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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Los tonos ocres anunciaban las ultimas luces de la tarde mientras desde el lado este del cielo la oscuridad absoluta predecía una noche sin estrellas. Dos figuras ataviadas con finísimas y veraniegas capas negras cruzaban los terrenos junto al paseo del agua totalmente en silencio, únicamente acompañadas por el gorgoteo del agua discurriendo a través de los diferentes niveles del fantástico bulevar.

Llevaban calladas largo rato y aunque Mónica sabía que a su hija le gustaba disfrutar de las maravillas de aquel rincón de la mansión, también tenía la certeza de que algo le pasaba. Aún así no dijo nada y se limitó a caminar junto a ella hasta que finalmente Emma se detuvo por cuenta propia, quedándose varios pasos por detrás de su madre hasta que esta se percató de que no había seguido caminando.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó. La menor no le respondió inmediatamente, pero cuando sus miradas se cruzaron a la más adulta se le heló la sangre.

- Está aquí – anunció.

No dijo nada y simplemente se limitó a tomar a su hija del brazo con toda la delicadeza del mundo para tirar de ella y hacer que volviera a andar. No dieron más de dos pasos cuando la muchacha volvió a detenerse de golpe, librándose con cierta agresividad del agarre de su madre que la miró frunciendo el ceño.

- ¿No me has escuchado? ¡Él está aquí! - no levantó la voz pero la notaba alterada. Mónica la conocía tan bien como a ella misma por lo que sabía perfectamente a quién se refería y el porqué de su reacción.

- Claro que te he escuchado, Emma – le respondió. Volvió a agarrarla, esta vez de la mano y posó un beso sobre su cabeza que no le resultó demasiado difícil ya que la joven aún era bastante más baja que ella-. Ven conmigo, por favor – pidió, desapareciendo de los jardines cuando vio la aprobación en la cara de la otra.


******
 

Cuando sus cuerpos se volvieron tangibles se encontraban en el interior de la mansión Malfoy, en una habitación quizás demasiado infantil para la edad que tenía Emma. No vivían allí de forma permanente y de hecho, sus estancias habían sido muy reducidas en los últimos tiempos por lo que Mónica nunca se había tomado el tiempo de cambiar el mobiliario y su hija tampoco lo había necesitado.

- Quédate aquí, te prometo que luego te unirás a la fiesta – sonrió de forma tranquilizadora y en menos de un santiamén estaba recorriendo los pasillos que la separaban de la planta baja de la casa. Antes de salir del cuarto se había deshecho de la capa, dejando al descubierto la ropa que había elegido para el cumpleaños de la hija de su hermano. Un vestido coral cuya tela vaporosa bailaba graciosamente alrededor de sus tobillos al caminar. Tenía los hombros descubiertos y el traje se mantenía sujeto únicamente por dos finísimas tirantas de plata que le cruzaban la espalda y se enroscaban bajo su busto y bajaban hasta su cintura, desde donde salía una falda larga que casi arrastraba. Los zapatos también eran plateados y la ausencia de joyas no la hacían menos hermosa.

Cuando llegó a la entrada se detuvo, viendo como Mefistófeles ya se encontraba en el interior del edificio. Chasqueó la lengua sabiendo perfectamente que él ya sabría sin duda alguna que ambas estaban también allí.

- Vaya vaya – siseó entre dientes mirando al demonio tras dedicarle una amplia sonrisa a su hermano y todos los invitados que ya estaban allí-. Bienvenidos a todos y disculpad el retraso, pero voy a tardar un poco más de lo que pensaba en unirme a vosotros – le lanzó una mirada a Ludwig esperando que la perdonara y pensando que luego podría compensarlo de alguna manera y finalmente se detuvo junto a Mefistófeles-. Como ves celebramos una fiesta, casualmente… Si te parece, podemos hablar en otro lado, ya que supongo que no vienes a tomar el té – estaba segura de que todos serían capaces de notar toda la tensión que se le escapaba por cada poro de su piel, pero no le importaba lo más mínimo-, ¿eres tan amable de acompañarme?

La biblioteca, cuya entrada estaba a la izquierda de las escaleras sería donde podrían hablar con algo más de privacidad.


@ Mefistófeles Evil.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Scarlet Akane, fingiendo ser Darla Potter Black.

Una sonrisa se dibujó en los labios de la Akane, podía sentir la esencia de la cuñada de Darla a pocos pasos y cuando se volvió justo ingresaba la joven francesa saludando a los presentes. Admiraba lo que sabía de la joven, mano de hierro en guante de seda y además se daba el lujo de jugar al quidditch y aprender a divertirse y organizar eventos, en lo que parecía ser una experta.

La vampiresa permanecí a a pocos pasos de Anthony, era algo que no podía evitar porque era una atracción familiar hacia quien más tenía vínculos afectivos con Darla. Aunque era un riesgo también, porque era más fácil que pudiera reconocer la diferencia, aunque Scarlet conocía cada detalle de la vida de la Potter Black y hasta había conformado algunas de sus decisiones de su vida pasada. En ese omento dio un paso al costado para dejar que Ada saludara a Anthony y luego se dirigió a ella.

—Muchas gracias Ada, lo mismo puedo decir de ti, siempre espléndida —y no faltaba a la verdad, en los recuerdos de Darla se acumulaban cada evento en que la representante del gobierno mágico francés había intervenido y siempre había sido top model.

El último saludo fue para el desconocido, no esperaba que se conocieran pero no le extrañaba, aunque podía sentir la fuerte esencia del hombre no lograba entender, al igual que la cuñada de Darla su presencia, hasta que segundos después hizo acto de presencia otra antigua conocida de la Potter Black. Scarlet reconoció de inmediato a la Malfoy, recordando algunas actividades de Darla non sanctas llevado a cabos en compañía de la bruja recién llegada.

—Buenas noches —dijo saludando a la mujer que les había dado la bienvenida y acercándose al bar que había hecho mención su cuñada se dirigió a ella —creo que en este momento me vendría bien un mojito, si es que hay chances de uno de ellos —y si había un cuchillo con el cual cortar el aire entre la Malfoy y el tal Lex o Mefistófeles, como le habían llamado las brujas, estaría genial, aunque creía que se iban a perder la acción porque Mónica había optado por llevar lejos de la reunión familiar al mago en cuestión. Sonrió divertida, sin disimular por la situación interesante que se planteaba.

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Mientras la gente llegaba y me observaba con mucha curiosidad yo me dedicaba a admirar la belleza y la elegancia de la mansión, siempre me había gustado y los cambios eran mínimos con respecto a la ultima vez que estuve en aquel lugar, tal vez unos cuadros menos, unos muebles más, pero siempre aprecié aquel gusto exquisito. Sonreí al recordar que no fue muy positiva mi última visita, los problemas eran mi dulce compañía y eran pocas las casas donde me recuerden con particular cariño, algo que hacía acrecentar mi ego.

Caras conocidas, otros rostros nuevos, algunos me reconocían y otros fingían no haberme visto, pero en este mundo tan pequeño seguramente los hilos del destino nos habrán cruzado, no sabía que festejaban ni el motivo de la reunión, por lo pronto mi prioridad era dialogar con la pelirroja.

Cuando estaba observando uno de los cuadros sentí claramente la llegada de Mónica a la Mansión, a una de las habitaciones de la parte alta, estaba acompañada y definitivamente por fuerza y esencia era Emma, mi hija, la energía no era particularmente positiva, tenía que ser cauto y moverme despacio como si caminase sobre huevos.

Miré exactamente por el lugar en que ella iba a realizar su entrada, cuando la vi caminar hacia mi, miles de recuerdos llegaron a mi mente, todos gratos, estaba hermosa como siempre, aquella forma de caminar ralentizaba el tiempo, como un buen vino, un buen vino tinto.

-Buenas noches querida-...recalqué el "buenas noches" para acentuar el saludo que no recibí...-veo que tienes una hermosa reunión y aunque no quiero té un trago no nos caería nada mal...-asentí al momento en que ella me pidió que le acompañase algo alejados de aquella reunión familiar, me encaminé detrás de ella, no me interesaba a donde íbamos,  el instinto de conservación me abandonó...-Veo que las cosas no han cambiado mucho por acá, aunque tu recepción no fue la más cálida...-solo esperaba que sea una charla pacífica, aunque el tema era delicado y mi forma de ser tampoco ayudaba mucho, esperaba tener una conversación con altura, entre dos adultos, pero había un punto álgido de por medio y del cual tampoco estaba dispuesto a negociar, Emma. 

@ Monica Malfoy Haughton

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“Quizás hubiera sido una buena noche si aquello no estuviera pasando”, podría haber dicho Mónica al escuchar como el Evil había iniciado el saludo. Hubiera sido una noche maravillosa, de hecho; hubieran festejado el cumpleaños de su sobrina, hubiera podido divertirse junto a su hermano y los demás y, sobre todo Emma, hubiera pasado una velada maravillosa después de un duro año en el colegio. Al fin y al cabo, las vacaciones de verano estaban para disfrutar ¿no? Y tener allí a Mefistófeles no le suponía, al menos a ella, demasiado disfrute ¿Lo sería para su hija?

Los pensamientos se le acumulaban rápidamente en la mente y le pesaban demasiado, quizás por el contenido de ellos. Justo antes de salir del salón se sirvió una copa y se dirigió, seguida del hombre, hacia la biblioteca sin, por supuesto, servirle nada a él. Con un escueto gesto le señaló la mesa preparada con distintos licores y bebidas y se detuvo a esperar que eligiera lo que quería beber al menos para empezar. Estaba segura de que aquella sería una reunión difícil y que les vendría bien a ambos estar, por lo menos, un poco relajados, por lo que la bola del mundo de la biblioteca sería un buen soporte para este menester si alguno necesitaba algo más de bebida.

- Volvemos en un momento – se despidió del resto cuando ambos tuvieron su copa en la mano.

El breve camino hasta la biblioteca lo hicieron en silencio pero Mónica no pudo evitar dirigir una fugitiva mirada hacia el final de la escalera que llevaba a la primera planta de la mansión. Emma estaba un piso más arriba, pero incluso desde allí era como si pudiera verla dando impacientes vueltas en la habitación en la que un momento antes la había dejado. Resopló de forma inaudible y entró a la estancia a la que se dirigían.

Esperó a que Mefistófeles entrara y cerró la puerta sin dirigir aún la mirada hacia él. Cualquiera que no la conociera podría pensar que le temía o huía por algo, pero lo cierto era que estaba tomandose el tiempo necesario para masticar su regreso y no generar con aquel encuentro un conflicto que por muchos motivos no podría terminar bien. Tras cruzar las dos estancias que formaban la biblioteca se detuvo junto a una de las chimeneas, por supuesto apagadas, e invitó al padre de su hija a ocupar asiento en uno de los sofás orejeros para ella hacer lo mismo en el que estaba en frente.

- ¿Y bien? - por primera vez dirigió la verde mirada hacia el rostro de Mefistófeles y si hubiera podido, lo hubiera despedazado con ella. Respiró hondo tras dejar su copa en la mesilla que tenían al lado, intentando no ser agresiva y se peinó la melena con sus propios dedos, dejándola caer sobre uno de sus hombros-. ¿Qué haces aquí?

@ Mefistófeles Evil.

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Tomé un whisky seco, con un par de hielos flotando sobre aquel liquido ámbar, aunque no necesitaba nada helado con la bebida ya que el ambiente era polar, yo solo me dispuse a seguir a la pelirroja, mi mente era una maquina de idea y de recuerdos, mucho tiempo no habíamos dejado de ver, fue un silencio incómodo el que se produjo en esa caminata rumbo a la biblioteca, de pronto la decoración pasó a segundo plano.

Me era difícil, a pesar de que tengo una excelente memoria, recordar la última vez que nos vimos, la última conversación que tuvimos, la imágenes vagas de lo que un día fue y ahora no será jamás, esta precisamente era la parte dura de mi vida, de mi trabajo, era casi imposible tener un lugar, no pertenecía a ningún lado y ser un ente errante era mi destino, el karma que tenía que cargar, pero en el corto tiempo que estuve con Mónica, por unos pocos meses pude probar esa miel de la estabilidad emocional, pero simplemente fue un placebo.

La puerta de aquella majestuoso habitación se cerro detrás de mi, libros y libros tapizaban las paredes del lugar, me senté frente a ella, la miré fijamente a los ojos y sosteniendo su hermosa mirada que ahora solo eran un par de dagas color esmeralda que me apuntaban, acusadoras, acusador, juez y verdugo. Le de un solo trago al contenido del vaso y lo dejé sobre una pequeña mesa que se encontraba a mi izquierda, como nunca cada una de mis palabras debían ser perfectamente escogidas, no quería que esta reunión salga mal, nunca quise que todo lo que hubo saliera mal.

-Primeramente quiero disculparme contigo por mi falta de educación y aparecer acá sin siquiera ser invitado ni anunciar mi llegada, la verdad temía que no quisieras recibirme, no me arrepiento porque por lo visto fue la mejor decisión para hablar contigo, pero si me disculpo por mi falta de delicadeza...-definitivamente fue la mejor decisión, ya que en casa tenía a las dos personas con las cuales anhelaba dialogar...-el preguntarte ¿Cómo estás? creo que no viene al momento, aunque te veo maravillosa como siempre...-sonreí y me acomodé un poco mejor en el sillón...-No te quiero dar vueltas, quiero hablar contigo y con mi hija, le debo muchas explicaciones, tal vez no las quieran oír, es probable que ni siquiera eso merezca, quiero exponer mis razones, no me iré de acá sin hacerlo...-en ningún instante dejé de verla a los ojos, a pesar de lo mal que me pudiera ir, quería ver lo que esos hermosos espejos verdes me decían.

@ Monica Malfoy Haughton

 

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Repetía en su cabeza cada palabra que Mefistófeles decía. Sus disculpas, en un primer momento, le parecían más que insuficientes pero ese sentimiento no era por algo personal, en cuyo caso también tendría todo el derecho, si no por los sentimientos que en algún momento había generado en Emma con su ausencia. La hija de ambos tenía condiciones muy especiales y no solo por las razas de sus progenitores, si no por la casi prodigiosa mente que tenía. Sin embargo, eso no le había evitado los pensamientos negativos cada vez que veía a otros jóvenes acompañados de un padre que en su caso parecía no existir.

Mónica también lo había sufrido algún tiempo, pero la separación sentimental con el Evil quedaba ya tan lejana que los sentimientos de tristeza y después de odio habían desaparecido, o más bien, se habían convertido en una sobreprotección exagerada sobre la hija que tenían en común. Por un momento tuvo que alejar los recuerdos de su mente, los malos, pero sobre todo los buenos, para no flaquear ante las palabras que el demonio decía. Ya conocía las manipulaciones de las que era capaz y aunque no sabía si en aquella ocasión pretendía utilizarlas, debía mantener la guardia.


Anunciar tu llegada solo hubiera supuesto evitar disgustos a terceras personas – se refería a Emma, claro estaba, pero no lo dijo-, creo que me conoces lo suficiente como para saber que no suelo huir de nada y mucho menos lo iba a hacer de ti, aunque hubiera sabido que ibas a venir. Por suerte estoy muy bien y también Emma, aunque no es gracias a ti. 

Aún recordaba la felicidad de una pequeñísima niña pelirroja cuando su padre llegaba a verla. Al principio, tras la separación, las visitas habían sido bastante constante mas el tiempo había ido separándolas en el tiempo hasta desaparecer. Y así llegaron las preguntas y los llantos por no saber lo que ocurría; tras sus sueños con él la tranquilizaba, pero aquellos sueños también desaparecieron.

Sus dedos rodearon la copa nuevamente y sintió el frío cristal bajo su piel en cuya sensación se concentró para relajarse. Bebió un nuevo trago del afrutado licor, sintiendo como el alcohol recorría su garganta y la abrasaba a su paso; por un momento no supo si era el efecto de la bebida o el creciente enfado que sentía. Mantuvo la copa en su mano posando el antebrazo sobre el apoyo del sillón y se reclinó levemente, observando fijamente a su acompañante.

- Yo no deseo ni necesito escuchar tus razones sobre nada, la mitad de ellas serán mentiras y la otra mitad insuficientes – su voz sonaba tranquila, demasiado tranquila para toda la furia que sentía en aquel momento. Lo único que la delataba era el peligroso brillo de sus ojos, que parecía teñirse de sutiles escarlatas de vez en cuando-. ¿Qué te hace pensar que Emma las necesite a estas alturas? De hecho, si no te ha interesado darle esas explicaciones antes ¿Por qué debería ser importante ahora?

 

@ Mefistófeles Evil.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Me había hecho de una fama, la de embustero, mentiroso y oportunista, ninguna falsa y todas me llenaban de orgullo, pero esta vez como en pocas estaba siendo sincero. Siempre he tenido mucha debilidad por mis hijos, Emma tenía un lugar muy especial dentro de mi negro corazón, la distancia fue algo duro para mi, pero era necesario, a lo que quiero siempre está en constante peligro, el costo de ser quien soy.

Escuchaba con mucha atención la dureza de sus palabras, cada una cargada de rabia pero también de razón, pegaba como maldiciones aniquilado a mi ego y autosuficiencia, no quería decirlo pero notaba que estaba muy dolida, no por ella, de eso estaba seguro, al menos eso sentía en esos momentos, era por mi niña.

-He tenido mis motivos, mis razones, no tienes idea todo lo que he pasado para poder estar hoy acá, las he lastimado y eso es algo que no tiene perdón, a las dos personas que más he amado en maldita vida...-golpee el brazo del sillón y me levanté de hay caminando hacia una de las paredes, como queriendo encontrar en los libros que ahí se encontraba la forma de como pasar aquella fuerte armadura que yo mismo había creado en Mónica y peor aún en mi hija...-Emma es alguien muy especial, creo que no tiene ni una pizca de idea de lo especial que es, no es solo la mezcla de dos razas, es...-me quedé callado y mordí mis labios, respiré profundamente tratando de tranquilizarme y no hablar de más.

Nuevamente me voltee a buscar los ojos de la Malfoy, ella era una de las pocas personas dentro del mundo mágico que había casi llegado a conocerme al ciento por ciento, esperaba que en algo recuerde que no siempre fui un mitómano, que había veces que había verdad en lo que decía, esperaba que por un instante dentro de la mente y el corazón de Mónica, se proyectaran aquellos momentos, los necesitaba ahora.

-Se que tal vez mi hija no me quiera en su vida, pero tal vez si me escuchan puedan entender mis razones, tuve que alejarme de todos y de todo, no las cambié por nada, cambié mi felicidad por su tranquilidad...-

Caminé hacia la bola del mundo y la abrí por la mitad, dentro de ella la mayor variedad de licores que había visto, tomé una botella de whisky y tomando mi vaso de la pequeña mesa donde lo dejé, me serví una buena cantidad, dejé la botella en su puesto, y cerré la licorera dejándola tal cual estaba, volví a sentarme y di un buen sorbo de aquel dulzor amargo y la vi a los ojos.

-No se si merezco la oportunidad de ser escuchado pero creo que la niña si se merece el saber el por qué su padre tuvo que desaparecer sin dejar rastro por tantos años, después de ello si es su deseo, desapareceré de su vida y por añadidura, de la tuya también...-

@ Monica Malfoy Haughton

 

 

 

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Una estridente carcajada inundó cada rincón de aquella biblioteca acolchada de libros. En aquella risa había una mezcla de amargura e incredulidad, aunque lo que más la cargaba era el reproche. El sonido pareció alargarse y no estaba muy claro si ya salía de su garganta o más bien era el eco el que seguía burlándose de lo que Mefistófeles acababa de decir. De pronto el semblante de Mónica se oscureció y dejó la copa sobre la mesa con tal fuerza que el cristal amenazó con romperse.

- ¿Amar? ¿Acaso sabes lo que es eso? – lanzar esa pregunta le dolió en lo más profundo de su corazón, pero no lo demostró ni siquiera cuando él se levantó violentamente del sillón, con un golpe y un paseo hacia no sabía dónde. Escuchó atentamente lo que decía sin interrumpirlo, sintiendo como alguna parte de su corazón sucumbía a lo que decía y como, a la vez, algo dentro de ella la arrastraba a la realidad que habían vivido durante más de diez años.

- ¿Especial? – se levantó de su asiento, caminando hacia donde él se encontraba y entrecerrando los ojos-, claro que es especial, tanto como no tienes idea y sin tener nada que ver con tus… - hizo un gesto de desdén con la mano-, historias para no dormir – se quedó apenas a dos pasos del Evil para mirarlo fijamente a los ojos-. ¡No te atrevas a mezclar a MI hija en tus cuentos! ¡Ni siquiera lo imagines por que no te lo permitiré!

Estar tan cerca de él hizo que sintiera como su aura la envolvía igual que había ocurrido desde el primer momento en el que se conocieron. Sintió como un escalofrío le recorría la espina dorsal y como la misma energía le devoraba el cuerpo, como si no encontrara la vía de escape por la que volver a salir en busca de su creador. Los pelos de su nuca se erizaron y se le escapó un leve jadeo que disimuló con maestría, levantando la barbilla de forma soberbia. Nunca había tenido claro si aquella sensación era algo que nacía de forma natural o era él quien la provocaba con los poderes que poseía.

- Para mí eres tan insignificante que tu presencia me es totalmente indiferente – mintió y casi como acto reflejo se giró en busca del lugar donde había abandonado su copa momentos antes. La tomó y notó que prácticamente estaba vacía, por lo que de un sorbo acabó con su contenido y volvió a hablar sin mirarlo-.
En lo único que debo darte la razón es en que Emma merece una explicación, o al menos, decidir si quiere o no escucharla. Luego te irás.

@ Mefistófeles Evil.

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Mientras la escuchaba me di cuenta que mi credibilidad era nula con ella, podía decir lo que fuere pero era poco probable que sienta sinceridad en mis palabras, y la verdad no la culpo, mi vida siempre ha sido una maraña de mentiras, capa tras capa, una nueva cara, estaba cansado de todo aquello, por culpa de ser como soy he perdido todo lo que más he querido, pero no podía seguir llorando sobre la leche derramada, tenía que afrontar mis fallas y aceptar las bofetadas con guante blanco que recibía, el poner la otra mejilla.

Los reclamos y reproches seguían siendo la tónica de su discurso, ajena a todos los peligros que el estar conmigo entrañaban, para ella cuentos, para mi eran amenazas de las cuales necesitaba proteger a la gente que amo y también debía admitir, esas dos mujeres eran mi mayor debilidad, ya lo dice el dicho que "cuando el diablo empieza amar, deja de ser malvado".

Algunos momentos veía como avanzaba hacia mí, amenazante, se detuvo a pocos metros, estuve a punto de aproximarme a ella y abrazarla, que sienta a través de mi piel que lo que digo es verdad, sabía que con ello se convencería, pero era demasiado arriesgado, quité aquella loca idea en ese instante, no era el momento, al menos ahora no.

-Mónica, no quiero discutir contigo, es más no puedo hacerlo, porque te comprendo todo lo que has tenido que pasar, de pronto no faltó la persona que te ayude y te acompañe, aunque se perfectamente que tu no necesitas de nadie para salir adelante...-era algo que siempre me gustó de ella, su fuerza aunque sabía perfectamente que era un escudo de piedra que protegía una delicada flor, lo más probable es que su resentimiento hacia mi fue ese, el haberme abierto su corazón y dejarlo libre para mi y yo haber pagado tan mal...-tuve mis motivos, mis razones, justificables o no para ti, fueron lo suficientemente fuertes para mi, me imagino lo que sufriste y es más, se por lo que pasaste porque yo lo viví igual, ¿Crees que fue fácil dejar lo más valioso para mi en el mundo?...-me paré nuevamente de mi silla y me aproximé a ella y me detuve a un paso de la Malfoy, podía sentir su respirar incluso el calor de su piel...-se que te importa poco, que soy insignificante para ti como tu lo dices, pero tu tampoco sabes todo lo que yo pasé, ¿de pronto crees que estuve de fiesta en fiesta, divirtiéndome a sabiendas de que tu y mi hija sufrían?...-mi rostro se acercó más al de ella, cada palabra la pronunciaba sin dejar de ver a sus ojos y apretando los dientes sentencié...-No tienes ni idea Mónica y si, le digo las cosas que tengo que decirle a mi hija y me largo...- estaba frenético y para variar su perfume no me dejaba pensar.

@ Monica Malfoy Haughton

 

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Deja de hablar de mi – musitó con un hilo de voz tan bajo que estaba segura que él no la habría escuchado. Tenía la mirada clavada en algún punto del suelo y aún le daba la espalda, aunque no por eso le estaba prestando menos atención. Levantó la cabeza y la dejó caer levemente hacia atrás con un gesto más de cansancio que de otra cosa y la mantuvo así durante unos segundos en los que además cerró los ojos. La cascada pelirroja cayó de sus hombros y bailó alrededor de su cintura sutilmente.

“¿Crees que fue fácil dejar lo más valioso para mí en el mundo?”, lo escuchó preguntar finalmente. Aquella pregunta la sacó de su improvisado descanso e hizo que se girara, posiblemente para enfrentarlo de nuevo, pero en vez de eso su cuerpo se quedó casi petrificado. De pronto lo tenía tan cerca que podía sentir la respiración de Mefistófeles casi acariciarle los labios. Le resultaba cálida y conocida a pesar de todos los años que habían pasado y, aunque por un instante le miró la boca, no se movió ni dijo nada hasta que él dejó de hablar.

- Si tu hija te ha importado poco, imagina lo que te he podido importar yo – su voz se había quebrado en algún punto de la frase, pero, de nuevo, no era por como ella se había sentido durante algún tiempo, si no por Emma-. Y no sé donde habrás estado, si de fiesta en fiesta o haciendo qué cosas, pero de lo que sí estoy segura es de que una carta o cualquier tipo de mensaje en todo este tiempo hubiera servido de algo.

Colocó sus manos entre ambos, apoyándolas en el cuerpo de él con la única intención de apartarlo y poder alejarse, pero en vez de eso el Evil la tomó de los codos y volvió a acercarla. Se miraron a los ojos y aunque habían pasado años desde que Mónica había asegurado que ya no lo amaba, sintió como su garganta se volvía un nudo que no la dejaba respirar. Era pura atracción, posiblemente el instinto más animal y primario que había sentido en toda su vida por alguien y, después de tanto tiempo, aún no podía explicar porque le pasaba eso. Pero ya no lo amaba ¿no?

De pronto el sonido de la puerta al abrirse activó todos sus sentidos, los cuales parecían haber quedados recluidos en algún punto de la copa vacía. La esbelta figura de Emma apareció envuelta en un aura incluso más potente y carismático que el de su padre y sus ojos no pudieron más que mirar de hito en hito a ambos progenitores. Parpadeó varias veces intentando entender lo que estaba pasando y Mónica, conociéndola como la conocía, pudo notar cierto rubor en las mejillas de la joven.

- Emma – susurró.


Apartó de forma brusca al demonio y se lanzó hacia donde estaba su hija mas ella levantó las manos pidiéndole que se detuviera. Era aún una adolescente, pero bastante alta para su edad y con un cuerpo por demás desarrollado. Vestía un precioso vestido celeste atado a sus hombros que se le ajustaba justo debajo del pecho incipiente y cuya tela caía finamente sobre su cuerpo, realzándolo. Tenía la larguísima melena recogida en una trenza de espiga que caía sobre su hombro y, que a pesar de estar trenzado, le llegaba casi hasta a la cadera.

- ¿Qué haces aquí, hija? – aunque había hecho que su madre se detuviera, ella había caminado hasta donde se encontraba por lo que Mónica puso ambas manos en sus hombros y los apretó cariñosamente. Los grandes ojos esmeralda de la más joven permanecían impasibles sobre la figura de su padre y, casi de forma inconsciente, siguió caminando hacia él sin soltarse del abrazo de su madre. Cuando llegaron junto a él, la ex-mortifaga decidió apartarse y quedarse a varios pasos de ambos.

De pronto las luces de toda la biblioteca comenzaron a temblar, aunque todo estaba quieto. Había un silencio tan atroz que inquietaba y si ponía atención, podía sentir el corazón de la recién llegada bombear sangre a más de mil a través de todo su cuerpo. Las luces se apagaron un segundo y volvieron a encenderse con el mismo temblor que antes, pero esta vez fueron acompañadas de un movimiento brusco de Emma que terminó golpeando el torso de su padre con toda la fuerza que tenía.

Estaba llorando y cada uno de los golpes llevaba sobre él más rabia que el anterior. Mónica se acercó para detenerla, llevándose un codazo en el rostro como daño colateral y cayendo, por suerte, sentada sobre el sillón que un rato antes había ocupado. De un momento a otro, cada libro, cuadro y mueble que decoraba el interior de la biblioteca comenzó a vibrar hasta, en algunos casos, caer al suelo. Solo ellos tres estaban sintiendo todo aquello que de un momento a otro cesó, cuando Emma finalmente abrazó a su padre. 


@ Mefistófeles Evil.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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