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Metamorfomagia


Amara Majlis
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¿Es decir que usted quiere poseer la habilidad para gastar bromas a los demás?

Majlis le observaba por sobre su hombro mientras seguía picando los vegetales y, raspando la tabla de madera, los dejaba caer al vacío de una olla hirviendo. Cada vez que quitaba la tapa toda la cabaña se inundaba de un exquisito olor a caldo. La arcano no era de alardear pero cocinar se le daba muy bien y solía disfrutarlo cuando el único plato a la mesa no era el suyo. Lo miraba de vez en vez para poder estudiar sus expresiones mientras encontraba las palabras precisas para volver a explicar lo que anteriormente dijo y sonreía de lado, los Ingleses eran fáciles de confundir y atormentar.

Sacudió su melena dorada y los rizos parecieron cobrar vida, su aspecto jovial ante el mago resultaba exultante. Luego tomó una patata y comenzó a quitarle la piel tras enjugarla un poco con agua fresca, extraída del arroyo.

Descuide, no lo estoy juzgando. Pero comprenderá que no cuento con la edad que usted cree ver, y son cientos los años que han transcurrido para que yo pueda apreciar como timadores y estafadores malgastan su don ¿Es para eso que lo quiere, dígame la verdad, para un bien personal?

Cortó en cubos las patatas y una vez más quitó la tapa de la pequeña olla. El agua dentro bullía. La sopa desprendía un aroma que podría hacer salivar a cualquiera ¿Sentía aquel olor alguno de sus hermanos Arcanos y se les uniría? en algún otro momento hubiese estado encantada pero ciertamente deseaba tener aquella comida únicamente con su pupilo.

Subió el fuego, oyéndolo, hasta entonces no se había percatado lo sucia que estaba su ropa por lo que tuvo que sacudir la tierra del overol. Aun sonreía, a pesar de los titubeos, le agradaba la compañía de alguien tan noble como Emmet aunque él quizás no se viese de dicha manera. Parpadeó un par de veces y sirvió dos vasos de limonada para compartir con el vampiro mientras éste acababa de formular su monólogo.

Comeremos pronto.

Agregó mirando por última vez la sopa sobre el fuego.

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  • 3 semanas más tarde...

Escuchó las palabras de la Arcana y se tomó unos segundos antes de poder responder.

 

- No, por favor. Mi intención no ha sido hacerle entender, a través de dicho ejemplo, que yo quiero usar la habilidad para ir molestando o gastando bromas a la gente.

 

Explicó mientras un aroma exquisito a caldo se acercaba a sus fosas nasales.

 

- Lo que he querido decir, con lo mencionado, es que la habilidad me ha llamado la atención y creo que he nacido con el "don" de poder desarrollarla y hacer uso de ella.

 

Comentó intentando hacerle entender a la bruja que el fin que tenía para con la habilidad era el de poder aprenderla y hacerse con los conocimientos de la misma.

 

- Y no se preocupe que la entiendo. Además, sé que debe de haber visto a miles que pasaron por enfrente de ustedy ha tenido que enseñarles los secretos de la Metamorfomagia. Como así también, supongo, que se habrá topado con varios magos y brujas que han usado la habilidad con un fin que no se concordaba con su utilización correcta.

 

Se acomodó en el asiento en el que estaba cuando apenas terminó de hablar. La bruja le había dicho que pronto iban a comer por lo que suponía que la primera parte de la clase iba a ser meramente teórica.

 

- Disculpeme Arcana, y si me permite hacerle una pregunta ... - se acercó un poco más a la mesa - ¿Cómo es que uno se puede dar cuenta si ha nacido o no con el don de la habilidad?

 

@@Amara Majlis

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  • 2 semanas más tarde...

La olla había dado su tercer hervor, el aroma que soltaba la sopa inundaba todos sus sentidos y esperaba que los de su pupilo también, tomo un poco de verduras con la cuchara y las probó, aquello era una delicia. En menos de un minuto empezó a servir los platos, Emmet ya se encontraba sentado a la mesa y aprovechando aquel momento de espera se había dirigido a ella con una pregunta. Majlis dejo el plato de sopa frente a su pupilo mientras pensaba la respuesta más concisa para que la respuesta no le dejara con más dudas en lugar de aclararle las cosas.

Está caliente, joven Gaunt.

Amara miraba la sopa y después a su alumno, a los pocos segundos ya se encontraba sentada frente a él con su plato de sopa, le dedico una sonrisa y con un leve movimiento de su cabeza le invito a probar la exquisitez culinaria que acababa de cocinar. Estaba enfriando un poco la sopa con el movimiento de su cuchara cuando se dirigió al vampiro.

Acerca de su pregunta joven Gaunt, la respuesta es completamente sencilla. —tomo un poco de sopa para conocer la temperatura de esta y saber si ya podía comerla sin necesidad de seguir moviendo el contenido del plato. —¿Cómo hace para saber que la sopa se encuentra a una temperatura comestible? —Le preguntó en forma de respuesta esperando que lo que le había contestado le hubiese clarificado sus dudas.

Este momento mientras disfrutaban de un platillo culinario parecía el correcto para preguntar acerca de los rumores que habían llegado hasta el Ateneo de las habilidades y que, de cierta manera, seguro también habían llegado a los oídos de una persona tan importante para la comunidad mágica londinense como lo era el Director del Concilio de Mercaderes.

Ha llegado a mis oídos que una guerra está a punto de estallar, me podría decir, ¿qué sabe de eso?

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  • 2 semanas más tarde...

Agitó el contenido del plato antes de poder llevarse una cucharada de sopa a la boca. No quería quemarse y que una ampolla naciera en su lengua. Cuando ya casi no salía vapor, llenó la cuchara y probó el platillo que la Arcana le había servido. Sus papilas gustativas detectaron varios sabores lo que llevó al vampiro a tomar algunas cucharadas más antes de contestar la pregunta de la bruja.

 

- Entiendo. O sea, que debería probar para saber si tengo el don de la metamorfomagia.

 

Le contestó de manera segura mientras tomaba más sopa.

 

- Imaginé que tendría que llevar a mi cuerpo al límite. Y ahora que digo esto, las habilidades por las que he pasado me lo han exigido, por lo que estoy dispuesto a hacerlo si eso se requiere.

 

Con un tono de voz firme, las palabras salieron de la boca del Gaunt. No iba a dudar en hacer todo lo que tenía que hacer para que la Arcana viera que estaba dando lo mejor de sí y, que más allá de lo que había dicho en primera instacia, respetaba la habilidad y los usos que se le debía dar a esta.

 

Casi se atragantó con la sopa cuando escuchó la pregunta. Esoso rumores de los que hablaba la mujer habían comenzado a correr por todos los lugares dle mundo mágico. Una guerra entre seres poderosos no podía pasar desapercibida asi como así.

 

- Verá, como Director del Concilio de Mercaderes, he sido advertido de este tema que está en pleno auge. Ya me imagino que usted sabe lo que es tratar con temas del Ministerio de Magia y, mucho más, cuando se trata de dar un poco de discreción - comentó acabando el plato de sopa - Arcanos y Uzzas han vuelto a sus riñas pasadas y la conversaciones se han elevado en temperatura. Si he podido concer, la menos por lo que comenta la mayoría, es que los Uzzas quieren seguir el instinto de su pueblo y luchar al lado del Ministerio; mientras que los Arcanos no quieren involucrarse en temas que no son de su incumbencia y sólo se dedicaran para lo que han sido contratados.

 

El vampiro miró fijamente a la Arcana por un segundo.

 

- No sé, quizás usted me podría aclarar ese último punto.

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  • 2 semanas más tarde...
El momento había llegado. Quedaban atrás esos días en los que se enfrentaba a magia elemental que podía entender y conjurar sin gran problema. Su destino, lo llevaba por un sendero extrañamente familiar, y no por el hecho de que, literalmente, aquella pecualiaridad fuera común entre sus parientes.

Se apareció justo frente a la entrada de la Universidad, aquel lugar al que sólo había asistido a tomar conocimientos. Hasta ahora. Titubeó al dar un paso más, con las manos cruzadas tras la espalda.

-Bien, ¿qué podría salir mal? - resopló, pensando en que efectivamente, ya no era un juego de niños.

Cruzó el umbral con decisión, inmediatamente doblando a la izquierda, para salirse del sendero principal. El trayecto era cómodo, pues había elegido unos zapatos deportivos para aquel día. ¡Qué ingeniosos esos muggles!, pensó, mientras el sonido de la corriente le indicaba que se aproximaba a un cuerpo de agua. Bordear el río sería la primera problemática. Deslizó la varita desde la manga de la playera, hasta que el álamo temblón se cerró entre sus dedos.

-¡Glacius!

Su hechizo congeló una porción del cauce, de lado a lado, lo suficientemente amplio para que el castaño lo cruzara sin contratiempos. Mientras lo hacía, pensó en el agua bajo sus pies, vital para casi cualquier ser vivo. Y en su facilidad para cambiar entre formas: sólido, líquido, gaseoso... Era casi poético.

Así, el agua retornó a su estado líquido apenas el Black Lestrange estuvo del otro lado. El verde dio paso a un hermoso jardín, cuyas flores prosperaban en un sinfín de formas y colores. Un pasaje hermoso, que conducía al lugar que deseaba. La encontró al fin, como si fuese parte del ecosistema.

Una casita modesta, similar a esas que las familias utilizaban cuando se iban unos días al campo. Parecía coexistir en perfecta armonía con la naturaleza que le rodeaba. Algo ahí, invitaba al joven a ingresar, como si fuera un huésped. Miró a ambos lados; no había señales de que la Arcana estuviera por ahí.

¿Una prueba de compromiso, o los alumnos podían ir y venir sin restricciones?

La puerta no tenía seguro, por lo que ingresó sin pena. Fue recibido por un amplio vestíbulo, en el que los retratos eran el principal atractivo. Quedó de cierta forma embelesado, pensando en la infinidad de apariencias que uno podía adoptar. Pero no era algo que se debía tomar tan a la ligera.

-Incontables rostros. Personalidades distintas, vidas peculiares... Toda la esencia de una persona distinta a uno mismo, ¿puede adoptarse?

Se preguntó a sí mismo, deteniéndose a un costado de uno de los retratos enmarcados en la elegante madera. Ahí, aguardaría a Amara.
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Se miró en el espejo del ascensor, rodeada por otros tres funcionarios con sus insípidos y horribles trajes de colores oscuros. Hablaban con los semblantes muy serios sobre la reunión a la que asistieron; trataron, sobre todo, asuntos de seguridad, unos en perfecto inglés otros con acentos que denotaban su origen francés y alemán. Vio en el reflejo como los primeros mechones blancos comenzaban a aparecer en su rubia melena de secretaria del partido naranja. Sacó de su bolso una botella de aluminio y bebió las últimas gotas de la poción. La más joven del grupo apuntó a la botella antes de que pudiera ponerle la tapa. Temió lo peor.

 

- Tengo que comprar una como esa. Desde el partido nos han prohibido usar plásticos de un solo uso.

 

- Ah, sí, a nosotros también -respondió en inglés con acento neerlandés-. Tenemos que cuidar la imagen.

 

- -dijo el alemán -, no pueden perder a otro Ministro por culpa de las manifestaciones de los ecologistas.

 

- Ojalá estas botellas fueran suficientes para detener a los manifestantes -Beltis revisó su cabello, otra vez completamente rubio-. La próxima vez nos quitan los coches oficiales y nos montan en patinetes.

 

A la salida del ascensor siguieron hablando, pero ahora de temas aún más triviales. Cada uno se fue separando del grupo hasta que Beltis se subió a un coche negro que la esperaba en el estacionamiento. Poco le había durado el efecto poción multijugos, la reunión se había alargado más horas de las que había calculado en un comienzo. Desde niña podía cambiar ciertas partes de su cuerpo, pero no era un poder que pudiese controlar. La mayoría de las veces el cambio se debía a los vaivenes en su estado de ánimo o a la explosión de la ira. Y siempre eran incontrolables y aleatorios. Por eso había aprendido a confiar en pociones y otro tipo de hechizos ilusorios para cambiar su imagen, como ese día.

 

Tal vez era el momento de dar un paso y averiguar si poseía algún tipo de habilidad heredada o sus pequeñas y acotadas transformaciones eran simplemente residuos mágicos que se manifestaban de diversas formas cuando perdía los papeles. Abandonó el hotel con el maletín lleno de información y habiendo insertado la duda en el grupo conservador acerca del apoyo de su partido a la creación de un ejército europeo. Beltis creía que tal empresa podría perjudicar al mundo mágico. En principio estarían armados contra los inmigrantes, mañana podían utilizar esa misma fuerza para negociar peores condiciones del pacto entre magos y muggles comunitarios.

 

Desapareció de Luxemburgo y reapareció en los lindes de la Universidad. Esta vez con su apariencia habitual, de una diminuta mujer de cabello blanco vestida con un sencillo vestido de lino crudo y sandalias de cuero. Bordeó el río hasta pasar el primer jardín. Allí encontró la vivienda de la arcana, no muy lejos de la entrada de la Universidad. Entró al vestíbulo cuyas paredes estaban repletas de fotografías.

 

- Buenos días -saludó al entrar un hombre que también observaba los retratos-. ¿También eres alumno de Amara?

 

Con una metamorfomaga nunca se sabía, no podía estar segura de que aquel hombre no fuera realmente la arcana. Olfateó el aire, olía a guiso de verduras.

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Amara sonrió ante la declaración del Director del concilio. No estaba tan errado con lo de que ellos no querían involucrarse en situaciones políticas, pero si estaba equivocado con que había empezado una guerra entre Arcanos y Uzzas, ya que, los Arcanos eran seres de paz en muchos de los casos evitaban confrontaciones por el bien de sus pueblos, además que ellos no tenían por qué interferir en cuestiones ajenas al que fueron encomendados. Al menos eso era la opinión de ella, sus compañeros ya podían pensar otra cosa.

 

Mientras pensaba en todo eso, decidió seguir probando el contenido de su plato, como si el olor del estofado hubiese atraído a más personas escucho que dos personas se encontraban en su recibidor. Por lo que se puso de pie, debía darles la bienvenida e invitarlos a que se unieran a la conversación con el Director del concilio.

 

—Me disculparas, debo invitar a la mesa a dos comensales más.

 

Al presentarse frente a ambas personas tenía el aspecto de una mujer octagenaria, con un largo vestido bordado en color verde jade, su cabello la mayor parte canoso, pero aún podía verse el color natural de su cabello, con color café castaño, un poco más oscuro que el rubio. Caminaba encorvada por los años que tenía encima. Cuando vio al Black Lestrange, le sonrió.

 

—Te estaba esperando, eres un Black Lestrange, ¿cierto? Tienes las mismas facciones que tu hermana, aunque no eres rubio como ella, la directora del banco.

 

La verdad era que Amara creía que una mujer tan joven no podría ser madre, aunque seguro se ayudaba como ella con la Metamorfomagia. Las expectativas que tenía con el joven eran altas, toda su familia, al menos los miembros de esta que habían llegado con ella, eran grandes metamorfomagos, él no podía ser menos.

 

Al girar para ver a la persona que se encontraba a su derecha, no había podido evitar el achicar los ojos como si eso le ayudara a encontrar el parecido con alguien. No. Para la Argeliana, Beltis no tenía parecido a ninguna persona que se hubiese presentado antes ante ella y eso le creaba un gran conflicto interno, aunque no se lo hizo ver, si la mujer tenía la habilidad todo sería más sencillo.

 

—No me he presentado, mi nombre es Amara Majlis, Arcana de Metamorfomagia, estoy comiendo un rico estofado, acompañenme, alguien nos espera en la mesa.

 

Les dio la espalda caminando en dirección de la mesa al interior de la cocina, con ayuda de la magia puso dos lugares más, no les iba a dar la oportunidad de negarse a comer con ella, así que para cuando ambos jóvenes entraron a la cocina en los lugares libres se encontraba un tazón con el guiso que había cocinado.

 

—Minutos antes de que llegarán, conversaba con el señor Gaunt, sobre la guerra que se fraguaba y la postura de los Arcanos ante esta. ¿Qué saben ustedes de la guerra que está por venir?

 

Era poco usual que ella empezará la clase de esa forma, pero por esta vez le gustaba saber la opinión de sus alumnos acerca de algo que no estaba ajeno al ateneo de habilidades y a la universidad. Ella no quería formar personas que pudiesen hacer el mal con el don de su habilidad, la Metamorfomagia no debía ser usada para dañar al otro, sino para hacer del mundo algo mejor.

Editado por Amara Majlis
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Uno de los retratos, un hombre cansino y de cabellos pelirrojos con algunas canas, llamó su atención. Guardaba cierto parecido con su padre biológico; ¿acaso eran las apariencias que la Arcana de Metamorfomagia había adoptado a lo largo de los años? Sería casi poético que hubiese conocido a Hivolt. Más aún, que hubiese utilizado parte de su apariencia.

Buen día. respondió a la mujer de piel pálida. No le reconocía, al menos, no de momento. Es correcto. Creo que es más intrigante estar aquí, que allá afuera.

Si bien, existía la posibilidad de que ella fuese Amara Majlis, prefirió no emitir juicios tan prematuros. Deslizó los dedos sobre el marco de aquel retrato, cuyo álamo le recordaba a la varita de su padre, que había guardado en el bolsillo del pantalón apenas entró. Percibió un par de pasos que se dirigían al vestíbulo, pues el eco de los mismos aumentaba conforme se aproximaba. Y ahí estaba, frente a ellos, la persona que ambos buscaban.

Le desconcertó un poco la reacción de Amara al verlo, pues él esperaba que lo analizara o algo por el estilo. Quizá lo hacía, de forma muy discreta. Podía notar cierta edad en ella, pero eso era lo de menos; en sus orbes, un rasgo que pocos seres tenían: la sabiduría de haber vivido, sabrá Odín, cuántos años.

¿Qué me delató? repuso, asintiendo con suavidad para corroborar el linaje al que pertenecía. No obstante, encontró el siguiente comentario de la Arcana un tanto ambiguo. La descripción coincidía más con la matriarca, que con Jessie. Curioso, en ese caso se refiere a mi madre, Mía. A menos, claro, que alguien haya manipulado el tiempo y en esta línea temporal, ella sea mi hermana.

Aquello último, parecía poco probable. Pero conocía de antemano, que había cierto libro que permitía violar las leyes espacio-temporales para visitar otras épocas, aunque en calidad de observador. Poseía el objeto, sin poder utilizarlo, pero eso ya era otra historia. Acomodó uno de sus mechones rubios tras la oreja, antes de seguir a Amara a la habitación dedicada a la degustación de platillos.

Con una cabezada, saludó a la otra persona en la mesa. Emmet había sido su jefe durante su breve estadía en el Concilio, así que lo conocía de nombre, más no de vista. Tomó su lugar en aquel espacio que parecía adaptado para recibir a más visitantes. Aguardó unos instantes antes de probar bocado, por si recibirían alguna instrucción o comentario adicional.

La guerra...Es un lenguaje universal. Parece que nunca cambia, en esencia, sólo en partícipes.

Su frase inicial, no era un invento propio; la había emitido Badru, el infame guerrero Uzza. Hundió la cuchara en el estofado, permitiendo a sus fosas nasales experimentar el estallido de sensaciones. El vapor lo reconfortaba: inclusive ahí, se sentía más cómodo que en el recibidor. Se llevó el metal a los labios, disfrutando la combinación de vegetales, sobre todo, la zanahoria.

Perdóneme, Arcana Amara, no puedo emitir una opinión válida respecto a ese conflicto. continuó, tras haber disfrutado de ese momento. He leído algunos de los diarios, pero son verdades relativas, cambiantes. Parece que el Ministerio ha cambiado, o quizá, nos está mostrando su verdadera forma.

Siguió comiendo, consciente de que eran meras conjeturas suyas. Desde que aceptó el empleo en Gringotts, se mantuvo al margen de la comunidad mágica. Es más, había quienes decían que había muerto, o que se había marchado. Si uno lo conocía lo suficiente, sabía que su familia era de las pocas cosas que en verdad le importaban. ¿El resto? Su especialidad era adaptarse.
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Crazy Malfoy se encontraba sentado en un banco de madera a la orilla del lago de los terrenos de la mansión familiar. Una pequeña bandada de pájaros lo observaba desde el suelo, atentos y expectantes como el público de un teatro justo antes de que se levante el telón. No los decepcionó y lanzó al aire un puñado de maíz que las aves se apresuraron a cazar mientras aleteaban furiosamente para estorbar al vecino. Los cuervos fueron expeditivos, más preocupados por picotear a las palomas que por alcanzar el grano. Sin embargo los gorriones revolotearon con agilidad entre las plumas, recabando su premio en taimado silencio.

 

Un portal grisáceo se formó en el aire, enturbiando el cálido ambiente veraniego, y de él surgió un hombre alto de avanzada edad, calvo, delgado y de rostro severo. Vestía una túnica oscura de índole formal y casi cayéndose de la punta de la nariz llevaba unas diminutas gafas de color negro. Era Calvin Coolidge, el anciano secretario y consejero del Malfoy.

 

- Ministro - dijo a modo de saludo -

 

- Calvin - respondió Crazy con una inclinación de cabeza -

 

Coolidge carraspeó incómodo mientras observaba los pájaros, que parecían haber llegado a un punto muerto en su refriega.

 

- Ha sucedido algo - dijo finalmente -

 

- ¿Te refieres a esa declaración de guerra tan pintoresca? - lo miró - Menuda forma de malgastar un dragón

 

- Sí, estamos en guerra

 

- ¿Yo? - Crazy rió secamente - Yo no estoy en guerra con nadie, solo soy un jubilado que alimenta a sus palomas

 

Coolidge frunció el entrecejo, visiblemente confundido. En los últimos tiempos había tratado en numerosas ocasiones de convencer a su jefe de que no abandonara la política y probablemente había creído que un suceso de aquella magnitud conseguiría atemperar su resolución.

 

- Londres te necesita - respondió finalmente con un hilo de voz -

 

Crazy lo observó un instante, dudando si debería explicarle sus motivos y los planes que llevaba años meditando tan cuidadosamente. Su secretario era un hombre fiel, pero de mentalidad cuadriculada como solo los viejos abogados pueden llegar a serlo.

 

- Tengo una cita en la Universidad - dijo finalmente - Me deben de estar esperando ya

 

Coolidge suspiró sin decir nada, siempre disciplinado.

 

- Tranquilo Calvin, no es más que una tormenta de verano

 

El Malfoy se levantó y frente a él surgió una nube de tinieblas que se solidificó en un portal. Antes de atravesarlo le tendió a Coolidge el pequeño saquito de maíz que portaba, convirtiéndolo en el nuevo centro de atención de los pájaros.

 

*****

 

Crazy se apareció en los terrenos de la Universidad frente a la casa de la arcana que le habían dicho que visitara. Vestía una túnica verde oscuro, cuyo único adorno eran sendas hileras de runas antiguas grabadas en espiral a lo largo de las mangas con hilo dorado. La puerta se encontraba abierta, por lo que penetró en el vestíbulo para ser recibido por una curiosa cantidad de retratos fotográficos colgados en las paredes. Le hicieron sentirse ligeramente incómodo, como si todos lo estuvieran mirando fijamente.

 

Se planteó, no por primera vez, si realmente correría por sus venas la habilidad de modificar su apariencia. Superaba los noventa años de edad pero aparentaba apenas la mitad, y unos antiguos tratados mágicos procedentes de la India indicaban que esa circunstancia podría ser indicadora de una capacidad latente, pero no podría estar seguro hasta que lo comprobara.

 

No lo recibió nadie en el vestíbulo, pero decidió no ir más allá y esperar a que lo llamaran. Había conocido a los suficientes arcanos como para saber que aquella mujer lo percibiría al instante.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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Una mujer mayor ingresó a la habitación acompañada del delicioso aroma a estofado. Inmediatamente se dirigió al otro alumno con notoria familiaridad y cercanía. Hablaron de la madre o hermana de él y las facciones que compartían los miembros de su familia. Mientras, Beltis escudriñó de reojo la puerta por la que la arcana había aparecido, deseando poder escabullirse en silencio e ir a comer algo. ¿Sería muy impertinente pedirle que la invitara a comer? No estaba muriendo de hambre, pero casi... Desvió la mirada en cuanto sintió los ojos de la anciana encima.

 

- Beltis Malfoy -dijo a modo de presentación, conteniendo la emoción al escuchar la invitación de la arcana- Oh, sería un gusto acompañarte.

 

La siguió hasta la cocina, Amara iba adelante caminando encorvada. ¿Sería esa su apariencia verdadera o era su apariencia más benévola y cercana? En la mesa se encontró a Emmet. el director del Concilio, esperándolos. Habían coincidido más de una vez en el bando y alguna otra vez por asuntos del Concilio de Mercaderes. Beltis, sin que nadie supiera muy bien por qué y cómo, se las arreglaba para estar en varias situaciones y transacciones que tuvieran que ver con el ministerio.

 

- Qué gusto verte por aquí, Emmet.

 

Se fue a sentar a su lado. Quitó una servilleta de la mesa y se la puso en las piernas. Miró para todas partes deseando ver una botella de vino, pero sabía que sería demasiado pedir un tinto para acompañar las verduras. Aún así, casi podía sentirse como en casa. Dejó que el estofado se fuera atemperando mientras escuchaba sobre la guerra que se había desatado recientemente. ¿Qué había hecho ella? Poco. Se había ido de vacaciones mientras algunos se enfrentaban por un par de profecías. A esa altura de la vida poco le importaban las profecías. Podían ser tan ciertas como falsas dependiendo del cristal que las examinara. Y muchas veces eran un elemento de control muy preciso.

 

- De momento parece que el conflicto se ha ido enfriando. Ojalá no escale a más.

 

Se llevó una cucharada a la boca luego de decir tamaña tontería. Alguien había entrado, sintieron la puerta y los pasos en el recibidor.

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