Le había dado toda una catedra sobre los temas mentales, ahondando en la parte donde los médicos suelen creerse dioses, capaces de sanar todos los males que aquejan a los enfermos que caen en sus manos. Notando que se refugiaba en esa faceta de madurez que poseía, le agradeció que se mostrará sincera en todo momento, tomándole especial aprecio a la forma en que buscaba la mirada del Holandés. El mismo llevaba un mundo de surcos en el cuerpo, cicatrices que gritaban en medio de las noches silenciosas, recordandole todo lo que tuvo que enfrentar antes de verse totalmente liberado de esas ataduras que eran su mayor condena.
— Yo siempre digo lo que siento y pienso, no suelo esconder nada a menos que sea estrictamente necesario—hablaba mirandole directamente a los ojos. Esas verdes esmeraldas que le desarmaban, dejandole con la mente en blanco y con la única idea de que ella era la senda correcta en su vida. El sentirse acogido por su calidez compaginado por ese lado infantil que le sacaba de su oscuro encierro— ¿Qué pensarías si te dijera que lo que siento por ti, va más allá de una simple amistad?, no tiene nada que ver con un cariño de hermanos o amor fraternal—mordiendo su labio inferior, no le sacaba los ojos de encima aclarando el punto.
Sintiendo la brisa darles un cobijo improvisado, creando un ambiente intimo que solo les pertenecía a ellos. Olvidándose por completo del resto del mundo, para el solo existía ella en sus pensamientos, al cerrar los ojos veía su hermosa faz dedicándole la más encantadora de sus sonrisas— Llevas razón en lo que dices, yo era demasiado joven. No entendía, porque pasaba horas y horas encerrado en un cuarto tan pequeño, que hasta un ratón se sentiría en una mansión—indicaba quitándole un mechón que cubría parte de su rostro— Estoy aquí para ti, porque me importas más de lo que deseo admitir. El sentirte lejos me inquieta, no es que sea sobreprotector, solo quiero que sepas lo que significas para mi—mirando el firmamento buscaba un poco de ayuda en las estrellas.
Amigas silenciosas que solían ser buenas consejeras, si se les hacían las preguntas adecuadas y no se andaba uno con rodeos— No se puede sanar a alguien que no esta enfermo, yo mato porque es parte de mi naturaleza. Hice cosas aberrantes, nadie me perdonaría por ello, solo me importa como me veas y percibas tú—soltaba parte de la verdad en esa confesión. La Rosier era su complemento, la parte que siempre le faltó y ahora estaba tan cerca que no dudaría en tomarla y estrujarla contra su pecho. Pocas veces demostraba lo que sentía de manera tan abierta, dejando derribadas todas las barreras que el mismo se impuso al llegar a Londres.
Nunca le paso por la cabeza, encontrarse a la horma de su zapato y experimentar un sentimiento que no le cabía dentro del pecho— Puedo quedarme si lo deseas o irme, no pienso imponerte mi presencia. Solo recuerda una cosa, donde vaya estarás en mi mente, corazón, alma y piel—se llevaba de manera instintiva la mano a la boca. Posiblemente habló mas de la cuenta, generando un sentimiento de sorpresa en la castaña, acortando la distancia que le separaba quedo a pocos metros de sus labios—Me provocas tantas cosas, sensaciones y emociones que creía destruidas—saboreaba la tranquilidad que le daba experimentar todo aquello.
Tomando la mano de la Inglesa, no pudo más que darle un beso delicado sobre la piel. Estando aún cerca de sus labios, le permitió que sintiera su aliento cálido, convirtiéndolo en un bálsamo que poco a poco sanaría las heridas que ambos llevaban a cuestas a pesar de los años— Ya lo intenté al responder al llamado en la Riddle, te besé pero sin hacerlo y ahora—juntando su frente con la de su interlocutora, no escaparía de nuevo y sin pensarlo le beso con suavidad en los labios, apenas tocando sus labios.
@ Juliette Macnair ❤️