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Melrose Moody

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Todo lo publicado por Melrose Moody

  1. Dejó el libro al borde de la pileta a la par que prestaba atención a cuanto iban diciendo. Mantuvo una expresión serena ante los distintos comentarios aunque un par consiguieron llamar su atención. A pesar de todo, no pudo evitar un ligero estremecimiento. Había rogado que no le tocaran vampiros en su clase, pero le habían tocado nada menos que tres. Káiser, en su interior, sólo pensaba en destrucción. Pero no debía y tampoco le apetecía. Quizá pudiese pensárselo en otro momento, pero no en su clase. Catherine dio entonces unas palmaditas en el cofre, para llamar la atención de los presentes que, debido al tiempo transcurrido en su espera, habían empezado a hablar entre ellos. De lo poco que pudo captar Stark, al parecer estaban relacionados de alguna manera. Juraba haber escuchado la palabra prima, aunque quién fuera a saber quién era prima de quién. Lo que sí oyó, pues le interesaba, fue el comentario que soltó Haughton. -Contaba con que varios de ustedes conocieran del tema -explicó, observándolos detenidamente por turnos para estar segura de recordar sus nombres más adelante-. Mas, incluso aunque no estuviesen familiarizados, la idea es que pudiesen realizar esta clase con éxito. Esa es la meta y así ha sido trazada. Como había hecho en anteriores ocasiones, indicó que armaran un semicírculo alrededor suyo y de la pileta y abrió el cofre. De él, extrajo un par de pociones, una de un celeste brillante y otra de un tono casi incoloro. A su vez, extrajo un rubí y un reguero de perlas de río. -La clase consistirá en una parca explicación sobre las maldiciones y una serie de carreras de obstáculos -se acuclilló junto a una pequeña hondonada en el suelo que no había sido notada y vertió allí las pociones y dejó el rubí justo en el centro. Luego, pensó en el hechizo antiguo que había robado de las memorias de Káiser y las pociones brillaron mientras se incorporaba con la varita aun rígida en su mano, esperando la activación que no tardaría más de treinta segundos, por lo que continuó sin esperar respuesta-.Atravesarán el portal a la cuenta regresiva y arribaremos en la zona de llegada. Allí, daré las explicaciones preliminares. Luego, será cosa de ustedes. Se volvió entonces hacia el espejismo que parecía haberse abierto ante ellos. Como aguas claras formando ondulaciones extendidas en vertical, que parecía destilar un brillo tornasolado. >>Avancen de a uno. Tres... dos... uno...<<. En aquella oportunidad, se aseguró de todos pasaran por el portal primero. Ya una vez le había pasado eso de dejar un alumno atrás y no había sido para nada gracioso. Absorbida por aquella sensación incómoda en el estómago y tomando su sombrero en su mano para que no lo hiciera caer el fuerte viento que pareció golpearle el rostro, terminó por ver al fin, su destino, con el cofre bajo el brazo. Se encontraban frente a una imponente construcción, cuyas puertas no habían sido visitadas hacía demasiado tiempo. Era lóbrega y oscura y el cielo apenas tenía jirones de colores pálidos a mínimos intervalos. El suelo era de tierra apisonada y estaba coloreado de negro, marrón y en ocasiones un rojo oscuro. Pero lo que llamaba enseguida la atención no era eso, si no la torre que se encontraba delante. Catherine había pensado mucho antes de llevarlos allí. Apenas había conocido el lugar gracias a los recuerdos de Káiser y ella misma entendía que debía develar los misterios de dicha torre si quería retomar cosas de su pasado. A pesar de todo, era una apuesta arriesgada. Saldrían de allí aprendiendo de maldiciones, eso era seguro. El problema sería si se le morían por el camino. Sospechaba que la mayoría tenía los suficientes conocimientos para seguirla, pero no quería tomar riesgos innecesarios. -Visitaremos los dos primeros pisos -explicó señalando la construcción con la cabeza, intentando ignorar el hecho de que se había mantenido callada un buen rato-. Está terminantemente prohibido bajar al sótano, o continuar por el tercero y les advierto que reprobaré sin dudarlo al que siquiera lo intente. El nombre de este lugar es la Torre de la Nigromancia y no lo van a encontrar en ningún mapa. De hecho, Catherine había invertido gran cantidad de magia para hacer el maldito portal, aunque a simple vista había parecido fácil. -Lo que hoy verán -continuó, calándose el sombrero-, son las distintas maldiciones que se pueden apreciar en el mundo de los magos actual, es decir, que son realizadas con regularidad ya sea legal o ilegalmente -avanzó unos pasos con la varita en la zurda hasta atravesar una gran arcada y continuó por la explanada dirigiéndose hacia la torre. El aire se podía percibir, apenas con ese simple desplazamiento, ostensiblemente enrarecido-. Si bien civilizaciones como la egipcia y la aramea, entre otras de la antigüedad poseían también gran cantidad de conocimiento en estas artes... no es lo que nos interesa, para esta clase. Eso sí, les recomiendo investigarlo por su cuenta. Se encontraron finalmente apenas a unos cinco metros de la entrada y Catherine se detuvo. -Sectusempra -apuntó su varita hacia la puerta y realizó el movimiento adecuado, con lo que el rayo salió expulsado de su varita y chocó contra el metal. Pero la puerta no mostró siquiera un rasguño-. Como pueden ver, esta torre es más que una simple construcción. Así que, antes de enfrentarnos a lo que allí nos espera, deseo que practiquen las maldiciones que veremos al interior. Del interior de su bolsillo, sacó una lista y una vuelpluma y empezó a leer. -Maldición geminio -la pluma parecía estar de acuerdo, por lo que no tachó nada-. Conjuntivitis, Expulso, maldición de los demonios, sectusempra -la pluma tachó el hechizo al instante, dado que ese de seguro ya lo habían aprendido en la universidad-. y por supuesto, las maldiciones imperdonables. Cerró entonces el pergamino y continuó. -Si tienen dudas, si no saben como ejecutar estos hechizos o cómo defenderse de ellos, quiero oír sus opiniones ahora, así como sus dudas. Pueden empezar ya, y hacer las preguntas a medida que practican -indicó, señalando la puerta, instándolos a empezar-. Una vez dentro, se tratará de instrucciones rápidas y utilizar el hechizo ideal para protegerse de éstos. Es decir, magia defensiva contra éstos. >>Durante el recorrido, observaremos otros maleficios ya menos conocidos, pero podrán hacerles frente, estoy segura<<.
  2. Nombre del Negocio: "Les antiquités de Cathecir" Nombre de los propietarios: Melrose Rubro al que se dedicará: Venta de antigüedades DESCRIPCIÓN La remodelación tardó un buen tiempo, pero cuando finalmente estuvo completada, podía distinguirse perfectamente el rubro del negocio. Las vidrieras gruesas dejaban a la vista un par de escaparates a ambos lados de una entrada amplia y despejada, de puerta con divisiones cuadradas, en un viejo estilo inglés, que dejaba sonar una campanilla cada vez que alguien entraba al negocio. En dichos escaparates podían distinguirse viejas y majestuosas lámparas, mesas ratones, juegos de té y diversos artilugios de plata, oro y bronce. Una pequeña tetera dejaba escapar un humo pálido y de placentera apariencia y todo estaba enmarcado por unas pesadas cortinas rojas con flecos dorados. Las paredes del interior se encontraban forradas con una tapicería bonita y poco llamativa, que dejaba que la atención recayera sobre los productos. Estos se encontraban cubriendo las paredes, dos anaqueles a cada lado, posados en un orden poco notorio a primera vista, por el ramo mágico del que derivaban, así como el grado de antigüedad o simplemente por su estética sobresaliente. La impresión general hubiera sido como si alguien hubiese ido dejando allí cosas de otras épocas sin más de no haber sido por la estética que parecía darle a todo el conjunto pinceladas de ingenio. A su vez, un par de hileras de anaqueles que alcanzaban la altura del pecho de una persona promedio, hacían que el espacio se dividiese en cuatro hileras por donde una persona podía pasearse mirando artículos a izquierda o derecha o directamente seguir de largo desde la puerta hasta el mostrador principal, que se encontraba dispuesto frente a la entrada apenas unos cinco metros más allá. En éste también había artículos exhibidos tras el vidrio, aunque éstos eran más caros. Un par de sillas se encontraban justo detrás, lugar en donde Atkins y Stark tenían intenciones de pasar una que otra tarde jugando snap explosivo o ajedrez mágico. TRASTIENDA Se accede a éste pasando por la puerta que se encuentra tras el mostrador. Es una mezcla de almacén, lugar de ocio y lugar de clasificación de la mercadería que les va llegando. SEGUNDO PISO http://i.imgur.com/G8uWA3g.jpg Subiendo las escaleras que se encuentran tras el mostrador, se puede acceder las estancias del segundo piso. Cuenta con una sala de estar con muebles y mesa y juego de té, además de una cama y un escritorio. Ampotrada a la pared, se encuentra un chimenea, cuyo extremo sobresale ligeramente del segundo piso de la casa, otorgándole una apariencia curiosa al techo del establecimiento. Afiliados: Se aceptan Criaturas: - Objetos: - Elfos: - Nick con link a tu ficha de personaje: Catherine Stark Link a la ficha de tu familia: Stark Link a la bóveda de tu negocio: Bóveda 106590 Negocio Les antiquités de Cathecir Link al local del negocio: Local
  3. http://i.imgur.com/u36YhAH.png Catherine se encontró recorriendo el patio dos horas antes del inicio de clases. Y no era que tuviese prisa o que faltase algo en los preparativos: eran simples y llanos nervios. Le gustaba el tema que iba a dictar, pero aunque dominio no le faltaba tenía miedo de no tener capacidad de llegada a los alumnos que en clase le habían tocado. Aquel día a pesar de la usual temperatura en la universidad, el sol que realmente brillaba con toda su fuerza en el cielo, mas su mente estaba despejada y fresca, por contradictorio que aquello pudiese sonar. Su estado, era casi frenético, puesto que calculaba mentalmente todos los parámetros que había calculado para que su clase resultase "segura" e instructiva. Ante ella, se encontraba una fuente. Su borde era de piedra pulida y aunque los rayos habían bañado su superficie por varias horas, no quemaba al tacto. Catherine posada en dicho borde un cofre, cofre que sin duda le sería de utilidad y esperaba también fuese de utilidad para sus alumnos durante la clase. Su varita, por otro lado, arma que también usarían, sobresalía del bolsillo izquierdo de su túnica con ligereza, por el lado que mostraba el mango de plata que guardaba su base. A su vez, la bruja llevaba su sombrero y sus botas, todo en conjunto de un color verde oscuro. Tenía entendido que los mensajes habían llegado con tardanza a los alumnos, a causa del mal tiempo que había habido aquellos días, pero Catherine se armó de paciencia y esperó, extrayendo un pequeño libro de su bolsillo, para matar el tiempo. Esperó, hasta que el primero de sus alumnos llegó. Y entonces, haciendo revolear su varita sujetándola distraídamente, susurró "Flagrate". Pronto, su nombre estuvo pintado en letras rojas en medio del aire para que todo el que llegase pudiese apreciarlo (dicho "letrero" ponía: Catherine Stark). Finalmente, una vez todo mundo hubo llegado, cerró su libro y dijo: -Antes que nada, deseo saber sus nombres y sus conocimientos del tema -sus ojos brillaron observando a los presentes con interés mientras señalaba su propio nombre pintado en el aire con la cabeza-. Luego, podremos empezar. Se sentó entonces en el borde de la pileta con pose relajada y aguardó a que el primero tomase la palabra.
  4. Bueeenas. Vengo nuevamente por acá a solicitar modificaciones a la family /o/
  5. Pues no estaba segura de si caer o no en la mera formalidad pero pensé que sería mejor inscribirme ya que ya ando roleando por allá y eso y no esta bonito andar toda en la clandestinidad (?) D: qué se yo x'D Nick: Catherine Stark Nombre: Elsa Edad: 22 Fecha de cumpleaños: 16/04 País: Perú Skype: loveless.esp (aunque prácticamente no entro allí) Salu2
  6. Richard Stark El ritmo, lento y cadencioso, siguió agitándose con ellos como si todo aquello se tratase de una danza. Presionando su mano ante su pecho y haciéndole daño, retiró por fin su mano de su rodilla, ante el asentimiento que lo lleno de sobrecogimiento y un placer brutal e insano. Se mueve prisionero en una cama de cristal El joven intenta explicarlo tanteando con sus manos Cerca a su espalda hay una colección de sugerencias indecorosas Mientras grita, desea una noche inocente Lo toma sujetándolo como si fuese una flor Donde hasta los pétalos que se derriten los estorban Porque al final de su excitación que se colorea ha empezado a brillar una ilusión Una dimensión panorámica que ha ido más allá de su campo de visión La mímesis perfecta no hace más que temblar, ambos Su voluntad endurecida reacciona deseando un misterio "Aunque suene frío, quiero ver tu lado indecente" Jugando con finos colores un océano de placer ha brotado a borbotones De la unión en que ambos se encuentran sumidos, ya Es un juego en que sus sombras marcan los límites "Bésame, imitando a la soledad" Sus remordimientos entrelazados cortan el aire Los fragmentos de su ser se desparraman solo desea saber si son fríos o pasionales. En las yemas de sus dedos mojados con un tono blanquecino que tiñe la atmósfera están los suspiros de un joven que no ya no huirá más Todo se convierte en arena Casi como si estuviera brillando, desea verlo llorar "Bésame negando tu inocencia y la soledad" Hasta los pétalos que se derriten los estorban "Mátame", que al final de su excitación que se colorea ha empezado a brillar una ilusión El ritmo fue declinando y a la sombra de los cuerpos superpuestos se fue combinando la cadencia de sus suspiros. El eco, apenas resonando en la habitación, hizo que Richard reaccionara del casi trance en el que se encontraba y, con la mano aun mojada, se retirara el cabello humedecido de la frente.
  7. Richard Stark Stark estaba divirtiéndose bastante más de lo esperado. Y no era porque el nivel de sus amantes fuera inferior, si no porque la satisfacción por ejercer poder sobre el muchacho Gryffindor era superior de muchas formas. Y, en medio de su forcejeo, se detuvo apenas unos instantes como congelado en el tiempo, aprisionando sus muñecas contra las sábanas, analizando cada parte de su rostro, casi memorizándolo. Sus rizos se balanceaban ligeramente enmarcando su rostro y haciendole cosquillas en un costado de la cara, pero Richard hacía caso omiso. De súbito, empezó a acercar su rostro lentamente a la cara del muchacho y fue entonces cuando sus bocas se encontraron en un apretado beso sus lenguas se exploraron mutuamente, buscando sensaciones electrizantes, que pronto encontraron Fue entonces que Stark aflojó su agarre y una de sus manos se deslizó hacia su cuerpo dejando caer su peso sobre el muchacho comprimiendo su propia vitalidad con la suya Una danza comenzó a surgir sin música apenas una simple jugarreta su vientre rozando el del muchacho inquieto agitándose con dulzura y ondulándose como su cadera en un movimiento que ambos realizaron con destreza Un cúmulo de sensaciones tórridas que ambos percibieron a pesar de la ropa pues era un hecho que no se la habían quitado toda, su mente se iba nublando a medida que el placebo ascendía Y su diestra percibió al deslizarse la rodilla izquierda delicada del muchacho a la que empujó hacia un lado lentamente desordenando aun más lo ya deshecho pues lo que era un verdadero desastre, era el lecho. En su mente, Richard no tenía un objetivo fijo. Simplemente, de forma instintiva, su pierna derecha se colocó junto a la izquierda de él, por la cara interior, percibiendo con claridad como ésta temblaba, pues el cúmulo de sensaciones subía de nivel por culpa de la proximidad... no sólo de su pierna. Su mano mantuvo presa la rodilla del muchacho hábilmente, acariciándola con lentitud mientras su pie, terminó de delinear el borde de la pierna del muchacho, notando, no sin cierta gracia, que era más alto que él.
  8. Richard Stark La voz de Richard cesó y las acciones se precipitaron a su propio ritmo. El muchacho soltó una exclamación y el lobo se tendió a cuatro patas sobre su cena los rugidos se tornaron en jadeos al morir la canción y la melodía perduró en su mente mientras armaba la escena Los tablones resonaron mientras surgía la lucha tras el telón y el lobo aprisionó el rostro del muchacho de forma casi obscena lo observó un largo rato, intentando refrenar su desazón pues sentía que miraba un rostro fuera de lo común, por vez novena El rostro del muchacho era curioso, pero no por su distinción y sólo a sus labios arrancó besos de forma serena mas su talante no pudo mermar su pasión y terminó tirando de su ropa, ¡Vaya faena! La piel del muchacho se adivinó bajo sus manos y estas descendieron por su pecho a sabiendas coaccionando su peso, aprisionándolo cuando tomó una de sus manos a fuerza La retuvo bajo la suya, entrelazándola con la propia a demasiada distancia de sus cuerpos pues aquellas manos entrelazadas representaban la fuerza con la cual iba a expresarle ese cariño, efímero Y su mano libre descendió, mucho más allá de su pecho y se abrió paso con experiencia deshaciéndose del encierro encontrando así, la voluntad del muchacho dispuesta y lista para ser por él, de alguna manera, renovada Pues sí, Stark ahora sonreía y el muchacho gemía un sonido cálido y agradable que inundó la habitación a medida que la cadencia subía Mas el lobo sabía que eso apenas empezaba porque para jugar con la presa hace falta más... que una caricia velada.
  9. Richard Stark Los colores de las sábanas eran de un blanco nacarado, del mismo que el de las cortinas, que seguían balanceándose mientras la mirada que sostenían, él uno del otro, se prolongaba. Y pronto, una voz empezó a susurrar una canción. Lenta, fina; una canción antigua, casi melancólica. Una voz cantada con un tenor hermoso, un tenor que pertenecía al propio muchachito de rizos alborotados que se estiró sobre las sábanas casi con desgana y volvió la vista hacia Gryffindor con armonioso deleite. Un tenor que había encantado a la corte que lo había visto crecer y malcriarse. Acércate bello muchacho porque para eso has sido llamado tiéndete en mi lecho que por estos momentos te será dado Comparte la delicia de este vino que he de compartirte para alcanzar una mímesis perfecta que nos haga estremecer a ambos para que sueltes esa bonita lengua que desea restarle molestias a tus ojos y los secretos que quiero arrancarle Se incorporó de la cama como un animal al acecho de un ser tímido e inquieto. Sus manos, tomaron el brazo de Gryffindor y lo halaron hacia el lecho, en donde hizo que se recostara con suavidad, mientras su canción, aquel susurro que era casi como una caricia, seguía y, él mismo, se tendía a su lado, privándolo de su contacto para verlo directamente con una expresión calmada en el rostro, a medida que la canción evolucionaba y fluctuaba. Su voz, parecía impulsada por la trémula mirada del muchacho mortal, que Stark no sabía decir si era simplemente inocencia o curiosidad. Y, con la misma naturalidad con la que lo había guiado al lecho, tomó su mano y empezó a mordisquearla con suavidad, en intervalos, mientras seguía susurrando su nostálgica canción, que era a medias una cursilería y una burla; un romanticismo y una absurda muestra de la antigüedad de su alma. Tenemos una encrucijada entre manos que siempre cala los corazones humanos ¿he de amarte intensamente? ¿o he de hacerlo de forma calma? Porque amar intensamente hace todo fugaz y placentero de una belleza efímera y etérea perdiéndose en un feliz derrotero Mas amar de forma calma extiende la dicha por un período extremado que a los dos alejara de la desdicha. Mantén los ojos abiertos mientras gritas tu verdad en esta habitación de secretos porque amar es perderse en tierra de sueños Y en la tierra de los sueños pocos viven ninguno crece y muchos enloquecen.
  10. Richard Stark El brujo descendió suavemente hacia un callejón discreto y cerrado. Poso ambos pies en tierra al mismo tiempo y alzó la escoba ante él con un movimiento fluido; nunca se le había dado bien volar montado en la escoba de la forma tradicional y había terminado aprendiendo a volar sentado en ella con ambos pies colgando desde el mismo extremo. No había sido fácil arribar, debido a la visibilidad que tenían aquellos espacios muggles, cuidando de que nadie notara a su acompañante. Sin embargo, Richard estaba bastante acostumbrado a pasar desapercibido. Gryffindor quizá fuese mejor volando que él, pero lo cierto es que Richard se había perdido aquel detalle, rescatando otros más mundanos. Pronto, le señaló con la cabeza la salida de aquel callejón y se adentraron en la abarrotada cantidad de muggles que subía y bajaba por aquella concurrida zona. Sin mayores reparos, Richard se adentró poco después en un local de pinta poco llamativa que los muggles no parecían siquiera ver. El Caldero Chorreante. Éste estaba casi vacío. Una bruja anciana jugaba al snap explosivo con otra igual de vieja, en una mesa lejos de la puerta y un par de brujos parecían discutir algo sobre el ministerio de magia; un caldero de pequeñas dimensiones reposaba en la mesa entre ellos, echando un vapor de aroma agradable. A Richard le pareció percibir el olor de la ventisca, los leños de una chimenea ardiendo y la sabia del árbol corazón. Pasó junto al pequeño caldero con el entrecejo fruncido, decidido a restarle importancia y pronto estuvo ante Tom, el cantinero. -Tom, te dejaré las escobas por esta vez -dijo y señaló la que traían él y Gryffindor- ¿La tarifa de siempre? El cantinero asintió con gesto distraído y recibió las escobas. Una vez más, Richard señaló con la cabeza el trayecto y pronto estuvieron en el patio trasero. Con movimientos bastante elocuentes e incluso algo graciosos, Stark pidió a Gryffindor que hiciera los honores y se apartó. Pronto, el callejón se mostró ante ellos y Richard le dijo en voz baja al oído, que tendrían que caminar un buen trecho. Al propio Richard, sin embargo, le gustaba caminar y el sitio era de sus favoritos. El tiempo, pareció transcurrir más rápido a pesar del silencio que pesaba sobre ambos, y para cuando por fin alcanzaron la fachada blanca no parecía que ya había pasado más de media hora. Stark era bastante conocido en el Refugio, por lo que una vez ingresaron, el registro, de mano de uno de los amables elfos del establecimiento, se dio de forma rápida. En aquella ocasión, había elegido una habitación en el bosque, junto al lago, con balcón; con el fuerte aroma de la tierra y los árboles alrededor. El elfo los condujo hasta allí y le entregó a Stark una dorada llave antes de retirarse con una reverencia. Y, por primera vez en media hora de recorrido, Richard sonrió, antes de abrir la puerta. La estancia era tal y como la recordaba. Serena, con muebles de fresno y un olor fresco. La cama, con mantas blancas y el parqué de un tono oscuro idéntico al de la mesita de noche y el armario. Richard entró a la habitación sin prisa y luego de cerrar la puerta dejó caer la llave sobre el velador. Acercándose al balcón, abrió la portezuela y un viento templado ingresó, alborotando las cortinas de un blanco deslumbrante. Luego, se volvió hacia la cama y se tendió en ella con los brazos bajo la nuca, observando a Gryffindor aun parado ante la puerta. Una sombra de la vieja sonrisa ladeada iluminó su rostro mas todo lo que dijo fue: -Entonces... tenías algo que decirme. Sus rizos aureorojizos se agitaron ligeramente con el viento procedente del balcón, cayendo sobre su frente de forma desordenada. Su expresión era de suficiencia, aunque su cuerpo fuese como el de un muchacho muy joven y lo retorcido de su mirada contrastara con su rostro angelical, de una belleza atemporal. Era como los niños de las viejas épocas, un aprendiz en Venecia; muchachos que se habían formado en una escuela en donde los rostros aun eran infantiles cuando sus cuerpos ya estaban capacitados y trabajaban como adultos. Era una combinación endemoniadamente seductora que Stark utilizaba descaradamente pero que, a diferencia de la mayoría de aquellos muchachos, en lo profundo de sus ojos brillaba la codicia de una trampa mortal. @@Pakami Gryffindor
  11. -Un piquete apenas -informó Stark con parquedad, sin estar segura de que le hubiese entendido. El mago había regresado a su forma humana aunque su mirada aun denotaba cierta confusión. Catherine, sin perder tiempo, calculó sus latidos apretando el índice y el dedo medio sobre su muñeca para luego extraer de su bolsillo una pequeña cajuela de madera, que abrió al instante buscando en su interior una aguja y una jeringa. Preparando la dosis, extrajo la poción de la ampolla y lo midió con precaución. Luego, dándole un par de golpecitos a la jeringa para que la poción se ajustase del todo y no quedase ni la más mínima cantidad de aire, procedió a clavarla en la parte superior de su antebrazo, allí en donde era perfectamente notoria la conjunción de venas. Una vez hubo terminado, hechó unas gotas de díctamo y el pinchazo cerró al instante. Sólo entonces se permitió relajarse un poco. Oportunamente, porque no tardó en escuchar el sonido de un par de voces detrás de ella. Se volvió para encontrarse cara a cara con Malfoy y Selwyn. Sonrió aliviada por unos fugaces segundos y se incorporó. Haciendo una floritura, hizo aparecer una manta para Black Lestrange (no veía su ropa de momento), colocándola sobre el cuerpo del mago con cuidado. De no haber sido por Malfoy, habría olvidado ese pequeño "detalle". Seguidamente, se acercó hacia el par de chicas y anunció. -La clase ha terminado. Pueden tomar sus cosas y si sus compañeras quieren irse con ustedes, pueden llevarlas. Les ayudarán a practicar, por cierto -explicó rápidamente-. Con paciencia y dedicación, más adelante ni siquiera necesitarán de la poción -añadió no sin cierto esceptismo. Ni ella misma lo creía, pero no podía simplemente decir que la clase había terminado en desastre. Ophelia se había quedado junto a Black Lestrange, por lo que fue a recogerla. La serpiente no se había separado de ella, lo que había sido un alivio luego de toda aquella confusión. Tuvo que quedarse un buen rato todavía, esperando que todos tomaran sus cosas y sobre todo a que Black Lestrange se repusiera antes de poder salir. Luego, fue "trasladando" a las serpientes de a dos o a tres hasta que sólo quedó por devolverla a la normalidad. Una vez hubo roto el encantamiento atmosférico, el resto fue fácil. Cuando ya no había ni rastro de su magia en el aula, cerró la puerta tras de sí al salir.
  12. Duda: Fijándome en la plantilla ministerial para poder postularme a un trabajo, caí en cuenta de que hay departamentos (más específicamente transportes y accidentes) dentro del rol ministerial que tienen mayor cantidad de empleados. Entiendo que la oficina del ministro tiene mayor cantidad de empleados y jefes porque se fusionó con los servicios administrativos del wiz (favor de corregirme si me equivoco) sin embargo, no encuentro explicación a los otros depas (ya que no considero a SM y el Profeta como parte de esta consulta ya que no forman parte del ministerio como tal). Lo digo porque en mi caso por ejemplo, llevé conocimientos (luego de que la reforma me los quitara) para poder postularme al departamento de criaturas, al que encuentro muy activo y me gusta porque además también va con la personalidad de mi pj, pero lastimosamente sólo cuenta con cinco puestos y ahora que me encuentro más liberada y con tiempo, no puedo postularme al mismo porque ya se encuentran copados. Entonces, preguntar los motivos por los cuales se decidió estas limitaciones, para poder entenderlo. Creo que leí por alguna parte que dicho criterio tenía que ver con el hecho de que se buscaba redistribuir los esfuerzos, aunque personalmente no le encuentro mucho sentido, debido a que en teoría uno solía elegir el departamento de acuerdo a las características de su propio personaje, ya que de esta manera se le otorgaba sentido dentro de su historia y así uno podía rolear con ganas y no simplemente porque no pudo encontrar un puesto en el lugar que deseaba. Sobre todo, cuando dicho lugar cuenta con una alta actividad, que justificaría la extensión de su personal. Salu2
  13. Cuando Catherine abrió los ojos se encontraba sola. Completamente sola. Sintió un escalofrío recorrer su espalda. Y fue entonces, cuando vio más atentamente la pluma que sostenía en su mano. Una pluma de un color azul intenso, que había visto antes en alguna otra parte... Soltó un cúmulo de maldiciones estridentes. Pero nadie podía oírla, ni siquiera sabía dónde se encontraba, porque aquellas est****as plumas (más est****a era ella, pero para el caso poco importaba) eran de Richard. Las plumas de broma que había fabricado para su última redacción. Aun recordaba como la que ella usara en ese entonces había terminado convirtiéndose en una tentácula venenosa y aun se preguntaba como cuernos había terminado con vida. Por supuesto, aunque su portus había sido perfecto, el hechizo había terminado saliéndose de control, mezclado con la maldición que había puesto previamente su hermano. De seguro a Richard, en su condición de su hermano adoptivo, le había parecido divertidísimo imaginar como se las hubiera arreglado si es que les hubiera entregado las plumas para escribir. Aun ofuscada, prometiéndose no tener misericordia cuando lo viese, desapareció, teniendo en mente a la academia. No sabía qué podía haber sido de sus alumnos pero no tenía más alternativa que volver al inicio. Al retornar, hizo aparecer sus botas y prácticamente voló por el campus hasta llegar al aula en donde, para su alivio y horror, se encontraba uno de sus alumnos y faltaban dos de ellos. Encima, cuando abrió el salón de un portazo, las serpientes se habían arracimado en torno al zorro, quién, al parecer aun muy afectado por la poción, no mostraba señales de alarma. -Yo que ustedes no me atrevería -siseó en pársel Catherine con voz terriblemente amenazante, alzando la varita. Era la primera vez que les daba una orden, cosa que de seguro no dejarían de notar. A pesar de todo, las cosas fueron mejor de lo que había esperado y aunque bastante enojadas, las serpientes se apartaron en dirección a los árboles. Catherine se acercó hacia su alumno no sin cierto sentimiento de culpabilidad, sólo roto por la ronca orden de Káiser en su cabeza: >>Apresúrate<< Por supuesto, las visiones que se suponía debían haber desarrollado habían pasado a segundo plano. Catherine tenía que velar por la seguridad de sus alumnas pero ¿cómo contactarlas? Ni siquiera sabía dónde se encontraban. Y lo peor de todo era que el zorro (o bueno, alumno) no parecía encontrarse del todo bien. Quizá fuese su imaginación, pero parecía como si las patas le temblasen ligeramente y tenía la mirada vidriosa. Catherine, que siempre cargaba pociones consigo, nunca había sido buena con hechizos curativos. Tenía un antídoto en su bolsillo, pero ¿sería del mismo efecto para él en aquella forma? -Te pido que regreses a tu forma original, Black Lestrange -susurró apenas, acercándose a éste y buscando con la mirada alrededor, como si las alumnas fuesen a aparecer en cualquier momento-. Debo aplicarte un antídoto ¿puedes oírme? Quizá no pudiese hablar, pero esperaba que hiciera al menos una señal de que podía oírla. Si el plan de su hermano había sido arruinar su clase, lo había logrado. Pero ya encontraría ella la forma de desquitarse, eso era seguro.
  14. Catherine asintió un poco ida. Selwyn tenía razón, aunque no estaba segura de haber sido clara, puesto que era difícil notar una expresión tan simple en medio de la penumbra. -Las visiones pueden estar relacionadas a personajes, lugares o situaciones de su pasado. De hecho, es bastante natural, aunque hay ocasiones en que se nos aparecen cosas o lugares e incluso personas que no creemos o estamos seguros de no conocer. Catherine se acercó a su propio montoncito de ramitas y savia chamuscadas y Ophelia se enrrolló en torno a su brazo con docilidad mientras susurraba: >>Las visiones han venido a tu mente en el reflejo y ahora no estás en paz<<.. Catherine asintió por segunda vez, intentando no mirar a Selwyn puesto que sabía que ella podía comprender lo que acababa de revelar, y continuó. -Espero que hayan tenido tiempo suficiente -exclamó-. Pero si no lo han tenido... -observó a Black Lestrange y Malfoy significativamente, sin estar segura de si habían logrado atisbar las visiones o no, ya que no habían anunciado nada aún- tendremos que acelerar el proceso. Catherine se adentró hacia la zona en donde, en el salón antes de la transformación, se había encontrado el escritorio del profesor. Lo encontró, bastante camuflado, entre dos troncos nudosos cubiertos de musgo. Tardó un rato abriendo las cajuelas (quizá sus alumnos podrían aprovechar el tiempo muerto intentando ver algo de último momento) por lo que terminó agitando su varita. Dicha cajuela se abrió al instante y de su interior, extrajo tres plumas del cúmulo que se encontraban agolpadas para ser usadas en clase. Sin perder el tiempo, realizó el hechizo "portus" y las llevó de vuelta consigo hacia el círculo que habían conformado. Le entregó una a cada uno sin muchas ceremonias. -Éstas plumas nos conducirán a un destino algo lejano -explicó, mientras calculaba que empezarían a notar el brillo azulado medio minuto después. No había sido para nada su plan original, pero esperaba que no lo notasen-. Una vez allí, buscaremos desencadenar el poder de sus visiones, para conectar las seis imágenes que han visualizado o conseguido enumerar -notó que ya casi se cumplía el tiempo y puntualizó-. En caso no hayan visto nada o no todo... es que muy probablemente, su visión va a centrarse en un tema en particular y... Pero no pudo terminar porque notó que la pluma empezaba a adquirir el brillo azulado. -¡Tomen sus plumas y a las serpientes! -fue todo lo que pudo decir, antes de desaparecer en un remolino, con Ophelia enroscada firmemente en su brazo y su varita firmemente sujeta.
  15. Catherine había tenido el don de la adivinación desde que podía recordar. Y lo había temido y había habido oportunidades en las que sus visiones se presentaron de forma tan violenta y con efectos tan terribles en su cuerpo que había estado a punto de morir. En todas aquellas ocasiones, o al menos en la mayoría de ellas, había sido su hermano quien había mostrado mayor interés en su recuperación. Nunca de forma demasiado efusiva, de forma que resultara vergonzosa, pero había estado siempre a su lado. Y ahora, simplemente, estaba perdido. La bruja abrió los ojos luego de haberlos mantenido firmemente cerrados. Los haces de luz bailotearon ante sus ojos, reflejando las escamas de Ophelia, mientras visualizaba una torre. Una torre oscura e impenetrable, que había visto antes, cuando había pertenecido a las filas de la Orden del Fénix. Una torre, cuya exacta ubicación siempre había cambiado de sitio y a la que, luego de atravesar innumerables penurias se accedía a través de una puerta, sobre la cual se leía "Por el bien mayor". La imagen se disolvió y Catherine se encontró de pronto sumida en sus recuerdos. La estancia estaba pulcramente distribuida y sus padres la miraban sentados en sendas butacas frente al fuego. -Sabes el lema que nos define -decían casi en susurros, con los rostros sumidos parcialmente en las sombras-. Eres una Nott, Catherine, y no importa cuánto intentes traicionar a tu sangre. Jamás serás como los sangre sucias a los que pretendes llamar amigos sólo porque tuviste la desgracia de quedar en una casa como Gryffindor. La Catherine de once años alzó la vista indignada y la sala tembló. Luego, la pequeña se lanzó contra sus padres, agitando los puños en un mar de lágrimas mientras chillaba con voz aguda "¡No los llames así!". -Siempre abalanzándose como una vulgar muggle... -mascullaba su padre exasperado, agitando su varita, mientras un muchacho entraba en la sala y la cargaba al hombro con pasmosa facilidad, evitando que su padre le echase la maldición cruciatus- déjala, pronto aprenderá su lugar... Pero su hermano la sacaba de la sala mientras Catherine seguía profiriendo improperios. La imagen se disolvió una vez más y Catherine retornó otra vez a la clase en la que se encontraban. Tenía las mejillas arreboladas y Selwyn decía algo sobre convertirse en minina. Ante ellas, se encontraba un hermoso zorro y la ropa que se encontraba apilada a su lado, indicaba sin dudas que se trataba de Black Lestrange. -Las ondulaciones de los movimientos de las serpientes los guiarán a través de la información que necesitamos saber -informó con la voz más ronca de lo habitual-. Una vez hayan encontrado una lista de seis visiones que crean visualizar con certeza, aunque suene est****amente redundante, me informarán acerca de ello y podremos pasar a la siguiente etapa. Iba a tener que modificar un poco sus planes, pero no le importó. La emoción le atenazaba la garganta, casi evitando que pensara con claridad. Había visto a su hermano en el reflejo de las escamas de la serpiente y el impacto había sido tan grande que la había separado por unos instantes de su realidad inmediata. Su hermano ¿estaba acaso alucinando? ¿podía tener tanta suerte, podría ser realmente verdad? No quería que sus alumnos notaran su emoción, pero sus ojos destilaban un brillo febril mientras volvía a atisbar las llamas. Y lo vio. Unos ojos brillantes y hermosos, unos ojos que sólo había visto en fotografías mágicas, que sus padres le habían mostrado cientos de veces, y siempre alegando que se arrepentían sobremanera de haber enviado a sus hijos a Hogwarts sólo por la distancia, porque a pesar de los poderes del Señor Tenebroso y sus oscuros orígenes, Durmstrang siempre había sido la mejor escuela y no podía haber mago más resaltante que... >>¿¡Gellert Grindelwald!?<< Por un momento dudó, pero supo al instante aliviada que no había dicho aquello en voz alta. Sin embargo, Stark había pegado tal respingo que supo que hubiera sido del todo imposible que al menos uno de sus alumnos no lo hubiera notado y miró de reojo a Selwyn, de lejos, la más inquieta de los tres. Le recordaba a ciertas criaturas curiosas... pero su cabeza no era capaz de atar cabos, a pesar de entender que sería mejor no aburrirla. En cuanto al otro, convertido en zorro, era prácticamente imposible que no hubiera notado que... Cerró los ojos, intentando vaciar su mente, pero no podía. ¿Cómo era siquiera posible que su visión tuviera que ver con un mago ya muerto? ¿Es que se había pasado con la dosis realmente? Casi asustada, Catherine volvió a abrir lentamente los ojos. Y fue entonces cuando una de las ramitas se quebró, liberando al cielo un cúmulo de chispas rojizas. La expectación hizo que intentase por todos los medios no parpadear, pensando est****amente que en ese milisegundo podría perderse la visión. Pero no vio nada; y, finalmente, terminó por fruncir el ceño ante el fuego que no parecía manifestarle nada en lo absoluto. Casi había estado a punto de incorporarse cuando creyó sentir un viento fresco correrle por la oreja izquierda (lo que no tenía ningún sentido). Pero escuchó claramente una voz, casi como si fuera una voz muy familiar, diciendo: -Roble, 44cm, flexible. Núcleo de nervios y veneno de basilisco. Una varita poderosa... Palideció ostensiblemente y apretó con fuerza los labios; la voz la había tomado por sorpresa y la había asustado el doble que las primeras revelaciones. Ya no estaba interesada en fingir. En su cabeza, no paraba de enumerar: Richard Stark, Káiser, mi hermano, Nurmengard, Gellert Grindelwald... pero el último no lo tenía tan claro ¿hacía referencia al objeto o al individuo dueño de aquella voz? Estaba segura de no conocerlo, pero por aquel retazo de información, podía deducir que se trataba de un fabricante de varitas. De cualquier forma se alejó de las llamas y su serpiente la siguió cuando se sentó apoyada en el árbol más grande una vez más. Cerró fuertemente los ojos y esperó a que sus alumnos dejaran de escudriñar las llamas, lo que indicaría que habían visto las cinco cosas que necesitaban y podrían continuar. Se sentía un tanto egoísta por la impaciencia que la invadía pero no podía evitarlo. Tanto tiempo... y al fin sabría al menos una parte de la asquerosa verdad que Káiser se había negado a revelarle.
  16. -Sin duda es de mucha ayuda -respondió Stark a su vez, en dirección a Selwyn-. Al menos en la primera etapa. La llegada del tercero de los alumnos hizo que volviera la cabeza y asintiera en cuánto vio como se familiarizaba rápidamente con una de las serpientes que allí se encontraban. Había llegado el momento de empezar con la clase, no podía esperar más a la llegada de la última de las alumnas. -La ofiomancia -explicó mientras deslizaba sus dedos para acariciar a su serpiente-, es un arte que empezó hace mucho tiempo, muy probablemente en la época Egipcia, aunque ciertas fuentes afirman que en un inicio no se utilizaban serpientes, si no cocodrilos -su voz sonaba calma, pero poco a poco ésta empezó a generar aquel efecto de escuchar dos voces al unísono salir de su boca, debido a que la voz de Káiser empezó a escucharse también, por debajo de la suya, de forma sutil-. Sin embargo, en la actualidad, son las serpientes las que nos indican los designios del destino que queremos buscar; siempre a un precio y siempre si somos capaces de dilucidarlo, dejando un poco de lado la mundana naturaleza humana. Catherine sabía que había muchas personas que sólo tomaban aquel curso por mera curiosidad o simplemente porque deseaban completar sus conocimientos: había tenido un caso parecido en su clase anterior e incluso una masiva confusión en cuanto a las inscripciones. Pero no importaba ya que, al fin y al cabo, siempre trataba que las artes adivinatorias que enseñaba dependiesen lo menos posible de las habilidades de sus alumnos en el ramo. -Sacrificios humanos y otros mamíferos fueron los primeros tributos, lo que apoya la teoría de que en un inicio, se practicaba con cocodrilos -afirmó mientras Ophelia se deslizaba con cuidado de su brazo-. Sin embargo, actualmente, el precio a pagar es bastante más razonable. Acercándose a uno de los extremos del aula, Catherine apretó un interruptor. Al instante, el techo, que semejaba a una bóveda gracias al encantamiento atmosférico que había echado sobre él, se pobló de diminutas y refulgentes estrellas. -La observación necesita ser cuidadosa y precisa -explicó mientras dejaba que Ophelia descendiera de su cuerpo una vez más y la serpiente se posaba ante ella en tierra-. Por favor, tomen un poco de aquel montón y enciendan un fuego. Mientras decía aquello, señaló un montoncito de sabia dulce en el que hasta entonces nadie había reparado, pegado en diversos árboles de laurel. Ella misma tomó una buena cantidad y, agrupándola ante ella y Ophelia, echó el fuego directamente de su varita, hasta que ésta empezó a arder, generando un humo espeso y extrañamente agradable a su gusto. El resto de las serpientes, que no acompañaba a ninguno de ellos, se alejó hacia los extremos del aula. Catherine, pronto echó además unas varillas de leña que se encontraban listas para ser utilizadas. Con un rápido ademán, Catherine extrajo de su bolsillo la poción que había estado guardando. Era de un color celeste, casi cielo, y al moverlo ante ella, parecía tener la consistencia de algo fluido, como agua. -Beberemos sólo un sorbo cada uno -dijo, abriendo el vial y midiendo con cuidado la dosis-. No es venenoso, pero bebido en extremo, podría causar alucinaciones -no pudo evitar sonreír-. Mucho me temo que no es lo que buscamos hoy; el vial tiene un medidor, así que consuman sólo una medida -continuó, señalando las diminutas líneas negras que brillaban y se asemejaban a ciertos medidores científicos muggles, aunque la propia Catherine no lo supiera-. Cuando cada uno haya bebido su parte, debería sobrar aun una medida para la estudiante que falta. Sin más, pasó el vial hacia Selwyn, asegurándose con bastante cuidado de que lo sostuviera con propiedad. Luego, casi como contradiciendo lo que acababa de decir, cerró la puerta del aula con una floritura de su varita. Si la muchacha llegaba, siempre podría tocar. Ophelia mientras tanto, se deslizaba ante el fuego y en sus escamas refulgía la luz de las llamas y también las de las estrellas haciendo que cambiara constantemente a medida que se deslizaba de diversas formas. Cuando Catherine la observó, les legó su última instrucción, de momento. -Al observarlas, quiero que retengan en su memoria lo primero que visualicen -explicó, esperando hacerse entender-. Es decir, lo primero que se les venga a la mente sin sentido aparente y que nada tenga que ver con la clase de hoy o la propia serpiente. Catherine no tuvo que hacer mucho esfuerzo para visualizar lo que acababa de explicarles. Pronto, los ojos castaños de Richard parecieron observarla y, también, el brillo de un cabello negro, como ala de cuervo. Tardó un buen rato en darse cuenta, que era el cabello de Káiser, a quién había visualizado en su antigua forma, dentro de aquel retrato infernal. Sin embargo, su razón no emitió opinión alguna, dejándola sumida en un profundo silencio, como siempre que pasaba en sus clases ya que Káiser nunca había tenido la habilidad de predecir el futuro... al menos que ella supiera. Así que... ¿cómo sería que aquella predicción iba a relacionar a Káiser con Richard? Sintió un hormigueo en el antebrazo y cansancio en los hombros, aunque estaba muerta de curiosidad.
  17. -Bienvenida -contestó con naturalidad. La mujer que había llegado era muy hermosa y Catherine se sintió complacida de notar que las serpientes parecían ser de su agrado. Káiser, sin embargo, pareció sumirse en un profundo silencio. Luego, susurró en su cabeza una sola palabra, sutil, que reverberó en el conocimiento de Catherine como una extraña advertencia: demonio. Sus pupilas se agrandaron ligeramente por unos segundos, en una mirada de genuino interés. -Catherine Stark -continuó, simplemente, dejando de apoyarse en el árbol para poder acercarse a Selwyn-. No diría precisamente de recuerdo pero... -miró alrededor- si alguna quiere acompañarte cuando esta clase finalice, no tengo ningún derecho de impedírselo. Con un gesto de su mano libre, Stark le indicó que se acercara a cualquiera de las que se encontraban en la estancia. Y fue en ese preciso instante, en que otra de las alumnas ingresó. La primera impresión que tuvo de ella Catherine fue, no sin cierta decepción, que se trataba de una mujer sumamente frágil. Sin embargo, al notar la calculadora expresión de su rostro, consiguió apaciguarse. Nunca había sido muy buena tratando a la gente débil. -Dado que al parecer has alcanzado a oír mi respuesta -indicó Catherine con una parca venia de bienvenida-, entenderás que dado que esta clase estará estrechamente relacionada con estas criaturas, quizá sea probable que alguna desee acompañarlas más adelante -Catherine les indicó que se acercaran un poco hacia el centro de la estancia-. Catherine Stark -añadió en direcciòn a Malfoy, mientras su serpiente descendía lentamente por su pierna para subirse al enorme árbol-. Tendré el placer de dictar en esta ocasión. Y les pediría que se centren en una serpiente en particular, la que más les convenga. Por supuesto, con ese comentario también había que tener en cuenta la preferencia de la serpiente; algo que la mayoría de los hablantes de pársel entendían. Sin embargo, aun cuando no estuvieran enteradas de ello (nunca se sabía) las de aquel "salón" eran unas especialmente amigables. De reojo, observó a Ophelia en el árbol y luego rápidamente a Malfoy. Se sentía un tanto desorientada respecto a su naturaleza. Sin embargo, restó importancia a los susurros apresurados de Káiser al respecto. Recordó apenas algunas palabras sueltas: "tiempo", "magia", "sacerdotiza" y también "absorción de poderes". Quién supiera a qué se refería, tampoco le importaba mucho, aunque supo que tenía que ser un tanto cautelosa. -Yo que tu sería un poco más cortés con ellas -dijo Stark en pársel, mediante una serie de silbidos, no sin cierta frialdad hacia Selwyn-. Una vez tengan a la serpiente de su elección -añadió, mientras observaba a Ophelia-, quisiera que la llamasen. Prueben con eso primero. Si les hace caso, habrán tenido éxito. Por ejemplo... <<Ophelia, mi intrigante serpiente. Ven a mí>> siseó. La serpiente se deslizó rápidamente del lugar en donde estaba, hasta quedar a sus pies. Catherine sonrió. -Si se encuentran familiarizados con el pársel, pueden utilizarlo. Si no, debería funcionar también con los que no poseen dicha habilidad -explicó con calma- si la serpiente no hace caso de su llamado, les recomendaría que tratasen con otra aunque -sonrió- ya saben que no les gustará ser llamadas en segundo lugar. Elijan bien.
  18. -Una confusión bastante obvia -acotó Catherine, asintiendo con expresión comprensiva-. Me temo que, como mencioné previamente, mi presencia no sea ya de ninguna utilidad -no era difícil deducir que las mujeres que Gaunt había mencionado eran probablemente sus compañeras de vigilancia tal y como ella misma había supuesto- Deberé tomarlo en cuenta a futuro para evitar posibles distracciones. No pudo evitar pensar, a pesar de todo, que era una pena. Sabía, además, que había observado de forma descarada al vampiro, a pesar de que no hubiera dejado entrever sus emociones respecto a éste. Eso, hacía que desease quedarse lo menos posible. Estaba segura de que, si seguía en compañía de éste, terminaría descubriendo ante los Gaunt el conflicto que la aquejaba. Sobre todo, cuando Káiser seguía distrayéndola produciendo en su cabeza un sonido similar a huesos quebrándose. -Es muy amable de su parte -contestó, volviendo a calarse la capucha-. Pero habré de postergarlo para otra oportunidad- observó a los presentes por última vez, intentando convencerse de no olvidar sus rostros-. Muchas gracias, Gaunt. Sin más hizo una venia, se volvió y atravesó los terrenos sin detenerse hasta mucho más allá de la reja. Cuando sintió que dejaba realmente el Castillo Gaunt atrás, pensó en una posible fecha para volver a visitarlo y, echando un último vistazo a la cima de la construcción, desapareció.
  19. Melrose Moody

    Adivinación II

    http://i.imgur.com/gDnalNB.jpg Desde la última y extraña experiencia en su clase, Catherine había decidido tomarse las cosas con más calma. En aquella oportunidad, iban a permanecer en el salón. Por supuesto, eso no significaba que iba a sentarlos en pupitres y hacerles anotar los posibles significados que, muy probablemente, los interesados en el ramo ya habían revisado cientos de veces. Luego de aparecer en los jardines posteriores y dirigirse al aula, Catherine observó el resultado de lo que había producido con cierta satisfacción. El suelo estaba recubierto por una mullida y artificial capa verde de una mezcla de césped y musgo. Entrelazadas, habían además, raíces que parecían surgir del mismísimo suelo, y que recorrían de forma sinuosa, el mismo césped y musgo que parecía envolverlas y rodearlas como terciopelo. Éstas raíces eran, por supuesto, los asideros a tierra de enormes árboles que parecían dar al aula la idea de que se encontraban en medio del claro de un bosque, de noche. De las ramas de éstos nudosos y frondosos árboles, varias decenas de ojos ambarinos y negros azabache observaban interesados y muchos posaron en Catherine la vista, cuando ésta ingresó. <<Ophelia, susúrrame mi bella serpiente>> Una imponente mamba descendió enroscándose del árbol más grande, que se encontraba en el centro mismo del aula. Ésta había sido amplificada claramente mediante un hechizo. Catherine notó el contraste de la luz del sol con el cielo estrellado del interior y sonrió; quedaría perfecto en cuanto cerrara la puerta. Hasta Káiser, en su interior, parecía ligeramente complacido. Se había asegurado también, de bloquear la ventana con alféizar con una mata de madreselva. Las serpientes susurraron frases extravagantes, mientras Ophelia reptaba hacia su dueña con la cabeza ligeramente levantada y ésta se aprestó a recibirla con los brazos abiertos. En cuanto la hubo alcanzado, se enroscó en torno a su pierna y trepó a través de ella, generando en Stark un repentino y delicioso escalofrío. Había llevado un corto vestido negro, que le llegaba hasta medio muslo, exclusivamente por el tipo de ramo que iba a dictar (cuanto más ligera de ropa mejor, creía haber mencionado el tema en el pergamino que anunciaba el inicio de la clase). La serpiente pronto se enroscó en torno a su tronco, deslizando su cuerpo a través de uno de sus brazos. Catherine notó como la punta de la cola de la serpiente aun se demoraba en su pierna. Ophelia medía sus buenos cuatro metros o quizá poco más y Catherine notó complacida como la cabeza de su serpiente llegaba a su mano derecha, enroscándose demás alrededor de su muñeca para luego alzar sus curiosos ojillos hacia su rostro. La bruja, no sin cierta emoción, dobló el brazo para poder acercar la cabeza de la serpiente hacia su cara. Los diminutos ojillos de Ophelia la observaron con algo que hasta parecía diversión. Y escuchó un bajo aunque claro siseo: >>¿Llegarán los humanos pronto?<< Un extraño e irregular coro de siseos siguió a la pregunta. Catherine asintió y volvió la cabeza hacia la puerta, en donde descansaban sus botines de fieltro. Había entrado descalza, puesto que a ellos no les gustaban los zapatos (Catherine nunca había podido entenderlo) y, recordando la importancia de ello, extrajo la varita del bolsillo delantero de su vestido. Caminó entonces hacia la puerta y una vez estuvo parada bajo el dintel, alzó la varita ante ella y exclamó >>¡Flagrate!<< Luego de escribir apresuradamente un corto aviso y desaparecer sus botines con una floritura, guardó la varita y se volvió al centro de la estancia apoyando la espalda en el árbol central, el más grande, atenta otra vez a las miradas y siseos de su serpiente. Mientras tanto, en la puerta podía leerse: "Dejar los zapatos fuera y no a la vista. El último en llegar, habrá de cerrar la puerta."
  20. Al escuchar la segura aunque floja respuesta del elfo asintió con aprobación y, sin mediar palabra, con paso resuelto y apenas haciendo una floja inclinación hacia el desconocido (Aarón), llegó a la escalera de piedra. Alzó la mano para tocar la gran puerta pero dudó en el último momento. Un olor familiar. Algo completamente imposible. Bajó la mano y se detuvo a escuchar, pero nada acudió a sus oídos. Al parecer, habían instalado hechizos que impedían que se filtrara alguna conversación, aún al jardín. Aún se sentía invadida por un sentimiento violento. Era capaz de sentirlo, emanando de su ser. El frío podía notarse en el ligero vaho que cubría los broches plateados de su capa, aunque pocos le prestasen atención a ese tipo de detalles. Esa, no era la mejor manera de presentarse ante los anfitriones Gaunt. Fue entonces en ese preciso instante en que, al parecer, uno de los miembros salía. Catherine alzó la cabeza para observarlo detenidamente. Su familia, no había llegado a conocer a ninguno de los Gaunt que se adjudicaban el apellido para aquellas épocas y, aunque no tenía derecho a dudar de su linaje, comprendió que se trataba de un licántropo. El olor de aquel ser la envolvió reconfortándola, mezclado con algo decididamente desagradable. La mezcla terminó por confundirla, pero sólo había una explicación posible. Había un vampiro dentro de aquella mansión. Últimamente, eran una plaga; los veía por todas partes. Sus músculos se tensaban, sus dientes presionaban entre sí: no podía evitarlos . Por ello, cuando entró por la puerta que el chico acababa de dejar abierta, le extrañó sobremanera la escena que encontró. Mas, recordando sus modales Nott, hizo una breve venia y se quitó la capucha de la cabeza. -Catherine Stark -indicó, clavando en ellos la vista, reconociendo al hombre que tenía en sus brazos a la matriarca Gaunt. Káiser, en su interior, ahogó una risita despectiva-. Llego tarde mas ¿aun resultaría mi presencia de utilidad? Su rostro, se mantuvo austero, algo típicamente Stark. Malfoy no era precisamente el tipo que había esperado ver allí; de hecho, no era un recuerdo precisamente agradable, especialmente luego de las duras bromas de Bulche, que habían hecho que se exasperara en ese preciso instante, y que más tarde lograron que soltara la carcajada de rigor al rememorarlo. No quería recordar en esos momentos a su padrino. Su varita sobresalía del bolsillo izquierdo de su capa. Tenía que hacer un enorme esfuerzo mental para no ceder ante Káiser. <<¡Mátalo! Débil luciérnaga chupasangre>>. Catherine no sabía si reír u olvidar que estaba ante la matriarca de los Gaunt, quien por lo visto tenía en su favor a la luciérnaga. Es decir, a Malfoy. <<¡Traidores, abominaciones, rebaño de cainitas!>> >>No debo, cierra la boca, Káiser<< <<¡Rötschreck!>> Lo peor, era admitir que la ira del ex-mortífago le había hecho gracia. El olor, sin embargo, era simplemente insoportable. Su instinto le decía que debía matarlo. Pero era extraño: ella nunca había sido mordida por un hombre lobo, aunque tuviera todas las habilidades de uno; nunca había sentido la insoportable necesidad de atacar a un no-muerto y menos aún querer sentir placer al ver como las cenizas de un chiquillo se pierden en el aire luego de arder, según ella o él, como deberían arder todos los condenados. Sus sentidos eran un manojo de reflejos y sensaciones que se expandían en su cuerpo como fuegos artificiales, mientras luchaba por no saltar hacia adelante; también luchaba por no quedarse quieta y que el olor a rosas muertas siguiera atacando su nariz; no sabía decir si era gracias a o por la culpa de Káiser. Se cruzó además con una chica, que salía aún algo airada. Al parecer había estado haciendo algo importante, porque en cuanto salió al exterior desapareció sin siquiera mirar a Stark. -¿Interrumpo algo? - dijo, haciendo una parca venia e intentando no parecer divertida o fastidiada. No entendía como podía Gaunt soportar el olor de su actual (si deducción no fallaba) compañero.
  21. La voz de Káiser había resonado en su cabeza por días. Mátalo, decía. Hazlo pedazos, destrózalo. Catherine había hecho cuanto había podido para ignorar los comentarios de Káiser, pero se había vuelto un sentimiento más y más violento por cada día que pasaba: Káiser alimentaba eso con su propia ira, ella lo sabía, por lo que decidió que lo mejor sería saldar cuentas. No había motivo para posponer algo, por más que fuera Helen la que pudiese salir damnificada. Después de todo, la propia Catherine no era la misma muchacha que había cometido el error de tener un acceso de ira contra un mortífago que había tenido la indecencia de cruzarse en el camino de su familia de forma encubierta. No, eso había cambiado. Muchas cosas ya no importaban; otras, se habían tornado de vital importancia. Pero Catherine se encontraba vacía, y su mente era mucho más dócil y a la vez, más fuerte. Era un sentimiento contradictorio, nacido de la indiferencia frente a los hechos que antes habían parecido dignos de su atención y en la actualidad no eran más que vestigios de poca monta. A pesar de ello, le costó emprender la marcha. Sabía que algo se quebraría en su interior una vez más, como el día en que Káiser había llegado a ella, llevándole una noticia fatal. La pradera que su ahora contrincante había elegido, no era más que un espacio a cielo abierto con follaje que le llegaba a mitad de tobillo. Éste le producía un ligero cosquilleo a través de la túnica color negro a medida que avanzaba; las botas de punta redonda aplastaban el resto del follaje sin lástima. Su sombrero de bruja cubría parcialmente su rostro pero era su capa color plata la que, arrastrándose ligeramente por el suelo sujeta sólo por un broche negro con forma de serpiente, anunció su llegada. Pateo algunas pequeñas piedras a su alrededor con naturalidad, antes de hacer una tiesa inclinación de cabeza en dirección a Crowley. Las piedras de considerable tamaño estaban a más de cincuenta palmos de distancia, así que representarían impedimento alguno en la trayectoria de sus ataques. La sortija de los Malfoy brilló en su dedo anular, cuando alzó la zurda ante ella, sujetando firmemente su varita. Era una pieza remarcable, compuesta por un jade con forma de rombo y una hermosa serpiente enroscada que mordía la joya. Las manos de Catherine lucían delgadas y pálidas ante ésta y su dedo anular atrapado y frágil. Y era cierto, puesto que aquel era parte del precio de su maldición. A pesar de que su piel era trigueña, lucía decididamente pálida y sus ojos eran como pozos insondables, desosegados. -Protego -expresó simplemente, con una floritura poco elaborada. El escudo emergió ante ella, absorbiendo el expelliarmus que había enviado el mortífago (Fokker), por lo que se mantuvo ilesa. Crowley se había cuidado bastante de mantener su distancia, lo que no dejaba de causarle gracia, teniendo en cuenta lo poco que supuestamente le temía. No era como si eso fuese a servirle de mucho, eso era más que evidente. -Sectusempra -susurró simplemente, apuntando a su pecho. Más que matarlo, aun cuando el rayo surgió de su varita y viajó hacia Crowley con seguridad y sin nada que pudiese atravesarse en su camino, lo que quería probar era hasta qué punto éste estaba dispuesto a llevar aquel duelo en serio. Catherine no había ido allí a perder su tiempo. Si el hechizo impactaba en Crowley, sendos cortes profundos y abiertos harían que se desangrara hasta la muerte en pocos segundos. -¿Realmente crees que es bueno verme o aun estas cuerdo, Crowley? -cuestionó con los ojos entrecerrados, cargados de sospecha. La voz de Káiser se había manifestado con aquellas palabras cargadas de ironía. Dos voces, una de un hombre, profunda, y la suya propia ronca y grave se habían entrelazado al surgir de su boca y habían sonado al unísono. Una curiosa mezcla que Káiser ya había poseído desde antes de unirse con Catherine. Ésta soltó un suspiro, sabiendo cómo terminaría aquel encuentro. Trató de pensar simplemente, como haría para deshacerse del cuerpo sin llamar demasiado la atención de los animales alrededor.
  22. Catherine no pudo evitar la sombra de desprecio que tiñó su rostro. Quería despedazarlo. ¿Para qué se esclavizaba si iba a renegar de ello tan pronto como las cosas se tornaban difíciles? Nunca llegaría a entender la mentalidad de aquellas criaturas. Antes las había sentido indiferentes, siempre y cuando no interfirieran demasiado y no las viera demasiado humilladas ante ella, pero en la actualidad sólo podía considerarlas inferiores. No podía concebir algún otro ser que vendiera su vida tan barato sólo porque creía que el "servilismo" era digno de alguna forma. Le daba náuseas de sólo observarlo. En aquel preciso instante se alegró de haberse deshecho de la suya. Su elfina, claro. Káiser se regodeó con aquel pensamiento, azuzado por la ira de Stark, susurrándole ideas respecto a la mejor forma de torturar a aquellas criaturas. Catherine hizo caso omiso; eso no eran más que estupideces, no había venido a torturar elfos. -Busco a Anne Gaunt -refirió con voz calma, los ojos muy abiertos, clavando la mirada en aquella criatura. Había cambiado súbitamente de idea. Decidió que no tenía tiempo para perder en excesivas precauciones después de todo. De hecho, desde la llegada de Káiser y la revelación que éste había traído consigo, sentía que pocas cosas realmente importaban y casi ninguna para bien. Miró de reojo hacia el joven que estaba a su lado y supo que muy probablemente estaba allí por las mismas razones que ella, pero no había motivo para soltar información est****amente ante desconocidos, por lo que se contuvo de decir más, observando fijamente a la criatura, erguida en toda su estatura, esperando que obrara con prontitud respecto a lo que acababa de informarle. -Debo suponer que es capaz de informar de ello -agregó despectivamente, chasqueando la lengua con ligereza. Sabía que había elfos que se consideraban "rebeldes". La idea claro, era doblemente graciosa frente al hecho de que se hablaba netamente de un esclavo, pero lo cierto era que Catherine nunca se había topado con uno, salvo quizá Mavado. Aquel elfo había sido más bien engreído. Catherine en general nunca había demostrado un interés particular en ellos siempre que conocieran su lugar pero... de alguna forma la criatura la inquietaba. Sintió el aire descender varios grados a su alrededor. Tenía que controlarse. Los broches se cubrieron de aquel hálito blanquecino causado por el frío sobre el metal y la sortija de su dedo anular se sintió más pesada que nunca. Catherine apretó la diestra disimuladamente tomándose dicha mano con la zurda y aguardó con pasividad la respuesta del elfo. Era extraño, atenerse a razones. A pesar de que su autocontrol era mucho mejor que antes.
  23. Catherine despertó con el cabello revuelto y plagado de hojas color rojo sangre. El otoño había llegado al castillo; estación que nunca había caracterizado al hogar original, Winterfell, pero si a la suya. El árbol corazón parecía demudar de ropa, pero no terminaba de quedarse desnudo. Se sentó y pudo ver que el viento corría fuerte a las orillas del lago. Se arrebujó lo mejor que pudo en su capa y terminó por meterse al castillo con el cuerpo dolorido. Los cuervos habían empezado a chillar con fuerza y Káiser se manifestaba incómodo ante su debilidad. Catherine debía tomar un baño y descansar el tiempo que hiciera falta, para recuperarse de la predicción que había hecho y que le había robado las fuerzas. Durmió por dos días enteros. Su despertar fue más bien ridículo. Richard la había llevado desde la alfombra del salón, en donde había quedado agazapada frente al fuego, hasta su habitación. Ya las primeras luces asomaban y lo que hizo que abriera los ojos por completo fue el sonido de un golpeteo en su ventana. Al acercarse al alféizar, notó que se trataba de uno de los cuervos de la familia. Dejó que entrase, junto con el aire frío que agitó su camisón blanco de franela. Eso la despejó y permitió que le quitase la nota al cuervo de forma certera. Era de Richard. Un mensaje había llegado para ella mientras dormía. El mensajero se había negado a entregarle el mensaje a su hermano, así que sólo podía ser de la marca tenebrosa. Catherine suspiró y apretó la nota entre sus manos empalidecidas a causa de la maldición. La sortija de los Malfoy pareció brillar y enroscarse en su dedo anular. Dejando la ventana abierta, se cambió con una de las túnicas de su armario y se dirigió al ala central. Richard, como es obvio, había conseguido obtener el mensaje al final. Catherine, extrañada, se encontraba cada vez más dependiente de su hermano adoptivo. Por otro lado, tenía que visitar el Castillo Gaunt. Nunca había estado ahí. -Lo espié un par de veces -dijo Richard, mientras se comía una tostada con aire pensativo-. No es un lugar que yo llamaría palaciego, diría más bien lúgubre, pero quién supiera. Esos lugares se aprecian mejor desde el interior. Catherine se encogió de hombros y agradeció a su hermano con un beso en la mejilla. Era al único al que se atrevía a tocar desde la llegada de Káiser. Apareció aun lejos de la propiedad. Hacer una caminata no la haría entrar en calor, pero al menos conseguiría que se relajase un poco y alejase de sí el recuerdo de la predicción. Le tomó un buen rato y ya de por sí iba con retraso, pero no le importó. La visión era tan típicamente inglesa, incluso con los setos bien cuidados y al final la construcción de piedra, que Catherine soltó una carcajada. A pesar de haber crecido entre magos de sangre limpia, siempre había tenido una vena salvaje, que sus padres atribuían al hecho de haber nacido en Escocia. Apenas momentos después, la voz de un tipo que no conocía (Aaron), llamó su atención. Volvió sobre sus pasos y se colocó la capucha sobre la cabeza, escondiéndose tras un seto. No quería que nadie la viese entrando al castillo sin motivo aparente: era muy sospechoso, ya que nunca había ido siquiera de pasada. Sin embargo, al percibir sus voces y el tono de la conversación, la bruja decidió arriesgarse. Después de todo, no era más que una figura vestida con la túnica negra, las botas de punta redonda, cómodas y sin tacones, el cabello de un negro casi azabache suelto bajo la capa asegurada con un par de broches con forma de pluma. Su cara era poco visible, ya que la capucha era tan grande como para cubrir su rostro de indeseables si iba cabizbaja. Se acercó hacia ellos, deduciendo (y esperando estar en lo cierto respecto a ello) que aquel tipo también estaba yendo por los mismos motivos de ella. -Me arriesgo a preguntar lo mismo - soltó, luego de haber salido de su escondite y haberse acercado a pasos rápidos, desde atrás, sin quitarse la capucha todavía.
  24. Ante la sorpresa de ambas mujeres, el hombre que tenían ante ellas agitó su varita. Pero en lugar de que alguna de las dos cayese fulminada por un rayo asesino, las cadenas que ataban a Potter Blue, madre, rechistaron y quedaron reducidas a eslabones destrozados. Grindewald observó a ambas por unos segundos, antes de volverse y desaparecer en un remolino de su capa negra. Y fue la última vez en ese recuerdo, que alcanzaron a atisbar sus ojos relampagueándo con una luz que casi parecía el brillo de sus pupilas, demasiado tenue, en la oscuridad ante la luz de la varita de su hija. Cuando el hombre desapareció, pudieron apreciar algo que no habían notado hasta entonces, a su izquierda. Una pared de piedra, distinta a las construcciones griegas y a la ruda construcción de la fortaleza. Era estilizada, pero al parecer por un tiempo descuidada, cubierta de hiedra por los bordes superiores. Sólo existía un acceso y luego, más oscuridad. Era evidente que era el único camino por tomar. http://i.imgur.com/BhdAusI.jpg Y sucedió con todos. Adler se encontró ya dentro del laberinto, al salir por la puerta principal de la Mansión Adler. Grindewald lo hizo luego de abandonar el claro en donde se había encontrado con la figura encapuchada; Blackner en los bosques y ambas Potter Blue luego de su encuentro con Grindewald. En el caso de la última de las mujeres (Reena), su sueño la condujo directamente al laberinto, aunque se perdiera al inicio. Sin embargo, sus destinos eran distintos: Catherine mientras tanto, preparó sus pergaminos y las plumas. El sueño que había tenido al inicio, había amainado y se sentía más despejada, aunque cansada y triste, casi desmadejada. Era, como bien sabía ella, producto de la predicción que había obtenido.
  25. Una vez estuvo ante ellos, no se molestó siquiera en hacer otra cosa que utilizar la magia de Káiser. Empezó con el chico. Luego, de forma simplemente consecuente, se acercó a la mujer. Ésta no había lucido demasiado cómoda en el bosque desde el inicio, mas aun así le impactó su visión. Tuvo que reprimir un <<Ésta tiene la mente tan tétrica como la mía>> y se limitó a dirigirse a ella. Tenía una idea de cómo podía terminar obteniendo su preddición. No iba a gustarle. Sintiéndose más satisfecha de haber completado el primer paso, decidió colocarse en posición de loto y desde allí, seguir redirigiendo a sus alumnos. Dado que su predicción ya estaba hecha, tardaría un tiempo en volver a caer en trance, un tiempo que esperaba pasar de la mejor manera posible, intentando no recordar aquel par de estrofas. Por otro lado, una de las chicas parecía estar gritando por auxilio; en su sueño, claro. Así que a ella se dirigió. Sin embargo, luego de terminar con ella y dirigirse a la que consideraba la más impredecible, se llevó una terrible impresión. Aquella chica no sólo tenía poderes si no que además había estado metiéndose inconscientemente en la cabeza de sus compañeros, en busca de una inexistente ayuda (o quizá intentar brindarla ella en tal estado enajenado). Si terminaba en los pantanos de su subconsciente más profundo, ni siquiera ella o incluso Merrick podrían sacarla. Sólo ella misma y en semejante estado de negación o lo que fuera que la forzaba a huir, jamás lo haría por su cuenta. También podía ser que despertase su sentido de adivina, pero Catherine no se arriesgaría a que lo intentase en su clase. Podía intentarlo después si quería e incluso Catherine no le negaría un par de datos concretos. Pero tampoco podía dejarla meterse en los sueños de los demás. Y eso era, porque la técnica de Catherine tenía una ligera variación que aunque ligera era crucial. Si Catherine no hacía algo, todos corrían el peligro de terminar en la ruina por culpa suya, de forma que se obligó a tomar medidas extremas. La forzó, de la forma más intrusiva posible. Ni siquiera estaba segura de que fuera legal, pero no le importó. Tampoco estaba segura de que Adler hiciera caso de las órdenes pero no tenía otra forma de hacerlo. No podía permitirlo. Catherine respiró con cansancio, antes de dirigir su mente hacia Potter Blue, madre. Sólo para descubrir una vez más, que por poco el plan que había detallado cuidadosamente estaba a punto de irse al demonio. Suspiró intentando llamar al autocontrol. La conexión en esa familia era fuerte, debía ser eso. Sea como fuere, decidió que de nada servía separarlas, aunque, por supuesto, había un sitio al que tenían que ir. Catherine pensó que ella hubiera hecho la misma elección; presente en lugar de pasado, para adivinar el futuro. Sin embargo, en aquellos instantes, sólo se sentía exhausta. El final estaba terriblemente cerca.

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