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~ Ink Master ~ (MM B: 104529)


Arya Macnair
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—Que idea más genial

 

¿Qué más iba a decir?. Al parecer Nicole y Diego eran los que se querían tatuar, por lo que no podría negarse de ese modo, más respiró aliviada cuando fue su hija quién se acercó buscando un poco de defensa. Antes que nada y de un solo manotazo, le quitó el cigarro al muchacho de los labios, recién encendido, con suma brusquedad y frunciendo el ceño; —En éste recinto no se está permitido fumar. Te recomiendo no lo repitas o el dueño se enojará mucho, y el señor Hank no es muy simpático con quién rompe las reglas— advirtió fulminándolo con la mirada.

 

Aquella no era más que una vil mentira, no existía persona más bondadosa que él, pero ninguno de los tres habían llegado a conocer al Demon Hunter tan a fondo como ella lo había hecho. Mordió su labio inferior nerviosa, tan solo de pensar en su personalidad le echaba de menos, pero no podía estar fingiendo ser su sombra 24 hs, libre lo había conocido, y si así debía amarlo, lo haría.

 

—Los tatuajes no duelen mucho, cielo. Pero tampoco puedo hacerlo si eres menor, a menos que tus padres lo aprueben— Dijo para serenar a su hija y se volvió mirando a Nicole, —Vale, pasa por aquí. ¿Quieres que cambie de color?— preguntó conduciéndola con una mano en la espalda, hacia una de las puertas de su derecha, donde se encontraba la maquinaría con la que solía trabajar, dado que el personal se había marchado, por cuenta propia.

 

—Ah, y por cierto, ¿Diego?, los padres de Romina no le dan permiso— Finalizó nuevamente con su tono frío.

 

@ @@Nicole Evans Crowley

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  • 1 mes más tarde...

Romina y Diego

 

¿Quién diablos se creía que era Arya para sacarle las cosas de aquella manera?, se preguntó Diego rodando los ojos y haciendo una mueca que mostraba su enojo, pero aun así no dijo nada, se contuvo solo para no entrar en una discusión absurda. Escuchó sus palabras y sonrió de manera cínica, nadie le decía al muchacho que tenía o que no tenía que hacer, toda su vida había hecho lo que se le daba la gana y no porque ahora a una mujer se le ocurría amenazarlo iba a comportarse de otra manera.

 

Mientras todo eso pasaba Romina solo se dedicaba a observar lo que Diego hacía y por un momento tuvo el mal presentimiento de que este le contestara de manera sarcástica, pero por suerte eso no paso. ¿Qué los tatuajes no dolían mucho? La joven siempre había tenido la idea de que si dolían, o al menos las veces que había visto a los muggles hacerlo no le quedaba muy claro para que utilizaban esas cosas, que obviamente al rozar la piel causaba dolor.

 

¿No te acaba de decir que no está permitido fumar?— se dirigió a Diego al notar que este agarraba otro cigarro y lo volvía a encender.

 

¿Y desde cuando le haces caso? Recuerdo perfectamente cuando dijiste que te gustaba llevarle la contra— respondió con una sonrisa para después llevar el cigarrillo hasta su boca.

 

Cállate, no lo digas tan fuerte— respondió rodando los ojos, lo único que faltaba era que su madre escuchara lo que Diego decía.

 

Vamos a ver como se lo hace, seguro se te quita el miedo— comentó al tiempo que ambos se dirigían hacía la habitación a observar lo que Arya estaba por hacer. Diego cruzó por un par de segundos la mirada con Arya, o al menos eso intentó, solo para darle a entender que no iba a hacerle caso por ningún motivo.

 

@ @@Nicole Evans Crowley No me gusta abandonar roles (?? <_<

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  • 2 semanas más tarde...

La tensión entre Arya y Diego era evidente, ninguno de los dos soportaba la presencia del otro y si convivían entre ellos era por el simple hecho de que Romina era una persona muy importante para ambos. Nicole miro el comportamiento de los tres y no sabia que pensar ni como reaccionar ante aquella incomoda situación. Suponía que el odio o desagrado que Arya tenia hacia a Diego era el típico que presentaban todas las madrea hacia sus hijos,, hasta ahora el chico no habia hecho nada para ganarse el odio de la Crowley así que no entendía del todo el comportamiento de Arya.

 

La Crowley siguió el camino que le indicaba la Targaryen, no tenia duda de que quería ese tatuaje, su primer tatuaje ¿Qué pensaría su madre cuando lo viera? pensó la chica al escuchar la negativa de Arya a que Romina se tatuara, "espero que nada grave" se tranquilizo ella misma. Su madre era de esas mujeres liberales y no se la imaginaba reprimiéndola por una cosa tan simple como aquella.

 

-Si Arya, me gustaría que sea negro y que por lapsos de tiempo pase a color rojo vino *(como un blinkie xD)*- respondió con seguridad cuando atravezaba la puerta señala, dentro todo el equipo necesario descansaba en su lugar, la chica tomo asiento y espero la siguiente instrucción de la Macnair -Estoy lista- pronuncio con una sonrisa.

 

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"Respira y cuenta hasta diez"

 

Mordió su labio inferior con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerse daño, arrastró una silla hasta quedar lo suficientemente cerca de Nicole, quién era su cliente en ese momento y a quién debía prestarle toda atención, levantando una muralla aun más alta y extensa que la China entre ella y Diego. Tomó asiento, encendió una potente lámpara que alumbró una mesa con algunos tinteros de colores, una extraña máquina del tamaño de su mano, unos cuantos paquetes con agujas y un par de pequeñas botellas con contenido incoloro. —Bien, Nicky. Ahora vas a poner el brazo acá— le indicó señalando la mesa y abriendo el primer frasco, empapó un papel y limpió la zona donde iría el tatuaje.

 

Aquello esterilizaría la piel para evitar infecciones. Volvió a secar la zona en donde trabajaría, extendió el brazo de la bruja tomándola de la muñeca con delicadeza y frunció la nariz cuando el olor a humo le llegó de golpe. —Buena elección de colores, me gusta— expresó separando entonces la tinta negra y la tinta roja, no sin antes mirar en dirección al techo y contar hasta tres; momentos atrás le había dicho al muchacho que en el establecimiento no se podía fumar, así como que nadie más podía usar la magia salvo los dueños, en éste caso Hank, pues ella ya no pertenecía a la sociedad, aunque le estuviera haciendo el favor.

 

Sonrió de lado cuando vio aparecer una pequeña nube gris, del tamaño de un balón de fútbol, ésta flotó hasta ponerse sobre la cabeza de Diego y tras un pequeño y tierno trueno que no asustaría ni a un bebé, soltó un torrencial de agua sobre el muchacho que no solo apagaría el bendito cigarro, sino que lo empaparía completamente por no apegarse a las reglas que el negocio imponía. Con respecto a su hija ya no diría más nada, la cuidaba demasiado, quizás era momento de dejarla decidir y equivocarse por su cuenta.

 

Colocó una aguja en la pequeña máquina de acero quirúrgico, aun sonriendo mientras oía al mago berrear, empapó la punta en tinta y sin tocar la piel de Nicole, a unos 5 centímetros de distancia, comenzó a trazar delicadamente la frase que le había comentado con anterioridad. Para fortuna de todos y gracias a la magia, ella no debía penetrar su piel con la aguja cagada en tinta para que el tatuaje quedase impreso, puesto que mediante un antiguo y complejo encantamiento, simulaba la acción muggle sin herir demasiado a su cliente, pues éste solo sentía un ligero escozor en la zona donde se estaba tatuando.

 

—Un momento nada más y acabamos— Le alentó.

 

@@Nicole Evans Crowley @Romina12345

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  • 2 semanas más tarde...

Todo parecía estar listo, la chica no sentía ninguna clase de temor estaba segura que deseaba aquel tatuaje decorando su pálida piel, hizo caso a todas las instrucciones que le daba Arya y sonrió para sus adentros cuando un nubarrón gris empapo a Diego de pies a cabeza, ¿Qué pasaba en el mundo mágico que las madres parecían comportarse peor que sus hijas? Se pregunto Nicole, recordando algunos de los comportamientos de su propia madre.

 

Arya sujeto el brazo de la chica y comenzó a trabajar en su tatuaje. Nicole esperaba algún tipo de dolor insoportable, típico de las maquinas muggles para tatuar pero a diferencia de eso, aquella maquina mágica provocaba un simple cosquilleo y ardor en la zona en la que la bruja se encontraba trabajando.

 

El tiempo que tardo la elaboración del tatuaje paso prácticamente volando; cuando la chica comenzaba a acostumbrarse a la sensación todo habia acabado. Se irguió en la silla en la que se encontraba y doble el brazo para apreciar el trabajo de la Macnair. El tatuaje se extendía a lo largo de su antebrazo y las letras negras eran finas, delicadas y hechas con un pulso perfecto y, como ella habia querido, por momentos pasaban a ser de un rojo vino intenso que atraía rápidamente las miradas.

 

Nicole despego la mirada del tatuaje y dirigió su atención a la Targaryen -Arya esto es asombroso- la sonría que cubría su rostro no podría ser mas sincera -Me encanta, de verdad que te has lucido con este tatuaje. ¿Qué te parece Romina? Te animas a hacerte aunque sea uno pequeño?- miro a su prima al tiempo que le enseñaba la obra de arte que ahora lucia en su antebrazo izquierdo.

 

 

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Romina apartó la vista de las máquinas y herramientas que su madre estaba preparando para tatuar a su prima, no sabía si era por miedo o porque, pero no quería mirar, aunque siempre la curiosidad se apoderaba de ella y terminaría mirando de cualquier manera. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo a ver las agujas, no entendía su miedo, pero estaba segura que si eso te tocaba la piel provocaba algún tipo de herida o algo. Era mejor no prestar atención.

 

El muchacho, Diego, se encontraba a su lado aún con el cigarrillo encendido, al parecer aún no entendía que no se podía fumar adentro, pero nunca obedecía y no lo iba a hacer en ese momento. Cerró los ojos con fuerza cuando sintió como si una tormenta se hubiese armado justo encima de su cabeza, estaba empapado de pies a cabeza, no cabía la menor duda de que la “autora” de tal cosa había sido Arya. Algún día tendría que decirle que tenía en contra de él cuando no le había hecho nada malo. No dijo nada y se quedó en su lugar, por dentro estaba enojado, aunque seguía con una sonrisa en el rostro, para hacer como que no le pasaba nada.

 

Por otra parte Romina no hizo más que contener una carcajada, estaba mojado. <<Y todo por no dejar el cigarrillo un par de minutos>> pensó, eso se le estaba volviendo una adicción a Diego, o al menos así lo notaba, y ella esperaba no llegar a ese punto de no tener autocontrol. Segundos después el chico sacó de su bolsillo dos cigarrillos más y se los entregó a la joven, por lo que los sostuvo en su mano derecha, ¿Qué otra cosa iba a hacer?. En ese momento Nicole se acercó hasta ella en un nuevo intento por convencerla para hacerse un tatuaje, miró el de su prima, se veía bonito, pero estaba segura que no quería que una aguja tocara su piel.

 

Está muy bonito— le dijo con una sonrisa al notar como este cambiaba de color —Pero no puedo, además mi madre no me deja. Debo obedecer…— respondió como excusa, aunque más que otra cosa tenía miedo, no es porque estaba obedeciendo, aunque en parte sí.

 

Te queda muy bien— comentó Diego, después de todo hace bastante tiempo que no hablaba — ¿Ahora me harás el tatuaje a mí?— se dirigió a Arya.

 

Antes de que alguno hiciera algo, Romina metió la mano que le quedaba libre en el bolsillo de su pantalón y sacó tres cigarrillos los cuales junto con los que el chico le había dado momentos atrás. Después de hacer eso se acercó hasta su madre y le entregó los cigarrillos para después mirarla a los ojos, sentía miedo y vergüenza, las dos cosas a la vez.

 

@ @@Nicole Evans Crowley

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Tenía un año que no me pasaba por el Ink Master. De eso me percaté cuando vi a gente adentro a través de la ventana de vidrio y por mi mente pasó el rostro de Gyonona; también había sido la última vez que la había visto en persona. Las cartas nos mantenían comunicados, pero apenas recordar un par de chistes con ella me hacía odiar aquellos métodos tan lejanos de unión, como lo eran unas letras en tinta barata. Por eso, cuando entré e hice sonar la campanilla, me sentí sumamente intruso.

 

Por suerte me había percatado que adentro, en una de las habitaciones destinadas para los clientes y los que tatuaban, tenía vida. Me escabullí hacia la recepción para contar los billetes y hacer, con magia, lo que realizaba una calculadora muggle. Y mis sospechas fueron descartadas: los ingresos habían sido prácticamente nulos. Me quité el sombrero con resignación, agachando la cabeza y bufando silenciosamente hasta quedarme sin aire. ¡Con el dinero que necesitaba y esa maldita bóveda estaba vacía!

 

Tomé aire y cerré la caja, hechizándola con la mirada. Caminé hacia el interior y me hice escuchar carraspeando la garganta. Ante las muchachas (Romina, Nicole y la hermosa Arya), se presentaba un hombre que fácilmente podía pasar por los veinte. Incluso en mi barbilla habían marcas de pelos salientes.

 

- ¿En qué gastan la tinta el día de hoy?

 

off:

 

por qué todos ven el topic? DDDDDDDDDDDD:

Editado por Hank Rosier

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La noche se había dejado caer de improviso en el callejón Diagón, no recordaba la última vez que había puesto un pie dentro de ese centro de entrenamiento mágico. Si que creció en los últimos meses, ya no era el mismo lugarcito donde podía pillar con facilidad algún local o centro de diversión nocturno, justo eso era lo que estaba buscando la Malfoy en esos momentos un poco de sana y sangrienta diversión. Iba ataviada con una atuendo de seda ceñido a su estética figura, amoldándose a esta como una segunda piel que le erizaba su lozana y nívea piel.

 

-Vayamos por unos buenos tragos…-canturrio cubriendo su marmórea faz con una máscara azul oscuro afianzando con firmeza su katana de plata desenfundo esta de su espalda, acompañando a su afilada arma por su varita negra como el ala de un cuervo-Morsmorde…-tocando su marca tenebrosa lanzo el llamado a sus camaradas, no le molestaba en lo mas mínimo contar con un poco de ayuda y aguarles la noche a los fenixianos-Ink Master…-siseo sintiendo la presencia de Leah-¿Vas a pagarme lo que me debes?...-le reto con una mirada divertida.

 

Se mantendría fuera del local justo a 10 metros del sitio donde pudieran aparecer los fenixianos, no deseaba sorpresitas y tampoco les daría un solo margen de ventaja.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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~Leah Atkins

 

 

 

Sólo llegó a quitarse el uniforme del concilio cuando el dolor en el brazo atacó la pálida piel de su brazo, haciendo que el tatuaje azabache cobrara vida y diera a las serpientes la capacidad de iniciar su baile terrorífico entorno a la calavera. Apretó la mandíbula y miró con recelo su colchón, a sabiendas que no iba a negarse a ir. Jamás, jamás... se negaba. Inhaló con lentitud y cuando soltó el aire, ya se había hecho con la máscara de plata. Su hermoso rostro, cansado y un poco frustrado por la situación, quedó oculto por el metal y la ropa desapareció por completo de su cuerpo.

 

El llamado, ésta vez, no lo había hecho su primo, sino la Ángel Caído Juv. Sonrió, hacía un tiempo que le debía algo y, si todo salía bien, podría pagarle más tarde. Por supuesto, el pensamiento no calmó su instinto asesino, sino que lo incrementó hasta hacer que pensara en las múltiples formas de descuartizar a alguien con un hechizo. Una voluta de humo apareció sobre su cuerpo y la envolvió hasta formar un remolino más oscuro que la propia noche, sacándola de la habitación que poseía en el castillo Atkins. Como una estela, atravesó el cielo inglés hasta aparecer a diez metros de Ink Master, donde debía ir según las indicaciones silenciosas de Juv.

 

-Veamos quién será la víctima de ésta noche... -murmuró, moviendo la cabeza hasta conseguir un crujido en el cuello.

 

No había nada a cinco metros a la redonda qué morphear, por lo que seguía en las sombras visualizando el local que iban a atacar. Miró a Juv.

 

-Por supuesto, en especie. ¿No? -contoneó las caderas, sugerente.

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La alarma sonó, el pájaro chilló y Arya se incorporó de la cama en plena noche con los ojos hinchados, el cabello enmarañado y el maquillaje corrido hacia un lado, parecía una loca a la cual hubieran apaleado, pero la verdad recaía en que por fin había logrado dormir después de arduas semanas de exilio tras el accidente en su casa. Por fin, hasta el que bendito animal chilló dando la señal de que alguien había irrumpido en Ink Master, negocio del cual ya no era dueña, pero que por alguna extraña razón seguía cuidando como si aun lo fuese. ¿Extraña pensó?, negó lentamente, seguía apañando los caprichos de Hank como si se tratara de un niño pequeño.

 

Tomó su capa de noche del suelo, donde había caído cuando corrió y cayó rendida entre las sábanas y almohadones, se atavió en ella y desapareció girando sobre sus talones. Debajo no llevaba más que un corto camisón de seda roja el cual dejaba ver más de lo que desearía y si algún contrariado viento daba de lleno contra su cuerpo, seguramente acabaría como Dios la trajo al mundo. Escote marcado, delicado encaje blanco, una belleza, pero nada útil para batallar. Por suerte alcanzó a ponerse los zapatos de tacón que encontró tanteando bajo la cama antes de partir.

 

Apareció a 100 metros de la puerta de aquel negocio de tatuajes vivientes y dando zancadas ingresó por la puerta medio abierta. —Malditos buenos para nada— masculló al ver los destrozos aquí y allá, debería desvelarse limpiando pero un ruido la puso en alerta y agudizando sus sentidos, cual acto reflejo, alzó su varita e invocó tan magistral patronus realizando el llamado característico de los seguidores de la luz.

 

—¡Expecto Patronum!

 

Un enorme lobo huargo aulló ante sus ojos y partió iluminando las oscuras calles del Diagón en busca de los miembros de La Orden del Fénix con un único mensaje, “Es hora de la batalla”. Después de un merecido descanso, la pelirroja volvía a las calles a patear cantos tenebrosos.

 

Pero qué se encontró una vez encendió la luz. El dueño del negocio había asomado la nariz de debajo de la tierra, ¡Milagro! pensó, pero había algo en el ambiente, algo fuera que le daba desconfianza, al menos el llamado estaba hecho.

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