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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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*No hay problema, así roleo tb cómo la hermana de Heli, tengo ganas jeje p.d.: parece que te persigo jajajajaja*

 

Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

La rubia se encontraba libando y orando a una vieja estatua dentro del confesionario. Esperaba que la hermana Reena no le molestase que trajera una de la vieja tierra de Egipto. Ésta era Isis a la que tenía gran veneración. Bueno, a cualquier culto pagano que diese tributo a la madre naturaleza para ella era siempre bienvenida. Aunque en sus iniciaciones fuesen más con la cultura celta y a sus dioses paganos.

 

Sentía ciertas vibraciones. Algo muy extraño. No sabía si era por el incieso que había colocado alrededor de la efigie que representaba a su diosa favorita. Siguió con sus oraciones.

 

- Oh gran diosa Isis. Danos tus dones para que así nosotros podamos seguir guiando a... - se calló de nuevo. Sí, ahí estaba la sensación ahí de nuevo. Tenía las palmas de sus manos hacia arriba y abrió los ojos completamente.

 

Era una sensación familiar. Rara, muy rara...

 

Ajustó la túnica blanca que llevaba siempre encima y quitó la capucha que usaba cuando rezaba a sus dioses ancestrales. Apretó el cinturón de cuero y recogió la varita de cerezo que posaba a los pies de la talla. En cuánto la tomó con su mano derecha, de su arma mágica brotó unas estrellas doradas.

 

- Vaya, veo que tú también lo has sentido - murmuró, cómo hablándole a ese palo de madera. Se giró y a pesar de la oscuridad del lugar a pesar de las puertas abiertas pudo distinguir una figura conocida. Demasiado conocida.

 

- ¡Sagitas! - no pudo evitar gritar. Corrió lo rápido que pudo porque sus ropajes de sacerdotisa no daban para más. En cuánto llegó a su altura, la vio, y no la reconoció. ¿Qué le pasó?

 

- Hermana Sagitas, ¿Se encuentra bien? - le preguntó con voz trémula. Escuchó claramente su pedido- ahora mismo se la traigo, pero por favor, está agotada déjeme ayudarla - susurró con amabilidad. Puso su brazo en su hombro, con su fuerza característica y con cuidado la fue llevando hasta sentarla a uno de los bancos más próximos al lugar en dónde estaba rezando.

 

- ¿Quiere que le avise a alguien? - comentó en voz baja. Sabía que estaba semi-prohibido gritar pero a veces le daban ganas.

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Llevaba un rato en la cripta, vagando por los pasillos, como si buscase algo y no supiera realmente el qué, cuando de repente escuché un grito.

 

- ¡Sagitas!

 

Que se escuchasen gritos no era habitual y no porque hubiera normal alguna, sino por respeto hacia el resto o por intentar ser confidencial con lo que dice, pero algo me decía que debía subir de inmediato.

 

Las escaleras casi ni las vi delante, las subí mas rápido de lo que pensaba y me encontré a la hermana de Heliké, de la cual no recordaba su nombre habitualmente, menos ahora, sujetando a mi tía en dirección a un banco. Llegué a su lado cuando Annabelle se ofrecía a avisar a alguien.

 

-¿Qué ha pasado? Trae el agua de ese altar.

 

Me daba lo mismo que fuera el símbolo característico de los creyentes en Poseidón, yo sabía que no era agua salada y ahora iba a tener mejor fin.

 

-¿Te encuentras bien?

 

Le aparté el pelo de la cara a mi tía y le busqué los ojos en un intento de que me mirara y contestara a mis preguntas...

 

 

Off: Dejáis que me sume a vosotras? ^^

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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  • 1 mes más tarde...

buah, dos meses después respondo por aquí xDD

 

On:

 

Después del último encuentro con las dos familiares de Heliké la bruja se encontraba delante del confesionario, después de un largo viaje. Echaba de menos ese lugar, porque al ser uno que era de recogimiento, le proporcionaba una paz, que no conseguía explicar. Vestida con una túnica blanca, el pelo recogido en una trenza, su arma mágica, guardada en el portavaritas y al lado de un morral de cuero, que había comprado hacía ya, mucho tiempo; se había sacado las sandalias de porte romano y sentía el frío suelo en la planta de sus pies, y por supuesto, el típico escalofrío al notar el pavimento helado.
Dejó vagar sus pensamientos y se acordó de @@Reena Vladimir y en cómo había sido recibida la primera vez. ¿Aún hoy día pensaría con esa desconfianza? Tampoco pretendía hacerla cambiar de opinión. Aunque tenía que reconocer que era bastante atractiva (xD)... Suspiró con una sonrisa burlona. Después estaba también la que se suponía que era su tía @ . Por supuesto, por ser hermana de Heliké ya pasaba a formar parte de su familia. Algo que le sorprendía, porque pensaba que tenía pocos familiares y justo al llegar a Ottery se encontraba en que todas las familias tenían nexos en común.
Y luego estaba su hermana. Se había digamos "largado" del pueblo sin explicaciones. Aunque esperaba que lo entendiese, necesitaba de ese tiempo para liberarse de las malas energías que sentía por el pueblo, aunque suponía que era por esa guerra absurda entre mortífagos y fenixianos. Después de tantas divagaciones, decidió hacer unas ofrendas para agradecer a la diosa el seguir siendo su fiel servidora.
Se acercó al altar y sacó varias velas del monedero de piel de moke, de color blanco, que las encendió con la varita además de coger una botellita de agua sagrada y un cuenco, además de varias hierbas medicinales y por supuesto, también incienso con olor a lavanda, que los encendió con la pequeña llama de las velas. Éstos enseguida empezaron a humear y fue preparando, en un cuenco, todos los ingredientes necesarios para ello. Cruzó los brazos en forma de aspa, y agachó la cabeza, murmurando unas palabras en una lengua desconocida para la mayoría de magos y brujas, una muy antigua. Extendió de nuevo los brazos y los apoyó encima del mármol, diciendo en voz alta.
- Oh gran diosa, gracias por los dones y alimentos que nos proporcionas. Gracias por dejarme volver una vez más -la bruja sacó una pequeña campanilla que le dio un toque con la mano y el sonido se escuchó en todo el confesionario. Alzó el pequeño vaso con la yema de sus dedos y susurró otras palabras más. Cuando terminó, hizo sonar de nuevo la campana que produjo el tan tranquilizador sonido.
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  • 1 mes más tarde...

Hacía tiempo que no iba por allí y tenía necesidad. No había tenido tiempo si quiera de pasar por el templo, en casa, por lo que ahora que estaba por el callejón me pareció necesario.

 

Todo estaba como siempre. Me gustaba la atemporalidad del confesionario y me pregunté si es que los vampiros sentirían ese mismo gusto.

 

Pero lo cierto era que yo no tenía esa capacidad y el cansancio cargaba mis huesos, frenaba mis músculos. Buscar consuelo era lo que necesitaba, una influencia positiva, algo que me diera ánimos.

 

Me senté ante el esqueje diminuto que era el árbol que representaba mi orden y respiré profundo, cerrando los ojos. Intentando tocar con la conciencia el aura brillante del arbolito y cuando lo conseguí, me sentí caer al vacío.

 

 

 

 

El golpe no fue mucho, pero cuando conseguí recuperar el control de mi cuerpo, estaba acurrucada en la hierba. A mis oídos llegaban los sonidos del bosque, claros y vibrantes; los olores a naturaleza y a libertad llenaban mi olfato.

 

Cuando fui buscando consuelo, no esperaba encontrar aquel refugio en mi mente, porque sin duda estaba en mi mente...

 

O no. No había sobrebrillos, ni distorsiones en la lejanía; los sonidos eran claros y no parecían encerrados en una habitación.

 

Me levanté rápidamente y vi que ni siquiera mi ropa era la que me había puesto esa mañana. Era una túnica sencilla de color marrón abierta y pegada a mi cuerpo gracias a la fuerza con la que se cerraba el corsé de cuero marrón sobre mi tronco. Unos pantalones y unas fuertes botas completaban lo que parecía el atuendo de viajera.

 

Normalmente no iba así vestida cuando recorría mundo pero era cómodo, por ahora al menos.

 

Me pareció escuchar una voz, giré en redondo buscando su procedencia, esperando que se repitiera...

 

 

 

OFF: Ha pasado otro mes... a ver si con este hilo, no dejamos que pase otro mes...

@ @

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

La paz que sentía la sacerdotisa dentro del confesionario era proporcional a lo que tenía ella en esos momentos. Suspiraba y aspiraba el aroma de los inciensos de lavanda y eso le daba mucha calma y relajación que era lo que necesitaba. A pesar del "sacrificio" realizado esperaba que fuese suficiente para la gran Diosa... Había estado además, demasiado tiempo alejada de Ottery, porque tenía asuntos que atender en la Orden del Dragón, situada en Escocia...

 

Negó con la cabeza, con una sonrisa. Parecía que no sabían hacer nada sin su presencia.

 

Sintió algo... o tal vez a alguien. Le pareció saber quién era realmente. Cada persona emanaba una energía que las diferenciaba de las demás y que ella había aprendido a reconocer. ¿Auras? Puede... Pero los demás podían llamarle de cualquier forma.

 

- ¿Hay alguien? -preguntó la bruja, con voz dudosa. "Vaya tontería" pensó para sí. Quizás estuviese sola en ese lugar sagrado.

 

Empezó a recoger todo, lo último que querría era tener una bronca de la dueña del lugar. Le daba la sensación de que aún no confiaba en ella. Y era lógico. Aparecer de la noche a la mañana haciéndose llamar hermana de Heliké hacía desconfiar a cualquiera. Esperaba tener la oportunida de al menos, obtener su confianza y que por lo menos, compartir los secretos sacerdotales.

 

Suspiró de nuevo...

 

- ¿Reena? -carraspeó y alzó la voz - ¿Reena Vladimir, te encuentras aquí? -esperaba que, con eso, llamase la atención de la bruja.

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El viento me volvió a traer la voz y fue apenas un susurro.

 

-Ayuda a quien te llama...

 

Miré alrededor y no vi nada que me animase a avanzar en una dirección concreta, por lo que decidí marcar mágicamente el punto en el que estaba y luego me abrí paso por entre los árboles hacia delante.

 

-¿Reena? ¿Reena Vladimir, te encuentras aquí?

 

Esta voz fue clara, aunque venía de mi espalda y volví sobre mis pasos hasta llegar al sello que había puesto. No entendía nada.

 

-Me encuentro aquí ¿Donde estás tu?

 

No me pareció necesario preguntar quién era la persona que me buscaba, esa pregunta difícilmente era respondida cuando tratas con entes espirituales, pero me sentía muy boba hablando en voz alta y no precisamente con alguien o algo en particular.

Editado por Reena Vladimir

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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La mujer cabeceó al escuchar la respuesta.


- ¿Cómo que no sabe dónde estoy? -dijo, farfullando por lo bajo... Sí, sabía que era esa bruja, estaba segura. Conocía lo suficientemente sus energías como para identificalas de cualquier sacerdotisa. Pero, ¿dónde encontrarla? Le pareció notar que estaba dentro del confesionario pero ahí sólo estaba ella...


- Qué raro -comentó de nuevo.


Volví a alzar la voz.


- Mi señora, estoy en el confesionario de las Lamentaciones. Rezando a nuestra gran Diosa, ¿dónde se encuentra usted, realmente? -preguntó. Quizá era una pregunta tonta, pero, ¿cuál más hacer? ¿Debía usar su magia sacerdotal?


- No tenga miedo en aparecerse ante mí, no le haré daño -comentó de nuevo, manteniendo la voz- soy la hermana de Heliké -dijo esperando que eso no la asustara y se atreviera a venir. No sabía porqué aún a éstas alturas, esa bruja aún estaba prevenida con ella, algo que le parecía raro. Si llevaba una organización en dónde cuidaba a los animales, sobre todo a dragones, lo último que debía temer era que atacase a una igual, a una sacerdotisa. Aunque fuese de otra confesión.


Preparó varios elementos más con el cuenco... Era de barro, sacó una pequeña llama del monedero y lo encendió para tenerlo a su justa medida de temperatura. Empezó a burbujear y echó el resto. Aún dudaba en el hecho de que usar sus poderes para atraer a esa bruja, quizá pudiese enfadarla, si estaba oculta sería por algún motivo.


- ¿Necesita ayuda, mi señora? -le dijo la Suma Sacerdotisa con el mismo tono y realizando su magia- puedo ir a buscarla si lo desea...

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- Mi señora... en el confesionario ....entaciones...ando a nuestra...Diosa, ¿dónde...usted, realmente? (periodo de silencio) Hermana Heliké...

 

La voz parecía entrecortarse, aunque las palabras se escuchaban claras y seguía viniendo de detrás de mi.

 

A su vez el viento movía las hojas y susurraba que la ayudase. Pero no tenía claro que necesitase realmente mi ayuda, sino al contrario, que no sabía como había ido a parar a allí en medio, ni el por qué. Aunque el viento parecía tenerlo claro, debía ayudar a la hermana de Heliké.

 

-Estoy en medio de un bosque, ahora te escucho mejor. Pero no soy yo quien necesita ayuda, sino tu!

 

Aquella mujer extraña nunca iba a aceptar que me necesitaba, prácticamente no lo aceptaba ni su hermana y eso que no era tan esquiva, pero tal vez, se me estaba ocurriendo algo...

 

-Viento! Ella ha de venir aquí?

 

-Si...

 

-Viento, ella está en peligro?

 

-No.., debéis encontrar algo juntas...

 

-Annabelle, tienes que venir al bosque conmigo! Pronto!

 

No sabía si me estaba escuchando, por lo pronto retiré el sello del suelo y busqué donde sentarme, ya que sin ella al parecer, poco podía avanzar.

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  • 3 semanas más tarde...


La voz parecía que llegaba entrecortada. Pero después se volvió nítida. La bruja, no entendía nada de lo que estaba pasando. No sabía si seguir usando su magia para convocarla o al mismo tiempo usar la suya propia para ir a dónde estaba la mujer.


El aroma de la poción impregnó cada lugar del confesionario. Era una mezcla de lavanda e hierba luisa, además de otros ingredientes secretos. Empezó a recoger el resto de las cosas para dejar el lugar impoluto y que así, la dueña no se enfadase por dejar todo echo un asco. Lo más importante era la limpieza y Annabelle como buena bruja y sacerdotisa, lo sabía. Así se lo hacía saber a su Orden, cuando de cuidar animales se trataba, además de hacer otras ofrendas a la Diosa.


- ¿Que yo necesito ayuda? - respondió la bruja en voz baja pero a la vez sorprendida - no sé en qué...


Pero de nuevo la voz vino de nuevo a ella. Era como si le hablase desde el interior... o desde el exterior a su cabeza, ella no conseguía entenderlo.


Pero sabía de quién se trataba, de eso estaba segura. Ya con todo recogido y dentro de su morral de cuero, recogió su varita y esperó una señal para ir en busca de la sacerdotisa que la llamaba.


Su voz llegó y urgía que la necesitaba. Annabelle no lo dudó un segundo y usando unos polvos que usaba para trasladarse, los echó al aire y se puso en medio, haciendo que su magia actuase. Enseguida llegó al lugar en dónde la requería la mujer.


Se dejó guiar por las energías de la mujer y parecía que impregnaban el lugar. Fue poco a poco, cerrando los ojos y con las energías que emanaba la mujer, llegó hasta "la fuente" y ahí estaba, sentada.


- Hermana Reena, ¿pasa algo? -preguntó la sacerdotisa al verla en ese estado - he oído su petición de ayuda. ¿Ahora confía en mí? -preguntó con ingenuidad. Porque de algo estaba segura que esa matriarca, aún no confiaba en ella. Se lo había demostrado la primera vez que la vio. Quizá fuese su condición vampírica, pero hacía muchos siglos que no la manejaba. Ahora ella era una señora del sacerdocio que usaba sus dones para ayudar a los demás y ahí estaría ella para eso.


- ¿Qué necesita de mí? -preguntó de nuevo mirando a la mujer de pelo rojizo @@Reena Vladimir
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  • 4 semanas más tarde...

No solía acercarme por allí. Hacía tiempo que no aparecía, seguramente porque nunca terminaba de encontrarme cómodo allí, como si en mi cabeza algo me dijese que debía dejar el lugar, que las cosas terribles que hice en el pasado no me permitieran estar allí.

 

Pero por otro lado, tenía la sensación de que, lo que fuera, me llamaba hacia el interior después de tanto. Asi que me adentré en el Confesionario, pensando en darme una pequeña pausa a la autoprohibición de estar alli.

 

La puerta se cerró, despacio, pero el ruido que hizo me pareció demasiado estridente. No tardé en sentir un cambio de temperatura en el ambiente del Confesionario.

 

- Hola? - murmuré.

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