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París Mon Amour


Valky
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Vestía de forma muy común, para pasar desapercibido. Las misiones de incógnito eran, sin duda alguna, sus favoritas; unos pantalones vaqueros negros que se ajustaban a su anatomía como si fuesen una segunda piel. Un jersey de color burdeos que lo hacia ver elegante y casual al mismo tiempo. Una chaqueta de cuero, regalandole ese toque chulesco que tanto lo caracterizaba y para rematar el conjunto unas botas de piel oscuras y un gorro rojo que le cubría la cabeza del aire frio que recorría con velocidad el país entero. Se encamino hacia el paseo más cercano, en espera de la tan anhelada señal. Caminaba con tranquilidad y con las manos en los bolsillos. Nadie podría sospechar de que debajo de aquel hombre común había un mago experto. Su arma mágica en su bolsillo, lista para atacar si algo se salia de control. Y el escuadrón Némesis, perteneciente al clan luna negra de Hunyad a la espera de una señal. No iba a permitir que se rompiesen las buenas relaciones con nadie aquella noche.

 

Aquello era una completa locura, el tiempo, vete tu a saber como, cambiaba a voluntad. Antes solo había niebla, algo espesa si, pero ahora, ahora comenzaba a nevar y con abundancia. Luca amaba la nieve. Desde niño cuando jugaba con ella. No obstante, aquel embiste temporal no le gustaba en lo mas minoro pues intuía y seguramente no se equivocaba que aquello era debido a la conjunción de los astros y a la tensión de la energía del planeta al saber que miembros de la orden y la marca se encontraban reunidos en una misma ciudad. Había dejado las callejuelas atrás para encontrarse con sus ahora camaradas. Estos al igual que sus varitas vibraban con las ganas, absurdas según el, de acabar con sus rivales. Tanta pureza de sangre, tanto egocentrismo le asqueaba en demasía. Tendria que balancearse entre ganar el evento y evitar la muerte de los seguidores del fenix. Iba a ser duro.

 

Le dieron unas coordenadas a encontar, debia ir al museo del Louvre y reclamarlo como suyo. Pues alli que se dirigio

 

Fidelio

 

Offf - Mi primera tirada de dados me troleo, sorry

 

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NUMERO DADO: 3
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-Mira, allí, allí. El del gorro burdeos.

 

Gatiux le susurraba a Orión con evidente entusiasmo, señalándole el lugar donde debía de mirar. Había localizado a un tipo con apariencia sospechosa y había seguido cada uno de sus movimientos. Un hombre de barba azabache cerrada, pero recortada, vestía un abrigo largo oscuro y debajo había una ropa poco cuidada. Los bajos de los pantalones estaban algo sucios de tierra, igual que las botas desgastadas.

 

El tipo metió la mano en la parte trasera del bolso de la mujer que tenía delante. La elegancia de sus movimientos hizo que en ningún momento rozara con el brazo o con su cuerpo nada de la mujer a la que estaba robando. Unicamente una mano, que como el roce de una pluma se introdujo en su bolso y sacó un teléfono móvil, el cual guardó en su bolsillo. Se alejó de la mujer, y mientras lo hacía apagó el teléfono que acababa de robar.

 

- ¿Lo has visto como se movía? Ha sido muy refinado. -Gatiux estaba ilusionada con presenciar aquel acto vandálico en directo- Parecía un felino, en ningún momento ha rozado nada con el brazo. Ella no se ha dado cuenta de nada.

 

Ante la mención de un ejército de cuervos que le trajeran piedras brillantes y bonitas, Gatiux sonrió mientras se pegaba al brazo musculoso de Orión. Se imaginó la escena, y como examinaba una esmeralda con una pieza ocular que determinaba la pureza de la misma.

 

- Al final los cuervos se volverían ávaros y se quedarían para ellos el botín. -explicó- Yo fui un cuervo de esos..

 

Siguiendo la moda francesa, Gatiux había optado por los colores oscuros, tanto el abrigo como los pantalones y las botas eran negros, y el jersey era verde botella. Todo resultaba un poco apagado, excepto por el pelo y los ojos, que seguían siendo de color fantasía sirena, claro. Su Marca Tenebrosa ardió bajo la manga de su abrigo negro de cashmere, y sabía lo que significaba

 

-Es la hora. Nos vemos en un momento... -murmuró Gatiux, levantándose- O luego más tarde.

 

Se acercó a Orión para darle un beso. Disfrutando de aquel segundo y de ellos dos. Al abrir sus ojos amarillos encontró a los azules de Orión, mirándola. Debe ser el color más bonito del mundo. Gatiux le sonrió y le tocó la punta de la nariz antes de alejarse caminando a paso animado. Debía de buscar una de aquellas escaleras con el cartel que decía "Metropolitain" y dirigirse al Castillo de Versalles. Tardaría bastante en llegar al Castillo de Versalles, estaba apartado del centro a diferencia del resto de monumentos, una de las cosas buenas de París era la eficacia del metro. Inspiró entraba en una boca de metro cercana.

 

Fidelio

 

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Lugar: La Bastilla.

 

Por una casualidad más que nada, Maida justo ahora, se encontraba parcialmente oculta en la sombra de Aaron. ¡Vaya metáfora de su relación! Se explicaba de manera muy sencilla cuando se miraba la diferencia de tamaños entre los mortífagos. Fisicamente eran muy distintos, él era fornido, ella más bien enjuta, a él se le notaba más cercano a los cuarenta, mientras que ella, aún no tenía ya veinte, bien podía pasar por una de esa edad. Los ojos grises y azules también los apartaban, pero el tono pálido en sus pieles los volvía a juntar en la rama familiar, ambos hijos de Black, ambos sobrinos de Orión, todos de la rama de Fernando. La bruja no pudo evitar nunca sentir el orgullo que le hinchaba el pecho de proclamarse integrante de su familia, aunque lo explicara poco o casi nunca.

 

Supongo que si muero antes que ellos lo notarán —murmuró con gracia, aunque la sonrisa se le ensanchó aún más cuando vi a Aaron mover los hombros, ¿estaba nervioso?—. Lo del artilugio que esconden, no lo sé, pero preguntarles, sería delatarme, de todas maneras, funcionan a la perfección para nosotros, nos mantienen comunicados, ¿no? Salvo claro, las veces que decides ignorarlo. Tendría que ponerle una maldición, pequeña aunque sea, para evitar ese tipo de situaciones.

 

Siempre le terminaba reclamando algo, aunque fuera una pataleta sin importancia. Aún no lo disculpaba por haber tomado decisiones tan radicales sin tomar en cuenta sus miedos o sus opiniones, pero claro, ¿cuántas veces Aaron preguntaba algo a alguien? En algún momento sintió que podía tener magos guiándolo, pero él siempre le terminaba demostrando que hacía las cosas según su juicio. Sintió un ligero ardor en el antebrazo y aguzó nuevamente los sentidos.

 

No he visto a nadie, pero creo que esta es la señal para movernos —masculló. Desaparecieron en cuestión de segundos, atendiendo el llamado de la Marca Tenebrosa, le llevó a Maida unos segundos recuperar el control de su anatomía pero para cuando lo hizo, no había recuperado su habla. Estaba en lo que podía considerar una maravilla de cabo a rabo, jamás se habría imaginado algo así. Volteó a ver su primo y asegurarse que no se había metido en ningún sueño. pero no vio a nadie. lo escuchó eso sí. Como si de una alucinación se tratase... "no te perdonaré si mueres".

 

Muy lejano.

 

Y ella, en medio de la Bastilla, la reconocía de los viejos libros de historia. Se habían desaparecido juntos, ¿cómo es que ahora estaban separados? Giró el rostro para todos los lados posibles y sacó la varita de la manga, lista para no morir, al menos.

 

Fidelio.

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Leonid Sila

 

 

La Ópera de París

 

El ícono parisino se alzaba del otro lado de una vía principal que para su disgusto del joven se encontraba bastante ajetreada. Maldijo para sus adentros, los vehículos no dejaban de pasar tanto en un sentido como en el otro, no podía perder tiempo y tampoco se podría arriesgar a desaparecer en vista de tanto muggle que recorría aquella avenida también procurando el mismo lugar que el mago pero con motivos muy distintos.

 

El ruso se abrió paso entre la muchedumbre mixta de turistas y locales hasta llegar al cruce principal que le permitiría llegar hasta la Ópera. Una amplia cebra de rayas blancas cruzaba la calle y en ambos extremos se alzaban un par de semáforos gemelos. Con un movimiento casi perezoso y con mucha precaución tocó su su varita el semáforo que se alzaba junto a él.

 

Inmediatamente la luz cambió, la luz verde habilitó el cruce, varios vehículos tuvieron que pegar frenadas violentas para no cruzar, se quemó caucho de eso sin dudas. Leonid sonrió, los franceses tenían buenos frenos. No espero un segundo más, se lanzó en una veloz caminata hacia el otro lado.

 

La opera de Paris era una edificiación imponenten viese por donde se la viese, aquel techo sumamente detallada de color verde finalizado en punta, rodeado por cuatro magníficas estatuas doradas que parecían hechas en el oro mas puro, eso sin tener en cuenta la fachada de marmoles, columnas y labrados en piedra que debían de ser la envida de mas de alguna Ópera central de cualquier nación del mundo, sin dudas el encanto de Paris era inegable no existía edifico que no quitara el aliento.

 

El pelirrojo tenía que asegurarse de que aquel lugar se encontraba limpio, no podría reclamarlo si allí se encontraban miembros de la Orden del Fénix pero quizás tuviera la suerte de que algún compañero de la Marca también se encontraba en el lugar. Enfiló sus pasos hacia un par de banquetas que quedaban medio ocultas tras unos arbustos prolijamente recortados.

 

Agitó su varita y lanzó un encantamiento de reconocimiento, según el tipo y la cantidad de sensaciones que recibiera se daría cuenta de cuantos magos amigos o enemigos se encontraban presentes en aquel espacio. Solo era cuestión de esperar unos segundos. Y lo sintió, un amigo, alguien la Marca no estaba solo, solo tendría que dar con él o con ella.

 

Sin más el castaño se apartó de la banca y camino hacia la entrada allí debería de encontrarla.


Fidelio.

 

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Estaba en territorio suyo prácticamente, la zona estaba bajo el mandato de su hija Ada Camille Dumbledore, aunque ella luchaba porque se pusiera el Triviani, la bruja se mantenía en posición de conservar los apellidos con los que por tanto tiempo había vivido.

 

Zoella prometió miles de veces visitar el lugar con su hija, pero en aquella ocasión debía de únicamente luchar en las zonas ya luego lograría ir de turismo con su hija, visitando cada lugar que esta le dijera y siguiéndole a donde ella le llevara.

 

Zoella caminó otro tanto, sintiendo más presencias en el lugar. Preparó su varita, dispuesta a luchar, pero se encontró a su madre y a su padrastro entrando al lugar. Triviani los saludó con la mirada y siguió recto a lo que reconoció como el panteón de París, monumento de estilo neoclásico situado en el V distrito de París. Erigido en el corazón del Barrio Latino, en la montaña Santa Genoveva.

 

La calva no observaba a más nadie rondando por el lugar y aquello aclamaba a una victoria absoluta dentro del lugar, donde solo ellos se encontraban, al menos por ahora, luchando y solo estando sin siquiera la presencia de alguien más fuera de ellos.

 

Sostenía la varita en alto, preparada para atacar de ser necesario. La maldición asesina en la punta de la lengua de ser necesario, y la usaría sin importar quien se interpusiera en su camino a la conquista, proclamando a El Panteón como suyo, como territorio mortifago.

 

Las escaleras solitarias le daban la bienvenida a la bruja, ascendió por estas en silencio, observando a su alrededor a la búsqueda de una presa a la que asesinar. Triviani se sentía triunfante en aquel lugar, donde solo unos pocos mortifagos se encontraban. Conquistando el lugar y proclamándose a la Marca Tenebrosa.

 

La bruja siguió ahí, a la espera del llamado a la base donde comenzaría la batalla final. Parecía que más nadie tomaría el panteón, siendo lugar nada más de ellos. Primera parte, todo un éxito. La bruja sentía el corazón desbocado y la adrenalina al 100%, percibiendo la emoción del momento como nunca.

 

Fidelio.

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La Bastilla era un lugar tenebroso por dónde quisieras mirarlo, tanta sangre derramada ahí, tantas ejecuciones en sus alrededores, hasta en el olor de sus celdas podía sentirse el dolor, la impotencia de no poder salir de esa cárcel tan antigua. Sin embargo, Maida no sentía tanto miedo como nostalgia, tristeza por situaciones que desconocía, pero que la hacía sentir sola, era como si el silencio de los muchos muertos ahora se hubieran apoderado del alma de la bruja. A lo mejor había sido el alejamiento abrupto con su primo, ¿estaría bien? Si, claro, no era el mago que era ahora por ser un indefenso, ¿no?

 

Resopló y meneó la cabeza, tratando de sacarse de la mente los pensamientos oscuros, se pasó la mano por el rostro, despejándose, calmándose y agudizando los sentidos lo más que se podía. Expandir los poderíos del clan oscuro a los lugares que nos indicaran, si, ese era el pensamiento. ¿Algún otro miembro del bando se aparecería? ¿Alguien de la Orden del Fénix tal vez? Después de todo la guerra más importante era la interna, la amenaza de algunos muggles asustados no significaba nada. Eso era más que claro, salvo para ellos mismos que se creían con la capacidad de desafiarlos.

 

Caminó un poco sobre la piedra, con la varita siempre apuntando, atenta.

 

Había aparecido en lo que se conocía como la Torre Chapelle, y obtenía gracias a ello una vista casi de ensueño, una que cualquier turista podría disfrutar, pero claro, como la bruja andaba pendiente de algún ataque imprevisto, le estaba dando poca importancia. Fue entonces cuando recordó otro de los mensajes de su primo y en silencio, una máscara plateada cubrió la mitad de su rostro, Perséfone había aparecido para llevar a cabo cualquier misión impuesta por el bando. La Bastilla sería suya sin importar lo que tuviese o a quien tuviese que destruir a su camino, la marca tenebrosa vibraba con impaciencia en su antebrazo y las ganas de volver a casa era, posiblemente, su mayor impulso para continuar sin chistar en la llamada Ciudad Luz.

 

Quizá no eran horas propias para las visitas, porque, por más que se esforzara, Maida no sentía la presencia de nadie más que no fueran los guardias, de quiénes también se hallaba fuera de alcance.

Fidelio

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Resultado del Dado: 9



La Opera


Las miradas de los curiosos despertaron un poco la molestia de la Vidente, jamás le gustó ser el foco de atención. Aunque era imposible no darse a notar, sobre todo porque se puso a cantar como lo hacían las soprano dentro de la Opera, disfrutaría de ese sitio sin lugar a dudas. La elegancia que se desprendía del escenario mezclada con las voces angelicales de los miembros de una opera prima. Aunque le agradaba la idea de ver una tragedia estilo romano, no le quedo más que conformarse con una pantomima mal armada y estructurada.


—No es tan malo—encogiéndose de hombros estrujaba un poco el boleto de acceso. Nuevamente se vio rodeada de muggles, simplemente volvió a contenerse y no verse rebasada por la cólera. Su varita continuaba resguardada en la pretina de su pantalón, resguardada aún detrás de su máscara no le quedo más que continuar con su andar elegante. Sus ojos captaron a una presencia amiga o eso le dictaba su instinto primario, quizás la marca no estaba tan lejos de su alcance y el sabor de la complicidad se impregnaba en su paladar.


Sin decir palabra alguna le saludaba con una cabezada, dando por sentado que el gesto sería devuelto por el mago. Una lóbrega sonrisa apareció en sus labios, abrazando la misma con cierta arrogancia, recordando que era mala para entablar una conversación con los rocíen llegados y era una buena idea agarrarse de ese evento para intentarlo. Acercándose poco a poco a donde estaba su camarada, no se atrevía a decir su nombre, no le dejaría en evidencia.


—Parece que será una velada interesante—indicó entregando el ticket al hombre de la entrada. Sintiendo la cercanía del hombre que momentos antes se sintiera acogido por la presencia de la Vidente. Su buena suerte se la debía a la querida Triviani, no le quedaba la menor duda de que ella siempre le echaba su buena mano y si no, ya sufriría la misma suerte que esos dichosos arcanos que se transformaron en algo más que un simple dolor de cabeza. Ya tendría tiempo de elaborar la mejor venganza, pero ahora era ideal centrarse en otros intereses que sin duda alguna rondaban por su mente.


La orquesta tocaba armoniosamente acompañando al cuarteto de tenores, resaltando el de estatura mediada seguido por otro que era alto como un poste. Relacionarlo con un trol, no contuvo la risita que escapaba de sus labios. Recobrando la compostura, no dejaba de ser seducida por las voces de esos hombres. Elevándose por el aire dejaba que sus pensamientos traspasaran esas paredes y revolotearan con libertad


Fidelio

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El Panteón - https://i.imgur.com/nBvxGVh.png

 

Vio varias caras conocidas, un par que no esperaba ver y otras ocultas a las que decidió no prestarles atención. A veces el anonimato debía respetarse y tomarse como tal, aunque a la Triviani le inquietó un poco que la viesen en medio de esa compañía, sobre todo porque no era bueno para los negocios teniendo en cuenta el golpe político que había sufrido en el último tiempo. Se rascó la nariz y observó a su hija. Decidió seguirla porque sí, porque era mejor a estar en su presencia a tener que lidiar con los ratos amorosos del Yaxley y la Malfoy.

 

- Déjame acompañarte, deja que tu madre disfrute de tu presencia. -la miró un poco embelesada.

 

Zoella había llegado al Panteón de París, un lugar bastante emblemático de esa ciudad y con una historia que a la gitana no le interesaba lo más mínimo. Hay que tener en cuenta que ella no quería esa aventura, de hecho había decidido seguir al grupo nada más que porque ya estaba en el baile y tenía que bailar. Ante la duda, llevaba preparada su varita y todos sus amuletos especiales, por si tenía que utilizarlos en algún momento. Esperaba que no, le daba pereza llegar a un enfrentamiento. ¿Cuál? Ni idea, pero tenía la leve impresión, por las caras de los demás, que esperaban eso todos.

 

Cuando la vio blandir su varita, Candela copió a su hija. Es que la pobre no se enteraba aún de qué iba el juego. Porque era un juego, ¿verdad? Algo así como una carrera, había dicho Orión en su carta. Conquistar la ciudad, matar traidores, descuartizarlos, etc. Bueno, eso último no, porque no sabía si era eso así. Bah, ¡es que tampoco lo había escuchado! De pronto ya no le pareció tan buena idea tener que seguir a un grupo que, posiblemente, la llevaría hacia su muerte.

 

- No seas tan dramática, Candela. – se dijo a sí misma, a sabiendas de que estaba siendo observada por su hija. Se encogió de hombros, restándole importancia. Tampoco tenía que explicarle nada, Zoella ya conocía la existencia de las voces en la locura de su madre.

Fidelio

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~ Mosquito ~          Ianello 

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