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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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En su habitación, con la Maminina *O*

 

¿Ir al infierno? ¿A hacer qué exactamente y a conocer qué? Sentía curiosidad y aquello podía ser realmente fascinante, pero una vez ahí, ¿tendría el valor para preguntar porqué demonios su abuelo la había metido en medio de una venganza est****a y sin sentido? ¿Sentiría él algún tipo de remordimiento? Y lo que era aún peor, ¿se sentiría ella aliviada con sus explicaciones? No, eso del viaje estaba descartado, al menos de momento. Necesitaba deshacerse de sus debilidades personales primero, luego podría afrontar cualquier cosa o en este caso claro, cualquier persona.

 

No, no deseo hacer nada de eso —dijo luego de algunos minutos de silencio, de hecho, tuvo el coraje de confrontarla con la mirada—, lo cierto es que no sé realmente como hacer, a veces he tentado la posibilidad de volver a Venecia, sé que él me podría localizar ahí.

 

Encogió los hombros resignada, de cierta manera incluso agradecida, su madre era para ella más que una figura de autoridad, una confidente, alguien a quién podía confiar sus verdaderas emociones. Y claro que no dudaba que ella entendiera lo que significaba estar enamorada, era simplemente la incomodidad de dejarse llevar por emociones que ya no tenían ningún objeto ni razón de ser, él se había ido. Volvió a preguntarse, como casi todos los días, qué habría hecho si él no se hubiera marchado, ¿lo habría dejado todo de lado por irse con él?

 

No necesito visitar el abuelo para conocer el infierno —contó tratando de dejar la amargura de lado al decir aquello—. No tengo la menor idea de que viste cuando me aparecí en casa luego de aquella despedida con él, pero esa mañana cuando desperté y lo fui a buscar a su habitación y vi que se había marchado, podría jurar...podría jurar que si todo se quedaba en silencio se podían oír mis venas quebrándose como si en lugar de carne fueran de cristal.

 

Se llevó ambas manos a la cabeza como si sacudiendo la pelambrera castaña pudiera sacarse esos recuerdos, pasó sus manos por sus ojos controlando las lágrimas que furiosas amenazaban con brotarle de los ojos. Respiró hondo y buscó refugio en los nombres que ella había mencionado.

 

— Deberías traer a Lionel y tener de una vez por todas la reunión con la familia, no creo que sea tan díficil, ¿o si? —dijo, tratando de recobrar la postura—, ¿Cómo van tus negocios en el Callejón? —inquirió al fin, resoplando y volteando mentalmente la página dónde Agares estaba metido hasta el centro.

 

 

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Con Alexander en los jardines posteriores n.n

 

El elfo escuchó atento el cambio en la bebida y en cuestión de segundos, desapareció y volvió a aparecer con una jarra llena de limonada fresca, sirvió un poco en un gran vaso, e hizo lo mismo con el jugo de manzana para su ama. Les extendió las bebidas y finalmente, los dejó solos con un sonoro "crack". Sólo entonces, Maida decidió volver a hablar mientras sus ojos se posaban en el brillo del sol sobre la laguna, una visión particularmente hermosa que podía dejar atónita a cualquiera.

 

He visto un par de veces a Nox, pero no hemos tenido la oportunidad de charlar, lo mismo me sucede con Darius. Lastimosamente la residencia de Loli es un lugar al que no se me está permitido ir, pero si he logrado enviarme un par de mensajes vía lechuza con Talia —sonrió al recordar a su compañera de clases, una chica que además de agradable, respondía siempre con la razón guiándola, ojalá pudiera aprender un poco de ella—, está bien, quedó en responderme si postularía a algo en el Ministerio, yo he presentado postulación en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional, y he ingresado como empleada.

 

Giró a verlo unos segundos y luego tomó entre sus dedos la cajita de cristal que le había regalado, el sol no estaba muy fuerte, pero lograba darle unas tonalidades muy curiosas al cabello rojizo del joven Lockhart, pocas veces le había mirado tan detenidamente como esa vez, quizá porque ahora no estaban en ningún peligro inminente por las clases o las raras criaturas del otro videojuego. Sus ojos, ¿eran dorados o sólo lo parecían por la luz del sol? Eso sí, era una mirada traviesa sin duda alguna, igual que el portador. Pensar que al comienzo hasta él le causaba temor, nada para insólito ya que él le había demostrado que podía confiarle su seguridad, y claro, los modales eran otro detalle para sentirse cómoda en su presencia.

 

Notó que su silencio podía parecer extraño y abrió el regalo para tomar uno de los dulces.

 

Usted ya tiene un puesto en el Ministerio, ¿no es así?

 

 

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Se encontraba bastante relajado mirando la laguna, pensando en algunas cosas que llevaba en la cabeza, y es que... no podía imaginar cuanto su vida había cambiado, pero le alegraba ahora poder estar de esa forma. Observó a su compañera por un momento feliz para luego desviar su atención al elfo que había cambiado su bebida de forma realmente rápida sorprendiéndolo con su eficacia y agradeciéndole enormemente el cambio.

 

-oh ya... Me alegro que este bien la señorita Talia, aunque creo que ha sido lo mismo para mi, no fuimos el grupo más unido e de admitir pero son personas muy agradables, espero que les vaya bien a todos - comentó ante la respuesta de la joven, la verdad es que no había vuelto ver a nadie más, aunque si había hablado con la señorita Talia, con la cual había quedado para ver donde se reunían próximamente, aunque todavía debía esperar su respuesta.

 

- ¿Empleada Departamento de Cooperación Mágica Internacional? impresionante ¡muchas felicidades! me alegro por usted - exclamó al saber que su compañera había ingresado, el ministerio le parecía un lugar muy genial, cada departamento tiene un gran trabajado por detrás, y siempre tenían requisito importante para entrar, usualmente debías tener los conocimientos deseados no sabía cuales otros, guardó un momento de silencio pensando en su trabajo y lo que había decidido.

 

-Si... Antes de pasar al siguiente curso me postulé como aprendiz en el departamento de transporte mágicos, pero... - dudo un momento - ahora tengo nuevos conocimientos y deseo trabajar como empleado en otro departamento, pero hasta que me digan la respuesta lo mantendré como secreto -le guiñó el ojo divertido, no sabía si había tomado la decisión correcta, la verdad es que había disfrutado su tiempo como aprendiz en ese lugar, pero algo en el había deseado eso.

 

-¡Oh! pero Nox también trabaja allí - ahora se acordaba - Era bastante curioso aunque no... es que habláramos mucho, el trabajo que me encomendaban era visitar los locales del callejón Diagón, así que me la pasaba bastante tiempo afuera - agregó con suavidad para sonreírle divertido.

 

-Si le llegan a gustar esos dulces, le recomendaré la tienda y le prometo regalarle más, admito que paso mucho por allí, ya que me gusta regalarle a mis familiares y amigos - sonrió para tomar un poco de su limonada, para acomodar su cabellera y girar su vista a su compañera, era una dama muy curiosa, así que se preguntaba cuales serían sus gustos.

 

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-Emmet -exclamó al abrir la puerta, entre preocupada y enojada-, entra.

No hubo necesidad de que ella tomara la maleta del muchacho pues un par de Squibs salieron de la nada para ayudar. Mientras uno se hacía cargo del ewuipaje del mago, el otro se encargó de quitarle el abrigo y reemplazarlo por uno nuevo y seco, fuera quién a saber de dónde lo había sacado. Pronto ninguno de los dos estaba en el vestíbulo, sino únicamente la rubia y su hijo.

Emmet era como Emilia, en el aspecto de que no se parecía a ella como el resto. Emmet era igual a Tauro en muchos sentidos, en sus ojos, en sus expresiones, y quizás por eso la mujer tenía cierta debilidad hacia él. Estiró una mano y peinó su cabello mojado con los dedos, haciendo que algunas gotas heladas cayeran por su rostro. En ese momento sonrió.

-Hola hijo -inhaló-. Tuviste que haberte aparecido, no había necesidad de que te mojaras así.

Miro hacia las escaleras por costumbre, esperando que Tauro bajara a su encuentro pero su esposa estaba en la Fortaleza Oscura atendiendo asuntos importantes.

-Tu madre vendrá más tarde, me parece. Si quieres podemos cenar algo -retiró la mano del oscuro cabello del vampiro, pues no había notado que seguía allí y volvió a sonreír-. Estoy feliz de que hayas venido.

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Las palabras de la Ángel Caído eran una caricia para el vampiro. Hacía mucho no sentía ese recibimiento por lo que estaba fascinado con el trato que tenía para con él. Se sentó en uno de los sillones, frente a la bruja, y rió cuando le intentó peinar el pelo pero su mechón largo de le vino a los ojos.

 

- Y yo estoy muy feliz de estar en casa ... al fin - le contestó sonriendo mientras se secaba el pelo mojado con una parte del abrigo que los squibs le había dado - Estoy muy feliz de que me recibieras y, mucho más, de ese modo - sonrió peinándose.

 

No podía negar que estaba nervioso. Hacía muy poco que el Nigromante se había enterado que la Ivashkov era su madre por lo que tenían mucho de qué charlar pero para eso debían esperar a su otra madre, y ahora, esposa de Leah. Dos mujeres destacadas y muy renombradas dentro de la sociedad mágica eran las ascendientes del Gaunt Ivashkov.

 

- Espero no venir en un mal momento. Sólo quería estar con ustedes después de todo lo que ha pasado y, haberme mudado aquí, ha sido un paso muy grande.

 

Sabía lo que estaba diciendo ya que seguramente algunos lo virían raro pero a las únicas que les debía dar explicaciones y responder a las preguntas era a sus madres.

 

- No te hagas problema. Yo no estoy apurado y si quieres podemos comer algo mientras nos vamos a ponernos al día sobre la cantidad de cosas que tenemos para hablar - se inclinó hacia adelante en el sillón apoyando un codo en cada pierna y adoptando una postura pensativa - Antes que nada, ¿que piso está disponible para mí? - le comentó mientras sus ojos paseaban por todo el vestíbulo.

 

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Crazy Awards 2018:

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Gracias —contestó contenta a su felicitació con respecto a su trabajo en Ministerio.

 

La verdad era que no lo sentía como un gran logro personal debido a que, aún no había hecho nada extraordinario y básicamente estaba tan perdida como al comienzo, pero, no había porque cortarle la vena amable al señor Lochart, no era su culpa que ella fuera tan despistada. Dejó la cajita de dulces en la tela que los separaba del cesped, y se colocó en una posición que le permitió abrazar sus rodillas.

 

— Bueno, espero que logre el puesto que persigue en el Ministerio, nada como probar cosas distintas en cuanto pueda —comentó apoyando su mejilla en las rodillas—, yo he decidido comenzar por donde estoy y bueno, ya luego veremos si el destino me tiene preparado algo más, de momento, logré enviar una solicitud para la Universidad Mágica, y creo que en unas semanas más lograré la especialización en Pociones que persigo.

 

Desde muy pequeña, la Ivashkov había buscado la perfección en sus clases de Pociones, en Durmstang, siempre había hecho las preguntas correctas, había practicado una y mil veces el movimiento de los calderos, usado mil balanzas distintas y bueno, en algún momento iba a tener que comenzar a estudiar Pociones y así, por fin, convertirse en la especialista que siempre había querido ser.

 

Sus ojos azules se habían tornado en una mirada muy soñadora, quizá pensando en su futuro inmediato y en todo lo que tenía que hacer pronto.

 

¿Sabes? He pensado seriamente en intentar buscar un refugio cercano a Hogwarts —le contó em estricta confidencialidad—, necesito tener muy a la mano un lugar que me permita desestresarme de las clases, pero la verdad, es que no encuentro un lugar que satisfaga completamente mis espectativas.

 

Alzó su rostro y tomó entre sus manos el sombrero a terminar de hacer, lo giró entre sus dedos unos segundos y dejó ir a la mente a merodear por los recuerdos de infancia, cuando se pinchaba los dedos mientras aprendía a coser y bordar, sin utilizar magia. Aprendiendo de primera mano el arte de hacer sombreros para las más extravagantes mujeres europeas. Sin darse cuenta, una sonrisa genuina apareció en su rostro, el sombrero tenía un par de detalles especiales, lo había hecho para su madre, aunque ella no usara esas cosas. Seguramente porque en el fondo, le habría gustado que Lyra y su papá continuaran juntos por el resto de sus días, como cualquier hija.

 

— Mi papá es un sombrerero en Bulgaria —le soltó de pronto, sin perder la sonrisa—, y creame, me habría regañado por mostrar un sombrero a medio hacer en ela mitad de la tarde —le comentó entregandole el sombrero—. Es una de las pocas habilidades no mágicas que poseo, y estoy bastante orgullosa de saber coser, por cierto. me costó muchos pinchzaos de aguja.

 

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Guardó silencio para observar a su compañera, de verdad que había comenzado a conocer a persona con diferentes personalidad, sueños y pasados, la joven Maida, le parecía alguien encantadora con unos ojos realmente llenos de vida, era muy inteligente además de astuta, aunque había algo en ella que Alexander consideraba diferente, no sabía que era, y tampoco consideraba que debía registrar más de lo que debía, de hacerlo, estaba también permitiendo que la señorita hiciera lo mismo.

 

-¿Eh? - preguntó en forma de susurró no le había prestado atención, pero con lo que había escuchado lejanamente intentó volver a la conversación - refugio... ¿un refugio? ¿que clase de refugio? - preguntó curioso intentando retomar un poco de la conversación, se había perdido así que intentó concentrarse nuevamente mientras sonría.

 

Pero al parecer no era el único que parecía perdido en sus pensamientos, ya que pudo apreciar una adorable expresión en su rostro, por lo que sonrió sin más remedio, escuchó sus palabras con atención para tomar aquel sombrero, no imaginaba el trabajo que debía tener eso.

 

-Una mujer con grandes habilidades - respondió mientras admiraba el objeto - debe cuidar mucho sus manos son un tesoro, sus padres deben estar orgullosos de usted - alabó con suavidad, el trabajo de manualidades no era para todas las personas, y consideraba que quienes la tenía hacían tenían un gran merito.

 

-De verdad que me cae muy bien, ojala algún día pueda tocarle alguna canción con mi violín - habló para colocar nuevamente el sombrero en la cabeza de la dama, se levantó por un momento para caminar unos cuantos pasos, para girarse y mostrar su mano - deberíamos caminar, recorrer un poco este maravilloso lugar - comentó con suavidad mientras seguía mostrando su mano invitándola.

 

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  • 2 semanas más tarde...

— Un refugio Alexander —explicó como si fuera la cosa más obvia del mundo—, a veces, estos jardines, estas casas, e incluso las paredes de Diagon tienen ojos indiscretos, nada es como parecía ser en los días de Drumstang o Hogwarts, tan simple, una nota al final del curso y ya.

 

No podía decirle que pronto se convertiría en mortífaga y que finalmente, quizá un día sus caminos se verían separados, la verdad era que Alexander se había convertido junto con Orión Black, una persona muy importante, salvo que, a diferencia del segundo, no podía compartirle el secreto que su elección de vida, y a juzgar por las reuniones celebradas con los demás aspirantes al bando oscuro, él no se encontraba entre ellos. Sólo podía rezar a alguna entidad superior, que no se encontrara entre los protectores de la luz, porque de solo pensar en alzar la varita contra él se le contraía el pecho. Se le escapa el aire de los pulmones. Atacar a Alex, era algo impensable.

 

Sumida en sus pensamientos como estaba, casi no distinguió el resto de palabras , supo claro que se trataban de halagos a sus habilidades con el sombrero, cuando se lo colocaron en la cabeza y logró escuchar la promesa del violín.

 

¿Tocas el violín? —preguntó interesada, aunque antes de obtener una respuesta, él ya extendía su mano hacia ella y le proponía dar un paseo por los recintos de los Ivashkov.

 

Se puso de pie tomando su mano, notando con alegría que el temor que normalmente sentía, ya casi desaparecía si se trataba del Lockhart, tomó su brazo con una sonris cálida y le señaló una fila de árboles casi al final del lago.

 

Tiene que prometerme que en su siguiente visita, traerá el violín consigo, y si se siente muy tímido, podemos coordinar un día en que el castillo no este con tanta gente —le comentó mientras bordeaban el lago y poco a poco dejaban atrás la manta en el cesped— Porque claro, espero que haya una siguiente visita Alexander —le confesó aunque sin mirarlo directamente—, habrá notado ya lo mucho que disfruto su compañía y la confianza que ha logrado despertar en mí. No las doy por sentado.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Sus pasos hicieron eco en el empedrado de ingreso al Castillo Ivashkov. La razón por la que había vuelto a Londres era porque en gran parte porque allí tendría una nueva familia, una madre adoptiva que la había acogido sin reparos y a quien debía ir a conocer. Sin embargo la primera vez que pasó por el Castillo sólo fue recibida por Leah, quien no tenía idea de su visita y después de una breve charla se halló tan solitaria como en el Castillo Black, de manera que retrocedió en sus pasos y dejó pasar el tiempo necesario para volver otra vez.

 

Y allí estaba otra vez, enfundada en una capa gruesa de color carmesí, como a juego con sus cabellos rojos, ahora recogidos en un moño alto. Sus ojos azules clavados en el enorme portón que se acercaba a cada paso que daba. Tenía el ceño fruncido y un humor de pocos amigos, pero esta vez no se iba a echar atrás hasta encontrar a su madre. Levantó el puño y llamó a la puerta, esperando ser recibida por un elfo doméstico o algo parecido, como si de una extraña se tratara. Esperó a ser atendida mientras una brisa helada golpeaba su rostro.

SemperFidelis

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Muchos días después de ambos roles con Lyra y con Alexander

 

Señorita, abajo se encuentra la Señorita Bridget, a la puerta —anunció su elfo doméstico, llamando su atención y logrando que Maida Ivashkov, dejara su lectura a un lado.

 

Conocía el nombre, era una hermana por parte de Lyra, una a la que le faltaba conocer. ¿Era ella la indicada para recibirla en el castillo? Sin demora alguna, decidió que eso lo iba a descubrir en el camino, y se desmaterializó de su habitación para aparecer en el recibidor y cerrar la distancia entre la puerta y ella con un par de pasos más. Abrió la puerta y ante ella se mostró una hermosa bruja, aunque para ser honestos, no encontró rasgos físicos que las unieran, quizá era la típica habilidad de Maida para compararse con Elphaba, una bruja verde y fea.

 

— Birdget, ¿cierto? —saludó sin presentarse y haciendose a un lado para darle espacio a pasar—, soy Maida Ivashkov, hija de Lyra, es decir, tu hermana.

 

Sin darse cuenta, hasta lo había dicho con un tono alegre, y es que la fascinaba por fin poder decir que conocta a brujas en Ottery, su círculo se había ampliado y eso la tenía mucho más que contenta.

 

Pasa, me parece que el Castillo está solo, pero la verdad, normalmente me encierro en mi habitación y no hago mucho caso a los que sucede a mi alrededor.

 

 

@@Bridget Wenlock

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Bridget aguardó tan solo unos minutos hasta que por fin la puerta se abrió haciendo bastante ruido. Una bruja de cabellos castaños asomó la cabeza y sonriente la llamó por su nombre, o al menos intentó, porque lo pronunció mal. Posterior al error del que ni siquiera se percató, se presentó como Maida, su hermana. La pelirroja se mantuvo en silencio con los labios fruncidos, y después de unos eternos segundos en los que sólo analizó los rasgos físicos de la chica, habló.

 

-Brrridget -gruñó, haciendo énfasis en la R para dejar en claro la pronunciación-. Es un gusto, hermana -añadió, extendiendo una blanquecina mano hacia la bruja, sonriendo con cierta frialdad.

 

Después pasó al acogedor recibidor, muy diferente del que estaba acostumbrada a rondar en la Black. Miró el estilo de los muros con recelo, aquél podía ser su nuevo hogar si así lo deseaba, pero su fuerte resistencia al cambio le hacía resaltar a sus ojos todos los aspectos negativos. Sacudió ligeramente la cabeza y se giró hacia Maida, que continuaba hablando amistosa.

 

-Yo suelo hacer lo mismo -comentó vagamente, iniciando una pequeña caminata para seguir observando aquél nuevo entorno. Su largo y delgado dedo índice se paseaba por la superficie de los anticuados adornos. Una delgada capa de polvo quedó impresa en la yema de su dedo y se la quitó distraídamente sobre el vestido-. ¿Lyra no está en el Castillo? Pensé que podía ser una buena ocasión para recibir una guía completa del Castillo, ya veo que me equivoqué... -continuó, y luego fijó sus ojos azules en Maida-. A menos que tú puedas llevarme a dar una vuelta por los alrededores -dijo, dejando la propuesta en el aire. Volvió a sonreír a la chica, pero esta vez con más calidez en su gesto.

 

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SemperFidelis

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