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● Ars & Vita ● (MM B: 94346)


Adrian Wild
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Llevaba ya varias semanas en el país, sin embargo seguía sin sentirme cómoda, de echo sospechaba que nunca iba a estar gusto en aquel lugar. Los occidentales eran difíciles, demasiadas diferencias, por no mencionar el hecho de estar teniendo una mala suerte horrible, hasta el punto de creer que realmente estaba bajo alguna maldición. En mis planes nunca había estado la idea de quedarme una temporada, pero la culpa había sido mía, por no planificar bien los gastos.

 

En aquel momento me encontraba frustrada y no podía evitar sentirme como una turista. Caminaba sin rumbo por el callejón, mirando los negocios, intentando memorizar el recorrido, esperando que algún día lograse perder esa sensación de extrañeza. Pero por el momento solo necesitaba portar una cámara de fotos para parecer una simple visitante extranjera.

 

No sabia cuanto tiempo llevaba caminando cuando me detuve en seco, mi mirada se posó sobre un negocio de aspecto bastante particular. Fruncí el ceño mientras me percataba de la enorme diferencia que había entre lo que tenia ante mi y el resto de locales colindantes. No tenia ni idea de que clase de negocio seria, pero inevitablemente sentí la necesidad de adentrarme en aquel jardín.

 

Desconfiada fui caminando lentamente, observando la vegetación que decoraba aquel jardín. Aun que todo parecía indicar un camino a seguir, no sentía el apuro de descubrir el interior del extraño edificio, el cual se ubicaba al final del recorrido. Mis ojos se distraían simplemente contemplando el entorno, al tiempo que mi sentidos se calmaban al experimentar el agradable aroma que inundaba el lugar.

 

El enfado y malestar que me embargaba empezó a desvanecerse al tiempo que decidía descansar en un banco situado cerca de una fuente. Dudosa centré mi atención en el agua que caía hipnoticamente mientras intentaba despejar mi mente, pero no lo conseguía, demasiadas cosas habían pasado y aun no podía asimilarlas. Por no hablar de que ahora debía vivir bajo el techo de una mansión que no me resultaba siquiera segura.

 

Suspiré y arranqué de manera brusca una flor del arbusto mas cercano. La sostuve delicadamente mientras apreciaba su frágil belleza, pero esa tranquilidad se evaporó cuando terminé por arrancar violentamente los suaves pétalos blancos. Tal vez al final había hecho mal en escapar de casa, al igual tendría que haber aceptado el destino que me habían preparado... en ese momento ya no sabia que pensar.

 

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Tras un leve destello, Orión se había aparecido en la puerta de Ars & Vita. Fue cuando el viejo mago arrugó la nariz al ver dónde se encontraba. Sabía a primera mano que lidiar con artistas era todo un tema. Otra certeza que tenía era que sus empleados, hijo y sobrina, no habían regresado de la visita que habían hecho más temprano ese día. Eso podía significar dos cosas, o no se resolvió nada, o se habían complicado los temas. En cierta forma esperaba lo peor.

 

Y es que, pensaba él, ¿cómo podría un ex empleado suyo saltarse esas regulaciones? Podría ser un papelón. Su nombre estaría manchado. El profeta diría que tan corrup… Se dio cuenta que no le interesaba tanto. Capaz los metía a todos en un barco y los deportara mañana. O se haría el tonto como si nada hubiera pasado.

 

- ¿Hola? Vengo por el Ministerio.

 

Su voz no era del todo feliz. Llevaba su varita dentro del bolsillo de un pantalón de vestir. Iba con el atuendo típico cuando trabaja, camisa blanca y zapatos negros. En su izquierda un maletín negro con papeles pertinetnes.

 

- Venimos a controlar la situación migratoria de los trabajadores y trabajadoras de este establecimiento. ¿Adrian se encuentra? ¿Mis colegas están?

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Bolinda, sala de reuniones, primera planta, con Mark

 

- Vamos Mark, no pasa nada.

 

- ¿Le has visto cómo me ha lanzado? Parecía una ardilla voladora, como las que vimos la otra tarde.

 

No pude evitarlo y reprimí una risita. Adoraba el humor que Mark empleaba casi siempre, incluso en las desgracias, pero reirme ante su dolorida cara no lo vi cortés. Hacía mucho tiempo que lo conocía, desde antes que acabáramos con Adrian (cómo odiaba tener que llamarle por su nombre y no poder decirle "amo", no sabía como Wilmo lo soportaba... Quizá porque llevaba toda su vida con él). Ambos habíamos empezado como elfos del que terminó por consagrarse como un gran empresario de túnicas y abalorios, muy reputado, pero nuestra mala ventura nos había llevado a vivir de la caridad, y eso para dos elfos domésticos significaba vivir de nada, de abusos y polvo. Pero siempre habíamos permanecido juntos. Apreciaba mucho a Mark. Era mi amigo.

 

- ¡Pero bueno...! --rechisté francamente molesta por lo que acababa de ver a través del ventanal que daba a los jardines frontales.

 

Una muchacha se había sentado en uno de los bancos al lado de una de las fuentes y había arrancado de un precioso arbusto de flores blancas una de ellas, de forma muy brusca que no me había gustado nada. ¡Pero qué se había creído! Si quería destrozar propiedades ajenas que se fuera a la casa de sus padres. Alerté a Mark de aquel hecho, puesto que me miraba extrañado por mi anterior exclamación, y entonces le dije, viendo cómo se terminaba el vaso de zumo recién exprimido:

 

- Como vuelva a verla hacerlo se va a enterar de lo que cuesta cada flor de ese arbusto.

 

 

Adrian Wild, vestíbulo, con Sagitas y Hayame

 

Mi pregunta tan espontánea seguramente había aturdido a Hayame, a la que ni siquiera le había preguntado cómo se encontraba y cómo lo estaba llevando. Una lechuza se coló por la puerta que se había abierto al paso de otra figura y dejó un cartel sobre el mostrador de recepción; no estaba ahora mismo para más eventos. Al marcharse por la misma puerta, me fijé en la persona que había entrado. Era Orión, y seguramente viniese en calidad de nuevo director del departamento. Miré a la pelivioleta (¡ya me la había liado!) y a la embarazada.

 

- Jo... er --dije en tono de reprensión a la payasa mientras agachaba la cabeza--. Vale, está bien, metéos en esa sala --dije señalando la sala que teníamos al lado, "Il Fragore"--, Hayame, necesito que si veo que es urgente que me salvéis de la situación, salgáis de ahí simulando que te has puesto de parto. No admito ninguna queja, la payasa me ha metido en este lío y ahora, por venir con ella, las dos tenéis que ayudarme. ¡Y espero que no haya que cancelar el espectáculo porque entonces si que me vais a ayudar asaltando vuestras bóvedas en Gringotts! --Todo aquello se lo dije en un susurro, apuntándolas a ambas con el dedo--. Tendremos que tener un código preparado --Agité mi varita e hice aparecer mis dos espejos comunicadores, entregándole uno a Sagitas--. Te quedarás con este espejo, da igual que no nos veamos, los tendremos activos para escucharnos. Si necesito que activéis la operación "PARTO URGENTE" diré estas palabras: "Ellos sólo quieren actuar". ¿Entendido?

 

No pude darles tiempo a que me respondieran. Levanté a Hayame del sofá y las medio empujé hacia la puerta de la sala. Me giré guardando el espejo en el bolsillo trasero de los jeans que llevaba. Caminé con paso decidido hacia Orión, que interpelaba a Melinda, la cual iba cargada con un cesto lleno de telas, y observé a Maida y Elliot, justo a las espaldas de su director, que habían estado todo aquel rato hablando entre ellos, seguramente especulando sobre lo ocurrido.

 

- ¡Orión! Qué bien verte de nuevo --dije en una amplia sonrisa--. Maida y Elliot están justo ahí, frente al mostrador. Ya me han comentado que al parecer hay alguna irregularidad con los papeles de la compañía de circo a la que estoy alojando estos días, y ya les he comentado que su director y productor, Nikolay, me entregó los visados temporales. Ven, vamos de nuevo con ellos, ¿o te vas a encargar personalmente? Por favor, intentemos resolver este malentendido cuanto antes, los pobres tienen que empezar el ensayo general, estamos todos muy liados y al borde de un ataque, ¡la función es mañana!

 

 

@ @Orión Yaxley @@Hayame Snape Potter Black @@Li Xue Liu

Editado por Adrian Wild

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Nikolay le sonaba extranjero. Ahí se dio cuenta que el pobre Adrian no estaba del todo ligado al problema. Pero, era propietario. Cosas que tenía que saber sí. Cuando le indicó que sus empleados estaban en el mostrador intentó ubicarlos con la mirada. Ya habían desaparecido. Un poco aliviado, sabía que si estaban caía regaño hacia ellos. Por cuanto, el reto sería otro día.

 

- Resolvamos entonces.

 

Guardó silencio y le hizo un par de señas para seguir a un lugar un poco más privado.

 

- Te comento que las irregulares no vienen por una cuestión de sistema. No es que salió un pergamino indicando la entrada de tu grupo artístico. Nos han llegado algunas notificaciones desde el cuartel de Inquisidores que un grupo delictivo llamado Mortífagos están usando magia oscura para sus propios propósitos y nos han enviado una lista de sospechosos. Algunos de sus trabajadores tienen contacto con estos.

 

Carraspeó.

 

- Ya sabes que defender los ideales es algo noble, pero pueden llegar a afectar la seguridad interna del país. ¿Puedes mostrarme los formularios? Empecemos con el tal Nikolay.

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No estaba en una posición muy cómoda en aquel momento. Además de ser algo bobalicona por creer en los demás, nada me decía que fueran malas personas, aquellos actores de la compañía que había salvado de sus problemas en Rusia. Yo siempre daba por hecho que la gente era buena, hasta que me demostraban lo contrario, así que había confiado en ellos, sin comprobar antes su pasado delictivo. Aunque eso tampoco me hubiera convencido del todo sobre que fueran o no malas personas, puesto que yo misma tenía un pasado poco confiable en algunos aspectos y me consideraba la más mejor del mundo mundial.

 

Así que me mantuve firme. La Compañía era de fiar.

 

Esperaba...

 

Había puesto mi nombre en ello. Y encima, ahora, me ganaba una reprimenda. Me encogí un poco, mi hermano intimidaba cuando hablaba así, bajito.

 

-- Bueee...noooo... Ilegales... Así como ilegales... hum... sólo un poco. Y no todos. Los bichos traen sus papeles en regla.

 

Sonreí. Era un problema menos, ¿no? Bueno, tal vez no...

 

-- ¿De Internacional...? ¡Demonios! ¿Y qué hacen aquí? ¿Por qué los has llamado? ¿Es que no puedes llevarlos a la cafetería y que tomen algo mientras los escondemos en algún sitio? -- sí, bueno, se nos desbancaba un poco la situación. -- ¡Ay, pobres! Perseguidos por todas partes... ¡Qué triste es la vida de los emigrados por necesidad!

 

Negué varias veces con la cabeza, intentando buscar una solución para aquel problema. Di unos cuantos pasos en círculos. Suspiré.

 

-- ¿Podemos llevar a Haya a algún sitio donde pueda sentarse? Esta es capaz de ponerse a parir ahora. Necesita descansar y, tal vez, estirar los tobillos por delante. No, no es para morirse, es para que no se le hinchen.

 

Nos dijo que nos metiéramos en una habitación donde se estaba haciendo un ensayo. Protesté porque decía que le había metido en un problema.

 

-- ¡Eh! Qué fue sin querer. ¿Es qué ya no se puede tener buen corazón en este país? -- Gruñí pero obedecí. Antes de entrar del todo me giré: -- Oye, que eso del asalto a Gringotts puede ser una buena idea. No mi bóveda, claro pero... ¡Jo, no empujes! Vaaaaale, Operación Parto Urgente si todo se sale de madre y tú pronuncias "Ellos sólo quieren actuar". ¿Quiénes "ellos"? ¿A cuántos te refieres?

 

En cuanto la puerta se cerró, olvidé lo que me había dicho y me metí el espejo en el bolsillo, maravillada por lo que veía.

 

-- ¡Aaah, amo el teatro clásico! Esto es teatro clásico, ¿verdad?

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Dorothy se desplazaba tranquilamente sobre las calles, su mirada viajaba de un lado a otro y se depositaba en las fachadas coloridas de los locales, en las plantas de las esquinas, en los conos de helado que sostenía uno que otro niño y en el rudimentario piso de piedra gris. Los débiles rayos del sol que aún quedaban ya no atacaban furiosamente su piel, más bien actuaban como una caricia cálida y sutil.

 

Se había enterado por oídos ajenos de una irregularidad dentro del Ars & Vita, y ella, como nueva reportera del Profeta, no quería que se le escapara absolutamente nada. Estaba dispuesta a recorrer centímetro a centímetro todo el Callejón Diagon, el pueblo de Ottery e incluso el Ministerio de Magia. Sentía el deber de informar a la comunidad mágica —sin artimañas ni rodeos, y de la forma más honesta y profesional —, los acontecimientos que sucedían día tras día en el entorno.

 

Se detuvo ante la entrada y aguardó unos segundos. Realmente se encontraba nerviosa, su último trabajo, hacía más de tres años, había sido como empleada en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional, y recuerda que sus funciones principales eran sellar pasaportes y autorizar visas de permanencia, difícilmente llegó a salir de las oficinas.

 

Finalmente decidió entrar, aunque antes miró para ambos lados, tal vez otro de sus compañeros decidiría unirse. Escondió su cámara fotográfica y vuela-plumas, pensando que era mejor entrar como cliente y no escandalizar a nadie. Si había algo que esconder no serían los más honestos con la prensa, de eso no había duda alguna. Desde la primera planta podía escuchar algunas discusiones en un idioma que no era precisamente el de ellos, ‘’Ruso, quizás…’’ pensó ella con duda. Había escuchado de un espectáculo que armaban, no era difícil imaginar que surgieran riñas de cuanto en cuanto entre los empleados. Pero no era solo eso, algo más estaba ocurriendo.

 

Viendo que una de las puertas estaba entreabierta se acercó a una de las salas y asomó su mirada. ¡Era una lástima no estar lo suficientemente cerca como para identificar sus rostros! Eran dos brujas y un mago, aunque este último salí casi inmediatamente, no sin antes entregarle un objeto a otra de las brujas (el cual no supo reconocer). Una de ellas estaba embarazada ''¡Pero qué barriga tan grande! Seguro y da a luz pronto'' Ya se imaginaba el enunciado de su nueva nota ''Parto inesperado —o no tan inesperado— en negocio mágico’’ Trató de acercarse un poco más, seguro lograba escuchar algo…

 

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Mi mente viajaba a la deriva en los recuerdos del pasado, los restos de la flor destrozada aun estaban en mis manos y aquello me traía recuerdos de mi niñez. Recorrí el jardín con la mirada mientras me preguntaba quien seria el responsable del mantenimiento del lugar, quien habría cuidado con sumo cuidado cada planta durante años. Apreté los labios mordiéndome el labio inferior cuando a mi mente vino un recuerdo en especial.

 

Cuando era pequeña había sido una niña aplicada, criada bajo la estricta mirada de mis padres. Mas sin embargo esa mirada no aguardaba amor ninguno y eso lo fui notando con los años. Mis primeros intentos de llamar su atención sucedieron justamente en el amado jardín de mi madre. Ella nunca se había tomado el tiempo de contemplarlo, en el fondo siquiera le había importado, pero necesitaba que todo fuese perfecto, por el simple hecho de aparentar.

 

Siendo consciente de la importancia que tenia para mi madre, un buen día me dispuse a destrozar la hermosas plantas del jardín. Al principio mis impulsos fueron llevados por la tristeza, pero cuanto mas flores destrozaba mas furiosa me sentía. Satisfecha de mi fechoría esperé impaciente la reacción de mi madre, pero esta no actuó como yo había esperado. Toda su ira fue a parar a nuestros elfos, los cuales se llevaron cruentos castigos impuestos por mi padre. En aquel momento fui totalmente ignorada.

 

Desperté de mi ensimismamiento al escuchar sonidos y mis ojos observaron a un mago bien vestido entrar al local. Respire tranquila al comprobar que tanto él como la bruja de cabello castaño que apareció a continuación habitan ignorado mi presencia. En aquel momento no me apetecía para nada tener que fingir interés por socializar, así que me parecía perfecto que nadie me interrumpiese.

 

Volví a mirar el arbusto de flores blancas y arranqué de nuevo varias de ellas, creando así un pequeño ramillete. Sonreí con malicia al pensar en el enfado que se llevaría el encargado del jardín, cuando descubriera todas aquellas hermosos pétalos cruelmente destrozados. Mi comportamiento era algo infantil, lo admitía, escaparme de casa había conllevado el descubrir que nunca había madurado y lo difícil que me estaba costando hacerlo.

 

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No creo que decirle "tal", haga que Nikolay sea más receptivo contigo, tío —saludó de pronto Maida, uniéndose a la conversación.

 

Hacía unos minutos se había perdido en la mente, mientras trataba de unir todos los personajes que pronto se habían congregado en el recinto. Ahora, al menos ella, parecía haber salido de su estado de confusión. Elliot por otro lado, sencillamente había optado por primero verificar los documentos vía Ministerio, así que se había quedado sola. Lo bueno es que de alguna u otra manera, un Yaxley siempre parecía llegar a rescatarla, y ahí estaba el mismísimo Director del Departamento.

 

Vamos a tener que disculpar a mi primo, nos va a enviar las notificaciones desde el Ministerio, si es que encuentra las certificaciones de ingreso y esas cosas —comentó moviendo la mano en el aire como si estuviera enumerando cosas que tanto Adrian como Orión, ya sabían—, eso de sostener las entrevistas me parece bien. Si no hablan bien el idioma puedo ayudarte con el ruso, alguna similitud en las raíces tienen con mi lengua natal. Aunque claro, si quieren estar un tiempo aquí, quedaría excelente en los formularios que intentaran hablarlo al menos.

 

Sacó de su bolsillo lateral una vuelapluma y un pergamino, carraspeó antes de dejarle la posición correcta a los utensilios sobre el mostrador y preguntó a Adrian.

 

¿Cuántos son en total?

 

@Orión Yaxley @@Adrian Wild

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Adrian Wild, vestíbulo, con Orión y Maida

 

¿Mortífagos? Eso seguro que no lo sabía la payasa, porque como me hubiera recomendado una compañía que tenía estrecha relación con mortífagos, era para matarla. No supe qué contestarle a Orión, todo aquello me pillaba de sorpresa. Yo, lo único que sabía, era que había contratado a una compañía, cuyos papeles tenía archivados en mi despacho, que estrenaba mañana su obra. Una compañía rusa de circo mágico... Tampoco era algo tan extraño. Y quizá por eso la tapadera fuera perfecta: un grupo nómada del que nunca se va a sospechar por sus idas y venidas constantes.

 

Deseé con todas mis fuerzas que aquello no fuera cierto. Era el responsable absoluto de todo lo que acontecía en aquel local, pero además, era ex-empleado del departamento regulador de inmigración; si todo aquello era verdad, me enfrentaría no sólo a un bochorno doble, sino a una casi doble ilegalidad.

 

Maida se acercó a nosotros y el otro muchacho desapareció, al parecer para revisar de nuevo los certificados entrantes en el Ministerio. Miré hacia la puerta de la sala donde se habían escondido Hayame y Sagitas. ¿Sería un buen momento para pedir su ayuda?

 

- Pues... ocho, más Nikolay, nueve en total. El grupo de técnicos y regidores es de una empresa inglesa que he contratado para la ocasión --dije contestando a la jefa de departamento, confundido e intentando mantener el temple en la voz.

 

Es lo único que pude contestar.

 

 

Bolinda, sala de reuniones, primera planta, con Mark

 

- ¡¡Pero bueno!!

 

No había vuelto a arrancar una, ni dos flores blancas, ¡sino seis por lo menos!

 

- Se va a enterar esa jovenzuela descarada...

 

Y antes de que Mark pudiera retenerme, chasqueé mis dedos y desaparecí, apareciéndome justo frente al banco donde se sentaba aquella muchacha. Era una joven de rasgos asiáticos. Nunca la había visto por el pueblo, y era bastante destacable, puesto que aquellos rasgos no eran muy frecuentes por allí. Por lo que sabía, la magia oriental era muy diferente a la de aquí; y nunca había conocido a ningún elfo o elfina que procediera de allí.

 

- ¿Cómo se atreve a arrancar así flores de una propiedad privada? ¿Usted sabe, señorita, lo mucho que cuesta mantener un jardín así? No, claro que no lo sabe, porque para eso estamos los elfos domésticos, para mantener todo lo que ustedes ni siquiera podrían hacer con magia. Me parece de una desvergüenza que haga eso aquí. ¿Por qué no se va a su casa a destrozar el jardín de su familia? --La miré de arriba a abajo--. Menuda descarada.

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Por supuesto, me preocupé de mi hermana embarazada. La dejé sentadita. Después, con la conciencia tranquila, me puse a mirar, chafardear mejor dicho, entre los miembros de aquella compañía. No me acordaba que fuera tan numerosa cuando la escondí en los carromatos del circo y los traje a la ciudad. Nunca les había visto actuar. En ningún momento me había cuestionado que fuera malo hacer eso porque la mente humana es libre, vuela, y sus dueños también han de volar si son perseguidos. Sin embargo, que estuvieran allá los de internacional y que Adrian se lo estuviera tomando tan mal, me hacía pensar que, tal vez, debiera haber pedido antes un certificado de ... ¿Refugiados, existía eso? Me encogí de hombros. Aquello que hacían era bonito, así que ya pensaría en los problemas más tarde.

 

Seguro que sería una inspección sin importancia.

 

En momentos así, mi sentido del espectácul0 se crece y me puse a aplaudir cuando una de las muchachas empezó a hacer cabriolas en la cuerda. Aquella variante no la conocía.

 

-- ¡Dioses! ¡Eso ha sido espectácular! ¿Puedo intentarlo?

 

Hice un movimiento desdeñador con la mano cuando la muchacha dijo que podía romperme el cuello.

 

-- ¡Bah, mi hermana me lo cura! ¿Me enseñas? Ha sido apoteósico.

 

Siempre consigo lo que quiero, así que me quité la ropa superflua y me quedé en un sujetador sencillo que me sujetaba lo suficiente para que no molestara en el ejercicio, junto a la fajita de ejercicios. Descalza, trepé por la cuerda y me afiancé allá arriba. ¡Me encantaba el funambulismo! Esta variante en vertical sonaba A L U C I N A N T E.

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