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● Ars & Vita ● (MM B: 94346)


Adrian Wild
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Con la multitud de máscaras y disfraces no conseguía reconocer a nadie. ¿Habría venido algún conocido? Le di un sorbo a la chispeante bebida que contenía mi copa mientras disfrutaba del ambiente tan festivo. Estaba en una nube. Por fin había podido realizar aquello que tantas veces había soñado.

 

- Mark, ¡Mark! Ve a la barra, corre. La gente va a animarse enseguida -dije mientras le guiñaba un ojo al elfo.

 

Sus ojos se iluminaron. Sabía lo mucho que le gustaba la coctelería y lo que disfrutaba estar tras la barra, contando historias, chistes, bromeando... Le encantaba ser el centro de atención. Pero sabía que ese brillo en los ojos era por algo más... Deseaba con fervor quitarse la máscara que tanto le incomodaba. Sonreí contemplando su mirada suplicante y asentí con la cabeza. Ya se la había quitado casi antes de que yo se lo permitiera, y salió disparado hacia la amplia barra que serviría cualquier tipo de bebida a los comensales.

 

Era noche de disfrute, aunque algunas personas todavía estaban aturdidas por la presentación y otras muchas todavía estaban en camino hacia la azotea. ¿Se habrían atrevido a ir a otros puntos del local? Les había encargado a los elfos que crearan numerosos misterios y pequeñas trampas de las que cualquier mago o bruja podría escapar para amenizar la estancia de los curiosos. Quién sabe lo que éstos habían ingeniado.

 

Entonces vi a una muchacha llegar a la azotea. Parecía impresionada y algo perdida. Wilmo la había acompañado hasta la puerta y luego había desaparecido detrás de ella. Aquella mirada me resultó curiosa y me parecía haberla visto antes. Justo antes, en la presentación del evento.

 

- Hola, ¿estás sola?

 

Vaya una forma de entablar conversación. Ahora se pensaría que quería algo con ella, como esos babosos que se acercan a las mujeres sólo para pasar una noche divertida, algo en contra de lo que no estaba, siempre y cuando no se convirtiera en acoso o un momento incómodo para ella.

 

- Perdona, es sólo que si necesitas ayuda o...

 

Opté por callarme. Callarme y esperar a que me contestara.

 

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@Kira~

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Nymphadora

 

En cuanto llegó a la azotea no pudo evitar fijarse en el inmenso cielo sobre sus cabezas, aunque había varias nubes que intentaban cubrirlo aquello para ella no le hacía perder la belleza. Las nubes también eran parte del paisaje como los árboles que hacen presencia en varios vampos florales. Había visto muchos cielos, tanto despejados como cubiertos de nubes, pero al final siempre acababa siendo el mismo mas de aire sobre sus cabezas.

 

Bajó la mirada al escuchar una voz que le llamó la atención al dirigirse a ella. Se fijó en sus ojos a través de la máscara y le sonrió inocentemente sin haber pillado del todo que aquella primera frase era una típica de los jóvenes para entrar a ligar con alguien. Más bien le parecía una frase por entrar en conversación ya que se veía cuando uno estaba solo o no, aunque siempre cabía la posibilidad de que su campañero hubiera ido al baño o se hubiera perdido. Pero no era el caso.

 

- La verdad es que estoy sola -dijo cuando el chico se quedó sin saber que decir, como si hubiera metido la pata en algo, la verdad es que le pareció muy mono- Apenas conozco a nadie de aquí así que si me explicar un poco que hay que hacer o me acompañas te lo agradecería mucho. -le sonrió, no sabía muy bien si presentarse o no, si era una fiesta con máscara la gracia era desconocer la identidad de esa persona, aunque no era que una máscara como la de ella ocultara mucho y tampoco es que se conocieran. Pero sí daba un misterio mágico en todo eso difícil de descifrar pero que le gustaba.

 

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El grupo de elfos que tocaba en la plataforma elevada en el centro de la azotea comenzaron a tocar una nueva sinfonía. No sabía muy bien de cuál se trataba, pero mantenía el ambiente de época que requería la fiesta.

 

La muchacha, al parecer, se encontraba sola. Me causaba una gran curiosidad y me apetecía hacerle preguntas a mansalva sobre su procedencia, su curioso atuendo oriental y el motivo por el que había ido a la fiesta, pero decidí reprimir los deseos de convertirme en periodista entrometido. Si la conversación lo propiciaba ya me lo acabaría contando o descubriendo con sus palabras y gestos.

 

- Para empezar creo que lo conveniente es que te ofrezca una de éstas -le dije señalando mi copa de cava y fijándome en si pasaba alguno de los elfos encargados del cátering con una bandeja de copas. No tardó en aparecer uno al que paré y agradecí sus servicios tras coger otro cristalino recipiente-. Aquí tienes -dije con una amplia sonrisa mientras le ofrecía la copa a la muchacha.

 

De pronto me quedé sin saber qué hacer. ¿Qué demonios me pasaba? Quizá fuera la profunda timidez que brotaba de la chica lo que me impedía entablar una conversación normal con ella. Sentía que si formulaba las palabras incorrectas la heriría y saldría corriendo, o desaparecería. Tenía un aura muy peculiar, pero dudaba sobre si era una veela. Era demasiado tímida para ello, ¿no? Tampoco me había cruzado con muchas para sacar una conclusión.

 

- ¿Y cómo has acabado en el Ars & Vita? -no lo pude evitar, la curiosidad me sobrepasaba-. Quiero decir, ¿te has enterado en el Callejón de la fiesta o ha llegado la noticia por alguien?

 

Intenté que mis palabras sonaran lo más agradable posible.

 

- Hoy muchos misterios se esconden en todo el local, pero aquí en la azotea todo está preparado para el disfrute y los buenos ratos -le comenté entonces, deseando ver cuál era su interés.

 

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@Kira~

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  • 2 meses más tarde...

No tenía ganas de regresar a casa. Hoy había sido un día difícil y aún me quedaba lo peor, estar en familia, algo que hoy no aguantaría precisamente. Era un día cansino en el que como mi hijo chiquitín tronara en casa con sus juguetes o las mascotas hicieran un poco más de ruido del habitual, me pondría a gritar. Necesitaba un descanso. Por eso, me detuve en las afueras del callejón, por donde había estado caminando, pensativa, y me di cuenta que si seguía caminando, saldría del pueblo.

 

Retrocedí para volver a casa cuando vi la fachada blanca del negocio de mi hermano. No es que quisiera algo en especial pero me di cuenta que hacía mucho tiempo que no le veía. Sabía que estaba en el Ministerio en algún trabajo pero desconocía en cual. Me sentí incómoda por no haberle dedicado un tiempo, por lo que decidí acabar con esa ignorancia.

 

Entré.

 

Siempre me había encantado aquel lugar aunque creo que lo habían reformado desde la última vez que estuve en él. El color azul era el predominante. Me acerqué al mostrador donde había dos elfos y pregunté por mi hermano y si podían decirle que había venido a verle.

 

-- Díganle que su hermana Sagitas quisiera tomar algo con él, si no está muy ocupado.

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- ¿Qué...?

 

Escupí un par de papelitos que tenía pegados en la lengua, reseca. No supe hasta después de un buen rato cómo estaba mi cuerpo colocado exactamente. Era una postura extraña, y a juzgar por el dolor de cuello que tenía, llevaba mucho tiempo así. No veía absolutamente nada. Un pequeño resplandor salía por debajo del filo de lo que supuse que sería una puerta. Intenté incoroporarme. Me dolía todo. Hasta las pestañas. No sabría muy bien decir dónde apoyé el pie, pero me resbalé y volví a caer. Entonces descubrí que me hallaba sobre montones de hojas de papel, pergaminos y rollos de papel más grueso.

 

Ya sabía dónde estaba. Pero, ¿cómo demonios había llegado hasta allí? Me incorporé de nuevo, con cuidado de no volver a pisar otro montón de papeles que me hicieran resbalar y tanteé mi cuerpo. Una pajarita, nada, unos... as... ¿Una falda? Y estaba descalzo, porque sentí que algo me quemaba en la planta. Me había cortado al pisar las hojas de papel. Volví a escupir papelitos y sentí que algo caía de mi cabeza. ¿Eso era confeti?

 

Alcancé el picaporte de la puerta. Giré el pestillo que había y la abrí. El golpe de luz diurna me cegó por unos momentos. Arrugué el gesto y esperé a que el impacto fuera pasando. Lo primero que vi fue a Saburns con cara de circuntancias y a Bolinda con esa característica expresión de acabar de ahogar un grito.

 

- ¿Qué ha pas...?

 

Mis ojos enfocaron un poco más allá del mostrador de recepción. Justo en frente de mi, de pie y con una expresión que no podría definir, había una mujer con el pelo violeta que me miraba fijamente.

 

- ¿Sagitas? --arrugué de nuevo el gesto y apreté mis ojos con las manos, notando más confeti cayendo de mi pelo, completamente enmarañado. Todavía estaba atolondrado y no sabía ni si estaba soñando. Volví a abrir los ojos y la realidad me dio un golpe aún mayor que el de la luz. Grité--: ¡MANA!

 

No sabía si taparme o no. Simplemente me quedé como un pasmarote, esperando algo que activara mi sistema nervioso.

 

 

@ (mil gracias por pasarte, te adoro)

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  • 1 mes más tarde...

Me sentí feliz al vez a mi hermano y pronunciar su nombre. Tenía la respuesta en la punta de la lengua: "Vaya, mano, te acuerdas de mi nombre..." pero ésta se quedó pegada a mi paladar, con las manos a medio gesto de apertura para darle un abrazo. Miré su cara y fui bajando poco a poco por su cuellos, sus hombros, su torso, su barriga, su... ¿falda? hasta llegar a sus pies, uno de ellos ensangrentado. A medida que la mirada descendía, mi boca se iba abriendo más y más con un gesto de sorpresa.

 

-- ¿Lo qué...? -- conseguí pronunciar, con esa quietud que señalaba que alguien me había lanzado un Petrificus. Pero no, moví un dedo, moví dos, moví tres... No estaba petrificada. -- ¿Mano...?

 

Bajé las dos manos y me acerqué, con cuidado, resiguiendo su figura de nuevo, fijándome mejor en los detalles. Huy, no, mejor no seguía mirando. Alargué la mano y toqué una pegatina redonda y brillante que tenía junto a... ¿pajarita?

 

-- ¿Confetti? Hum... ¿Tienes algo que explicarme, Adrian? Es curioso esta combinación de falda, pajarita y pie que deja un leve rastro de sangre en el suelo... ¿Seguro que no necesitas ir a San Mungo, hermano? -- No añadí que si quería ir a la ala de psiquiatría porque quedaría feo. Pero lo pensaba.

 

 

 

OFF.-

 

Necesitaba huir de la realidad de hoy, Adrian, perdona mi rol tan bajo. Besos.

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Mi cabeza parecía comenzar a funcionar con algo de normalidad, pero un fuerte dolor me atenazaba, como su me estuvieran estrujando el cerebro. Recuerdos torpes llegaban a ella, pero estos se vieron pausados por las palabras de la pelivioleta que, con algo de recelo, se había acercado a donde me encontraba.

 

- ¿San Mungo? --acerté a decir, sin comprender todavía muy bien a qué venía aquella propuesta. Entonces miré mi pie algo ensangrentado, el rastro que había dejado tras mis pasos y el terrible gesto de horror de Bolinda--. Ah, no, no pasa nada. Esto se cura ahora... Bolinda, por favor, respira, y cuando puedas limpia eso... Y creo que habrá que ordenar un poco el cuarto --terminé por decir al recordar de dónde había salido.

 

Mi mirada, que hasta ese mometo divagaba, se paró en el rostro de Sagitas. Todavía mostraba algo de desconcierto, por lo que en mi interior una voz me decía que debía aclarar sus dudas, pero al mismo tiempo tampoco conseguía recordar todo lo que...

 

- Em... --Algo si se había venido a la mente--. ¿Por qué no viniste?

 

De entre todas las imágenes que me asaltaban la cabeza, la que de pronto me golpeó con fuerza fue aquella en la que estaba junto a la barandilla de la azotea mirando hacia la puerta de la entrada, con el inmenso deseo de ver una melena violeta atravesar los jardines.

 

 

OFF

 

@ Y precisamente para eso está el foro, para abandonar por momentos la realidad y poder evadirnos de crueldades como la del otro día. Ya vi por las redes que estabas bien y todo. Gracias por pasarte. Mil besos.

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  • 3 semanas más tarde...

Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas

Eobard Aldrich Black Lestrange, empleado

 

Había tenido que correr bastante para alcanzar el siguiente local en su lista, que se encontraba casi al final de Callejón Diagón. Por suerte, su experiencia con encantamientos le permitió mantenerse fresco y seco, sin tener que experimentar una incómoda sensación de fatiga. Se encontraba frente a Ars & Vita, un negocio que se dedicaba al disfrute del espectador.

 

Cruzó con cuidado el jardín principal que le separaba de la entrada, mirando de vez en cuando las fuentes y bancos que decoraban el paso. Parecía el lugar ideal para relajarse después de un día de compras. O de trabajo. Pero al Black Lestrange todavía le quedaba bastante por hacer. Las puertas de cristal se abrieron por sí solas para su buena suerte, ahorrándole valiosos segundos.

 

¡Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas! Vengo a hacer de su conocimiento la reciente campaña de registro de criaturas que se está llevando a cabo. comentó, mirando alrededor. La estancia parecía tranquila, o al menos lo había estado hasta su llegada. Alcanzó a escuchar el eco de su voz durante unos segundos más.

 

Consciente de que alguien se pasaría pronto a atenderlo, decidió dejar la información que se le había indicado. Depositó el pergamino sobre uno de los sillones, tocándolo con la punta de su varita para que emanara chispas azules en señal de que requería atención. Contenía lo siguiente:

 

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Agradecemos su cooperación, y esperamos que tenga buen día. se despidió, regresando por el camino que había cruzado para llegar al hall. Buen diseño de lugar, por cierto, muy minimalista. agregó, sonriendo ligeramente antes de proseguir con sus pendientes.

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~

No tenía ni la menor idea de cómo había llegado a ese lugar tan de repente. Lo único que recordaba era pasear por la entrada del pueblo con su violín a la espalda dentro de su estuche, cuando de pronto dio vuelta a una calle que no conocía, ¿O la conocía pero le costaba recordar? Daniel había estado lejos varios años y en ese lapso de tiempo habían ocurrido bastantes cosas. Una de ellas había sido una experiencia bastante perturbadora, y era el haberse reencontrado con la criatura que lo había hecho lo que ahora era: un vampiro sediento y, a pesar de que al joven le desagradara, el deseo de la sangre era algo que no podría evitar por más esfuerzo que pusiera. Alimentarse era vital.

 

A causa de aquél incidente, aquél encuentro con su creadora, Daniel se encontraba mucho más tenso en aquellos días y hasta podría decirse que malhumorado. El vampiro solía pasar el tiempo en silencio, alejado de las personas y en esta ocasión era tal su frustración que bien podría volverse ermitaño durante todo el mes. Daniel respira para calmarse ya que sabía que tales actitudes no estaban bien y, de repente en un recuerdo muy fugaz, le llega a la memoria el recuerdo de su padre, quien le decía siempre que ninguna persona debía pagar por los malos momentos que estuviese pasando él. Aquellas palabras las guardaría siempre...

 

¿Ars & Vita?

 

Se pregunta plantándose de frente a la escuela, en el momento justo para no chocar contra la puerta de entrada, ya que el joven se había desviado de su camino y terminaba frente a una escuela de arte por error. Aquello era una verdadera suerte, ya que el muchacho amaba las artes y en especial la música. deseaba continuar con su formación, cosa que había dejado truncada desde ese trágico incidente que le costaría su humanidad...

 

No duda en entrar, como era obvio, y al hacerlo pudo percatarse de la peculiaridad del recinto. Era un estilo bastante extraño al que estaba acostumbrado ya que el joven había vivido en otra época, y sus lugares de distracción solían ser del estilo que Daniel conocía, de siglos atrás, ¿Minimalismo? En su época aquello habría sido el equivalente de una casa vacía, sin vida. Mas sin embargo podía notar que si en ese tiempo lo creía así, estaba totalmente equivocado.

 

Qué interesante escuela...

 

Llega a recepción, totalmente perdido, ido de la cabeza. Quien le viese en ese momento pensaría que el joven sufría de algún trastorno nervioso sin ser verdad. En recepción encuentra las fichas de inscripción y, luego de leerlas muy atentamente, saca una pluma que llevaba consigo. No era una de esas modernas con tinta dentro de un delgado tubo, sino una pluma de su época, de ésas que se sumergen en el tintero para hacerlas capaces de realizar los trazos. Luego escribe.

 

FICHA DE INSCRIPCIÓN PARA LA ACADEMIA "Ars & Vita"

Nombre: Daniel Garrett

Edad: 23 años

¿Por qué quieres entrar a nuestra academia?

Amo el arte y siempre he querido consolidar mis conocimientos, desde hace tiempo dejé estancada mi formación musical por un pequeño problema de salud, y me gustaría retomarla.

Clases que quieras recibir:

Música, me interesa ser músico instrumentista, en especial aprender a tocar el violín. También me gusta mucho el pianoforte.

 

Una vez que entrega su ficha, se pasea un poco por el lugar, no estaría mal reconocerlo un poco para, en caso de ser aceptado, ya haberse familiarizado un poco con él. Curiosamente, a pesar de apenas haber entregado su ficha, Daniel sentía una especie de emoción, una alegría muy grande que no entendía de dónde podría salir, pero que le retornaban a aquellas épocas en las cuales, siendo un humano normal, se esforzaba en aprender todo lo que le impartían en su antigua escuela de arte.

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La visita de mi hermana me había reconfortado. Sólo podía pensar en eso y en la impresión que se llevó al verme con el trasnochado aspecto de la fiesta de la mascarada. Tomé un pergamino pequeño del escritorio y, humedeciendo la pluma grisácea en el tintero, comencé a escribir en él.

 

Espero que se te haya pasado la conmoción del otro día. Ya me encuentro mejor, gracias por acompañarme a San Mungo. Estoy en el Ars & Vita. Me gustaría verte para charlar tranquilamente y sin desmayos. Te tengo una sorpresa. Si no puedes acudir porque te lo impiden tus obligaciones, envíame de vuelta a Nix con la contestación.

 

Un beso de tu hermano que te quiere,

Adrian.

 

 

Acaricié la cabeza de Nix que esperaba pacientemente en el alféizar de la ventana. Enrollé el pergamino y se lo até a una pata.

 

- Llévaselo a @.

 

Sin más gesto que un leve parpadeo, la lechuza salió volando, perdiéndose a los pocos segundos en la inmensidad del azulado cielo.

 

- ¡Resiliencia!

 

El animal con aspecto de gato me miró sin sobresaltarse. Se había subido al escritorio y estaba empezando a pisotear todos los pergaminos que tenía sobre él. Lo cogí en brazos y lo bajé al suelo.

 

- Mira que no te vuelvo a traer. Vale que quieras inspeccionar, pero no me destroces nada.

 

Pareció entenderme. Se me quedó mirando sin parpadear y después, se dio la vuelta y se tumbó en uno de los sillones. No me dio tiempo más que a sentarme en la silla de ruedas cuando alguien tocó a la puerta.

 

- Adelante.

 

Bolinda abrió la puerta y entró en el despacho, emocionada.

 

- Señorito Wild --su voz casi no podía con la emoción--, un... un...

 

- ¿Un qué Sabina? --pregunté con dulzura y paciencia.

 

- ¡Un alumno!

 

- ¿Un... alumno?

 

¿Alumno de qué? ¿De Hog...?

 

- ¡Aaaaaaay!

 

Llevaba tanto tiempo con la academia parada que se me había olvidado por completo que dirigía, aparte del teatro, una escuela de artes escénicas. Me levanté de inmediato del asiento y seguí a la elfina por el pasillo, en dirección a las escaleras.

 

- También han traído esto --me dijo entonces la elfina mientras bajábamos, enseñándome un panfleto luminoso.

 

Al parecer el Departamento para el Control y Regulación de Criaturas Mágicas había lanzado una campaña para registrar a todas las criaturas del país. Me guardé el papel en el bolsillo del vaquero. Ya revisaría si Nix y Resiliencia estaban registradas; de momento, tenía cosas mejores que hacer.

 

Frente al mostrador de recepción esperaba pacientemente un muchacho joven, casi de mi edad. Aunque en aquel mundo la edad era tan relativa como el resto de cosas. El aura que desprendía y su aspecto coincidió con mi primera impresión: era, sin lugar a dudas, otro de mi especie.

 

- Buenos días --saludé una vez hube entrado en su ángulo de visión y se hubo percatado de mi presencia--, me llamo Adrian Wild. Soy el director.

 

Aquellas palabras salieron casi como una broma. "Director". Jamás había pensado que me autodenominaría así.

 

- Me han dicho que quieres inscribirte en la escuela, ¿cierto?

 

Tomé el pergamino que me pasó Bolinda y revisé los datos.

 

- Un problema de salud... Vaya --miré su aspecto, jovial e indudablemente vampírico--, espero que ya estés bien --dije con cortesía. Revisé de nuevo el papel--. Así que violinista --al alzar de nuevo la vista, reparé en el estuche que llevaba colgado a la espalda; sí, era un violín.

 

No quería intimidarle ni parecer demasiado hablador, así que esperé a que hablara antes de atosigarle a más preguntas que mi curiosidad hacía brotar sin control en mi mente.

 

 

@@Daniel Garrett Un placer, cualquier ayuda que necesites, mi lechucería está abierta ;)

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