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● Ars & Vita ● (MM B: 94346)


Adrian Wild
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- Miada, que bueno que te nos unas.

 

Dio un paso al costado para darle espacio a ella. Levantó el maletín que llevaba desde que entró y se abrió el paso. Le había pedido de forma amable que le mostrara los papeles y no hubo una respuesta directa por parte de Adrian. Sin tapujos se metió hacia dentro de la escuela y teatro. Después de todo tenía la autorización que necesitaba, la de él. Y, encima, si Adrian no tenía nada que esconder no le importaría.

 

Y es que, detrás del mostrador había una puertita que intentó abrir. Al ver que estaba con llave giró su varita y deshizo la cerradura. Se giró y se encogió de hombros, sabía que Adrian entendería la acción. Así es como entró en la oficina de registros. Sacó de su bolsillo el monedero mocke y del que retiró una runa Kenaz. Murmuró un encantamiento revelador para que algún documento resaltara entre los papeles.

 

Una carpeta salió de la estantería y brilló con una tenue capa azul. Levantó las cejas y suspiró como si al fin encontró lo que buscaba. Se acercó y tomó aquello, que lo llevó a la mesa. Con la varita lo abrió y comenzó a ojear las páginas. Rumeó un poco.

 

- Veo que existen contratos firmados a una compañía de actores. Pero, yo no sé si estas personas son las mismas que tienes tú en la escuela. Además, si es que entraron legalmente al país, porque si bien tienen contrato, este tiene que estar registrado.

 

Se giró y apoyó su trasero en el borde del escritorio.

 

- ¿Existe algún otro lugar donde tengas esta documentación? Copias de sus pasaportes, como también del trámite en la ventanilla única. Porque si no lo tienes ahora, acá, me temo que tendrás que acompañarnos devuelta al Departamento.

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Mis ojos estaban fijos, contemplado el ramillete que sujetaba con ambas manos. Por un instante me sentí fuerte, en mi poder estaba el decidir si terminar con la integridad de las delicadas flores. Era algo sencillo y sin valor alguno y sin embargo en aquel momento por primera vez sentí que tenia el poder decidir sobre otros. Pero esas flores no tenían sentimientos que doblegar, destruirlas solo daba una satisfacción efímera.

 

Cerré mis puños y sentí como cada pétalo cedía al poder de mis manos, sonreí con infantil satisfacción hasta que un súbito chasquido alertó mis sentidos. Dí un respingo sobre el banco al observar ante mi a una elfina con cara de pocos amigos. Apreté fuertemente las flores sin dejar de mirar con extrañeza a la criatura ante mi, esta aprovechando el factor sorpresa comenzó a regañarme con total autoridad.

 

Entreabrí la boca un segundo dispuesta replicar, pero aquella elfina hablaba tan rápido y con tanta histeria, que preferí reclinarme sobre el respaldo del banco y dejarla terminar de parlotear. Me resultaba graciosa escucharla hablar, se le veía realmente enfadada y no comprendía porque tanto drama por unas simples flores. Definitivamente la elfina se hubiera llevado bien con mi madre, eran las dos tal para cual en lo que respectaba a la santidad de un jardín.

 

Mi semblante se mantuvo serio todo el rato, dando incluso a entender que me estaba aburriendo, sin embargo dejé que acabara su monologo. Una vez que regresó el silencio, moví rápidamente mis manos y lancé al aire los restos de las flores, las cuales comenzaron a caer sobre nosotras llenando nuestros cabellos de pétalos.

 

-¡Mira es como confeti!- gritaba al tiempo que veía los pétalos caer -¿Por qué tanto drama?- pregunté mientras me quitaba un pétalo enredado en mi cabello -Yo no veo ningún cartel de "prohibido arrancar flores" -dije mientras extendía los brazos y miraba a ambos lados -ve, no hay nada.

 

Volví a mirar a la elfina, me incliné hacia ella, y le sonreí encogiéndome de hombros

 

-¿Si tanto le preocupaba sus amadas flores, por qué no puso alguien que las vigilase?- Le miré con fingida ingenuidad, me puse en pie y le di la espalda mostrando respeto nulo. Me dispuse a seguir quitándome los restos de flores, ignorando la presencia de la criatura.

 

@@Adrian Wild

Editado por Li Xue Liu

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Era la primera vez que veía en acción al Director del Departamento, y antes de poder siquiera darle las gracias por el saludo, avanzó. Maida le dirigió una mirada amable a Adrian, los tiempos para ser cordiales estaban pasando ya a segundo plano y ella no iba a ir en contra de los mandatos de su jefe. Eso era algo que estaba segura, él entendería. Le sonrió para caminar detrás del patriarca Yaxley.

 

Sigo sin entender del todo como puedes confiar tanto en las runas —masculló mientras trataba de ver por dónde era que Kenaz había develado todo lo que el Yaxley indicaba—, pero en fin, son cosas tuyas. Si vas por un inconveniente con los visados, Adrian, estaremos solo un momento en el Departamento, y de encontrarse irregularidades, no tendremos otra salida que avisar al Departamento de Seguridad Mágica. Supongo que ya lo sabes, sin embargo, si tus artistas no están dispuestos a cooperar, todo se va a salir de nuestras manos.

 

Trataba de seguir en su posición conciliadora, porque primero, consideraba a Adrian un buen tipo, lo veía como alguien a quien le estaban tratando de hacer pisar el palito. Es más, tenía la sensación de que las personas que estaban revoloteando por ahí podían ser más culpables que él mismo. Que realmente el tema no era la documentación sino lo que ocultaba. ¿Por qué entonces Orión no veía eso en las runas? ¿Era porque estaba equivocada o porque él no había planteado la pregunta correcta? Se palpó el bolsillo y tocó por encima de la tela las runas de madera que ella llevaba consigo desde que pasó la clase, solo por costumbre, jamás las había usado.

 

¿Cómo exactamente te vienes a enterar del lío? —preguntó al dueño del local.

@Orión Yaxley

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Adrian Wild, dentro

 

Orión se comportaba muy metido en su papel como nuevo director del departamento. Demasiado. Tanto que estaba empezando a irritarme su tono "súper oficial". ¿Cómo se atrevía a meterse en la cabina de archivos sin permiso?

 

- ¿Para eso no hay que tener un perm...? --callé, perplejo, al ver a Maida seguirle los pasos.

 

¿Pero qué era ahora yo? ¿Un delincuente? Esperaba que al menos no se atrevieran a entrar en mi despacho como si estuvieran en su propia mansión. Orión salió del archivo con un montón de papeles que no se correspondían con aquellos que él estaba buscando. Aquellos papeles no eran los contratos de la compañía rusa; los suyos los tenía arriba, en el despacho. En el archivo sólo iban a parar los más antiguos, según iba haciendo limpieza en mi archivero personal.

 

- Esos contratos no son los de esta compañía --dije sumándome a su tono formal, aunque algo más seco--, son de la tercera compañía de actores a la que contraté con su obra "Dementores en tacones". Muy hilarante. Mucho más que el nuevo carácter del "señor director" --dije con profunda indignación, arrebatándole a Orión de las manos los papeles--. Efectivamente, los papeles que buscas, tanto los contratos como los visados que me facilitó Nikolay, están en mi despacho. Yo no voy a ninguna parte, no todavía, primero os rogaría que subiéseis a la segunda planta. Voy a buscar a Nikolay para que nos acompañe en nuestra reunión, que creo que será más conveniente que la hagamos arriba, y no aquí en medio. Esta gente tiene que ensayar.

 

Entonces me planteé si decir la frase salvadora, aquella con la que la "Operación Parto Urgente" se activaría. Tenía el espejo todavía en el bolsillo trasero de mi pantalón, lo notaba, estaba activado, Hayame y la pelivioleta me estarían escuchando todo el rato... Pero... No, todavía podía aguantar yo aquel chaparrón. Mientras que Sagitas controlase a Hayame y a la compañía que supuestamente conocía tan bien.

 

- Por favor --dije haciéndoles una indicación al director y a la jefa de departamento en dirección a las escaleras, esperando no obtener ni una sola palabra más.

 

Y sin más espera, me introduje en la sala donde la compañía ya parecía haberse calmado y termianaba las preparaciones para el ensayo general.

 

- ¿Nikolay? ¿Dónde está Nikolay? Ah, ahí estás, ven conmigo, sí, de inmediato. Tenemos que resolver un problemilla antes de que empecéis. ¿Dónde está Sagitas? Ella se puede quedar al cargo de... ¿Sagitas? ¿Sagitaaaas? ¿Manaaa? ¡¡Sagitas!! ¡Qué narices haces subida a esa cuerda! Mira que como tengas un accidente el negocio no sé si puede hacerse responsable de más problemas... Ay, mira, payasa... --parecía que no me escuchaba bien--. ¡¡QUE TE QUEDAS AL CARGO DE ESTE... CIRCO!! --Sí, en aquella situación estaba bien dicho--. POR FAVOR, QUE TODOS ESPEREN PREPARADOS EN SU PRIMERA MARCA PARA CUANDO EMPIECE EL ENSAYOOOO.

 

Entonces localicé a Hayame en una de las butacas y me acerqué a ella para susurrarle:

 

- Por favor, que no se mate. Y recuerda estar pendiente del espejo.

 

Le indiqué a Nikolay que me acompañara fuera y ambos salimos. Iba con paso apresurado y ni siquiera me detuve a coger el ascensor. Subimos por las escaleras sin mediar palabra alguna. ¿Acaso él se esperaba lo que iba a encontrarse en el depacho? ¿Era todo aquello una broma de los de Internacional como la de enviarme a un paradero desconocido solo?

 

Entré en el despacho seguido del director y productor de la compañía circense rusa.

 

- Ya estamos aquí --les indiqué a los dos responsables del departamento.

 

 

Bolinda, en el jardín, con Li Xue Liu

 

Las palabras se me atropellaban en la boca. Quería decirle de todo a aquella muchacha descarada, pero no era capaz de ordenar ni las sílabas. Empecé a tartamudear de la furia que me entró. ¿De dónde se sacaba aquella mocosa aquellos modales? Soplé uno de los pétalos blancos que se había quedado pegado a mi respingona nariz. Un nudo se formó entre la boca de mi estómago y la garganta, retorciéndose cada vez más... Cada vez más... Hasta que volvió a arrancar unas cuantas flores más.

 

- ¡SE ACABÓ!

 

La cogí de la muñeca sin importarme absolutamente nada: ni la autoridad que ella como bruja tenía sobre mí, ni el daño que le pudiese ocasionar, ni que tropezara por el camino. Tiré de ella hasta hacerla entrar en el local y una vez en el vestíbulo, empecé a llamar a la única persona que podría interceder por mí en caso de que aquella muchacha atentara contra mi elfidad.

 

- ¡AMO WIIILD! ¡AMO WIIIIIIIILD!

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✤ Viajero de la noche ✤

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- Entiendo que sean viejos. Vamos por los necesarios entonces.

 

Orión bufó por lo bajo ante la acusación de Adrian. Levantó la ceja. Esto ya se estaba volviendo un poco peliagudo. Lo había experimentado un poco en carne propia a ese tipo de maniobras evasivas y lo entendía como una forma de evitar decir la verdad. Y es que, Orión había llegado a la escuela con un proceso rutinario. Iba a controlar unas visas, contratos de trabajo y ya. Pero, tanta resistencia, siendo que había pedido dos veces los papeles necesarios y nada.

 

Decidió darle una última oportunidad y esperó junto con Maida en el segundo piso. Miró un poco por el salón de reuniones, husmeando lo que podía. El despacho de Adrian tampoco era algo tan diferente a lo que se imaginaba.

 

Sin embargo, aún no veía ningún papel legal.

 

- Maida, me gustaría que te quedes aquí controlando los papeles que se encuentran. Recuerda que deben estar sellados por nuestro Departamento de forma legal. Creo que puedo llamar a Zoella para que te venga a ayudar en caso de realizar entrevistas.

 

Se acercó a una de las ventanas y antes de volver a hablar, la puerta se abría de par en par. Adrian acompañado por alguien… demasiado ruso. Pobre, parecía rojo de todo lo que estaba sucediendo. Si es que la obra estrenaba mañana, bueno, Orión se imaginó que estaría igual que él.

 

- Nikolay, un gusto. Orión Yaxley de Cooperación Internacional. Gracias por su tiempo. De todas maneras, lamentablemente tendremos que hacer un cambio de planes.

 

Giró su cabeza hacia Adrian y colocó su mejor cara de cooperación.

 

- Con el Sr. Wild iremos de camino al Ministerio. Muchas trabas para algo que tendría que ser más sencillo me está levantando muchas sospechas y me gustaría revisar cosas con él en el Departamento. Maida se encargará de revisar toda documentación proporcionada por el Señor aquí dispuesto, Nikolay.

 

Orión le indicó continuar por el pasillo. Bajaron las escaleras sin decir ni una palabra. El Nigromante sabía que se estaba ganando el odio de su ex compañero. Pasaron por la puerta del local. Él iba por detrás de Adrian controlando sus movimientos, como si lo hubiese arrestado de alguna manera. Tenía su varita apuntando a distancia.

 

- ¡ADRIAN, CUIDADO! ¡NOS ATACAN! –gritó Orión señalando uno de los tejados de un negocio vecino.

 

Fue ahí cuando sutilmente pensó en un Confundus para que Wild perdiera el conocimiento. Un golpe de codo en la nuca bastó para terminar el trabajo. Con el peso muerto en brazos, se desapareció del lugar sin ser visto.

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Aquello comenzaba a pasar de castaño a oscuro. ¿Cómo que cambio de planes? Aquí el único que podía cambiar de planes era yo, era mi negocio, mi teatro, y ningún empleado, ni jefe, ni director de ningún departamento ministerial iba a decirme lo que se iba a hacer o no en mi local. Bueno, no era del todo así, pero Orión y su tono me estaba empezando a cabrear bastante. ¿Qué pretendía? ¿Por qué estaba llevando aquello con la presunción de mi culpabilidad casi como bandera?

 

Quise decirle que no, que no me iba a ninguna parte, que si quería que fuera al Ministerio primero tendría que comprobar el mismo los documentos firmados y sellados, efectivamente, con el sello de Cooperación Mágica Internacional. Yo los había visto, Nikolay me los había entregado una semana antes. Pero no dije nada. Apreté los dientes, fruncí los labios y miré directamente con rabia a mi antiguo compañero. Me arrepentí por completo de algo que había hecho la mañana del dia anterior, pero no quise siquiera comentarlo. Saqué mi varita con gesto conciliador, para que no se pensaran nada raro, y apunté hacia el archivero que había detrás de mi mesa. Con un movimiento lo abrí y con un par de movimientos más, toda la documentación solicitada se aposentó sobre el escritorio.

 

- Nikolay, ahí están las copias de los contratos y vuestros visados. Quédate con Maida y enséñaselo todo bien. Cualquier problema rogaría que se quedaran aquí y enviaran una lechuza al departamento.

 

No miré al rostro de ninguno de los presentes. Salí del despacho por delante de Orión, escondiendo de forma sutil el espejo comunicador que tenía en el bolsillo trasero del pantalón. Ya no estaba tan seguro de controlar la situación. Ni siquiera sabía si los papeles que había dejado sobre la mesa era auténticos; dudé hasta de mi propia hermana. Algo dentro de mí parecía demolerse. Empecé a bajar las escaleras, sintiendo la energía negativa de Orión detrás de mí. Quizá fuera el momento.

 

- No entiendo tanto revuelo por unas personas que van a estar actuando apenas tres meses... --comencé diciendo en un murmullo sin mirar hacia atrás, mientras bajaba las escaleras--. Ellos sólo quieren act... ¿Qué? --mi cara se tornó a un gesto de confusión.

 

No pude terminar la frase, que intenté formular con toda la claridad posible. Orión dió un grito tremendo y me hizo mirar por un ventanal hacia el tejado del negocio de al lado. Segundos después, me encontré sumido en un torbellino de confusión que no pude reacionalizar antes de sentir que las fuerzas de mi cuerpo lo abandonaban, dejándolo a su suerte.

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✤ Viajero de la noche ✤

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¡Bailaba en el aire! Aquel número cirquense que me había enseñado la mujer era auténticamente ma-ra-vi-llooooo-so. Descalza, conseguía agarrarme con el puente del pie en la cuerda y maniobrar en piruetas realmente extrañas. No paraba de lanzar grititos de alegría cada vez que conseguía cerrar un giro sin caerme en el intento. Si no fuera porque las manos eran primordiales para el frenado y el equilibrio, hubiera aplaudido. No sé cuanto tiempo estuve allá, colgada, esperando ... ¿Qué esperaba? ¡Ah, sí! La operación Parto... Pero no llegaba y yo seguía ensayando con el resto del grupo hasta que unos chillidos desde la puerta de entrada al teatro anunciaron la llegada del dueño.

 

Saludé a Adrian con cuidado, para no caerme de allá arriba, pero con una gran sonrisa feliz. Sin embargo, mi hermano no me correspondía y parecía gritar mi nombre y el de Nikolay como un loco. Intenté bajar pero recordé, tarde, que no había ensayado el aterrizaje suave. Me descolgué demasiado deprisa y rodé hasta casi el borde de la tarima. Por poco me caigo encima de las sillas, cerca de Hayame.

 

Me levanté con varios "ay's y uy's" pero con una sonrisa espectacular.

 

-- ¡No pasa nada, manito! La clínica Santos Mangos se ocuparía de todo. ¿Has visto lo que hice? ¡Pero...! ¿Qué pasa? -- no entendía bien que Adrian gritara que me quedara al cargo del ... Circo... -- ¡Claro que me hago cargo de mi Circo! ¿Por qué...? ¿Pasa algo...?

 

Por supuesto, a mí nadie me deja con la palabra en la boca y seguí a Adrian hasta el exterior. Pero el frío del pasillo me recordó que estaba en paños menores así que volví a entrar, corriendo, en la zona de ensayo, allá donde el resto de la compañía seguía ensayando. Sentí algunas palabras como "loco", "sin sentido", "creo que viene de familia" y sonreí como una loca. Ciertamente, Adrian no podía negar que era miembro de la misma familia que Hayame y mía.

 

Me puse el jersey y cogí los zapatos en la mano. Después, salí corriendo de nuevo hacia el exterior, en busca de Nikolay y de Adrian. Una elfina gritaba en el exterior con una voz muy chillona, llamando a mi hermano. Aquello no me era inusual en mi mansión, donde todos nos llamábamos a grito pelado pero... Era la primera vez que lo veía en un lugar tan respetuoso como un teatro. En el hall, dudé. Oía la voz claramente de Nikolai que salía del conocido despacho de mi hermano. Amaba aquel tono dulce, cálido y armosiono del lenguaje ruso. Además, ese acento que intentaba conversar en inglés era sumamente agradable. Yo creo que me enamoraría de cualquier ruso que me susurrara palabras de amor con ese acento tan encantador.

 

Sin embargo, era una mujer casada y sentí la voz enfadada de Adrian que salía de cerca de la entrada, que se confundían con el eco de los chillidos agudos de la elfina, quien entraba hacia el vestíbulo con una chiquilla, cogida de la mano. Miré hacia el despacho... Miré hacia la entrada... Al final, me decidí por esta última aunque, para cuando llegué a ella ya había perdido un tiempo precioso.

 

Adrian no estaba y, en su lugar, el leve chasquido apenas perceptible que produce una desaparición. Me sentía confundida. ¿Se había desaparecido? Imposible... Adrian nunca hubiera abandonado su circo..., digo su teatro y sus trabajadores, nunca huiría dejándoles en la estacada. Abrí la boca, sorprendida, mientras me ponía los zapatos. Una Warlock en la puerta de un teatro y descalza... Mal asunto...

 

-- ¡Eh, tú, elfina! La que gritaba tanto... -- observé a la muchacha y después a ella. -- ¿Has visto salir a tu amo?

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Iba de camino al Ars & Vita, lugar donde Orión me habia citado. Si, puede que fuera un poco tarde, pero al fin y al cabo iba en camino. Por lo poco que había entendido debia ayudar a Maida con unas entrevistas a unos extrangeros del que se desconocia su información migratoria.

 

Entrando por las puertas de cristal que se abren ante mi presencia, escaneo todo el hall de entrada en busca de la conocida figura de mi tía. La academia estaba silenciosa y caminando por todo el hall no veo ni rastro de Orión o Maida. - ¡¡Maida!! - Grito, alargando la ultima vocal de su nombre.

 

Soltando un bufido me acerco hasta las escaleras y empiezo a subirlas.

 

@ @Orión Yaxley

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Bolinda, en el vestíbulo, con Li Xue Liu agarrada

 

 

Una sombra pareció desaparecerse al fondo del local al mismo tiempo que una figura pelivioleta se ponía en medio de mi visión y me impedía identificar lo que acababa de ocurrir. Mantenía bien sujeta a aquella muchacha descarada que se había dedicado a estropearme el matorral con aquellas flores blancas tan difíciles de encontrar y mantener. ¡Con lo contento que se puso el amo Adrian cuando vio que las había conseguido! Se me hinchó todo el pecho de orgullo con sus halagos y desde entonces cuidaba más aquellos jardines que el propio teatro.

 

Pero ahora tenía delante a la hermana del susodicho delante de mí, impidiéndome el paso y preguntándome por él.

 

- Yo le dejé con ustedes, señorita... --No, aquella mujer ya no era una señorita-- Seeeñoraaaaa... Warlock.

 

La miré de arriba a abajo. ¿Ese era el uniforme que llevaban los magos y brujas en la cúpula? Nunca había podido acceder a los lugares donde trabajaban tan altos cargos de la comunidad mágica, pero me extrañaba que aquel fuera su aspecto cotidiano. Justo en ese momento otra mujer nos pasó por el lado llamando a una tal "Maida". ¿Sería también del departamento ese del que venían hoy todos? ¿Pero en qué líos estaba metido el amo Adrian?

 

- ¡Señorita! Un momento por favor --La paré antes de que empezase a subir las escaleras--. Si está buscando al dueño del local o si viene del Ministerio de Magia, creo que sus compañeros estarán arriba con él en su despacho.

 

Miré a la muchacha de rasgos asiáticos que llevaba prendida del brazo intentando que dejara de forcejear y luego me volví a dirigir a las otras dos mujeres, la Warlock descalza y la que seguramente fuera otra funcionaria ministerial. ¡Cuánta concurrencia, en un día como aquel!

 

- Si me acompañan les llevaré a todas --dije aquello con énfasis mientras miraba a la desvergonzada-- con ellos.

 

Y sin esperar más, les indiqué que me siguieran y empecé a subir las escaleras. Podríamos haber cogido el ascensor, pero quería que la "destroza-jardines" tuviera tiempo para arrepentirse de lo que había hecho antes de llegar frente al dueño del Ars & Vita. Cuando llegamos a la segunda planta, encontré la puerta del despacho abierta. Dirigí mis pasos hacia allí, decidida, esperando que la justicia de mi amo fuera cruel con aquella muchacha (esperaba que las otras dos me hubieran seguido, porque no me había detenido a mirar) y me asomé por la puerta.

 

Allí sólo estaban el empresario ese ruso y la otra chica del departamento ministerial.

 

- Disculpen --dije interrumpiendo su conversación y fijándome en los papeles que había sobre la mesa del amo--, ¿y el señorito Adrian?

 

 

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-¿¡Oye de que vas?!

 

Inesperadamente sentí como aquella criatura sujetaba de mi muñeca y comenzaba a tirar de mi, fui gritándole insultos en chino mientras iba siendo arrastrada hacia el interior del local. Estaba realmente sorprendida de la fuerza que había resultado tener la elfina, ya que por mas que lo intentaba no conseguía deshacerme de su agarre. La criatura comenzó a gritar llamando a su amo y no pude evitar pensar en el drama que seria capaz de montar, por culpa de unas estupidas flores.

 

Estaba a punto de replicarle cuando apareció ante nosotras una extraña mujer de pelo violeta, la cual parecía también estar buscando al dueño del local No pude evitar notar el tono en que le respondió la elfina, parecía que esta tampoco era muy dada a respetar a sus superiores. Intenté aprovechar el pequeño momento de distracción para zafarme, pero me fue imposible dado que a poco hizo acto de presencia una nueva visitante.

 

Para mi esto ya comenzaba a ser molesto e incomodo, y para colmo seguía sin tener claro en que clase de lugar me encontraba. Si hubiera entrado de manera calmada, tal vez me hubiera fijado que había fotos de personas desconocidas para mi, pero en aquel momento no estaba como para mirar la decoración. Aquella elfina volvió a arrastrarme, ahora escaleras arriba, seguramente feliz de estarme humillando frente a las otras dos mujeres. Preferí guardar silencio, ya le gritaría al famoso dueño sobre la maleducada elfina que tenia.

 

 

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