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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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Aquella mujer no me gustaba, tanto secreto, tantos rodeos. Me encogí de hombros y la observé mientras se calentaba. No me pasó desapercibido el echo de que había parado el fuego que no se extinguía y aunque ella no le dio importancia, yo si.

 

-Tal vez si me cuenta lo que ha hecho, igual yo puedo ayudarla con el control.

 

Si tenía el poder de parar un fuego, que yo había tenido que ir a buscar a la isla (?) de olimpia y el cual no podía controlar, a pesar de que el resto de los fuegos si. Aquello me intrigaba...

 

-Venga Eyra, la acompaño a su celda, luego le buscaré algo para que se alimente.

 

La guié hacia una de las esquinas del confesionarios, para recorrer un pasillo por el que apenas cabíamos las dos y la hice entrar en una pequeña sala en la que había una silla, un pequeño escritorio, un baúl y una cama.

 

-En el cajón hay mantas , no pase usted frío. Vengo ahora.

 

La dejé a solas y salí de nuevo a la nave central del confesionario, me acerqué a Sagitas a ver si había averiguado sobre la sopa. Junto cuando salí de la vista de la puerta que daba a las celdas, creé una llama en la palma de mi mano y le hablé.

 

-Heliké, hay en el confesionario una anciana que dice conocerte, pero que no debes verla, te aviso porque no me gusta, no me parece de fiar. Se tu la que decida al respecto, si vas a venir, hazlo con cuidado...

 

La llama se elevó en el aire y luego salió a buscar a la persona que era destinataria del mensaje. Y yo me quedé con una Sagitas que de saber algo de la sopa, se estaría comiendo un buen plato, o intentando terminarse la olla, para no dejarnos nada al resto, porque estaba demasiado buena como para compartirla.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Eyra Weasley

 

- No sé si usted podría, chiquilla -le dijo la señora con una sonrisa- creo que más bien es cosa de la vejez - dijo, encogiéndose de hombros.

 

- Cuando una sacerdotisa llega a una edad, es cómo todo... No se puede controolar, y menos aún los designios de la Gran Diosa ...

 

Mientras, la señorita iba guiando a la mujer a uno de los lugares para echarse un rato. Pasaron por un pasillo estrecho y luego a una habitación que a la Weasley le pareció todo un lujo.

 

- ¿Sabe? Ya le gustaría a una de las sacerdotisas nórdicas que he conocido, tener una habitación de éste tipo...

 

Comentó sin darle mayor importancia.

 

- Oh, muchas gracias, y recuerde mi nieta no debe de saber que sigo viva - no era una amenaza, era un aviso. Pero cuando lo dijo, la mujer se había ido.

 

Sólo para cuando llegase le momento sería ella la encargada de descubrirlo, pero algo le decía que a esa niña de pelo rojo, no se estaría quieta. Sacó las mantas del lugar indicado y con su varita las colocó encima de la cama, perfectamente dobladas. Se echó para descansar un poco. La verdad, cómo bien había dicho, era un lujo tener un descanso de ese tipo, a pesar de estar cerca (? de la cripta.

 

Heliké Rambaldi

 

La habitación parecía que olía a huevos podridos. La bruja tuvo que taparse la nariz ante semejante tufido. Otra vez le había salido mal uno de los brebajes de su madre. Tomó su varita y vació el caldero, pero el pestazo aún duraba en la habitación. Otro movimiento más y abrió las puertas que daban acceso a la terraza para que se airease un poco. Las cortinas empezaron a moverse suavemente con la brisa... Llevaba puesto un mandilón y varias manchas en él, rebelaban lo que estaba haciendo...

 

Tomó uno de los grimoares de su madre y volvió a repetir la receta. Miró los ingredientes y comprobó que le quedaban pocos. Negó con la cabeza, tendría que ir al callejón Diagón a comprar más, y eso era lo que menos le gustaba en esos momentos. Pero si quería seguir perfeccionándose en ese arte, no le quedaba más remedio que hacerlo.

 

Fue a darse una ducha rápida y se cambió de ropa. Puso lo más cómodo que tenía, tejanos azules, botas de piel de dragón, camiseta y cazadora de cuero, el morral de cuero en dónde llevaba sus cosas más valiosas y ató el pelo en una cola de caballo alta. Cuando estuvo a punto de desaparecerse fue interrumpida por algo, que habló con la voz de Reena. Una llama flambeante... La miró sorprendida...

 

- pero, ¿qué c***? - preguntó al aire y no entendía nada. Si quería saberlo, tendría que hablar con su prima...

 

Cambio de opinión y al final, girándose sobre sus talones, se apareció a unos tres metros del confesionario de las Lamentaciones. Algo le decía que se encontraría con una persona querida para ella. Lo notó en el aroma. Era inconfundible. Cada sacerdotisa tenía su propio perfume, por decirlo de alguna forma.

 

Dos brujas estaban en el interior. Su prima y su tía, se aclaró la garganta para hacerse notar y mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra del lugar...

 

- He escuchado tu mensaje prima, ¿qué pasa? - Inquirió - no tengo miedo a nadie - no pudo evitar soltar, no sin un poco de mofa.

 

- Si me describes a esa persona, te puedo decir quién es exactamente - le dijo a la bruja.

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Me sorprendí al escuchar a Heliké a mi espalda y girándome fui hacia ella, la cogí por la muñeca y la saqué del confesionario. No porque pudiera producirse el reencuentro, sino para protegerme yo y que no pensase la anciana que era como había sido, que la había avisado yo misma.

 

-Heli, no me fío, estamos prevenidas por Flavius y me da la sensación de que te conoce de mas.

 

Miré hacia el interior con nerviosismo, todo aquello no me gustaba demasiado y suspirando centré la atención en mi prima, ya que me parecía de suma importancia y no sabiendo bien por donde empezar.

 

-Es una anciana, de como unos sesentaicinco, aunque supongo que sean mucho mas, baja, como de mi estatura, un poco mas rellena que yo, pelo y ojos grises, le cuesta andar y es sacerdotisa.

 

No sabía cómo describirsela mejor y entonces recordé algo que ella misma había dicho.

 

-Dijo que ya de pequeña hacías lo que te daba la gana... y que la mala leche te venía de familia... Eyra Weasley... ¿Te suena de algo?

 

Sabía que si la anciana estaba en lo cierto, su nombre, le traería recuerdos, lo que no tenía claro es que realmente fuera ella y estando en alerta contra posibles ataques externos, aquello parecía el primer intento.

 

-Por favor no entres, hablemos y analicemos esto, por si acaso.

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Frunció el ceño... Nunca aprendería ésta mujer.

 

- Lázarus, c*** - le gruñó por lo bajo, sobre todo, para no gritarle (XD)- que tampoco es tan difícil -negó con la cabeza. Pero sí, eso era verdad, estaban bastante prevenidas por su mentor y la verdad es que ya desconfiaba de cualquier persona en ese aspecto. Y encima, con el mensaje de su prima, más todavía...

 

Creía que toda su familia había fallecido, exceptuando a su hermana y su padre biológico. Porque aunque no había pruebas de su muerte, estaba oficialmente desaparecido y a saber dónde, pero estaba segura que en algún lugar de Italia.

 

Reena empezó a explicarle con todo detalle la descripción de la anciana. Heliké en esos momentos, abrió sus ojos de par en par...

 

- Lo del genio, bueno, eso no es único en nuestra familia...

 

Suspiró y negó otra vez con la cabeza. Pero al decir el último nombre, abrió un montón los ojos, mucho más que antes...

 

- ¿Eyra Weasley, dices? - su voz se quebró a causa de la emoción, estaba a punto de ir a buscarla, cuando sintió que la mano de su prima, la agarraba...

 

Ahora sí que no pudo evitarlo y estalló en lágrimas.

 

- Es ella, mi abuela materna. Técnicamente yo sigo siendo una Weasley para ella - se limpió las lágrimas pero éstas seguían cayendo- creí que murió en el ataque - su voz sonada tomada por las lágrimas vertidas- tengo una manera de saberlo, ella es lo único que lo sabe. Y ella sabe cómo puedo provocarla. ¿Has revisado su varita? - le preguntó - es de serbal. Es una varita de protección. Si le lanzo un maleficio de magia oscura, muy oscura, sabrá pararlo o usará sus dones, el parar el tiempo - aclaró- no todas las sacerdotisas tienen un poder semejante - explicó- en teoría yo debería serlo, pero opté por otra vía... Las mujeres de mi familia la mayoría eran de ese gremio hasta mi madre - se limpió nuevamente las lágrimas.

 

<< Es cierto que todo el mundo puede parar la magia oscura, pero nadie como ella. No sé si es por su varita o qué... pero no hay magia que se le resista. Y es cierto, de pequeña, bueno, digamos que era un poco rebelde - no pudo evitar mostrar una sonrisa pícara a pesar de la llorera que le había dado.

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  • 5 semanas más tarde...

Todo aquello que decía mi prima no me gustaba, una mujer que creíamos muerta, ascendiente de Heliké y con poderes de parar el tiempo o deshacerse de la oscuridad de un maleficio de los grandes, no me gustaba nada.

 

-No, no he revisado su varita, no soy el energúmeno del ministerio, ella pidió asilo y eso le he dado.

 

No tenía pensado faltar a mi palabra de sacerdotisa, echándola a la calle ahora y me molestó que dijera lo de la varita, si vamos con esas desconfianzas podía ponerme en peligro. Otra cosa que se me ocurría era que tal vez podríamos revisar sus cosas cuando no estuviera en la celda, eso lo veía mas factible.

 

-Y piensas entrar sin mas y lanzarle el maleficio? Me dijo que no quería que supieras de su estancia aquí.

 

No acababa de ver la eficacia del plan y estaba empezando a ponerme nerviosa, sopesando la idea de que tal vez no debería haberla avisado sin tener mas datos, aunque seguía convencida de que si era de la familia se debía conocer su existencia.

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¡Ese era el espíritu que tanto me gustaba de mi sobrina! Sus palabras me hicieron sonreír: "El confesionario está abierto al viajero siempre. Sea bienvenida." Yo estaba presente y orgullosa de su coloquio con la mujer, aunque no me hice ver porque no quería quitarle el protagonismo a Reena, la dueña de aquel Confesionario.

 

"Sea cual sea su orden y religión, éste es su sitio"... Eso me detuvo. Aquella frase, tan hermosa, me hizo bajar los ojos y contemplar las baldosas de piedra. No sé porqué, al lado de Reena, me notaba una sencilla novicia que aún no sabe hacer las cosas. Ella era más sabia, más lista y más pura sacerdotisa que yo. Suspiré, quedándome quieta, dejando que ambas hablaran mientras mi mente se iba por otros derroteros. Salí de mi sopor al notar que ella movía los labios y me preguntaba si había sopa.

 

-- Sí, la hay, pero creo que está fría y tal vez algo rancia. Debiéramos hacer otra...

 

Lo dije flojito, aunque tal vez demasiado fuerte para el silencio acostumbrado en el lugar. Volví a guardar silencio, escuchando a la mujer quien decía que adoraba a la Madre Naturaleza. Asentí levemente, todas las sacerdotisas alabábamos a la Diosa Madre de una forma u otra.

 

-- ¿Quedarse? -- interrumpí. Pedí perdón, di un paso atrás y dejé que las dos mujeres hablaban. Tenía que acostumbrarme a dejar hablar a mi sobrina. -- Voy a por sopa.

 

Era una excusa, por supuesto, para dejarlas a solas. Yo tenía mucho en lo que pensar. Tenía algo que decirle a Reena pero consideraba que no era el momento, estando con una hermana sacerdotisa. Salí por la cripta y conseguí sopa (?) calentita. Cuando regresé, Reena tenía el ceño fruncido. Le señalé la ollita roja que traía en las manos cuando la vi hacer algo que hacía mucho tiempo no le veía hacer.

 

-- ¿A quién llamas?

 

Pregunta vana. Allá estaba Heliké, aparecida de la nada. Sonreí, un poco sarcástica.

 

-- No temes a nadie porque no te has enfrentado aún a tu suegra, Heliké -- dije, sonriendo.

 

Avancé con la olla de sopa e hice un gesto de aceptación.

 

-- Creo que traje poco, no habrá bastante para cuatro. Menos mal que me comí unas galletas de chocolate y galleta que me hizo Harpo.

 

Mientra posaba la olla en una repisa de madera, noté que había tensión entre Heliké y Reena, algo relativo a la anciana.

 

-- Esperar, esperar, ¿quién me explica lo que pasa? No estuve tanto tiempo fuera, sólo fui a por sopa calentita...

 

 

(tardé sólo unos dos meses en traer la sopa....XD)

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- vale, vale -le dijo a Reena para que no se sulfurara. A veces la verdad, es que la Rambaldi, la temía. Pero se quedó parada ante lo último contestado por la pelirroja.


- ¿No quería? – la verdad, es que eso dejó asombrada a la bruja. Llevó una mano al mentón, pensativa- bueno, si eso quiere es mejor dejarla. Mi abuela tiene unas costumbres muy raras – se encogió de hombros, para restarle importancia.


Y entonces fue cuando Sagitas habló. Heliké enarcó una ceja, con una mueca burlona en su rostro…


- Ni a ti te temo, querida – dijo, riéndose por lo bajo- le temo más a una manada de escregotus de cola explosiva…


- Pues, al parecer que mi abuela Weasley por parte de madre, obvio, regresó al pueblo y al parecer no quiere que sepa que yo sé que está aquí – dijo, mutando el rostro, a uno mucho más serio – cosa que no lo entiendo


<< ¿Sabes? Creo que te llevarías bien con ella. Además, tiene conocimientos sobre los druidas celtas y también tenía según yo recordaba la religión nórdica… Y, hace poco, ¡me enteré de que era una animaga no registrada! ¿Te lo puedes creer? – rió ahora por lo bajo- bueno, entonces vamos a tomar esa sopa que tengo hambre, bueno, sino estáis muy ocupadas, claro – dijo ahora, mirando a ambas mujeres.
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  • 2 semanas más tarde...

Bufé como un caballo, burlándome de la perorata de mi sobrina. Le di la espalda de forma, desdeñando sus palabras.

 

-- No me temes porque nos has probado la sopa. Creo que esos bichos se morirían sólo de olerla, así que si quieres, puedes tomar una taza. ¿Te pongo?

 

Vale, estaba siendo borde y el lugar sagrado no debía ser utilizado de esa manera. Así que bajé los ojos y murmuré una oración de disculpa a la Madre (aunque no a Heliké) por violar aquel confesionario con mi mal humor. Mi sobrina era de las pocas que me hacía ser irrespetuosa en el lugar que más amaba.

 

-- Pues supongo que tu abuela debe de tener un motivo de peso para no avisarte de su presencia en el pueblo.

 

Sonreí de forma agradable aunque mi comentario tenía cierta inquina. Pero los siguientes comentarios me produjeron tal estupor que me olvidé de meterme con ella.

 

-- ¿Animaga ilegal? Por los dioses, sobrina... Eres funcionaria ministerial, no puedes decir eso o... o tendrías que detener a tu abuela... ¿No ves que es obligatorio que se inscriban en un registro? Pero vamos, qué te voy a decir a ti, si eres funcionaria del Departamento que hace eso.

 

Había una crítica velada hacia ella. Si sabía eso, sólo podía actuar de dos maneras, chivándose y llevándola ante la Justicia o siendo buena nieta y callándose ese secreto.

 

-- Druidas celtas... Ese sí que es un buen tema de conversación agradable. ¿Crees que querría hablar con nosotros de la antigua magia de los druidas?

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- no, gracias - le respondí, achicando los ojos...

 

- No tengo ni idea de porqué no quiere verme, ¡si hasta hace nada no sabía que estaba aquí! - exclamé un poco dolida, pero al estar en un lugar sagrado, debía de bajar el tono de voz.

 

- Lo siento, me he excedido...

 

- Quiero decir que, no comprendo porqué no quiere ver a su nietas... Entiendo que a veces puedo tener un temperamento un tanto, ¿difícil? - me encogí de hombros- pero, ¿sabes cuánto hace que no la veo? - no pude evitar entristecerme.

 

- Eso son chorradas - hice un ademán con mi mano, para restarle importancia - además, eso fue hace siglos, que ahora se hiciese eso, para tenerlo más legal... Ahora sólo lo sabéis vosotras. Espero que no llegue a oídos de nadie del Ministerio y que la denuncien. Te juro que si algo le pasa... - apreté fuertemente la varita. Intentando no estar más alterada.

 

- Sí, sí, sé que es obligatorio es más, yo cuando pueda, cursaré esa habilidad en la Academia.

 

Sobre su última pregunta, me encogí de hombros.

 

- La verdad es que no lo sé. Supongo que sí. Ella eso sabe mucho. Seguro que quiere compartir ese conocimiento para que no se pierda... Pero es muy suya, pero no creo que tengas problemas con eso - le dije con una sonrisa.

 

A lo lejos (?) escuché el sonido de algo muy característico, fui corriendo... Había desaparecido.

 

- Vaya, qué casualidad, fui a su recámara y se desapareció. Creo que iría a dar una vuelta por ahí. Si no estoy mal, lo sigue haciendo hoy día, para estirar las piernas.

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  • 3 meses más tarde...

*empiezo rol nuevo de sacerdotisas porque cuatro meses después ni entiendo ninguno de nuestros posteos anteriores*

 

 

 

El camino se hizo pesado. Iba descalza y a cada paso que daba una pequeña mancha de sangre se quedaba atrás. No sé cuanto tiempo hacía que había empezado a caminar así, con mi hábito marrón y un sencillo cinturón cuerda. No llevaba más encima. Ni debajo. Ni en ningún sitio. Descalza, despeinada y sin saber quién era ni a lo que me dedicaba. Sólo una mancha marrón en mi mano derecha como si me hubiera mordido algún bichejo. Nada más.

 

Sólo intuía que había un sitio donde podría recordar quien soy y hacia allá dirigía mis pasos. Mi mente, un torbellino de imágenes sin sentido, no sabía indicarme qué lugar buscaba ni dónde se encontraba. Sólo caminaba, sin más.

 

A lo lejos, la figura de un templo sagrado me hizo levantar la cabeza. Lo reconocía, una semillita de calor ardió en mi interior aunque no lo suficiente para alejar el frío que sentía. Apreté el paso, ajena al dolor de mis pies agotados y conseguí llegar hacia la puerta.

 

Estaba abierta.

 

Me apoyé en el dintel y quise preguntar si alguien me conocía, quise pedir ayuda. Sin embargo, levanté la mirada hacia el interior y cerré los ojos.

 

-- Agua -- musité. Ahora me daba cuenta de lo cansada que estaba.

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