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La maldición de las flores negras.


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Estaría allí fuera esperando aún, frente al pórtico, cuando de golpe la puerta de aquella mansión se abriría frente a mi y lo primero que recibiría seria una acusación por parte de una de las integrantes de la misma, cuya acusación era por las rosas negras que se encontraban en la puerta, las cuales unos momentos antes las había corrido.

No… no fui quien dejó estas rosas… no pude decir más que aquello, cuando otro, que también se encontraba dentro de la mansión, también refutó lo que intenté decir.

Aquella situación era muy compleja, pues no eran las primeras rosas negras que veía y seguramente tampoco serían las últimas. Tanto misterio que había sobre ese lugar al cual las cartas invitaban a ir, como aquellos “obsequios” funestos que se dejaban de puerta en puerta, sin rastro de nadie, sin ruido… acción que se podría ser, eran para temer.

­­_ ¿Puedo saber quiénes son? _ en aquel momento el estar en algún sitio se convirtió en saber quienes eran esas personas de aquel lugar. Pues parecían ser personas importantes o no por nada acusarían a una desconocida, así como así.

 

@ Sagitas E. Potter Blue  @ Matt Blackner  @ Sean -Ojo Loco- Linmer  

 

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Chateau Dumbledore

Debía reconocer que la ducha fue rápida, uso magia para acomodar los rizos, no mucho, se secó mitad con el toallón, mitad con tergeo y tras darle sabor a menta a su boca y aroma a cítricos a su piel, se puso un pantalón de bengalina estilo cargo color camel, zapatos cómodos, parecían zapatillas pero sin cordones, todos cerrados en color negro, una remera mangas largas color negra con el dibujo de un cazador de sueños en tonos naranja en el pecho.

Hacía tiempo se vestía más muggles que lo habitual, en su bolsillo lateral acomodaba su varita mientras pensaba en ello y se desaparecía para aparecerse en la planta baja, a pocos metros de donde surgía un aroma a café, pasteles recién horneados, tostadas y alguna otra pastelería, en el medio se mezclaba otro aroma que no era tan comestible… ponle…

Al ingresar al comedor se detuvo unos segundos, sorprendida en realidad, pensaba que el chateau estaba ocupado solo por los elfos.

—¿Adrián? —el mago estaba de espaldas a ella con su nariz a pocos palmos de sumergirse en una aromática taza de café.

Miró la mesa, definitivamente los elfos de los Dumbledore eran exagerados, o quizás había más gente de la que ella pensaba en aquel lugar, levantó una ceja, observando que al lado de la cafetera había una tetera y alrededor varias variedades de té. Seba la había acostumbrado a cambiar el café por té. Mordió el labio mientras se acercaba a la mesa e intentaba recomponer su aspecto y su actitud.

—Buenos días, no pensé había tanta gente en la casa cuando pedí el desayuno, me alegra verte ¿pediste flores también? —dijo en tono de broma, aunque debía reconocer que ni las flores ni la invitación le hacían nada de gracia, sospechaba que había allí algo oscuro que recordaba de sus visitas al mundo de los muertos y también de cuando jugaba con los límites de la magia de la Orden Oscura.

—¿Puedo acompañarte a desayunar? —más para disimular su estado que por esperar una respuesta, claro que esperaba no dijera no, porque ya se estaba sirviendo un té con leche y le echaba el ojo a unos bizcochitos cuyo aroma la hacían olvidar que era vampira y prefería la sangre a las harinas.

@ Adrian Wild

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Château Dumbledore

Aquella no era la voz de Ada. La imagen de una rizada cabellera rojiza se coló por mi reojo y enseguida tuve a Darla frente a mí, tomando asiento a la par que me preguntaba si podía acompañarme en el desayuno. No tuve que responder, había sido una pregunta de cortesía. Olía a menta y a cítricos. Percibir aquellos aromas por encima del café no ayudó a la tarea que este parecía estar consiguiendo: calmar mi estómago y el ansia por hincarle el colmillo a cualquier ser vivo que se me cruzase. Pero ella no estaba viva.

Dejé que le diera los primeros sorbos a su té antes de hablar.

— ¿Qué ha ocurrido? —pregunté.

Evidentemente, me refería a las flores negras que hasta hacía unos instantes habían cubierto por completo los terrenos del Château como lo hacía en puntuales momentos la nieve los días que a los cielos se les antojaba. Percibí que algo se movía por los cristales de los ventanales que había tras la mujer, al otro lado de la alargada mesa. Un destello ígneo. Los elfos habían prendido la pira de hojas y pétalos negros, tan grande que, a pesar de estar en el patio de los jardines orientados a la izquierda de aquella estancia, se reflejaba en las juntas de las cristaleras y creaban sutiles formas luminosas en los cristales.

Escasos instantes después, Wilmo apareció a mi lado.

Buenos días, amo. —Le lancé una mirada de reproche, pero él miró fijamente a Darla. Puse los ojos en blanco. No era todavía capaz de discernir delante de quién había la suficiente confianza como para que no me llamase "amo"—. Buenos días, señorita Darla.

— ¿Señorita? La señorita te sacará como dos siglos de ventaja... Y otros tantos a mí —dije en una pícara sonrisa. El elfo se puso colorado y bajó la mirada sin saber qué decir o hacer. No entendió mi descortesía—. Dime Wilmo, ¿qué ha pasado ahí fuera? ¿Por qué te ha echado la bronca esa elfina al verte con un ramo?

Yo... Yo tampoco lo sé muy bien. Decía algo de una maldición, pero creo que se refería a mi atrevimiento porque pensaba que estaba intentando robar algo de mi amo...

— ¿Algo mío? —pregunté, sorprendido.

Sí. Ese ramo tenía una invitación con tu... su nombre, señorito Wild. Le citaban a algún tipo de evento por San Valentín, en la plaza de San Mungo.

Me quedé ojiplático. ¿En la plaza de San Mungo? No me parecía que estuviéramos en una buena época para excentricidades, y aquello apuntaba a una bien grande. Miré a Darla y luego de nuevo a mi elfo.

Tuve que hacer desaparecer el ramo, lo siento —confesó, apenado, el elfo, lanzando una mirada incómoda a Darla.

— No pasa nada. Gracias Wilmo, vuelve a ayudar al resto. Al menos me has podido transmitir el mensaje. Y mira, piensa que quizá me hayas librado de una terrible y mortal maldición —dije de broma guiñándole un ojo para después soltar una carcajada en el silencio que se generó. Cuando se hubo marchado, volví a concentrar la vista en la pelirroja y el olfato en la taza de café—. ¿Has mandado tú quemar las flores negras?

 

@ Darla G Dumbledore

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✤ Viajero de la noche ✤

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Montecarlo, Principado de Mónaco

El invierno estaba en su punto más algido, era una estación hermosa pero definitivamente el frío no era algo que me agradará del todo, esa era tal vez la razón más poderosa por la que se había refugiado en Montecarlo en el palacio del príncipe, hogar de la dinastía real monegasca. El clima del sur de Francia a orillas el mediterráneo era óptimo porque se atenuaba el frío, además de otros beneficios dado por mi posición en la Monarquía del lugar.

Mientras descansaba en la terraza un mayordomo llegó hasta donde estaba a informar de la llegada de 13 Ramos de flores negras, eran exactamente tulipanes negros. La expresión de sorpresa de mi rostro debió sobresaltarlo por la expresión del suyo, además que mis ojeras, mi delgadez y la palidez que poseía en estas circunstancias debía acrecentar la expresión.

- Trece Ramos de flores negras? , esta seguro que son para mi?

Sabía que no era voz populi que estaba yo descansando en el Palacio y que por mis circunstancias era algo que sólo sabían personas cercanas a un círculo bastante cerrado lo sabían, mi cabeza se centró en hacer conjeturas pero la curiosidad que me dio al ver de donde venían o si estaban acompañados con una tarjeta me lleno. Con calma me levante, aun mi cuerpo estaba maltratado pero podía deambular despacio por algún tiempo.

- Quiero verlos, llévame al salón donde los tienen

Camine despacio hasta el Salón, debía bajar dos pisos pero lo hice con total calma, no sentía dolor, solo un gran cansancio, lo que en medio de todo era un alivio. La bata de satín azul cielo que llevaba encima se sentía fresca al roce con mi piel mientras caminaba. Se escuchó un grito, que nos dejó paralizados, el mayordomo corrió al salón y abrió la puerta, mi varita ya yacia en mi mano izquierda preparada para cualquier cosa. La imagen que ví tras lalas puertas del salón fue difícil, una de las mujeres que atendían el lugar estaba en el suelo conjuntamente cinta negra con mi nombre que llevaba alguna clase de invitación. Varias de las otras mujeres la atendían mientras otras estaban de rodillas delante de uno de los ramos. No podía negar que eran flores bellísimas pero de ellas expedía algo que no estaba bien, tome una parte de mi bata y la respuesta para tapar mi nariz y boca antes de entrar al salón.

- Incendio!

Con una floritura lance fuego los ramos, lo vigile de cerca mientras vigilaba que el personal fuera atendido, cuando se extinguieron, me entero mucha angustia. Dirigí mi atención al mayordomo

- Que las atiendan, iré a ver a mi hija.

Tan de prisa como pude corrí hacia la habitación de mi pequeña princesa en el tercer nivel, me quite el trozo de tela del rostro. Al entrar una de las niñeras vigilaba el sueño de la niña se levantó en silencio a hacerme una venia cuando me vio se sorprendió un poco al ver rota mi bata, pero no dijo palabra alguna. Con una seña le indique que volviera a tomar asiento y me acerque a la cuna para verla, dormía plácidamente. Suspire sabia que el incidente no era valgo normal, le dí un beso a mi pequeña y dirigí con prisa mis pasos a mi escritorio a enviar varias misivas. Debía viajar lo antes posible a Inglaterra al Chateau mi familia podía estar en peligro.

Corrí a vestirme con preocupación para llegar pronto a casa, no podía esperar a que mi familia le pasará nada.

 

Chateau Dumbledore

Un crack sonó en el Salón principal del Chateau, vestida con jeans y una blusa suave,sobretodo beige y botas negras. Arribe buscando en donde estaban mis familiares. Tenía la varita en la mano y escuche voces y las seguí, me encontré a @ Darla G Dumbledore  y a @ Adrian Wild estaban charlando.

-Que bueno que los encuentro, están bien? Están solo ustedes dos en casa? Han recibido alguna cosa?

Las palabras me habían salido atropelladas, pero no quería ver más escenas como la  que había visto antes.

 

 

 

 

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Chateau Dumbledore con @ Adrian Wild  y @ Ada Camille Dumbledore

Supuso era su imaginación la que la hizo creer que Adrián la miraba con hambre y desilusión. Por algún motivo que no entendía, la loca de la casa, la imaginación, le jugó una nueva trastada: le trajo a la memoria una antigua película muggles de vampiros, donde el protagonista, un actor galán de aquellos años se sentía feliz porque encontraba una mujer que le mordiera a él, comedias de los no maj pensó mientras volvía a la realidad con la pregunta del mago.

—Alguien decidió empapelar el Chateau, o más bien alfombrarlo con ramos de flores negras e invitaciones mmm… algo extrañas —sonrió como no dándole importancia al tema mientras se encogía de hombros y sostenía su mirada ¿cuánto hacía que no lo veía? Si no recordaba mal la última vez había sido en su local o…

Debía agradecer dos cosas: ser vampiro, para no sonrojarse al recordar el tango que habían bailado en la fiesta organizada hacía más de un año y que el elfo de Adrián llegara en ese momento para cortar el ambiente que, por su parte, se estaba poniendo extraño, porque además del evitado sonrojo sintió una extraña sensación recorriendo todo su cuerpo que no sabía, o no quería, darle entidad, así que echó la culpa al reflejo de las llamas que el ventanal  a su espalda dejaba traslucir y parecía bailar como sombras extrañas contra la pared contraria.

Iba a responder al saludo del elfo cuando la voz de Adrián casi la hace ahogar de la risa. No sabía si dos siglos pero…

—Buenos días Wilmo —dijo sonriendo al sonrojado Elfo, —Adrián, no le molestes, él sabe que soy soltera, nadie me llama aún Doña y espero que no me llamen vieja gruñona —agregó con tono burlón, levantando una ceja hacia Adrián, pero con una fina advertencia en el fondo de la frase, que por suerte, o no, se perdió por el comentario del elfo, Darla maldijo, no había tenido en cuenta que el resto de los ramos pudiera venir con tarjetas personalizadas, sobre todo porque el de “ella” no era para ella, sino para Scarlet Akane, luego averiguaría si los elfos habían visto alguno a su propio nombre.

La mirada del elfo, la hizo sentir una mínima culpa, apenas bajó un segundo la mirada y le sonrió, afirmando, como dándole a entender que no había problema en que dijera que era por orden de ella que todo aquello había pasado como lo relataba. Volvió a su taza de té pero por poco se ahoga al escuchar la broma de Adrián respecto  a la maldición, levantó la vista y, como lo temía, él la observaba y sí, era obvio que no iba a dejar pasar el tema a medida que iba hilvanando más información.

—Me temo que sí, pensamientos, flor hermosa y casi inocente —suspiró y bebió un nuevo sorbo de té antes de continuar —¿sabías que evocan la felicidad del primer amor? Pero, si son negras, como en este caso, evocan tristeza y dolor del amor sin esperanza,  qué ironía para el mes del amor ¿no crees? —dejó la taza sobre la mesa antes de continuar —pero las otras, porque no eran las únicas, son otra historia, la aguileña negra… herboristería, herbología y pociones competirían por ella… hierba de bruja… los muggles de hoy la creen afrodisíaca… y tienen razón…  —se permitió sonreir con picardía al mago frente a ella —en parte… para los cristianos es la flor de luto de la Virgen —se encogió de hombros —triste y melancólica, para empezar…  —no tuvo tiempo de continuar una voz más que familiar los sorprendió.

—Ada —la observó sorprendida, se veía ojerosa, pálida y más delgada de lo que recordaba, aún así tenía un cierto aura místico, su pregunta sin embargo atrajo su atención —no sé quién más hay en casa, pensé estaba sola pero —señaló la mesa que los elfos había preparado —¿recibir algo? —la miró preocupada, luego a Adrián y de nuevo a ella —¿tú también recibiste flores y la invitación? —la pregunta  era una respuesta en sí misma.

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Château Dumbledore

Comencé a hilar la información que Darla me brindaba a modo de ponencia sobre Herbología. Un mal augurio, era todo lo que pronosticaba la recepción de aquellas cantidades ingentes de flores negras. Pero, ¿por qué usaban eso para invitarnos personalmente a la gala de este año? Ramos personalizados... De mala suerte. Algo no iba bien. Iba a volver a abrir la boca para preguntar, pero una nueva voz a mis espaldas me frenó. Decidí aprovechar la interrupción para dar un sorbo al café y disfrutar del amargor puro del líquido desafiando mi paladar y recorrer mi garganta para poner a prueba a mi estómago.

Por su aspecto, parecía que Ada no había pasado la noche allí y que apenas acababa de aparecerse. Miré alternativamente a ambas mujeres en el intercambio de preguntas que tuvieron, más una confirmación de lo que todas ya suponíamos.

— ¿Y por qué la plaza de San Mungo?

Lo único que aquella pregunta añadía era confusión sobre la duda. Opté por preguntar algo más inteligente.

— ¿Vais a ir, verdad?

Contra todo pronóstico, no lo dije con pesadumbre. Aquella pregunta también se contestaba sola.

 

@ Darla G Dumbledore @ Ada Camille Dumbledore

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✤ Viajero de la noche ✤

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Château Dumbledore

La prosa que tenía por llegar a mi hogar ancestral era por pensar en que alguno de mis familiares estuviera en peligro, tenía profundo afecto a todos y de tan sólo pensar que a alguno le sucediera algo me hacía preocupar de un a formar que sentía que mis lágrimas amenazaban por salir. Suspire, sabían que el cambio hormonal que tenía me hacía más sensible de lo normal. Hacía meses que pisaba el Château, por lo menos los tres últimos meses, pues me había recluido por completo en Montecarlo para evitar peligros.

En la cocina había encontrado a mi querida Darla y a mi primo Adrián, ambos se veían muy tranquilos, sabía que su condición de vampiros los hacía inmutables a muchas cosas. Las preguntas de la pelirroja me hicieron pensar en la escabrosa escena del salón del Palacio y me estremecí.

- Si trece ramos de tulipanes y pensamientos negros, no tengo idea que signifiquen pero por suerte no tuve un contacto cercano con ellos, pero hubieron varias personas que si y no les fue tan bien.

Suspire tratando de contener las lágrimas, en mi estado cualquier cosa me afectaba y era algo que me molestaba. Adrián me hizo ver que también estaban marcados los ramos, ósea que seguramente había uno por cada miembro de la familia, blanquee los ojos y me centre en Adrián cuando mencionó la plaza de San Mungo.

-Nunca toque la cinta, pero llevaba mi nombre y si decía que hay que ir a San Mungo, pues allá voy a ir, si ustedes se unen sería fantástico. Porque creo que nos querían allí, pero no sanos y salvos, estoy segura de eso.

Guarde la varita en el abrigo y mee voltee a buscar en los estantes algo que me ayudara a bajar el dolor u talvez algo q para comer tibio, hacía frío. Encontré una taza y una cafetería que al acercar la taza me sirvió el líquido caliente, el olor me reconforta.

-Bueno creo que espero a que se pongan algo más apropiado o quieren ir así, bueno al final al cabo a ustedes no les afectar este frío.

La realidad era que hacía bastante frío afuera y yo era la que necesitaba un buen suéter.

@ Adrian Wild

@ Darla G Dumbledore

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Siempre me hacía gracia pinchar un poco al chico. A veces me preguntaba cosas...pero mientras lo veía girar y dirigirse hacia su habitación, tan rojo como su pelo, dejé espacio en la escalera, dirigiendo la mirada hacia @ Caelum , la joven que permanecía en la puerta, como una intrusa, acusada por Sagitas de habernos dejado aquel manto de flores negras en la Potter Black. Crucé los brazos, mirándola fijamente.

 

Con voz entrecortada afirmó que no había sido la encargada de dejarnos las flores, argumento bastante débil en una situación asi. Pero claro, parecía tan perdida, ya no con las flores, sino con el mismo lugar, que...tal vez hubiera verdad en sus palabras. Giré hacia Sagitas, en una pregunta muda. Íbamos a creer en su palabra?

 

Aun asi, su pregunta, casi como salida de la nada, me hizo gracia. Dejé escapar una risa socarrona, volviendo la vista hacia la joven.

- Te presentas en un hogar, en esta situación, y aun preguntas quienes somos? - metí las manos en los bolsillos del pantalón de pijama. - la juventud de hoy en día me sorprende cada vez más. - comenté - Estás en la Potter Black. Ella - dije, levantando una mano para señalar a Sagitas - es una de las brujas más poderosas del lugar...y la más hermosa de todas, Sagitas Potter Blue. La joven morena que viste aquí poco antes era Helike Rambaldi y el joven que subió las escaleras, era nuestro hijo - maticé, señalándonos a Sagitas y a mi - Matt Blackner. Yo soy Jack Blackner.

 

Di una palmada, avanzando un par de pasos.

- Y ahora, hechas las presentaciones, quién eres tú, y qué tienes que ver con estas flores? - pregunté, con un tono más serio.

 

 

 

Mientras, Matt al fin había alcanzado su habitación, cerrando un momento los ojos. Respiró hondo, frotándose los ojos. Con una mirada rápida, comprobó que Elentari aun dormía, feliz bajo las sábanas. Con cuidado de no despertarla, pasó junto al escritorio, donde el ramo con su nombre y el de @ Helike R V PB  descansaba. Tomó un pantalón vaquero y se metió en el baño. Una ducha rápida bastaría para despejarle y con suerte, haría que la rodilla entrara un poco en calor.

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Todo estaba mucho más que revuelto en la Potter Black, el silencio inicial no duró casi nada, Maida había llegado en medio de la presentación —si podía calificársele de aquella manera de @ Caelum  y el que asumía, era dueño de la mansión junto con Sagitas—. La bruja poco o nada sabía de la vida privada de la líder oscura, aunque no era del todo cierto dada su posición como Vuelapluma, sin embargo, aún tenía el cerebro, y por tanto las ideas, embotadas. Enumeró las que escuchó a Matt en su presentación, en la casa estaban él, su hijo, Sagitas, Caelum y ahora, la Yaxley.

Soy Maida Yaxley, un elfo se presentó en la Manor indicándome que viniera por estos lares antes de aparecer en San Mungo —comentó, aunque no sabía si se había dirigido a @ Matt Blackner  o a @ Sagitas E. Potter Blue , aunque si he de ser franca, no tenía planeado ir a ese lugar.

Volteó el rostro viendo el manto de pétalos que al igual que en su mansión, habían llenado el aire con su aroma por completo. Eran en esos momentos de confusión cuando más extrañaba su núcleo, instintivamente la ojiazul presionó su lado izquierdo asegurándose que la varita aún se mantenía en su sitio, lista a protegerla apenas ella lo necesitase. 

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Evite sacar conclusiones de todo olo que pasaba. Obvie evidentemente que @ Sagitas E. Potter Blue  me sacara la lengua, por lo de saberme importante...o que alzara los decibeles para recriminarme lo de las chicas en el cuarto. Pero ahora que regresaba del cuarto ya tenía a saber información. Antes de subir las escaleras para cambiarme Sagitas había hablado de llamar a la reportera quisquillosa que animaba el mundo magico..mandando a Harpo de recadero. Y ahora en la pórtico de la casa estaban tres chicas. Evidentemente descarte a @ Helike R V PB , ella no tenia el arte para expresarte tan finamente. La chica nueva @ Caelum  parecia demasiado perdida, aun cuando Jack presentara a toda la familia. No saber quienes eran los familiares de Sagitas era estar viviendo bajo una roca en mucho tiempo...y ahora que caia..no esa chica que iba con @ Rose Black Lestrange  en aquel encuentro variopinto en un bar???.

-Hola Caelum -dije despues de buscar en mi memoria por un instante su nombre- otra vez coincidiendo. Disculpa a ese intento de fantasma...de seguro tuvo un lapsus fantasmal a la hora de no contarme como de la familia. 

Ahora bien sin dejar a un lado la presentación y siguiendo con asunto más importantes…solo dejaba a @ Maida Black Yaxley  como la famosa vuelapluma. Interesante....capaz y le pidiera un autógrafo. Claro por mi parte que no se preocupara...no revelaria su identidad a no ser que me pagaran mucho...mucho dinero. En estas cosas yo acostumbraba a ser una tumba egipcia. 

-Bien falta alguien??? A ver si acabamos de ir al asunto-velorio-celebracion de San Valentin en San Mungo.

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