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Animagia


Suluk Akku
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La arcana apareció por la puerta donde muchos de los presentes tocaron, vociferando su molestia sobre personas que venían para venderle comida, tal vez galletas y ese tipo de cosas. En esa primera impresión la anciana arcana dejaba ver que no era del todo amigable, con nadie y por lo poco que pudo ver colocaba a sus alumnos a hacer las labores de mantenimiento, como si fuera sus esclavos. Interesante manera de enseñar.

Y pasó lo mismo con la joven que había tocado la puerta, pasaron un par de segundos y palabras entre ellas para que la arcana la mandara a buscar agua. Fined esperó mientras ella hacía todo ese trabajo, era la encargada de realizar esa tarea y le hizo caso a las voces en su cabeza de que no tenía porque ayudarla, tal vez iba a matarlo.

Esperó mientras veía al resto de alumnos que limpiaban los exteriores de la casa, eran dos personas: una chica blanca que estaba seguro se confundía con la nieve si se acostara en el piso y estuviese cubierto de él; el otro era un chico con un cabello de color negro, algo flacucho sin mucha masa muscular. Ambos parecían algo desganados, hartos de la tarea que realizaban.

Una pregunta estaba en el aire para responder.

- Yo... - Comenzó a hablar en medio del bullicio - no sé cuál puede ser mi forma animal.

En ese momento los pensamientos sobre animales interesantes empezaron a viajar por los pasillos de su cabeza, pensando en cosas como elefantes, leones y más animales agresivos, en esos pasillos también interfirieron otros ajenos a su cordura. Animales como pulgas, cucaracha, saltamontes, escarabajo... insectos con los cuales las voces en su cabeza parecía identificarse, parásitos molestos.

El agua traída por Anne la notó como si estuviera cubierta de fuego en la superficie.

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Anne se quedó clavada en el suelo al ver cómo respondía la arcana. Sí, había sido amable pero... ¿en realidad era tan mandona? ¿Siempre haría aquello con sus alumnos? No podía dejar de preguntarse si verdaderamente había escogido un buen momento para aprender animagia. Aunque borró aquel pensamiento de golpe, siempre era un buen momento para aprender.

 

Orión y Candela seguía con las palas, y ahora la arcana la enviaba a ella a buscar agua. ¿Agua, en serio? ¿Acaso aquella mujer no tenía una cocina de la tomar algo de agua para el té? Se masajeó la frente con la mano derecha en busca y captura de su escasa paciencia, no quería alterarse en los primeros diez minutos de clase. Y encima con preguntas difíciles para empezar. ¿Qué sabe uno de sí mismo? Casi le parecía una pregunta trampa.

 

Caminó un poco por lo que hacía de sala de estar en aquella pequeña vivienda en busca de alguna jarra que pudiera servirle para llenarla de agua. ¿Pero llenarla de dónde? ¿Con magia? No le parecía ético, aunque tampoco sabía explicar exactamente por qué. Así que enseguida se acordó de su mochila y sus abundantes provisiones de todo lo necesario. Abrió una abertura del bolsito con la varita en la mano izquierda.

 

Accio agua.

 

Una botella de cristal salió y Anne la tomó en el aire con agilidad. Observó que estuviera llena y la abrió para comprobar que fuera verdaderamente agua. Una vez se aseguró de que sí, esperó a que la arcana dejase de indicar cosas a los demás para poder tomar la palabra.

 

Maestra, arcana —la llamó. Alzó un poco la botella—. Aquí tiene el agua para el té. Respecto a su pregunta, sobre la animagia sé que sirve para transformarse en un animal que tenga alguna vinculación especial con la persona, o algo así tengo entendido. Y no, no tengo ni idea de cuál puede ser mi forma animal —añadió. Se quedó pensativa nuevamente, a lo mejor se había precipitado queriendo aprender animagia, sin más.

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Frunció el ceño y lanzó un chasquido. Candela no estaba de humor. Movió un poco el piecito entre la nieve que se había juntado. Se quedó apoyado un poco más.

 

Estaba pensando en lo que le dijo la Arcana. Sí, era cierto que él estaba buscando la vivienda de Sajag, le Arcano de Videncia por su propio camino. Pero había algo muy adentro de él que le decía que estaba bien estar en esa situación, frente a esa cabaña de hielo. No conocía nada de las habilidades más que su propia experiencia con la Videncia, mas era un mago con años encima y conocimientos profundos en ciertas ramas de la magia. Vamos, que era uno de los pocos con lenguaje fluido en runas. Así fue como quiso hacer un experimento. Se agachó para tomar un puñado de tierra del suelo. Se incorporó y abrió un poquito el puño, dejando de a poco caer la tierra.

 

Entrecerró los ojos para enfocar la vista. Vio cómo la tierra se iba despidiendo de su mano y emprendía camino hacia la puerta de Suluk.

 

Bueno, le iba a dar una oportunidad a la señora y escuchar lo que tenía que escuchar, y luego emprender su camino.

 

El pobre tonto seguía pensando en que su objetivo final era la Videncia.

 

Sintió alivio cuando entró a la cabaña. Fue como si tuviera un sentido arácnido, que sus ojos azules cayeron en la tetera y el agua que Anne había traído. Sin decir nada se acercó para tomarle la jarra. Vio que cerca de la puerta estaba el set de té. Se predispuso a hacerlo, usando sus propias hojas y hierbas.

 

- Para dominar nuestra forma animal, necesitamos estar completamente rendidos ante nuestro puro estado más salvaje. Y es que, creo que cualquiera puede “transformarse” en un animal. Pero, ¿qué nos dice que nuestra esencia y espíritu se mantengan igual? El animago conserva el mismo tipo de nivel cognitivo, de alma humana. Acercarse al estado salvaje… Abrazarlo, entenderlo, es prepararnos para que, cuando cambiemos, sea sólo el cuerpo y no, nosotros mismos.

 

Había terminado de colocar el agua al fuego y la mezcla de té en la tetera.

 

Pero, esperen, ¿de dónde diablos había salido eso?

 

Recordó una tutoría que dio a un grupo de pupilos mortífagos, donde hubo un incendio. Orión tuvo que actuar rápido, para apagarlo, no sin antes entrar en contacto con una bestia del bosque. Sus ojos se habían conectado, mas ninguno de los dos seres se movía. Nunca le dio mucha importancia. Hasta ese preciso momento.

 

- Ahora, permitirnos cambiar es abrir nuestra esencia al estado salvaje. No es imponerse frente al espíritu. Si no, convivir en armonía. Pero, ni se fijen en lo que digo. Seguramente estoy equivocado.

 

Suspiró, se encogió de hombros como intentando suavizar la dureza de sus palabras. El agua ya estaba lista y comenzó a preparar las infusiones.

 

- ¿Alguno quiere té? Usted qué dice, Arcana Su… Sowulo.

 

Abrió los ojos como platos. ¿Acababa de decir una runa?

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- No parecen agradar mis métodos de enseñanza - Murmuró la arcana tan suave que nadie la pudo escuchar. Los chicos debían entender que la arcana siempre tenía un objetivo al asignarles una tarea y no era un simple capricho de ella para tenerlos como esclavos y ayudarla en sus tareas domésticas - Esto será interesante -Todos las cumplieron y habían comenzado a hablar con excepción del último hombre que había llegado que no había realizado ninguna.

 

- Entonces tendremos que hacer algo para que lo sepas - Suluk también había escuchado las palabras de Anne que previamente había traído el agua y se quedó pensando por unos momentos - Resulta muy interesante que ninguno de los dos conozca su forma animal - La arcana no estaba acostumbrada a tener estudiantes con poco conocimiento sobre la habilidad pero le encantaba tenerlos porque podía explorar mucho más con ellos que con aquellos más avanzados.

 

Orión entró a la vivienda y comenzó a hacer movimientos con sus manos, el agua y un té. Las palabras del mago estaban correctas hasta que se le ocurrió cambiarle el nombre a Suluk. La anciana lo miró un poco confundida al escuchar el nombred de una runa en lugar del suyo propio pero no dijo nada con respecto a dicho tema - Tengo un leve presentimiento - Pensó, no era Sajag pero aún así confiaba mucho en sus propias predicciones y tenía una en ese momento.

 

- Como ha dicho Orión la animagia es solo un cambio de cuerpo. Nuestra esencia se mantiene y nunca la vamos a perder, un buen animago solo toma la forma animal y convive con todo lo que ello implica sin perder su lado humano y racional - La arcana hizo una leve pausa antes de continuar - Aquellos que pierden el control y no logran convivir con su lado animal están destinadas a fracasar como animagos - No quería darles falsas expectativas pero era la verdad.

 

La razón por la que los había hecho recoger la nieve era esa misma. La nieve seguía siendo nieve solo que gracias al trabajo de Orión y su compañera ahora se encontraba en otro estado pero sin perder su esencia. Eso era justo lo que ocurría con la animagia solo que en una escala y magnitud diferente y con un lado emocional incluido.

 

- Es interesante que ninguno de los tres conozca su forma animal así que vamos a empezar a experimentar - Tomó dos copos de nieve de su collar y los hizo chocar contra la frente de Anne y Undefined - Quiero que mediten sobre sus propias experiencias y busquen en lo más profundo de sus memorias las conexiones animales que han tenido en su vida. Todos los animagos hemos tenido una solo debemos encontrarla - La arcana sabía que los dos lo lograrían sin ningún problema.

 

- Orión en tu caso quiero hacer lo mismo, pero... - Hizo una leve pausa - debe ser una decisión tuya. No te puedo ofrecer lo que Sajag pero sí te puedo abrir las puertas a un mundo mágico maravilloso y con el cual creo tendrás mucho éxito - La arcana estaba sorprendida por las palabras del hombre y deseaba mantenerlo en la clase. No obstante, no podía retener a aquellos que no lo deseaban y Orión claramente estaba más interesado en aprender de la mano de Sajag.

 

- Si deseas continuar con tu aprendizaje solo debes tocar la nieve - Le señaló la nieve que él mismo había recogido hace unos minutos y que el Espíritu del Gran Lobo al interior de la varita de Suluk se había encargado de hechizar para hacerlo caer en un sueño profundo en el cual podría observar su propia vida y sus propios aprendizajes.

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Seguía apoyando el mueble, cada tanto bebiendo un poco de té. Estaba particularmente atento a lo que decía Suluk. También, un poco extrañado por cómo la había llamado. Como cuando le dices mamá a tu maestra de primaria. Es que, de alguna manera, Suluk evocaba en sí algunos rasgos maternales. De alguna manera, tenía un dejo de curiosidad hacia la habilidad. Ahora se estaba preguntando si ese no era el lugar en el que tenía que estar.

 

Un calor nació de su estómago cuando escuchó que estaba en sintonía con la Arcana. Después de todo, el animal era una parte de uno, pero a la vez, también era uno mismo. Orión podía comenzar a entender que la magia impartida por los Arcanos, era una que tenía que nacer, no dentro de uno, sino por fuera. Podía sentirse un poco incoherente, pero, era de tal magnitud que necesitaban un espacio autónomo para crecer. Reconocerlas como únicas. Luego incorporarlas.

 

- Si deseas continuar con tu aprendizaje sólo debes tocar la nieve.

 

Tragó saliva y giró la cabeza hacia afuera.

 

Había entrado en calor, aun estando en una cabaña construida con hielo. Tomó con más fuerza la taza de té, absorbiendo todo el calor. Sus ojos celestes se perdieron en la superficie oscura de la infusión. Será que, ¿tenía que darle una oportunidad? No, videncia. Videncia era más importante. Era él. Bebió un poco más. No, videncia no era él. Era una parte, pero no la totalidad. Soltó un pequeño quejido hacia sí mismo y su manía de sobre pensar las cosas.

 

- Bueno, si es solo meditar…

 

Se terminó el té y salió de la cabaña.

 

Seguía nevando con fuerza, pero mantenía su calor corporal. No era que se sentía como en verano, pero, tampoco estaba sufriendo como hacía unas horas. Se giró sobre sus talones y dejó caer su trasero en la nieve. La sintió como nueva, una nieve virgen. Se hundió un poquito. Sintió su nuca húmeda y sus cabellos sobre la suave superficie. Los dedos sentían la textura. Extendió sus brazos y piernas y trataba de cubrir lo más que podía en términos de superficie.

 

De un momento al otro, sus ojos comenzaron a perder foco. Entrecerró los mismos. Perdía las sombras y las texturas de las nubes. Ya no veía copos de nieve. Sintió que se hundía un poco más. Se dejó llevar, como una barca en el río. Su cabeza ahora estaba como en una pendiente, llenándose lentamente de sangre. Se sentía cansado, con hambre. Sintió un movimiento, como si algo lo estuviese tomando de sus hombros. Se dejó, nuevamente, llevar. Inspiró y respiró. Vio la cabaña alejarse. ¿Qué diablos tenía esa nieve? Tenía que enfocarse. Buscar un animal ¿verdad?

 

Sintió un calor fuerte. Ahora comenzó a ver fuego. Se sentía atrapado, asustado. Algo no estaba bien.

 

Bueno, en realidad, su cuerpo inerte y completamente ido se estaba deslizando lentamente hacia el río. Sentía movimiento porque, literalmente se estaba moviendo. Iba cobrando más velocidad gracias a la física y él ni se inmutaba. Se había sentado en una leve pendiente.

 

Así fue como el agua helada lo golpeó de lleno. Había llegado al riachuelo cerca de la casa de Suluk. Se despertó sobresaltado, girando rápidamente la cabeza para quitarse el exceso de agua. Estaba empapado del pecho para arriba. Seguía sin sentir un frío como debería sentirlo. Estaba preocupado por otra cosa. Quiso gritar, pero sólo le salieron gruñidos guturales. Se llevó la mano la garganta. Carraspeó un poco.

 

- ¡SULUK! UN INCENDIO.

 

¿Dónde? No se veía humo en ninguna parte.

 

- Alaska… ALASKA.

Editado por Orión Yaxley

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Orión había tomado la decisión de tocar la nieve tal como se lo había indicado la arcana. Suluk se limitó a observar el movimiento de la nieve hacia el flujo de agua que se encontraba cerca de su casa. El alumno no tenía claro qué era lo que estaba sucediendo en ese momento pero la anciana sí y sabía que estaba en su vivienda para ser un animago - Definitivamente no puedo hacer todo el trabajo yo - Pensó la arcana, era tarea de Orión darse cuenta que estaba allí por una razón y esa no era buscar a Sajag.

 

- Calma, no hay ningún incendio solo es un poco de agua que te ha caído pero todo está en orden - Orión estaba exagerando un poco lo sucedido y eso no le gustaba mucho a Suluk. La arcana hizo un leve movimiento con su varita y quitó todo el exceso de agua de la ropa del hombre como si se tratara de una madre preocupada por su hijo. Su edad le impedía no ver a sus alumnos como sus hijos aunque ellos no debían saberlo.

 

- ¿Alaska? - Suluk se cuestionó un poco por las palabras de Orión. No entendía qué era lo que había visto en su sueño o si no había visto nada, pero algo tenía que ver con dicho lugar - ¿Será que esto es lo correcto? - La anciana tenía una idea pero no estaba segura de que fuera lo correcto para hacer en ese momento, así que tendría que dejar que fuera el hombre el encargado de decidir su futuro y si continuaba o no en la clase.

 

- Mis hechizos funcionan por algo y en este momento creo que han hecho efecto - Dejó de hablar por unos segundos para pensar bien sus palabras - Creo que el haber mencionado Alaska no es una simple coincidencia y que todo pasa por algo. En lo poco que has estado dormido se ha despertado algo en tu interior que te ha hecho pensar en dicho lugar - Suluk no era Sajag como para adivinar pero conocía bien lo que se sentía cuando se estaba descubriendo la forma animal y sentía que Orión estaba en medio de dicho proceso.

 

- De nuevo te voy a dar la oportunidad de elegir quedarte conmigo o seguir en tu búsqueda de Sajag - Suluk seguía convencida en que lo correcto era dejarlo decidir. No era correcto hacerlo quedar en una clase que no le gustaría o en la cual no se sentiría cómodo. Si Orión deseaba irse podría hacerlo en cualquier momento pero la arcana le seguiría enseñando sus conocimientos mientras estuviera con ella en su vivienda o al menos en contacto con ella.

 

- Este portal que he abierto te llevará a Alaska - Dijo la arcana segundos después de invocar un portal - Podrás ingresar e ir hasta Alaska en busca de tu forma animal. Tendrás que observar todo a tu alrededor e intentar pensar como un animal. Todos tenemos instintos animales solo debemos detectarlos y convivir con ellos para lograr dominarlos - Si Orión se quedaba esperaba que fuera para encontrar su forma animal y poder comenzar a practicar un poco la transformación y el dominio.

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Suluk tomó el agua sin decir más al respecto, aunque sí puntualizó que le parecía curioso que no supiera su forma animal. Pero la Gaunt no se preocupó porque no parecía la única en esa situación, y estaba segura de que la arcana sabría cómo ayudarles a descubrirlo. Así que simplemente puso oído a todo lo que iba diciendo, ahora dirigiéndose a Orión aunque luego empezó a generalizar para todos. Había oído historias sobre magos que no habían conseguido dominar la animagia y habían perdido su identidad, su forma humana... o la cabeza. Aquello la aterraba, pero no lo suficiente como para dejar de intentar aprender más sobre el tema.

 

La anciana se acercó hasta donde estaba, próxima a Undefined, mientras manipulaba un collar con... copos de nieve. Anne no podía apartar la mirada de aquel objeto, aunque sí lo hizo cuando vio que Suluk le plantaba algo en la frente. Era un copo, frío al principio pero que luego se calentó de forma extraña. De repente, se sentía somnolienta y quiso creer que era obra de la arcana y no un problema de salud o similar. Buscó un asiento sobre el que dejarse caer y lo halló en una silla de madera. En cuanto apoyó la espalda en el respaldo, sintió que le pesaban los párpardos y finalmente cedió al impulso de cerrar los ojos.

 

Empezó a ver cosas, pero no distinguía nada con claridad. Había formas, colores, cosas que se movían... se sentía cada vez más mareada, tanto que pensó que iba a caerse. Pero, ¿caerse a dónde? Miró hacia abajo y sintió vértigo, estaba en un lugar elevado. Cerró los ojos una vez más, ¿qué le había hecho Suluk?

 

Cuando volvió a abrirlos estaba de nuevo en el suelo, pero seguía en un lugar extraño. Y aunque quería moverse, su cuerpo le parecía raro. ¿A qué se había referido cuando les había dicho que meditaran sobre sus experiencias y buscaran en su memoria conexiones con...? Ella estaba conectada a los lobos. Bueno, más bien era mitad lobo. Pero no podía ser eso a lo que se refería, en realidad había aprendido a convivir con aquella carga pero no por ello lo hacía con más gusto. Era una especie de estigma que tenía que cargar con la mayor dignidad posible, así que la respuesta no podía estar allí. Pero estaba en un lugar húmedo, un lugar que le resultaba familiar. Pero no recordaba cuándo lo había visitado por última vez.

 

¡Ah, sí! Aquella vez que su padre había tenido que ir a visitar a un primo lejano suyo, muy anciano y enfermo. Entonces la había llevado a un parque donde los chillidos de las águilas la habían mantenido entretenida un rato. Le había encantado verlas pasar volando. Y la experiencia en la playa, viendo a aquellas aves pescando. ¡Menuda experiencia! Su padre las había llamado pigargos de Stel... no recordaba el nombre, pero veía su fantástico plumaje como si estuviera en aquel lugar en ese momento.

 

También recordó los ezo momonga, aquellas ardillas voladoras tan monas que había pasado horas persiguiendo. Le había dicho a su padre que quería uno, pero Shiro había respondido que aquel animal vivía mejor en Hokkaido, que Cork no era un buen lugar para él. Se había enfurruñado, e incluso había hecho amago de llorar, pero el sacerdote se había limitado a reír y a mantenerse firme en su negativa. Al final, una pequeña Anne había comprendido que no conseguiría nada con aquel método.

 

Y se acordó de los ezo fukuro. ¡Ahhh, qué cárabos tan lindos! Cuando Anne había recibido su carta para ir a Hogwarts, había rogado a su padre de todas las formas posibles que le comprara uno de aquellos seres para llevarlo de mascota. Pero una vez más, el anciano se había negado en rotundo y ella se había tenido que conformar con una lechuza parda, aunque más tarde se la regaló a su padre y se compró una nival. Le gustaban los animales blancos. Y también los negros. Y los combinados en ambos colores, por eso ahora tenía un oso pand...

 

Despertó de repente del extraño sopor en el que se había sumido. Volvía a estar en el hogar de Suluk, la arcana de animagia. Pero no tenía muy clara la respuesta a la pregunta que le había hecho la arcana.

 

Yo... maestra, creo que me he acercado un poco al objetivo, pero... —guardó silencio, confusa. Era significativo que, al concentrarse en aquella tarea, le hubiera venido a la memoria aquellos días en Hokkaido. Bien, habían limitado la zona. Y, a pesar de que había visto animales de todo tipo, solo recordaba con especial interés o cariño a aquellas tres especies. Eso era buena señal, ¿o quizás no?—. Creo que estoy algo más cerca que antes de saber cuál puede ser el animal que hay conectado a mí, o yo a él, como funcione eso. Pero sigo sin determinarlo... o quizás es que no sé hacerlo.

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A la arcana le pareció interesante que ninguno de los presentes supiera realmente la forma animal que adoptarían. Para él fue interesante incluso que se sorprendiera, supuso, entre el bullicio de sus voces internas, que varios llegaban a la clase con la misma ignorancia o interrogantes que ellos. Supuso también que Suluk era más vieja de lo que aparentaba y olvidaba sus alumnos al termino de la clase, hasta la clase misma era posible que borrara de sus recuerdos para sustituirlos por cosas sencillas de su día a día, como dedicarse a su hogar. Debian meditar y encontrar las conexiones animales realizadas a lo largo de su vida, una de ellas podía ser su forma animal.

Para ello, lanzó un par de bolitas de nieve de su collar que impactaron en la frente de ambos estudiantes, para Undefined fue como si algo sacara su alma, su espíritu de su cuerpo. Pudo verlo y a su compañera sentada en una silla de madera con los ojos cerrados, ambos fueron afectados de diferentes manera, porque él seguí allí, de pie e inmóvil, sin capacidad de reaccionar ante lo ocurrido, ni siquiera pudo darle órdenes su humanidad para realizar algún movimiento. Miró sus manos, la forma etérea de las mismas y las palabras dichas por la arcana lo hicieron percatarse de la situación. Necesitaba meditar, viajar en su interior o recordar toda su vida y encontrar conexiones tenidas con animales.

Unos segundos después el entorno donde se encontraba cambió, llegando a una especie de corredor con muchas puertas disponibles para abrir o ignorar, era una especie de mansión o apartamento poco iluminado y algo abandonado, notó que algo en el piso se movía, una especie de cucaracha algo grande se metía por debajo de una de las puertas. No supo porqué, pero el primer instinto que tuvo fue de seguirla y abrió la primera puerta justo a su derecha. El interior no tuvo nada que ver con lo dejado atrás, era limpio, lujoso y brillante, como si le dedicaran limpieza todos los dias dos veces al día para evitar que el polvo pudiese dañarlo al estar mucho tiempo.

Una de las cosas que no pudo ignorar, era que en ese momento no escuchaba ninguna voz dentro de él, las voces se habían quedado en su cuerpo, por primera vez en mucho tiempo pudo recordar como era sentirse normal y disfrutar del silencio que rodeaba la habitación en ese instante. Eso cambió, cuando dos personas entraron conversando sobre el niño que una de ellas llevaba de la mano, mencionando que había llegado la noche anterior y amaneció en la puerta bajo la lluvia buscando algo de comida. La otra comentaba que no podían permitirse un infante más en el orfanato, estaban en los limites de los recursos alimenticios y no había más camas disponibles, los perros también consumían. Una de las opciones era llamar a otro de los orfanatos de la zona y ver si podían ayudarlo. Un perro estaba ahí cerca, jadeando con la lengua afuera y esperando por comida.

La cucaracha salió por donde mismo había entrado, sin encontrar lo que buscaba y él hizo lo mismo. Justo al pasillo anterior.

En la próxima que entraron, una ensordecedora algarabía casi hace que se devuelvan, era un partido de quidditch. Catorce personas en el campo cumplían, varias pelotas y cada una de ellas cumplía roles diferentes entre anotar puntos pasándolas por uno de los tres postes de acero, golpear bolas de hierro con un bate para herir o asustar otros jugadores y una snitch que era imperceptible a la vista debido a su rapidez de vuelo. Todo ellos trabajan juntos para ganar un partido y disfrutar del griterío que el público realizaba, eran alrededor de cien personas, era un partido pequeño, pero sin duda gritaban como si fueran un millón de personas y fuese la final de un mundial. Recordó la forma de su patronus que era una snidget, aunque tal vez había cambiado, tiempo había pasado desde la última vez que lo realizó.

Volvieron a salir, no hubo nada importante. En el oscuro y deteriorado pasillo, siguió la cucaracha la cual ignoro un par de puertas y entró en otra a la izquierda, esa estaba abierta.

De inmediato, un vocerío similar al anterior llegó a sus oídos pero esta vez eran insultos, comentarios despectivos, burlas, risas, gritos, repeticiones de palabras, advertencias de peligro, órdenes de muerte, todas las cosas que se oían en su cabeza diariamente estaban allí dentro, un lugar oscuro sin poder ver rostros o figuras humanas apreciable, era ver la nada absoluta. Fue entonces cuando se dio cuenta que estaban en el interior de su cabeza, recorriendo partes de sus recuerdos y experiencias con animales, pero no había mucho salvo por perros y pensamientos de snidgets, la única conexión que estaba estableciendo en ese momento era con la cucaracha que recorría su cabeza, interpretándola como parte de su esquizofrenia y tal vez causante de la mismas. Sutilmente el mismo sonido que realizaba con sus patas pudo escucharlo en el interior de la habitación, como si fuera un nido, pudo sentir varias pasar por su pie.

Salió queriendo cerrar la puerta, pero no podía estaba atascada o agarrada por algo mucho más fuerte. No era tan fácil curarse.

Agitado y con la frustración provocada por esa última habitación volvió al entorno de la clase, sin entrar a su cuerpo todavía, seguía en el mismo sitió con los ojos abiertos, como si estuviese muerto. Se tomó un par de segundos para apreciar el silencio de que no tendría la oportunidad de disfrutar en su vida, hizo lo mismo con el paisaje sin alucinaciones extrañas que pudieran confundirlo con cosas sacadas de cuentos de hadas. Y sin saberlo, volvió a su cuerpo.

- Creo que... - Comenzó, adaptándose otra vez a sus voces internas - Haya encontrado la conexión con un animal.

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Lo recordaba como si fuera ayer. La nieve apenas derritiéndose ante el sol de verano. Esos veranos que duraban un suspiro en las tierras tibetanas, donde las ráfagas gélidas golpeaban en cualquier época del año. ¿Hace cuánto había sido? Muchos años atrás, más de los que quería asumir. Había caminado largas y duras jornadas alentada por su absurda obstinación de niña malcriada. Podría haber muerto, debería haber muerto. Cualquier otro niño habría muerto o estaría sufriendo las secuelas de tan corto juicio. Pero ella no. Sí, llevaba rasguños, heridas y alguna torcedura como premio, pero había llegado hasta ahí, por lo demás, intacta. Y más terca que nunca.

 

Siempre había gozado de suerte, eso había sido lo único que la había mantenido con vida durante esos años. Una exagerada y envidiable suerte que la había librado de situaciones que para otros habrían sido mortales. No era habilidad, como le habían querido hacer creer. No, tenía algo de habilidad, pero no la suficiente -y menos a tan corta edad- para zafarse de la muerte teniendo en la cabeza aire. Porque en esos tiempos su madurez era lo que se podría decir "inexistente". Y así, con mucha suerte, algo de maña -sabía encender fuegos mágicos y protegerse del frío, o aparecer tramos cortos- había llegado hasta las altas tierras tibetanas en busca de su antiguo instructor.

 

Sin embargo, no recordaba ese viaje por aquella proeza en particular. Al menos no mientras hacía memoria camino a la clase de animagia. El viento frío y la nieve hasta las rodillas se le habían venido a la memoria por otra cosa peculiar. Y la más entrañable. Durante ese viaje recordaba haber rescatado a un cachorro de Irbis. Más bien el cachorro la había rescatado a ella de las frías noches en las que un poco de fuego, una cueva y las pieles no servían para mantenerla con vida.

 

No se habían llevado bien enseguida, pero se habían salvado; él a ella y ella a él. Ambos perdidos, sin familia y con serios problemas para desarrollar sus habilidades. O para dejar de ser insufriblemente tercos.

 

Puso un pie en dentro de la casa de la arcana de animagia, sobrecogida por el calor que hacía dentro, mientras afuera la nieve caía sin parar. Los recuerdos se esfumaron mientras buscaba con la vista a Suluk. Otra vez se presentaba a la clase, ahora con más tiempo -esperaba-.

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El problema de Orión no era que se complicaba con todo, sino que la vida se imponía ante él como un tren a todo vapor. A veces, vivir era demasiado y solamente se dejaba llevar por el momento. Si bien, era en cierta manera un anarquista, sí entendía que dejarse llevar por la mismísima corriente natural del ser podía considerarse un acto un poco hipócrita. Pero, en tiempos contemporáneos donde todos querían controlarlo todo, era, en sí, una manifestación revolucionaria.

 

Se sonrojó ante el trato maternal de Suluk. Asintió ante lo que dijo. Estaba de acuerdo que, si bien, la magia a veces no representaba cosas que a simple vista eran coherentes, todo en su final tenía sentido. Vio asombrado el portal, era la primera vez que veía un Fulgura Nox en acción. Tocó los bordes del portal con los dedos. Los sentía cálidos, como una corriente de humo que pasaba entre los espacios que dejaba.

 

Se giró hacia la Arcana.

 

- Gracias. Sajag puede esperar. Algo me dice que tengo que pasar por ese portal. No me preocupo, mi espíritu animal será una proyección de mis más íntimos instintos humanos… Sí, un poco contradictorio.

 

Entrecerró los ojos y miró hacia abajo. Llevó su dedo índico a los labios. Estaba… entendiendo un poco hacia dónde iba el asunto de la Animagia en general. Es que, a través de sus años de vida, se había encontrado con todas esas situaciones. No se consideraba una persona madura, pero sí sentía lo que mostraba la Arcana. Lo que acababa de decir, podía, o no, ser el centro de toda la enseñanza de la Animagia y él no se estaba dando cuenta completamente.

 

- Porque, mi espíritu animal es lo que no me hace ser sólo una máquina de lógica.

 

Se acercó a Suluk. Aunque la diferencia de estatura era importante, Orión se sentía menor ante ella. No tocó la vara de cristal, pero acercó su cabeza ante la punta, donde estaba el Espíritu del Gran Lobo. Estaba buscando su aprobación y apoyo. No quería atravesar solo por el portal. Buscaba que lo acompañara en el espíritu y en la claridad.

 

- Espero que las fuerzas mágicas me acompañen. No busco específicamente transformar mi cuerpo, si no darle, a mi espíritu natural, una forma. Un ser. Abrazarlo y convivir. Gracias por el espacio Suluk. Me gustaría que me acompañes, pero creo que te necesitan más en la cabaña. Espérame con un té caliente para cuando vuelva.

 

Suspiró y se despidió con una pequeña reverencia. Fue a cruzar el portal.

 

Trató de no respirar cuando cruzó por el portal. Magia demasiado avanzada lo ponía un poquito nervioso. Abrió los ojos cuando sintió algunos pajaritos cantar. Estaba amaneciendo lentamente. Sintió un vientito frío que lo llevó a querer meterse a la cama. Se estremeció un poquito. Sacó su varita y cambió sus ropas. Unas botas marrones, un jean abrigado y cómodo y por último un abrigo de leñador. Se puso un gorrito y calentó sus manos con el aliento.

 

Vio para los costados. El portal seguía abierto, pero esta vez el otro lado estaba difuso.

 

Sus ojos azules revisaron el lugar. Estaba como una pendiente y el sol del alba se comenzaba a colar entre los árboles. Aspiró un poco el aire y recogió un poquito de tierra y la tiró para ver hacia donde caía. Como no fue para ningún lado, se encogió de hombros y caminó sin dirección. Miró por detrás del portal y encontró el inicio de un pequeño arrollo. Seguirlo lo llevó hasta un río más grande.

 

Se metió la mano en los bolsillos y comenzó a seguir el río contra corriente. Sentía como la brisa lo iba acompañando.

 

Sintió de repente un aroma fuerte a quemado. Levantó la mirada. Había una columna de fuego no muy lejos de donde estaba él. Podía ver a venados, liebres y otros animales salvajes escapando del peligro. Fue directo a encontrarse con el fuego. Corrió, esquivó algunos obstáculos y se encontró con la primera línea de fuego. Sacó su varita y conjuró un Fuego Maldito para ofuscar un poco el natural.

 

Estaba preocupado. Algo no estaba bien.

 

Sintió como el calorcito de la mañana comenzaba a esfumarse. Levantó la vista, estaba completamente nublado. Un aire nuevamente lo puso incómodo. Comenzó a nevar. Su atención volvió al fuego. Avanzó un poco más, intentando contener lo que estaba destruyendo el bosque. Se iba acercando cada vez más a una pared montañosa. Escuchaba sonidos ensordecedores…

 

- Maquinaria pesada.

 

Luego, sintió voces y gritos.

 

Vamos a simplificar un poco la dimensionalidad del asunto. Asumamos que Orión estaba entre dos arbustos. Varita en mano, cubriéndose la identidad, ahora, con un pasamontaña. Vio un grupo de gente. Estaban todos armados con objetos que él rara vez había visto. Lo que lo sorprendió fue un oso Kodiak de gran tamaño, muerto, frente a ellos. Entrecerró sus ojos. Los tipos gritaron un par de cosas más y volvieron a sus puestos.

 

Vio que una parte del animal muerto se estaba moviendo. Se inclinó un poco más a los arbustos. Sintió como la fuerza de Suluk impulsándolo a acercarse. Tomó iniciativa.

 

Cuidando sus pasos pudo estar a una distancia considerable. Movió un poco del cuerpo para ver el hocico de un cachorro del oso. Orión abrió los ojos y lo ayudó a salir. Estaba llorando pegado al que parecía ser su familiar. No podía dejarlo morir.

 

- A ver grandote. Piensa. Seguramente estos idi***s están causando los incendios para espantar a los animales. El cachorro no se va a separar del cuerpo muerto. Tengo que… de alguna manera… llevarlo a otro sitio.

 

Alzó una de las patas. El animal estaba de lado con varios orificios causados por las balas. Era pesado. Le resultaría imposible cargarlo hasta alguna cueva de la pared. Pero claro, tenía magia. Sus ojos estaban en llamas. Ya había decidido lo que iba a hacer.

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