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•Juan Valdez Café ®• (MM B: 100831)


Tauro M.
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No le sorprendía el hecho que la Crowley no se adaptara al Ministerio de Magia, para muchos no era agradable seguir una rutina, y Claudia jamás se había sentido cómoda. Roxanne asintió para sí, bebiendo un sorbo del café oscuro que tenía frente a sí, se quemó, pero no fue aquello lo que le hizo alzar la cabeza con ambos ojos abiertos, sino que fue el comentario de su amiga.

 

Se iría de nuevo, sin tener una fecha de retorno, como muchos a quienes amaba habían hecho, para nunca más volver. La Rambaldi bajo la mirada, reprimiendo cada insulto conocido en los cuatro idiomas que hablaba. Estaba harta de formar lazos para que cuando menos se lo esperaba las personas desaparecieran para siempre, sin pensar en todo lo que dejaban atrás; y estaba cansada de ser quién debía soportar la espera, . Entonces ocurría con Claudia. Quiso golpearla lo más fuerte que pudiera, de lo furiosa que estaba, pero, ¿que ganaba con ello?

 

¿Qué necesitas?.—preguntó, mirando de pronto al elfo de su amiga.

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La Rambaldi se había enojado; apostaría su fortuna y la de su familia afirmándolo. El ceño fruncido y la falsa indiferencia en su rostro, eran la clara muestra de su enojo. Claudia mordió su labio inferior, no tenía forma de remediar lo que había dicho segundos atrás. El viaje estaba expuesto, las razones del porqué, prefería mantenerlas en reserva hasta que el momento correcto se presentará para contarle a Roxanne lo que sucedía.

 

—Que no te acerques al castillo Crowley en mi ausencia.


Desde la distancia esperaba cuidarla de alguna forma. Todo en ella era frágil, y lo que menos quería era verla herida tanto física como emocionalmente. Vendría cada mes a verla, le escribiría cada dos días y junto a los pergaminos llegaría una caja de chocolates especialmente para ella. No la abandonaría aunque quisiera.

 

Claudia se levantó de la silla, dejando sobre la mesa lo que restaba del café. Clavó sus orbes oscuros en los de ella, sonriendo y agachándose hasta quedar a la altura de las rodillas de la joven castaña. Hades observaba atento, sacudiendo sus grandes orejas y canturreando una extraña melodía que no lograba encajar con lo que sucedía ante él.

 

—No te acerques por nada del mundo ahí. No me busques y tampoco busques a mis hermanos; es mejor que permanezcas lejos de todo lo que tenga relación con los Crowley—la frente de la italiana se dejó caer sobre sus nudosas rodillas—Hades se quedará. Él estará en contacto con Owen. Porque a él tampoco deberás buscar.

 

En la posición en la que se encontraba, motas de mugre sobre el piso era lo único que sus ojos observaban. —Promete que te cuidarás y harás lo que te pedí.

Editado por Claudia Rambaldi Crowley

But she said, where'd you want to go? How much you want to risk?

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| Semper Fidelis |

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  • 2 semanas más tarde...

¿Como le pedía no acercarse al Castillo Crowley? Si Claudia estaba en problemas, ¿donde más encontraría información? Roxanne escuchó las advertencias de la pelinegra, pero en realidad hacia oídos sordos, no dejaría de ir castillo si llegaba enterarse que su amiga estaba en problemas; tal vez no era la más valiente, ni excelente en hechizos de defensa, pero daría lo mejor de si para cuidarla. Desvió la mirada, para que su compañera no viera la mentira en sus ojos.

 

Al menos podrías decirme a que te enfrentas.—o ella misma, pues no pensaba quedarse de brazos cruzados.

 

Pronto se dio cuenta que la Crowley jamás se lo diría, no en aquel lugar, público y a la vista de todos. Tenía la sensación que aquella sería la última vez que la vería, y la asustaba, tanto había perdido que ya no sabía que hacer. Roxanne volvió a mirar a la mujer, y la abrazo sin querer soltarla. Extrañaría incluso sus críticas y mal carácter, suspiro mientras asentía a su petición. No era verdad, pero al menos la dejaría tranquila y no seguiría dándole vueltas al tema.

 

Lo intentaré, Crowley.—murmuró, alejándose de ella un par de centímetros.—Pero solo si tu también lo haces.

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  • 9 meses más tarde...

Aquella tarde empezaba a ser noche, una noche bastante mas fresca tras aquellos días tan calurosos que había pasado por todo Londres. Es más había sido muy atrevida tras haber salido del castillo Selwyn sin una chaqueta y con aquel vestido bastante primaveral aunque era mas bien veraniego. Aquel vestido corto de palabra de honor no cubría ni siquiera las rodillas que estaban completamente descubiertas, por no decir que sus pies vestían unas sandalias altas. Su rostro iba poco maquillado, tan solo algo de rimel y raya de ojos, en aquellos ojos azules y su cabello castaño liso que llegaba mas allá de los hombros iba totalmente suelto.

 

Era la última vez que pretendía ir de compras sin antes mirar le tiempo que iba a hacer. Demasiado acostumbrada estaba a españa que en esa época del año haría buenísimo por las calles ibéricas. Ahora solamente quería entrar en calor, tomar algo que asentara la temperatura de su cuerpo y que su piel nívea dejara de estar helada como lo estaba en esos instantes. Mientras vagaba por el callejón, pudo contemplar una cafetería bastante cálida y por lo visto no muy transitada, pero eso era lo que la gustaba, no estresarse con mucha gente.

 

No se lo pensó dos veces y entro en aquel lugar mientras empujaba la puerta que apenas hizo mucho ruido. Casi algo apresurada cerró la puerta tras ella y observó el calido ambiente de la cafetería. Fue entonces cuando su vista se dirigió a un lugar apartado con sillones y una mesa en el medio. Sus ojos azules con detalles amarillos brillaron como si hubiera descubierto el cielo. Ando aunque mas que andar parecía correr hasta aquel sitio donde se sentó rápidamente mientras se relajaba y cerraba los ojos. Si, eso era vida y calor aunque seguramente necesitaría una taza de café, esperaría allí un momento a que la atendiera, por el momento estaba disfrutando del relajado tacto de aquel estupendo sillón.

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Había recibido el comunicado del ministerio de magia la semana anterior, de que el negocio que tenía con Taurogirl debía cerrar por la poca actividad que tenía. Ninguno de los dos tenía el tiempo para pasar regularmente por el lugar y al parecer, los supuestos encargados del local habían abandonado el negocio. Ya había perdido un negocio por la misma causa y no quería perder este también, razón por la cual, esa mañana había madrugado un poco más para poner al día el negocio. El local, ubicado en el extremo norte del callejón, se veía descuidado y castigado por el incesante paso del tiempo que había cubierto ya de maleza la entrada principal.

 

Casi todo el día le tomó a León volver a dejar el Juan Valdéz Café lo suficientemente decente como para recibir a alguien; ya le cobraría a la Crouchs por no haberse presentado a colaborar. No había ni meseros, ni administrador, por lo que tendría que hacer él mismo de todo. No sería la primera ni la última vez que lo hacía, pero tenía mucho que hacer, tanto en el castillo Crowley, como en el bando como para dedicarle tanto tiempo al lugar. Pero era consiente de que si no quería perder el negocio, debía dedicarle tiempo. Para cuando la tarde había caído, el local ya estaba de nuevo en su punto para abrir, lo cual hizo sin mucha prisa, descansando su cuerpo detrás de la barra aunque no por mucho tiempo. El rechinar de la puerta le indicó que alguien había notado el cambio y había optado por tomar un café.

 

Para su sorpresa, en uno de los sillones cálidos y cómodos que rodeaban la chimenea, una mujer de cabello castaño descansaba en silencio, casi durmiendo sobre el sofá. Su rostro se le hacía familiar, pero no recordaba del todo en donde la había visto antes. No sabía bien si despertarla para tomar su pedido o cubrirla con una cobija para que continuara durmiendo. Supuso que de querer dormir, hubiera ido a algún hotel de la zona, por lo que carraspeó llamando su atención.

 

—Hola, buenas tardes —Saludó estirando la mano y colocando la carta de bebidas en la mesa—, en este momento no tenemos no tenemos meseros, así que yo mismo te atenderé.

 

Con un ademan se sentó en la silla contigua a la de la mujer, cayendo en cuenta porqué estaba ella tan a gusto. La mayor parte de los muebles, tanto sillas como mesas, habían sido hechas exclusivamente para el lugar y pensadas para la comodidad de los clientes. Eso, junto con el calor que brindaba la chimenea, daban un ambiente propicio para perder la batalla contra el sueño de Morpheo.

 

—Ohh, había olvidado lo cómodas que eran —sonrió hundiendo aún más el cuerpo en la silla—. Por cierto, mi nombre es León.

Editado por León Crowley
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Estaba tan ensimismada en concentrarse en recoger el mayor calor en su cuerpo que sus ojos se habían quedado momentáneamente cerrados pues parecía que se la había olvidado que estaba en un lugar público donde solía haber gente.Aunque en aquel lugar justamente no había muchas personas por no decir que estaba algo vacio, pero casi que lo prefería no la gustaba estar rodeada de mucha gente así que ahora mismo se sentía bastante tranquila. Su respiración era relajada y ni siquiera se percató de que alguien había entrado en el local.

 

La verdad esque tardaba mucho el camarero, quizás había aprovechado para colocar el almacén pero eso ahora mismo no la importaba pues estaba tranquila. Pero al poco tiempo de pensar en aquello la voz masculina de un mago la llamó la atención, haciendo que sus ojos se abrieran desvelando el color azul junto amarillo que tenía en ellos. Le observó por un instante, la sonaba su rostro aunque no tenía muy claro de que la sonaba. Se disculpó por que no había meseros a la vez que colocaba una carta de bebidas delante de ella.

 

Deduciría que aquel hombre sería el dueño del local, por lo que ahora mismo tenía el prestigio de conocer de quien era aquella cafetería tan agradable en la que se encontraba ella. Miró la carta cuando al tiempo notaba que se sentaba cerca de ella en una de aquellas cómodas sillas que se encontraba allí. Ya tenía pensando que quería pero fue entonces cuando supo quien era al decir su nombre, un guardían con el que hace tiempo que hizo una guardía en un spa. Aunque se acordo vagamente puesto que estuvieron poco tiempo de guardia.

 

-Encantada, soy Eliah y por cierto un chocolate caliente no estaría mal....-comentó mientras le sonreía por un momento aunque a la vez tras su comentario de los cómodos de los asientos se sentía algo avergonzada.

 

-pensaba que estaba sola.....no te escuché llegar....-comentó desviando la mirada de él mirando cualquier otro lugar de la cafeteria. También se dió cuenta de la mala impresión que le había dando al mago.

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—Es una excelente decisión —manifestó al escuchar su pedido. Apoyó las manos en los brazos de la mesa y se inclinó deteniéndose a la mitad del camino— ¿Eliah? —indagó al escuchar su nombre—, creo que ya sé de donde te conozco. Hicimos una guardia algún tiempo. Un buen tiempo a decir verdad.

 

Su memoria no estaba tan perdida después de todo y si bien no había recordado al momento en que lugar había hecho la guardía, recordaba haberla visto en un muy ajustado vestido de baño. Obviamente, no era el precisamente el recuerdo que debía manifestar; sería algo muy poco adecuado que el único recuerdo que tuviera de aquella guardia fuera ese así que prefirió callarlo. Tomó la carta tras escuchar su pedido y notó el tono rojizo leve en las mejillas de la mujer a lo cual respondió con una sonrisa, pasando la mano por su hombro en señal de confianza.

 

—Ya estaba acá cuando llegaste, solo que estaba descansando un poco tras el mostrador. El lugar llevaba algunos meses algo abandonado y hoy he venido a arreglarlo —comentó limpiando algo de polvo que reposaba sobre la cabecera de la silla en la que estaba la mortífaga. Por más que se empeñó en limpiarlo todo, algunas partes se escaparon a su ojo crítico—. Te pido disculpas de antemano si encuentras algo sucio el local.

 

Tras la disculpa, se escapó presuroso a la barra para preparar el chocolate de la cliente. Algo de leche caliente, chocolate directamente de brasil, algo de cocoa, crema de chantilly para adornar la superficie. No tardó mucho a decir verdad; el café era una obsesión para él y en mucho países había realizado cursos y demás, que lo habían convertido en un barista de alta exigencia y calidad. Junto al chocolate colocó un par de galletas de centeno y avena; una compañía inmejorable para un café brasilero. Colocó la taza sobre un plato de base y se acercó.

 

—Acá tienes señorita —se anunció colocando la bebida sobre la silla—, las galletas una cortesía de la casa por ser nuestra primera cliente y por saber disculpar el desorden. ¿Te importa si te acompaño? el lugar seguirá desértico hasta que no sepan que ha vuelto a abrir. Espero tener algunos ayudantes para entonces.

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  • 2 meses más tarde...

Le hubiese gustado seguir durmiendo, pero no, tenía la costumbre de no saber decir que a los demás, por lo que no le quedaba de otra más que cumplir con el horario. <<Juan Valdez Café>> se llamaba el negocio al cual tenía que estar antes de las diez de la mañana, ya que tenían la idea de encontrarse con sus pupilos a eso de las doce del mediodía, por lo que seguramente algo se les ocurriría.

 

Un jean negro, una remera manga corta y unos zapatos eran su atuendo para ese día. Luego de haber acomodado un poco su cabello salió de los terrenos del castillo Targaryen para aparecer en la entrada del callejón diagón. En uno de sus bolsillos descansaba su varita, siempre le llevaba a todas partes por si algo pasaba, mientras que, en el interior de su bolsillo izquierdo se encontraba la llave del negocio.

 

¿Cómo había conseguido llaves de un negocio que no era de ella? Pues bien, la explicación era un tanto complicada, ya que no lograba recordar con detalles lo sucedido una noche antes. Lo último que recordaba es que, de alguna manera, se había encontrado con su compañero León en un bar y luego de haber tomado un par de tragos habían decidido que tenían que verse en algún lugar con los magos o brujas a los que tenían el deber de guiar durante su estancia en la Universidad.

 

¿Y las llaves? Preguntó una voz dentro de su cabeza. Esas las había conseguido después de acordar en donde se verían, por lo que seguramente León había confiado en la joven al prestarle una copia de las llaves de su propio local.

 

Cuando quiso darse cuenta ya estaba parada en la puerta del café, por lo que no hizo más que introducir la llave en el picaporte, girarla un par de veces y listo, ya estaba adentro. Ahora solo tenía que aguardar a que llegara.

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  • 3 meses más tarde...

¿Qué es el amor? Definirlo no era sencillo para ti, siempre tan dispuesta a huir de él, ahogar cualquier sensación que te maravillara más de lo necesario, enfocarte en que tu vida sólo dependía del goce que sentías al molestar a todos aquellos que disfrutaban de este sentimiento y endurecer a tal punto tu corazón que su muerte no se debiera a tu condición vampírica, sino a la frialdad que hiciste que lo embargara por completo, protegiéndolo y a ti misma. Deseabas no tener debilidades, lo cual lograste en el aspecto físico, pero aún el hielo tiende a quebrarse y, en muchos casos, derretirse. Así que entras a ese local, inmersa en tus pensamientos como cada uno de los días de tu vida, logrando sentir un pequeño halo de vida en ese muerto corazón que parece traicionarte cada día más, esperándola.

 

Y sin evitarlo rememoras la última vez que la viste, la decepción en sus ojos, ese cabello azul que adorabas con determinación, el dolor de su enojo, tantas cosas que dejaste a un lado para no hundirte más en el pozo que tú misma habías creado para ti, un matrimonio falso, una amistad destructiva, un amor imposible, una vida de miseria absoluta… ¿todo para qué? Solo para probar la teoría de que no merecías nada bueno del mundo, por encontrar un placer enfermizo en el dolor, para alimentar una locura que seguramente no poseerías si tus decisiones hubiesen sido otras.

 

Evocas un breve suspiro, aspirando el delicioso aroma del café, no puedes negar que sería un buen vicio que adquirir, claro, si tu amor principal no fuese el vodka, pero dudabas que tu madre aprobara que llegaras borracha y con tus ínfulas de mujer fatal a su presencia. Además… ¿de qué valía fingir con ella? Te conocía mejor que cualquiera, te había criado casi la mitad de tu vida.

 

— Seguro me encierra en una torre por lo que me resta de vida— tu voz sonaba tan infantil, tan carente de esa madurez que hacías creer a más de uno, justo ahora, eras la niña que años atrás había llegado a Ottery sin familia, ni otra historia que una amistad en un orfanato y con la convicción de ser un fenómeno—. Puede que no sea tan malo, así tendría un dragón.

 

Una breve risa escapó de tus labios, tener siglos de vida no aseguraba absolutamente nada, seguías siendo una niña.

Editado por Juliene Black Lestrange

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  • 7 meses más tarde...

Gente que no tiene vicios

Tiene muy pocas virtudes.

Abraham Lincoln

 

Shhhh…- susurro en el oído ajeno, mi sonrisa tétrica se dibuja en sus ojos, me observa, yo le sonrío, viéndola fijamente puedo saber sus miedos, me los grita sin hablar, está paralizada y no sabe porque, me observa pero no dice nada porque no comprende el hechizo al cual la tengo sometida, es mi presa, pronto será parte de mi colección con esos hermosos orbes verdes, no entiendo su miedo, pero si lo disfruto, me deleito en ellos… me acerco a sus labios para arrancar de ella aquel – PPP…PPppoorr favor… - susurra con tanto temor - shhhh no te dolerá… mucho

 

¿Comprendes ahora el silencio? Cuantas veces no he estado bajo el alero del silencio, de la incomodidad, mi cuerpo no procesa, son estos momentos con mi mente y mis demonios los que valiosos me transportan a esta locura, Escucha. Sigue los pasos que se mezclan en esa atmosfera verde, los recuerdos de aquellos gritos y en mi mente las hojas bailan y las aves cantan, es una melodía, es el día, es el viento... sigue, sigue... son los tintineos, es mi interés por disfrutar las aventuras que mis demonios dibujan en mi cabeza.

 

De pronto puedo sentir aquella esencia, aquel sabor, es suave y pica la nariz, todos ellos tienen ese mismo aroma, a café, a clavo, romero y duraznos. El olor a maderos chispeantes, el humo todo ese aire se calcina a mis pasos y atrae mi atención, deteniéndome entre las sombras al escuchar los ruidos que provienen de adentro, me gusta estar aquí, me gusta el lugar el sabor, el silencio… piso sobre mis botas altas el hall de entrada y sostengo mi cajita entre mis dedos con un corazón y dos ojos verdes en su interior… la sangre en mis dedos, quizá me veo extraña quizá, pero no pretendo ocultar mi locura, no más.

 

Me acerco y mi presencia se queda sobre la barra de peticiones, ya estaba oscuro y me parece curioso como no hay visitantes a esta hora de la noche – un whisky… - ¿tendrán? No lo se, pero estoy dispuesta a averiguarlo…

 

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