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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Entrar a la mansión no me había sido tarea fácil, y yo no era una Caperucita como para andar escondiéndome del lobo por el camino corto del bosque. La Rosaleda me parecía muy bonita, de no ser por las espinas que te perforaban la piel de caminar sin andar con cuidado de dónde pisar. De todas maneras, prefería no recordar cada vez que insultaba a los patriarcas por ese sinfín de obstáculos que le haría la vida imposible a los caminantes. Yo era uno de ellos, aunque ya pensaba en procurar otro tipo de entrada antes que volver a atravesar semejante y basta zona de jardines.

 

Atravesé la puerta con paso firme, y cuando ambos pies estuvieron ya del lado de adentro de la mansión respiré profundo dibujando una sonrisa de satisfacción en mi rostro. Me quité la capucha sacudiendo un tanto el cabello para que se soltara y apenas me quité el piloto un estallido a mi lado izquierdo hizo que pegara un sobresalto, notando la presencia de un elfo bastante peculiar.

 

-Señorita Goshi. -El elfo hizo una reverencia. Aunque así y todo no quité de mi rostro el gesto de desagrado.- Mi nombre es Raikkonen y es un orgullo darle la bienvenida a la Mansión.

 

Acentuaba de forma exagerada la letra R, lo que me resultaba un tanto gracioso.

 

-Bonito nombre...

 

-Se agradece el halago, mi dama. -Hizo un ademán con la mano para indicarme las escaleras.- Si me permite la acompañaré con gusto hacia su cuarto. Hemos recibido al elfo Warhol con sus pertenencias, pero me pareció apropiado recibirla personalmente.

 

Sonreí de lado un tanto incómoda.

 

-Pues... Gracias.

 

Completé la sonrisa hacia el otro lado y me dispuse a caminar detrás de la criatura con los ojos dispersos en cada detalle que decoraba la mansión. Había pisado aquel lugar anteriormente, sin embargo mi mirada estaba más dispuesta a encontrar a cierta persona que a vislumbrar el lujo que bañaba aquellas paredes.

 

Era todo muy extraño. Caminar allí como una más, pisar los escalones sin miedo, para luego recorrer los pasillos con total libertad, era algo que no esperaba que algún momento fuera a suceder, al menos no hacía unos años atrás cuando mi techo se trataba de uno totalmente distinto. Por suerte sabía que no volvería a pisar aquel sitio, de no ser por querer recuperar cierta criatura. Era lo único que extrañaba. Si no fuese tan grande, quizás hasta pudiera robarlo. Pero no; no, no, no. Una Malfoy no hace esas cosas. ¿No?

 

Me quedé tildada, inmersa en mis pensamientos, mientras seguía al elfo sin dar cuenta siquiera de la cantidad de escalones que acababa de subir. Cuando me quise acordar estaba llegando a la tercera planta.

 

Miré hacia la izquierda del pasillo y algo me hizo sonreír, aunque no sabía exactamente qué.

 

El elfo me condujo con gesto amable hacia el ala derecha, haciéndome soltar una carcajada cuando dejé de visualizar el lado contrario. Cuando entré a mi habitación, correspondiente a la segunda puerta, Warhol temblaba de pies a cabeza del otro lado de la misma. Cerré de un portazo sin importar la presencia de la otra criatura y apreté mi puño al dirigirme a Warhol con el rostro cargado de furia.

Editado por GoshI

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Lo único que puedo recordar de ti es cómo tu mirada se tornaba vacía, ese momento cuando sentiste que el gélido aliento de la muerte te recorría el cuerpo – dije, sentándome a su lado para mantenerme cómodo. Sonreí, consciente de que recordarle aquel amargo día para ella sería una vergüenza –. ¿Acaso tú no? Que pisoteen tu orgullo, varita en mano, no debe ser fácil de olvidar, Anna.

 

La invitada no se fiaba de mí, y apenas podría hacerlo en ningún Malfoy de los que por allí pululaban, aunque para mi sorpresa Anna buscaba a un tal Leandro, del cual desconocía que tipo de lazos de sangro me unían a él. Quizás fuese un primo, un sobrino, o quien sabe si un tío desaparecido que había regresado con su vieja familia. La verdad es que me enredaba más a menudo de lo que quisiera entre las ramas del árbol familiar.

 

Escuché la demás palabrería que la Ryddleturn soltó por la boca, divertido. No aparté la mirada ni un momento para poder comprobar cómo eran sus reacciones, aunque yo me mantenía a su lado totalmente tranquilo.

 

Quizás sea él quien te esté evitando a ti. La próxima vez deberías citarlo en algún lugar específico, para no perderte. Aunque supongo que el hecho de haberte topado conmigo será de gran agrado para ti – hice una pausa –. Y no. No puedo coger miedo a alguien a quien una vez doblegué con tanta facilidad, y es algo que tampoco deberías olvidar de esa forma.

 

Chasqueé la lengua, mientras cuidaba mi varita con una mano en el bolsillo, siempre alerta.

 

¿Cómo te vas a librar de mi ahora?

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Puse los ojos en blanco cuando el chico rememoró el momento por el que siempre me tendría en su memoria. Realmente yo había olvidado gran parte de lo que pasó aquel día, por lo que tampoco pude darle una respuesta. ¿Qué le iba a decir, que no me acordaba de nada? Para eso era mejor seguir manteniendo la boquita cerrada, a él poco o nada debería de importarle lo que pasase por mi cabeza.

 

- Mucho orgullo no debiste de pisotearme entonces, porque casi no lo recuerdo, no recuerdo que pasó en nuestro enfrentamiento, solo que me venciste mientras jugábamos con tus normas.- le respondí cuando se sentó junto a mi. Normalmente me sentía incómoda cuando yo estaba sentada y la persona con la que hablaba de pie, pero sentirlo cerca me hacía sentir aún más incómoda.

 

Aquel chico me desconcertaba y seguía sin poder tragarlo, si no me equivocaba era la primera persona que “conocía” que no me caía bien, a pesar de no haber estado con él en una habitación ni una hora. Me preguntaba si era solo cosa mia o a los demás les pasaría lo mismo, pero viendo su cara probablemente no fuera la única.

 

- No lo creo, simplemente se que no le gusta la compañía - respondí al Malfoy girando levemente la cabeza para mirarlo, ignorando sus últimas palabras, no me podía creer que fuera tan engreído. Realmente se estaba ganando que hiciera algo contra él, ¿pero qué? No podía atacarlo allí, daría lugar a demasiadas preguntas que no estaba dispuesta a responder.

 

Continué mostrándome serena, aquello se me daba de maravilla, había tenido que fingir durante muchos años que nada grave pasaba en mi trabajo en San Mungo para no preocupar los pacientes y que no cundiera el pánico, intentar no volverme loca con aquel licántropo era algo que podía sobrellevar.

 

Con sus últimas palabras una bombilla se encendió en mi cabeza, dándome una idea, incluso mis ojos se iluminaron. Ya sabía lo que iba a hacer. No era un método demasiado agradable para mi, pero esperaba que para él fuera más comprometido.

 

Alargué mi mano hacia su pierna, recorriéndola arriba y abajo con mis dedos, como si estuviera haciendo pequeños dibujos sobre su muslo, observando el movimiento que realizaba antes de elevar la vista para clavar mis ojos verdes en los suyos. - ¿Quién dijo que me quiera librar de ti? – pregunté acercando mis labios a su oído - ¿Quién te dice que no sabía que Leandro no iba a estar pero que tú si?

 

Mi mano había quedado posada sobre su pierna, con la mano completamente abierta. Ahora solo faltaba esperar su reacción mientras permanecía lo más calmada posible, tenía que llevar las riendas de lo que allí acontecía, hacerme ver segura de mi misma, cualquier indicio de duda podía llevar mi plan al desastre más absoluto.

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La mortífaga apareció directamente en su alcoba en la tercera planta de la mansión Malfoy, sabía que podría haber ido a buscar a sus padres directamente pero tenía meses sin verlos y, debía admitirlo, le daba bastante miedo tener que encarar a cualquiera de los dos; por esas y más razones había decidido aparecer directamente en su cuarto, una habitación espaciosa con una amplia cama que se encontraba del lado norte de la habitación mientras que en el sur se encontraba una pequeña salita donde sus hermanos se habían acomodado demasiadas ocasiones para gusto de la bruja. Sí, también podría haber llegado directo a alguna de las habitaciones de sus hermanos o primos hermanos, todas sus habitaciones estaban en ese piso... pero no quería encontrar a ninguno de ellos en posiciones incómodas.

 

Suspiró mientras miraba el espacio que la rodeaba, la cama estaba tendida como a ella le gustaba y lo único que parecía fuera de lugar era ella misma, sonrió y dio un paso hacia la puerta que estaba a unos cuantos metros de ella. Abrió de golpe esperando sorprender a cualquiera de sus hermanos en el pasillo pero éste estaba totalmente desierto. Frunció sus labios y cerró con suavidad la puerta detrás de ella girando con extrema lentitud, fue entonces cuando la vio. Una pequeña criaturilla que no rebasaba su cintura. La bruja maldijo entre dientes llevando una de sus manos hasta su pecho, la elfina le había sacado un buen susto y no sabía cómo reaccionar ante la presencia de algo conocido.

 

—Diablos, Jane, me espantaste —la regañó la mortífaga mientras se quitaba la capa que cubría el vestido que había usado en la prisión por más de una semana.

 

—Jane lamenta haber espantado a su ama —pidió disculpas la criatura—. Jane no estaba segura de que ama May quisiera verla pero Jane no ha sabido de su ama en tanto tiempo y no sabe qué debe hacer.

 

La mortífaga esbozó una sonrisa, por eso Jane era la una criatura dedicada a la servidumbre a la que ella realmente apreciaba; ni siquiera Chávez que tenía más tiempo sirviendo a los Malfoy sabía que decirle a la bruja para ponerla de buen humor, en cambio, Jane si sabía. May comenzó a desnudarse en su alcoba tirando todas las prendas al fuego de una pequeña chimenea que calentaba la alcoba. A pesar de que la ropa hubiera podido lavarse y salvarse, la castaña detestaba la idea de guardar algo que había estado en contacto con los fenixianos, por lo tanto, el fuego era la mejor opción; además, ella podía darse ese lujo, había otros que estaban más limitados en el mundo mágico como Allen.

 

—¡Allen! —exclamó de repente haciendo que la elfina, quien sólo la miraba, pegara un salto que levantó su cuerpecito al menos unos 5 centímetros del suelo—. Jane, necesito que vayas y busques a Allen... debe de estar en... —¿dónde diablos debía buscarlo? Las veces que se había topado con él habían sido accidentes, sólo una había sido planeada—. En donde sea, debes buscarlo donde puedas... la Academia es un buen lugar para empezar, lo reconocerás, has visto fotografías suyas, es amigo mio de hace varios años, pelinegro, atractivo, seguramente traerá un sombrero de paja y... un bastón

 

Era la primera vez que la bruja decía en voz alta algo que se vinculara con la ceguera de su amigo, novio o lo que fuera; aquello era demasiado para su persona, se dejó caer sobre la cama abrazándose a si misma. Su elfina la miraba confundida, no sabía si debía ir de inmediato a buscar al hombre que su ama le pedía o quedarse, meterla a la ducha y darle algo de comer; sin más ropa encima que la interior se veía a la perfección que la bruja había bajado de peso y que su piel aún no terminaba de curarse, de hecho, a penas empezaba a hacerlo. La castaña levantó la mirada y clavó sus ojos verdosos en su sirvienta que nuevamente pegó un salto, se estaba tardando en cumplir la orden de su dueña.

 

—La ama May debería comer algo, Chávez puede traerle algo mientras Jane va a buscar a su amigo —se explicó la elfina antes de desaparecer.

 

—Si... —fueron las únicas palabras de la castaña antes de llamar en voz alta al elfo por excelencia de la familia Malfoy. Un elfo de orejas puntiagudas y ceño fruncido entró de inmediato a su alcoba, al verla sus ojos se abrieron como platos pues, como su familia, tenía años sin ver a la mujer que estaba sentada en la orilla de la cama— Quita esa cara, Chávez, no es cómo si no lo hubiera hecho antes —comentó May secamente—. Necesito un poco de té con leche y galletas, ve por ellos y los traes aquí. —ordenó antes de levantarse y caminar hasta el baño.

 

Sin poner más atención al elfo la bruja abrió una de las llaves del agua y dejó que ésta golpeara su cuerpo desnudo; sus movimientos eran lentos pero totalmente seguros cuando comenzó a ducharse a consciencia limpiando y sobando cada una de las partes lastimadas de su cuerpo. Sin embargo, al salir de la ducha ni siquiera se miró en el espejo de cuerpo completo que estaba ahí, no quería verse, sabía que había perdido un poco de forma y no la recuperaría a menos de comenzara a comer mejor. Su estómago gruñó y ella soltó un "shh" como si su cuerpo fuera un ser racional que obedeciera sus órdenes. Comenzó a secarse y a ponerse crema por todo el cuerpo, volvió a su alcoba donde comenzó a vestirse, primero la ropa interior, luego los calcetines y luego un suéter de punto bastante holgado que caía hasta sus muslos y un pantalón de algodón que se ceñía a sus piernas.

 

—Entra pronto —dijo al escuchar los pasos de un elfo. A pesar de que Chávez había sido al elfo a quien le había encargado el té y las galletas había sido Hamilton quien las había llevado. Ella frunció el ceño.

 

—Chávez le está preparando algo de comer, pronto lo traerá —explicó la criatura colocando la bandeja sobre la mesilla de centro que estaba en la pequeña sala de la habitación.

 

—Puedes retirarte.

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Aquel día estaba bastante nublado, comparado con los días semi-soleados que se habían intentado asomar entre el clima frío que azotaba aquellas tierras ultimamente. El cielo estaba vestido completamente de gris, y las nubes no tenían un aspecto nada agradable, no eran de aspecto esponjoso como el algodon y tampoco llevaban el color plata que anuncia la caída de la nieve, no, esas nubes solamente parecían de tormenta y hacían que el ambiente fuera un poco deprimente. Acompañado a esto, las brisas de viento no eran potentes, pero si heladas, frías caricias que atormentaban a aquellos que fueran desprotegidos de abrigo.

 

La silueta de un joven, sentado sobre el tronco de un árbol caído a las orillas del lago en los Jardines Sumaes era el unico rastro de vida en toda esa area, acompañado de un ser alado de brillo azul, una hada que hacía de guía para aquel joven invidente. Aquel joven no iba propiamente abrigado para la situación, vestía una camisa blanca de manga larga, abotonada casi hasta el cuello con una delgada corbata negra visiblemente aflojada del nudo, como si este no le gustara en lo más minimo al muchacho. Su pantalón de vestir, de corte regular que se alineaba perfectamente a su cuerpo sin llegar a pegarse hacía que pareciera incluso un poco más alto de lo que era. Y finalmente calzaba unos zapatos de vestir de punta color negros. No era precisamente la ropa que más le gustaba a aquel muchacho, pero por una pequeña platica o curso, ya no recordaba ni que era, había tenido que ir bien presentado, pero afortunadamente pudo llevar su sombrero con el, aquel sombrero amarillo, incluso ya algo desgastado que era su bien más preciado.

 

Allen... Llevas varios días viniendo a este sitio, y a la misma hora, ¿tienes alguna clase de ritual ridiculo o algo por el estilo?— Preguntó la brillante hada, cuya vocesita femenina sonaba aun más aguda por su tamaño. Esta se mantenía en el aire, agitando sus alas y de brazos cruzados, estando a la altura del rostro del joven y separado unos treinta centímetros de el.

 

No.— Respondió con una leve sonrisa. —Estoy esperando a alguien.— Agregó con una tranquilidad que nunca se le había visto antes y llenaba de curiosidad a la criatura que veía por el. Más o menos a esa hora, pero exactamente en ese lugar fue donde el pelinegro se re-encontró con ella hace poco después de tantos años de ausencia, algo le decía en su interior que probablemente ahí la vería de nuevo, puntual para platicar de nuevo y el tarde como acostumbraba, pero en días anteriores se había presentado puntual y nadie acudía a pesar de esperar hasta tres horas en el mismo sitio, aun así, al día siguiente siempre volvía con la misma idea y esperanza.

 

Pero si te quieres ir, eres libre de hacerlo.— Dijo el pelinegro después de unos instantes de quedarse callado. Estar ahí hacía que tuviera todo un caos en su interior con el que trataba de lidiar para no enloquecer más de lo que ya estaba. Por una parte, le reconfortaba la calma del lugar, el recuerdo de haberla visto de nuevo ahí le llenaba de alegría, el estar en ese momento solo le deprimía, el recordar que la ultima vez que pudo verla ella se había enfadado con el lo mantenía pensativo, la memoria de su ultima "cita" con ella le provocaba incertidumbre, el hecho de no haberla rescatado le provocaba una sensación exageradamente terrible de impotencia y el pensar en "Orden del Fénix" lo llenaba de furia y sed de venganza.

 

No Allen... Se que algo no anda bien, además seguro te perderas de regreso a la sala común y olvidaras la contraseña de la estatua.— Respondió ella, tratando de ser la antipatica criatura que hacía reir al pelinegro, pero no consiguió nada ni para bien ni para mal en la pequeña sonrisa que sus labios dibujaban. Otro momento de silencio los abordó, junto con una leve brisa que alborotó un poco los mechones de cabello que se asomaban por debajo del sombrero del chico. La hada se abrazó a si misma a causa del helado viento, envidiando como el alumno nisiquiera se inmutaba de eso. —Pero, ¿puedo esconderme en tu sombrero?— Preguntó con voz temblorosa. El chico asintió y lo levantó un poco, dejando que la criaturita se refugiara ahí. Una hora más pasó, no había ni la minima señal de ruido alrededor salvo la de las hojas de los arboles danzando gracias a las corrientes de aire.

 

—...— Allen empezaba a impacientarse por aquel día, ya llevaba casi dos horas sentado ahí, y esa ropa no le agradaba en lo más minimo, estuvo a punto de ponerse en pie cuando a sus espaldas escuchó un sonido un tanto escandaloso, algo como "crack". Alerta, pero con un temple sereno y sin girarse siquiera, Allen comenzó la conversación.

 

¿Quien eres?— Preguntó amablemente. Algo ya era seguro, quien se había aparecido no era May, aquel no era el sonido que caracterizaba su aparición o desaparición, este había sido más como el ruido de un impacto pequeño, debido a su ceguera se tomaba más tiempo y calma para analizar todo lo que le rodeaba, personas y medio ambiente sin distinción, algo como "observar" sin ver.

 

El joven es igual al de las fotografias.— Dijo una voz, que Allen asimiló como la de una anciana tal vez, el joven arqueó una ceja pero no interrumpió. —El joven es Allen, el amigo de la ama May, ¿no es así?— Continuó la vocesilla, consiguiendo ahora completamente la atención del pelinegro que ahora si giró un poco la cabeza para dirigirse a ella de manera más directa.

 

Si, yo soy Allen, ¿de que fotografias hablas y en que puedo ayudarle?— Preguntó. Su corazón repentinamente se había acelerado, pues por su mente solo pasaban dos escenarios, uno de ellos era que la dueña de esa voz venía a darle un comunicado de May, el que fuera, pero algún mensaje. Pero otro escenario, no tan consolador, era el de recibir la noticia de que ella se había ido para siempre. El tener aquellas ideas en mente lo tenía sumamente nervioso.

 

La ama May, ha enviado a Jane a buscar al joven Allen. La ama había estado desaparecida, pero la ama ha vuelto y ordenó a Jane buscarle, joven Allen.— Respondió la sumisa voz. El pelinegro se quedó paralizado de la emoción, ella estaba bien, y además había enviado a alguien a buscarle, por un lado eso estaba bien, pero por otro no, pues May era una persona muy directa y algo, que para Allen muy seguro era la Orden del Fénix, le impedía andar con libertad.

 

¿Donde esta May?— Preguntó apresurado.

 

La ama May le espera en la Mansión Malfoy. El joven Allen deberá disculpar a Jane, pues Jane debe irse ya para avisarle a la ama que el joven ha sido encontrado.— Expresó con pena. Allen por primera vez en todo ese tiempo sonrió con ilusión.

 

Descuida, ya llegare yo.— Aseguró, levantando el pulgar de su mano derecha como aprobación. La elfina se sorprendió un poco, y así con el mismo ruido con el que llegó, se fue. Allen se puso de pie, pero entonces Navi salió de su escondite y le cerró el paso por delante de su cara.

 

¿Estas seguro que vas a ir Allen?... Yo... No creo que sea buena idea que vallas... La Mansión Malfoy es un lugar peligroso según he escuchado, si no eres un amigo de la familia seguro moriras antes de poner un pie en los terrenos de ese tetrico lugar... Además... Su reputación como magos oscuros es mundialmente conocida.— Expresó eso ultimo a modo de murmullo la hada. Al ser una criatura entregada por una integrante de la Orden del Fénix a Allen, esta sabía muchas cosas que Cye le había enseñado al igual que otros integrantes de esa organización, pero se mantenía callada para no molestar a Allen con su odio hacía estos, además le estaba tomando aprecio y enserio se preocupaba por el en esta ocasión.

 

No sabía eso... Pero igual ire, Navi. May es la unica que me importa en este mundo "mágico" que detesto. Y si es por ella, aprendería cualquier arte maldita si hace falta.— Sentenció. De su bolsillo sacó algo parecido a una varita blanca, que extendió con ambas manos al jalarlo de ambos extremos, quedandose con uno en su mano derecha y con el otro tocando el suelo. —Pero descuida, estare bien. Anda, vamonos ya.— Dijo finalmente, la hada se resignó y obedeció, sentandose en el hombro izquierdo del pelinegro.

 

Antes de siquiera salir de la Academia, Allen regresó a su sala común para dejar su sombrero y tomar una gabardina negra para abrigarse. Sabía que no podía ir como le gustaba a aquel recinto que por demás podría ser sagrado, al ser el hogar de grandes personalidades. La gabardina era un pesado abrigo de grandes botones, los cuales dejó abiertos completamente, además que sus brazos no los pasó por las mangas del atuendo, dejando que este solo descansara sobre sus hombros, pero con eso era suficiente para cubrir su espalda, costados y parte del frente de su cuerpo. La gabardina le llegaba hasta media pantorrilla. Una vez estuvo listo se despidió de su unica compañera que estaba ahí y salió de la sala y posteriormente de la Academia para dirigirse a Ottery.

 

Navi permanecía oculta en un bolsillo interior del abrigo, a la altura del corazón de Allen más o menos, la pobre no se atrevió a dejarlo ir solo pero estaba muerta de miedo. La noche ya los había alcanzado, la luna brillaba alto en el cielo al igual que sus compañeras las estrellas. Las calles estaban ya casi vacías, los negocios cerraban y los faroles se iban encendiendo uno a uno para iluminar el pasaje a aquellos deambulantes nocturnos, aunque aquello de poco servía al joven que caminaba tranquilo pero con largos pasos, con las ansias de llegar a May.

 

El frio se puso más rudo y hacía equipo con el viento, pero una vez más el pelinegro no parecía inmutarse, a diferencia de su cabello, su abrigo e incluso su corbata aflojada que ondeaban con la fuerza que la madre naturaleza les otorgaba. Algunos minutos más y Navi avisó que por fin habían llegado a las cercanías del territorio Malfoy. El viento chocando contra la piedra y los arboles, provocaba un silbido espeluznante que asustaba aun más a Navi y que llegaba a incomodar a Allen, el ambiente no era precisamente amigable o no se sentía como tal. Gracias a su bastón el pudo darse cuenta que el camino se volvía angosto y que alrededor solo había hierbas y más hierbas, dando solo dos sentidos al caminante, adelante o atrás. De pronto, frente a el un sonido metalico, como si el acero se retorciera se hizo presente, y unos instantes más tarde una voz grave, metalica y potente, había llegado a la puerta de los terrenos.

 

¿Cuál es el motivo de vuestra presencia en la Mansión de la honorable Mansión Malfoy?— Cuestionó la "vocesota". Allen torció la boca y se cubrió el oido izquierdo con la mano del mismo lado.

 

Oe, no hace falta que me grites.— Reclamó con mucha tranquilidad. En otras circunstancias más normales ya se estaría peleando con la puerta o estaría gritando emocionado por la voz. —Vengo a ver a M... A la señorita May Malfoy... Mi nombre es Allen Abbadonia.— Contestó sin ser imprudente.

 

¿Allen Abbadonia?... Que apellido tan más desagradable. Esperad aquí a que vuestra entrada sea autorizada o denegada.— Dijo, pero para Allen parecían gritos o alguien en megafonía. Además no encontró sentido alguno a que llamara "desagradable" su apellido, era algo que probablemente algún día sabría, pero no se iba a poner a discutir con aquello para descubrirlo.

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La castaña se encontraba sentada sobre uno de los sofás abrazando sus piernas y bebiendo un poco de té, lo bueno de que los fenixianos solamente ocuparan cuerdas para deternerla había sido algo bueno pues sus órganos internos se encontraban bien, sin embargo, el mantenerse sobreviviendo de agua no había sido tan bueno, ahora estaba segura de que podría comerse una vaca entera pero lo mejor era tratar a su estómago con cariño. De un momento a otro su atención fue capturada por un sonoro crack a su derecha, no podía ser, Jane no podía haber llevado a Allen hasta ahí, los encantamientos de la mansión lo impedían aunque tal vez él llegaría con ella... El shock que sintió al ver a su elfina llegar sin el pelinegro fue terrible y sus mejillas adquirieron un tono rojizo, su elfina había pecado de ingenua al llegar sin él. La banshee se levantó dejando con un golpe seco la taza sobre la mesilla dispuesta a regañar en serio a la criatura cuando el mensaje llegó a su cabeza: "Allen Abbadonia la busca".

 

—Diablos, diablos —musitó la bruja al tiempo que pensaba un "sí, que pase".

 

La verja encantada que protegía a la mansión mantenía a su amigo lejos de ella y expuesto a un sin fin de problemas, había un millón de formas para que se lastimara entre la verja y la puerta principal. Chasqueó su lengua mientras se ponía de pie y encaminarse a la puerta. Empujó a Jane fuera de su recámara y le ordenó que se adelantara para recibir a Allen, tendría que llevarlo hasta la sala de estar pues sería más sencillo para él pues no tendría que subir hasta el tercer nivel. La elfina asintió y desapareció para reaparecer en el camino de la verja. A pesar de ser una sirviente, Jane vestía mucho mejor que otros elfos y se sentía cómoda trabajando para la Malfoy, había estado con ella desde hace seis años y jamás la había visto tan preocupada por otro ser humano que no fuera su hermana y sobrina, pero ahora la mandaba al frío por un hombre.

 

Sus pisadas eran cortas pero rápidas y pronto terminó con la distancia que había entre la casa y la verja, ahí estaba él. Ella lo miró con sus ojos saltones y fue cuando se percató de que algo a la altura de su corazón temblaba, frunció el ceño. ¿Intentaría hacerle daño a su ama? Lo dudaba, el carácter inocente y adorable de May la hacía vulnerable hasta cierto punto pero jamás había mostrado ser tonta, mucho menos suicida, por lo tanto, que invitara a alguien que pudiera dañarla a su casa era totalmente imposible. Cuando la verja se abrió Jane hizo una pronunciada reverencia antes de darse cuenta de que el chico estaba ciego, por eso su ama le había referido un bastón aunque hasta el momento no lo había visto.

 

—Por favor, acompáñeme, la ama May lo espera en el salón familiar —dijo saludándolo y parándose a su lado para poder guiarlo sin que él se sintiera menospreciado, ella sabía lo que era ser tratado con la punta del pie por otras criaturas que se creían superiores pero su dueña le había demostrado que ambas podían coexistir de una manera interesante, si, May era su dueña pero la relación que llevaban era bastante agradable.

 

Mientras tanto la Malfoy había debatido entre colocarse unos zapatos y andar descalza por la casa, sin embargo, desistió completamente de ellos cuando al ponerse unas zapatillas el roce de ellas en su tobillo sólo le sacó una mueca de dolor. No, no ocuparía los zapatos, andaría sin ellos en su casa. Sin duda tardó más de lo necesario en descender hasta la planta baja de la mansión pero una vez estando ahí fue mucho más fácil moverse hacia la sala de estar, la cual estaba conectada con el hall principal por medio de unos hermosa puerta de roble. Ella sonrió. Había cruzado tantas veces por aquella puerta, ahora, al volverlo hacer los recuerdos la inundaban haciéndola sonreír como una tonta.

 

—Hamilton —llamó a uno de los elfos—, tengo visitas... dile a Chávez que la cena la deje para más al rato y que me traiga unos bocadillos y otro té aunque con un poco de whisky, por favor, mi taza se ha quedado en mi habitación.

 

Sus pasos fueron suaves y totalmente cuidados pero cualquiera que pusiera la suficiente atención podría escucharlos, sin embargo, éstos desaparecieron cuando piso la mullida alfombra persa que decoraba el centro de la estancia, nuevamente se dejó caer sobre uno de los divanes ahora sólo tendría que esperar a que él entrará. Sonrió al escuchar que la puerta se abría, al fin volvería a verlo; lo había echado muchísimo de menos y sabía que él se había preocupado por ella, quizás se lo diría quizás no... quizás ese era el momento adecuado para que aclararan lo que había ente ellos.

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Allen esperó paciente los minutos que fueron necesarios para que llegara la elfina, en ese tiempo no intercambió ninguna palabra con la vocesota que provenía de la puerta, en cambio, el rostro metalico parecía analizar a aquel joven con cuidado para poder identificar alguna posible amenaza en el, pero no consiguió nada, dado que este mantenía una compostura comparable con la de una estatua. Finalmente el chillido de las puertas abriendose hizo que Len suspirara, no le gustaba mucho esperar y el comportarse tan recto era algo que se le complicaba muchisimo.

 

Gracias, que amable.— Respondió el joven cuando escuchó a la elfina que le invitaba a pasar. Navi en el bolsillo de su gabardina estaba realmente temblorosa, el miedo se había apoderado completamente de ella al estar en "lineas enemigas", tanto era su shock que no escuchaba nada y el temblor pasaba desde el grueso bolsillo del abrigo hasta la piel del pelinegro. Con una mano llevaba su bastón y con la otro dió unas leves palmaditas tratando de tranquilizar a la hada, cosa que consiguió un poco pues sus temblores ya no eran tan notorios.

 

Que largo es el camino... No me lo hubiera imaginado.— Pensó en silencio el invidente. Por fin llegaron a la entrada de la Mansión, nuevamente el sonido de las puertas abriendose incomodó a Allen, que seguía siendo guiado por la pequeña domestica del lugar. El primer lugar donde entraron fue el Hall, un lugar verdaderamente grande y deducido por Allen por el sonido de sus pasos, que estos a su vez causaban un poco de eco. No lograba ver nada, pero ya se imaginaba la naturaleza del lugar, un palacio digno de una persona potencialmente poderosa economicamente y seguro en otras formas también, incluida la bélica.

 

Siguió andando, su gabardina se coordinaba para ondearse al ritmo de sus pasos, al igual que las mangas de esta que no cubrían ninguno de los brazos de Allen, con una mano en su bolsillo y la otra guiando su camino con el bastón, procuraba ser muy cuidadoso, pues no quería nisiquiera hacer un rasguño a alguna de las pertenencias del lugar, pues posiblemente ni trabajando toda su vida podría pagar algún daño ahí. Pero el estres terminó, Jane le informó que detrás de esa puerta estaba May esperandolo y la abrió. La felicidad se apoderó de el, su corazón nuevamente se aceleró y el frio que sentía hasta hace poco se esfumó junto con la preocupación por el lugar, la espera había sido larga pero por fin podrían estar juntos de nuevo.

 

Se adentró unos pocos pasos, pero firmes y seguros al lugar, el sentimiento de sentirse del tamaño de una hormiga nuevamente lo abrumó por la sensación de estar en un lugar demasiado grande. El no podía verla, pero ella a el si, la situación ahora podría ser un poco opuesta a su primer re-encuentro, donde el vestía de lo más sencillo y ella un tanto refinada, pero ahora era al revez, ella estaba practicamente en pijama y el vestido con ropa formal, aunque aquella forma de llevar la gabardina, la camisa abierta de un par de botones, la corbata floja y su cabello ligeramente alborotado le hacían ver más juvenil y extrovertido, en lugar de recatado.

 

—Te he extrañado mucho, May.— Dijo en voz alta, y para su buena suerte estaba hablando en dirección a donde ella estaba, por lo menos no estaba arruinando el momento con sus patosidades. Nada más terminar la oración una gran sonrisa por fin pudo reflejarse en su rostro desde que había salido de la Academia en su busqueda.

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La bruja soltó sus piernas, las cuales mantenía pegadas al pecho, en cuanto lo escuchó entrar, estaba plenamente consciente que se alegraría al verlo pero jamás imaginó que sería tanta su necesidad de sentirlo cerca de ella hasta que se levantó y corrió para arrojarse a sus brazos. Él era mucho más alto que ella, sobre todo ahora que no llevaba tacones y lucía muy diferente de la última vez que lo había visto, ¿por qué llevaba una corbata?, ¿por qué estaba tan arreglado? May se alejó un poco de él para poderlo observar con atención, la forma en que traía la camisa, la corbata, incluso el cabello ligeramente despeinado parecía indicar que hubiera salido corriendo del lugar donde estaba.

 

Esa idea, la idea de que él corriera para verla, la alegró aunque no podía sacarse de la cabeza que estaba demasiado arreglado. Frunció el ceño pues su vena celosa se activó al instante, tal vez había estado en una cita y ella había hecho que él tuviera que dejarla. Sacudió su cabeza intentando alejar sus celos de aquella manera, con lentitud volvió a colocar su brazos sobre sus hombros, éstos estaban ligeramente lastimados pero volvía a poder abrazarlo y eso era lo único que le importaba.Con suavidad acarició su rostro y después su cabello, ella había escuchado sus palabras. Allen había dicho la extrañaba, su tono de verdad lo reflejaba por lo que realmente intentó alejar la idea de que él estuviera con alguien más, al fin y al cabo, tenía todo el derecho de hacerlo pero... aunque lo hubiera hecho, la había extrañaba.

 

—También te he extrañado muchísimo —respondió a sus palabras.

 

—¿La ama Malfoy desea algo más? —dijo un elfo que ella no reconocía, quizás era de reciente adquisición o simplemente jamás se había topado con él, pero lo dudaba. La criatura había aparecido en el momento más inoportuno pero la mortífaga estaba demasiado alegre como para molestarse por la intromisión de la criatura.

 

—¿Quieres algo de tomar? —le preguntó al pelinegro mientras se inclinaba para tomar su taza de té de la bandeja de plata que el elfo estaba por colocar sobre una de las mesillas que se encontraban colocadas estratégicamente por toda la estancia. Sus padres y tíos eran unos genios, habían aprendido a acomodar todo de tal manera que hubiera espacio pero, a la vez, a que cada uno de los muebles resultara útil para los miembros de aquella familia.

 

Para ese punto la mortífaga había soltado al chico y le daba un sorbo a su bebida que con el licor a penas llegaba a calentarle bien su cuerpo. Sin embargo, había tomado una de las manos del chico para guiarlo a uno de los sillones donde lo ayudó a sentarse y ella hizo lo mismo a su lado, la diferencia entre ambos era más que obvia en ese momento, él lucía un vestuario digno para salir a caminar por Diagón, ella parecía estar lista pero para meterse a la cama; de hecho, que aún mantuviera los ojos abiertos era todo un misterio, tal vez su cuerpo se había acostumbrado a estar despierto... o en cualquier momento colapsaría.

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Nada más hablar y sonreir, pudo escuchar apenitas unas ligeras pisadas que se acercaban presurosamente a el, extendió sus dos brazos y recibió a May que por el impulso le hizo retroceder un par de pasos e incluso lo hizo reír un poco por la alegría de aquel re-encuentro tan esperado por ambas partes. Sin embargo algo no le cuadró a Allen con ese impulsivo abrazo y fue que May se sentía mucho más ligera que en otras ocasiones, pese a nunca haber cargado su peso completo de ninguna manera, el pelinegro tenía un estimado de ese dato, y lo que sucedía en ese momento no le cuadraba con su memoria. Aunque gracias a eso, fue más sencillo acomodar a la chica en el abrazo, de tal manera que no aplastara el bolsillo en el que llevaba a Navi.

 

El pelinegro sintió las delicadas caricias de la chica, primero en su rostro y después en su cabello, Allen por su parte se había dedicado a bajar sus manos hasta la cintura de la chica, para luego subir la izquierda y jugar un poco con su largo cabello, enredandolo entre sus dedos con cuidado de no lastimarla. Después ella aseguró haberle extrañado tambien, y a reacción su sonrisa se hizo más amplia, apoyó su frente contra la de ella unos breves segundos, los suficientes para poder sentir aquella cálida respiración que de a poco en poco podía llegar a convertirse en algo como una adicción.

 

El intimo momento fue interrumpido por una vocesita más, Allen empezaba a encontrar gracioso que los enanos hablaran de esa forma. El no sabía que eran elfos, pero como el sonido venía desde abajo lo asimilaba con criaturas tal vez similares. May le preguntó si el deseaba algo de beber, al mismo tiempo que sus manos le liberaban del abrazo y el hizo lo mismo, pero pronto sus dedos se entrelazaron con los de la chica para avanzar hacía un sofa, tan cómodo como nunca había imaginado en donde se sentaron uno al lado del otro.

 

—Café esta bien... Me estoy congelando por dentro.Pidió generosamente con una sonrisa tan cálida que podía contradecir sus palabras. Los pasitos, todavía más ligeros que los de May y apenas perceptibles se alejaron, quedando solo los dos en aquel enorme lugar. Allen dejó su bastoncito recargado por un lado y llevó esa mano a la de May que tenía sujetada ya, cubriendosela por arriba y por debajo.

 

—Me has hecho mucha falta en estos días, ¿sabes?Dijo ya en completa confianza por estar solos. Por una parte quería saber que le habían hecho aquellos brutos de la Orden del Fénix, pero primero debía hacerla sentir mejor, recien había pasado una mala experiencia y no era bueno hacerla recordar, era como tirar sal en una herida abierta. —Pero ahora soy la persona más feliz sobre la faz de la Tierra por poder estar de nuevo contigo. Por cierto, te tengo una pequeña novedad que quizás te agradara. Comentó, lo mejor era tratar de hacerla feliz y había puesto atención a detalles que no le agradaban.

 

—Una vez que me gradue de la Academia, recuperare la vista.Informó, ya había tomado esa desición durante los días en que ella estuvo ausente, hubiera preferido estar invidente un tiempo más, pero la situación actual no se lo permitía, una vez que aprendiera lo básico para batirse en duelo necesitaría no de cuatro, si no de sus cinco sentidos. —Todavía faltan un par de meses para eso, creo, pero es una fecha más cercana a la desconocida que teníamos antes, ¿no?Preguntó, aunque fue más bien algo retorico pues suponía que ella podría estar de acuerdo. Su mano que había movido anteriormente ahora la colocó sobre la mejilla de May, haciendo una suave caricia en ella con suma delicadeza. Casi de manera inconsiente se acercó despacio hasta ella, quedando separados por menos de cinco centímetros entre si.

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—Ya lo escuchaste, un café, por favor —ordenó la mortífaga al elfo que de inmediato se marchó.

 

Miró sus manos juntas, entrelazadas y su sonrisa se ensanchó, estaba más que feliz y no encontraba la manera de expresar su alegría. Todos esos días lejos de él habían sido tolerables porque estaba completamente segura de que lo volvería a ver pero ahora que lo tenía a su lado no sabía que decir, sus palabras se habían esfumado pero toda ella se sentía dichosa por poder estar a su lado. Ella se reacomodó en el sillón, pasó sus piernas sobre las de él de manera que ella podía verlo mucho mejor y sus pies descansaban, no quería preocuparlo mucho además de que en aquella posición él no podría irse tan fácil, primero tendría que empujar sus piernas para levantarse.

 

—A ver... dime —pidió curiosa a Allen cuando él le dijo que tenía alguna noticia.

 

"Recuperaré la vista", aquella frase dicha por el pelinegro resonaba en su cabeza, ni siquiera las siguientes palabras, que aunque completaban toda la idea, podían hacerlas a un lado; la mano en su mejilla y el escaso espacio entre sus rostros hicieron el demás trabajo. La castaña llevo su mano hacia la corbata del chico y tiro de él para besarlo. Era la primera vez que sus labios eran exigentes y que lo besaba siendo tan consciente de él, era una suerte que la zona de su boca ya estuviera más curada. Una sonrisa coqueta se dibujó en su cara mientras colocaba una de sus manos sobre el pecho de él.

 

—Creo que eso te ha dicho lo que creo... —murmuró sin separarse demasiado de él. Volvió a besarlo, esta vez un beso muy fugaz—. Me encanta la idea, me gustaría que fuera antes... pero si estás cómodo curándote después de la Academia creo que todo saldrá bien. ¿Puedo saber por qué lo has decidido? No parecías muy convencido de ello la última vez que nos vimos —añadió pensando en sus padres.

 

Un movimiento a la altura del corazón hizo que la bruja quitara la mano de ese lugar como si se quemara, clavó su mirada en el sitio y volvió a tocarlo está vez con un solo dedo y con bastante cuidado; nuevamente algo se movió como respuesta. Ella ladeó la cabeza sin apartar los ojos del lugar, era obvio que tenía curiosidad de lo que él guardaba en ese sitio. Lo miró y de nuevo a su abrigo esperando que él le mostrara que era lo que había ahí, ella volvió a colocar su mano sobre el lugar del movimiento, sin embargo, esta vez lo hizo con mucho cuidado evitando ser brusca.

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