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Enemigos de ayer y hoy


Juliens
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Scavenger tenía razón; había que averiguar cuanto antes qué sucedía y porqué sucedía. Por ello, la acompañé sin decir nada hacia el centro, donde estaba el templo de la isla. Avanzábamos con la sensación que mil ojos nos observaban. Procuré poner los pies en el mismo sitio que ella para no pisar aquellos cuerpos calcinados de animales. Era horroroso y el olor acuciante. Llegamos a la pirámide mucho tiempo después, perseguidas por la oscuridad que avanzaba tras nuestros pasos.

 

Ella no hablaba, supongo que sabía que la seguíamos; al menos yo sabía que Lillian estaba a mi lado. Entrar fue un alivio momentáneo, después comprobé que todo estaba como recordaba, incluso el altar con la espada. No recordaba aquella biblioteca y me sorprendió que Scavenger sí la conociera. Fue decidida hacia un gran libraco en el centro de la habitación. Lillian, sin embargo, pareció usar algún tipo de hechizo protector alrededor de la entrada de la pirámide. Me sentí algo inútil, sin saber qué hacer. Scavenger parecía demasiado ocupada leyendo y la prima protegiendo y yo..., nada, esperar.

 

- ¿Historia oral? No sabía que teníamos eso...

 

Era una sacerdotisa aún en fase muy inicial, por lo que me maravillaba continuamente de los saberes que aún desconocía de nuestro clan. Me alegré mucho al sentir la voz de Ela. No la había visto llegar, tal vez estuviera dentro del templo cuando nosotras llegamos.

 

- ¡Ela! ¡Qué bien que estés aquí! ¿Cómo has pasado por ahí fuera? ¿Te ha atacado alguien?¿Algo? Estoy preocupada por Luna y por Sagitas. Están ahí fuera. - Mi voz sonó como si fuera el mismo infierno en vez de la isla de Avalon. Aunque no andaba muy desencaminada, después de lo que habíamos visto.

 

Agradecí a Scavenger que también se preocuparan por ellas y, tras eso, contestó a Ela sobre lo que leía. Por fin supe qué podía hacer: revisar juntas más libros. Tomé uno y me senté en el suelo. La lectura se hizo tan amena que no me di cuenta que pasaba el tiempo hasta que ella grito un "¡No!" Levanté la vista casi a regañadientes y me quedé tan sorprendida que no pude hablar. Scavenger señalaba una mancha oscura que parecía extenderse desde la entrada.

 

- Tus hechizos no han funcionado, Lillian.

 

Intenté levantarme pero sentí un pinchazo. Aquellas espinas que florecían en la pared, rojas carmesí florecían por las paredes, el suelo, el techo... Había rozado una al levantarme. Empecé a sentirme mareada.

 

- ¡Ay, creo que tienen algo...! ¡Veo doble...! ¡Beltane! - Pronuncié aquel efecto con voz baja por la sensación de ahogo. Algo parecido a un fuego pareció rodearme y me sentí mejor. Incluso dejó un cerco libre de espinas a mi alrededor, como si hubiera purificado un espacio pequeño alrededor de mis pies. Pero no era suficiente. Ni para mí ni para ellas. - ¿Qué hacemos? Parecen avanzar hacia allá, hacia...

 

Solté un gritito, Las espinas avanzaban hacia la zona del altar, donde descansaba Excalibur.

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—¿Cobrar vida?

 

Observa a Kaori, pero durante unos momentos no dice nada. «Cobrar vida», repite para sus adentros. Entonces, una sonrisa socarrona aparece en su rostro.

 

Heh.

 

Se pregunta si con la misma naturalidad con la que Kaori realizó aquella declaración, sus compañeros llegaron a la misma conclusión, sin decirlo en voz alta por lo evidente que era. «Pero tu —se dice a sí misma— tenías que pensar primero en cómo darle una paliza a la maldita bestia, ¿cierto?». Lo que Madeleine asimiló, cuando decidió actuar, es que se estaba enfrentando al mismo monstruo al que alguna vez la Orden Oscura se enfrentó durante una de sus misiones. No había contemplado la posibilidad de que se tratara de algo más. En verdad, cuando de alguna forma el grupo entendió que el monstruo grande no era la única amenaza, lo que Madeleine supuso es que se trataban de alguna clase de criaturas, sin más. Pero, la idea de Kaori le parece razonable...

 

Aquel monstruo metálico, por años, no fue nada más que una pila de basura en el subsuelo de la Fortaleza Errante. Lo que estaba vivo —si es que llegó a tener vida—, fue extinguido cuando acabaron con él en Little White Maple. De modo que aquel cuerpo quedó a la deriva... Y algo pudo haberlo tomado. ¿Y qué sucede con los otros? ¿Quizás... quizás se traten de objetos que también se encontraban en el subsuelo?

 

—No me agrada la idea de dividirnos —reconoce Madeleine, con cierto recelo. Ella no es la mejor jugadora en equipo, pero hay ocasiones en las que se ve obligada a reconocer que deben permanecer juntos. Lo que quizás deberían definir, es el rol a tomar por cada uno de los integrantes del grupo—. Por lo menos yo, no recuerdo un caso como éste. Aunque el monstruo grande definitivamente es un viejo conocido, ahora dudo que este fenómeno esté relacionado con aquel enemigo. Debe tratarse de algo más, no sé si nuevo o viejo —se pregunta si, por casualidad, alguno de los otros presentes sabe algo. Si no por su experiencia, por lo menos por haber leído al respecto en los registros de la Fortaleza o del mismísimo Palacio de la Memoria.

 

Nuevamente, Madeleine vuelve la mirada hacia el gran monstruo metálico. Con la ayuda de las criaturas de sombras conjuradas por Kaori, han logrado someterlo. Pero no definitivamente.

 

—Quizás debamos cambiar nuestra estrategia —rezonga, frunciendo el ceño, pues fue ella la primera que se lanzó el ruedo sin elaborar un plan—. Podemos derrotar a los monstruos que vengan hacia nosotros, pero eso sólo hará que otros cobren vida. Como el mito de la Hidra, ¿saben? Le cortaban una cabeza y lo único que sucedía es que aparecían más y más. Debemos cortar el problema de raíz.

 

»Pero, ¿cómo saber a dónde ir...?

 

Cierra los ojos, pensativa. Sin embargo, sus sentidos se alertan cuando percibe algo malo. Madeleine ha dedicado las últimas semanas al estudio de las ramas del Ocultismo y la Demonología, al igual que Kaori. Uno de sus fines, es el de dominar la exterminación y expulsión de seres malignos, aunque también dominarlos y manejarlos por su cuenta. No ha sido capaz de invocar a ninguna de estas criaturas tenebrosas, pero se cree capaz de percibir su esencia, su naturaleza caótica y, sí, generalmente malvada. Su respiración se detiene cuando tiene la sensación de que una gran oleada está a punto de caer sobre ellos...

 

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Y efectivamente, el hechizo que tontamente había creído que protegería los alrededores ahora demostraba lo contrario. Suspiro con cansancio antes de volverse al escuchar una voz proveniente de otra habitación dentro de la misma pirámide.

 

- Mucho gusto, Ela - reitero sonriendo - Soy Lily Potter - completó el saludo. Ahora entendía el porque de aquella aura que había sentido al ingresar a la isla. Sin embargo, dejó de lado cualquier rastro de condescendencia al escuchar lo que Scav señalaba, observando anonadada las enredaderas llenas de espinas rojizas que provenían del exterior y trepaban por las paredes de aquel lugar.

 

- ¡Cuidado! - musitó la sacerdotisa a destiempo, al ver como aquel nuevo mal lastimaba a Xell. Aquello le hizo sentirse impotente y estaba a punto de dirigirse a hacia la pelirrubia para ayudarle a curarse no obstante, se le adelanto, curándose ella misma.

 

- ¡Chicas! - llamó mientras avanzaba con cuidado sobre el suelo - No podemos dejar que corrompan la espada - estaba a punto de llegar hacia el altar mayor, sin embargo, el guardián de la isla apareció de la nada desde su izquierda, golpeándola fuertemente en el hombro y empujándola contra la pared llena de espinas.

 

Millones de pequeñas agujas pincharon su brazo y pierna derechos dejando la sangre correr libremente mientras un dolor abrasador parecía querer absorber su alma.

 

<Ayuda> fue el último pensamiento coherente antes de desplomarse hacia un lado mientras su aura antes libre de corrupción se volvía oscura.

 

Un abismo desolador se abría ante sus pies seguido de un sentimiento de absoluta incertidumbre ya que no sabía que pasaba o dónde se encontraba. Ni siquiera sentía su cuerpo aunque estaba consiente de que poseía uno solo hacía unos minutos atrás....

 

Lentamente la entidad se irguió con rapidez sin importar las limitaciones de aquel cuerpo humano, pues poco le importaba aquella sacerdotisa inmunda ya que su único objetivo era conseguir la espada de luz ....

 

- Excalibur - siseo caminando sobre la alfombra de espinas que nulo daño le hacía ya - ¡Yo te protegeré! - anunció desdeñosa adelantando la siniestra con algo de cuidado mismo que desapareció al ver que el campo de fuerza que supuestamente rodeaba aquel objeto sagrado no se activaba, pues todavía quedaba algo de pureza en aquel cuerpo.

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Mientras caminaba y esperaba a que Sagitas me alcanzara podía ver como estaba todo lleno de enredaderas y espinas, parecía que algo oscuro y maligno había en las plantas, los arboles y los alrededores, suspiré sintiendo las ganas de hacer algo, ya no solo iba hacía esa luz que me había parecido incandescente, ademas de aquello oscuro que estaba ahí, la oscuridad era absoluta y para nada linda, había manchas negras por todos lado y parecía que algo maligno había llegado para quedarse en mi amado Avalon, algo malvado que nos hacía frente y parecía tener vida propia.

 

- Sagis, necesitamos defendernos y encontrar de donde proviene este mal, mientras tanto nos protegeré y defenderé como pueda, creo que es lo que tenemos que hacer, ¿cómo crees que les esta yendo a los demás? espero que estén mejor que nosotros, creo que las espigas y enredaderas ya no nos reconocen como sus aliadas, si no como sus enemigas, tenemos que hacer algo o nos atrapara aquí para siempre - Le dije frunciendo el entrecejo pensativa, mientras veía como las enredaderas crecían y crecían a nuestro alrededor y cerca de donde estábamos paradas -

 

Esta vez no tuve tiempo de comentarle más nada, tragué saliva preocupada y suspire con la varita mágica en alto, pensando en algún hechizo que pudiera servirme, no sabía si podría lograrlo pero no perdía nada con intentarlo, además si no hacía algo ya, estaríamos en problemas, así que mejor era prevenir que curar y porque no de paso me defendía de todo aquello que nos estaba acechando sin más.

 

- Purificación Espiritual - Dije viendo como un haz de luz blanca cubría todo lo que antes había sido oscuro y negro -

 

Esperaba que aquello fuera suficiente, tarde bastante en sacarme lo oscuro que había absorbido, ese hechizo lo había aprendido hacía poco y como tal era nuevo para mí, pero apenas pude lograrlo sonreí, sintiéndome mucho más tranquila y feliz, podía ayudar de alguna manera y lo que era mejor podía conseguir aprender en esta nueva misión que tenía por delante, solo esperaba terminar de una pieza y no por trozos y ser lo suficientemente valiente para poder llegar a conseguir lo que había ido a buscar, más conocimiento de mi amada Orden de Avalon.

 

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Algo no iba bien. El olor era insoportablemente atractivo. Supongo que el efecto Animalia había sido un reto conseguido pero me estaba involucrando mucho en la forma de pensar del animal que imitaba. El hecho de correr como una pantera no me impedía ver lo que había a mi alrededor y mi mente de sacerdotisa sufrió un momento por los animales muertos que dejaba atrás en la busca de mi Hermana Luna; mi mente animal, sin embargo, pareció lamentar tanta comida desaprovechada por los suelos. No es tan fácil usar este hechizo por el peligro que corres de interactuar demasiado con el animal que suplantas. Menos mal que el hechizo sólo permitía una transformación parcial en la que aprovechaba la agilidad en la carrera del animalito o, tal vez, me hubiera ido peor en aquella carrera.

 

No me di cuenta que las agujas de las enredaderas y las espinas me hacían daño hasta que vi a Luna delante de mí. Menos mal que la había encontrado pues el Animalia no duraba mucho. Justo fue volver a verla y ser de nuevo yo, más agotada por la carrera. Me acerqué a ella a tiempo justo de oír sus palabras.

 

-- Las demás podrán defenderse. Están todas juntas, se ayudarán entre ellas porque son... Son familia. -- Ahora me daba cuenta que, en realidad, aquello había conseguido separarnos del resto, con un sutil "divide y vencerás". ¿Y si...?

 

La idea se perdió ante el siguiente comentario de Luna que me obligó a mirar a mi alrededor. Oscuridad total, la naturaleza en contra nuestra, en contra de nuestra espiritualidad más íntima que nos une con la Diosa, la Naturaleza, la Madre, nuestra isla...

 

-- Aquí falla algo... -- ¿Pero qué era? ¿Qué era...?

 

Luna usó un efecto que funcionó de maravillas. Aunque no fue suficiente. Medio sonreí y decidí ayudarle en conseguir limpiar lo corrupto de aquella zona del bosque, liberándolo de la magia oscura que le sometía. La oscuridad se hizo un poco más tenue, no mucho pero sí lo suficiente para ver algo de luz entre las ramas de los árboles, rompiendo aquella maldita negror que nos rodeaba.

 

-- Foraoise -- Sí, lo sé, era una invocación complicada pero no ajena a mi poder nato de sacerdotisa. Hacía mucho tiempo que sabía que mi yo interior se nutría de aquel elemento de la tierra y que, a mi lado, las plantas solían ser más vistosas y floridas. Ahora, desde que sabía usar esta magia natural, era capaz de hacer crecer elementos como árboles y plantas a mi alrededor.

 

Y crecieron, grandes, vistosos, verdes... A su alrededor, la luz se hizo más brillante, moviéndose en el espacio libre de magia oscura que había conseguido limpiar Luna.

 

Y así las dos, en conjunto, conseguimos que crecieran una serie de árboles frutales que ni yo misma reconocía en sus nombres, sólo en la bendición de la Diosa. Y fue entonces, cansada por el esfuerzo de los dos hechizos seguidos que habían agotado mi cuerpo, que supe lo que había que hacer.

 

-- ¡Ay, Luna! Esto es una trampa...

 

Alcé la mano y tomé uno de los frutos, entre un melocotón-durazno-ciruela de piel perfumada. Le di un mordisco y fue como si la energía volviera a mí de golpe.

 

-- Lo que sea que causa este febril ataque carmesí ha conseguido separarnos de nuestras Hermanas. El ataque no es aquí, ¡es allá! Seguro que ellas están siendo atacadas e intentando separarlas. ¡Tenemos que regresar!

 

Aún quedaba alguna rama atrevida que osaba atacarnos para rozarnos con aquellas espinas rojas. Mientras estuviéramos dentro del espacio re-creado, estaríamos a salvo pero... ¡Era necesario ir con ellas, con el resto de sacerdotisas!

 

-- Come una fruta, Luna, es como si... -- ¿Cómo si sanara, como si pensara que todo iba a salir bien, como si no tuviera miedo de aquellas espinas colorás... -- como si pudieran ayudarnos. Tomemos todas las flores y frutas que podamos y vayamos al templo; ¿tienes alguna bolsa donde guardarlas? Algo me dice que nuestras Hermanas también necesitarán alimentarse de estos frutos puros. ¿Te parece?

 

Por mi cabeza pasó el invocar un Besto que nos defendiera mientras volvíamos a casa, a la pirámide. ¿Tal vez un rinoceronte o un elefante o algo bien grande al que pudiéramos subirnos y que nos llevara lo más rápido de vuelta. No sé porqué pensé entonces en que sería mejor por el aire y me vino a la cabeza el Dragón de la Potter Black, el de mi madre Antara, quien protegía la casa, sus pertenencias y a la familia. Sí, seguro que sería una buena ayuda que él apareciera.

 

Como si le hubiera llamado (tal vez lo hice, a veces invoco con la fuerza del deseo más que verbalizando), sentí el aletear de un dragón sobre nuestras cabezas, dando un respiro de aire fresco y puro a nuestro pequeño refugio que parecía vencer poco a poco (muy poco a poco) a lo corrupto que había poseído la zona y parecía hacerse más grande. Si era Drago, nuestra criatura familiar, aún no estaba segura porque no me atrevía a apartar la mirada de las ramas oscuras que intentaban penetrar nuestro lugar seguro. Pero la magia de la Diosa es increíble y seguro que él había encontrado la forma de aparecerse en Avalon para protegerme, para protegernos.

 

-- ¿Qué hacemos, Luna? -- le pregunté, aún mordiendo lo que me quedaba de mi deliciosa fruta.

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Llega tarde, malditamente tarde y la verdad… no le importa… camina por el frío lugar hacia la antigua Fortaleza, una y mil veces ha apoyado su mano y pronunciado las palabras que le brindan el acceso, ahora, por algún motivo, aunque las verbaliza sabe que no hacen falta. Hay rastros de sangre en el ingreso, primero se preocupa, pero luego al aspirar profundo sonríe, parece que comerán venado, pero su sangre parece mezclada con algo más, humano, se sorprende. Nunca los entenderá del todo a pesar de que ella lo ha sido mucho tiempo y hay días en que desea serlo de nuevo. Pero es consciente, no podría.

 

No necesita que le digan dónde están, puede sentirlos mientras ingresa al lugar. Cuando piensa en el sótano de la fortaleza le viene a la mente el árbol de la vida con sus hojas brillantes y como escamas que siempre le recordaron en realidad al nácar. Sus pasos resuenan mientras baja, pero siente que no son ellos los que hacen eco, algo ocurre en los sótanos y unos destellos se lo confirman, apresura el paso más bien recurre al phanton como vampira ya era veloz, ahora es casi como “teletransportarse” sin necesidad de conocer el lugar en que te apareces.

 

Lo que le esperaba allí era algo que no pensaba tenía que enfrentar. Aquella figura en el retrato le recordó demasiado a su juventud.

 

—No eres nadie sin tus compañeros —siseo la figura en el cuadro y fue como si se descolgara de sí mismo, sus manos se extendieron hacia los lados y tomaron por fuera el marco del retrato.

 

Darla retrocedió un paso, presionando su varita, pero sabía bien qué no había sido lo único que la había ayudado en el pasado. No tenía su scythe, quizás otra arma. Un clanc sonó al chocar contra lo que estaba a sus espaldas al dar un nuevo paso atrás cuando en el pasillo el retrato se alejó de la pared y las piernas aparecieron bajo él.

 

Miró sobre sus hombros. Una armadura y no cualquiera, estaba encantada pero no la habían utilizado en cientos de años, lo sabía bien por los libros que existían en la biblioteca y… ¿cuándo demonios los había leído? El sonido de los pasos acercándose y la risa malévola que le recordaba una mala película muggle la hicieron recordar dónde estaba y que debía actuar. No podía irse ni tomar las armas de aquella armadura pero… oh, sí. Escendia, fue un susurro, casi un pensamiento que escapó de sus labios pero segundos después la pelirroja había desaparecido y la armadura del semigigante blandía su espada y una cadena con una bola de picos en su punta.

 

Era ridículo que los flashes del pasado vinieran a ella, pero alguna vez había poseído de esa manera una pequeña casa o una pared de ella, no recordaba bien, lo que sí poseía y veía a través de su yelmo, era la armadura. El retrato corpóreo había lanzado un rugido al venir hacia ella y verla desintegrarse en el aire pero mayor fue su aullido cuando la espada y el mangual golpearon uno en el brazo y el otro el torso de aquel ser que se había vuelto corpóreo.

 

El lucero del alba y el mandoble golpearon una y otra vez al ser del cuadro, que intentaba responder con su bastón de estileto pero no era nada en comparación con las armas de la armadura del semigigante que le atacaba con furia, haciendo volar por los aires trozos de madera y lienso. Van a matarme por destruír el cuadro de este maldito mago del siglo doce pensó la bruja mientras calculaba cuánto tiempo le quedaba, quizás podría aún separar su sombra de ella y mandarla en busca de ayuda, aunque el brujo medieval estaba casi vencido… o eso parecía…

 

Darla no supo bien cómo había ocurrido ni cómo logró saber de aquello, cuando los restos del cuadro caían al suelo, la armadura bajó sus brazos de pronto y tras el tiempo que el poder le permitía controlarlo, ella volvió a corporizarse, mareada, desorientada, hacía demasiado tiempo que no tenía esos poderes. Su zurda se apoyó sobre la pared, junto a la armadura cuyos brazos caían a los lados, aún sosteniendo sus armas, pero ya no en guardia como cuando la había poseído. Los sonidos llegaban a sus oídos, pero no lograba terminar de procesar qué es lo que sucedía a su alrededor, si utilizar esa magia le producía eso estaría en problemas. Debía volver a acostumbrarse.

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¿Una trampa? Pensé en aquel: "Divide y vencerás" y quise de darme de cabezazos contra los arboles y las mismas enredaderas que había allí, había caído en la trampa tan solo porque quería defender Avalon con mi vida si fuera posible y había arrastrado a la trampa a mi amiga Sagis, ¿como no pude pensarlo antes? a veces mi vena impulsiva ganaba a mi vena racional y terminaba metida en un gran lió, me dije que aquello era lo que había sucedido, así que teníamos que ver como regresar con los demás, porque desviarnos más no era una opción posible.

 

- Por las Barbas de Merlín, es verdad es una trampa y caí en ella, siento haberte arrastrado aquí, seguro que nuestras hermanas están en peligro y el foco esta allá en el templo, tenemos que regresar y verlas, espero que no sea demasiado tarde para ayudarlas y que podamos seguir con la misión - Le dije a Sagis sintiéndome del todo tonta por haber caído en la trampa, aun asombrada de no haberme dado cuenta antes -

 

Cuando menciono lo de comer los frutos rojos y verdes, la observé asombrada, ¿comer aquello era buena idea? ella decía que nos podía ayudar así que mejor que intentar llevar lo más que podamos, sonreí porque si que tenía una bolsa roja, no era muy grande pero podría servirme para llevar algunas cuantas, solo esperaba que fueran suficientes para todas y que nos sirviera para sentirnos mejor y ayudar a todo Avalon en esta rara empresa en la que estábamos inmersas.

 

- Si podríamos llevarlos, mira aquí tengo la bolsa roja, quizás funcione, lo bueno de esta bolsa es que es plegable así que se puede hacer chica si queremos y no nos estorbara, no te preocupes alcanza para poner demasiadas porque es una bolsa mágica y tiene más espacio de lo que se ve a simple vista, seguro que nos ayudara o eso espero Sagis - Dije entusiasmada mientras sacaba la bolsa y se la mostraba y empezaba poner algunas frutas allí, para recolectar cuanto pudiera -

 

Abrí mis ojos azules claros y se me cayo la bolsa con algunas frutas, al ver al dragón sobrevolar mi cabeza, ¿de donde había salido? no tuve tiempo de preguntar porque el parecía bajar hacía aquí, pero algo me dijo que no era malo si no todo lo contrario, miré a Sagitas preguntándome de donde había sacado un dragón pero me imagine que tendría uno, primero porque había tenido o ¿aun tenía? un circo y segundo porque supuse que esas criaturas le gustaban tanto como a mí, así que solo pude asentir y juntar las frutas que se habían caído, mientras le decía preocupada.

 

- El dragón es muy bonito, ¿es tuyo? pues juntemos todas las frutas que podamos y vayamos hacía el templo donde están nuestras hermanas, no podemos quedarnos aquí más, tienes razón fue una trampa y fue tonto de mi parte ir hasta aquí, lamento haberte traído pero al menos, tenemos las frutas, si no hubiéramos venido... quizás nos ayuden bastante ¿no crees? venga vamos en el dragón ¿que dices? - Le pregunté feliz mientras miraba las frutas que había juntado y sonreía feliz, estaba entusiasmada y pensaba que nada malo nos pasaría y que podríamos salvar a nuestros familiares apenas lleguemos al templo de Avalon -

 

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Beatriz Bouligny

—No, no son criaturas precisamente...

 

La respuesta sale automática de su boca. Ya no está en el techo pero tampoco parece que volver allí vaya a hacer un gran cambio, al menos de momento, mientras esas cosas pensantes se nieguen a moverse o darle mayores pistas de sus haberes. Escucha también la llegada de una primera persona pero no vuelve la cabeza para mirar, concentrada como está, viendo hacia el frente. La chatarra metálica sigue moviéndose pero ella deja que los demás se ocupen de ella, casi como si se distrajeran, mientras aguza la vista; nada se remueve en las sombras, aunque por el rabillo del ojo capta a las criaturas de sombras de sus compañeros conteniendo a la máquina. Una muchacha (además de la mujer pelirroja que se había sumado poco antes) también empezó a hacer preguntas. Beatriz apenas va conociendo a los que conforman ese grupo y la mujer parecía analizar el espacio y la situación bastante bien.

 

Cobrar vida... ¿se refería acaso a un reanimador? Eso era una idea bastante tétrica, así que esperaba que no fuera eso. Tal vez alguna clase de magia que se hubiese salido de control o un objeto oscuro cuya energía no del todo agotada hubiese ido a parar a un rincón en sombras, recuperando parte de su viejo poder.

 

Por un instante, Beatriz se queda muy quieta, escuchando, y mirando alrededor como si fuese un animal acorralado. Hay una tensión en el ambiente que no consigue definir ni tampoco adivinar de donde proviene. Entonces, se empiezan a oír chillidos en toda la sala: Beatriz, replicando el viejo juego que practicara arriba, ajusta ambas manos ante su rostro, a la manera en que haría alguien que simula enfocar con una cámara y el espacio entre sus dedos realiza un acercamiento al espacio del fondo. Ve a las criaturas pequeñas explotar y ve que expulsan grandes cantidades de líquido... que imagina debe ser sangre, o algo similar. No puede evitar retroceder unos pasos, asqueada y un tanto asustada. Todas las criaturas parecen estallar a su alrededor y eso es lo que informa a Madeleine y los demás. Luego se repliega, pensando en lo que hará a continuación.

 

 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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La velocidad a la que se reproducían las espinas era abrumadora. Xell y Lilian, ya alertas, las percibieron casi al mismo tiempo que ella. El interactuar con ellas parecía tener un efecto negativo en las sacerdotisas, al igual que las plantas y otras cosas vivas que tocaban: las marchitaba, borrando todo rastro de vida de ellas, maldiciéndolas. De reojo, pudo ver a Xell poniéndose de pie y curándose una herida provocada por las espinas, usando una magia similar a la que su prima había usado antes.

 

La mención de Excalibur le heló la sangre, pues sus compañeras tenían razón; en el centro de la isla, el centro de la magia en ese lugar descansaba la espada mágica, ¿cómo no lo había visto antes? La maldición no tenía interés en Avalon, ni en las plantas o animales, ni siquiera en ellas, sino que quería llegar a Excalibur. Scavenger corrió hacia donde descansaba la reliquia, justo a tiempo para ver a Lilian caer al piso empujada por el guardián de esta.

 

Una sensación terrible le llenó el cuerpo al ver a su prima caer en una zona llena de espinas, soltando un grito de dolor. Por su parte, la figura que la había lanzado al piso dio un par de pasos hacia el altar central, era obvio que su único objetivo era coger la espada.

 

Scavenger quería correr hacia él, pero las espinas estratégicamente cubrían todo alrededor del altar, haciendo imposible el acercarse a Excalibur. Si tan sólo tuviese su escoba a la mano. La figura siguió su camino, y aunque sus facciones estaban oscurecidas por la misma maldición que rodeaba toda la isla, parecía que estaba sonriendo. Sintiendo la impotencia e ira hervir en su interior, Scavenger extendió la mano izquierda, como si con un acto tan simple pudiera detener el avance de esa cosa que deseaba poner sus manos impuras sobre la espada.

 

La memoria del libro le llegó de manera repentina, y es que mientras le echaba un vistazo pudo ver menciones de nuevos conocimientos, de magia diseñada precisamente para purificar, para mantener el balance tan frágil de la tierra. Con la mano todavía extendida, intentó centrar sus pensamientos en aquella figura, rogándole a diosa que la ayudara a proteger su hogar. Esperaba que el estar en Avalon le ayudara a canalizar el poder de la Madre misma. Sintió un calor formarse en su plexo solar, llenándola y avanzando por su pecho y brazos hasta llegar a la misma mano que apuntaba a la criatura. La lanza de Assal era, según el libro que había leído, especialmente letal para los seres oscuros, por eso cuando la figura -a punto de tocar Excalibur- soltó un grito de dolor y se llevó las manos al pecho, Scavenger supo que había tenido éxito.

 

Lentamente bajó la mano, al mismo tiempo que el ente caía al piso, sus manos aún aferrándose al pecho, al mismo lugar donde ella había sentido ese fuego en su interior. Recordó entonces a su prima, y se giró rápidamente para ayudarla.

 

—¡Lilian, déjame ayudarte! — con mucho cuidado de no tocar ninguna espina, se agachó y puso el cuerpo de su prima lejos de las partes malditas. Imitando el gesto de Xell, puso su mano encima de las heridas de Lily, y probablemente era por la conexión que acaba de establecer con la diosa, pero instintivamente pudo conjurar el fuego de Beltane para ayudar a purificar los cortes que habían penetrado la piel de su prima.

 

—Vamos chicas, — habló en voz alta. —¡Tenemos que llevar a Excalibur a un lugar seguro! Estoy segura que esas cosas —señaló a la figura en el piso, a lado del altar— van a seguir viniendo por ella.

 

Esperaba que Sagitas y Luna llegasen pronto, porque si las cosas seguían su curso, iban a necesitar de toda la ayuda posible para proteger la reliquia.

 

something amazing: a boy, falling out of the sky
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Isla Avalón


Flores marchitas, mariposas que perseguían a Xell y una pantera cuyo comportamiento era tan inusual como el tono rojo de sus ojos. Era evidente que ocurría algo. Existía la posibilidad que la actitud se justificara por estar protegiendo alguna cosa dentro de la isla; pero, las sacerdotisas pertenecían ahí tanto como ellas. No entendía por qué las desconocían. Sin embargo, por una parte se sentía aliviada al no encontrar animales heridos al menos hasta ese momento.

Tan rápido como pudo darse cuenta, el lugar donde había encontrado a Luna se había convertido en un punto de encuentro para el resto de los sacerdotes; primero con la llegada de Sagitas, luego Xell, Scavenger, Lilian. Cada una tenían algo en común, había sido espectadoras de como la isla tenía un comportamiento diferente. Tan sólo la presencia de ellas le hacía sentir segura a pesar de que sólo conocía a algunas y no había tenido la oportunidad de presentarse ante las demás.

Debían descubrir qué era lo que sucedía y debían hacerlo rápido, antes de que todo empeorara. Se alejó unos metros de sus compañeras y se sentó sobre el césped aún verde, cerró sus ojos y dejó de escuchar las teorías de sus compañeras, aunque en su mente seguían dando vuelta frases tales como "Fuego", "Purificación Espiritual", "somos intrusas","Besto pantera", "trabajemos juntas", "quiero quitármela", que provenían de sus compañeras. «Lectura de aura».

Estaba claro que necesitaban ayuda y sentada allí no tenía la oportunidad de cooperar ni de "trabajar juntas". Además por más por mucho que lo intentara le era imposible mantener una conexión espiritual con la isla, había algo que la bloqueaba más allá de sus propias preocupaciones. Abrió sus ojos despacio, cuidando que la claridad del exterior no dañara su retina, pero al visualizar el lugar, no encontró nada. No sabía exactamente cuánto tiempo había estado sentada manteniendo esa actitud que hasta ese momento no había considerado que podía ser egoísta.

Era probable que el resto de sacerdotisas estuvieran buscando respuestas de manera externa, desafiando todo obstáculo que se interpusiera en su camino. Había sido tan despistada para no darse cuenta que alguna de ellas se dirigían al centro de la isla, donde se encontraba el templo de la isla, donde se había unido otra sacerdotisa, y otras seguían dando vueltas por los alrededores. En otro momento había tenido la posibilidad de saber con certeza cómo estaba conformada la isla, cada uno de sus rincones pero el panorama estaba cambiado.

Caminó sin ninguna dirección aparente procurando no pisar nada que pudiera provocar una herida en el pie y observando que ningún animal la atacara sin tener la posibilidad de defenderse. Era peligroso estar solo en una situación así; aunque sabía algunos hechizos que podía utilizar para no correr riesgos mayores.

Sentía como sus sentidos se agudizaban a medida que trascurría el tiempo, estaba más atenta a su alrededor, podía sentir el mal olor de las hojas secas y marchitas y escuchar hasta el mínimo aleteo de una mariposa, todo estaba en silencio. Sin embargo, de pronto escuchó una voz conocida, era la de Luna, quien formulaba oraciones que contenían las palabras "trampa", "dragón", "templo" y "frutas", y no entendía como esas cosas podían estar juntas. Se acercó aún más, esperando que estuvieran bien.

— ¿Sagitas? ¿Luna? —esperó hasta poder ver a sus compañeras para mencionar sus nombres.

Sin embargo, no sólo vio a sus compañeras sino también un hermoso dragón y una bolsa roja que Luna sostenía en la mano. Miró fijamente a la criatura que tenía delante de ella, tomándose el tiempo de admirar cada uno de los detalles si darse cuenta que algo en punta traspasaba su zapato provocando una leve pero dolorosa herida en la planta del pie. — Auchs...

 

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