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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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Escuché a decir verdad, asombrada por lo que decía Sagitas. Al menos sus llantos se iban apaciguando poco a poco, después de la ira inicial. Así que al final, era una treta para que Xell oficiase la ceremonia de Jessie. La verdad es que no tenía la menor idea...

 

- Bueno, calma mujer. Al menos ahora las cosas se podrán arreglar. Tampoco fue para tanto - le sonreí cariñoso a la pelivioleta.

 

- Y yo también te echo una mano tía - le dije, para acompañar las palabras de tía Cye.

 

- Muchas veces es mejor pasar del Ministerio y arreglárnolas solos, eso creo que lo sabemos hacer muy bien, ¿no te parece Sagitas? ¿Cuántas veces hice yo, trasladores ilegales? Y nadie se ha enterado - y sin poder evitarlo sonreí macabramente.

 

- Estás perfectamente tía - le hice una carantoña a la pelivioleta.

 

- Yo creo que nada se me pierde en una boda en dónde no se ha contado conmigo para siquiera preaparla cómo era debido - hacía muchísimo tiempo que no sabía nada de Jessie y a la primeras de cambio había boda.

 

- ¡Y luego quieres que no me case con tu hijo! - estallé yo ahora, furiosa- ni pretendas llevarme allá a rastras. Porque no pienso asistir. Si aceptas esa boda de tu hija, deberías hacer lo mismo con Matt...

 

Ahora sí que me había salido la mala leche. La verdad es que era bastante injusto. Siempre me ponía pegas a todo, y... Me daban ganas de maldecir esa boda. Pero, ¿Quién era yo para hacer nada de eso? Al final había salido del confesionario sí, pero para ir al Caldero Chorreante a tomarme una pinta...

 

***

 

Días más tarde después de ese encuentro, quería estar a solas con mis pensamientos. Había puesto la ropa que puse de la otra vez. Una toga al estilo griego de color azul, con una capa verde esmeralda con broches de oro en las hombreras unas sandalias de cuero atadas a los gemelos. Llevaba el pelo atado en una cola de caballo alta, mi varita en el porta -varitas que tenía atado a la cintura, y llevaba al cuello el monedero de piel de moke con varias pertenencias.

 

En cuánto ingresé al confesionario detecté varios aromas conocidos. Sonreí, eran los de Akira y Reena y también por supuesto Sagitas, algo me decía que aún estaban dentro y susurré no con voz muy alta.

 

- ¿Hola? ¿Por dónde estáis? - pregunté un poco tímida.

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  • 2 semanas más tarde...

Llevaba de la mano a mi niño y le estaba enseñando todo lo que nos rodeaba. Akira no dejaba de señalar y preguntar, me encantaba lo inteligente que era, no podía negar su sangre Vladimir.

 

Estaba encantada y concentrada en él, tanto que la voz susurrante de mi prima Heliké, me sobresaltó. Mi nube se apareció tras de mi, a pesar de haber estado a mi lado. Le tomé la mano y le sonreí intentando tranquilizarnos a ambos.

 

-Heli? Estamos al fondo.

 

Con mi niño aun de la mano, fui hacia una zona mas iluminada. Bajo el rosetón por el que entraba un rayo de sol. Los colores maravillaron al pequeño Vladimir.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Seguía agotada, buscando entre los anaqueles y los estantes aquella poción que sabía que estaba en algún lugar del confesionario. La última vez que la vi estaba en con los cirios.... No, con los mantelitos blancos... Hem... Pues ni idea, ya no recordaba en qué lugar había dejado aquella poción. Así que volví a insistir:

 

-- ¡¡ R E E N A !!

 

Me lavé las manos en la pequeña pica y me las sequé, una costumbre de cuando salía al Confesionario, para poder recibir a cualquier visitando con las manos limpias.

 

-- ¡Reeenaaa! ¡Por los dioses, si estás con el niñito!

 

Me quedé cortada porque no me gustaba gritar delante de Akira, pues el niño era aún muy aprensible y no soportaba los gritos. Asi que bajé la voz.

 

-- Hola, Akira, si sé que estás aquí, hubiera traído a Ithilion para que jugaras un ratito con él. -- Me había inclinado hacia él y después me levanté. -- Hola, Heliké, ¿vienes de buenas o me vas a recriminar de nuevo tu boda con Matt, como la última vez? Mira que no tengo ganas de peleas con niñitos delante.

 

Lo dije con dulzura pero sólo porque estaba el niño delante.

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Aquellas voces, era peor que una verdulera muggle, sentiría vergüenza cuando se comportaba así si no llevase tantos años a su sombra. Menuda era ella...

 

Akira me miraba y luego miraba a su tía, parecía enfadado, a él le había dicho que nada de gritar y ahora Sagitas hacía esa entrada.

 

-Tía, por favor, cuantas veces es te ha de decir que no se grita en lugares santos?

 

Me daba igual que el local fuera nuestro. Normal que los viajeros no quisieran quedarse, aquella fogosa mujer perturbaba la calma de cualquiera con sus voceadas.

 

-Me pareció que el solsticio de verano era el mejor momento de que Akira conociera lo que hacemos aquí.

 

No solo nos dedicábamos a asistir al poco viajero que entraba en busca de refugio o consuelo, sino que realizábamos una magia poderosa y necesaria en muchas ocasiones... No iba a decirle eso, aburriría al niño y mi tía lo sabía de sobra, por eso al escuchar la gresca que le presentaba a mi prima por la bendita boda, puse los ojos en blanco y le acaricié el pelo a mi hijo.

 

SI iban a ponerse a dar el espectácul.o las iba a poner de patitas en la calle.

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Me quedé parada ante el grito lanzado por Sagitas, por supuesto era porque Reena estaba en el interior y sonreí. Pero también había escuchado su voz.

 

- Hola prima Reena - le dije con cariño.

 

- Hola Akira - le hice una carontoña al pequeño, que pareció esconderse entre las piernas de su madre. Sonreí con tristeza.

 

Me quedé parada y asombrada por la contestación dada por la Suma Sacerdotisa pelivioleta. Arqueé las cejas y me senté en uno de los bancos del confesionario.

 

- La verdad, estoy bastante cansada de seguir peleando - me encogí de hombros- vine aquí en busca de paz y tranquilidad. Además de poner en orden mis pensamientos - comenté.

 

- Pero la boda se celebrará de todas maneras - dije en un susurro. No quería peleas, no quería gritos y mucho menos liarla dentro de un lugar santo.

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  • 2 semanas más tarde...

Aquel día decidí acercarme al confesionario. No solía ir mucho, a veces me sentía un tanto...extraño alli. Todas en la familia eran sacerdotisas y parecían encontrarse cómodas en aquel ambiente, pero a veces una parte de mi sentía qeu no tenía que estar en aquel lugar, que sobraba un poco.

 

Aun asi pensé que no estaba mal acercarse, de todos modos...no veía a nadie por casa.

 

Asiq eu me aparecí al inicio del callejón vestido con una camiseta naranja y un pantalón corto además de deportivas, caminando con paso tranquilo hasta dar con el confesionario.

 

Abrí la puerta, notando la diferencia de temperatura. Alli dentro se estaba mucho más fresco que en el exterior.

- Hola? hay alguien?

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Arrugué un poco la nariz y estuve a punto de contestarle una fresca a Reena. Pero entonces vi la cara del niño y comprendí. Tragué saliva, esbocé una sonrisa y agaché un poco la cabeza ante mi sobrina.

 

-- Te ruego me disculpes, Hermana de Luz, por mi mal comportamiento. Sé que no se puede gritar en los lugares Santos. Sólo que mi cabezota lo olvida a menudo con la alegría de veros.

 

Le hice un guiño a Akira desde mi posición casi penitente, con una rodilla medio doblada ante la Sacerdotisa de su madre y la cabeza inclinada, implorando perdón por algo que sabía que no estaría mal si no hubiera un chiquito tan bonito delante.

 

-- Yo también estoy cansada de pelear y quisiera ofrecerte una ceremonia de pacificación, sobrina Heliké, aprovechando la apaciguadora mirada de nuestra Sacerdotisa encargada del lugar.

 

Sonreí a Reena con cierta burla porque sabía que, como me portara mal, me iba a dar una patada en el trasero y sacarme a volandas del confesionario.

 

-- ¿Quieres beber un poco de vino madurado en nuestras tierras con gotas de miel de nuestras colmenas, compartir pan hecho en nuestros hornos y sellar un acto de conciliación conmigo?

 

Era mucho más de lo que podría ofrecer en otro momento pero, después de la conversación con Matt en el estadio, había claudicado ante su sinceridad ante su relación.

 

-- Anda, hablando del Rey de Roma... -- murmuré, al ver entrar a mi hijo mayor en el confesionario. -- ¿Vienes a buscar penitencia por tus pecados, viajero?

 

Soné algo formal pero también me estaba burlando un poco de él. Yo no puedo ser seria ni en los lugares más sacros.

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Las palabras de Sagitas me cogieron desprevenida...

 

- ¿Eh? ¿Qué? - abrí los ojos como platos. No me esperaba para nada algo de eso...

 

- No sabía que existía ceremonias para ese tipo de cosas. Sabía lo de la pipa de la paz de los indios americanos, pero nada comparado como ésto - dije con una sonrisa triste. Aunque dentro de mí se encendió las alarmas. Un aviso. Quizá fuese un ataque indirecto, pero, ¿podía hacerlo dentro de un lugar sagrado como el Confesionario? Es cierto que, desconfiaba de ella pero tantas peleas habían hecho que no me fiase ni de mi propia sombra (bueno, si es que la tenía xD).

 

Aunque no pude negar que me apetecía muchísimo probar el vino ese del que me hablaba mi tía... No creía que me fuese a envenenar delante de Reena ni del pequeño Akira. Pero debía de ir con los pies de plomo. Esperaba que no me provocase aunque, estando casi 24 horas al día juntas eso era casi inevitable... Lo pensé durante un segundo, tanto los pros, como los contras...

 

- Está bien - asentí con la cabeza- tendrás que guiarme en éste proceso. Mi hermana sabe más de éste tipo de cosas y ya sabes que yo, mucho no es que crea la verdad - me encogí de hombros, ahora, con una sonrisa alegre- pero confío en tu buena voluntad de hacer bien las cosas, yo te prometo que haré lo mejor que pueda para que, nuestra relación sea buena. Por el bien de todos - mi voz era calmada y sincera. Por supuesto las voces de alarma en mi interior proseguían, no les hice caso. Aunque al mismo tiempo, mi instito decía que confiase por primera vez.

 

Un aroma conocido... Giré la cabeza.

 

- ¡Matt! -exclamé con alegría...

 

- Sagitas, no te metas con él mujer - dije risueña. La verdad es que me sentía contenta.

 

- Vienes justo a tiempo para ver un acto de conciliación entre las dos -señalé a su madre y a mi misma pero sonreía con ganas, no podía evitarlo. Sentía que los miedos poco a poco se alejaban para sentir como la paz, volvía a mi interior.

 

<< Cuando quieras podemos proceder - asentí con la cabeza- no sé si mi atuendo es apropiado para ésto...

 

Y sin poder evitarlo, aproveché la energía que había en el ambiente para hacer algo de magia y sin varita. Con unas clases "extras" que me había enseñado mi hermana Annabelle proyecté alzando las manos y cerrando los ojos, una especie de estrellas brillantes, de todos los colores... Sentía que el pelo atado ondeaba como así también mi capa. Hice que la magia llegase a cada rincón del confesionario... Era absurdo hacer algo así, pero tenía ganas...

 

Abrí los ojos y me fijé que el pequeño Akira intentaba coger con sus manitas las pequeñas luces que yo, había creado. Me arrodille a su altura y le susurré.

 

- ¿Te gustan, verdad? - Sonreí de oreja a oreja mientras éste asentía feliz. Cómo sabía que preguntarían, me anticipé:

 

- Mi hermana Annabelle me enseñó a canalizar la energía - y me callé esperando con ganas a que se celebrase la ceremonia de conciliación que había dicho Sagitas.

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Bueno, después de todo, parecía que las cosas empezaban a encauzarse aunque fuese solo un poco. Al menos ya no volaban los puñales como antes, aunque esperaba desesperadamente que dejasen de gritarse o acabarían con mis nervios y las haría pasar por la hoguera ambas.

 

-Hola cielo -saludé a Matt y le di un beso en la mejilla -¿Necesitas algo en particular?

 

No les había hecho caso a ninguna de las dos y ni siquiera me fijé en las luces que conjuró Heliké. Me preocupara el pelirrojo.

 

-Creo que compartir una comída básica a la luz de la hoguera no nos vendría mal a ninguno.

 

Sería una ceremonia sencilla y controlada en la que iniciar a Akira. Y como había fuego de por medio estaría encantado, de eso no me cabía ninguna duda.

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En cuanto llegué Sagitas me recibió con una formalidad un poco exagerada para mi. A pesar del tono serio, pensé que se estaba metiendo un poco conmigo... Sabía qeu a veces me sentía un poco raro entre los rincones de las sacerdotisas. Heli me recibió conu n poco más de alegría, informandome de que llegaba a tiempo de presenciar una especie de ceremonia de paz entre ambas.

 

Fue Reena quien si que se acercó hasta mi. Me puse un poco rojo, encogiéndome ligeramente de hombros.

- No, solo...bueno...venía a ver si todo iba bien por aqui. No se muy bien como funcionan vuestras ceremonias, no se si puedo estar...eh...Aunqeu no le diría qeu no a comer algo con vosotras. - terminé.

 

Me acerqué un poco más, con la smanos en los bolsillos.

 

- Además, si tuviera qeu expirar mis pecados necesitaría media vida... - murmuré.

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