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Rosas y Corazones Rotos


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El tiempo pasa y todo cambia, aunque pareciera que en las calles de Londres todo queda suspendido en el tiempo. Las calles a esa hora de la tarde estaban con el bullicio habitual y sus pasos no hacían más que perderse entre los demás transeúntes. 
Dio un largo suspiro, antes de poder divisar el puente y con pasos largos y medidos para no llamar la atención de los muggles avanzo entre las calles. Después de un trayecto relativamente corro, llegó a su destino.

Hacía tiempo ya, que no pisaba aquellos adoquines; la vida había cambiado de rumbo para ella y la llevo a conocer otros países, como tenía costumbre cada cierto tiempo, aunque esta vez las cosas eran diferentes había menos gente de la que se suponía en el mundo mágico, tal vez porque la tecnología y lo moderno se había instalado incluso en los magos más poderosos, pero también la guerra que orillo a otros a huir del país y muchos se marcharon como ella, eso hacia que sus filas terminarán reduciendo bastante.

Pero ahí estaba, vestida con su habitual capa de cuero sintético en el cuerpo, pantalones negros y una playera a juego, junto con su gabardina de cuero y sus botas tipo militar negras, hacían que su atuendo llamara la atención de algunas personas que no estaban acostumbradas a ver esa vestimenta tan seguido. No les presto atención y siguió su camino, viendo los cuerpos colgados en el puente, de lejos se veía que era solo una broma cruel, pero quién sabía la verdad, veia que en el fondo era solo el principio de algo tenebroso, y eso, era justamente por lo que ella estaba ahí.

-Bonita noche para una buena fiesta- murmuró por lo bajo, mientras veía a varias personas alrededor.
 

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Estaba bastante sola desde el momento en que decidió regresar a Londres, primero porque su abuela no estaba desde hacía mucho y porque ninguno de sus tíos aparecía, ninguno de sus amigos habituales estaba en ninguno de los lugares que había visitado hasta ahora y gracias a esto, la jovencita a veces deambulaba por las calles de Londres un poco miserable.

Es cierto que había una persona en el castillo Lockhart, pero esta persona no la veía como familia y nunca antes la había visto y gracias a eso la princesa sentía la ausencia de su abuelo como si el mundo se hubiese terminado ese día y no podía estar con su familia tampoco y su abuela estaba tan ausente que dolía aunque normalmente no demostraba a nadie lo que sentía y gracias a  la oclumancia, podía esconder su dolor a los demás, a menos que fueran cercanos. Ellos podían ver.

Salió a caminar un rato, plantándose si viajar a Japón al menos por unos días, pero huir de estas fechas era casi imposible y aún era lunes aunque casi toda la ciudad estaba decorada de corazones desde hacía varios días porque las tiendas estaban aprovechando para vender como locos y podría ocurrir que Bodrik se pasara por su loca para ayudar a los elfos y así se salvaría de estar en la calle, a no ser que ocurriera un milagro.

No le gustaba pasar cerca del Támesis por el mal olor de aquel rio que estaba contaminado prácticamente desde el siglo XIX o probablemente antes. Por eso estaba a punto de desviarse cuando sintió la magia en el aire y un crac de cuando alguien aparece y la curiosidad le ganó y se fue a curiosear que podían estar haciendo tantos magos y brujas en el puente de Londres a esa hora y más con tantos muggles reunidos.

Lo primero que noto fueron las sirenas  aunque al principio no le dio importancia, pero luego Desmemorizadores estaba borrando la memoria de una multitud que estaba mirando algo que ya no estaba ahí.

Descubrió su capucha mientras caminaba hacia el lugar para saber si algo se necesitara como sanador o si al menos para verse algún conocido o funcionario pudiese saber algo.

Estaba vestida como cualquier chica con janes  no tan ajustados, una camiseta de color blanco pero una chompa negra estaba sobre ella permitiendo que se violeta  tan solo un pedacito de la blusa. Los zapatos eran tenis de color negro con un poco de gris oscuro y era estilo baloncesto y por otra parte su cabello lo tenis recogido con en una coleta.

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Era obvio que debía empezar por algún lado y ese lado parecía ser en ese momento el mismo Puente de Londres. Había solicitado a su amigo de la embajada sudamericana que le consiguiera la información que sus servicios de seguridad había conseguido. Después de todo, alguien había retirado los cuerpos del bendito puente y si no habían sido los aurores había pocos cuerpos de elite que pudieran realizar aquella tarea.

Era una especialista en desmemorización, así que si alguien había sido afectado por la misma y había estado presente esa noche en el puente y visto lo suficiente ella lo sacaría de su mente y obtendría la información que necesitaba.  

La pelirroja caminaba por la calles de Londres, aparentemente sin rumbo, con las manos caladas en los bolsillos de un tapado negro con el cinturón suelto, colgando a los lados. La polera blanca contrastaba con el resto de la ropa de tonos oscuros, desde las botas hasta el pantalón. Se detuvo de  pronto, frente a una patrulla que hacía guardia en una esquina, como aguardando la siguiente asignación, miró a los lados, tomó la varita entre sus dedos y la ocultó en su manga, cruzando la calle tras activar el anillo contra oídos indiscretos y se acercó a la ventanilla del conductor con una sonrisa más que inocente.

Nadie supo lo que pasó en la patrulla durante los siguientes treinta minutos, pero para cuando Darla bajó, los dos policías tenían para explicar que se habían entretenido averiguando los antecedentes de un indigente que se había escabullido entre los callejones del centro londinense.

La vampiresa se alejó de lugar, pasando un dedo por el borde de su labio para quitar una última gota, sí, había mordido y sanado las heridas de los policías, era más simple, más rápido y combinando sus habilidades con sus instintos obtenía mejores resultados. La escena de los dos cuerpos, amarradas las manos  con sus propias vísceras, sus corazones quebrados y atravesados por flechas la mitad de uno con la mitad de otro, le daba un nuevo significado al término de corazones rotos. Los pétalos, odiaba reconocer que eran rojos por la sangre porque la verdad que se trataba una vez más, de flores negras…

Cerró los ojos y se desapareció rumbo al mismo puente en sí, quería ver el cartel si era sangre humana u era otra cosa. No podía dejar de sorprenderse, magos, brujas, muggles se mezclaban en aquel lugar, investigando, algunos viendo una realidad, otros notando una totalmente diferente. Darla gruñó y cambió el c olor de sus cabellos a un tono castaño nada llamativo, usar lentes oscuros no era una opción viable, levantó el cuello de su abrigo y fingió ser una caminante curiosa.

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viendo desde abajo del puente, al parecer su queridita no había cambiado mucho durante el tiempo que estaba por fuera, pues el pequeño empujón que le dio fue una señal de una persona que solo sabe demostrar su cariño de esa forma, para saori era normal ella recibía mas amor de santuario personal en escocia donde vivía actual mente con su hermana, por lo que no molestaba a la asiática, saori mira a su al rededor ve personas no solo de la marca si no del fenix lo cual para ella no es importante pero eran rostros que si conocía. 

-Contigo siempre me pasa, que es diferente con los demás como soy hiena - dice saori mientras sigue a la lestrange por aquel  camino un poco desfavorecedor, sin soltar la mano de la rose, saori se aferra al no caerse  por lo torpe que puede ser. - si, eso, vi cuando estaba en mi  descanso al parecer todos debemos estar aqui .- mientras tanto la ashryver trata de mirar un poco mas a fondo pues no van hacer las únicas en la escena del crimen - por cierto va ser algo inusual, lo que esta pasando  y raro a la vez por que escuche que al aparecer no eran muggle de verdad solo muñecos bien hechos -  eso es algo que pocos saben hacer pues así como lo que le paso a la muggle que hace poco conoció ultima mente ay personas que no saben que mas hacer para pode causar un mínimo de daño - Pues rose lo mas sensato seria preguntar en que va todo esto por que  veo que aqui usaron magia y demas - lo dicho por saori era obvio  pues hasta rose se podría dar cuenta pero como cualquier detective todo lo que uno ve, es crucial para la investigación. 

- @ Rose Black Lestrange

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Los alrededores del puente de Londres se habían convertido durante unos segundos en una maraña de flashes y haces de luces provenientes de las varitas de aquellos desconocidos vestidos de negro. Difícilmente se podrían contar cuántos eran, pues aparecían desde cualquier rincón cercano y le borraban la memoria a cualquier persona que no contara con la magia entre sus virtudes. 

El cielo nocturno permaneció totalmente oscuro hasta que un relámpago lo iluminó anunciando la abundante tormenta que dos segundos después comenzó a empapar a todos. Los muggles presentes salieron del ensimismamiento que les había provocado el encantamiento desmemorizante y comenzaron a correr en busca de sus automóviles, domicilios o simplemente de un lugar en el que refugiarse de la incesante lluvia. De pronto, solo brujas y magos quedaron presentes en el lugar y había cierta tensión palpable en el ambiente que se hizo más notable cuando “los de negro” desaparecieron uno tras otro.

Entonces un mago bajito y regordete de mediana edad señaló el puente.

-    ¡Ya no están! – exclamó.

Casi automáticamente un leve destello captó la atención de muchos; justo en el lugar donde había estado atada la soga, por la parte interior del pretil del puente donde hasta ese momento había estado el escrito de amenaza, una hilera de pequeños objetos vibraban y liberaban un leve zumbido que anunciaba la inminente desaparición de los trasladores en los que alguien los había convertido.

Eran pequeños osos de peluche, candados en forma de corazón, flores de aderezo y otros objetos relacionados con el día del amor, aunque todos tenían algo en común: estaban rotos, manchados o bastante maltratados. Parecían antiguos y los que no, parecían haber sido víctimas de alguien enfadado. Pero… ¿A dónde llevaban aquellos trasladores?¿Quién los había dejado allí? Estaba claro que todo aquel escándalo había sido provocado para atraerlos a todos hacia aquel lugar ¿Sería seguro viajar con ellos?

 

~~*~~

 

Un tirón del ombligo y sentir como el mundo parecía aplastarte mientras giraba hasta que finalmente volvías a sentir tus pies en tierra firme. Esa era la sensación que habría sentido todo aquel que hubiera decidido lanzarse a la aventura o más bien, arriesgarse a ir a un lugar desconocido. 

La oscuridad y el olor a humedad lo inundaba todo. Los crujidos de la madera que los rodeaba y el leve balanceo debajo de ellos insinuaba que se encontraban en un barco relativamente pequeño, aunque no lo suficiente como para sentirse agobiados. Parecía bastante antiguo y la gruesa capa de polvo de los raídos muebles delataba que realmente lo era; solo un ventanal dejaba entrar la luz de la luna a través de los sucios cristales, dejando ver lo que parecía ser el camarote principal del aparentemente abandonado navío.

En el centro de la estancia había un escritorio de basta madera tallada en cuya base había montones de utensilios y mapas de navegación. Un sillón de satén rojo justo detrás de la mesa y una cama desecha permanencia detenidas en el tiempo igual de polvorientas. Había también varias estanterías llenas de libros y al otro lado del cuarto, frente al ventanal, una puerta cerrada con llave que la magia no abriría.
¿Qué hacían allí? 

 

_________

Off: Holis!
Vamos a jugar al rol a la vieja usanza xD os dejo el escenario y de vez en cuando me meteré, pero me gustaría que todos fuéramos un poco máster en este rol. Vamos a dejar fluir nuestra imaginación y construyamos la historia entre todos. Yo ya se donde os llevo, pero lo que suceda de camino es cosa vuestra (o casi).

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Sí, aquella investigación llevada por su curiosidad innata parecía que iba a tomar un cariz más que inesperado. Solo magos y brujas había ahora en el Puente de Londres, eso era algo bastante notorio por lo visto. Las letras que la habían hecho llegar en un primer momento pasaban a un segundo plano al descubrir esa “reunión” de trasladores que alguien había dejado allí.

Darla se preguntaba varias cosas, no era solo el motivo del “llamamiento” mediante una pareja colgada y eviscerada aparentemente, sino que la “limpieza” del escenario fuera realizada por hombres de negro ¿era un chiste?. Y ahora, esto, trasladores. Por un momento tuvo flashes de recuerdos borrosos del pasado. No es que ella tuviera mala memoria, pero sí sabía que dos veces en su pasado había tenido que renunciar a recuerdos, algunos, voluntariamente, como lo hacía en nigromancia, pero otros, por cuestiones de ¿cómo decirlo? ¿ideología? La cuestión acá es que alguno de esos recuerdos inexistentes hoy le traían una sensación antigua y remota de regreso a su cuerpo al ver el osito de peluche azul abrazado a un corazón rojo con letras negras y doradas de un “I love you”. Claro que seguro el mismo recuerdo se lo podría haber traído un candado con forma de corazón cuya cerradura estaba tan oxidada que de solo tocarlo parecía capaz de transmitir el tétano.

¿Llevarían todos al mismo lado? ¿Por qué la necesidad de tantos? Pensó en las veces en que habían viajado tocando un traslador más de una persona. Quizás algunos estaban pensados para los más retrasados o tímidos. O cada uno te lanzaba a un mundo que no sabías a dónde estaba. Solo había una manera de averiguarlo pensó suspirando e ignorando todas las señales de peligro que aquello podía implicar.

Jala, pensó mientras el tirón desde el ombligo la llevaba en un vuelo cuya compostura intentaba mantener, los pies en el aire intentaban aferrarse a esa imaginaria teoría de que no caerías de bruces al aterrizar y podías llegar “flotando” con pasos de vampiro, bueno, ella lo era ¿no? El “aterrizaje” no estuvo mal aunque… “amerizaje”...  “acuatizaje”. No sabía con certeza si por el olor a humedad o al hecho de que la superficie bajo sus pies se balanceara como si flotara sobre algo.

No era una balsa, ni por lo visto tampoco un crucero, parecía un navío fantasma, o así lo sintió ella al menos mientras guardaba el osito en uno de sus bolsillos ampliados con magia. El lugar daba la sensación de ser el camarote de un capitán. No necesitaba acostumbrar tanto sus ojos a la oscuridad, pero sí quería estar segura de con qué o quién estaba. Sin moverse empezó a analizar lo que sentía y veía a su alrededor, mientras el sonido de cuerpos llegando o chocando dentro de la habitación parecía hacer eco por momentos en el vacío de aquella noche de una apenas atravesando la mugre de los vidrios y la oscuridad del lugar.

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Se decidió a entrar y se encontró con que la Mansion estaba bastante sola pero bien cuidada, se preguntó si aquello era obra de Lunita o de Mael. Subió a su habitación y uno de los elfos le dio la bienvenida y le dejo algo de comer mientras ella sacaba unas cuantas cosas de un cajón y las extendía bajo la cama. También saco algo de ropa del closet y se cambió, aun conservaba algo de ropa de su tiempo de auror y por lo que había visto en el televisor la iba a necesitar, ropa negra y cómoda a la vez que adecuada para esconder su varita y darle movilidad si tenía que luchar. 

 

Sobre la cama tenía todas las herramientas de su trabajo actual, cartas, conchas, la bola de cristal. Tomo esta última y la coloco en la mesita que tenia en su habitación, a lado de la bandeja de sandwich que le habían llevado y comenzó a buscar información de lo que estaba pasando en el puente de Londres mientras le daba un mordisco a la comida. De pronto se dio cuenta que una cara conocida andaba por ahí investigando. Darla era de las pocas vampiro con las que aún tenía algún lazo de su antigua vida. Y no estaba segura porque sentía que compartían algo más que amistad o ideales de vez en cuando,presentía que si le mostraba su descubrimiento del sótano Granger tal vez ella también reconocería algo de aquello. 

 

Tapo la bola de cristal y terminó de comer, no tenía mucha hambre pero no iba a tirar a la basura los esfuerzos de los viejos elfos de la familia por complacerla. Dejo una nota sobre la mesita agradeciendo y avisando que regresaría y se desapareció hacia el puente. Una vez ahí se acercó a donde creyó ver a la bruja solo para ver como esta tomaba un objeto y desaparecía

 

- Miér.... un traslador- dijo mientras se acuclillaba en el lugar donde había visto a la Dumbledore. Cerca de ahí habia otro objeto viejo emitiendo la luz azul característica de un traslador. Deberia tomarlo o alejarse y mantenerse al margen de todo aquel embrollo, esa era la cuestión.  Tomó el corazón aplastado lleno de lodo y sintió el jalón que la llevó a una especie de embarcación que parecía estar abandonada. Saco su varita y apunto hacia enfrente, donde parecía haber alguien más en la penumbra 

 

- quien esta ahí? - pregunto con firmeza y lista para atacar si era necesario.

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- No, Jandi, no me dejes...

Y justo la canción que marcaba el final del capítulo, lo que hizo que un chillido de impaciencia brotara de la Black Lestrange.

- ¡No puede ser! ¿En serio van a dejar el capítulo ahí? ¡¿Y debo esperar hasta la próxima semana?! 

Desde hacía unos cuantos meses le había agarrado cierto gustillo a las telenovelas muggles, bueno, mejor dicho a los Kdramas, aún no entendía la adicción de clasificarlo todo tan estrictamente, pero mientras el dramatismo fuera parte de la ecuación ella jamás podría quejarse, no del todo al menos. Deslizó su mirada por la sombría habitación que se había convertido en su hogar, nuevamente volvía a la onda lúgubre, había dejado a Carlos en el orfanato dos años atrás y se dedicó a escapar de cualquier radar posible, no podía negar que el Cartairs había intentado encontrarle, pero siempre lograba escabullirse. 

La canción había terminado, era momento de los comerciales y, como no podía faltar, los anuncios de la época más romántica del año, el fantástico día de San Valentín. Soltó un bufido, miró hacia la mesa de noche donde aún tenía sin abrir la última carta de Cillian,  ni siquiera era capaz de tocarla, sentía que podría localizarla de alguna u otra manera, aún no estaba lista para enfrentarlo, realmente, nunca lo estaría, si era completamente sincera. Así que mientras en el fondo seguían promocionando los mejores regalos de parejas para la temporada, se tiró en la cama y se dedicó unos cuantos minutos a crear teorías sobre cómo se desarrollaría el siguiente capítulo de su novela. 

- Interrumpimos la transmisión para informar desde el Río Támesis se han hallado dos cuerp.... -y entonces la transmisión se cortó, eso alertó a la Ravenclaw que se incorporó fijando sus ojos nuevamente en las imágenes que brevemente fueron oscuridad- ¡Pedimos disculpa a nuestros televidentes! Estamos teniendo fallas técnicas, sigan disfrutando de las ofertas de San Valentín...

Algo olía mal, demasiado. 

- ¿Y los cuerpos encontrados?- soltó al viento.

Sólo habían ciertas personas capaces de borrar evidencia, cuerpos y demás con tal facilidad y rapidez, esos eran los magos. Entonces, su cerebro comenzó a funcionar con rapidez, si se trataba de un asesinato, no era al azar, si habían decidido encubrirlo con tal rapidez quería decir que era algo peligroso y eso podría significar que el mundo mágico podía estar bajo una inminente amenaza. 

- ¡Cillian!

Fue la última palabra que salió de sus labios antes de tomar su chaqueta y pensar claramente su próximo destino: el Río Támesis. No importaba el momento, el lugar, lo único que tenía en su mente es que debía comprobar que él estuviese bien.

Editado por Juliene Black Lestrange

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Un, dos tres...

¿Dónde estaría metido su flamante esposo en aquel momento? ¿O es que debía llamarlo ex-esposo para ese punto de la historia? Cillian llevaba ya un par de meses recluido en su propio mundo, disfrutando de todo hombre que se cruzara en su camino pero, aún así, no podía negar que extrañaba el firme y redondeado trasero de Ludwig. Dejó escapar una sonrisa al recordar las noches que habían disfrutado juntos tanto en la casa de los Malfoy como la de los Haughton. ¿Porque venían a la mente aquellos recuerdos en aquel momento? — Oh, sí —. San Valentín. En realidad a Cillian nunca le había importado ese tipo de celebraciones, si tenía algo que demostrar podía hacerlo en cualquier momento.

El lejano maullido de un gato lo alejó de sus pensamientos, hacía demasiado tiempo que no estaba cerca de un gato así que aún aquel lejano maullido logró que se sumiera un poco más en aquella inmunda espiral de depresión en la que se había dejado caer. Entre un maullido y otro, alguien llamó a la puerta. ¿Quien podría ser? El rubio había enviado su ubicación a tantos muggles a través de aquella útil aplicación que los mismos solían usar para tener encuentros sexuales caseros que bien podría tratarse de casi cualquier muggle homosexual... Y quizá algún que otro mago. No respondió, quizá si tenía un poco de suerte y quién llamó a la puerta no estaba realmente urgido, quizá quién llamó a la puerta de cansaría de un momento a otro y se retiraría.

No necesitaba otro encuentro, no aquella noche, aún se podía sentir la humedad que el sudor de los chicos con los que había estado hacía un par de horas habían dejado en sus sábanas. Quien tocó la puerta desistió solo un minuto después, seguro había encontrado algún otro prospecto y decidió no perder más tiempo tocando a la puerta de alguien que parecía no querer responder. — Pronto deberé regresar... —. No quería hacerlo, eso sin duda alguna, pero el dinero que había tomado al escapar estaba casi por terminarse y queda por de más decir que el rubio no se había molestado en trabajar ni un solo día desde que había decidido desaparecer.  

Y sí, podía valerse de la magia para llevar una vida bastante holgada pero muy dentro de él existía el pequeño deseo de volver. El deseo de volver a ver a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo, a su sexy esposo, a Carlos. Un momento, ¿a Carlos? ¿Por qué aquel chico se había colado en sus pensamientos en un momento como aquel? Negó... Pero tuvo que aceptar que también deseaba volver a reencontrarse con Juliene. ¿Dónde se habría metido esa maldita bruja? Fue justo en ese momento que escuchó el ajetreo de la ventana del pequeño departamento que había rentado justo a lado del río Támesis.

Algo malo había sucedido, algo que si prestaba un poco más de atención que lo normal podía deducir fácilmente que involucraba a mucho más que simples muggles. Dudó un momento si abandonar la comodidad de su cama era buena idea pero al final lo hizo y al acercarse a la ventana pudo ver claramente como varios magos se movilizaban de un lado a otro encargándose de alejar a cualquier muggle de aquella extraña escena. ¿Que era aquel extraño cuerpo que colgaba sobre el río Támesis? No logró deducirlo a tiempo ya que de un momento a otro aquello ya no estaba y había sido reemplazado por una doce a de objetos ridículos que solo un par de segundos después, gracias los magos que se acercaban a ellos, pudo deducir que se trataban de trasladores. 

— ¿Que demonios? 

¿Que estaba sucediendo en aquel lugar? ¿Porque nadie tenía de la amenazaba que solo un par de segundos atrás flotaba sobre el aire? Negó, no tenía porque involucrarse en aquello, no quería hacerlo... Por lo menos no hasta que ella apareció a solo un par de metros de su ventana. Juliene estaba de vuelta y él no se quedaría de brazos cruzados así que sin importarle que no traía ni una sola prenda de ropa encima y que su cuerpo desprendía el característico aroma a sexo, salió corriendo del apartamento solo para dos minutos exactos después detenerse a solo un paso de quién alguna vez había sido, o seguía siendo, su esposa.

— ¿Me extrañabas? — Soltó sin pensarlo demasiado, ignorando todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

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¿Qué demonios? Fue su primer pensamiento al llegar al puente, pudo ver cómo las figuras de negro desaparecían sin dejar rastro, mientras que el par de cuerpos flotantes se convertían en... ¿osos de peluche? ¿candados de corazón? Parpadeó un par de veces por sí su visión estaba comenzando a fallar, pero cuando el primer valiente se atrevió a tocar uno de los objetos, descubrió que se trataban de trasladores. Un suspiro salió de sus labios.

Ya estaba arrepintiendose de sucumbir a sus emociones, no tenía que estar allí, no en aquel puente, no en el río Támesis, no en Londres, para empezar. 

— ¿Me extrañabas? 

Un frío recorrió su espalda, reconocía esa voz, mucho más de lo que quisiera admitir. Podía escapar, si, sólo era cosa de agitar su varita y desaparecer <<Cobarde>> resonó en su mente. Cerró sus ojos, mientras se ajustaba su chaqueta y el viento jugueteaba levemente con su vestido estampado de flores, ¿En verdad no había escogido un oufit más infantil que ése? Se regañó mentalmente, dándose vuelta para encarar al  Haughton e instantáneamente colocar una mano frente a sus ojos. 

— ¡Cillian, por favor!— exclamó, tratando de contener una risilla.— No estoy interesada en ver tus atributos a estas horas de la noche, gracias.

Aún así, no pudo evitar pensar que la situación era por demás divertida, no era la primera vez que lo veía de esa manera, había truncado tantos encuentros sexuales de su marido en el pasado que su dramatismo de ese momento carecía totalmente de sentido. De reojo pudo ver cómo unos cuantos de los presentes dejaban de prestar atención a los trasladores y se fijaban en el exhibicionista rubio, bufó. 

— No sé por qué tuve que preocuparme, si se nota lo bien que haz estado... — con un movimiento ágil de su varita había aparecido una muda de ropa masculina que instantáneamente comenzó a colocarle al blondo, como si de un niño se tratase. — Apestas a sexo, no sé puede contigo, la verdad. 

Volvió a poner su atención en los trasladores. 

— ¿A dónde crees que lleven esas cosas?— Sí, había evitado por completo responder su pregunta, aunque la preocupación no significaba realmente que lo extrañara, le era imposible negarlo, pero tampoco iba a afirmarlo en voz alta. 

<<¿Qué haces aquí realmente, Juliene?>>

— Estoy aquí por la aventura, claramente.— soltó con simpleza, no sabía si era la respuesta para ella o para Cillian. 

<<Mentirosa>>

Sí, lo sería por siempre.

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