.

 

 

Palacio de Buckingham

Reunión de los 28 Sagrados

21:00 horas corriendo.

 

 

Jeremy apareció en el Palacio de Buckingham a la hora acordada. Vestía un traje negro impecable, el pelo rebelde estaba pulcramente peinado. Llevaba sus anillos, amuletos y varita mágica guardados. Nada a la vista. Camino hasta unirse a su familia, apenas manteniendo la distancia detrás de su madre. Escoltando a las mujeres, y cuidando la retaguardia. Allí no había peligro. Luego de la caída del Estatuto anunciada por su padre, los que debían tener miedo eran otras familias de rango menor y asociados a la sangre sucia.

 

Saludo con un ademan a las personas que reconoció. Muchos de ellos pertenecían al bando mortífago y eran sus compañeros de trabajo. Bueno, ya habían llegado. Ya podía empezar la fiesta. Aaron estaba rodeado de personas que escuchaban sus palabras con deleite. ¿Había algo que pudiera salir mal aquella noche? No lo parecía. El mundo era nuestro.

 

 

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Editado por Jeranne Triviani

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PALACIO DE BUCKINGHAM

13 de Marzo – 21:15

 

Escucho a la Macnair dar aquel grito ahogado de sorpresa y no pudo más que reírse ante su reacción, mas cuando los magos y brujas que teníamos cerca los miraron raro, sin embargo, aquello no le importo al hijo de la noche porque volvió a posar su mano en la cintura de la chica y esta vez acaricio aquel lugar donde había pellizcado para que pasara el dolor.

 

-Oye, no es mi culpa que tu y ese cuerpecito hermoso sean tan tentadoramente irresistibles –dijo en tono provocativo- te llevaría hasta la habitación principal de este palacio y te haría mía, una y mil veces, si esto no fuera a explotar en cualquier momento –dijo divertido.

 

Aquello iba a explotar y el señor ministro no iba a poder evitarlo. El cainita ya había visto los peligros de aquella reunión, si bien Aaron se creía muy listo o más listo que los demás se había confiado demasiado. No se sorprendió cuando revelo algunos detalles de la velada, lo que quería decir, tal como había pensado el vampiro que, aquel hombre había puesto vigilancia en todo el lugar. Era el ministro, podía hacer lo que el viniera en gana.

 

Escucho a Mackenzie hablar y capto lo suficiente como para saber hacia donde iban los palos. Aquello no era evidente, había que saber leer entre líneas para darse cuenta en realidad el trasfondo de todo. Aaron aprovecho la oportunidad para dar su punto de vista y cada vez la tensión iba en aumento, tanto así que podría fácilmente cortarse con una daga de plata.

 

-Lo siento –se disculpo por el susto- eres tan irresistible que no aguante la tentación –se encogió de hombros hablando más cerca de ella- me veo así porque en estos momentos no es muy buena la situación en este lugar, si bien, soy el patriarca de una familia respetada, por si las dudas es mejor hacer creer que no estoy en el lugar o que llegare tarde –dijo tranquilamente- además cariño, de esta forma puedo descubrir las intenciones de muchos de los reunidos –le guiño un ojo- ¿sabías que los secretos cuestan muchos galeones?

 

Estudió a Mackenzie mientras se movía por aquella reunión. La observo junto a Elvis y mantuvo sus orbes en ella de manera disimulada. Jamás él había hablado con ella, si había tenido contacto con Mistify a quien apreciaba mucho, pero nunca había tenido la necesidad de hablar con la otra Malfoy.

 

-Tengo un mal presentimiento macnair, es como si ya hubiera visto esto antes –dijo serio para rozar la mano de la ex vampiresa y luego rozar la panza de la chica rápida y sutilmente como para que el gesto pasara desapercibido.

 

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Palacio de Buckingham

 

¿La estaba tocando? ¡La estaba tocando!

 

Arya estuvo a punto de entrar en crisis cuando una tanda de ojos se fijó en cómo Aaron Black Yaxley apretaba uno de sus hombros, mofandose de su pregunta y restándole importancia. Ella deseaba gritar allí mismo lo que alguien más se atrevió a decir. La sola idea de revivir a tales muertos le erizó la piel, de pronto se sintió indispuesta, mareada, había mucha gente en un espacio que, al entrar podría parecer inmenso, pero se reducía a final de cuentas. Buscó, algo alarmada, a Aidan con la mirada, el vampiro no la hubiera dejado sola, así que lo encontró no muy lejos de allí.

 

Bastó con verle el rostro para atravesar a empujones el salón hasta llegar a ella. Macnair se aferró a su brazo bajando la cabeza. Le susurró al oído que necesitaba un poco de aire para no decirle la verdad, que les había visto, aquel fugaz movimiento que Hades realizó esperando que pasara desapercibido. Todo su mundo se revolucionó con una sola acción, compuesta por dos personas.

 

Sentía en las venas las irreverentes ganas de desaparecer como la bruja moralista que era, y surgir de entre las sombras con aquel destello plateado cubriendo su rostro, lanzando maldiciones a diestra y siniestra. Pero no era el momento, el aire se sentía tenso, y pronto alguien sería tan est.upido como para lanzar la primera piedra, y allí haría su triunfal aparición.

 

—Quiero ver a Juliette.

 

Le dijo, una vez estuvieron puertas afuera de la reunión. El silencio allí resultaba ensordecedor, a comparación del bullicio que se respiraba dentro de la sala. Habían llegado con la más joven de los Macnair, pero tras su arrebato infantil en busca de molestar al Ministro, le hizo perderla de vista.

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Palacio de Buckingham

 

Decidió involucrarse en la escena sin llamar demasiado la atención. Había dejado su cómodo y estratégico lugar de visión para sumarse al grupo que conformaban sus hijos, más en las sombras que en el foco de atención. No le gustaban las miradas que parecían someterla a una requisa exhaustiva, tras haber sido nombrado su apellido como ejemplo de apoyo. Pensó, con la expresión inescrutable y la mirada que fingía distracción, en lo equivocados que estaban todos. Ella sólo quería libertad. Inserte aquí un prado lleno de flores y pajarillos cantando.

 

Cuando el foco de atención perdió su efecto, a su espalda sintió la presencia de Jeremy. Mas no fue por él por quién volvió la cara, sino por uno de los inquisidores que se había acercado para hablarle al oído, obvio tuvo que agacharse más de lo debido, detalle menor que no viene al caso. Candela había ordenado a toda la guardia del Ministro a que le rindan cuentas a ella, claro, aunque ninguno se mostró realmente colaborador, en determinado momento se fijaron en que era cierto aquello de que la maldad venía en frascos pequeños.

 

Candela hizo un gesto de asentimiento y luego le habló a su hijo:

 

Deberías sugerirle a Aaron de que no es conveniente alargar la reunión más de lo necesario. Es tarde. No creo que ella aparezca. —le dirigió una significativa mirada a Jeremy, por supuesto que hablaba de Lucrezia.— Sin embargo, también dile que ha llegado la guardia que se encargará de escoltarlo a un lugar seguro, sólo en caso de que yo no esté. Esperaré un poco más y me iré, debo ocuparme de algo antes...

 

Se permitió dedicarle una mirada fugaz a Mackenzie Malfoy y sonrió apenas al recordarse a sí misma en otra época. Una Candela totalmente diferente, guardia de seguridad del padre de la ex vice-ministra, de pie allí en una situación tan similar y diferente a la vez. También observó a Ashura y recordó el papel que jugaba su hija en esa puesta en escena.

 

 

**********

 

Castillo Triviani

 

— ...así que mi desaparición fue obra tuya ¿estoy en lo correcto?.

 

Candela le respondió con un encogimiento de hombros. No pretendía excusarse por lo que había hecho, ni mucho menos dar explicaciones del por qué. Únicamente contó lo que sabía para poner a Aaron en contexto y para intentar, a pesar de que se tratase de una tarea difícil, de que no actuase de manera tan impulsiva. No lo hacía, era obvio que el Ministro llevaba mucho tiempo planeando todo lo que llevó a cabo hasta entonces; pero también se notaba que iba pisando por sobre los demás, creyendo que el apoyo que recibía de algunos era totalmente sincero. Tenía ganas de decirle que era bastante idi***, pero por la reacción que tuvo el Black, supuso que ya lo sentía, así que prefirió ahorrarse el comentario.

 

Te equivocas... —replicó en cuanto Black mencionó matar al Ministro italiano y a la Di Médici.— Los quiero vivos, sí. —Por supuesto, no mencionaría tampoco el por qué. Dudaba de que Aaron se lo tomara de la mejor manera.

 

No le mencionaría que planeaba hacer sentir a Piero, en carne propia, el no poder defenderse, el sentirse inútil y un simple títere. Sin voz, ni voto. Eso y los detalles más escabrosos y sangrientos, por supuesto, pero dejemos eso para otro tipo de lectura -además, no sabemos si Candela saldría bien parada de toda esta situación- y a futuro. En cuanto a Lucrezia... To be continued...

 

La aparición de sus dos hijos le hizo reaccionar. Al mutismo de Jeremy le siguió el, siempre, realce de Zoella; eran como el agua y el aceite, tan diferentes. Lo que salió de los labios de ésta última, hizo reír a la Zíngara.

 

Nos ha tirado la casa encima, ha envenenado tu bebida, ocultaba gente bajo su techo, probablemente con las mismas intenciones que... —frunció los labios en una clara señal de enojo— No, dudo mucho que su intención sea mantener los malditos lazos familiares. Así como dudo mucho que le importe la maldita sangre que llevas. Podría drenarte para que no la portes y asunto arreglado. —siseó e hizo aparecer su daga plateada en la diestra, y la desapareció al cabo de unos pocos instantes.

 

Incluso a Candela le costaba creer lo que había sucedido hacía algunas horas. Respiró profundo y se dirigió a Aaron.

 

Bien, de momento, te alegrará saber que tienes al Ministro de Magia ruso de tu lado.

 

 

@ @ @@Zoella Triviani @@Ashura Lestrange etc etc etc etc

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Exterior del Palacio de Buckingham.

13 de marzo, 9 pasadas.

 

 

El sonido del cristal rodando sobre las placas del suelo interrumpió la acompasada marcha de dos inquisidores, inmersos en la tarea de proteger uno de los laterales del custodiado Palacio de Buckingham. Uno de los funcionarios, el más joven y el de más reciente ingreso en la fuerza, frenó de golpe cuando la luz se reflejó en aquel objeto y éste emitió un fugaz centelleo. El hombre, acariciando tímidamente los treinta años, se inclinó con lentitud intentando perder lo menos posible su erguida postura. Entonces lo rastreó, apenas un metro por delante: una esfera de cristal con un líquido bailando en su interior. Su formación académica, limitada a sus años en Hogwarts, le permitió reconocer lo obvio: su color rojizo y su textura espesa demostraba que era una poción. Sin embargo, no logró ser lo suficientemente perspicaz para reconocer su futuro efecto una vez ésta comenzó a burbujear con efervescencia.

 

¡BOOM!

 

La poción explosiva cumplió a la perfección su razón de ser, derribando a los dos inquisidores que patrullaban el camino que llevaba al salón donde se encontraba el ministro inglés. La fuerza de la explosión golpeó de lleno los cuerpos de ambos hombres y vieron su estricto entrenamiento volverse súbitamente inservible al momento de caer de bruces al suelo. Los cristales quebrados y sus astillas, impulsados por el estallido, se clavaron en la piel descubierta de los inquisidores, en sus rostros y sus manos. La pequeña onda expansiva alcanzó incluso algunas ventanas cercanas que vibraron en respuesta. El estruendo había sido sin dudas formidable, en estrecha relación a la potencia de la explosión, pero su alcance no cubriría las habitaciones internas del majestuoso palacio. Sus víctimas se quejaron unos segundos por el dolor antes de ceder a la inconsciencia.

 

- Son de las que venden en el Concilio, pero le agregué un poco más de diversión. Están tranquilos. Va a servir de distracción, avancemos hacia la entrada - le indicó Lucrezia a Ariane, dejando atrás la posición resguardada desde donde había hecho rodar aquella pócima.

 

La Médici caminaba airosa por el sendero porque al fin y al cabo ¿Qué mejor que abrazar la potencialidad de la muerte de la misma forma en la que siempre había vivido? Tal como solía hacer siempre, se movía con una elegancia y una gracia femenina que pocos lograban asimilar como posible. Contorneaba sus caderas al ritmo de la música melódica que solo sonaba en su cabeza para acallar sus penas. Tal vez su educación aristócrata para seducir a los hombres de negocios; tal vez una manera de encarar su vida de una manera que le retribuía en riqueza y lujuria. Se había embarcado en aquella aventura con la plenitud solo alcanzada por aquellos conscientes de su propia finitud. Si no era con sus propias reglas ¿Qué loco se metería en una reunión encabezada por alguien que la quería muerta y por decenas de supremacistas de la sangre, en mitad del suceso histórico más relevante del siglo XXI? Aunque creía que las posibilidades estaban de su lado, Lucrezia no escapaba a la idea fallar y por consiguiente recibir un castigo mortal.

 

Si alguien la hubiese visto por ese palaciego pasillo caminando mientras contemplaba su reflejo en un espejo, la hubiese acusado sin pensarlo dos veces de bruta narcisista. Lo era, claro. Sin embargo, lo que portaba en su mano no era un objeto común y corriente que justificaba la percepción de su propia belleza; se trataba de una vía de comunicación directa que había entregado a Sagitas durante su breve pero intensa reunión en la mansión Di Médici, que ésta llevaba consigo durante en el encuentro de Aaron. El mágico artefacto le había permitido escuchar una buena parte su despampanante discurso, de clara reminiscencia grindelwalista, respondido por vítores de muchos de los presentes. No esperaba menos de un grupo de baja calaña, cayendo como ratas en la trampa de una deformación del nacionalismo que ignoraba por lo que se avecinaba.

 

La blonda italiana tomaba con su mano izquierda la falda de su vestido, evitando que su fina tela rozase el suelo y arruinase su aspecto inmaculado. La Dumbledore iba a su lado, como la fiel dama de compañía de una personalidad de alta alcurnia. Ambas habían aparecido minutos atrás en las inmediaciones del Palacio de Buckingham, cerca de la plaza central, y con perfecta coordinación se habían escabullido hacia los extensos jardines. Mediante ardid y distintos engaños habían superado un buen número de requisas por parte de los custodios, exhibiendo el pergamino que las citaba al evento y excusando su tardanza con cuestiones inherentes a su femineidad; en cambio, en otras oportunidades había hecho uso de la hostilidad de sus varitas. Dos o quizás tres funcionarios del ministro habían sucumbido a su paso, más los caídos por la explosión hacían cinco. Un buen número que, en la recta final de su camino, sin duda podía agrandarse. Lo haría.

 

- Fulgura Nox.

 

La oscuridad de su magia formó dos negros portales bajo los pies de los desprevenidos custodios y se expandieron hasta cubrir el ancho de sus esbeltos cuerpos. Sin embargo, antes incluso de que pudieran indefectiblemente caer al vacío de aquel tenebroso umbral, dos rabiosas fauces surgieron de las tinieblas y los tomaron de sus talones. Los gritos de dolor de los hombres se apagaron cuando se vieron arrastrados hacia el otro lado del portal por la indómita fuerza de aquellas criaturas. Ambos conductos se cerraron en perfecta sincronía. Lucrezia conocía con exactitud el destino de aquellas pobres almas: sus hambrientos kelpies perlados llevarían a sus víctimas al fondo del río Otter, que atravesaba su propiedad, y se harían con ellos un sangriento festín. Dos pájaros de un tiro: acceder a la reunión y alimentar a sus exóticas mascotas, un dolor de cabeza para sus elfos. 《Provechoso》 concluyó la mortífaga, mientras avanzaba por el pasillo ahora despejado.

 

- Ariane, necesito que te quedes aquí y vigiles la entrada. - le dijo a su acompañante, señalándole una ubicación unos metros por delante de la entrada - Puede que más inquisidores vengan. No quiero interrupciones. Sé que puedes con ellos. No te pongas en peligro en vano.

 

Se acercó a Ariane, esa mujer de espíritu incorruptible y de corazón noble a quien había inevitablemente arrastrado en la vorágine, y tomó con sumo cuidado sus manos para que destensara su cuerpo. Apoyó sus cálidos labios en su frente, en un gesto que había aprendido de la misma Dumbledore, dejando fluir en silencio todas las disculpas que le debía por exponer su seguridad y las de sus hijos. Confiaba plenamente en la única mujer que se había abierto de forma genuina a su narcisismo y a su esencia ególatra. Trató de transmitirle, con un último encuentro de miradas, que todo iba a estar bien, aunque ella misma dudara de tal afirmación. No era una despedida, aunque serviría como tal. Asintió con la cabeza y se giró rumbo a la puerta de entrada del salón donde transcurría la reunión. Inhaló una última bocanada de aire limpio lista para enfrentarse al hedor de tantos egos encerrados en un espacio reducido, colocó ambas manos en los dorados pomos y abrió la puerta doble de par en par.

 

--

Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder.

 

Palacio de Buckingham, lugar de la reunión.

13 de marzo, pasadas las 9.

 

- Oh, bien, buen escenario. Me gusta la falta de muebles, le da un aspecto, así como minimalista, modernillo como se lleva ahora. Mientras menos, mejor. Mucha gente conocida también, por supuesto los Macnair ¡Buenas noches Cissy! - saludó, exagerando hasta un punto desmedido su falsa simpatía - Un placer verte por aquí nuevamente y una pena que nos encontremos en esta situación, me decepcionaría mucho si realmente apoyas a este hombre ¡Ah, ah, ah! Ni lo intenten.

 

Al abrirse su monedero de piel de moke, una luz brillante se asomó con timidez desde su interior; era un brillo anaranjado y furioso, ansioso por cubrir todo el salón. La bruja escabulló su zurda en el interior de la pequeña bolsa morada y extrajo, con la velocidad precisa para que nadie lograra tomar su varita, aquel llamativo objeto. Extendió su brazo hacia el aire para que incluso la persona con peor visión del lugar pudiera ver lo que con firmeza sostenía su mano: un cuerno de erumpent ancestral de considerable tamaño. La luz emanada por el antiquísimo objeto bañó por completo la nívea piel de Lucrezia y enalteció su presencia. Las blancas perlas que engalanaban su cuello reflejaron la cálida energía contenida en el cuerno. Sus azules ojos se encendieron no solo por la proyección de aquella luz sino también por robarle la centralidad al mismísimo ministro. Soñada situación.

 

- Si un valiente decide atacarme conocen las consecuencias. Analicen todas las variables, lo he hecho ya por ustedes. Ni se les ocurra pensar en un Imperius porque no servirá, están simpáticamente advertidos. No solo la destrucción de este idílico palacio va a ser total sino todos los edificios cercanos van a quedar gravemente comprometidos ¿Qué imaginan que va a pasar con sus cuerpos en comparación? Cualquier ser medianamente inteligente, por eso exceptúo desde ya a los Triviani, se dará cuenta que existen dos opciones bien concretas: o salimos todos vivos del palacio a excepción de Aaron o, por el contrario, no sale nadie. Antes, déjenme dedicarles unas palabras en estos tiempos tan difíciles para todo…

 

Emprendió con parsimonia su camino hacia el punto céntrico del lugar. El ritmo de sus pasos era pausado y los segundos entre cada movimiento los había calculado meticulosamente. Como una profecía autocumplida la aristócrata había figurado una imagen similar para su interrupción en la reunión, sino una exactamente igual. El golpeteo de sus delgados tacos contra el suelo irrumpía, intermitente y sonoro, el silencio expectante en el que se había sumido aquel salón. Sus pasos se reproducían como un reiterado eco entre aquellas cuatro paredes, exasperando a los espíritus más impacientes entre los invitados. Necesitaba que su presencia elevara la tensión, como una cuerda apunto de partirse en dos. La alteración hormonal producto del estrés atraería, cual cebo, las dudas entre los presentes ¿Y qué mejor arma para desestabilizar a un líder que gente plagada de ellas?

 

La convocatoria a la reunión de los sagrados veintiocho había resultado numerosa, algo previsible dado el flamante firmante de la invitación, y las muchedumbres era algo que gustaba de evitar para que nadie eclipsase su magnánima persona. Una vez captada la atención de todos los presentes, hasta del más distraído vástago Fawley, la aristócrata se permitió observar furtivamente lo que a rodeaba. Descubrió con cierta fascinación, más no con sorpresa, que el descarado Aaron había sido tan desconsiderado con sus supuestos pares de sangre pura que no fue capaz de ofrecerles cómodos asientos ¿Había algo simbólico o algún razonamiento elaborado por sus funcionarios de comunicación en tenerlos todo de pie? Si ello existía, no le interesaba. La mayoría de los invitados eran demasiado cortos de mira como para comprender lo que allí subyacía.

 

Le fue fácil inferir, aunque lo había sopesado incluso antes de llegar allí, que no todos los presentes acatarían las promesas del ministro de la magia, fueran cuales fueran. Toda medida extrema -y vaya que la de Aaron lo era- genera una radical polarización imposible de evitar por más artilugio discursivo que se utilizare. La división que la ruptura unilateral del Estatuto había generado, incluso en un reducido micromundo como el de esas familias, resultaba algo tan fácil de prever que era impensado que Aaron no lo hubiese tenido en cuenta en un principio. Lucrezia no caería en el error de subestimar al enemigo, algo tan inherente a los líderes que había llevado a su absoluta derrota. Sin dudas, Aaron sabía que no todos lo seguirían como cerdos hacia el matadero. Los intereses eran tan disímiles, tan mezquinos e incluso tan contradictorios que no podían unificarse siquiera bajo promesas de gloria. No existía épica suficiente para anular la individualidad egoísta de las personas.

 

La aristócrata había ganado tiempo, unos segundos de fugaz y forzada meditación, para que los miembros de las familias de menor influencia en la comunidad mágica tomaran una decisión tan compleja como a toda vista simple: irse o quedarse. Los súbitos ecos, como disrupciones en la atmósfera, delataron las primeras desapariciones. Poco a poco y con disimulo, escapando a los ojos del anfitrión de la reunión, tanto los más sensatos y los más cobardes comenzaron a huir. El instinto de autoconservación era un pilar de la naturaleza humana y como tantos filósofos habían concluido no se puede concebir el poder sin ponerla a consideración. Una sonrisa de satisfacción comenzó a dibujarse progresivamente en los labios merlot de la blonda italiana. Las familias de mayor relevancia permanecían aun en el salón, denotando prudencia. Aaron había actuado de una manera que hubiese levantado a Goebbles de entre los muertos y lo hubiese puesto a aplaudir eufórico, con verdadero orgullo. Su rival manejaba el discurso supremacista con una excelencia que le resultaba difícil de asimilar ¡Ah, que oratoria tan incombustible! Levantar las banderas de la pureza, inventar un enemigo en común, menguar el tono entre la ira y la tranquilidad, apelar a las experiencias individuales de sus oyentes…nunca fallaba. Ella, sin embargo, tenía otra cosa en mente.

 

- Es que de verdad ¿Cómo caen en un juego tan tonto? Deben demostrar su valía y ser un poco más perspicaces, más despiertos ¿El ministro, dispuesto a compartir el poder como si fuese un pastel en un cumpleaños? ¿El mismísimo Aaron Black Yaxley? Es claro que el hombre no puede con su propio egocentrismo y sus propias ínfulas de grandeza y algunos de ustedes son tan ilusos como para dejarse convencer. Respeto el esfuerzo del ministro por intentarlo con tanto ánimo e ilusión, de verdad. Juro que lo digo con absoluta sinceridad. Dicen que a los niños no hay que romperles su ilusión, que eso les causa problemas en su desarrollo como adultos, pero éste resulta ser un niño con poder político e influencia en nuestras vidas.

 

Entonces, luego de dirigir su atención intercaladamente a las personas con las que se cruzaba, sus azules ojos se encontraron con los de Aaron. Aquel cruce de miradas, iniciado en medio de un sepulcral silencio, se desató con una intensidad casi perceptible en la atmósfera. Si atravesar el cráneo del otro con solo esa mirada hubiese sido una posibilidad, ambos lo hubieran hecho. Lucrezia tenía una única certeza sobre los eventos de aquella noche: ninguno de los dos iba a ceder en ningún momento. Lo despreciaba, lo despreciaba tanto…desde el instante en que había firmado aquel contrato inquebrantable había aprendido a hacerlo. A veces sopesaba si ese sentimiento tan visceral tenía su origen en algún tipo de resentimiento por su ascenso vertiginoso al poder por la decisión del pueblo, ese que había cavado su propia fosa común al votarlo en masa como su líder. No, su odio no provenía de allí. La Médici amaba el poder, era como un elixir de vida para su alma en pena, pero prefería ejercerlo desde la sombra. Su mente había dado tantas vueltas buscando una solución a su propia incógnita en los días previos que no tardó en desistir de ello. Le satisfacía más a su propio ego concluir que habían nacido para enfrentarse. Sin más, lo apuntó al pecho con su blanca varita.

 

- ¿Alguien cree toda esta pantomima que se inventó para tapar su carencia de liderazgo? - exclamó de forma retórica, antes de reparar en la presencia de Mackenzie Malfoy - Usted sabe de eso señorita Malfoy, me sorprende verla aquí. Aaron les puede parecer alguien inteligente, siempre asumí que lo es, pero carece de toda creatividad y la creatividad es el elemento clave que un verdadero líder, ese preparado para elevarnos a la grandeza, debe poseer ¿Acaso Grindelwald no pensó la misma pila de estupideces que el hombre que los interrumpió en la tranquilidad de sus hogares y los convocó aquí? La historia se encargó de ponerlo en su lugar y así lo hizo también Albus Dumbledore, el mismo que sucumbió luego ante un simple adolescente en su propio castillo ¿Ven acaso la irrelevancia de toda la épica pro pureza que intentó plantear? Un fracaso. Olvidado, defenestrado, completamente eclipsado por el mago tenebroso que lo sucedió con mucha más sabiduría. Un fracaso que puso en vergüenza a los partidarios de su ideología y un fracaso tal cual será el de nuestro ministro.

 

¿De verdad creen que algo tan simple como la sangre que corre por sus venas, tan roja como la de cualquier otro, les da algún tipo de superioridad? Solo los ilusos creen que la sangre con la que nacieron, no por mérito sino por puro azar del destino, es una hazaña como tal. Solo los descerebrados piensan que lo que les da un status en la sociedad es su genética o estar en las ramas de un árbol genealógico pútrido. Arrogantes esas mentes que creen que el poder puede ser innato cuando la única forma de obtenerlo es tomándolo. Ciegos fanáticos los que quieren actuar contra quienes nacieron sin magia ¿Venganza por una cacería ocurrida cuando ninguno, ni ellos ni nosotros, vivía? Las consecuencias de esta cruzada ya fallida desde su concepción van a borrar sin piedad alguna el placer que pudiese generarles. Cuando el caos reine no les va a preguntar si son de sangre pura. Lo tomará todo. Apelar al espectro emocional que genera de un capítulo tan triste de nuestra historia es bajo, incluso para Aaron Black.

 

De donde provengo, la pureza de la sangre no es algo que nos defina como personas, de eso culpo a la idiosincrasia inglesa. En Italia lo que importan son los apellidos: Nazco del vientre de una Di Médici y soy parte de un grupo muy selecto que se obtuvo sus títulos nobiliarios de la guerra, del derramamiento de sangre, de las lealtades rotas, de un ascenso al poder por vías oscuras ¡Y vaya que se lo merecían! Escalaron peldaño a peldaño hasta dominar el lugar que el apellido tiene hoy en día. Incluso existen muggles, separados de la rama mágica, pero respetados en su carencia de magia. No se confundan, soy devota de la historia de mi propia familia. Soy Lucrezia Di Médici, sexta de su nombre, orgullosa hija de Leonardo Di Médici y heredera de todos sus títulos. Llevo como un mantra los ideales de mi linaje. Sin embargo, yo me gané mi renombre. Yo abandoné las comodidades que me daba mi apellido para crear mi propio destino, mis propios logros, mi propia huella en la historia. No deje que mi apellido me defina, como ustedes no deben dejar que la sangre, tener magia o no tenerla defina nada.

 

Que el orgullo por su sangre no se convierta en vergüenza cuando el resto del mundo, evidentemente más cuerdo, vea las nefastas consecuencias de la caída del Estatuto. Que no terminen por odiar su propia sangre, como hicieron los Greengrass, alguna vez tan orgullosos de su pureza, cuando sobre ella pesó una maldición. Que sus propias decisiones no sean una analogía de esa maldición. No se dejen sobornar por alguien hambriento de poder, que sabe que no le es legítimo. El despotismo dura poco. Una vez un político dijo “aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre acabaron dentro de él”. No dejen que Aaron se los coma, que eso sería canibalismo y al menos esa ley aun no la anuló.

 

Su acaparadora voz, que había elevado con una solemnidad propia de los de su clase durante aquel discurso, por fin se extinguió dejando todo nuevamente sumido en el silencio. Un momento efímero de serenidad antes del caos, que disfrutó con un suave suspiro. En ningún momento había dejado de contemplar el rostro parco de Aaron, censurando la repulsión que éste le causaba. Sin embargo, reparar en aquel genuino asco la había ayudado a conducir sus palabras con elocuencia y autenticidad ¡Vaya perturbación al concepto del poder representaba a sus ojos el flamante ministro! Había quemado en un instante todos los cartuchos. Debía aceptar que aquel hombre, en toda su aparente insania, mantenía bien las formas. Se acercó unos pasos más al Yaxley, aun sosteniendo el cuerno de erumpent y aun apuntando su varita directamente al pecho del hombre. Antes de dirigirle la palabra por primera vez le regaló una sonrisa, que transmitió casi audiblemente un desafiante aquí estoy.

 

- Entonces…¿Te gustaría discutir antes de tu desaparición o vamos directo a ello?

Editado por Lucrezia Di Medici
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13 de marzo, Londres Muggle negocio Caffé Nero

 

Después de casi tres años de auto exilio, la peli violeta se paseaba por las calles de Londres dirigiéndose al único local que pasaba totalmente inadvertida, podía sentarse a tomar un cappuccino y leer durante horas sin que nadie se le acercara o la mirara de forma extraña al ver la portada de algunos de sus libros que llevaba, ni pregunte como los llevaba si ni bolso traía con ella, ya había pasado por momentos similares y nunca era muy grato confundir al pobre mesero que solo trataba de ser gentil con ella o algún infortunado cliente que pretendía iniciar una conversación. Debido a su aura de misterio que desplegaba la joven en vez de espantar a posibles personas pensando en un ligue normal, parecía que les atraía ver a esa extraña. Algunas veces Alegna se preguntaba si tenia un cartel luminiscente encima que decia “HABLENME”. Era una jugarreta que solo se la había hecho Rose sin temer a un posible homicidio.

 

Pero ese lugar parecía que cada uno solo se centraba en lo suyo y a pesar de ser la sexta vez que acudía allí, era como si nunca hubiese entrado. Se sentó en la mesa mas alejada de la ventana pero orientada hacia la puerta, una vieja costumbre para poder salir rápido si se necesitaba. Al momento que la mesera deposito su bebida con unas delicias dulces, ella saco el periódico de hacia dos días, ¿Por qué? Porque había escuchado rumores pero no tenia ganas de acudir a nadie que le sacara sus dudas así que había comprado los diarios del anterior y del día para informarse sobre las cuestiones que aquejaban al Londres Mágico.

 

Pensó que debería buscar en todo el periódico pero ante ella la foto del ministro hablaba acaloradamente, y el titular rezaba “SECRETO DE MAGIA OFICIALMENTE REVOCADO”. Sin creerse semejante barbaridad escupió lo que tenia en la boca y tosió el resto, leyó rápidamente lo que decia y busco el del día 13 los titulares saltaban a su vista como saltamontes “MAGOS ENFRENTAN A MUGGLES”, “MUGGLES DAN CAZA A BRUJOS EN GRODIC’S HOLLOW” se había desatado una guerra y ella ni cuenta se había dado, digamos que las bibliotecas te informan pero no de lo que en esos momentos pasaba afuera.

 

-¿Y que crees sobre lo que paso?

 

Escucho a dos mesas una pareja que hablaba, un hombre cuarentón con una mujer casi de la misma edad

 

-Yo no lo creo ¿Quién se mantendría callado ante tal despliegue de “magia”? Solo debe ser una especie de marketing para alguna película

 

La Black se puso colorada ante tal palabras, la ira recorría por sus venas en ese momento esa mujer no creía en la magia y Alegna era la prueba viviente de esa “magia” que ella subestimaba. Respiro hondo para no desplegar magia involuntaria, aunque según había entendido ya no se la penalizaría por ello, tampoco era est****a para pelear con alguien con tanta diferencia de status. Se levanto dejo en la mesa todo casi sin tocar y unos billetes muggles para salir sin preguntas o mirabas indiscretas. Tenia que encontrar a su madre, ella la podría poner al tanto de la situación.

 

Ministerio de magia, Whitehall

 

Camino por las calles observando esta vez las reacciones de los peatones, antes que a sus zaparos, la mano en su chaqueta agarrando fuertemente su varita, parecía que todo Londres hubiese salido a caminar y no pudo encontrar un callejón vacío para aparecerse en el lobby de la institución, se sentía perseguida y observada por todos los transeúntes que cruzaba y como el cuchicheo general le parecía que hablaban de magia, que hablaban de ella. ¿Que le hacía pensar que estaría allí? Nada pero hacia dos días que había llegado a la mansión y ella no estaba. Ya si no la encontraba se llegaría hasta el negocio de su madre.

 

Alegna casi grita de espanto al ver, después de esperar quince minutos en el ascensor, el desastre que en esos momentos era el ministerio, personas gritando por doquier y a prácticamente ninguna se le entendía el porque de su queja, suspiro y se hizo paso entre golpes para llegar hasta los ascensores, entro apretujada y pidió que apretaran el numero nueve. Al cabo de diez minutos entre pisotones y golpes la verja se abrió dejándola pasar. El silencio era abrumador pero para ella reconfortante, al estar arriba era comprensible. Las puertas giratorias le dieron la bienvenida.

 

-Oficinas- dijo en un susurro audible en el silencio la puerta de la izquierda se abrió dándole paso a los cubículos.

 

Busco el suyo pero en su escritorio no había notificación alguna de la situación presente y por como sus pisadas retumbaban en el lugar dudo que hubiese alguien mas en el lugar. Tomo pergamino y tinta y escribió rápidamente a Ashura ¿Donde te encuentras?. Suspiro y se sentó en la silla giratoria agarrando su frente y ocultando sus ojos, necesitaba descansar un momento.

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3 horas antes de la reunión en Londres...

 

Había sido duro... Azkaban había caído... fueron mas muertes de la innecesaria... los inquisidores tenían claras sus misiones, si bien no eran tan listos, podrian decirse que eran ogros con piel humana, fuertes, pero bastante tontos, que ni siquiera pudiera confundirse con lo que parecía ser un orgullo... algunos hechizos, golpes y demas estrategias para poder derrotarlos hiz falta... algunos buenos hombres se sacrificaron... pero al ser mayoria fue uno a uno fueron siendo sometidos, sus varitas arrebatadas..., el amarrarlos y meterlos en las presas fue demasiado sencillo, conseguir las bodegas con el armamento suficiente como para volar todo Azkaban en un par de ocasiones había resultado aun mas facil... Talvez la mente de Dick no era tan privilegiada como la de su padre... pero ahora este ultimo no se encontraba.. y el no podía seguir dependiendo de alguien... es por eso que necesitaba la fortaleza... necesitaba seguir adelante y asi fue... habia un peligro mayor y debía estar ahi cueste lo que cueste...

 

--Lo logramos...

 

Fue lo único que podía decir... estaba débil... lo difícil por desgracia fueron los Dementores, era como una oscuridad que inundaba la prisión... tan solo bastó un minuto en el aire para ver toda una pesadilla hecha realidad... los Dementores se movían como si fueran carruceles... alrededor... solo giraban... como si esperaran algo... el grupo se había incrementado ahora unas 100 escobas se encontraban ahi... listos... era la ultima barrera... el sol estaba al final de ese muro de muerte... Y lo ultimo que escuchó fue el grito de los suyos... algunos los llamaban libertinos... Dick los llamaba hermanos... la batalla fue increíble sin duda alguna, todos se desarrollaron perfectamente hubo magía, hubo valor y mucho sentimiento... eran hermanos de guerra y el le tocaba cuidar de todas aquellas personas que cayeron victimas de la tristeza de su corazón por culpa de aquel hombre que ahora amenazaba con acabar con la libertad tal cual la conocían ahora... veia a su gente caer como moscas... al mar... algunas otras que intentaron rescatarlos perecieron en el intento y cayeron sobre las rocas, en la mente del mago, pero habían logrado escapar... nunca buscaron un enfrentamiento directo porque sabían que de los 100 que eran ninguno regresaría con vida...

 

--Hoy hemos perdido mucho... el pago fue demasiado alto... pero esto aun no se termina!!! no ha terminado!!! aun los necesitó!!!! no los obligaré a ir... porque sin duda alguna encontrarían la muerte... no los obligaré a ir porque sin duda alguna muchos nos traicionarían... pero los necesitó... vallamos a Londres... y ganemos nuestra libertad!!...--

 

 

Palacio de Buckingham, lugar de la reunión.
13 de marzo, Medía hora antes de las 9.
El mago estaba cansado... había sido un largo viaje de los 100 originales, solo 30 habían podido llegar pero no había tiempo que perder... no había ni siquiera tenido tiempo de ver a su familia y amigos... Ni siquiera sus elfos... por lo que no había tiempo si quiera para pensar en un plan... elaborado... mas no obstante aun tenía algun plan... por deducción el ministró no estaría en el palacio... si las sospechas de la operación eran tan grandes como suponía el lanzar una convocatoria tan grande sin duda alguna estaría haciendo uso de los mas mínimos detalles para asegurarse de su victoría...
--Hola caballeros... disculpen las fachas... tengo una invitación...
Hablaba Dick como si fuera el mismo Sherlock... y no no porque lo era... sencillamente porque era lo que necesitaba en ese momento, el plan era sumamente sencillo... Lo primero era el estudio... sabía que habría inquisidores por doquier, dudaba mucho con respecto a la procedencia de ellos, pero ahí estaban y eran el primer objetivo... una distracción... una cara... solo tenía que hacer el ridículo... parecer un vago ebrio... realizar un escándalo con el único fin de llamar la atención por cada inquisidor que se paseará ahí... el objetivo es una simple sustitución... por cada inquisidor noqueado un preso ocuparía su lugar...
--Necesitó atención en todo sentido... si vez a alguien que no deba estar aquí, lo dejas pasar... y viceversa... @@Alegna Black... Entonces... contamos con tu apoyo?... --
El mago ni siquiera se digno a hablar... antes de acudir a ese sitió había tomado hecho una parada... en la oficina de los inefables... gente rara... pero ahora necesitaba todo el apoyo que se podía... aunque se tratase de contratar a una asesina como ella... El mago conocía los peligros al estar ahí... sabía que no podía usar magia... y la única forma de salir de ese sitió era atraves de bombasos... donde diablos estaba la orden del fénix cuando se necesitaba?... porque el estaba ahí solo... porque tenía que recurrir a tratos del bajo mundo con una asesina como ella?... un suspiro se hizo presente en el rostro del mago... al final la luz hacía años que se había acabado...
--Espero que trajeras tu vestido mas llamativo como te pedí... créeme te necesitaremos...--
Usar el cuerpo de una mujer como un arma era bajo... poco honorable... pero es lo que había... pasará lo que pasara... El ministró no podía salir libre de ese sitio... el trabajó que tenia pensado para su asesina era demasiado fácil... cazar a su presa... nada mas... después de todo esa mujer tiene mas huevos que la la Medici en su casa... mira que darle solo 2 a un pobre elfo... bruja por eso solo ha recibido un beso en su vida... lo que ocasionó una sonrisa en el rostro de Dick, mientras le guiñaba un ojo a su nueva acompañante...
--Si me disculpas... debo ponerme un poco de polvo en la nariz --
Guiñando el ojo, el mago se adentró en uno de los baños que estaba ahí... se miró en el espejo... en serio parecía un vago... por lo que rompiendo sus prendas para quedar desnudo, el mago se lavo un momento las partes del cuerpo visibles para abrir un paquete que se encontraba a su lado... tal vez para esa ocasión el mago necesitaba estar un poco mas elegante para la noche, nada extravagante... un Smokin Tal vez... Casual, de color azul turquesa con los bordes negros... de dos botones, una camisa blanca y un moño a juego... por supuesto no iba a olvidar los pantalones y los zapatos recién pulidos... que acaso era alguien que acababa de permitirle la fuga a medio azkaban?...
--Nos vamos bella dama?--
fue entonces que haciendo un ligero movimiento de dedos los "Inquisidores" ya estaban en su posición... que existía la posibilidad de que algunos se despertaran?... siempre era una opción... por lo que colocando su brazo para que su acompañante entrecruzara el suyo y asi parecer una bonita familia feliz... la única verdad de esa noche es que la vida del ministró acabaría... fue entonces que haciendo gala de su invitación el mago entro a ese cuarto tan peculiar...
Palacio de Buckingham, lugar de la reunión.
13 de marzo, las 9.
La gente comenzaba a llegar... algunos rostros ocultos... algunos mas conocidos... otros sencillamente vistos de cara... la 2da parte del plan de infiltración estaba comenzando... Dick junto a su acompañante se habían sentado en un lugar aleatorio... a la vista de todos... como si nada... era tan obvio que nadie sospecharía de su presencia... al final del día su padre no estaba y el junto a sus hermanas eran los únicos que habían heredado el apellido... pero ante la ausencia de ellas... solo quedaba el, por lo que sonriendole a su acompañante le beso su mejilla, había que aparentar... su gente ya estaba distribuida... eran unos 4... parecían de la alta debido a las ropas e invitaciones falsas.. no había magia... se necesitaba ser muy tonto como para creer que alguien usaría alguna poción o hechizo para noquear a la gente y robarles la identidad... era hecho a la vieja escuela... disfraces, adulteradores físicas...

 

...fui yo quién dejó pasar a un grupo de muggles con armas que fueron disparadas en nuestra contra, no fuimos nosotros los que comenzamos ese ataque, ¡no lo vimos venir!-...

 

Y la noche había comenzado... El ministro había iniciado su conversación... tristemente no era el primer dictador que había escuchado en su vida... en el mundo muggle había varios como el... un loco coreano y un cerdo bolivariano... todos decían lo mismo... la unión... la grandeza de solo un grupo... los únicos merecedores... de todo... pero al final del día todo era una reverenda falsa... por lo que suspirando guardo silencio... japon acababa de anunciar su alianza... y otras familias mas... hasta su tía sagitas había hecho acto de presencía... y asi... habia llegado al final de la noche...

 

Palacio de Buckingham, lugar de la reunión.
13 de marzo, pasadas las 9.
Dick queria destrozarlo... la unica manera de comunicarse entre ellos era la vieja nota de papel... como en la secundaría... movimientos rapidos, palabras exactas... y esas palabras retumbaron en su interior... sus colegas que se habian quedado en Azkaban habían sido aniquilados en su mayoria... una emboscada... no eran inquisidores... eran matones... habían aparecido en la nada... sin preguntas... sus hombres dieron lo mejor de si, pero fue completamente inutil... solo un 4to de ellos pudo salir de la prisión... donde los dementores ya los esperaban... de ese grupito... solo 10 pudieron salir con vida... apenas... si es que podria llamarse seguir con vida... eso fue una masacre...

 

 

- Oh, bien, buen escenario. Me gusta la falta de muebles, le da un aspecto, así como minimalista, modernillo como se lleva ahora. Mientras menos, mejor. Mucha gente conocida también, por supuesto los Macnair ¡Buenas noches Cissy! - saludó, exagerando hasta un punto desmedido su falsa simpatía -

 

Era el momento de actuar.. había que hacerlo, solo necesitaba dar la señal y de pronto los rayos comenzarían a salir... pero una voz en todo su esplendor lo detuvo... casi al instante dos papelitos nuevos llegaron a sus manos... en uno indicaba como dos de los suyos habían caído a causa de una poción explosiva provocada por una rubia sexy y Ma**** y tal vez por eso su acceso al palació habia sido tan facil ya que no había guardas que estuvieran protegiendo esa zona... y el segundo papelito hablaba sobre la presencia de su hermana en las inmediaciones... Arianne estaba en el lugar... por lo que sin decir mas, solo trago saliva, esto se iba a poner feo de tantas maneras posibles...

 

 

- Entonces…¿Te gustaría discutir antes de tu desaparición o vamos directo a ello?

 

Era el momento de actuar... Dick se había puesto de píe... la fase 3 del plan de infiltración había iniciado... la cual era el aislamiento, los 5 aliados de Dick y Dick se habían colocado en las puertas del sitio... todos haciendo uso de las semillas del hielo sellaron las puertas con una gruesa capa de hielo, por lo que sacando las varitas apuntaron a todos los presentes... y haciéndole una seña a su acompañante para que actuara segun el plan, aprovechando la conmoción, el mago sencillamente miro a la rubia...

 

--Hagas... lo que hagas... no lo mates... Lucrezia... lo necesitamos vivo... si... si se quien eres... mi padre me ha hablado mucho de ti... debe de pagar por lo toda la sangre que se ha derramado en estas horas...--

 

Decía mientras apuntaba a la que hace un momento lucrezia había llamado Cissy... y a cualquier persona que se moviera... por desgracia estaba a 10 metros del escenario... por lo que le sería difícil acercar a ella, pero su posición le permitía ver el movimiento de todos... el punto criticó acababa de comenzar...

Editado por Dick Grayson

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