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Videncia


Sajag
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¡Por fin! Una de las pupilas le encontraba, aunque fuera tan poco creyente como el resto de sus compañeros. Sajag sonreía ante los inútiles intentos de aquella mujer de negar la existencia de la Videncia cuando ella misma había tenido una visión, desagradable, sí, pero una visión de lo que podía suceder en algún momento.

 

- No temas - le dijo a la mujer cuando la vio llegar a aquel mundo onírico donde la rigidez social desaparecía. - Tuve que empezar por el mundo de los sueños porque habéis creado una barrera que os impide abrir los ojos. Veo que tú eres la primera en encontrarme. ¿Qué tal estás?

 

El Arcano hindú no era cortés con esa pregunta. Con ella quería que la mujer abriera sus sentimientos hacia el exterior y se diera cuenta de lo que había visto e intentara explicarla allá dentro, lejos de la presión de tener a su lado a dos personas que, además, eran familiares directos. Le indicó una silla que había aparecido de la nada en su sueño y después él se sentó también, en el suelo, en posición de loto.

 

- Sé que es difícil para ti entender que tienes una habilidad oculta que no quieres descubrir ante nadie. Por miedo. Si no te mientes y reflexionas, verás que eres una Vidente oculta, que toda tu vida has tenido síntomas, breves visiones que no sabías explicar y que has olvidado para no tener que pensar en ellas.

 

En sus manos apareció un instrumento musical típico de su país y empezó a tocarlo. Era una melodía triste, emotiva, energética. Se repetía constantemente como un mantra. Esto ayudaría a Sagitas, la primera alumna que había caído en el sueño, a recordar.

 

Le sonrío un momento y después se concentró en la música. El Arcano ya sabía de su lucha interna y estaría a su lado para ayudarla. Sin embargo, ella tendría que hacer el esfuerzo inicial de comprender el mundo que le rodeaba si quería su asistencia. Sajag no ayudaba a nadie que no se lo pidiera. Si quería ser Vidente, tendría que empeñarse en recordar y dar rienda suelta a lo que era, sin más escudos protectores que le impedían reconocerse como la Vidente que era.

 

La música envolvió todo su sueño y esperó. ¿Sagitas reaccionaría o despertaría sin querer adentrarse en su Ojo Cerrado? Y el resto de compañeros... ¿Qué harían ahora en la casa del Arcano?

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Fue @ Rambladi Vladimir quien se decidió a forzar y abrir la puerta, justo a tiempo, ya que la tormenta arreciaba fuera, casi prohibiéndonos otra opción qeu no fuera invadir el hogar del Arcano.

- Eh! Estábamos borrachos como cubas - contesté, ligeramente ofendido a Sagitas. - además, no puedo echarme atrás en un desafío.

 

Consideraba la videncia un engañabobos, no algo cierto, algo creíble. Pero acompañaría a las chicas en aquella aventura. Efectivamente, dentro tampoco estaba el Arcano, pero la sencillez del hogar me recordó a aquel hombre, de aspecto más bien anciano y extrajero.

- Creo que era hindú dije, pues hacían cábalas sobre la procedencia del profesor desaparecido.

 

La vampiro había entregado a Sagitas una daga que pertenecía a su madre, daga que soltó casi al instante, como si le quemase las manos, diciéndole no se que de tratar de drogarla. Que habría visto Sagitas? Desde luego era evidente que estaba alterada, y en ese momento maldecía que la habilidad de empatía, algo natural en mi y que dominaba, no funcionara en mi madre.

 

Estornudé. Me escocían un poco los ojos, y el fuerte olor a incienso me embotaba los sentidos, cosa que no me gustaba, como tampoco me gustaba el te que hacía la vampiro.

 

Me senté en una silla, observando los objetos sobre la mesa.

- Querrá que leamos los posos del té? - pregunté. Tomé la baraja de cartas y comencé a observarlas, distraido. - POdriamos...

 

Un ronquido. Fruncí el ceño y alcé la vista, encontrándome con Sagitas, tan a gusto en una cama, tapada hasta con una manta.

- Y va y se queda dormida - murmuré, sorprendido. Pensaba burlarme de ella en casa por dormirse en clase.

 

- Teníamos que hacerlo. Era necesario. No había marcha atrás - era mi voz, resonaba en mi cabeza. Sentía la sangre húmeda en la ropa y las manos, hasta por la cara, mientras observaba a Sagitas y el cuerpo de Ithilion ensangrentado.

 

Parpadeé, mirándome las manos. Tenía el corazón acelerado y el olor del incienso metido en la nariz, en la cabeza. Busqué con la mirada a Heliké, pero tampoco la veía. Que había sido eso?

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Murmuraba algo sin abrir los labios. Creo que quería decirle algo a Helike, aunque estaba en un estado de bruma emocional que me impedía saber si estaba a mi lado o si, en mis sueños, le había sido imposible seguirme. Sonreí, en sueños, al notar que estaba dormida y, aún así, quería aún hablar con mi familia como si fueran capaces de traspasar la barrera onírica.

 

Fue cuanto sentí la presencia de alguien a mis espaldas que borré la sonrisa. Supe, no sé cómo, con esa certeza que sólo los sueños suelen darle a la no-realidad de la mente, que había un extraño a mi lado, un extraño al que conocía.

 

Esa voz...

 

-- No tengo miedo -- le contesté, al girarme hacia él. Veía a un hindú con el que ya me había topado en el Ministerio y con el que había tenido un encontronazo. Había sido amable y había soportado mis ataques a su credibilidad como Vidente y, sin embargo, hoy estaba ahí, preparado para ser mi Maestro en esa Habilidad. Lo curioso era que, en sueños, no me parecía tan mala idea. Es más, allá en los sueños era capaz de creer en él y confiar en que sus enseñanzas serían fructiferas.

 

Tal es el mundo de los sueños, que hace que todo parezca ser verdad, por muy irreal que suene con la mente despierta. Esperaba una fresca por su parte, una recriminación por mi actitud en el pasado delante de él pero, sin embargo, su pregunta sobre cómo estaba me pilló de sorpresa.

 

-- ¿Ein? Pues... Bien, supongo...

 

¿En verdad hablaba con el Arcano o estaba sufriendo una pesadilla? Intenté ser cauta por si acaso era lo primero. Sus siguientes palabras ocasionaron varias reacciones en mí. La primera, la negación. ¿Es que era bobo? Yo no tenía visiones de nada. No estaba loca.

 

La segunda, la duda. ¿Qué demonios era aquello que había visto en su casa? ¿Por qué había visto aquello al tocar la daga de mi sobrina?

 

La tercera, el desconcierto de una posible verdad que no quería conocer: ¡Por los dioses! No podía ser cierto que yo tenía el Ojo Interior y que podía despertarlo. Eso significaba que... Que si realmente lo era... Que si realmente podía Ver el futuro...¡Era cierto que iba a matar a Ithilion!

 

La cuarta, otra vez negación, pero esta vez guiada por el miedo: ¡Yo no sabía Ver nada! Aquella clase iba a ser una pérdida de miedo.

 

Por último, la aceptación como posibilidad de cambio: Pero si realmente había visto eso... Si supiera porqué había cometido ese acto... ¿Podría evitarlo y cambiar el futuro?

 

Me sentí desfallecer y mi respiración se fue haciendo cada vez más dificultosa, como si algo me apretara el corazón, los pulmones, el estómado... ¿Tendría un Alien (un bicho de una peli muggle) dentro que pugnaba por salir? Intenté agarrarme a algo pero en mi sueño no había nada en lo que apoyarse. En la cama, sin embargo, mi cuerpo se agarró con violencia al borde de la manta que lo tapaba. Una música triste pero esperanzadora golpeaba una y otra vez mis oídos.

 

-- ¡Por favor, Arcano! ¡Debo saberlo! ¿Puedo ver el futuro? ¿Voy a ... ? ¿Voy a matar a mi hijo? -- grité con todas mis fuerzas para sentir su respuesta por encima de aquella música hechicera.

 

Me desperté de golpe, gritando y llorando, agarrada con fuerza al tejido áspero de la manta y sin saber aún si creer o no. Miré a los lados, en busca de consuelo pero lo que vi me hizo dudar aún más: Matt se veía tan desconcertado o más que yo, mirándose las manos. A Helike no la veía desde la posición del camastro.

 

-- Ithilion está en peligro -- le dije a mi hijo. Pero no le dije que era yo quien le iba a matar. Eso aún no lo tenía claro. ¿Sería por aquello que... que ambos conocíamos del futuro de nuestra familia? ¿Sería una hinopsis colectiva sin más fundamento que una cruel burla? ¿O sería cierto que prefería matar a mi hijo chiquito aquí y ahora antes de permitir que pasara aquello que habíamos visto que sucedería en el futuro? Pero aquello no había sido Videncia sino una especie de Giratiempos extraño que tenía Matt.

 

Me sentía desolada y con ganas de huir pero, en el fondo, deseaba saber más, conocer si había alguna manera de cambiar el futuro para que ni lo uno ni lo otro ocurriera. Nunca.

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No...

 

Conocía la sangre. Una vida como Cazador, de un lado para otro, te hace conocerla. La sensación húmeda que deja sobre el cuerpo, su tacto espeso, pegajoso, y el intenso olor a óxido que se pega en la boca.

 

No dudaba en que había sentido la sangre apenas un segundo antes, con aquella voz, un eco en el fondo de mi cabeza, seguida de la imagen del pequeño de la casa...de forma automática había pronunciado aquellas palabras de consuelo y autoconvencimiento tanto para Sagitas como para mi.

 

Aun me miraba las manos, sin entender que había visto cuando Sagitas gritó. La voz le tembló ligeramente, signo de que lloraba. Decidí alzar la vista de la baraja de tarot que aun sostenía en las manos, tomada de la mesa, y miré a mi madre, qeu continuaba en el camastro, aferrando la manta con fuerza.

 

Ithilion está en peligro. Lo se, quería decirle. Yo mismo te he asegurado qeu era la mejor opción, pensaba. Pero como decírselo? Aquella era una mala idea, una tontería. Demonios...

 

Apreté la mandíbula, sin pronunciarme, dando vueltas a la situación. Tanto Sagitas como yo conocíamos la historia, la supuesta profecía acerca del futuro de la familia, qeu en parte, residía en las manitas de Ithilion. Un futuro en el qeu habíamos estado presentes gracias al aletómetro que conservaba en casa.

 

Acaso, después de todo lo pasado, optaríamos por matar al niño? Hasta que punto podríamos estar tan desesperados?

- Lo se. Lo apuñalamos. - dije, con voz queda.

 

Bajé la vista hacia la mesa. Al parecer, en algún momento, había elegido una carta y la había dejado sobre la mesa, de forma que desde donde yo la miraba quedaba invertida.

 

Templanza - rezaba. En aquella posición, se refería al conflicto y desorden, peleas y e n resumen, las malas decisiones.

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Me daba mala espina, demasiada, encima el tiempo no nos acompañaba por supuesto que no. ¿Quién tendría tanto poder cómo para controlar el clima? Bueno, yo había hecho el conocimento sobre esa materia, pero aún así... No confiaba. Por supuesto que no. Me daba malos augurios y parecía que cierto mal nos acechaba desde el exterior. Encima, el incienso parecía que se había vuelto más intenso.

 

Vale que, como vampira no dormía, pero sí sentía cómo me adormilaba y me atontaba cómo si bebiese tres botellas de whisky de fuego. Sentía los brazos como atontados, como si me hubiesen lanzado un hechizo con el que mis huesos fuesen mucho más blandos.

 

Sagitas parecía preocupada, cómo si no quisiese hablar de lo que había visto. Algo grave debió de pasar para no querer contarme. La miré preocupada, bueno o al menos lo intenté, porque cómo digo me sentía medio adormilada...

 

- Supongo que el arcano vendrá en nuestra ayuda en el momento menos inesperado -esas palabras me habían salido así, sin pensar. ¿Porqué? No tenía ni idea. Es cierto, no creía en la videncia ni en los cachivaches que se usaban para ello pero algo estaba cambiando en mi interior y en lo que estábamos viviendo. Por supuesto ayudaría a mi tía a desentrañar lo que sea lo que hubiese visto. A pesar de estar casi siempre tirándonos "de las greñas" e intentando matarnos, verbalmente hablando, claro, era de la familia y a la familia siempre se le ayuda.

 

Al parecer algo había pasado con la dichosa daga. Intenté descifrar en las palabras de la pelivioleta lo que quería decir, ¿matar a Ihtilion? Intenté abrir los ojos, más sorprendida si cabe y bueno. Negué con la cabeza, sabía que jamás actuaría en contra de su propio hijo. Pero esa visión quizá era una especie.. de no sé... vale, ya estoy pensando en tonterías, divagando y creo que es por ese maldito incienso que me hace pensar en cosas raras...

 

Entonces tuve una especie de flash. Sentía que me mareaba, boqueé intentando respirar un poco de aire fresco... Pero en vano. Escuché o al menos me pareció oír a Matt diciendo que era hindú...

 

- ¿budista? -farfullé sin esperar a que me entendieran... Nuevamente otro flash, ahora más nítido pasó dentro de mi mente.

 

- Llegará el día en que se formará una nueva familia en el norte -una voz grave sonaba en mi cabeza, pero no sabía ubicarla- del mediterráneo vendrá una horda de vampiros a destruirla... Pero los viejos poderes de Milo, jamás desaparecerán. Nuevos matriarcas vendrán, y la familia Rambaldi, renacerá -una señora mayor, con el pelo entrecano a la que enseguida reconocí como mi abuela. Estábamos en una habitación, con muchas telas alrededor, ella sentada en una mesa y parecía cómo si estuviese en trance, con los ojos en blanco e igualmente, a su alrededor, varias varillas de incienso colocadas estratégicamente y una bola de cristal en el centro... Tenía una baraja de tarot esparcida sobre la mesa y alguien hablando con ella...

 

Caminé despacio a su alrededor o eso me parecía, sacudí la cabeza y volví de nuevo en mí...

 

- pero, ¿qué c***? - bostecé nuevamente y bastante fuerte. Intenté ver cómo Matt parecía que estaba interesado en esa bajara que por su arte era bastante ancestral...

 

- Yo me caigo de sueño -murmuré, mirando hacia a un lado y al otro... No sabía lo que hacía, cómo si fuese un zombie, apagué la llama que mantenía la tetera humeando. Eso hacía que me marease más aún por los aromas que había en la habitación. Me dirigí ahora hacia a uno de los camastros. Puse mis manos encima de la cara y sentí que me desfallecía y creí caer a plomo en el camastro... Para luego entrar de nuevo en una especie de sueños... unos sueños bastante inquietantes... Otra vez ese lugar.

 

Era una habitación cuadradada, una ventana no muy grande. Todo estaba rodeado de telas que contenían bellos dibujos y ahí estaba de nuevo, en medio de la mesa, la bola de cristal y varios incensarios, además de la baraja de adivinación y una tetera, tal y cómo me había venido en el flash anterior y encima de ésta una daga... ¿Tendría relación con ella?

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Para cualquier otro mago de gran saber, controlar a tres jóvenes (comparado con su avanzada edad), sería una tarea ardua. Sin embargo, el Arcano de Videncia era algo más que un mago y no le supuso ningún problema el enlazar con las tres mentes que actuaban en ámbitos diferenciados.

 

Por ello, vio con claridad la visión del muchacho, quien mantenía una relación familiar con una, su madre, y amorosa la otra, su novia. Si en algún momento le extrañó que estuviera relacionada con la que había tenido la pelivioleta, su rostro no lo reflejó. Sin embargo, le causó mucha curiosidad. ¿La madre se lamentaba de haber matado a su hijo pequeño y él afirmaba que ese asesinato había sido necesario?

 

- Curioso... Muy curioso... Tienen un víncul.0 muy intenso estos dos personajes.

 

Le hubiera gustado leer los expedientes de sus alumnos para percibir qué les hacía estar tan unidos. A veces, las particularidades de cada uno de sus alumnos daba pistas sobre el despertar de su Ojo Interior. Esta vez, no lo había hecho, de ninguno de los tres. Ahora sentía curiosidad.

 

El Arcano cerró el hilo de pensamiento que lo enlazaba con él para observar a la mujer de pelo violeta. La reacción era la esperada. Negar, dudar... Aceptar... Tener miedo... Implorar respuestas que no podían ser dadas... Sajag intentó dejárselo claro:

 

- Señorita Potter Blue. Sus actos son suyos; sea o no capaz de ver el futuro, usted es dueña de su voluntad. La Videncia en una habilidad muy difícil de entender pero algo tiene que saber siempre: no le obliga a nada. Usted ve el pasado, el presente, el futuro... Pero ello no implicará que sea cierto. El Tiempo en el que se mueve cada persona puede variar con el aleteo de una mariposa.

 

El Arcano era parco en palabras pero, desde que estaba en aquel centro académico, comprendía que los magos necesitaban hablar y hablar, palabras vanas y vacías en muchas ocasiones, para paliar sus miedos. Necesitaban explicaciones de las cosas más simples y sentir confianza en sí mismos, algo que perdían muy a menudo. La mujer se despertó antes de que pudiera proporcionarle esto y, por ello, tenía una mirada desolada con la que intentaba comprender. Aún intentaba comprender...

 

Había estado a punto de conseguir abrirse y, una última duda, le había hecho retroceder en el camino andado cual un cangrejo. Tal vez era hora que el Arcano se apareciera a los muchachos. El hombre, a pesar de haber tenido esa visión tan clara de la sangre del chiquillo en sus manos, no se había acercado nada a su Ojo Interior y, sin embargo, estaba aceptando el designio sin casi preguntarse si era lo correcto. Sajag quedó sorprendido al verle coger una carta y ver que era la Templanza. Era una carta positiva, a pesar de su significado.

 

Debía aparecerse delante de ellos y ayudarles. Iban muy perdidos. Y él que pensaba que tendrían la suficiente fuerza interior para encontrar el camino ellos solos...

 

Pero no podía hacerlo aún. Faltaba la Vampiro. ¿Se decidiría a creer en su propia habilidad o perdería en el intento de conseguirlo? No tenía nada que perder, excepto su tiempo y los galeones de la matrícula. Cuando ya creía que era un caso imposible con quien no merecía la pena invertir ninguna esperanza, la chica cayó un momento en trance y vio a su abuela. Sajag hizo un gesto de asentimiento, con una sonrisa floreciendo en su rostro.

 

- Tu abuela fue una gran Vidente. La conocí hace muchos años - murmuró en el oído a Helike mientras ella dormía en aquel camastro. - Si eres la mitad de buena que ella, serás una gran Vidente, muchacha. Sigue recordándola.

 

Sajag notó que era el momento de aparecer. Tenían sus dudas y sus miedos pero, los tres, a pesar de su negativa a creen en su poder, estaban despertando el Ojo Interior, cada cual a su manera. Su figura se materializó en la habitación sencilla y el Arcano apenas hizo ruido y miró a sus pupilos. La mujer de pelo violeta, atemorizada; el muchacho que aún pensaba en sus manos sucias de sangre; la vampiro que dormía y se encontraba con su abuela. A los tres les unía algo en común, una daga del pasado que provocaría una gran catástrofe en la familia Potter Black del futuro. Dejó el instrumento de música encima de su propia cama y después se volvió hacia los tres.

 

- Sois un grupo... interesante... Pero hay mucho que hacer todavía. Aún ni habéis rozado la fuerza de dominar la Videncia con toda la fuerza del Destino. Y lo necesitáis, si queréis seguir siendo una familia. A ver... tú, mujer... Toma una carta y compárala con la Templanza de tu hijo. A ver si logramos saber si pararéis ese futuro tan funesto que os espera.

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Pocas veces me había sentido tan desvalida. Que fuera Vidente siempre lo había negado, me era más fácil burlarme de los que veían, o creían ver, parcelas del futuro en una bola de cristal. Yo no creía en eso, siempre lo había jurado. Ahora todo el muro que había construido en torno a mi figura se había desmoronado con las palabras dulces del Arcano. Le miré con miedo, por primera vez con miedo desde que le había conocido en otros lugares del mundo mágico. Él había conseguido que me sintiera así, desvalida, desprotegida ante lo que podía ser un futuro que no quería. Ya no me cuestionaba si sería verdad o no sino si sería cierto que podía cambiar el Destino al que me dirigía la Visión que había sufrido momentos antes.

 

-- ¿Lo apuñalamos? -- respingué. En mi Visión, yo era la que sostenía la daga. ¿Cómo podía haberle Matt apuñalado también? Negué varias veces con la cabeza antes de proseguir. -- ¿Tú...? ¿Tú también lo... lo has visto? ¿Qué demonios es ésto? ¿Una psicosis colectiva?

 

Matt sostenía una carta del Tarot. Un impulso de superviviencia me dijo que corriera hacia él, que tirara las cartas al suelo de un manotazo y que le tomara de la mano y huyéramos de allá, a pesar de la gran tormenta que nos encerraba en aquella casa que se estaba convirtiendo en la del horror. Y dejar a Heliké de paso, que se las apañara sola.

 

Pero no lo hice; sentía una parálisis en mis piernas como si alguien me hubiera lanzado un Petrificus en ellas; tal vez en el pecho, porque sentía que me pesaba y me costaba respirar. No podía huir... Si realmente aquello era cierto... Debía saberlo.

 

-- ¿Y Heliké? -- pregunté, con una voz ronca que casi no era la mía. No la sentía, no la veía, no la notaba... La busqué por la habitación con una mirada rápida. Allá estaba, desplomada en un camastro. ¿Dormía o...? -- Sobrina... ¿Estás bien?

 

No estaba segura, parecía más bien que estuviera caída, desmadejada. La señalé a Matt, con un dedo tembloroso y, de repente, sentí la necesidad de sujetar la mantita de hipogrifos que arrastraba mi hijo Ithilion cuando era pequeño, para tener confianza en mí misma. "El aleteo de una mariposa..."

 

Las palabras del Arcano la perseguían, sin saber si todo había sido un sueño y si realmente aquel hombre gordinflón le había perseguido a su mente para darle un atisbo de esperanza. ¿Sería cierto que un Vidente no ve un futuro sino un posible futuro? Si fuera así... Si eso fuera cierto... El mismo tono de voz que había oído en sus sueños se escucharon ahora en mitad de la habitación. Me giré, entre miedosa y esperanzada.

 

-- Maestro... -- ¿le concedía ya ese título? ¿Reconocía con él que podía enseñarme algo? ¿Eso significaba que... que creía? -- ¿En serio? -- De repente, adquirí confianza en que él nos ayudaría, lograría recuperar la familia Potter Black y de su oscuro designifo. Repetí: -- ¿En serio?

 

Casi corrí a tomar una carta, cualquiera, de aquel mazo que había querido tirar al suelo y... Temblé al ver el resultado...

 

-- La... Muerte...

 

Enseñé la carta a mi hijo y al Arcano. Heliké seguía dormida y no estaba segura de si despertarla o dejarla allá sobre la cama. ¿Qué significaba aquello? ¿En verdad me iba a convertir en una asesina sin remedio?

 

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Sentía que las piernas me fallaban así que, me senté en la silla que estaba más cercana a la mesa y ahí pude comprobar cómo las cartas del tarot, estaban todas dispuestas. Escuché una ligera voz en mi cabeza y eso hizo que alzase una ceja.

 

- ¿Arcano? -pregunté con voz infantil, con temor y con esperanza al mismo tiempo. Pero parecía que no estaba en esa habitación. ¿Sería que estaba usando su magia para ello? Tal vez pudiese ser. El mundo de la magia era un mundo que ni siquiera los más brujos de muchísimo poder, conocían todos sus secretos y ahí estábamos.

 

Lo volví a oír y parecía que me hablaba en la oreja. Me sorprendió ¡conocía a mi abuela! Eso sin saber porqué, me dio calma y la paz que necesitaba en esos momentos. El incienso de la habitación hacía que me marease y no supe porqué, recogí la daga que había pertenecido a mi abuela. ¿Sería posible que hubiese un sueño tras el sueño? Porque ahí estaba... La visión que tanto temor había recibido Sagitas.

 

Me veía con ese objeto brillante y con las manos manchadas de sangre además del propio filo. Lancé un alarido.

 

- ¡No! ¡No! ¡Ésto es imposible! ¡Yo no maté a Ithilion! -solté, gritando, temerosa y lanzando la daga lo más lejos que pude. Ésta hizo un ruido metalico y vi que cayó al suelo. Me daba miedo enfrentarme a Sagitas y contarle que yo tenía las manos manchadas de sangre. Eso era imposible porque, había jurado defender a la familia y a los que intentaban atacar al pequeño. ¿Era vampira? Por supuesto pero el honor era el honor y no iba a cometer tal acto de traición a la familia. Pero no entendía nada. ¿Sería cosa del pasado? Eso sí, el cuerpo del pequeño estaba en el suelo, envuelto en un charco de sangre... No quise mirar, sentía que me retorcía y escuché la voz de mi abuela en mi propia cabeza.

 

- Ésto de la adivinación si se sabe como usar los dones dados por la naturaleza, pueden ser unos dones grandiosos, para ayudar a los demás -negué con la cabeza. Imposible, o en tal caso, ¿sería para ayudar a que ese enano al que tenía tanto cariño, no fuese asesinado? Tal vez fuese una misión y debíamos de revertir las consecuencias. Tendría que hablarlo con mi tía.

 

Notaba cómo me estaba despertando. No sé qué sería, pero las palabras del arcano aún resonaban en mi cabeza. Muchas veces recordaba a mi abuela como recogía la bola de cristal e inspeccionaba cada surco en ella. Recordaba cuando era pequeña y ésta intentaba leer mi propio futuro alzando una ceja, burlona y ahí estaba.

 

Desperté bruscamente, no sé si fue por que se acababa el hilo de música que no sabía de dónde provenía y ahí el arcano estaba ante nosotros. Sagitas había recogido una carta del tarot, Matt también tenía otra en la mano. Yo no sabía que hacer. Aún sentía cómo me pesaban los ojos y me daba la sensación de que quería seguir durmiendo. No entendía porqué, porque yo era vampira y el sueño estaba digamos fuera de nuestra propia naturaleza.

 

Escuché la voz de Sagitas que parecía miedosa, la oí perfectamente, decía la palabra "muerte".

 

- No - solté ahora yo, con voz fuerte, para llamar la atención de los otros personajes que estaban en la habitación. Recordaba ahora sí, el significado de cada una de las cartas. Precisamente mi abuela fue la que me instruyó en la lectura de las cartas del tarot. Siempre me burlaba de ella pero ahí estaba, dando clases sobre ese don natural. Y quizá hasta esos conocimientos pudiesen ser útiles.

 

- Generalmente la carta de la Muerte, dependiendo de cómo esté situado en la mesa, pueden significar cambios drásticos en la vida -me levanté cómo pude, aún algo mareada por el fuerte olor a incienso que había en la habitación y que apenas me dejaba pensar.

 

- Señor -le pedí al hombre - ¿podía quitar eso? Es que, no deja concentrarme. Discúlpeme pero es que así no se puede... - no quería empezar a renegar de los útiles para la adivinación pero tendría claro que no usaría el incienso para eso- El incienso hace que no deje que me concentre debidamente y recuerdo, por mi abuela que, para tener una acertada lectura del tarot, es mejor tener la mente en blanco para que todas las lecturas sean favorables - le dije yo, y giré mi cuerpo para ir hasta el camastro y recoger las cartas que estaban esparcidas por el suelo.

 

Las barajé concienzudamente y las puse en horizontal, boca abajo esperando la aprobación del Arcano. A saber qué carta me saldría a mí en esa ocasión.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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@ se encontraba dormida, en otro camastro. Menos mal, poruqe por un momento había pensado que se había escapado con aquella tormenta, o peor, que permanecía inconsciente en aquella superficie. Aunque su sueño tampoco parecía demasiado placentero.

 

MIré a Sagitas, y en seguida supe que no se encontraba bien. Ya no solo por lo que estábamos viendo, sino porque nosotros siempre nos burlábamos de la adivinación y de aquellos tontos que corrían periódicamente para qeu alguien les leyera el futuro, que observaran un puñado de posos en el te y creyeran leer el futuro a ciencia cierta, que adoraban una bolita de cristal en la que se reflejaban sus caras deformadas por la curva transparente.

 

Y ahora estábamos ahí, mirándonos, evidentemente tensos porque ambos habíamos compartido la visión de Ithilion, muerto a nuestras manos. Y conociendo el propio futuro qeu le esperaba, temíamos el hecho de acabar tomando una decisión tan drástica.

 

- Yo también estaba manchado de sangre. - contesté. - Yo creo qeu nos han drogado y ahora nos estamos volviendo locos. - contesté.

 

Para que hablaba? Apenas en el tiempo de un parpadeo, un anciano se presentó ante nosotros, hablando con calma, casi parecía que sentía curiosidad por nosotros tres, como grupo y como individuos. Instaba a Sagitas a que cogiera una carta, y como si su propia vida fuera en ello, se levantó y me arrebató la baraja, sacando otra carta.

 

La Muerte.

 

Muerte....

 

Negué con la cabeza, despacio. No podíamos matar a Ithilion. Cuantas veces había soñado que de una forma u otra, acababa por matar al niño? que alguna mala decisión mia acarreaba la muerte de la familia?

 

ME levanté bruscamente, plantando de un manotazo la carta de la Templanza sobre la mesa y me alejé de ellos, pasando la mirada de uno a otro, incluida Helike, que por fin comenzaba a despertar.

- No - uno - No - otro - No - me dirigía hacia la puerta, hacia la gran tormenta que caía fuera. - Respeto mucho que usted domine la adivinación, pero no voy a dejar que un puñado de cartas y unas visiones me digan que voy a matar a mi hermano

 

La vampiro era quien barajaba las cartas, pero esta vez, muy concentrada. Según decía, la muerte suponía cambios drásticos en la vida.

- Más drástico que compartir una visión en la que matamos al niño?

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¡Allá estaba! Aquel atisbo del Ojo, intentando superar capas y capas de mentiras y justificaciones que lo tapaban. La mujer de pelo violeta empezaba a vislumbrar el poder que poseía en su interior, aunque aún sentía mucho miedo para admitirlo. Lo hizo ella sola, uniendo los hechos que había visto su hijo y los suyos propios; seguro que, cuando pudiera ver todo el conjunto con lo que sabía su compañera de pelo chocolate, lo Vería todo sin dudar.

Creía en el Arcano, algo muy positivo, aunque aún pensaba que no.

Su carta era tan clara... Sin embargo, le miró, confundida, sin querer interpretarla, sintiendo miedo para interpretarla. No queriendo interpretarla para no perder aquella esperanza que habían infundido mis palabras. Sajag le sonrió y asintió, para que no sintiera miedo.

- Sólo es La Muerte. La Aventura más Allá de todo lo que nos rodea y que algún día tendremos que vivirla. No es una mala carta, mujer.

No era una mala carta. Era una referencia clara a lo que tendría que superar y, sobre todo, a los cambios que debería aceptar sobre sí misma. Era el dejar de lado a la mujer que era antes de entrar en la casa del Arcano y aceptar la nueva mujer que sería cuando saliera de ella.

- Escucha a los que te rodean. Su sobrina tiene algo que decirte. Ella también está descubriendo de lo que es capaz.

La Señorita Rambaldi también había Visto algo. Por fin... Tal vez ahora no fuera tan reacia a reconocer su Ojo Interior, algo que le venía de herencia. Accedió ante su petición porque tenía razón cuando dijo que cuanto más limpio el ambiente, mejor sería su lectura. Movió la mano en un gesto indolente y las dos ventanas de la pared frontal se abrieron, dejando entrar el aire fresco de la noche y el estruendo de los truenos que se sucedían a los relámpagos. La tormenta no amainaba.

- Todo es sugestión, la sugestión ayuda a despertar la Visión pero ahora todos están al tanto de lo que tienen en su interior. Pero el incienso no droga, muchacho. El olor de las hierbas en quemadores acelera la conexión espiritual con el Yo que la contiene.

- El Arcano golpeó levemente su frente, no porque fuera allá donde estuviera el Ojo Interior, aunque muchas imágenes lo situaban ahí con el nombre de "El Tercer Ojo".

- Adelante, señorita Rambaldi Vladimir. Su interpretación sobre la carta de la señorita Potter Blue ha sido muy acertada. ¿Decidida a interpretar una tirada?

La sonrisa volvía de nuevo al rostro del Arcano pues sabía que la Adivinación era potente en su abuela, en su hermana y en ella. Le venía de familia. Esperaba que el resultado de aquellas cartas sobre la mesa, sin tapete, convenciera al muchacho de que su ira no era más que un miedo exacerbado a la Visión que había tenido.

- Ahí tiene la puerta, señor Blackner, puede irse cuando quiera . - Un relámpago cruzó la vidriera y pareció chocar contra algo, dentro mismo de la habitación. Pronto, el sonido volvió a estallar encima de la casa. El agua entraba salvajemente en la estancia, aunque por alguna magia desconocida, desaparecía al llegar al suelo, sin mojarlo.- No le voy a impedir irse. Mi trabajo no es enseñarle Videncia. Yo estoy aquí para recordarle que es un Vidente escondido. Lo que haga usted con esta información es y siempre será decisión suya. Nadie puede obligarle a quedarse.

Guardó un minuto de silencio.

- Aunque, estoy seguro, sé que si se va, lo lamentará toda la vida y siempre, hasta el final de sus días, se preguntará si pudo hacer algo por salvar la vida de su hermano.

Sajag era un Arcano amable pero no compasivo. No decía mentirijillas para paliar los miedos de nadie. La Verdad era la que era, sin camuflajes ni maquillajes inservibles. La Verdad era... la Verdad. Después, dependía de cada uno si decidía interpretar o malinterpretar lo que su Ojo Interior le mostrara. Les dio la espalda, con la idea de que aquel momento era crucial para ellos tres, para saber si desistirían en la búsqueda de su habilidad escondida o si decidirían seguir adelante.

Hizo té de hierbas sencillas, menta y marialuisa, nada que pudiera enturbiar, de momento, la mente de cada uno de sus pupilos. Puso cuatro tazas encima de una bandejilla de madera. El olor humeante se extendió por encima del olor a la lluvia. Sajag tomó una y esperó a que ellos hablaran y decidieran, de una vez, si salían o se quedaban.

El Portal no esperaba.

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