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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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- ¡Hola cariño! - saludé con efusividad- la verdad es que tu madre tiene un humor peculiar a la hora de saludar a las personas - le dije con una sonrisa.

 

- y bueno ¿vamos entonces vamos con esa comida? - dije con una sonrisa a los presentes.

 

- Yo no sé cómo funcionan esas cosas, así que, vosotras - me dirigí a Reena y a Sagitas- tendréis que guiarme en el proceso (?)...

 

- Espero que me dejéis comer con un buen whisky de fuego en vez de con agua, ya sabéis que los vampiros no necesitamos hidratarnos - y sin poder evitarlo estallé a carcajadas, pero tuve que terminar riéndome por lo bajo, por eso de que era un lugar sagrado.

 

- Entonces habrá que salir afuera para hacer la fogata ¿no? - pregunté con curiosidad - claro que es cierto que aquí en el confesario sería bastante peligroso - reí por lo bajo.

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Le acaricié el rostro a mi primo e intenté aplacar su tristeza con unas palabras que seguramente ni siquiera escuchó, pero el color que su alma irradiaba, brilló con intensidad y cambió de tono. Le sonreí nuevamente y pedí al tejo por su tranquilidad. Luego me giré hacia Heliké y le puse mala cara.

 

-En serio? Si me sales con esas te mando a beber Sangre por ahí.

 

Señalé la puerta y Akira se rió, porque pensó que estaba echando a mi prima. Que bien podía ser el caso, pero no.

 

-Cielo, ve ha aquella puerta y busca una cesta, seguro que puedes con ella.

 

El niño loco de contento se fue corriendo hacia la sacristía y tardó un poco en volver, porque al parecer dicha cesta pesaba mas de la cuenta para él. Pero volvió con una sonrisa en los labios y eso era lo importante.

 

-Si quieres una ceremonia, Heliké, te acogerás a ella tal y como es. Y sino, ve a cazar a alguien por ahí.

 

Había aprendido a ser tolerante con las necesidades vampiras, pero estando Akira delante, las medias tintas no valían. QUería que su iniciación fuese real y absoluta.

 

-Tía, donde te parece buen sitio para el almuerzo?

 

A la pobre ni caso le había hecho y seguramente también querría opinar. Aunque a decir verdad casi prefería pedir que nos quedásemos dentro ya que fuera parecía estar saliendo el aire y comer habiendo viento no es nada agradable si no hace sol y no era el caso...

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Moví la mano en un gesto que quitara importancia a las palabras de Heliké y su no-conocimiento de las tradiciones de las sacerdotisas.

 

-- Entra todo dentro del mismo rito, pipa de la paz, compartir el pan, ceremonia ante el fuego sagrado... Diferentes civilizaciones, ritos similares, misma finalidad... Será para mí un placer guiarte en la ceremonia y... Vamos, que si pones un poco de tu parte y crees un poquito, al menos que dos personas diferentes pueden compartir sin peleas, sería más efectiva.

 

Tal vez sonó a sarcasmo, pero no. Si le ofrecía la paz y ella extendía la mano con recelo, la ceremonia no serviría de nada pues a la mínima volveríamos a enfrentarnos, algo que no quería, ya me cansaba tanto enfrentamiento mutuo entre dos cabezotas redomadas.

 

-- Pero si no me meto con él, Matt es mi niñito querido, como lo es Ithilion o Perenela. Y sí, querido, llegas a tiempo para ver como nos reconciliamos. -- Sonrisa, juro que nada irónica.

 

Dejé que ambos novios se juntaran y que Akira se maravillara con las luces que había hecho Heliké.

 

-- Al final haremos una buena sacerdotisa de ella -- comenté de broma a Reena, esta vez sí que fue sarcasmo. Yo apoyo lo de comer algo a la luz de una hoguera sagrada. Pero tal vez debieras crearla tú. Si lo hago yo y le salta una chispa a la chiquita esa (por Heliké), seguro que pienso que lo hice a propósito. Y claro que puedes compartir el pan con nosotras. Al fin y al cabo, nuestras peleas siempre son por tu culpa.

 

Sonrisa amistosa.

 

-- Quiero decir que no es culpa tuya pero sí que eres el causante -- expliqué, para que nadie saltara, y menos Heliké, con quien quería hacer las paces. -- Y lo lamento, nada de alcohol en la mesa de las sacerdotisas junto al fuego sagrado.

 

Mi tono fue seco, como si le riñera. Pero después estallé en risas.

 

-- Sólo mientras firmamos la paz, después puedes beber todo lo que te dé la gana, sobrina. -- Aunque la contestación de Reena me hizo bajar el tono. -- Bueno, mejor el whisky lo dejamos para la cena en casa...

 

Reena me preguntó donde y me dio pereza salir.

 

-- ¿Por qué no en el claustro de la sacristía. Estaremos a cubierto pero sigue estando al aire libre, y así nos sentiremos a la vez dentro y fuera...

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Enmudecí ante el gesto de mi prima Reena. La verdad es que a veces le tenía un poco de miedo cuando le salía el genio...

 

- Éstooo... puedo beber agua - dije con un gesto temeroso.

 

Me fijé en que mando a Akira por una pequeña cesta y el crío vino con ella contento. A veces me gustaría volver a aquellos años en dónde las preocupacione sólo eran jugar y disfrutar y olvidarse de todo lo demás.

 

- Tranquila Reena, no quería ofenderte -me encogí de hombros- yo sólo había dado una opción para mí... - moví los pies, nerviosa... No quería tampoco que la ceremonia se empañase por una bronca por temas de bebidas.

 

Parecía que Sagitas buscaba bronca con sus palabras alcé una ceja pero intenté tranquilizarme, no era momento ni el lugar para buscar una pelea como dos gatas enfurecidas.

 

- Sí bueno, yo intentaré toda la parte que sea necesaria para que todo sea un éxito - le dije con una sonrisa.

 

Había escuchado el comentario de mi tía y sonreí...

 

- La verdad, dudo mucho que llegue a ser una buena sacerdotisa, aunque me lo proponga. La sacerdotisa de la familia es mi hermana Annabelle la verdad - asentí con la cabeza- de todo lo que le he contado, estoy más que segura que disfrutaría un montón de éstos ritos. Ella en éste aspecto es cómo yo, le gustan las cosas sencillas y sin muchos aspavientos - volví a sonreír, contenta.

 

- Tienes mal concepto de mí, tía Sagitas - le dije riéndome a carcajadas- tampoco te buscaría broncas por pequeños incidentes. Si con los accidentes que causamos en el departamento entre todos te echase la culpa a ti, creo que te volverías loca - seguía riéndome con ganas.

 

- Descuida - hice un ademán con mi mano en cuánto me nombró lo del alcohol - ya me dejó claro Reena que nada de bebidas alcohólicas...

 

<< Lo que no sé es si vengo con la ropa adecuada para la ceremonia. ¿No hace falta poner algún trapito especial para éste tipo de cosas? -Inquirí de nuevo, dirigiéndome a mi suegra (?) ya que era la especialista. Había ido a la sacristía bastante elegante pero tampoco era muy llamativa, bueno, salvo por la capa. Aunque podía cambiarla con un simple hechizo. (la descripción está en el posteo 101 al final del post, después de los asteriscos).

 

- Lo haremos dónde vosotras digáis - dije de nuevo con una sonrisa. Por una vez, estaba tranquila y no con la tensión de siempre, esperando a que la pelivioleta me buscase pelea.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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  • 2 semanas más tarde...

Mientras Akira iba a por una cesta un poco más grande de lo qeu el niño parecía poder llevar pero qeu aun asi el traía con felicidad, al tiempo qeu ellas decidían que hacer o donde comer.

 

Sagitas dijoq eu llegaba a tiempo para ver como firmaban la paz, aunqeu me sentí un poco mal al decirme que se peleaban por mi causa, al menos habían elegido hacer las paces, seguramente por el bien de la familia y por el bien de ambas, ya qeu acabarían por matarse cualquier día.

 

- Yo en realidad no tengo ni idea de qeu se hace en estas ceremonias...tengo poco de sacerdote, supongo. - y es qeu Jack me había enseñado poco de aquellas órdenes.

 

- Mientras el agua esté fría, me la bebo encantado. - dije, viendo como Reena se había enfadado con la sugerencia del whisky de fuego. - Necesitáis algo para encender ese fuego? Podría encenderlo con Akira. - siempre que no fuera algo ritual, podía encender esa hoguera yo mismo para hacer algo de utilidad en la ceremonia.

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- Igual que yo - dije con una sonrisa, mirando a Matt- la sacerdotisa de la familia es mi hermana - me encogí de hombros - a pesar de ser vampira, se ha dedicado media vida a ello...

 

Aún recordaba los viejos tiempos aquellos en que éramos hermanas vampiras y teníamos en común muchas cosas, después de eso, hubo distanciamiento hasta hace unos pocos años que retomamos el contacto..

 

- Creo que ella se alegrará un montón de vernos así, en paz - asentí con otra sonrisa.

 

Matt sugirió encender el fuego con Akira...

 

- Bueno, mientras lo controles, no queremos que haya un incendio dentro del confesionario - dije, riéndome con ganas. La verdad, es que hacía mucho tiempo que no estaba tan contenta.

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Heliké dijo que ella tampoco sabía demasiado de los rituales de las sacerdotisas, pues era su hermana la qeu se dedicaba a ello. Había cierta melancolía en aquello, como si de pronto se acordara de algún momento vivido con ella.

 

- Eh! - exclamé, haciéndome el ofendido - Venga ya, se encender una hoguera, no voy a pegarle fuego al confesionario...y menos con Akira delante

 

Pero de todos modos, mientras mi madre y Reena no me dieran permiso no iba a hacer nada...lo único qeu me faltaba era que encima me ganara un zape y me castigaran sin probar bocado.

 

- Me quieres echar una mano con la hoguera Akira? - pregunté al niño. Aparte de Ithilion o Argi (al que hacía tiempo que ya no veía) Akira era de los pocos niños con los qeu había tenido algo más de contacto, y no nos llevábamos del todo mal.

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  • 4 meses más tarde...

Hacía muchísimo que no me pasaba por el confesionario, la estancia en san mungo había resultado demasiado larga, pero no por gusto, sino porque tocaba... Al final habían dicho que ya no me iban a dar mas ataques transformativos, por suerte. Así ellos no podrían seguir experimentando conmigo, mi espíritu al fin estaba tranquilo.

 

Saqué la pesada llave que abría el confesionario y la giré en su lecho. Me costó bastante abrir la puerta, tuve que empujar con el hombro para lograr abrir un hueco.

 

Una enorme tela de araña me cayó sobre la cara cuando todavía no había soltado la puerta e hice por quitármela porque me dan repelús. Entrar dentro no me dio mejores presentes.

 

El ambiente estaba cargado de polvo, de los bancos colgaban telas de araña y el sol que entra por las cristaleras se había comido los colores de los manteles ceremoniales. El confesionario estaba hecho un desastre y ni la familia se había molestado en ventilar. Por mi mente pasó la idea de pedirles a los elfos de la Vladimir que no ventilasen ninguna habitación ya verían como les gustaba el servicio...

 

Suspirando y no teniendo mas remedio, busqué entre la ropa, mi varita y me puse manos a la obra. Aquello debía quedar como debía estar. Así ningun viajero buscaría refugio por miedo a ser tragado por el olvido.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Mi regreso al pueblo había sido notorio. Ya me había pasado por muchos sitios pero no por el confesionario. Creo que eso lo dejaba para el final adrede, pues me daba algo de miedo. Había salido delpueblo y había estado en un lugar que no podía mencionar con la excusa de un retiro espiritual, pero sabía que Reena, Xell o Cye, en cuanto me vieran, sabrían que no era cierto. Y no podía mentir a mis hermanas en luz, pero tampoco podía confesar lo que había hecho...

 

Así que me acerqué, con pavor a encontrármelas. Pero a la vez necesitaba un lugar donde orar y pedir perdón por mis pecados, que eran muchos, eso no podía evitarlo.

 

Así que me acerqué, con cuidado. La puerta estaba entornada y salía un olor a viciado que tumbaba. Entré con recelo. A oscuras, sin velas, flores ajadas..

 

-- ¿Qué demonios ha pasado aquí? -- pregunté a la figura de mi sobrina Reena, quien se recortaba delante de mí. -- Parece que hayan pasado siglos desde la última vez que se usó el Confesionario. ¿Es que lo has cerrado por algún motivo, sobrina?

 

Vi que tenía la varita en la mano y no supe si era para limpiar o para darme con ella en la cabeza. Parecía enfadada.

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Después de trabajar en la clínica Santos Mangos, necesitaba un respiro. Pero más bien un lugar apartado en dónde refugiarme de las malas vibraciones que me enviaban los pacientes. Parecía irónico que cerca de ahí estuviese el confesionario de las Lamentaciones, cómo si fuese una construcción muggle para adorar a cierto Dios. Después de terminar, fui a los vestuarios y me puse mis botas de piel de dragón, los tejanos y una camiseta, además de la cazadora de cuero y la capa de viaje que usaba para trasladarme.

 

Tomé las cosas que guardaba en la taquilla y las coloqué en los bolsillos de la cazadora. Agarré la varita y la coloqué en la parte trasera del pantalón y me dirigí rumbo al Confesionario. Necesitaba paz y sabía que ahí al aroma del incienso y de las velas, la encontraría.

 

Entré al interior y me encontré con Sagitas y con Reena. La segunda parecía que estaba haciendo algo con la varita, pero me fijé mejor y comprobé que el lugar estaba y parecía lleno de polvo, cómo si estuviese cerrado...

 

- Hola - saludé con timidez pero no muy alto- parece que nos encontramos en todos los sitios - sonreí cansada.

 

- Si quieres te echo una mano con la limpieza prima Reena. Pero que no sea muy profunda. Acabo de salir de Santos Mangos y necesito un poco de calma - seguí comentando en voz baja para no molestar con mi voz, la paz que se respiraba en ese lugar sagrado.

 

- ¡Ah! - exclamé y recordando volví a bajar mi tono al hablar- em, Sagitas - me dirigí a mi tía - ¿recuerdas que me debes una limpieza espiritual, ¿verdad? - comenté alegre. Al menos esperaba que se celebrase antes de la fiesta pagana de fin de año.

 

- Tú también puedes participar - sonreí a la pelirroja que aún parecía que aún no se había movido del sitio.

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