Castillo Ivashkov (MM B: 106154)

[Lisa Weasley Delacour]

- Expecto Patronum - No podía estarme quieta, no cuando la maldad reinaba en el mundo. Como Warrior mi deber era luchar, pelear hasta agotar mi ultimo suspiro. El hipogrifo creado gracias al conjuro blanco me regalo una reverencia antes de partir en busca de los miembros de la Orden en activo. Frente a la verja que separaba la casucha traslador de la familia Ivashkov de las poco iluminadas callejuelas de Ottery, sintiendo el viento en la cara, miraba como la luna ondeaba elegante sobre el nítido firmamento.

Una capa de viaje cubría mi rostro, iluminado este por la luz que impedía al resto del mundo reconocer mis facciones. En mi diestra Kim, mi compañera de fatigas y en mis verdes ojos la claridad y seguridad de que hacia lo correcto. Como estandarte llevaba unos valores y principios nobles, unos por los cuales muchos de los mas valientes magos habían muerto. Hacer honor a esa promesa era mi constante deber en la vida. Hice contacto directo con las tablas de madera y al instante, sumergida en un torbellino de colores, fui llevada a Rumanía.

A cincuenta metros de los lindes del castillo Ivashkov aparecí, algo mareada por el viaje. Transilvania. Mi hogar. Me sentía orgullosa de mi tierra, no obstante, nen apellido que ocupaba gente sin decencia ni escrúpulos no recia ser parte de la historia del país. Sin mirar atrás y sabiendo que tanto Arya como Hank me seguían de cerca, atravesé las verjas e ingrese a los oscuros jardines. ¿Que se podían haber enterado de nuestra incursiona? Si, era factible, es mas, estaba desenmallo. Que nos enfrentasen y poder finiquitar el asunto por fin.

[Ley Gryffindor Rosier]

Cuando el patronus de hipogrifo perteneciente a Lisa apareció frente a mi, estaba con el cepillo de dientes y la boca llena de pasta dental. Si, ya era hora de dormir y me encontraba con la pijama puesta. Rápidamente lancé el cepillo a un vaso con agua y escupí lo que tenía enjuagandome un poco y me quité la pijama poniéndome un short y un abrigo. Observé a mi chico y me sonrió, ya sabía qué era lo que tenía que hacer. Pasé la varita por mi rostro para conjurar la luz que me protegería. Me coloqué los zapatos y desaparecí allí mismo. La indicación era ir al castillo Ivashkov, lugar en donde hacía un par de meses había realizado un cateo.

 

Ese castillo estaba lleno de mortífagos, ya nos habíamos confirmado que allí eran seguidores de lord voldemort y era entonces cuando nosotros llegaríamos a impartir justicia. Esa noche iríamos a cazar a cuanto mortífago quisiera dar pelea.

 

Al llegar, vi una cabaña vieja que ya sabía que al tocar la verja me transladaría al verdadero castillo de la familia Ivashkov. Lentamente toqué la verja y con un apretón me dirigí al sitio. Y allí era donde estaba, aquel castillo en el que sabía que había peligro, pero no me importaba. Aparecí a 20 metros de los límites permitidos. Esperé allí a mis compañeros de la orden a que llegaran.

 

-Hey, ustedes! Salgan cobardes! La orden del fénix vino a visitarlos!- dije en un momento de valentía.

[Arya Macnair]

Noche, fría, oscura y silenciosa.

 

Tiritaba pues parecía que alguien se hubiese robado la primavera y aferraba los extremos de su túnica para que no quedase un resquicio de cuerpo sin cubrir. Corría por las calles de Ottery y el repiqueteo del tacón de sus botas altas hacía eco en cada esquina, llevaba el cabello suelto y cubierto por una holgada capucha, debajo unos vaqueros cómodos y una camisa dos tallas más grandes de lo usual, era lo primero que encontró, ni siquiera estaba segura de que fuera suya, por las manchas se jugaba la cabeza a que sería de su hermano, apestaba a entrenamiento arduo.

 

Seguía de cerca el halo que el Hipogrifo de Lisa había dejado flotando en el aire hasta toparse con una entera verja protegiendo una destartalada cabaña. Enarcó una ceja tratando de recobrar el aliento y frunció a tal punto los labios que éstos parecieron fundirse con su nívea piel, —¿es una broma, no? — soltó sin prestar demasiada atención a quién la rodeaba, estaba negada a pisar semejante lugar, no después de lo que sabía allí había sucedido, aquella última conversación con una muchacha de 20 años tan herida que no era capaz de hilvanar un par de ideas, el dolor del corazón era el que más cegaba, el más difícil de curar, estaba segura de que si antes no pudo salvar a Ámbar ya nadie podría hacerlo.

 

Y que alguien le dijera algo por permitir que su rostro se viera, el enfado era tal que sus mejillas estaban enrojecidas. Sombra en mano y los músculos tensados tocó la verja separando los pies para amortiguar la caída cuando su verdadera función, la de un traslador, la colocase a 20 metros de los lindes de los verdaderos terrenos Ivashkov.

[That is not my name]

Un hermoso Patronus de hipogrifo había llegado hasta mi habitación en el castillo Lockhart, por lo que de inmediato tome mi varita mientras que Cye me despedía con un beso. Era un trato silencioso que llevábamos desde hace muchos años: yo asistiría a la defensa del mundo mágico mientras que ella estaría lista para cualquier tipo de curación. No era un mal trato, a mí me gustaba salir a batalla y a ella cuidar a la familia, sobre todo ahora que estábamos a punto de salir de viaje para dar a luz a nuestro primer hijo biológico.

 

Mi atufo de aquella ocasión era una túnica de gabardina negra, de cuerpo completo y de mangas largas, dejando ver solo mis zapatos y mi rostro, cubierto por una luz mágica para proteger mi identidad. Así fue como aparecí en las afueras de los terrenos de los Ivashkov, ya que una vez que tocamos la reja de entrada nos trasladaríamos hasta donde en realidad se encontraba el hogar de aquellos magia tenebrosos.

 

Salude en silencio a mis compañeros presentes y espere la indicación de seguir en la investigación de aquella noche, agortunadamente llevaba mis anillos y amuletos que obtuve con los libros de hechizos para que no me tomaran desprevenido en aquella ocasión y, también, mis objetos consumibles.

[Arya Macnair]

—Ardius Corpus Patronus

 

Fuerte y clara resonó su voz entre la zona laberíntica del lugar, aun corría pero tenía la capacidad suficiente como para invocar con agilidad cientos de hilos plateados que al entrelazarse conformaron un esbelto y elegante fénix con destellos azulados. El ave batió sus alas y soltó un breve cántico digno de oír sobrevolando la cabeza de su creadora y ya dispuesto a la batalla desde el primer segundo; sabía que era útil para toda tarea, ya fuese curarla, curar a alguien más o simplemente dar su vida por la pelirroja cosa que ésta esperaba no sucediera puesto que el fénix representaba sus momentos felices de manera palpable, lo veía y veía a su hija feliz, veía a Nathan.

 

—Morphos

 

Musitó apuntando en dirección a Ishaya. Rápidamente la prenda superior del hombre mutó en piel de dragón, lo suficientemente resistente como para mantenerlo con vida si algún rayo intentaba hacerse con sus respiros y arrastrarlo al mundo de los muertos.

 

—Morphos

 

Musitó por segunda vez, ahora más cerca de la entrada principal donde una llamativa estatua de dos veces su tamaño y posiblemente muchas toneladas por el material del que estaba formada se transformó en un enorme oso pardo que se colocó a cuatro metros en diagonal a ella, la distancia perfecta para protegerla y no hacerle daño si su mente caía en garras ajenas.

[Ley Gryffindor Rosier]

Al llegar al encuentro con mis compañeros del bando, asentí ligeramente. Aparentemente se veía silencioso, pero eso no significaba algo bueno que estuviera por suceder. Levanté la varita, era hora de comenzar a conjurar protecciones. Con un movimiento gracioso comencé.

 

—Morphos— dije apuntando a una piedra de suficiente tamaño para transformarse en una araña violinista y no porque les fuera a llevar serenata a los que allí vivían, si no que era hora de envenenar a alguien para que sintiera lo que las personas sentían cuando les hacían eso, el dolor y la desesperación. La araña inmediatamente corrió y se escondió en un sitio en el que no podría ser vista por nadie, pero que en cuanto se le ordenara saldría a picar a quien tuviera la osadía de encararnos.

 

—Corpus Patronus— y de la punta de mi varita uno a uno comenzaron a salir hilillos plateados que luego de ir y venir alrededor mío se unieron hasta formar a un elefante africano adulto. El animal apenas se volvió corporeo se postró frente a mi con la orden de protegerme de ataques. En respuesta, el animal barritó y movía sus orejas amenazadoramente mientras esperaba por algún sonido extraño.

 

Estaba bien eso por el momento, ahora era tiempo de que salieran al ataque si es que se dignaban en salir. Como sabíamos bien eran unos cobardes, así que esperaba que irme de donde estaba hubiera valido la pena.

[That is not my name]

Tocamos la reja para que nos llevará hasta la verdadera morada de los Ivashkov y caminamos hasta llegar a los jardines de entrada, ahí pude estar atento a lo que podría parecer cualquier señal de algún mortifago, por ello es que me prepare para lanzar un avis y que me protegieran las dice palomas blancas que salieron de mi varita, listas para rodearme como un escudo giratorio cerca de mi. De inmediato lanzé un morphos para transformar una de las piedras en una hermosa viuda negra, con la orden de esconderse hasta que llegase ya el momento oportuno de atacar a uno de los mortifagos, obviamente, porque no perdería la opción de dejarlos fuera de combate. Mientras tanto, mi túnica se convirtió en piel de dragón gracias a Arya.

[Lisa Weasley Delacour]

El jardín eran enorme, se podría decir que hasta imponente. El castillo estaba a una distancia grande de la verja de entrada, no obstante, se veía con claridad desde nuestra posición. Eran terrenos hermosos cubiertos por la absoluta maldad de sus moradores. Me hostigaba a mi mima el pensar que en mi tierra hubiese semejante gentuza. Zack y Leah Ivashkov eran, sin duda alguna, repudiados por casi toda la alta sociedad del país, ¿porque seguían allí? Sus ganas de incordiar y molestarme crecían a cada vez que nos juntábamos, que por obra y gracia del destino eran varias veces la semana.

- Corpus patronus – Miles de hilos plateados se fusionaron, creando la forma de un hipogrifo adulto y fuerte. Este se hizo corpóreo y tan real como yo misma al cabo de segundos. Su deber era protegerme y lo haría con su vida si hiciese falta. Tenia grandes garras y un pico afilado dispuesto para atacar en caso de que los mortifagos hiciesen acto de presencia en el área. La misión comenzaba ya. Debía evitar la rabia o la desazón y centrarme porque luchaba y como lo hacia. Deje salir un suspiro, cargado de adrenalina.

[Arya Macnair]

—Auuu

 

Quería ubicar a Lisa y sabía que esa era la única forma de saber en dónde estaba entre tantas estatuas, metros y compañeros del mismo bando. Aun las personas que buscaban no aparecían así que mejor prevenir que acabar tirado como desperdicio. Aferrada a la empuñadura de Sombra miraba por sobre sus hombros una y otra vez, el fénix aun sobrevolaba su cabeza y el aleteo le generaba cierta tranquilidad al golpear con su rango auditivo, así mismo su oso permanecía alerta a cuatro metros donde le había dejado. ¿Habría osos en Rumania?, ¿Habría osos en el castillo Ivashkov?, sería un bello regalo para los Patriarcas si su animal no buscase asesinarlos. Enarboló, estaba lista una vez más.

 

—Aqueora

 

Una masa transparente y casi similar a una burbuja impenetrable comenzó a cubrir todo su cuerpo para protegerla en un radio de 360 grados. Nada podría herirla desde ahora en más.

 

—Morphos

 

Ahora apuntaba directamente a la fuente de donde se había robado la estatua, aquella de una muchacha con dos iniciales que llamaban demasiado la atención. Ahora el enorme adorno de jardín se había transformado en un hipogrifo de edad adulta, quizás joven pero con la masa suficiente para servirle de escudo o soldado, cual fuera la ocasión.

 

—Aqueora

 

Repitió el primer hechizo pero ésta vez girando sobre su eje y apuntando a su más fiel compañera, después de Lisa, Ley. Rápidamente y como sucedió con ella el cuerpo de la bruja acabó cubierto por una burbuja impenetrable que no le dificultaría e actuar dentro de la batalla pero que la defendería.

[Zack Ivashkov]

A un recuerdo más de que la melancolía invadiera todo el lugar obligándolos a pasar el resto del encuentro comiendo chocolate y bebiendo gaseosas por la depresión, las alarmas del castillo se dispararon haciéndolos sobresaltar. Zack se levantó de su asiento para mirar a través del cristal de una ventana y asegurarse de que los visitantes tuvieran luces en el rostro. Sonrió al comprobar que sus pensamientos eran ciertos, le dio un último sorbo a la copa y la dejó sobre una mesa ratona cercana.

—La diversión vino a nosotros, chicos. Hay que aprovechar —Dijo a Derek y Mia mientras invocaba la varita mágica junto a la máscara plateada que se fijó en su rostro protegiendo la identidad. —Si no quieren ahora vayan a las habitaciones — Concluyó mientras apartaba la manga de su camisa azul marino y realizaba el llamado tenebroso. En el antebrazo el tatuaje resaltó enrojeciendo su piel, cobrando vida. Hacían varios días que no lo realizaba, por lo que la sensación atravesó su cuerpo estremeciéndolo.

Sin vacilar, desvaneció su cuerpo materializándolo nuevamente a las afueras del castillo, justo en el jardín donde ya se encontraban congregados el resto de los Fenixianos. Para su sorpresa, apareció justo al mismo tiempo que Leah. Echó un vistazo al campo de batalla y detalló los rivales presentes. Trataría de mantener cierta distancia de todos ellos, al menos ocho metros de separación.

—Empecemos pues — Dijo torciendo las comisuras de sus labios en una sonrisa traviesa. Llevó la mano izquierda a su cuello y palpó el amuleto de la resurrección colgando de él, por debajo de la camisa. Aquella vez podría necesitarlo. Adicional a ello, los bolsillos estaban equipados con algunos consumibles, gracias al hechizo de amplitud que tenían.