►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)

[Juliene Black Lestrange]

― Primero necesito que te calmes, Cygnus―acotó la castaña sacando la varita de entre los pliegues su túnica.

 

Esa situación le recordaba a la carta que meses atrás había recibido en el ministerio, sobre aquel asesino serial y genio, suspiró, pero lo que ahora vivían no tenía nada que ver, aun así no podría permitir que los allí presentes se alteraran, de ser así se convertirían en un blanco fácil en tal caso que el victimario aún estuviese en el castillo.

 

― Perdonen mi descuido…―mencionó refiriéndose a los presentes― Goshi, Gyvraine, un gusto saludarlas, pese a las circunstancias―acotó la Malfoy invocando un lumos al igual que el Rambaldi― Sería bueno que entraran al castillo, como bien lo ha indicado, Cygnus, creo que no queremos preocuparnos por nadie más. Y por el momento los jardines no son seguros.

 

Iluminó la parte contraria a la que Fokker utilizó para revisar y frunció el entrecejo, atenta a cualquier movimiento extraño, parecía no haber nada, cómo había dicho esa paz que actualmente el Castillo Crowley presagiaba algo más, bufó, mientras se internaba un poco entre los matorrales intentando ubicar a algún intruso, pero ni así pudo notar la presencia de alguien más.

 

― Este lado está limpio, Rambaldi―informó volviendo de su pequeña excursión entre los matorrales.

 

La sangre fresca del patriarca del castillo inundaba sus fosas nasales, alterando un poco sus sentidos, pero continuaban siendo controlables, sin mencionar que ninguno de los presentes corría verdadero peligro, un demonio y dos vampiras, bien que los tres podrían neutralizarla de ser necesario, suspiró; los malditos problemas parecían seguirle allá a donde fuera… ¿Tendrían un día tranquilo en el mundo mágico? Estaba comenzando a dudarlo y con aquel tipo de demostraciones muchísimo más.

[Nats Rambaldi Crowley]

Desde la cocina donde se encontraba con los elfos escuchaba una conversación que tenían desde la puerta principal donde había visto a su padre, al parecer el hombre sabía algo sobre lo que los elfos chismeaban anteriormente sobre lo que pasaba en el castillo. No sentía que era el momento para hablar con su padre luego de lo que habían pasado en el negocio pero debía hacerlo si quería estar mejor informada sobre lo que pasaba en el lugar. - Electrix, prepara algo de beber, parece que hay visitas. - Ordenó al elfo dando un vistazo hacia la puerta y saliendo de la cocina.

 

- Padre ¿qué ha pasado?. - Preguntó acercándose a la puerta, donde estaba el hombre con 3 chicas a quienes no les prestó atención, presentía que no era el momento para estar con cortesías. Pudo ver el rostro de los presentes y estos le hacía presentir que nada estaba bien como recién había escuchado a su padre decirlo desde la otra habitación.

[Gyvraine C. Sullivan]

Apenas la puerta se abrió el tiempo pareció ir muchísimo más rápido, pues antes de que pudiera decir o hacer algo más varias cosas pasaron como flashes ante sus ojos y un olor bastante conocido le dilató las pupilas. Se quedó en silencio, mirando alternativamente a Goshi y a quién les había atendido, sin comprender completamente lo que estaba ocurriendo.

 

Sangre, familiar herido, peligro, intrusos, todas esas palabras eran pronunciadas y llenaban los pensamientos de la Malfoy sin que pudiera hacer conexión entre unas y otras. Y entonces, de nuevo el olor a la sangre le sacó de su trance, pues sintió como la garganta se le secaba y sus sentidos se volvían mucho más agudos. Cómo odiaba esa sensación, todos esos instintos propios de una raza a la que su humanidad se rehusaba a pertenecer.

 

- Si estás tan seguro de que esa sangre es de tu padre - comenzó la Mago Oscuro tratando de respirar y tranquilizar los signos de sed y anteponer la cordura - será mejor que asegures el lugar, puede que el agresor esté aun en los terrenos de la familia - tragó saliva, pero hacer pasar una lija por su garganta -. Tenemos que revisar los jardines y alguien más el interior del castillo, hay que encontrar a León antes de que sea tarde - la Malfoy sabía que no era necesario explicar lo que podía pasar en caso de que no se hallara al patriarca a tiempo.

 

Cerró en un puño su mano derecha y de inmediato su varita de arce se materializó entre sus dedos, al tiempo que sus celestes ojos escudriñaban en la oscuridad de los jardines, buscando algún movimiento que delatara peligro alguno. Era todo tan extraño y Gyvraine no lograba comprender cómo es que un mago tan diestro en la magia, como lo era León, podría haber sido siquiera herido.

 

- Hay que separarnos, unos revisamos fuera y otros dentro - miró a Cygnus un segundo, esperando respuesta y con una fugaz mirada buscó a Goshi, tratando de contener el impulso de tocar su antebrazo izquierdo -. Me quedaré fuera - sentenció, esta vez mirando solo a su compañera mortífaga y miembro de El Profeta -, tal vez encuentre una pista o descuido del agresor - de ser necesario la Malfoy ocuparía su cargo en la oficina del ministro para averiguar qué era lo que estaba pasando.

 

Al momento de decir aquello, agitó su varita y la punta se encendió, lista para buscar entre los arbustos algo que les diera una idea de lo que había pasado.

[Mey Potter Black]

Habían pasado tan solo un par de horas desde su visita a Abaddon cuando la noticia de una mortífaga deambulando libremente por el pueblo mágico llegó a la bruja. Sin pensarlo dos veces, en un abrir y cerrar de ojos desapareció en mitad de una concurrida avenida muggle de Londres, para aparecer finalmente frente al Castillo Crowley, en Ottery St. Catchpole.

-Expecto Patronum!

Exclamó la bruja en ese momento, invocando la fantasmagórica forma de un nundu adulto. El patronus, siguiendo la orden de su ama se lanzó entonces en la búsqueda de los fenixianos a los cuales Mey había enviado a llamar para la misión de captura de aquella tarde. Los minutos se le hicieron eternos a Mey, quien fumaba copiosamente un cigarrillo detrás de otro bajo la protección que le brindaba las sombras de un alerce en la vereda.

-¡Al fin!

Se quejó al ver llegar a Mei. Uno a uno, los fenixianos portadores de luces sobre sus rostros se fueron materializando en torno a ellas. Mey no tardó mucho en comunicarles su plan; sin mucho que decir, se lanzaron a cumplir con su objetivo: Gyvraine los esperaba adentro, aunque esta no lo supiera aún.

[Fokker]

Fokker Cygnus

 

Le alegro que May tratara de conservar la calma, en una situación como estas era necesario estar con los cuatro sentidos alertas y manteniendo la sangre fría. Pero a la vez que pedía que sus visitantes entren a la casa, también era una forma de advertirles que estuvieran atentas a cualquier posible ataque.

 

Camino unos pasos por el jardín, aunque no esperaba encontrar nada ni a nadie. Las manchas de sangre eran recientes, pero si alguien hubiera querido atacar, lo hubiera hecho cuando él estaba con la guardia baja, y no ahora. Pero de todas maneras era mejor prevenir. Solo se escuchaban sus pasos, y decidió volver. May hizo lo mismo en el lado opuesto, con los mismos resultados.

 

—Entremos— dijo al fin, ingresando al castillo —Si gustan pueden acompañarnos, a propósito soy Fokker Cygnus Crowley, hijo mayor de León— les dijo a Goshi y Gyvraine.

 

Su hija Nats también apareció, con la pregunta que aun no estaba seguro de responder. Pero sospechaba que los elfos de la mansión sabían lo que pasaba.

 

—Pues es lo que quiero confirmar— le respondió, indicándole con la vista a su hija que la siguiera a la sala.

 

No estaba seguro a cual elfo llamar, pero tenia que hablar con ellos de una vez.

 

—¡¡¡Rhyfs, Cattelyn, Bran!!!—

 

Esperaba que alguno de ellos respondiera su llamado y explicara que es lo que estaba sucediendo.

[Mei Black Delacour]

–¿Qué qué?

 

Observó de forma distraída el patronus que había llegado a ella y que ni lo había mirado en primera instancia. Luego de percatarse de la forma y de tomar consciencia de la voz que le había dado el mensaje, saltó en el lugar. La Potter Black la llamaba, y sabiendo cómo era ante los llamados aquella Demon Hunter, la Delacour tomó fuertemente su varita con la mano que acostumbraba y pasándola por delante de ella, hizo que su vestimenta cambiara con velocidad.

 

Su anterior ropa desapareció, siendo reemplazada por un vestido corto que le llegaba más arriba de las rodillas, zapatos ya juego y encima de sus hombros y tapando parte del vestido, una capa de viaje. Con cuidado, Mei se colocó la capucha de la capa, pasó nuevamente a Aukan por delante de su rostro y de esa forma su cabello y cara quedaron ocultos por la capucha y la luz respectivamente.

 

Ya estaba lista, era hora de hacer acto de presencia para pasar un buen rato.

 

Al cabo de un instante, la Delacour apareció en las calles de Ottery, cerca de donde se hallaba el Castillo Crowley, por lo que al instante se dirigió allí. Sin perder tiempo entró a los terrenos, dirigiéndose directamente hasta donde estaban Mey y, en el mismo lugar, Gyvraine.

 

–Así que… ¿un mortífago disfrazado de cordero? – comentó de forma irónica, dirigiéndose más que nada a la Potter Black.

[Mey Potter Black]

Su larga capa de viaje ondeaba al vuelo debido a la velocidad con la que la bruja se desplazaba a lo largo de la entrada del Castillo Crowley. El frío comenzaba a hacerse notar, y Mey lamentaba sinceramente no haberse puesto un vestido más abrigado para la ocasión, aunque claro, nunca sabía en realidad cuándo necesitaba estar preparada para la acción.

Al llegar al castillo, otra cosa que Mey lamentó es haber usado aquellos tacones que tanto ruido hacían. Cansada de lamentarse, Mey abrió de una patada la puerta para encontrarse así con la espalda de Gyvraine. Tras ubicarse a una distancia prudencia de seis metros de la mortífaga sin máscara, Mey desenvainó rápidamente a Nefertiti, su varia mágica y apuntando con ella a Gyvraine exclamó...

-Sectusempra!

Un rojizo rayo surgió de su varita mágica en ese momento y fue direccionado directamente a la espalda de Gyvraine. De impactar en su objetivo le provocaría cortantes heridas que desencadenarían una inmediata hemorragia. La mujer tendría que curarse en aquel momento o terminaría muerta.

Confundus, pensó a continuación, sin dejar de apuntar a Gyvraine. Esta cayó en el acto en un profundo estado de ensoñación que la enajenó al instante de los hechos que ocurrían en el castillo.

[Jank Dayne]

Se había encerrado dentro de los mismos pensamientos por unos segundos. Y es que el anillo que rodeaba entre su dedo del corazón, no lucía con su mismo tono azul que, aproximadamente, seis meses antes de todo lo ocurrido. Debía averiguar el motivo, claro, pero aprovechaba los instantes libres para descansar echado sobre una hamaca del cuartel y.. tampoco. En ese entonces, tendría que cumplir con el deber que quizás, había sido uno de los ocasionantes de ese cambio de aspecto y personalidad en él. Aunque aún no podía diagnosticar si era para bien...

 

El nundu de Mey no lo intimidó. Hasta quiso acariciarlo, pero sabiendo sus antecdentes sólo se dignó a asentirle y alejarse a zancadas por entre las calles de ottery. Por suerte iba entrando a su hogar, y el castillo Crowley, que era el sitio citado por su compañera y en donde se hallaba la criminal esa noche, estaba relativamente cerca. Siguió la luz del patronum hasta que se fue apagando, e hizo lo mismo con el cigarro que llevaba prendido desde que el sol había caído.

 

Ingresó al Castillo Crowley sin pena ni gloria, despojándose de su chaqueta de cuero en la entrada de la mansión. Lo mismo hizo con su zapatos, quedándose en bermudas y camiseta rota, manchada y todos esos adjetivos que lo describían. Luego, rodeó y caminó hasta la posición de Gyvraine, en los jardines, y se colocó la luz en el rostro en un santiamén. A unos ocho metros de la bruja, a un costado, estaría en una zona practica para interrumpirle su noche.

[Mei Black Delacour]

Con cuidado, Mei se movió en el escenario, quedando a tres metros de Mey, aunque en distancias menores al resto de sus compañeros; y a su vez, quedó a siete metros de Gyvraine, quien se había percatado de la presencia de los miembros de la Orden que tenía a su alrededor. Nuevamente en lo que iba de unos pocos minutos, sacó a su fiel Aukan, blandiéndola con gracilidad, apuntando directamente a la mortífaga.

 

–Ardius – murmuró, haciendo que una velocidad pocas veces vista se apoderara de ella. Confundus pensó seguidamente, haciendo que Gyvraine cayera en un estado de confusión tal que le costaría caro. La mujer terminaría por perderse en sus propios pensamientos y la despistarían del entorno en el que estaba, cosa que le podría causar la muerte inmediata.

 

–Expelliarmus – dijo ahora, haciendo que un rayo saliera dirigido a Gyvraine, a quien le impactaría directamente y la haría perder la varita, haciendo que cayera a cinco metros de distancia de ella.

 

–Accio varita – articuló por último, logrando que la varita de Gyvraine saliera volando rápidamente hasta donde estaba la Delacour, la cual la tomó con fuerza en la mano que tenía libre y sin más, observó los alrededores – Entonces… ¿es todo? – inquirió con evidente sorpresa de que nadie acudiera a su ayuda.

[Mey Potter Black]

Aún no llegaban los refuerzos de Gyvraine, pero Mey no dudaba que no se demorarían demasiado en arribar. Cambiando de ubicación, se detuvo esta vez a cinco metros de Gyvraine, quien había sucumbido también bajo los efectos de los hechizos de su compañera, Mei, pero esta vez a su derecha, a unos sietes metros de la entrada. Sin perder tiempo, Mey se decidió por comenzar a preparar sus defensas.

-Corpus Patronus!

Como solía ocurrir, de su varia mágica surgieron una serie de hilillos de platada de una sustancia casi gaseosa pero que al instante se condensaron dando forma a un fénix adulto. El ave legendario se dispuso junto a Mey, cual guardián, dispuesto a protegerla ante cualquier ataque, así como de curarla de ser necesario.

-Morphos!

Dijo a continuación apuntándose a sí misma. Su ajustado vestido de cuero mutó para convertirse así en piel de dragón. Este nuevo vestido repelería la mayoría de los rayos que pudieran dirigirse a ella. Luego se dirigió a Mei, su compañera de batallas; normalmente entre ellas no necesitaban demasiadas palabras para comunicarse, y aquella vez no había sido diferente.