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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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Agares me estaba desesperando, sin embargo no iba a duelear contra ese demonio, no valia la pena y no era un enemigo digno de mi. ¿Es que acaso no pensaba?

-Vaya, pensaba que eras listo y que comprenderías que con tu traición mi padre de inmediato te había liberado de tus obligaciones, cosa que también puedo hacer, tratándose de mi hija.- Comtesté.-¿O acaso de verdad pensabas que te recibiríamos con los brazos abiertos como si nada hubiera pasado y dejaríamos que la siguieras cuidando? ¡Estas equivocado!

Exclamé, intentando no perder la compostura ante él. Esperaba que ahora si le quedaran claro las cosas, de verdad, ¿cómo se atrevía a presentarse y a exigir seguir cuidando a Maida?

-Le diré a mi padre que te envie tu despido por escrito y ¿alguna compensación monetaria para que dejes de molestar? En verdad, Agares, ¿en que cabeza cabe pensar que la ibas a seguir cuidando como si nada? Si te hubieras entregado, mi padre hubiera podido liberarte de tus obligaciones. Si no lo hizo, es porque estabas ocupando escapando.- Mencioné, sin levantar la voz ni nada.-Tal vez debió publicar tu despido en algún periódico, a lo mejor asi te quedaba claro.

Escuché la petición de Agares y movi la cabeza negativamente.

-¿Intentar matarte? Yo no intento, mato, deberías saberlo, pero ni siquiera vale la pena duelear contigo, si no entiendes por las buenas. No tengo porque seguir hablando contigo. ¡Vete! - Le dije señalando el sitio donde estaba la reja principal.-Tampoco tengo porque darte explicaciones y bien lo sabes. Maida es la única que decide si quiere verte o no, espero que sea sensata. Eso si, no podrá recibirte nunca en este castillo.

¿Hablar con mi hija? Obviamente que si hablaría con Maida pero a ese traidor no debía decirle nada. Ni le tenía que decir lo que sentia mi hija por él, eso lo haría ella si quería.Sabia que controlarla seía peor, pero eso si, Maida debería tener muy claro que si lo veia, no seria aqui.

Me di media vuelta y me aleje de él, dispuesta a hablar con Maida. No quería que mi hija volviera a pasar por esa situación ni tenía que estar enviándo demonios que la vigilaran para alejarla de él. Para mi Agares no existía. No me gustaba su actitud, ni muchas otras cosas más.

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Editado por Lyra Katara Selwyn

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Agares

 

Todo estaba dicho, la demonio no iba a soltarle un sólo detalle acerca de su Maluk, e intentar averiguarlo sólo acrecentaría el abismo entre ellos dos. Un enfrentamiento a Lyra era casi un suicidio, debía ubicar una manera para encontrarse con Maida sin que esta lo rechazara, la pregunta era cómo. Si se encontraba en Hogwarts, sería imposbiel hallarla, nadie podía ir a esa institución sin estar correctamente invitados. Y si estaba en el castillo, Lyra impediría por todos los medios que pudiera acercarse siquiera.

 

— Está bien —gritó mirando la espalda de la bruja—, me iré. Pero esta no será la última vez que la busque, ¡Y lo sabes muy bien!

 

Se sorprendió a sí mismo siendo tan temerario, tan desprotector de su propia existencia. Desde aquella mañana en Venecia se había visto así mismo en un espejo que detestaba reconocer como el propio. Pero un día todo aquello se desenredaría y la pequeña demonio de ojos azules volvería a sus brazos, esta vez, para siempre. De momento, era mejor no tentar a la suerte, ni a la muerte.

 

Maida, en su habitación. —días después de la conversación con Lionel en Crookshanks

 

El elfo doméstico, regalo de su madre, temblaba contra la puerta desde hacia ya, cinco minutos. Su ama, una pequeña bruja de modales bastante rurales, se encontraba descalza y de puntillas, espiando hacia los jardines posteriores del Castillo IVashkov. Ahí, a pocos metros de distancia, se encontraba y junto a su madre, el ser que había sido capaz de presentarle lo mejor y lo peor del mundo, todo, dividido estratégicamente en los años que habían pasado juntos en Durmstang. Agares había tenido el coraje de hablar con su madre, y claro, por ella ni siquiera había preguntado.

 

Maida había logrado contener la respiración un par de veces. Era como si su cuerpo se negara a aceptar que quería volver a escuchar su voz y dejarle que escuche la suya. No, oírlo no, eso sólo la confundiría más, y la idea era olvidarlo. Exterminar de su vida todo rastro del demonio que ahora tenía la desfachatez de buscar a su madre. ¿Por qué no lo habría matado?

 

Agares muerto, su madre podía, estaba segura, ¿era tan fuerte en su temple?

 

En su pecho un sinfín de emociones revoloteaban y todas tenían que ver con el demonio que ahora enrumbaba lejos del castillo. No podía estar segura de lo que este provocaba en ella, era todo tan confuso que de lo único que podía estar segura era de un futuro dolor de cabeza. Se apartó de la ventana, casi arrancandose los brazos y confrontó a su tembloroso elfo.

 

— Creo que de todas maneras necesitaré ese Obliviate —sentenció casi en un susurro.

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  • 2 semanas más tarde...

Días después del encuentro con Agares

La llegada de ese demonio me había intranquilizado bastante. Tenía que aumentar la seguridad para Maida al menos para el castillo, pero no tenía poder sobre los squibs que trabajaban ahi. Sentía que hubiera sido un abuso de mi parte pedirles que no dejaran pasar a nadie que viniera a ver a mi hija.

 

A nadie, porque sospechaba que Agares al igual que muchos de los demonios podían transformarse en otra persona, no estaba segura que el tuviera esa habilidad o poción multijugos. Un plan se empezó a formar en mi mente ¿y si me transformaba en Agares para de esa forma desilusionar a Maida siendo él? Parecía sencillo, pero con poción multijugos no tenía caso probarlo al no tener un pelo de él.

 

-Esa poción sabría horrible.- Pensé.

 

Tendría que terminar la clase de metamorfomagia primero, pero sabia que era muy riesgoso. Maida no era tonta y algún día me descubriría, lo que sería peor. Me acerque a la puerta de Maida y la toque, sin saber si estaba ahi.

 

-Debería usar el hechizo de presencia...- Pensé en el hechizo que podía usar gracias al anillo de presencia aprendido apenas unos meses.

 

Espere la respuesta de Maida. Lionel había avisado que por fin se pasaría por el castillo a conocer a sus tías y quería ver si Maida estaba de acuerdo en hacer una pequeña reunión familiar. Dependiendo de lo que dijera, podría ponerme en contacto con su tía Leah y platicarle de la llegada de su sobrino. Tauro ya estaba enterada de esa reunión que quería hacer.

 

-¿Y si Agares aprovecha la reunión para molestar de nuevo?- Murmuré.

 

Tenía que hablar con Maida sobre el tema. No pude evitar apretar un poco fuerte mi varita, misma que nunca soltaba.

 

-A lo mejor su madrina Alyssa podría ponerle más protección. - Murmuré de nuevo.

 

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Recordaba aquel lugar y de hecho le daba gusto poder volver, le carcomía en cierto modo que fueran asuntos ministeriales los que le llevaran de regreso y no el simple deseo de una visita, pero aun así le daba gusto que su trabajo le condujera a lugares donde sabía se sentiría bien recibida. La Triviani traspasó los jardines del castillo Ivashkov y fue directo hasta la puerta de entrada, aquella imponente estructura que le caracterizaba como el clásico estilo que solía gustar a los mortífagos.

 

Se detuvo un momento acomodando su túnica burdeos, la fina costura en hilos oscuros decoraba la prenda con intrincados diseños, un elegante ejemplar y de los favoritos dentro del repertorio de la Black. Su melena borgoña se encontraba recogida en un prolijo tocado rematado con un broche de plata e incrustaciones en zafiro, mientras que en su cuello descansaba una gargantilla de terciopelo negro, con un óvalo plateado y nuevamente la piedra preciosa de intensos tonos azules. Finalmente golpeó tres veces y aguardó en silencio, a lo que poco después un squib le recibió con impoluta cortesía.

 

- Mi nombre es Alyssa Black – se presentó la mortífaga – Vengo en nombre del Cuartel de Inquisidores, necesito hablar con alguno de los patriarcas o matriarcas de esta familia ¿se encontraría alguno de ellos?

 

Sabía muy bien que se refería a Zack y Leah, dos de sus grandes amigos, pero como aquello se trataba de un asunto estrictamente ministerial debía guardar las formas y mantener la seriedad que la situación ameritaba.

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Los momentos que Maida Ivashkov pasaba en su habitación eran sumamente solitarios, apenas y se veía de cuando en cuando a su elfo domésticos pasarse por la estancia para acomodar las cosas. Cosa muy rara, a pesar de su edad, ella era bastante ordenada, la cama siempre estaba hecha pasadas las nueve de la mañana y las cortinas estaban abiertas a la luz del día apenas despuntaba el alba. No necesitaba de la ayuda del elfo doméstico, pero lo apreciaba, sobretodo por el tema de los trámites ministeriales, esos los detestaba.

 

Por la tranquilidad que normalmente ahí reinaba fue que se sobresaltó cuando escuchó su puerta sonar bajo el toque de una mano. Dio un respingo en la silla que tenía frente a un escritorio antiguo y arrugó sin querer unos pergaminos con las tareas de las clases de Hogwarts. Se incorporó lo suficientemente despacio para recuperar el aliento y solo entonces, se dirigióa la puerta. Grata fue su sorpresa cuando descubrió que del otro lado se encontraba su madre.

 

¡Maminina! —exclamó emocionada mientras se hacía a un lado para hacerla ingresar.

 

Como siempre llevaba los anillos como dijes de cadena, y la verdad es que todo aquello la hacía ver más cercana. Sabía ahora, por sus compañeros de estudios y aspirantes al bando tenebroso, que su madre tenía una reputación de huraña y quisquillosa, pero ella la conocía de otra manera, jamás podría verla distante.

 

Cerró la puerta y sacudió un polvo inexistinte en el único diván que existía en la habitación.

 

¿A qué se debe el honor de tu visita? Estaba ya a punto de salir de nuevo rumbo a Diagon a ver si conocía el famoso Ranas Lunares del que me habló Lionel, ¿Cómo está? Llevo un par de días sin verlo.

 

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Me alegro escuchar el saludo de Maida, lo cual me tranquilizo. Si me saludaba de forma tan alegre quizás todavía no se hubiera enterado de la visita de Agares. Vi con curosidad como Maida sacudía el polvo del diván de la habitación. En ese momento me pareció muy pequeña , a diferencia de la mia arreglada obviamente con magia, pero me senté con ella.

 

-Lionel esta bien, no te extrañes si de repente desaparece, pero me prometió que ahora no desaparecería tanto.- Comenté.-Aunque si vas al negocio seguramente lo verás ahi también, suele acompañarme en ellos y se encarga cuando estoy ocupada con las clases.

 

Clases, siempre hablando de clases aunque sea para hacer una breve mención. Eso estaba mal, tanto estudio y sin salir a divertirme.

 

-Me encantará vere en el negocio.- Añadi, mientras escuchaba la pregunta de mi hija.--Casi había olvidado a que venía. Se trata de Agares. El otro día vino a buscarte y obviamente lo corri.

 

Me encogi de hombros como si fuera algo completamente normal, ¿cómo reaccionaría ella?

 

-No te enfades conmigo. Sé que tu eliges tus amistades por mal que no sean convenientes para mi, pero te pido que si ves a Agares de nuevo, no sea en este castillo.Bastante problemas nos ha traido, ¿no crees?- Mencione.-¿Qué es lo que sientes por él? ¿Todavía estás enamorada a pesar de la forma en que te dejo?

 

Todavía recordaba cuando Maida llego al castillo, sino me equivocaba tenía poco, algunos meses quizás en que se hubieran separado sin que Maida supiera el porque. Si el deseo de mihija era verlo para que al menos este le explicara su alejamiento, estaba en su derecho, igual si todavía lo quería. Pero yo no podía ser amable con él después de su traición a mi padre. Una traición a la familia no se perdona nunca.

 

La propuesta que tenía para su cuarto se la haría después, dependiendo de los ánimos. ¿Qué estaría pasando en el resto del castillo? Era imposible saberlo. Al menos en las habitaciones de mis hijas y la mia estaban protegidas contra el ruido, para poder descansar a gust o cuando lo necesitarámos.

 

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Maida estaba por contestarle algo referente a su hermano, y luego algo con respecto al local de su madre que aún no conocía. Tenía por decirle que estaba encantada con la idea de tener a Lionel más cerca y verlo más seguido, se imaginaba en una cena con sus tres hermanos y con Lyra a la cabeza de una hermosa mesa elegante, tenía en la punta de la lengua tantas cosas, y todas se esfumaron en cuánto ella lo mencionó.

 

Su madre la mirada, buscaba con sus ojos algún tipo de reacción y si había que ser sincera, ella también buscaba esa reacción. No sabía que contestarle, sus labios sentían pánico de dejar escapar ese nombre, de afrontar esas preguntas. ¿Y si preguntaba acerca de sus clases? Ella se había escondido de todo el asunto de Venecia en Inglaterra, en Hogwarts, en sus estudios, los EXTASIS habían finalizado y ahora se venía un mes entero de descanso, de libertad. Esta vez, había que sumarle el tiempo que le dedicaría a contestar con mayor énfasis a las preguntas que la Selwyn le había formulado.

 

Su rostro era inescrutable.

 

Y su respuesta le sorprendió aún más a ella.

 

— ¿Sabes si Lionel finalmente se decidirá a tomar clases en la universidad? —preguntó ignorando y retrasando a propósito responder las cosas referentes a su demonio— Sería divertido que la reunión que planeabas la realizáramos ahí, después de todo hay mucho espacio. Sigo sin estar segura que Conocimiento cursar, no quiero tomar la decisión equivocada.

 

Una de sus manos subió a cubrir su boca porque sin tener la intención de hacerlo, su voz se quebró. Encontró los ojos de su madre e intentó sonreírle mostrando una triste pantomima de mueca divertida.

 

No quiero verle —logró escupir—, y sé que han pasado meses, que debería no estar así, he avanzado tanto, mamá —dijo como rindiéndose ante la inevitable avalancha de pensamientos que se acumulaban—, tanto, he comenzado una vida aquí y no quiero retroceder, pero... fueron años a su lado, ¿cómo olvido eso? Todo lo que sé de magia lo aprendí de él, y lo que sé de mi esencia demoníaca, también. Soy el producto de lo que mi abuelo quiso hacer cuando le mandó a cuidarme, ¿cómo olvido eso?

 

Respiró hondo y enderezó el rostro, tratando de imitar el gesto altivo que tenían mas mortífagas que había conocido, tratando de ser aunque sea un sólo segundo como ellas.

 

— Traicionó al abuelo y al hacerlo, te traicionó a ti —respondió y acto seguido, sacudió sus manos como negando todo lo anterior, su postura, su máscara—, si él me lo hubiera preguntado en Italia no sabría que hubiera elegido, esa es la verdad. Pero ahora, con la cabeza fría, escojo a mi familia, escojo Inglaterra.

 

No lo quiero cerca.

 

Había intentado ser lo más honesta con ella, sin mencionar el tema de seguir o no enamorada del demonio. Esa era una pregunta que no estaba lista para responder, que no quería responder, le aterraba lo que podía ser la respuesta. En unos días más se uniría a las filas mortífagas y con eso, ponía más distancia entre ella y Agares, si, el demonio al que ni siquiera podía mencionar en voz alta.

 

Aléjalo, mamá —pidió calmándose al fin y tratando, con un poco más de fortuna esta vez, de sonreír—, tampoco quiero saber qué te dijo.

 

Sus manos se apoyaron en su propio regazo y súbitamente, decidió que era el momento de confirmarle a su mamá, el destino que había decidido para su futuro mágico.

 

— He decidido seguir los pasos de tía Tauro y de mi madrina —dijo calmada, sabiendo que alguien como ella entendería a la perfección de qué estaba hablando—, ya no faltan más que unas semanas para eso, Orión Black y Galery Grindewald me están ayudando para lograrlo. Quiero saber tu opinión.

 

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-- No tomará clases en la Universidad.- Contesté bastante segura.-Para bien o para mal Lionel se ha ganado la confianza de tu abuelo, al grado de incluirlo en las misiones más importante. Por eso mismo continua su edación con los demonios más experimentados del infierno, porque no tiene tiempo para la Universidad. En cualquier momento podría ser llamado.

 

Le explique a Maida. No estaba muy contenta con esta situación. Era cierto que me alegraba ver que Lionel era bastante respetado en el Infiernoo y había rumores de que pronto sería el segundo al mando en el infierno, pero conocía esa vida, bastante llena de traiciones y desilusiones. Al fin y al cabo había pasado por eso alguna vez.

 

-No hay decisiones equivocadas con los conocimientos, Maida. Todos son útiles, aunque deberías elegir uno que te guste y al mismo tiempo sea de los conocimientos que te puedan abrir la puerta en muchos sitios. Tienes que ver esto último, que tan solicitado esta ese conocimiento.- Le comenté.

 

Me alegraba ver lo mucho que Maida había madurado en este tiempo y que ahora era más razonable. No tendría que preocuparme mucho por Agares, al menos eso esperaba.

 

-Lo tendré alejado de ti, pero recuerda que también tienes que poner de tu parte.- Mencioné.

 

Esperaba que no cambiara de decisión con solo verlo y se dejara llevar por sus promesas, pero estaba segura que si lo veia seria lo suficientemente fuerte para resistir cuaquier tentación. L noticia que me dio me alegro mucho.

 

-Sabes que te apoyo. Además me da gusto saber que tendrás buenas guias, entre ellas tu madrina Alyssa. - Le di un fuerte abrazo, soltándola casi de inmediato.

 

No tenía mucho para decir, sabia que en la Marca estaría bien cuidada. Sseguramente después reaccionaría mejor a la noticia, pero por ahora estaba tranquila.

 

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Leah Ivashkov

Medimago Jefe.

Recibiendo a @@Alyssa Black Triviani

 

 

Siendo Squibs los que trabajaban en el castillo Ivashkov, no tenían la misma facilidad a la hora de enviar un mensaje a los patriarcas cuando estaban ausentes. Por lo tanto, la lechuza que el hombre había enviado tardó más de la cuenta en llegar al Laboratorio de Análisis e Investigaciones Clandestinas, a manos de los primos solicitados por Alyssa. Tampoco era como si pudiera reclamarles su ineficiencia, así que era entendible que tuviera el ceño fruncido cuando apareció en el vestíbulo del castillo.

 

Tenía la larga melena dorada en una alta coleta que la hacía ver profesional, lista para atender a cualquier paciente que se presentara, aunque ésto pasara muy poco por aquellos días. No era extraño verla vestida de blanco, sin embargo, descuadraba un poco con el entorno. La túnica blanca relucía a la misma medida que la bata y el broche que la marcaba como Medimago Jefe. Y por supuesto, se veía imponente para el Squib que la esperaba tembloroso en una esquina de la sala.

 

—Señora Ivashkov —tartamudeó en conjunto a una reverencia desprolija—, he hecho a la señora Black pasar a su oficina.

 

—Encantador —siseó, como una serpiente, lanzándole una mirada de cuidado al muchacho.

 

Dispuesta a dejar pasar el momento de drama para otro momento, pues Alyssa tenía ya bastante tiempo esperando, llevó sus silenciosos pasos hasta la oficina y cerró la puerta tras de sí.

 

—Lamento la tardanza, Zack viene en camino —bajó la cabeza ante su compañera y mejor amiga, antes de sonreírle con sinceridad, siempre era agradable verla—. Dijeron que vienes como empleada Ministerial, así que suelta la bomba. ¿De nuevo quieren enjuiciarnos? No me sorprendería, últimamente soy la cara de todos los problemas que tienen. Cosa que es cierta, pero ese no es el caso.

 

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— No quiero que suene a reproche —dijo de pronto Maida, incapaz de controlar lo que tanto tiempo había guardado dentro suyo—, pero ustedes sabían, sabían exactamente lo que había hecho él, ustedes sabían que yo no debía fijarme en él y a veces creo que si lo hubiera sabido antes... —encogió los hombros—, muchas veces me he sentido un títere del abuelo. Casi lo mismo siento de la situación de Lionel, puede que tú lo veas como una gran muestra de confianza pero, ¿y qué hay de lo que él quiera hacer? Todo tan controlado, tan meticulosamente armado para seguir instrucciones.

 

Caminó unos pasos dándole la espalda a su madre, buscando la brisa que podía darle la confianza de ser completamente franca con su madre, sin herirla, eso era lo más díficil. Aunque, ¿sería capaz alguien de hacerlo? Siempre se veía tan entera, tan congurente con cada paso que daba, su madre, era una mujer fácil de admirar y muy difícil de seguir el paso. Ella lo intentaba, pero seguramente faltaban años para lograr ganarse el título de digna hija de la Selwyn. ¿Sentiría eso también Eliah, Bridget o Lionel? El cambio de rumbo que había dado su vida la tenía tan insegura que por un instante sintió vergüenza.

 

Apoyó las manos en el marco de la ventana y observó los jardines del Castillo Ivashkov, todo hermoso, pero tan distinto de Bulgaria, del lugar dónde Maida sentía que el apodo que le había brindado su demonio guardían era cierto. "pequeña duquesa del infierno". Por mucho que no sentía así, ella también tenía la oscuridad por dentro. Aquel apodo, que cuando niña era tierno, cuando adolescente se hacía casi una promesa, la promesa de algo que jamás llegó y que en el camino de destruirse, le rompió el corazón. ¿Habría lugar en el infierno para ella al lado de Agares?

 

¿Sabes que desde que vine a Inglaterra no he podido conversar con un hombre sin ponerme a temblar como una hoja al viento? —se giró para mirarla, apoyando su cuerpo en el marco de la ventana— Amarlo me hace sentir débil, que no soy capaz de dar un paso sin pensar en él, en lo que pensaría, en si estaría orgulloso, si aún me miraría como lo hacía antes. ¿Cómo dejé que tuviera tanto poder sobre mí? No quiero verlo y sin embargo, cada respiración, cada movimiento de mi cuerpo es para él.

 

Se preguntó si realmente ella podía entenderla. Recordaba con cariño que mientras era niña, ella y su padre eran algo así como una pareja de revista y jamás le habían explicado el motivo de su separación, pero, ¿se había enamorado alguna vez? Estaba segura que para personas como ella misma, esos sentimientos eran un lastre, algo que había que quitarse del cuerpo. Justo como ella intentaba hacerlo.

 

¿Por qué soy la única de tus hijos a la que no permiten conocer los...reinos del abuelo? —no sabía como formular esa pregunta, pero la verdad era que tenía esa curiosidad. ¿Por qué ella debía entrenarse en controlar la reencarnación que corría por sus venas, por su esencia? ¿Era también plan de su abuelo? ¿Por qué ella no lo conocía?— ¿Es que acaso soy la más débil del clan?

 

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