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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Lizzie parecía una chica agradable ya que no le resultaba extraño que apareciera en el lugar así como así, me presentara brevemente y me pusiera a rebuscar entre los almohadones del sofá, incluso se ofreció a echarme una mano para tardar menos tiempo en dar con lo que estaba tratando de localizar.

 

- La verdad es que te agradecería la ayuda, estoy buscando un pendiente, es pequeño y con una circonita, quizás también esté la tuerca por aquí.- dije mientras seguía rebuscando, colando la mano por los huecos del sofá hasta el mismo fondo. – Entonces eres de cerquita, aunque es preciosa esa isla, pero hace mucho que no me dejo caer por allí.

 

Echaba leves miradas hacia ella mientras tanteaba a ciegas el sofá, hasta que saqué la mano tras tocar algo. - Bah, es solo una miga de pan dura.- dije mientras la lanzaba lejos de mi.

 

Tuve que regresar a revisar en los huecos, parecía que los elfos hacía bastante tiempo que no lo limpiaban, seguramente terminaría alguno que otro torturado por no realizar de la forma más adecuada su trabajo.

 

- ¿Tienes amigos o familia dentro de la Malfoy?- le pregunté, tendría que haber alguna razón por la cual la chica se quedara allí a residir.

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Mis pies desnudos recorrieron los extensos jardines de la Mansión. La tierra húmeda se adhería a la suave carne de mis pies mientras la hierba me provocaba un ligero cosquilleo. Me abracé a mí misma. La helada brisa hacía que mis cabellos azotaran mi rostro y se enroscaran alrededor de mi garganta. Sentía el frío atravesar la fina tela del vestido, pero no me importaba. No me importaba porque lo único que en verdad sentía era el bullicio que habitaba en mi cabeza.

 

-No, no. No en este lugar… No en la Mansión.

 

Mis cadavéricos dedos se alzaron para aferrarse con fuerza a mis oscuros cabellos. Tironeé de ellos con fuerza hasta que mis manos se agarrotaron. El murmullo de una corriente de agua, hizo que alzara mi cabeza con brusquedad. Mis pupilas, erráticas y desencajadas, buscaron con desesperación aquella fuente de agua. Recogí la parte baja de mi vestido, dejando al descubierto mis piernas marcadas con oscuros cardenales y zarpazos, para poder moverme con más facilidad. Corrí. Corrí hasta que la laguna fue lo único que era capaz de distinguir.

 

- No estoy loca. No lo estoy. Sé que vos querés hacerme creer eso, pero… No. No. No hay vos, no hay…

 

<<Yo sé que soy real, muñeca. Pero de vos… yo no estaría tan seguro>>

 

Mis rodillas chocaron con fuerza contra el musgo y mis manos cayeron inertes a mi costado. Mis parpados se cerraron de golpe, intentando alejarme de él. Su sonrisa, llena de dientes afilados, bailó ante mis ojos. Mis uñas se clavaron en la tierra y mi torso se irguió, tenso, asustado. Sentía la garganta seca y mi corazón latir apresuradamente, como si en cualquier momento, estuviera listo para abandonarme. Me incliné hacia delante, en busca del reflejo que la superficie del lago me devolvería.

 

-¡No…!

 

Aquél susurro fue lo único que brotó de entre mis labios. Ese lastimero murmullo que expresaba la desesperación y el terror que mi pecho aprisionaba. Mis manos se hundieron en la superficie liquida y cristalina, en busca de mi reflejo. Mis dedos intentaron atrapar algún despojo de mi recuerdo. Pero allí no había nada. Mis orbes azulados no me volvieron la mirada. Mis labios hinchados y rojos, no estaban allí para ser torturados. Yo no estaba allí. Estaba desapareciendo.

~Entre el descaro y la ironía~


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Me deslicé como una sombra de escalón en escalón a lo largo de las escaleras principales de la Mansión Malfoy. Aquel era uno de esos días donde no había cabida para las palabras, y ni mucho menos para juegos ni sonrisas. Una jornada más en la que pasar desapercibido, aunque todos los ojos de mis parientes no fuesen capaces de ignorar con sus miradas de reojo a aquel sobrino, nieto o primo que tanto ruido podía llegar a hacer desde su silencio. Era como una oscuridad que irónicamente podía brillar con luz propia en mitad de las tinieblas.

 

No sabía qué podía depararme mi destino en las horas que se avecinaban, pero si algo había aprendido a lo largo de todos aquellos meses en los que me había dejado caer por Ottery más que de costumbre, era que todo podía ocurrir. Una sorpresa inesperada, tanto agradable como producto del más sincero rechazo, aguardaba siempre en el rincón más oculto de Londres. Había que mantenerse siempre con la mirada atenta, pero manteniendo mucho más atento los ojos en la nuca.

 

Bajé entonces hasta el salón principal de la mansión. Era un lugar apacible, idóneo para sentarse en un cómodo sillón a leer o meditar junto al fuego, aprovechando el tiempo de una forma diferente que cualquier otro Malfoy. Allí siempre había alguien con quien mantener una conversación, aunque no siempre apeteciese fortalecer los lazos de sangre o ni mucho menos crear unos nuevos. Yo era más de escuchar los debates desde una esquina, e intervenir cuando la situación lo requería. Sólo hablaba cuando de verdad tenía algo que decir.

 

Pero no había tiempo para eso, ya que me tocaba actuar. Lizzie, una bruja a la que estaba esperando como mi nueva hija, se encontraba ya allí para mi agrado... Pero no estaba sola. Una conocida, a la que ya no sabía bien cómo tratar, la acompañaba, como si estuvieran intercambiando palabras la una con la otra. Expresé una mueca de desprecio y me acerqué, dispuesto a intervenir. ¿Qué demonios hacía en un lugar que no le correspondía, involucrándose en asuntos que no eran merecedores de su interés?

 

Muy buenas, Ryddleturn – le dije sin más, esperando que se hiciese a un lado –. Vuelve por donde viniste, y si has venido a por algo, más vale que salgas con él.

 

Posé la mirada en mi hija y le sonreí notando cómo mi expresión mutaba completamente, viéndola más como algo de mi propiedad que pulir y trabajar que como una familiar a la que cuidar con amor.

 

Me alegro de verte, Lizzie.

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Mientras esperaba una respuesta por parte te Lizzie seguí buscando en el sofá, tuve que quitar los cojines, los cuales fui amontonando en el suelo, parecía que si los dejaba sobre la mesa no terminaría de avanzar con la búsqueda del pendiente. Al quitar el tercer cojín encontré la tuerca del pendiente.

 

- Bueno, encontré lo más difícil- le dije con una sonrisa a la chica mientras le mostraba la parte trasera de pendiente y me lo guardaba en el bolsillo del pantalón.

 

Antes de poder continuar con mi búsqueda escuché la voz del recién llegado, con lo que se me cayó el alma a los pies, estaba esperando poder haber encontrado el pendiente y poder haberme ido mucho antes de que el Malfoy pasara por el salón y evitar aquel incómodo momento.

 

- Que hospitalario, ¿no?- le respondí al Malfoy - Que yo sepa siempre había sido bienvenida en la Malfoy, de todas formas tranquilo, no pensaba quedarme mucho rato, solo venía a buscar un pendiente que se me debió de caer el otro día.- le respondí antes de ponerme a rebuscar de nuevo.

 

En aquel momento me di cuenta de que fuera como fuese Alexander y Lizzie eran familiares, no sabía como de cercanos, pobre niña tener que encontrarse con aquel hombre cada día.

 

- Si quieres que me marche antes podías preguntarle a alguno de tus elfos o ayudarme a buscar.- le sugerí al rubio.

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Federico Di Giorno


El caminar elegante del vampiro enmarcaba un estilo elitista que lo definía como aristócrata, dueño en su caso, no de la voluntad de un pueblo, sino de su propia imagen y persona en sí. Su cuerpo era vestido por ropajes que parecían datar de décadas o siglos atrás, con detalles de color en un pañuelo o algún botón que traían a su figura un anclaje perteneciente al posmodernismo. Sino, su cabello era el que se encargaba de variar, corto, pero maleable, llevándolo esta vez con la gomina sujetándolo hacia un lado, un tanto levantado en volumen, dándole mayor vuelo a su mediana estatura.

En resumen, le gustaba lucir bien, sobretodo en ocasiones especiales como aquella.

No era la primera vez que visitaba la Mansión Malfoy, más si la primera que se dignaba a ingresar por la puerta principal. La clandestinidad era su fuerte, pero su visita en esta ocasión meritaba cierta formalidad que estaba comprendida dentro de sus planes.

Volver a enfrentarse a esta mujer cara a cara era un gran reto para el italiano luego de tantos años de agachar la cabeza a causa de su error. La vergüenza le había carcomido el cerebro día y noche, hasta que logró comprender que lo que había logrado superaba mucho más a lo que tenía como objetivo principal en aquel momento y para lo que había sido contratado, y por ello mismo ahora no temía enfrentarse a su cliente una vez más.

La tortura siempre es más efectiva que la muerte cuando necesitas poder. Pero esta vez estaba dispuesto a completar su objetivo, sin pedir nada a cambio. Necesitaba deshacerse de cierto estorbo, a cualquier precio, y qué mejor aliada...

-Buenas noches. -Saludó el castaño al ser recibido por uno de los elfos de la mansión. Sonrió ampliamente.- Busco a la señora Mistify Malfoy, de parte de Federico Di Giorno.

Llevó las manos a los bolsillos y accedió a la invitación de la criatura, traspasando la puerta para ingresar al vestíbulo, donde se dispuso a esperar. Caminaba de un lado a otro, arrastrando un tanto los mocasines, hasta que encontró una columna donde apoyarse sobre uno de sus hombros. Sí; había algún que otro mueble para tomar asiento, pero prefería encontrarse alerta a cualquier estímulo externo que se presentara. Sentarse incluye reposar al menos un mínimo porcentaje de sentidos, que el italiano no estaba dispuesto a desperdiciar.

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Quizás seas bienvenida cuando yo no me encuentre por aquí, pero este no es el caso... Anna – le indiqué a la Ryddleturn de cabellos rubios, con quien cruzaba una mirada chispeante. Estaba seguro de que quien desviase primero los ojos perdería aquella batalla, cediendo ante el otro. Había pronunciado su nombre como arrastrándolo en mi lengua, despectivamente –. Procura que no te vea por la Mansión cuando vengas... Al fin y al cabo, se te da bien pasar desapercibida.

 

Tenía en mente un recuerdo lejano de un duelo que siempre acudía a mí cuando me cruzaba con Anna. Quizás era lo más llamativo que alcanzaba a encontrar en los desvanes de mi memoria, aunque nuestro último cruce tampoco tenía desperdicio alguno. No había sido demasiado lejos de aquel salón, en un sofá antiguo pero elegante que se encontraba apenas a unos metros de distancia al otro lado de una de las paredes contiguas.

 

Hice una mueca con el rostro cuando escuché una de sus peticiones, pero rápidamente deduje que lo más conveniente era atenderla. Cuanto antes terminase aquel show, aunque aquello del pendiente me sonaba más a una excusa barata que a cualquier otra cosa, antes podríamos estar tranquilos mi hija y yo.

 

Chávez – llamé, cuando entonces el elfo doméstico se apareció delante de nosotros con cara de pocos amigos y expresión de desagrado. Dediqué una mirada rápida a Lizzie, intentando borrar cualquier signo de frialdad que congelase mi rostro, y continué hablando –. Ayuda a la señorita Ryddleturn a encontrar lo que sea que esté buscando.

 

El elfo asintió con la cabeza con resignación, y pronto se puso a disposición de la invitada.

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Puse los ojos en blanco, realmente nunca terminaría de llevarme bien con aquel chico, no me caía bien, y cada vez que abría la boca me caía aún peor si es que se podía, realmente me daba igual lo que dijera, no me iba a ir de allí solo porque él me lo pidiera mientras tuviera algo que hacer dentro de la mansión. Por consecuencia ignoré sus palabras, como si no le hubiera escuchado.

 

- ¿Tienes algo en contra de mi forma de ser?- pregunté finalmente - Yo no necesito ser el centro de atención para ser feliz, no necesito que la gente me de palmaditas en la espalda por cualquier cosa que haga como si fuera una niña chica.

 

Quizás él necesitara hacerse notar, pero para mi no era algo fundamental precisamente, de echo me agobiaba en gran medida que la gente me mirara o se fijase en mi en cada momento. De todas formas el Malfoy terminó cediendo y llamando a uno de los elfos domésticos de la familia para que me ayudara a encontrarlo.

 

- Es un pendiente sencillo, con una circonita, he encontrado la parte de atrás del pendiente, que es lo más difícil, pero no el resto.- le expliqué al elfo doméstico para que me ayudara en la búsqueda, quizás ya lo habían localizado y lo tenían guardado.

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- Su invitado está en el hall de entrada.

 

- Ya iba siendo tiempo.

 

- Chávez piensa que debería hacerlo esperar. Nadie llega tarde a la cita con un Malfoy. - El elfo doméstico arrugó el entrecejo como si la ofensa hubiera sido para él mismo. - ¿Qué habrá creído? ¿Que el Ama iba a recibirlo cuando a él le viniera en gana? - Agachó las orejas y juntó las cejas pobladas y canosas - O quizás mejor me encargo yo mismo de él.

 

Mistify sonrió.

 

- Te prometo que en cuánto termine con lo que necesito que haga podrás encargarte personalmente de él. Después de todo no quiero testigos. - La bruja se puso de pie. La túnica blanca rozaba la alfombra de su cuarto cada vez que se movía al igual que los anchos pliegues de las mangas bordadas con arabescos en hilos dorados. - Ningún testigo - Afirmó.

 

El elfo doméstico se frotó las manos como si planear un asesinato fuera lo que más le divertía en el mundo. Quizás así fuera, aunque su lealtad a la familia, hacia la primera generación Malfoy, era su mayor virtud, a juzgar por Mistify Malfoy.

 

La bruja acarició la punta de una daga plateada, no tenía nada de singular a simple vista salvo por las bonitas incrustaciones de perlas en el mango de marfil, recordando la primera vez que se había encontrado con aquel personaje. En aquella ocasión los “negocios” entre ambos no habían salido del todo bien y la mujer no era alguien a quien se pudiera decepcionar más de una vez. Sin embargo, que el italiano le realizara este trabajito le era conveniente, por decirlo de alguna manera y además, quizás podría mas tarde cobrarse aquella vieja deuda. Chávez se encargaría personalmente de eso.

 

No fue fácil descubrir la mejor forma de asesinar a un vampiro de edad considerable. Las estacas de madera, el agua bendita y toda esa parafernalia muggle era tan solo eso, simples ritos que intentaban darles aires espectaculares a esa raza de criaturas. Necesitaba algo mas. No solo quería darle muerte, sino también que la sufriera y había empleado mucho tiempo, muchas muertes, demasiados favores para lograrlo. Pero al final conseguiría lo que deseaba. Colocó la daga dentro de un cajón y murmuró un encantamiento protector, antes de salir de la habitación dejando a Chávez elucubrando sobre futuros planes de muerte y venganza.

 

*****

 

Descendió lentamente las escalinatas de mármol. Lo reconoció enseguida apoyado en una de las columnas. A simple vista parecía tranquilo, pero la tensión se notaba alrededor suyo. Era como un gato a punto de saltar hacia su presa o de escabullirse ante la menor señal de peligro eso le pareció a Mistify. Mejor así.

 

- Federico – la bruja sonrió – Espero que la demora se haya debido a que alguna bella dama se interpuso en tu camino – le tendió la mano derecha para que le ayudara a bajar el último peldaño…

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Verla fue lo más similar a un espejismo. Semejante mujer con tan bellas curvas no podría pasar desapercibida para ningún hombre, mucho menos para un galante como Federico cuya debilidad por la carne humana superaba a lo que significaba cualquier vestigio de sed por la sangre para un vampiro. Alzó una ceja, disimulando muy bien el resto de todas las reacciones físicas que podía tener ante semejante presencia. Al menos para ello estaba muy bien entrenado, así como para otras cosas que quizás no tenían tanta relevancia.

 

El recorrido de la mirada del vampiro fue sutil, hasta enfocarse en sus ojos y dibujar una sonrisa de lado. Sacó las manos de los bolsillos y no dudó un segundo en acercarse, adelantándose al movimiento de la dama como buen caballero que era, para tomar su mano y sin desviar sus ojos, depositar entre sus nudillos un beso de cortesía luego de bajar aquel peldaño.

 

-Me temo que tantos años de experiencia con las mujeres me llevan a tener muy bien controladas ese tipo de tentaciones milady. -Soltó su mano con suavidad y se incorporó, colocando las suyas por detrás de su espalda.- El cambio de locación y el nuevo equipamiento de seguridad no ha hecho más que desorientarme y por ello me he demorado.

 

Antes de ceder la palabra a la Malfoy agachó la cabeza en una leve reverencia.

 

-Sin embargo no me excuso y le pido mis más sinceras disculpas. -Volvió a erguirse con la misma sonrisa en sus labios, mostrando sus blanquecinos dientes.- Quiero alegar además, si me permite, que se encuentra tan o más hermosa que en nuestro último encuentro.

 

Un leve tono rojizo se elevó a las mejillas del italiano, cuyo tono rozaba un grado de picardía muy típico en su discurso. Desvió la mirada hacia sus laterales y frunció los labios, llevando sus manos al frente para entrecruzar sus dedos a la altura de su ombligo.

 

-Me imagino que nuestra conversación continuará en un ámbito privado. A menos que quiera hacer de lo nuestro algo público. -Sonrió sarcástico, sabiendo muy bien que la respuesta de Mistify podría ser tanto favorable como de un rechazo rotundo con terribles consecuencias. Sin embargo se arriesgaba; por alguna razón le fascinaban las mujeres desafiantes y la Malfoy era una de ellas.- No me quejaría en lo más mínimo.

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--Porque esta noche no me importa, nada - canturreaba alegre la Westrong mientras caminaba a paso decidido rumbo a la mansión de la familia Malfoy. Era su gran noche, el día de su despedida oficial donde dejaría su huella de una vez por todas en los hogares de Ottery. Por fin y después de tantos años de servicio leal a la Orden del Fénix, tanto tiempo venciendo sus demonios y entregándose cual guerrera a una única misión, era tiempo e abandonar, no sin antes darles a sus chicos una noche formidable, llena de acción, diversión y tequila B) . Ya se encargaría después de las consecuencias que sus actos acarrearían, pero ahora, todo se trataba de encontrar mortifagos y darles una paliza.

 

Ya podía imaginarse los titulares del profeta el día siguiente, tachando a la Orden de vándalos descarriados que se dedicaban a saquear mansiones y destruir cualquier cosa que se les pusiera al frente. Por supuesto, todos olvidaban que la mansión Malfoy había sido cuna de las reuniones del mago oscuro mas grande de todos los tiempos y que hasta la fecha contaba con los mas fieles seguidores, incluido el señor ministro. Y por esa misma razón, Aimé sonreía, por que por una vez por todas Crazy y demás compinches verían a la Orden no solo como su rival, sino como una fuerza superior.

 

-Expecto Patronum- Conjuró la mujer al quedar delante de aquella verja, que ya comenzaba a formar una cara deforme, arrugada y ridícula. El lince surgió de su varita de inmediato y comenzó a flotar a su alrededor, esperando una Orden fija.- Mansión Malfoy, zapatos cómodos y dispuestos a un poco de diversión.- murmuró y segundos después, el lince ya se había esfumado.

 

Haciendo una fina floritura por los aires, logró derribar aquellas verjas, haciéndolas volar en destrozos. Quizás al día siguiente fuera reparada, pero aquella noche no impediría que la mujer entrase a los terrenos e hiciera lo que se le viniera en gana. Ajustó la capa que cubría su vestuario de guerrera. Vio el collar de fénix colgar de su cuello y una lágrima resbalo por sus mejillas hasta perderse entre su piel, extrañaría todo eso, estaba segura.

 

Cuando sus compañeros aparecieron, no se digno a decirles aún el porque de su actitud, aunque sabía que la seguirían, eran sus compañeros: Always. Se limitó a caminar, con paso firme y sonriente hasta llegar a los jardines.

 

- El que encuentre los calzones del señor ministro se gana un beso de esta pelirroja o un trago de tequila. Lo que sea que les parezca mas placentero- dijo y entonces todos la miraron extrañados, ese no era el tipico perfil de la mujer- Quiten esas caras, estoy hablando en serio. Esta noche olvidemos un poco las formalidades, busquemos evidencia mortifaga pero también nos vamos a divertir. No quiero excusas de ningun tipo.- casi podía sentir la mirada fulminante de Mei.

 

-Calla tu, que no em tienes tan contenta- dijo la mujer sonriendole a Lisa.

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