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● Ars & Vita ● (MM B: 94346)


Adrian Wild
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Aquello era algo a lo que no estaba acostumbrada, pasar desapercibida. Ya no lo estaba cuando sólo era una payasa de circo pero desde que era Warlock me abrumaba el reconocimiento de la gente, que me saludaba o no, que me paraba y hacía peticiones o que pasaban de largo al darme un vistazo... Pero no estaba acostumbrada a que entrara una persona, pasara a mi lado y ni siquiera me viera.

 

En cierta manera, mejor. No era un momento de relación social; ya se encargarían los elfos de atender a la joven esbelta con pelo melena hasta la cintura de un color negro azabache. He de reconocer que me sorprendió su soltura al llegar hasta la escalera y soltar un grito, acompañado de un sonoro bufido. Sonreí, seguro que no me había visto porque se hubiera comportado como la niña angelical que parecía. Preguntó por una tal Maida que imaginé sería una elfina. Seguro que era alguien del teatro, puesto que yo no conocía al staff del negocio de mi hermano.

 

Después supe que no era del equipo de servidores del teatro porque la elfina con la que estaba hablando, la que me había llamado tan cómicamente "señora Warlock" la interpelaba y le decía que estaban arriba. Terminé de calzarme los zapatos tras la mirada de reojo que me lanzó la criatura y la sonreí. Me hacía gracia que intentara frenar a la chica oriental que sería bastante clavada a la otra que subía las escaleras si no fueran por esos rasgos de la otra raza del otro lado del planeta.

 

-- ¿Qué te hizo? ¿Intentó entrar a ver la función sin pagar la entrada? -- fue un comentario jocoso porque notaba que ella intentaba librarse del amarre, aunque sin éxito. Después endurecí mi faz en un gesto de preocupación. -- No, Adrian estaba delante de mí y... desapareció. No creo que le diera tiempo de subir antes de que yo le viera, aunque...

 

Guardé silencio un segundo. Todo Circo, o en este caso teatro, tiene sus puertas traseras que sólo conocen el dueño y los elfos. Sí podría haberse escabullido sin que yo lo viera.

 

-- Vale, te sigo por si acaso.

 

Ahora caminé con los zapatos puestos, cuyo tacón dejaba sonar demasiado mi pisada en el silencio del lugar. La elfina era pequeña pero corría así que tuve que acelerar mi paso para no perderla. Cuando abrió la puerta, me llegó su pregunta y sonreí aunque de forma triste.

 

-- ¿Ves? Te lo dije. Adrian desapareció delante de mis narices.

 

Ahora estaba preocupada.

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  • 2 semanas más tarde...

- El señor Adrian salió con un señor del Ministerio. Un señor Yaxley si mal no recuerdo.

 

Nikolay no era el prototipo ruso por excelencia. Parecía que sus padres se habían tomado un par de licencias poéticas en su creación. Era de estatura media, con cabello oscuro peinado hacia atrás y ojos marrones. Tenía un bigote muy de artista. Estaba vestido muy a la moda contemporánea. Toda su contextuar física iba acorde con la de la vida cirquera. Y tenía esa aura de que te podía dejar sin un galeón en dos segundos.

 

Podríamos decir que estaba un tanto nervioso. La oficina de su jefe estaba llenándose de gente desconocida y sentía que lo ponían en una situación un poco difícil para actuar. Se volvió hacia Maida que era con la que tenía que hablar. Sabía que los documentos que buscaban estaban dentro de uno de los cajones del escritorio.

 

Ágilmente los sacó y los puso sobre el escritorio.

 

- Como verán, todo está en orden. Sellados por su departamento por funcionarios en el año pasado.

 

Era fundamental para cualquier mentiroso, creerse su propia mentira.

 

- Ahora si me disculpan, hay un show que ensayar.

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  • 1 mes más tarde...

Bolinda, en el despacho de Adrian Wild

 

 

- ¿Se ha marchado sin decir nada?

 

Solté de pronto la muñeca de la chica que llevaba presa. Aquello me extrañaba mucho. Miré atentamente los papeles que reposaban sobre la mesa y a los que hacía alusión aquel hombre ruso. No me gustaba nada aquel caballero. Sabía que tenía un acuerdo legal con mi amo y que sólo estarían un par de meses entre nosotros, pero su aspecto era... Demasiado peculiar para mi gusto. Yo prefería señoritos y señores de los de siempre, de los que siempre iban bien acicalados y gustaban de nobles quehaceres. Sí, quizá no trabajaba en el sitio adecuado para mi gusto, pero no podía elegir; el amo Adrian se había portado muy bien conmigo y con Mark.

 

Por lo que pude desetrañar de la escena, todas las personas del Ministerio venían en busca de aquellos papeles que ahora se revelaban, para comprobar que todo estaba en regla.

 

- Disculpen mi intervención, señoras y señores, pero no creo que puedan concluir en nada sin la presencia de mi amo, el señorito Wild --Entonces me dirigí exlusivamente a las empleadas del Ministerio--: Cualquier cosa que necesiten estoy segura que el señorito Wild volverá pronto para atenderlas, pero mientras, necesitamos que la compañía de circo empiece con su ensayo general; mañana es el estreno --¿Pero es que todavía no se habían enterado?--, y a todos nos gustaría poder descansar antes de un día tan importante.

 

Entonces reparé en que mi mano estaba vacía. Me giré con urgencia y comprobé que la muchacha a la que había cazado minutos antes destrozando el jardín.

 

- Pero tú te quedas conmigo abajo, en recepción, hasta que venga el amo.

 

En ese preciso momento, otra figura, maquillada como una puerta y vestida con unas medias transparentes, un ajustado maillot blanco repleto de brillantes y unos zapatos de tacón perlados, apareció en el pasillo. La miré de arriba a abajo. Se la veía algo aturdida. ¿Había bebido?

 

- ¡Uy, cuánta gentre! --El acento ruso era innegable--. ¿Se encuentrra aquí el dueñññño? --No parecía estar de muy buenos humos. Entonces reparó en la presencia de su jefe--. ¡Ah! Nikolay. Estás tú aquí. Más fásil. Dimito.

 

Y dando un paso incierto y tambaleante hacia atrás, giró con mucha gracia sobre sus talones e intentó emprender la marcha lo más recta posible hacia las escaleras.

 

Era cuestión de segundos que la "estrella" del espectáculo se estrellara escaleras abajo.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Una elfina bastante alterada detuvo mis pasos, obstruyendo mi subida por las escaleras - Ok... - Susurré extrañada. Dos mujeres más iban con ella, escaleras arriba donde seg{un estaban la tía Maida y el abuelo, o bueno eso esperaba. ¿En que momento se me ocurrió acudir a este lugar? Las cosas eran extrañas, y tratar con extranjeros era cada vez más raro que la anterior. Subí las escaleras de ultima, deteniéndome de vez en cuando para ver las fotos a ambos costados.

 

Una pequeña puerta abierta al final del pasillo donde estaban las brujas y la elfina me indico que ese era el despacho - Permiso - Dije pasando de ellas y observando a Maida dentro - Hasta que te encuentro ¿Donde anda el abuelo? - Pregunté, esperando sin tener respuesta debido a la voz que de afuera se escucho. Una mujer vestida bastante estrambótica con un acento desconocido para mi se dirigía al único hombre del cuarto - Madre mía - Fue todo lo que dije al ver como la mujer se caía segundos después por las escaleras.

 

Solté una risa que inmediatamente fue tapada por mis manos.

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  • 2 semanas más tarde...

Sobre el cielo las estrellas y la luna desplegaban un resplandor intenso permitiendo que los alrededores del Callejón Diagón estuvieran iluminados. Desde esa posición Litsy se sentía tranquila; nada malo podría ocurrirle, incluso a esas horas. Calculó la hora y deliberó la posibilidad de recorrer unos metros más para luego retirarse. Si bien, la idea de recostarse no era tan apetecible como la de visitar sitios nuevos.

 

Dobló una porción de la tela de su vestido para quitar la sensación de manos sudorosas; sin embargo no fue lo suficiente para lograr su objetivo. Dirigió su atención hacía un negocio que constituía la famosa calle, y sin pensarlo ni recoger datos acerca de la tipología del mismo se dirigió hacía la entrada principal.

 

Pudo distinguir que su interior poseía las mismas características físicas que su presentación externa: era todo maravilloso y con una excelente estructura. Litsy imaginaba que los materiales que constituía esa gran institución de Artes, eran de una excelente calidad y perdurarían una la mayor cantidad de años que pudiera imaginar.

 

De manera autónoma, y olvidándose de sus manos sudorosas, se dirigió hacía la cartelera. Hacía meses que había considerado realizar una actividad que mantuviera su cabeza ocupada y era una buena oportunidad para recoger información de los cursos.


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Caminaba por el callejón mientras pensaba que necesitaba con algo de urgencia encontrar alguna actividad para mis hijos, no era sencillo hacerse cargo de un empleo, un negocio y un par de demonios de 11 años, en plena adolescencia y con algunos “poderes”. Me sentía algo abrumada por ellos, intentaba ponerles toda la atención posible, pero mis otras actividades requerían también de mí. Suspiré era complicado ser madre, con mis otros dos hijos no había pasado por esa etapa, me sentía algo abrumada y más aún perdida, necesitaba encontrar la forma de que estuvieran ocupados, en lo que el curso de Hogwarts empezaba y podían empezar su instrucción.

 

 

Cuando yo era pequeña mi padre se había encargado de mantenerme ocupada y así distraerme de sus “negocios”, idiomas, artes, música, había estudiado de todo, aquello había elevado mi nivel de cultura y eso era algo de las pocas cosas que podía agradecer a ese “hombre”.

 

 

Sacudí la cabeza intentando alejar los malos recuerdos, tenía que enfocarme en el aquí y ahora, y en todas las cosas buenas que estaban pasando en mi vida, entre ellas justo mis dos pequeños, Nadime y Josué.

 

 

-Ojalá su padre interviniera un poco…- admití pensando en voz alta.

 

 

Y como si la solución a mis pensamientos se materializara frente a mis ojos, un edificio se alzaba frente a mis ojos Ars & Vita, rezaba el letrero, mis ojos se iluminaron ¡claro una escuela de arte! Eso era justo lo que necesitaba para mis pequeños demonios, un lugar donde pudieran expresarse e incrementar sensibilidad y mantener ocupada su mente en cosas positivas.

 

 

Sin pensarlo más me dirigí al local, dispuesta a pedir informes y cuanto antes inscribir a mis pequeños. Empujé la puerta y el lugar era un pequeño caos, gente iba y venía sin que ninguno me prestara mucha atención, seguí avanzando hasta el mostrador, tampoco había nadie.- Hola...-salude sin respuesta por lo que seguí andando.

 

 

Llegue hasta una escalera, me detuve algo dudosa de seguir adelante, y de pronto ante mis ojos una figura femenina rodó por la misma sin que yo tuviera apenas tiempo de reaccionar.

 

 

-Oh Merlín…- dije asustada y preocupada- ¿Está usted bien?- pregunté a la maltrecha y deslucida dama que yacía a mis pies.

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  • 4 meses más tarde...

Contemplé la fachada del teatro de mi hermano y volví a sentir el nudo en el estómago. Adrian había desaparecido y me sentía muy culpable. Había sido mi familia. La mía. No la de él. No la de nadie. La de mis ancestros asesinos...

 

Aspiré aire con fuerza y entré con paso lento en aquellos hermosos jardines. Contrastaban con todo esplendor contra la lejana fachada blanca del edificio. Aspiré los aromas y decidí que no estaba preparada aún para subir los escalones y enfrentarme a la ausencia de mi hermano. Por ello, busqué uno de los bancos blancos y dejé que mis sensaciones reprimidas emanaran por cada uno de mis poros hasta que llorar fuera sólo la solución factible.

 

Demasiado tiempo sin él... Demasiado tiempo secuestrado... Demasiado tiempo que estropeaba todo lo que tocaba...

 

-- Tal vez hubiera sido mejor morirme junto a mis padres -- murmuré, bajo la lluvia de lágrimas que mojaban mi blusa color perla. Si no hubiera sobrevivido a aquel ataque, las cosas hubieran sido tan diferentes...

 

Pero el pasado no se puede cambiar. No podía viajar a él y morirme. No podía retroceder para matarme a mí misma... Ese era un pensamiento horrible. La magia debía existir para hacer el Bien. La magia era la posibilidad de enmendar errores, no hacerlos más graves. Bajé la mirada a mis pies calzados con unas sencillas bailarinas negras y musité una plegaria.

 

-- Madre Naturaleza, Diosa Tierra... Permíteme encontrar a mi hermano vivo... -- La rabia se desató, de repente, en mi corazón, y exploté. No me gusta llorar. -- Porque mía es la Venganza y como no pueda recuperarlo, mataré a todos los que nos hicieron daño.

 

Me asusté de mí misma. ¿En qué me diferenciaba de aquellos asesinos?

 

"En nada", me dije, en silencio. Pero en mi mirada no había terror al reconocer lo que pensaba. Había determinación. Hay gente que no se merece seguir viva. Mis ojos se hicieron más pequeños ante esa reflexión. Estaba tocando una línea muy fina que no podía cruzar. "Ya la has cruzado alguna vez", volví a pensar. Y me mordí el labio inferior, con rabia.

 

Era cierto. No sé cómo lograba disimular que era esa tan buena sacerdotisa de la que todos hablaban. Me mordí con fuerza los nudillos de la mano izquierda, buscando la redención en el dolor. La gente caminaba por la entrada de aquel lugar, ajenos al dolor que sentía dentro. Algún niño despistado miraba al interior y le odiaba, por seguir vivo. Algún mago pasaba y, al ver mi mirada, aceleraba el paso. Una chica pasó cerca y me pareció reconocerla.

 

-- ¡Felicity! ¡¡@!!

 

De repente, me alegraba verle y necesitaba a alguien cerca con la que hablar. Alguien que no estuviera al tanto de todo lo sucedido en la familia en los últimos meses y que escuchara mi rabia sin asustarse.

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El tiempo no pasa en vano, pensó Felicity para sus adentros mientras caminaba por las solitarias calles del Callejón Diagón. Tiempo atrás vivía rodeada de magos y brujas las veinticuatro horas del día, acudía frecuentemente a eventos no solo del Ministerio de Magia sino también de personas de las altas esferas sociales pero, por lo que podía apreciar, muchos conocidos habían abandonado Londres en los últimos años (sobretodo meses) y, a diferencia de la bruja de largos cabellos cenizas y enjuta figura, no habían vuelto.

 

Recordaba algunos aurores de su vida pasada así como algunos mortífagos y se extrañó al pensar que, a excepción de la gala de San Valentín hacía unas semanas, no hubiera visto a ninguno más. Eran tiempos difíciles, sin lugar a dudas, pero aquello no podía seguir así. Debía de encontrar a viejos mortífagos y buscar algún lugar donde poder reunirse hasta que las aguas se calmaran y todo volviera a su cauce.

 

Se tocó el antebrazo izquierdo con la mano contraria, sintiendo muchísima nostalgia.

 

- ¡Felicity! ¡¡Felicity Malfoy!!

 

La bruja paró en seco y fijó la vista hacia el negocio "Ars & Vita", de donde parecía proceder la voz que la llamaba. No recordaba haber entrado jamás pero si había pasado millones de veces por delante aquel pequeño jardín inglés de la entrada y respirado el dulce y fresco aroma de sus muchas flores.

 

Su tía, Sagitas Potter Blue la llamaba desde un banco blanco donde se encontraba sentada. Le devolvió el saludo con una mano y empezó a acercarse. Su tía no parecía tener muy buena cara. Se preguntó para sus adentros cómo la había reconocido oculta con aquellas oscuras telas como iba cuando cayó en la cuenta de que la holgada capucha se le había escurrido hasta los hombros, seguramente por ir completamente sumida en sus pensamientos.

 

- ¡Tía! ¿Cómo estás? no pareces tener buena cara... - se sentó a su lado en el banco - Londres tiene un aspecto muy diferente ¿verdad?

 

Miró al cielo, aunque evidentemente no se refería al tiempo, sino a la gente, a la situación...

 

- Yo no sé ya de quien fiarme. Si es que la gente pasa de todo, si es todo una pantomima... pero prefiero ir oculta por si acaso. Desde Azkaban dudo poder hacer mucho por nuestra sociedad mágica - fingió bromear pero la verdad es que lo decía totalmente en serio - ¿en quién confiar? Necesito saber si hay algún informe mío en el Ministerio antes de campar a mis anchas. Estoy un poco cansada de cambiar de aspecto, ya sabes, en fin... ¿qué te sucede? ¿estás aquí sola?

Mortífaga retirada
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No respondí la primera vez que ella me dijo que hacía mala cara. Era cierto. Todo lo sucedido había hecho mella en mí, de forma directa e indirecta. ¿Cuánto hacía que no dormía un sueño reparador? ¿Cuándo mi mente había dejado de pensar en el secuestro de Adrian para pasar al peligro que corría mi nieta no-nata? ¿Cuándo había dejado de buscar a la asesina de mi prima?

 

Suspiré y le sonreí de forma mecánica, indicándole que se sentara a mi lado, en aquel banco. Al menos, allá, el aroma de las flores invitaba a relajarse y no tenía a ningún familiar directo al que responder sobre el futuro de la Mansión Potter Black.

 

-- ¿En serio, sobrina? ¿Londres ha cambiado? No me había dado cuenta...

 

Era cierto que los propios problemas en Ottery me habían privado de fijarme en la capital londinense. ¿A qué se referiría? Cuando sentí sus pensamientos, fruncí el ceño, algo inquieta.

 

-- ¿Esconderte...? ¿Azkabán...? ¿Tienes que explicarme algo, jovencita? -- Sonreí porque no era quien para imponer una figura materna en ella. Felicity hacía tiempo que había volado de la mansión y que tenía sus propias ideas. Aún así, esperaba que la mención de Azkabán fuera mera broma, de las que solía hacer yo misma.

 

Empezaba a preocuparme en serio. Más.

 

-- ¿Por qué debieran tener un informe de ti...? El Ministerio sólo persigue a los...

 

Palidecí. ¡Vaya con los Dioses...! Quería relajarme y Fee me daba más motivos de inquietud. Levanté la ceja en mi forma inquisitiva predilecta, dándole una forma de "uve".

 

-- ¿Has dado motivos para que el Ministerio te persiga...? -- bajé la voz en esa pregunta, sin saber realmente si quería que la respondiera. Suspiré y volví a mi voz normal. -- He buscado la soledad de forma expresa. Tengo que entrar a buscar un objeto personal de Adrian y... no me atrevía.

 

Bajé la mirada hacia mis pies. ¿Quién era yo para cuestionar los follones en los que pudiera estar metida mi sobrina si yo estaba pensando en matar a alguien?

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Bolinda, elfina recepcionista

 

 

Miraba la pantalla que se extendía como un holograma en medio del aula, hacia donde todos los asientos y mesas se dirigían formando dos semicírculos cuyos extremos permitían el tránsito hacia el interior y el exterior de aquel espacio circular creado. En ella podía verse el nuevo logo del Ars & Vita y el título "Nuevo Plan de Reestructuración y Propaganda del Ars & Vita (MEI DEI, EL NEGOCIO SE VA A PIQUE)". Sentada en una de las sillas miraba aquella portada, nostálgica, incluso había identificado algo de frustración. Pero el sentimiento que más me preocupó fue el de rencor. Se trataba del plan que Adrian había llevado a cabo cuando reestructuramos el Ars & Vita. Fueron unos meses estresantes pero para mí fue una de las épocas doradas de nuestra relación e incluso del negocio. Crecía, se renovaba y Adrian empezó a confiar tremendamente en mí. Y ahora, había vuelto a desaparecer. Sin dar ninguna señal de vida. De pronto llegaba la incertidumbre, el negocio parecía sostenerse sólo porque el edificio seguía en pie, porque lo manteníamos en pie, pero en realidad flotaba en un vacío, de gente, de magia, de arte. Me frustraba, me desesperaba, pero no podía hacer nada porque no había recibido ninguna indicación, no había programación y la poca que había dejado pautada antes de que se marchara comenzaba a desaparecer también. Volvíamos a naufragar.

 

Estaba harta. Me dolía sentir rencor. Algunos de nosotros, por lo menos yo, le debía mucho. Él, con su desorbitada energía y bondad me había sacado de la miseria y me había dado ánimos para trabajar, siempre tratando de hacernos sentir como iguales... El repentino abandono después de esta última temporada en la que estábamos tan unidos, en la que trabajábamos como un equipo había sido un verdadero palo. El incidente de la compañía de circo rusa había sido solventado, o al menos eso era lo que Adrian me había dicho. ¡Hasta me había acostumbrado a llamarlo por su nombre! "Una elfina decente jamás debería permitirse llamar a su amo por su nombre de pila; eso implica crear una relación cercana con el humano, y eso está terminantemente prohibido", aquellas palabras resonaban en mi cabeza, aquellas que una vez había aprendido y jamás había olvidado. Y ahora estaba allí, sentada en aquel aula, sintiendo rencor por el amo que de nuevo nos había abandonado y había dejado todo a la deriva. Había dejado de ser una elfina decente. Eso me hundía aún más.

 

- Se acabó.

 

Con un chasquido de mis dedos la pantalla desapareció y me levanté de un salto. Había tomado una decisión. Salí del aula y busqué a mis compañeros, a todos, Mark, Groulin, Saburns y Melinda. Suponía que Wilmo estaría en la mansión de la familia, pero él siempre andaba de aquí para allá con su amo o su familia; era cierto que de vez en cuando venía a ayudarnos, pero también hacía tiempo que no se había pasado. No podía contar con él. Una vez hube congregado a todos en la sala "IL FRAGORE", me subí al escenario y anuncié mi decisión.

 

- Compañeros, no podemos seguir a la deriva. Adrian desapareció de nuevo sin dar ninguna explicación, la programación se esta acabando y la academia está más que parada. --Notaba sus ánimos menguados, incluso su pasotismo--. Cada vez que nos abandona es lo mismo: mantenemos lo que hay programado, procuramos que todo siga igual, pero poco a poco vamos perdiendo al dirección hasta que caemos en el abismo de la incertidumbre. Pero se acabó. --Aquello pareció sorprenderles. Mi tono determinado y resuelto surtió el efecto deseado--. Cuando empezamos a trabajar aquí él nos dijo que confiaba plenamente en nosotros, en nuestra gestión. Pues bien, he decidido que voy a tomar el control y vamos a gestionar nosotros mismos el negocio. Vamos a tomar nosotros las decisiones.

 

Las reacciones fueron variadas. Sorpresa, miedo, duda, desparobación y.... ¿Por qué Melinda me miraba así?

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