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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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La luna en su punto álgido con un fulgor plateado parecía como si fuese el gran patronus del planeta tierra, las estrellas esparcidas por el firmamento, algunas constelaciones estaban claras y se podían observar con claridad. El traje de buceo de Vrael le estaba apretando un poco las berenjenas mas de lo normal tanto que cometió una estupidez al tacar a una chica. Que no tenía nada que ver con eso, el regaño no se hizo esperar junto con medidas extremas para evitar el ataque a la civil. Tras un aqueora de Mei, la muchacha no había sufrido daño alguno, Vrael hizo desaparecer su araña en el acto cuando sintió como su cuerpo volaba por el aire quedando de cabeza y luego caía, para incorporarse tras impactar con el suelo.

 

- Yo... yo... lo lamento - dijo a las demons hunters, si no fuera porque el antifaz estaba cubriéndole las mejillas y no se notaba lo abochornado que estaba el muchacho, le extendió a la chica que había atacado unas disculpas por lo ocurrido y camino en dirección a la verja, y antes de llegar a ella alzó la varita y dijo - Reparo - y la restauró restituyéndola con el hechizo, acto seguido se volteo hacia los presentes y se dispuso a tomar el cuerpo de Gyvraine la cargó en sus brazos y salio de la morada y los terrenos de esta para terminar desapareciendo junto a ella.

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Soltó todo el aire que había contenido en sus pulmones casi sin darse cuenta, su fénix desapareció al instante, soltando a la Potter Black, y haciendo que cayera de pie en el piso, sin tropezar ni nada parecido. De reojo, la Delacour observó a su nieto, quien se disculpaba por lo sucedido, por lo que de inmediato hizo una seña con la mano, dando a entender que no importaba.

 

Tranquilo, sólo… Pon más atención a la próxima, ¿sí? – le dijo, a la vez que veía que tomaba a Gyvraine con la clara intensión de llevarla – Déjala en Abaddon, podrás entrar sin problemas, aunque identifícate ante los guardianes por las dudas – agregó, recordando aquel detalle.

 

Para cuando el muchacho comenzaba a retirarse, esta vez dirigió la mirada a la muchacha, quien aún estaba protegida por su defensa de agua. Mei sonrió amablemente, aunque la chica no podría verla debido a la luz que ocultaba sus facciones.

 

Disculpa las molestias, – le dijo a Billie – y no te preocupes, puedes moverte adonde quieras con ese escudo de agua, no te impedirá el ver ni tampoco evitará que te muevas, desaparecerá al cabo de un rato. Aprovéchalo, – agregó mientras soltaba una risita divertida – es un hechizo muy bonito y bastante privilegiado, espero que… Algún día lo puedas invocar por ti misma – comentó de forma misteriosa, o haciendo en intento.

 

Ahora, observó a Mey, quien aún se dedicaba a despotricar contra Vrael, que ya estaba lejos, pero poco le importaba eso al parecer.

 

Tocaya, tranquila, – le dijo mientras se le acercaba y apoyaba una mano en su hombro, aunque con algo de miedo por la reacción de la muchacha – ya habrá tiempo para que lo instruya. Tiene un largo camino que recorrer, ¿nos vamos? – dijo por último, señalando la salida del lugar, pues ardía en deseos de tirarse en la cama a dormir un par de horas.

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Su propia ave fénix, Eowen, vio la amenaza incluso antes de que los afilados reflejos de la Potter Black pudieran captarla. El ave detuvo justo al corpus patronus de Mei antes de que llegara a este, y si bien no lo atacó, sirvió de escudo entre esta y Mey. Su varita mágica aún rosaba el rostro de Vrael cuando la otra Demon Hunter llegó a ella, dispuesta a hacer lo que debía hacer para separarla sus garras de Vrael.

 

-¡Déjame! -exclamó empujándola. Pero finalmente desistió y lo dejó caer a un lado, soltando la pechera de Vrael -. La sangre sobre las manos de este inútil inecruspuloso pesa más sobre las mías como su alto mando que sobre las de él mismo, y lo sabes bien -señalando a Mei con un dedo acusador -. Y no me haré responsable de esto ¿lo quieres hacer tú? ¡NO HE ACABADO CONTIGO! -exclamó al verlo escurrirse en medio del desastre -. Maldito mocoso ¿es así como quieres ingresar a la Orden del Fénix? Yo, maldita sea, junto a todos ellos -señalando a su alrededor -, he jurado proteger a los inocentes, implantar la justicia en esta corrupta sociedad mágica ¿qué diablos debo hacer contigo, eh? ¿Crees que esto es divertido? ¿crees que me divierte tener la vida de otro ser humano en mis manos?

 

Su voz había pasado de un bramido a un peligroso susurro. Nuevamente se encontraba acorralándolo, no solo con su lenguaje corporal, sus ojos llameaban al contemplarlo.

 

-No sabes nada... -escupió finalmente entrecerrando los ojos -. Haz algo útil y llévala a Abaddon -apuntó en ese momento al cuerpo de Gyvraine, ya sin vida -. ¿De dónde sacarona este tipo? -explotó finalmente cuando Vrael hubo desaparecido del castillo -. ¿Del club de fans de Patrick Colt?

 

-Tocaya tranquila...

 

Se acercó Mei en aquel momento. Claramente no era el mejor momento para querer generar un contacto directo con la Potter Black, quien apartó la mano de su hombro de un manotazo airado. La cara que le lanzó a Mey era todo menos amistosa. Ella no pensaba igual, para ella nunca había tiempo suficiente... Por lo menos ella no lo tenía.

 

-Las personas mueren en cuestión de segundos -argumentó con el ceño fruncido caminando junto a Mei -. A veces no hay tiempo para aprender, o para enseñar, y el camino es más corto de lo deseamos. ¿Sabes que lo tendré entre ceja y ceja hasta el fin de la humanidad por culpa de lo ocurrido esta noche, verdad? -como respuesta, lo único que obtuvo de Mei fue una sonrisa -. Cuídalo de mi.

 

Advirtió por último tomando a su tocaya por el hombro, ya en las afueras del Castillo Crowley y despareciendo al fin con rumbo desconocido. Posiblemente una taberna, si había algo que las Demon Hunters necesitaban aquella noche era un trago.

 

 

 

 

 

OFF

 

Saldos:

 

Captura/muerte: Gyvraine C. Sullivan. Muere pasada la hora al no defenderse ante múltiples ataques.

 

El resto de los miembros de la Orden del Fénix logran salir ilesos.

 

 

Perdón por las molestias Gyv xD, y buenas noches!

 

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La francesa permaneció en la entrada del castillo hasta que el escudo de agua desaparecía, no quería andar por su nuevo hogar con aquel hechizo que dejaría todo mojado en su camino. Entro al castillo y pudo notar cierto revuelo en el recibidor y en las habitaciones cercanas, no le sorprendía que adentro tuviera un ambiente parecido a los jardines.

 

-Solo espero poder encontrar pronto a Claudia, necesito un buen baño y dormir un poco.- murmuraba cansada para si misma.

 

Recorrió las habitaciones que estaban cerca de ella, buscaba algún rostro familiar, pero se sentía totalmente perdida y no sabia a donde ir, solo le quedaba una opción.

 

-¡Hola!- gritaba la pelirroja para llamar la atención de cualquiera -¡Estoy buscando a Claudia!- respiro profundo y continuo -¡Estoy algo perdida y quisiera poder encontrarla pronto, ella es mi madre!-

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Paralizada por una mezcla de sorpresa e incredulidad, fue incapaz de reaccionar. Pronto dejó de oír las voces de las personas a su alrededor, todo quedó en silencio. Lo único que su cerebro podía registrar era el eco de las palabras de Hades.

<<El señor León, su hermano, esta muriendo>>

Unas palabras que, en un instante, volvieron su bien ordenado mundo patas arriba. Sus manos se transformaron en dos puños y las uñas, de un oscuro carmín, se clavaron en las palmas de estas. Al hacerlo, el dolor la hizo regresar a la realidad. Ahora ya no le resultaba extraño aquel olor que percibía, sintió una súbita y leve nausea. No, no era extraño que se hubiese puesto nerviosa. Un sexto sentido debía haberle dado la voz de alarma.

Lentamente, volvió la cabeza y alzó su rostro fingiendo tranquilidad. Asintió, y con un gesto de su rostro le indicó a Hades que la esperase en el piso superior.

—No sé qué sucede, Joana—respondió fríamente y con voz tensa, poniéndose en pie—. Disculpen.

Claudia comenzó a subir los escalones que conducían a la segunda planta del Castillo Crowley, inconsciente del hombre rubio y alto que surgió a su lado. Con la mirada hacia el frente, pero sin ver. La cabeza le daba vueltas imaginando sucesos ¿Qué ocurría?

—¿Podrías calmarte?—dijo Apolo en tono frio y cortante.

—No necesito de ti, ni de tu hermana—la pelinegra lo miró sobre su hombro, aquel no era momento para una charla o lo que fuese con él.

Él esbozó una sonrisa burlona.

—Ahora es cuando más nos necesitas. No se te hará fácil entrar a la habitación de León, eres tan volátil y sensible…—negó con su cabeza. Mirando a la bruja con cierta burla.

La Crowley entreabrió sus labios para protestar, pero inmediatamente los cerró. Él tenía razón, era demasiado sensible. El solo preguntarse cómo reaccionaría al ver a su hermano, la perturbó <<idi***>> susurró para sí, apoyando su espalda contra el muro de piedra negra que formaba todo el segundo piso. El olor de la sangre se sentía más cerca, jugando con sus instintos y su hambre.

—¿Ves? Es bueno que me encuentre aquí.

Se sentía como si se estuviese derrumbando por dentro. Sus cimientos se venían abajo. Se estaba destruyendo. Claudia exhaló profundamente, centrando su mirada en su guardián.

—¿Qué ha pasado?—preguntó.

—Solo sé que tu hermano está ahí—levantó su brazo derecho, indicando la habitación que le correspondía al patriarca—. Muriendo o quizás ya esté muerto ¿no crees?

La joven bruja se dejó resbalar por la pared, dejándose caer al helado suelo. No entraría, ni siquiera corroboraría aquello que le acababan de decir, porque no era necesario. La puerta de su aposento se encontraba abierta, podía escuchar el murmullo de Arthur y Rhyfs, e incluso algunas palabras de Hades.

—Busca ayuda, por favor.

Cerró sus ojos. Y un sollozo se dejó escapar de sus labios.

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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—Es necesario que les expliques que pasó, Arthur —apuntó Rhyfs, el anciano elfo, colocando una mano sobre el pecho de León quien había quedado inmóvil tras dejar el mensaje—, solo tú sabes que pasó. Yo me quedaré con él.

 

Con una mirada inexpresiva, Arthur, el elfo personal y amigo de León, asintió y se dio vuelta. Había pasado 60 de los 75 años que tenía junto al holandés y verlo ahora en esa posición le desgarraba el alma en formas que no sabía que podía sentir. No solo era su amo, era su amigo y su consejero, aparte de que sería el padrino de su boda, si es que después de esto tendría la fuerza para seguir adelante. La familia de Arthur había estado al servicio de los Corvinus desde hacía más de doce siglos y el permitir que León muriera, no era más que la prueba de que había sido un pésimo protector, o ese al menos era el pensamiento del elfo.

 

Con los ojos vidriosos y a punto de estallar en llanto, caminó hacia la entreabierta puerta de roble negro de la habitación de León y al abrirla por completo, se encontró de frente con Claudia. La característica mirada ruda y desafiante de la Matriarca, había mutado en un gesto lúgubre de tristeza y desconcierto que no hizo si no ahondar la pena de Arthur. Se apresuró a cerrar la puerta para que ella no viera el enorme charco de sangre que había al rededor de la cama, pero supuso que sería demasiado tarde al ver la expresión terrorífica de Claudia. Arthur, que poco o nada había tratado con ella, la tomo de la mano y la haló para que se acurrucara.

 

—No está muerto por ahora. Por favor ama, acompáñeme abajo, creo que todos merecen saber que pasó.

 

Pese a que la mujer estaba en estado catatónico, había escuchado al elfo y caminó a su lado junto a la escalera por la cual descendieron sin prisa, no por la falta de urgencia si no de energía. Las palabras escritas en la sabana, no eran del todo claro para Arthur quien, a pesar de haber pasado mucho tiempo al lado de León, no tenían sentido alguno y carecían de toda lógica al estar juntas. Algunas, hacían relación al pasado de León o a aliguen muy antiguo, pero no lograban sacarlo del enredo en el que estaba. Cuando levantó la mirada, no notó que había terminado ya de bajar las escaleras y que un numerable grupo de rostros consternados, le miraban expectantes.

 

León no era el más sociable de los magos de Londres, ni mucho menos el más cariñoso con sus hijos o nietos, incluso con Claudia o Andres. Sin embargo, sabía que no podría descifrar el asunto si no era con la ayuda de cada uno de los que se encontraba allí. Caminó hasta la mitad de la sala principal y buscó en los ojos turbios de los presentes las palabras para empezar a hablar.

 

—Cómo todos ya lo deben saber, una desgracia sin precedentes se cierne sobre la familia. León, patriarca de la familia, padre de algunos y abuelo de otros, se encuentra desangrado en su habitación, muy cerca de la muerte. —apenas terminó de hablar, se arrepintió de decirlo con tanta franqueza. Pasó la mirada por los ojos de los presentes y comprendió que debían saber la verdad. Si iban a ayudarlo, debían saber el por qué—. Pese a todo, no es ese el peligro que se aproxima.

 

>>Hace cerca de dos meses, mientras entrenaba en el bosque, como solía hacerlo en luna llena, un cuervo llegó con un mensaje un poco aterrador que dejó muy intranquilo a León. El sello del sobre pertenecía a Aura, la hermana, que vive en Holanda con sus padres. Pese a insistir en que me compartiera el mensaje, no me dijo nada, argumentando que entre menos supiera, menos peligro correría. Si pudiera hablar ahora, diría lo contrario. Sin embargo, no fue mucho lo que pude saber después; esa misma noche salió del castillo sin mas que una valija. Supe que llegó a Holanda, de una muy buena fuente y que de allí partió a Hungría en busca de un elfo. No supe más, hasta hace dos horas, que llegó a la puerta principal, con esto en la espalda.

 

Arthur extendió la mano y dejó ver a los presentes un puñal forjado de una extraña manera. Su acero era completamente negro y arqueado de tal forma que la cuchilla parecía un hoz. Aún la sangre goteaba por el contrafilo de la hojilla y caía escandalosamente sobre el suelo. El elfo dejó la cuchilla sobre la mesa y se acomodo al lado de la misma.

 

—No es una cuchilla común. Está hechizada para que su victima se desangre hasta morir. León encontró la manera de burlar el hechizo, pero eso le costó entrar en una especie de coma del que no sabemos cuando pueda salir, así que por ahora, no podremos saber de primera mano que pasó en su travesia. Sin embargo, encontró la manera de dejarnos pistas— el elfo hizo una pausa y su mirada se posó en Claudia, quien permanecía sumida en sus pensamientos—. Ama Claudia... esto tiene sin duda que ver con su pasado.

 

Desapareció por un momento y volvió a la sala principal con la sabana en sus manos. Después de pedir espacio a los presentes, la extendió y dejo ver el aterrador mensaje escrito con la sangre de León.

Editado por León Corvinus Crowley
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Me detuve de golpe mientras miraba las puertas del castillo. Negué suavemente con la cabeza mientras daba media vuelta y daba marcha atrás. Me detuve de nuevo frotándome las manos, que me temblaban ligeramente. Giré de nuevo la cabeza en medio de aquel debate interno. ¿Qué estaba yo haciendo ahí? ¿Qué me llevaba a sentir aquella necesidad de saber? No era una simple curiosidad morbosa. De eso estaba segura, había algo mas allá que mantenía el ritmo acelerado de mi corazón en muestra de mi visible angustia. Quizás yo podría convencerme de los motivos que me llevaban a aquel lugar.

 

Nunca antes había pisado aquellos terrenos. No había tenido la motivación necesaria, pero ahora más que una motivación era una necesidad de cerciorarme que todo estaba bien. Me llevé las manos al rostro con desespero, sin poder entender aquella mezcla extraña de sentimientos.

 

Respiré profundamente armándome de valor, al final de todo, suponía que el caos reinaba en aquel lugar de ser ciertas las noticias, y con un poco de suerte nadie notaria mi presencia, y de ser así, el pretexto de Haydie y Arthur me tenían cubierta. Volví el camino andado de vuelta a la puerta, que para mi buena suerte estaba abierta, así sería mucho más sencillo pasar desapercibida.

 

Caminé despacio, temerosa, me sentía una extraña en aquel lugar, invadiendo propiedad ajena. Nadie ahí me conocía, probablemente se enfadarían y me echarían antes de que pudiera exponer mis razones. Pero en aquel momento el valor volvía a hacerme suya con una descarga de adrenalina, levante la cabeza dispuesta a enfrentar lo que viniera.

 

Escuché un suave murmullo, la familia estaría reunida probablemente escuchando buenas noticias, aquel pensamiento me hizo suspirar, aunque algo muy dentro me decía que probablemente era todo lo contrario. Me detuve en la puerta de aquel salón, mientras Arthur hacia el anuncio de lo ocurrido. Apreté los ojos al escuchar las malas noticias. Haydie no había fallado.

 

Cada una de sus palabras estaban cargadas de miedo, no solo por su amo, si no por el resto de la familia. El elfo parecía nervioso, agobiado, y de inmediato me imaginé que de estar yo en aquella situación seguramente mi pobre Haydie se sentiría en iguales condiciones. Un siniestro silencio se había apoderado de todos los presentes, mientras varios ahogábamos un grito al ver la sabana llena de sangre. No entendía una sola palabra, seguramente para los miembros de la familia aquella serie de nombres significaban mucho más.

 

- Arthur…- dije en un arranque mientras todas las miradas se fijaban en mi, el único rostro familiar era el de Fokker que igualmente me miró extrañado.- Entiendo perfectamente como debes sentirte…- dije mientras mi voz amenazaba con quebrarse- Cualquier cosa en la que pueda ayudarte, por favor lo que sea, cuenta conmigo, creo que ahora el objetivo de todos es el bienestar de León - Las mirada eran constantes, y algunos cuchicheos comenzaron a dejarse escuchar seguramente preguntándose quién era yo y qué demonios hacía ahí.- Para los que no me conocen soy Sol, Sol Lestrange, me enteré de lo sucedido y no pude dejar de venir, les pido disculpas si mi presencia les incomoda, y vuelvo a pedirles disculpas por qué no pienso moverme de aquí sin ver a León…

 

Levanté la mirada desafiante y decidida, aquello era verdad no me movería de aquel castillo, sin antes saber que León estaría bien, y si en algo por pequeño que fuera pudiera contribuir a su recuperación o protección, definitivamente lo haría.

Editado por Sol Lestrange Black R

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Para la Macnair era evidente que la matriarca sabía más de lo que admitía, no es que la conociese bien, pero la tensión es su voz era por demás notable. Observándola subir las escaleras, se preguntó si tal vez no era el momento de irse de allí, tal como lo había decidido, dejar atrás aquel mal episodio de su vida; sin embargo, no podía simplemente marcharse en un momento como ese sin saber exactamente qué ocurría.

 

Después de unos minutos de indecisión, pensó subir a seguir a Claudia, pero ésta ya bajaba junto a un elfo, muy lejos de lucir bien. El pequeño y arrugado sirviente, estaba resuelto a hablar y contar todo lo que sabía, a pesar de todo el pesar que se dejaba oír en su voz.

 

Las palabras de éste, junto con la visión de la extraña y ensangrentada cuchilla, sobrepasaron un poco a la joven bruja. Cualquier clase de comentario irónico quedó acallado en su garganta, dificultándole la simple tarea de respirar. Buscó respaldo en el mueble más cercano, intentando procesar la información. No creía estar unida por lazos emocionales hacia ninguno de los presentes, sin embargo, a pesar de no haber compartido mucho con León, había llegado a respetarlo como abuelo, y aunque no pudiese decir lo mismo de su papel como padre, ni en sus más morbosos pensamientos, podría ver algo positivo en aquella situación. Al menos aún estaba vivo.

 

Poco había estado consciente de la breve ausencia de Arthur, mucho menos de la llegada de una nueva desconocida, hasta que la voz de ella, quien decía llamarse Sol, le hizo apartar la mirada del llamativo puñal y posarla en la sábana, dónde las palabras en escarlata parecían tener vida propia sobre el fondo blanco.

 

Nada de lo que leyó tuvo algún significado para ella, quizás era parte de la historia familiar que desconocía y que dudaba lograr aprender en medio de la intranquilidad de su mente. No podían quedarse todos reunidos en la sala simplemente esperando que león despertara algún día, debían hacer algo. Entonces, en medio del huracán en el que se habían convertido sus pensamientos, se le ocurrió algo.

 

—Dices que visitó a su hermana en Holanda, ¿no? —Preguntó dirigiéndose al elfo, controlando su voz para que se escuchase lo más neutral posible—. No creo que pueda sentarme aquí a esperar a que despierte y nos cuente qué fue lo que pasó, ese parece un buen lugar para empezar a investigar —afirmó dejándose llevar por sus instintos de inefable.

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Guardó silencio ante las indicaciones de la Malfoy, mientras asentía con la cabeza ante cada palabra que decía. La angustia le cerraba la garganta y sólo el hecho de pensar que León pudiese estar lastimado le hacía latir el rabillo del ojo. Sabía que era un mago lo suficientemente fuerte como para defenderse por sí solo ante un ataque inocente. Aquella cantidad de sangre sólo denotaba el reflejo de una vil traición.

 

-Me parece bien. Iré contigo Fokker a revisar el castillo y en el caso de que...

 

Su voz fue interrumpida por un par de explosiones que provinieron del exterior del castillo. Giró sobre sus talones asustada, y al notar los destellos blanquecinos asomarse por las vidrieras que daban a los jardines, pegó un salto hasta esconderse en un rincón tras una cortina.

 

Los movimientos de Goshi eran muy torpes, o quizás había sido de los nervios, pues con un manotazo enredó con una cortina para hacer caer de la pared un candelabro sobre su cabeza. Y no recordó más nada.

 

--

 

Un rato más tarde recuperó la conciencia. Se llevó la mano a la nuca y la consistencia líquida de la sangre hizo que abriera los ojos de golpe. Se miró los dedos, manchados de rojo y tardó unos segundos en recordar que la sangre que la manchaba no era suya. Miró para ambos lados, sin encontrar a su compañera y se apoyó sobre los codos para levantarse del suelo.

 

Las voces provenían de la sala principal y Fokker parecía haberla dado ya por muerta, puesto que no se encontraba ya a su lado.

 

Hizo a un lado su abrigo, limpiándose la sangre con sus mangas que era lo único limpio que tenía a la mano y lo arrojó al suelo, llevando su mano al bolsillo donde solía guardar su varita. Frunció los labios y el entrecejo y se adelantó hasta llegar al lugar donde estaban todos reunidos. Nadie percataba su silenciosa presencia, puesto que sus miradas estaban centradas en el elfo que presidía aquel encuentro. Su voz quebradiza anunció lo que Goshi temía desde el momento que había entrado a aquel castillo.

 

"¿Muerte?"

 

Abrió la boca, como si tuviese el impulso de llorar, pero la bronca le quitaba las palabras y sollozos de los labios.

 

Iba a animarse a hablar cuando la nueva aparición del elfo hizo que se le erizara la piel al ver la manta manchada en sangre que escribía palabras que para ella resultaban una completa incoherencia.

 

-Dis...

 

Intentó hablar, pero fue interrumpida por una tal Sol, presentándose a unos metros de sí. Estaba claro que sobraba en aquella reunión, pero se permitiría quedarse con los brazos cruzados. Resopló con furia y alzó la voz por encima de los susurros ajenos.

 

-¡DISCULPEN! -Cuando las miradas se centraron en el rostro de la ojiverde, sus mejillas se prendieron fuego de la vergüenza.- Dis... Disculpen que me entrometa es que...

 

-¿QUIÉN ERES? -Gritó una voz desde el otro lado de la sala.

 

-No soy nadie en particular. -Interrumpió aquella voz rápidamente y agachó un poco la cabeza.- Mi nombre es Goshi Rowle y soy reportera en el Profeta, me ofrezco a darles una mano en la investigación en el caso de que la necesiten.

 

Levantó la mirada esperando aprobación de los presentes. Sabía que no significaba nada para ellos, ni conocía a nadie más que a Fokker, quien las había recibido, pero sabía muy bien lo que era temer por la propia familia y no estaba en ella dejarlos a sus anchas en algo tan delicado sin ofrecerles ayuda.

Editado por GoshI

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Gracias por ofrecer tu ayuda, Goshi―mencionó la Black Lestrange.

 

Por unos breves momentos se había perdido entre sus pensamientos, intentando saber ¿cómo es que el patriarca había llegado a la mención y su presencia sólo había sido notada por el elfo? Suspiró, una de las desventajas de poseer una propiedad tan grande, suponía. Notó la presencia de Claudia en el salón, Fokker parecía hablar con su hija, mientras Joana promovía la idea de visitar Holanda para iniciar una búsqueda y comprender toda aquella situación.

 

Creo que decir que cuentan con mi ayuda es innecesario, ¿no?―inquirió a los presentes― Claudia eres la hermana del patriarca, creo que lo conoces mejor que cualquiera de los que estamos presentes y por lógica su pasado… ¿qué significan para ti esas palabras?―preguntó señalando la sabana que el elfo había extendido en el suelo.

 

Era increíble en lo que se veía envuelta, pero podría decir que se estaba acostumbrando a las escenas tan peculiares que transitaban por el hogar de los Crowleys, claro que esa en particular se presentaba como un enigma, uno que debía desentrañarse en uno de los lugares más recónditos del mundo. Suspiró. Joana tenía razón debían comenzar a investigar todo ese embrollo y el mejor lugar era Holanda, pero era un asunto tan familiar que dudaba que desearan a personas fuera de sus líneas de sangre husmeando, de igual forma podría acelerar el terrible proceso que debían tramitar los mismos si deseaban dejar el país.

 

Sol… no creo que sea buena idea ver a León en estos momentos, los elfos deben estar ocupados atendiéndolo, pero a la final yo no tengo la última palabra… ―comentó encogiéndose de hombros― En fin… ¿Cuál será el plan de acción, Crowleys?

 

Enarcó una de sus cejas y se cruzó de brazos esperando la respuesta de sus interlocutores, estos debían comprender que más allá de preocuparse por la salud del patriarca lo mejor era saber quién lo había llevado a ese critico estado y hacerle pagar por tal osadía. Suspiró. El dilema se encontraba es que llegados a ese punto, en el qué encararan al culpable, ¿qué es lo que harían los familiares de Corvinus? Bien que se temía por ese momento, no por nada el lema familiar era tan peculiar.

Editado por May Juliene Malfoy Feltom

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