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La maldición de las flores negras.


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Amanecí con un escalofrío. Estaba en mi cama, tumbado sobre el edredón, mientras Elentari dormía tranquila, tapada, aferrándose a un osito de peluche. Parecía aun más pequeña en una cama tan grande,  lo qeu siempre me hacía sonreír. La pequeña había pasado una mala noche con pesadillas, y al final, la había traído a dormir hasta mi cama, donde tras hacerla reír, había logrado dormirla. 

 

Ahogando un gruñido por la rodilla dolorida, me senté despacio en la cama. Era sigiloso, pero desde qeu Elentari había llegado a mi vida, había aprendido un nuevo nivel de sigilo, con tal de no despertarla. Solo Fenrir abrió un ojo, acurrucado sobre su cojín junto a Freyja. Permanecí un momento sentado mientras bostezaba, frotándome los ojos. Era bastante temprano, asi que con suerte podría bajar a la cocina, coger algo para beber y acostarme un rato más antes de que la niña despertase.

 

Ni siquiera me molesté en ponerme una camiseta o calzarme. Bajé descalzo, cojeando en pantalón corto. La casa estaba más "habitada" que en los últimos tiempos... @ Sean -Ojo Loco- Linmer  había vuelto a traer amigas, los sentía en algún lugar de la casa....como también sentía a Jack, y por lo qeu podía sentir, debía estar con Sagitas. Suspiré, bajando el último tramo de escaleras, distraido....tanto, qeu no fue hasta que noté algo crujir bajo mis pies, no me fijé en el camino.

 

La puerta de entrada a la Potter Black estaba abierta. No tardé en sentir un escalofrío, no por la corriente de aire que inundaba la entrada a la mansión, sino por la estampa, todo lleno de pétalos de flores negras, frescas, vivas... en una estampa un tanto extraña. Fruncí el ceño, intentando dilucidar quién haría algo asi...desde luego, nadie que conociera.

- Sagitas? - pregunté, en voz bien alta. Si algo teníamos en casa era que teníamos una voz bien potente para comunicarnos. - Jack...?

Allí, en el medio de la entrada, casi como una invitación, como un regalo había tres ramos. Como hipnotizado, caminé hacia ellos, agachándome para observarlos de cerca. Eran ramos de flores negras.

 

No respondían. Ojalá no estuvieran haciendo...nada....

- Quién querría llenar la Potter Black de flores negras? - pregunté, por si la mención a un hecho inusual les despertaba la curiosidad. En ese momento reparé en la nota, era la misma, y asomaba en cada ramo. Tomé una de ellas, era una cita. - Y qué se supone que va a pasar en San Mungo?

 

Había dado en la tecla. En seguida, ruido, jaleo en la parte superior de la Potter Black. Sagitas estaba despierta, y por los pasos, Jack la seguía de cerca. Tomé uno de los ramos, notando que la cinta que lo envolvía llevaba grabado mi nombre, al igual qeu otro llevaba el nombre de Sean y el central, llevaba el nombre de @ Sagitas E. Potter Blue  y Jack. Fruncí el ceño, poniéndome de pie. Extendí la cinta de mi ramo, torciendo ligeramente el gesto al notar que no solo llevaba mi nombre...sino también el de @ Helike R V PB . Aquello me dejó un ligero vacío en el estómago, pero la cercanía de los pasos apresurados de Sagitas me hizo levantar la cabeza, dando un par de pasos hacia el pie de la escalera cuando la vi llegar, con un batín y el pelo revuelto. 

- Bajé a la cocina y me encontré la puerta de la entrada abierta - dije, intentando justificarme, como si me hubieran pillado en alguna travesura. - La entrada ya estaba llena de estas hojas negras.

 

Jack apareció un par de pasos por detrás, con pantalón de pijama y la camiseta en la mano.

- Este ramo lleva mi nombre - dije, alzando el brazo con el que sostenía las flores, omitiendo el nombre de Helike - también hay uno que lleva el vuestro. - Jack murmuraba algo al oido de Sagitas, y un gesto cómplice tan sencillo como la mano en su cintura me hizo desviar al mirada.

 

Sean llegó, y aunqeu llevaba una toalla que amenazaba con caer en cualquier momento, agradecí qeu llegase.

- Ese de ahí. Parece que todos los adultos tenemos uno - una parte de mi, agradecía que ninguno de los niños tuviera un ramo. - Alguno tiene idea de quién los ha mandado? - pregunté, mientras los elfos se apresuraba a cerrar las puertas y recoger los pétalos.

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Ahora caía yo en cuenta en lo de las flores negras. Podría haber lanzado un comentario sarcástico lanzando la idea de que al parece alguien le estaba adelantando el funeral a la Saguitas. Pero dado que mi nombre estaba en la lista..digo flores...mejor no tocar el asunto.

- Al parecer estamos siendo solicitados en San Mungo. Alguien piensa que es raro que cerca del día del amor se nos solicite en un hospital?

Básicamente no encontraba un hilo que pudiera unir los dos puntos. Todo un misterio. Y básicamente con lo aburrido que estaba todo de un tiempo para acá yo encantado. Así que tome el ramo que me habían enviado y lo lleve a una mesita que tenía cerca. Tome una pluma y una tarjeta y escribí tres nombres. Para después subir a la habitación.

- Voy a prepararme....supongo que iremos no?

Y ahí subía yo con el ramo para que al levantarse las chicas vieran que les había dejado flores y una tarjeta romántica. Que decir...con ese ramo me ahorraba algunos sickets en una florería.

@ Matt Blackner  @ Sagitas E. Potter Blue  @ Helike R V PB

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Casa Rambaldi, Torre Norte:

Estaba en pijama, últimamente no había ido al trabajo y tampoco había mucho movimiento para sacar información para ayudar a la MT. Estaba en cama leyendo un poco, cuando sentí todos los chillidos de los elfos que tenía a mi servicio. Salí de la cama, puse las zapatillas y aparté el cortinaje que me envolvía, con la varita de álamo temblón iluminaba la estancia con el hechizo lumus, me acerqué hasta la puerta y uno de los enanos se apareció ante ella

- Mi Señora, tiene que venir -temblaba de pies a cabeza, algo que no era muy habitual

- ¿Qué sucede? -pregunté yo, dejé el libro en el suelo y el sonido fue amortiguado por la alfombra. El elfo llevó su palma y yo lo entendí, agarré su mano y nos aparecimos en la entrada. La puerta con el dragón grabado en ella estaba abierta de par en par

- ¡Rosas negras! -exclamé sorprendida al ver lo que había en la entrada (lo que me había parecido ver tras echar un vistazo rápido)

- Y lo mejor de todo, es éste papelito - me enseñó el pedazo y era, lo recogí de un volantazo y lo estiré un poco, tenía los bordes quemados, como si hubieran sido apropósito, era una especie de invitación... Sentí como algo se me bajaba por la espalda. ¿San Valentín en San Mungo? Abrí los ojos como platos y el elfo encogió los hombros.

- ¿Sabes si en otras casas de magos recibieron ésto? -pregunté con curiosidad, el sirviente negó con la cabeza- ya, que no has ido de compras - lanzó una risita por lo bajo y siguió negándose conteniendo la carcajada. Sólo él sabía a qué me refería yo con las compras. 

- Tendré que ir a visitar a mi tía. Aunque use la chimenea llegaré echa un asco no sé si se renovó la licencia y si me aparezco sin más, me corta la cabeza, como llegue volando a lo mejor me destroza la magia de la entrada... Prepara mi ropa habitual -le indiqué al elfo, hice un silbido con dos dedos y un cuervo vino volando, hice el mismo gesto otras dos veces. La última adquisición de la mansión, en vez de palomas había mandado construír un palomar en dónde guardaba cuervos negros para enviar mensajes. Aunque no sabía si sería un buen augurio mandar uno en esos momentos. 

No sé cómo lo conseguía pero siempre tenía un pergamino a mano pluma y tinta, lo partí en tres con el siguiente mensaje:

Sagitas, 

Soy Heliké, tenemos que hablar. Puedo ir a la Potter Blue o Potter Black, o en el lugar dónde tú ya sabes -esa parte del mensaje sólo lo podía leer la persona indicada, quien tomara la carta, la persona que no debía se volvía ilegible- en la Fortaleza Oscura, puedes contestarme en éste mismo pergamino, espero noticias tuyas, me temo que hay cierto peligro en San Valentín, si queremos seguir con la tapadera de Accidentes Mágicos tendremos que averigüar qué demonios pasa. En cuánto contestes, llegaré en cinco minutos en dónde te encuentres.

Muchos Besos

Heliké Rambaldi

Semper Fidelis

Tras terminar de escribir las notas, se las di a los tres cuervos y enrollé cuidadosamente los pergaminos en sus patas e hice que tomaran el vuelo con un rápido batir de sus alas, quedé en la puerta hasta que los vi desaparecer en el horizonte. Con otro chasquido llegué a mi habitación, saqué el pijama y puse encima de mi ropa interior, una capa ajustada que en vez de faldón tenía pantalones  amarrada con un cinto fuerte, en la parte superior llevaba unas pequeñas argollas (en los hombros) para insertar otra capa con unas marcas tenebrosas de plata pura y una capucha, guardé la varita en el bolsillo interior y además, recogí el morral de cuero en dónde llevaba todas las pertenencias. Me puse los guantes y aguardé a tener contestación pero aproveché a colocarme unas botas de cuero fuertes

@ Sagitas E. Potter Blue

Cuando pueda Sagis responder, iré mencionando al resto :) se supone "que aún es líder" jajaja

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Chateau Dumbledore

Flores negras, flores negras… –alguien protestaba fuera de su habitación –y hojas, miles de hojas negras es el colmo –unos nudillos golpearon la puerta, no le quedaba más remedio que levantarse.

Despejó las sábanas hacia un lado y se puso de pie, descalza se dirigió hacia la puerta mientras la suave tela del camisón acariciaba sus muslos. Le gustaba esa sensación al levantarse luego de que se desenredara de su desnuda cintura. 

Abrió la puerta, con los cabellos rojos aún alborotados, muy alborotados por la expresión de sorpresa de los dos elfos. Desorientada miró primero a uno, con varios papeles en las manos y al otro con dos ramos de flores negras de distintas especies cada uno. Darla frunció el ceño y extendió su mano atrayendo a Edelweiss hacia ella.

Evanesco –dijo apuntando a los ramos mientras por su mente pasaban a alta velocidad los recuerdos de sus clases de herbología –¿quién trajo esas flores? –preguntó observando a uno y otro elfo, aún sin prestarle atención a los elfos que la habían despertado, no conocía los nombres de todos los elfos de la Dumbledore. Ellos negaron.

Nadie trajo, todos aparecieron solos…

–En los jardines junto a las invitaciones –el elfo que había terminado la frase le extendió uno de los negros papeles con letras plateadas que cargaba. Darla los leyó en silencio y frunció el ceño.

Quemen todo… no, evanesco a las flores e incendio para los papeles… eviten el polen –suspiró, seguro ya era tarde, pero dudaba les hiciera mal a ellos –avisenme de cualquier otra anormalidad, desayuno por favor ¿Ada?

El movimiento de las cabezas era gracioso, acompañaban sus respuestas.

Sí, no, sí –arriba y abajo, derecha a izquierda, de nuevo arriba a abajo, con las órdenes de los hechizos, las órdenes de noticias y desayuno llevó a nuevos si y movimientos verticales, que no se repitieron al mencionar a la otra matriarca, esta vez fue negación –nada señorita Darla.

La pelirroja suspiró y pasó su mano por los cabellos, que espanto.

Bueno, vayan, ya bajó –ambos asintieron y desaparecieron mientras ella cerraba la puerta.

Se quitó el camisón y fue directo al baño, para higienizarse antes de vestirse y bajar. Tenía mucho que pensar sobre aquello, tiró el papel sobre el escritorio, luego lo quemaría.

 

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- Claro que es raro qeu nos reclamen en San Mungo - contesté a @ Sean -Ojo Loco- Linmer , que ya se alejaba tras garabatear algo, con su ramo en la mano. - No podemos decir qeu no a una cita con tanta parafernalia, no? - contesté.

 

Observé a los elfos, que se afanaban por hacer desaparecer todos los pétalos negros, tras lograr cerrar las puertas de acceso a la Potter Black. Sagitas aun no había dicho nada, mientras que Jack había ido a recoger el ramo que tenía el nombre de ambos grabado en la cinta. Miré mi ramo, volví a mirar a Sagitas y, sin saber qué decir, volví sobre mis pasos, escaleras arriba hasta mi habitación. Por suerte, Elentari seguía dormida. Dejé el ramo sobre la mesa y con un suspiro, me senté en la cama, frotándome los ojos. Observé la cinta, donde mi nombre y el de @ Helike R V PB  estaban grabados. Por qué? Quién había orquestado aquello?

 

Con un suspiro, cerré los ojos. Cuando los abrí, eran rojos, y Fenrir ya no estaba.

 

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Fenrir

 

El lobo observó los terrenos de la Casa Rambaldi desde el exterior. Logró pasar por una pequeña rendija, y desde ahí trotó hasta la puerta de entrada. Olisqueando el aire, llegaba el mismo olor qeu en la Potter Black. Flores, muchas flores....

 

Cuando alcanzó la entrada, el olor a rosas fue más intenso. Los pétalos negros contrastaban mucho con el pelaje blanco del lobo. En su habitación, Matt frunció el ceño con un ligero gruñido, tratando de no despertar a la pequeña, mientras que el gruñido del lobo fue profundo...tal vez eso asustó a los elfos, qeu corrían para recoger las flores. Algunos se asustaron al ver como el lobo pasaba corriendo entre ellos. Se detuvo, olisqueando el aire, buscando a Helike. Matt la sentía escaleras arriba, y antes de que lo detuvieran, emprendió el camino hacia el dormitorio de la vampiro.

 

El lobo era lo bastante grande como para ponerse de pie y abrir una puerta. Cuando la empujó usando la cabeza, Helike terminaba de ponerse las botas, lo que llevó a Matt a sonrojarse ligeramente. Fenrir esperó, mirándola, gruñendo, ladeando ligeramente la cabeza. Estaba bien, pero lo qeu fuera...también había llegado hasta ella.

 

 

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jajaja gracias Matt!

On:

Intentaba colocarme una de las botas que se me resistía, había dejado la varita encima de la mesa pero justo cuando en ese momento estaba con el procedimiento, una masa peluda entró a la habitación, yo eché un grito, intenté tomar la varita y del giro dado, me di un coscorrón en toda la frente. Me tuve que sentar en la sila, frotándome un poco fuerte para que pasara el dolor. 

Tras el susto, el golpe y la calma bueno, relativa, calma en mi habitación; en el resto del castill chillaban despavoridos mientras algunos de los elfos calmaban a los otros, por la improvisada visita de un huargo de semejante tamaño.

Pero sí, enseguida lo reconocí por los aromas

- ¿Fenrir? -el lobo me gruñó a modo de saludo como siempre me veía y se acercó a mí con las orejas gachas (no te me enfades Matt xD darle chicha al asunto jajaja), me hacía gracia porque parecía totalmente que tenía al dueño enfrente. Me puse a su altura y le rasqué detrás de las orejas:

- No te preocupes no contaba contigo, no te ofendas, un animal de cuatro patas, así tan de pronto - me encogí de hombros y por fin terminé de colocarme la dichosa bota... Un bote que tenía encima de la mesa de aloe vera, me la eché un poco en la zona dolorida, aún así el lobo parecía que quería decirme algo, me agarraba con el morro y tiraba de mí capa como intentando sacarme de ahí

- Vaaale, vale entiendo- miré al animal y le contesté con una pregunta - quieres que vaya contigo, ¿no? -asintió y me gruñó con suavidad- vale, dame un minuto - guardé la varita y la puse dentro del pantalón, me aseguré de llevarme el morral de moke en el otro bolsillo y ahora sí, ajusté la capa bien. 

- Venga, vamos -el lobo con suavidad y firmeza iba bajando por la escalera caracol adornada con una alfombra, y no me extraña que no sintiera sus patas, porque amortiguaban cualquier sonido y eso era un fallo grave de seguridad. Tendría que solventarlo más tarde.

Llegamos hasta la parte principal de la casa y dudaba si usar la aparición con el animal. Una cosa era una persona y otra muy distinta un huargo de semejante tamaño con sus cuatro patas y cola. Suspiré con suavidad y dije:

- Bueno, espero que no me mate Matt- me lamió las manos como entendiendo lo que quería decirle. A veces me asustaba la facilidad con lo que entendía todo - ¿no serás un cambiapieles, no? -había oído algunas historias y aunque se fundamentaban en la realidad, otra cosa es que fueran ciertas. Obviamente me gruñó nuevamente, como diciéndome "¡pesada!" me reí y capté la directa. 

Agarré al lobo por la correa que tenía en el cuello y los dos, ser y animal, nos desaparecimos del castillo para hacerlo en la entrada principal de la Potter Black, el lobo me ladró y se soltó para ir corriendo hasta la parte principal de la mansión.

El olor de la suave brisa me trajo el aroma de las flores negras, ¿también había por allí? Me sorprendió y tras pasar los límites protectores notaba como, poco a poco, el aroma era más intenso, si lo habían recogido, aún flotaba en el ambiente.

@ Matt Blackner

kk de rol, es falta de práctica jajjajaja

Ostrás, quise lanzar ayer el rol pero por las horas... al final me acordé ahora, y bueno, aquí está ^-^

Editado por Helike R V PB
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Creo que fue la impresión lo que me hizo guardar silencio, algo muy inusual en mí. ¿Yo, en silencio, calladita, mudita como los gnomos que sólo sueltan leves chillidos cuando los bamboleas y los tiras del jardín trasero? No, esa no era yo. Así que, en mi defensa, diré que eran muchas noticias, buenas y malas, las que me habían ido golpeando últimamente. Y eso te hace débil en ciertos momentos, sobre todo en los que tu propio hijo se maldice al coger una de las flores que alguien (¿quién, quién, QUIÉN?) estaba repartiendo por el pueblo.

Por mi cabeza no sólo pasó la idea de que aquella maldición iba cobrando víctimas por momentos, todos aquellos que tuvieran el valor de tomar alguna de aquellas flores negras. También pensé en los familiares del pueblo que pertenecían en mayor o menor grado a mi familia. No sé porqué pensé en @ Anthony R. Dracony M. por primera vez desde hacía meses; me pregunté si él o su esposa amada @ Shena Cindy de Ryvak M. habrían recibido una. Me mordí el labio al pensar que no sabía nada de ellos desde hacía tanto..., ni siquiera si seguían juntos.

La voz de Matt, mencionando a @ Sean -Ojo Loco- Linmer , me hizo recordar que aquel energúmeno seguía en casa. A estas alturas, a pesar de que siempre despertaba en mí el deseo más desagradable de gritarle y arponearle, le consideraba un miembro más de la familia y me pregunté si las flores le afectarían. Al fin y al cabo, hasta bien poco, había sido un poltergeist (en toda su amplitud de palabra, igual de desesperante o más que cualquier ser como él y peor que cuando era humano). A su vez, me hizo preocuparme por mi marido. ¿Jack era inmune al polvo de aquellas bellezas mortales o no podría morir nunca, siendo fantasma como era?

Arqueé la ceja ante la palabrería de Sean, puesto que llegó a considerarse "una figura respetable de la comunidad mágica", algo que yo cuestionaba mucho. Como muestra, puse una mueca fea en mi cara y le saqué la lengua. Pero mi cabeza seguía moviéndose en un plano superior a mi gesto infantil y pensaba en cómo enterarme de quién o qué podría estar detrás de éste reparto funesto.

-- ¡Necesito información! ¡Residuo de escreguto! ¿Quién podría...?

Otra vez mi linda cabecita pensando y un nombre surgió entre la niebla de mis concentrados pensamientos:

-- ¡La reportera de Vuela Pluma! Esa es capaz de enterarse de todo en un momento récord. -- Una leve sonrisa se insinuó en mi faz. Por mis contactos oscuros, sabía que @ Maida Black Yaxley era quien estaba detrás de aquella figura desconocida. -- ¡Harpo! Busca a la reportera y mira si sabe algo del tema. Dile que... que vas de mi parte. 

Supuse que Maida no se negaría a contestar o investigar aquel hecho ante la petición de mi elfo Harpo, siendo yo aún la líder del bando mortífago (aunque sólo por hechos extraños y que pronto desaparecerían). Pero la sonrisa cambió a sorpresa y a rabia (sí, todo mezcladito) cuando Sean dijo que no despertáramos a las chicas que había en su dormitorio.

-- ¿Te has atrevido a...? -- grité, tal como él había previsto, así que bajé la voz a un tono menos agresivo, al menos en teoría. -- ¿Has traído a... señoritas... a mi casa?

La furia envolvió de nuevo del cuello hacia arriba y el calor que sentía me hizo pensar que estaría roja, bien roja, sintiendo el latido en las sienes. ¿Hacía un momento había pensado que era un miembro de la familia? ¡¡Era una defecación de basilisco!! ¿Cómo osaba pernoctar bajo el techo de mi familia, tal vez en el mismo lecho de mi hermosa hija perdida, cuándo sólo era el yerno arrejuntado?

Un golpe en la puerta hizo que mi voz acallara aquel grito desmesurado y huracanado que estaba a punto de lanzar a Sean. ¿Quién sería a aquellas horas? Mi mano se movilizó en un brusco movimiento y agarró la varita por la empuñadura, aunque sin sacarla de la funda que hoy, casualmente, llevaba bajo la bata. (¿Qué hacía aún en ropa de cama?) Me asomé un poco estirando la cabeza cual jirafa hacia el hall, donde mi elfo Harpo abría la puerta. A medias, pude ver a una chica desconocida entre restos de más flores negras. Estaba sentada casi en el suelo. Le gruñí. (Sí, vale, mi calidad de anfitriona no es educada, lo sé, pero me disculpen por ello).

-- ¿Eres tú quien ha traído las flores a mi casa? ( @ Caelum )

Aún no pude escuchar si contestaba porque un Fenrir atado con un collar de perro, ¡¡de perro!!, intentaba entrar y morderse el collar a la vez, como si le molestara. Enarqué la ceja y miré a Matt, en una muda pregunta sobre qué demonios estaba pensando y qué hacía Heliké en la entrada. Y, con retraso, porque en mi casa las cosas no funcionan como debieran sino como les da la gana, una ventana se abrió para dar paso al manuscrito atado a tres cuervos que conseguí arrancarles antes de que ellos me dejaran calva. A punto de lanzarles un Oppugno para que se pelearan entre ellos, leí de quien era y lo que quería. Por supuesto, mi sobrina era siempre bienvenida a casa, ¿pero qué ganaba con demostrárselo así sin más?

-- ¡¡¡ @ Helike R V PB !!! ¡¡Tus cuervos están llenando de cagarrutas el salón de la chimenea!! ¿Es qué no sabes enviar manuscritos como todo mago normalito?

 

 

OFF.-

Espero haber contestado a todos. De lo contrario, perdones mil, que es de madrugada y hoy ha sido un día duro.

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@ Helike R V PB  se sentó en la silla, frotándose la cabeza, donde se había golpeado. Al principio, el lobo temió que no lo reconociera, pero cuando al final le recordó, Fenrir gruñó, levantando la cabeza, con las orejas hacia atrás, orgulloso, en un gesto afirmativo. Era Fenrir, claro que si. Lamiéndose el hocico, el lobo se acercó, agachando la cabeza, con las orejas abajo, listo para que le rascaran donde más le gustaba: detrás de las orejas.

 

El lobo miró a Helike, ladeando ligeramente la cabeza mientras la observaba terminar de prepararse. Un pequeño golpe con la pata en el suelo, acompañado de un ligero gruñido, apremiándola. Ella aun se entretenía por la habitación, pero debía llevarla hasta la Potter Black, asi que se acercó hasta ella, mordiendo su capa con delicadeza, pero con la fuerza suficiente para tirar de ella. ¡Al fin le entendía! respondió a su pregunta con otro gruñido, sentándose para esperar a que terminase de recoger sus cosas.

 

Al fin estaba lista. En cuanto la escuchó, se puso en pie, caminando con la cola hacia arriba, un par de pasos por delante de la vampiro, bajando la escalera de caracol hasta la entrada, donde Fenrir se detuvo para esperarla, moviendo la cola con tranquilidad. Ella no estaba acostumbrada a aparecerse con el lobo, asi que él esperó pacientemente a que ella se decidiera. Su pregunta le extrañó, asi que ahogó un pequeño ladrido, impaciente. 

 

Al fin, la vampiro le agarró...de la correa. Correa? No! Fenrir era un lobo, un huargo grande, poderoso...no un perro. No llevaba correa, no lo necesitaba...pero la última vez que había jugado con el cachorrito de Matt, Elentari, se había dejado poner aquella correa porque no podía negarle nada al cachorrito...y había olvidado quitársela. 

 

Cuando los dos, vampiro y lobo, aparecieron en la entrada de la Potter Black, el animal no pudo aguantar y comenzó a intentar morder el collar, girando en círculo, gruñendo frustrado. Tanto, qeu apenas se dio cuenta de que Sagitas gritaba algo a la vampiro.

 

Mientras, en la Potter Black, Matt salía de la habitación a tiempo para ver como Sagitas gritaba a una joven desconocida, y Fenrir aparecía con Helike en la entrada de casa. Jack fue quien puso un poco de cordura en la situación, primero quitando la correa a Fenrir, que al fin dejó de girar y procedió a rascarse el cuello, antes de correr escaleras arriba. Tras eso, observó a @ Caelum

- Niña, no creo que sea quien ha...montado este jueguecito con los pétalos negros - contestó - pero como sea, tenemos que averiguar el fin...No vamos a presentarnos en una cita asi sin más, no?

 

Jack observó a Matt, que un par de escalones por encima, observaba a Helike, sin decir nada. Miró a Sagitas y puso los ojos en blanco

- Chico, deberías ponerte algo encima - le dijo - y cerrar la boca... - murmuró.

 

Aquello hizo que Matt reaccionara, cerrando la boca de golpe. Se había quedado mirando a Helike sin darse cuenta, y de golpe, se sonrojó, apartando la vista. Aun llevaba la vestimenta que la que había pasado la noche...un pantalón corto. Abrió la boca, sin saber qeu decir, hasta que al final atinó a mirar a la vampiro y señalar hacia arriba, como si quisiera decir qeu le siguiera, antes de subir las escaleras dirección a su habitación.

- Tan elocuente como siempre - susurró Jack al oido de Sagitas.

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@ Sagitas E. Potter Blue

Maida no se había molestado si quiera en curarse el pequeño corte en las manos, volvió a su cama apenas vio la hermosura del manto negro en la entrada de la Manor. El elfo no sabía que más hacer para sacarla de su sopor, día más o día menos se hacía mucho más difícil conectarla con algún atisbo de vida fuera de su habitación. Pero no, ahí yacía la bruja, abrazada a un ramo de aquellas flores negras, aparentemente dormida sobre el diván de su habitación; con el cabello cubriéndole la mayor parte del rostro. La invitación a una gala en San Mungo no era algo que ella ignoraría en otra ocasión, y así estaba el elfo, intentando pensar en cómo curarle el corte en la mano mientras pensaba en algún bocadillo que se le pudiera colar por los labios a la Yaxley.

¡Maida Yaxley! —chilló una voz en el primer piso alertando a Nius más que a la bruja.

¿Quién pregunta? —respondió él enérgico antes de dispararse hacia la voz que llamaba a su ama.

Asumió que el elfo recién llegado sopesaba la seguridad de la bruja en esa vivienda porque cuando Nius lo vio, él no le prestó atención. Por otro lado, de manera repentina el brazo herido de Maida comenzó a quemarle, sacándola de su adormilamiento. Abrió los ojos sin moverse mientras vio que el tatuaje de la Marca Tenebrosa volvía a aparecerle luego de muchísimo tiempo. Demasiado como para ignorarlo.

¿Nius? —llamó en medio de un susurro, como si realmente apenas despertara. Intentó ponerse en pie, pero se descubrió mareada, lógico, estaba débil. ¿Podría aparecerse? Cerró los ojos y durante casi un minuto lo intentó con todas sus fuerzas. Pero no tuvo que volver a hacerlo, cuando volvió a abrir los ojos tenía frente a ella a dos elfos domésticos, uno, completamente desconocido para ella.

Sagitas pregunta si la señorita Yaxley sabe algo de la Gala en San Mungo —dijo, sin siquiera presentarse y sin mostrar asombro por la marca que era segundo a segundo más nítida en su antebrazo, así que no era una llamada de la Potter Blue, sino una de su líder. 

No tengo información que pueda ayudarte, lo lamento —susurró Maida—. Voy enseguida.

Pero señorita Maid...

Pásame la poción herbovitalizante de mi armario, Nius, ¿dónde encuentro a Sagitas? —preguntó al elfo desconocido, quién encogió los hombros.

— En su casa.

Lógico, pensar en la Fortaleza Oscura en esos momentos era un despropósito. Manoteó al aire y tomó el frasco que segundos más tarde había traído Nius. La bebida no era exactamente lo más rico del planeta, pero la confianza que ella podía tener a las pociones era superior a cualquier hechizo inventado o aprendido. Le tomó unos minutos mientras el líquido hacía efecto y ella tomaba su varita entre las manos, invocaba su máscara y la escondía entre los pliegues de su ancha túnica. Revisó el corte, inexistente ahora, los elfos la miraban y ella miraba por la ventana, la brisa seguramente era helada, a ella eso no le molestaba pero debía disimular si estaba frente a su Líder. Maldita fidelidad a la sangre que tenía tatuada no solo en el brazo sino en el alma, malditos todos ellos. No podía seguir tumbada en casa si Sagitas le pedía información, quedaba completamente claro que frente a ella su coartada de Vuelapluma no había funcionado, la pregunta era, ¿desde cuando?

Se lanzó una mirada al espejo, su aspecto había "mejorado" tomando en cuenta que hace unos diez minutos bien podía pasar por una muerta. Su palidez era natural, el cabello aunque opaco caía rebelde sobre sus hombros. No podía aparecerse en la mansión de Sagitas, pero si en las afueras y ese era el plan, por eso había ingerido la poción.

Pisó los pétalos negros antes de desaparecer tratando de hilvanar los sucesos y las invitaciones lo antes posible, no podía llegar sin ninguna teoría, al menos.

...minutos más tarde.

Había que reconocer que sentía un poco de culpa de no haberle dado ni siquiera las gracias a Nius por los meses pasados. La vivienda de Sagitas se veía cuánto menos, agitada. Trató de mezclarse un poco y pronto se vio más perdida que si la hubiese abandonado en medio de las avenidas de Nueva York.

¿Sagitas? —preguntó con una voz un poco más alta de lo normal. 

 

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Château Dumbledore

Los elfos no dejaban de apilar montones y montones de flores y hojas negras en el empedrado del patio de los jardines que había bajo mi balcón. Llevaban un buen rato obstinados en aquella tarea. Alguien se lo había ordenado. Cuando llegué aquella noche al Château no había ni un ápice de la negrura que cubría todo el terreno visible aquella mañana. Ahora, las afanosas criaturas iban abriendo grandes claros a su paso, transportando todo a aquella explanada. Les contemplaba apoyado en el cristal de la puerta del balcón de mi habitación, sintiendo el frío en mis dedos.

De vez en cuanto, una ráfaga de aire desplazaba pétalos y hojas de la considerable montaña que se estaba formando. En aquel momento un par de elfinas hacían uso de sus poderes para asegurar el montón ante un creciente soplo de viento que parecía no querer detenerse, como si este desaprobara lo que pretendían hacer. Lo que intuí que iban a hacer. Otra cuadrilla de elfos comenzaba a hacer desaparecer lo que parecían ramos enteros de flores negras mientras sus compañeros y compañeras proseguían con la tarea de llevar hasta ese punto absolutamente todo rastro de aquel manto negro.

Vi a Wilmo a lo lejos. Una elfina que no logré reconocer le estaba riñendo. Él sujetaba uno de aquellos ramos entre sus manos antes de hacerlo desaparecer. Fruncí el ceño.

No tardé en ponerme algo cómodo y bajar las escaleras hasta llegar al comedor. El desayuno estaba servido. Alguien lo había ordenado también. Quizá Ada estuviera aquellos días por allí. Me senté en una de las sillas alrededor de la mesa. No había una gran cantidad de comida como antaño, cuando el Château estaba rebosante de vida, pero sí mucha variedad. Hice una mueca. Llevaba días sin comer nada sólido y la noche anterior no había siquiera ingerido sangre empaquetada. El olor de aquel popurrí culinario casi me mareaba. Tomé una jarra con café y me serví una taza. La sujeté con ambas manos y la acerqué a mi nariz. Intenté inspirar profundamente el olor para acostumbrarme a él.

Escuché pasos detrás de mí.

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✤ Viajero de la noche ✤

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