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Animagia


Suluk Akku
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El muchacho parecía entusiasmado con el nuevo destino al que se dirigieron. Normalmente, las bromas de sus estudiantes cruzaban la línea de lo pésimo, pero decidió hacer una excepción en aquella ocasión, dejando escapar una breve risa, propia de una ancianita.

Ya tendrás tiempo para nadar, joven Black Lestrange. Podrías venir aquí en tus próximas vacaciones.

Le pidió que le acompañara playa adentro, donde las olas apenas alcanzaban a desembocar. Allí montó una especie de campamento, que consistía solamente en una simple hoguera, con una flama lapislázuli, que parecía eterna, y unos montículos de arena. Realizó los encantamientos repelentes de no mágicos, aunque ya era costumbre ver a la gente dormir en la playa.

Siéntate, por favor. Descansemos un poco. invitó al metamorfomago a que tomara asiento frente a ella, como si volvieran a su vivienda . Otra vez, serás quien se adelante, pero irás a un lugar muy especial: La Reserva Natural Tsaratanana.

Esperaba que su pupilo lograra controlar su transformación en presencia de entes de su misma especie. Aunque no sólo había camaleones, sino toda clase de vida silvestre, propia del continente africano. Una tarea bastante simple, con la que no esperaba las mismas complicaciones que hubo en Boston.

Partirás al amanecer. Sigue tus instintos, serán la mejor herramienta que podrás tener en el reino animal.

Dicho esto, Suluk cerró los párpados, acomodándose sobre su asiento de arena, como si meditara. Se deslizaba hacia el mundo de los sueños, en el cual volvía a ser la gaviota ártica que sobrevolaba la helada Groenlandia en dirección a las luces del norte.
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Descansar, ¿eh? Eso es nuevo. se mostró ligeramente escéptico, considerando que hasta ese momento, se habían mantenido en movimiento.

Adoptó la posición del loto para tomar asiento frente a la arcana, quien parecía bastante cómoda con el vívido fuego azulado que ardía entre ambos. Extendió la mano para mantener la temperatura, lamentando no tener a la mano una bolsa de malvaviscos; aquel dulce muggle que solía gustarle, y que le recordaba a la sensación gelatinosa en su lengua cuando se transformaba en camaleón.

Una reserva, eso quiere decir más animales en su estado natural. Juzgando por el clima aquí, debe estar más hacia el norte; espero no le moleste que use la varita para acortar el camino.

Naturalmente, eso lo dejaría para la mañana siguiente. Acatando la indicación de Suluk de que partiera al amanecer, se acomodó como pudo sobre la arena, formando una especie de almohada improvisada. No sintió frío, y apenas vio los primeros rayos solares en el horizonte, se levantó para comenzar con la travesía que la Inuit le había encomendado.

¡Fulgura Nox! susurró, agitando su varita en alto, justo frente a donde las olas desembocaban en el suelo arenoso. Un portal que no respondía ante las leyes de la física, o cualquier ley humana, se abrió ante él . Reserva Tsaratanana, allá voy.

Cruzó el agujero sin muchos miramientos; confiaba en que Suluk le alcanzaría cuando fuera pertinente. Del otro lado, fue recibió por un paisaje que parecía cosa de fotografías antiguas. La vegetación repleta de vida se extendía frente a él, desde el nivel de suelo hasta los imponentes montes que se veían más allá. Era una combinación entre bosque templado y un hábitat desértico. Los reptiles se deslizaban a sus anchas, así como lo hacían otra clase de animales ahí, a salvo de la intervención humana.

Supongo que por eso la arcana deseaba que me fuera temprano. No hay visitantes aún, y quizá sea mejor que se mantenga así.

Debía apresurarse, aunque tampoco sentía demasiada presión por el objetivo a cumplir. Se salió del sendero pedregoso, hasta ocultarse entre los árboles cuyas copas se extendían hasta cinco metros por encima de su cabeza. Procedió a transformarse en el camaleón de Parson, esta ocasión, conservando su ropa. La piel volvió a secársele, y cuando menos lo esperó, medía mucho menos que su forma humana, unos ochenta centímetros a lo largo.

Con ayuda de sus ojos, encontró su rasgo característico, que eran los trazos en sus párpados, de una tonalidad amarillenta, que desentonaba un poco con el resto de su cuerpo, que oscilaba más hacia el turquesa.

«Ahora, si fuera un camaleón, ¿dónde viviría?», se cuestionó mentalmente. Suluk no le había dado detalles al respecto, así que debía averiguarlo por cuenta propia. Decidió volver al sendero, quizá con la esperanza de comunar con alguno de los otros reptiles, quienes quizá le darían alguna información.

Fue su más grande error, pues se convirtió en presa fácil.

Alcanzó a escuchar el chirrido, pero fueron sus ojos, mucho más agudos, los que divisaron el par de garras que amenazaba con llevárselo. Y así habría sido, de no haber hecho el giro hacia la cuneta del camino. El halcón levantó un poco de polvo al retomar el vuelo, pero estaba decidida a hacerlo su desayuno. O el de sus polluelos. Eobard, en su forma camaleónica, adoptó la tonalidad acre de la grava como una defensa temporal.

«Claro, a veces olvido que los reptiles no siempre están en la punta de la cadena alimenticia».

El ave no desistió; emprendió varios vuelos en picada con la intención de llevarse a la exótica especie de camaleón, a quien detectaba por el polvo que levantaba al caminar, a pesar de confundirse con el trayecto. Jugándose no sólo la posibilidad de continuar con la clase, sino su integridad física, Black Lestrange había intentado cruzar hacia el otro lado, de vuelta a los frondosos árboles, que servirían de refugio.

Utilizó su lengua como un arpón, adhiriéndola a uno de los troncos, impulsándose para poder salir del campo de visión del depredador. Allí, a una baja altura, era poco probable que su adversario animal le buscara, a menos que tuviera mucha hambre. Tenía oportunidad para planear su siguiente movimiento, mientras se mimetizaba con las hojas que crecían en las ramitas a su alrededor.
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La arcana estaba en un estado de meditación, más que de sueño. Escuchó los movimientos de Eobard gracias a su fino oído, como de murciélago, por lo que en cuanto escuchó que el portal se cerraba, incorporó su persona y se dispuso a alcanzarlo.

Un águila ártica, su forma predilecta. Aunque más de un no mágico señalaría al cielo, con exclamaciones de extrañeza, la Arcana estaba dispuesta a emprender el vuelo hasta llegar al espacio donde su estudiante experimentaba la etapa final de su preparación.

«Mi joven Black Lestrange, siempre disfrutando del paisaje. Salirse del sendero está bien, mientras la ruta alterna te lleve a tu destino»

Sobrevoló el área, detectando fácilmente al camaleón, a pesar de que su tamaño y la distancia desde la que observaba hacía difícil distinguir algo. El muchacho parecía disfrutar el trazar su propio camino, y quizá era un rasgo que compartía con sus familiares, a pesar de que el animal en el que se convertía, no era el emblema de los Black Lestrange.

Aprovechando su capacidad de comunicarse con todo animal, y con la intención de darle un pequeño escarmiento a su pupilo, envió al halcón a darle caza, pero el gusto no le duró mucho, pues el astuto reptil terminó por aprovechar su habilidad de sigilo. Tuvo que caer en picada, a un costado del camino, rindiéndose temporalmente.

¡Vaya, vaya! Enhorabuena, Eobard, lograste confundirme. apremió, volviendo a su forma humana, despidiendo más energía de la que su edad aparentaba. Lo buscó entre las copas de los árboles, agudizando la mirada . Pero no eres tan listo, ¿no es así?

Le hizo señas para que no bajara de donde estaba; lo reconoció gracias a sus globos oculares, debido a que los ojos del camaleón no se cubrían del todo, por lo que reflejaban la luz del sol. A pesar de la tonalidad menta, alcanzaba a notar su silueta, pero porque sus sentidos estaban atentos. Otro animal quizá no habría sido tan perspicaz.

Sólo te queda una cosa, y es visitar a los camaleones de Parson, al origen de tu forma animal. Convive con ellos, pregunta tus dudas, y vuelve cuando hayas terminado. Estaré esperando.
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Casi se resbala cuando Suluk se dirigió directamente a él. En el fondo sabía que podría detectarlo sin problema, pero igual le tomó por sorpresa la facilidad con la que lo hizo. Semejante poder era digno de admiración por parte del castaño.

¡Maldición! A usted no se le puede engañar, ¿o sí, arcana? , pensó, esbozando una sonrisa en su forma animal, que seguramente se vería como una mueca. Se sostuvo con ambas patas delanteras a la rama, inclinando su cabeza hacia abajo para poder observar a la instructora.

Le repetía la razón por la que lo había enviado allí en primer lugar, por si la confrontación con el halcón le había distraído. El Black Lestrange dio una cabeza a manera de entender lo que le pedía. Quizá un lugar de gran altura le ayudaría a localizar a sus similares. Valiéndose de sus extremidades superiores, comenzó el ascenso a través del mismo árbol.

Cuando ya estaba a unos cinco metros del suelo, llegó la sorpresa. Por fin, había encontrado la comunidad de los camaleones de Parson. Se acercaron a él en son de curiosidad, en un inicio. En apariencia, era uno de ellos, pero podría ser que detectaran que se trataba de algo distinto a uno de los suyos. Eobard realizó el cambio de tonalidad al habitual verde esmeralda que lucían los que le rodeaban.

«No teman. Soy un poco diferente a lo que seguramente están acostumbrados, pero puedo asegurarles que deseo ser uno de ustedes.»

Para probar su punto, apuntó a una pequeña mosca que volaba por ahí y lanzó su lengua al ataque. La atrapó al instante y la engulló sin problema, demostrando que su paladar se había adaptado a los gustos de su forma animal.

Tal acto fue bien recibido, pues la comunidad comenzó a cambiar los colores en su piel de forma secuencia, como si celebraran algo. El castaño se unió al festejo, modificando su tonalidad para coincidir con la de los otros camaleones. Al inicio se le complicó modificar entre tantos colores en un intervalo reducido de tiempo, pero eventualmente logró realizarlo de forma inconsciente, algo que sin duda le serviría más adelante.

«Mi única duda es, ¿cómo lo hacen? Sobrevivir a bajas temperaturas. De donde vengo, hace mucho frío, así que una sugerencia no estaría de más. »

«Si puedes evitarla, hazlo. Pero si no, procura mantenerte hidratado. Nuestra piel lo es todo para nosotros, nos da cobijo y nos oculta de aquellos que nos hacen daño, pero si se reseca demasiado, puede resultar mortal en bajas temperaturas. », le respondió el que parecía tener más experiencia.

Le ofrecieron descender junto con él a nivel de suelo, a lo que Eobard aceptó sin dudar. Su técnica para subir no era la mejor, así que aprovechó para pulir los detalles que consideraba eran más importantes en su comportamiento como camaleón de Parson. Imitó a sus similares, mientras éstos bajan a través del tronco, siempre una pata a la vez, como si marcharan. Lo hizo pausado, moviendo cada extremidad al segundo, hasta que finalmente encontró la mecánica.

Volvió con Suluk Akku a la brevedad, acompañado por la comitiva de camaleones a manera de demostrar que, en efecto, los había encontrado. Por primera vez en varias horas, y como muestra de buena fe a los animales con los que había convivido, decidió volver a su forma humana, para demostrar que, aunque era humano, sí que se preocupaba por la vida animal y le interesaba cómo era ser uno de ellos.

Como podrá ver, vengo con amigos. Así que, aquí estoy. sonrió de lado, aguardando los comentarios de la inuit.
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Hizo que su varita cambiara a la forma de cristal con la intención de apoyarse mientras esperaba. Su pupilo había desaparecido a la distancia tras minutos de ascenso, y seguramente no regresaría hasta después. Con todo, no pretendía moverse de aquel sitio. El tiempo le era relativo, y se dejó llevar nuevamente por la visión que más paz le traía, que era precisamente la del vuelo en el Ártico.

Tiempo después, sus oídos captaron una serie de vibraciones. Indicaban movimiento, naturalmente, pero debían ser de más de un animal para generar tal reverberación.

Dirigió su atención hacia la copa de los árboles, de la cual descendían desde cinco metros de altura, lo que parecía ser la comunidad entera de camaleones. Iban en filas, bastante organizados, como si fueran hormigas, un rasgo particularmente curioso para ser reptiles. Notó que aquel con las franjas amarillentas en los costados, Eobard, se acercaba a su encuentro.

No sólo conviviste con ellos, adaptándote a sus propias costumbres y comportamientos, sino que dejaste en claro que es posible la coexistencia entre la especie humana y animal. Un faro de esperanza.

Se separó del báculo por un momento, aproximándose al castaño. Se situó a su espalda, posando sus manos sobre la espalda del muchacho. Parecía transmitir calma, a pesar de haber estado tanto tiempo transformado. A diferencia de sus primeros intentos de transformación, despedía cierta tranquilidad, que resultaba un punto fundamental en la vida de un animago.

Llegar hasta aquí tiene sus recompensas, joven Black Lestrange. Así que, cuéntame... hizo una pausa para aclarar la garganta. La habilidad de convertirse en varios animales no retrasaba su envejecimiento, pero sí que lo hacía ameno . ¿Te gustaría realizar la prueba para vincularte con tu animal interior? La prueba de animagia.

Casi podía asegurar que la propuesta lo tomaría por sorpresa, así que volvió a encararlo.

Reitero, si es que así lo deseas. Siempre puedes volver a intentarlo después, pero quizá sería buena forma de darle fin al viaje. agregó, regresando a dónde estaba clavada la vara de cristal.
Editado por Suluk Akku
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La propuesta, sí que lo tomó por sorpresa. Los músculos en su cuello se tensaron ligeramente, como hacían cada que se encontraba en situaciones de estrés, suponiendo que ello fuera la razón para la que la arcana se retirara rápidamente. Resopló, como intentando recuperar el aliento.

La prueba, ¿eh? Entonces me está diciendo que he tenido un progreso aceptable, muy a pesar de mis continuos tropiezos.

Desvió la mirada de Suluk por unos instantes, para dirigirla a los camaleones que le habían acompañado en el trayecto. Todos prestaban atención a la conversación, y seguramente la entendían. Pero lo que más le había impactado, era el hecho de que estaban ahí con él. Se quedaron después de que revelara su verdadera forma. Lo reconocían como su igual.

Sí, deseo realizar la prueba de Animagia. respondió al fin, volviendo su atención a la inuit . Los Black Lestrange aceptamos los retos. No seré la excepción.

Aquello sellaba su avance en la clase. No quedaba más que esperar a que la arcana realizara su siguiente movimiento. Mientras aguardaba, volvió a pensar en el hecho de que, aunque compartía muchos de los rasgos de la familia, era único a su manera. Jock, Aries, Mia, todos ellos habían pasado por allí, pero nadie podría prepararlo para lo que estaba por venir.

La diferencia respecto a cuando se había embarcado en aquella habilidad, era que ahora tenía la suficiente confianza como para plantar cara a retos que tuvieran que ver con su forma animal.
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El egipcio comenzaba aparecer a la lejanía de donde se encontraba dicho aprendizaje, ese cambio que andaba sufriendo, temía que su licantropia fuera un obstáculo para ser un animago y además no sabía que forma pudiera realizar, esa búsqueda de su animal interior sería algo interesante, dado que suponía que pudiera ser un lobo pero no estaba seguro, aunque pudiera ser que su afinidad por los grandes felinos como el Nundu, pudiera interferir en esa forma, algo estaba seguro su criatura animal sería albina, pues su cabellera era claro, y aquellos en su familia siempre fueron albinos, pero son los que nunca mostraron el gen de hombre lobo, éste predicamento pasaba por su mente.

 

Al estar en ese lugar, comienza a descender lentamente su mirada, logrando captar su vestimenta, aquella prenda era una seda fina y oscura, una solo pliego con bordes con símbolos runicos griegos del templo de Hades. Además, los cuales cambiaban por jeroglíficos egipcios antiguos con mención a Seth, estos daban a dar a conocer un maleficio o maldición para quien la lea, esta escritura era para curiosos. Su pecho se encontraba descubierto, su cabellera sujeta por joyas y sus manos con aros en forma de serpiente. Además, sus pies se encontraban portando unas sandalias doradas. Y en su mano derecha portaba su varita.

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Se encontraba preparando sopa, para su gran sorpresa. La aparente tranquilidad en su vivienda le permitía tomarse esas licencias, incluso cuando un centenar de alumnos llamaban a su puerta para pedirle consejo, pedirle que les enseñara a desbloquear su forma animal, o simplemente para visitarla y hacerle compañía a la hora del té.

Un poco de esto, y un poco de aquello. Qué ingeniosos estas recetas bostonianas, a pesar de no tener que emplear la magia canturreó divertida, lanzando un par de almejas a la olla donde se removía el chunky.

Aprendía un poco de cada uno de sus estudiantes, y siempre se llevaba algún recuerdo. En aquella ocasión, una receta de un preparado de mariscos proveniente de la Costa Este de Estados Unidos. Apenas agregó la papa recién cortada, sirvió dos cuencos y los hizo levitar hacia su sala con un leve movimiento de su varita.

Estaba avisada, gracias a la administración de Mahoutokoro, sobre la llegada de un nuevo alumno, pero al no recibir indicios de su presencia en el lugar que residía, decidió adelantarse a la hora de la comida. La prisa no debía ser una costumbre común entre los habitantes de esa tierra, sin importar que fueran no mágicos o parte de la comunidad.

Hace un buen clima, como pocos días este año. El desequilibrio ocasionado por la presencia humana nos alcanzará a todos, tarde o temprano.

Divagaba sola, como muchas ocasiones previo a la introducción de su alumno. Frotó el amuleto Inuit en su regazo, reduciendo aún más la temperatura dentro de la casa, con ayuda del mecanismo climático de ésta, más acorde a los fríos que solía experimentar en su patria.
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Luxure se encontraba intrigado, pero debería comenzar su aprendizaje, por ello vio un estructura a la distancia, este comienza a ir aquel sitio, su paso era silencio y calmado, al llegar a esa residencia, se vuelve intangible por uno de sus poderes de los Uzza, por esa razón no toca la puerta, ingresa sin ser invitado y ve una dama cocinando. Y la observa ¿Acaso sería ella la que enseñaba la animagia? Aunque, si fuera alguien de un gran oído, le hubiera escuchado, pero si le escucho porque espero hasta ese momento, por esa razón con la Daga de Sacrificio en la mano opuesta a su varita, se dispone a prepárese para cualquier conflicto bélico.

 

-¿Eres la arcana encargada de la animagia? En caso de ser así, supongo que seré su nuevo aprendíz- comienza a expresar y para ese momento su mirada había caminado a una tonalidad amarilla y orbes parecían como de serpiente ¿Acaso los ofidios serían su nueva forma animal? Acto seguido sus uñas comienza a crecer al igual que su cabellera, algo en su interior estaba despertando, regresando su accionar a una forma primitiva. En ello intenta hablar pero emite un rugido, y sus dientes se comienza afilar.

 

"¿Que ocurre? piensa y su cuerpo adquiere otra forma, no era la de su forma lobuna, era algo nuevo, esta vez era un gran felino albino, este condición en su mente encontró conflicto con su naturaleza licantropo y lo volvió primitivo, haciendo que esa criatura fuera salvaje. Esta condición era la de un Jaguar.

 

La criatura se comportaba como un animal amenazado, por eso sus sonidos fueron como tales, a pesar de ser algo torpe porque se encontraba iniciado, el egipcio no controlo su forma y en cierta manera su lado animal se apoderó de sus acciones y mentes, pero segundo a segundo el felino adquiría experiencia, pero la mente del mago se encontraba nublada.

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La voz interrumpió el sepulcral silencio que reinaba en su propia morada. El intruso se aventuró a inferir que ella era la arcana de Animagia, poniéndolo en tela de juicio a la par. Una sonrisa surcó las arrugas de su rostro. Apenas llegaron los tazones a la sala, se giró para recibir al invasor. Claro que le había escuchado. Pero, extrañamente, no necesitaba del oído para detectarlo; confiaba más en el olfato, que era un sentido aún más susceptible a lo sútil, incluidos los intentos de sigilo.

En la zurda, la varita de sauce enano adoptó la forma de cristal, luciendo la imponente cabeza de Amarok en la punta.

¿Por mi aspecto me juzgas? Una cualidad constante en mis alumnos, por lo que veo. Vienes preguntando por una clase, pero no descartas la posibilidad de un conflicto; un rasgo más acorde del pueblo Uzza, quizá estás en el lugar equivocado.

La cabeza del Espíritu del Gran Lobo emitió el destello cegador que solía efectuar cuando la arcana hacía uso de su propia magia de Arcana, que por muchos era considerada fuera de los estándares. Anuló los poderes Uzza que el joven tuviera a disposición, como la dichosa daga. No toleraría el uso de los mismos, dado que no consideraba útil una magia tan bárbara. Ya había sido bastante flexible en el pasado, era hora de tomar cartas en el asunto.

Aquello no sólo le restringió el uso de dicha magia, sino que también puso en pausa el intento de transformación. Era osado, sí, pero resultaba poco práctico dejarse dominar por el instinto animal a tan temprana etapa de conocimiento de la habilidad.

Comencemos de nuevo. Tome asiento, por favor. Se ha colado en mi hogar sin dignarse a llamar a la puerta, a sabiendas de que le espero -extendió la mano en torno a los dos sillones que rodeaban a la mesita con la sopa de mariscos . Aquí no se vive a las prisas como en la comunidad mágica. Ésa será su primera lección. Paciencia, vital al momento de entender la forma animal. Más aún, cuando la adopta.

Una vez que el individuo tomó asiento, la anciana hizo lo mismo, aún sosteniendo la Vara de Cristal, pues la utilizaba como una especie de cayado.

Así que, ¿cuál es su propósito aquí? Entiendo que quiera aprender un poco de esta habilidad, sin embargo, es menester poseer una idea o concepto, al menos, de lo que espera lograr.

Esperaba, además, que le hablara un poco sobre la naturaleza del animal en el que pretendía convertirse, como expresaban algunos de sus primeros estudiantes, quienes a menudo tenían premoniciones sobre lo que serían, o bien, simplemente lo dejaban al azar y se llevaban menuda sorpresa.

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