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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Fue una buena sugerencia lo del amuleto, pero el ciervo, el ciervo no era el animal indicado. Debía ser un águila, como el de su casa y apellido. La bruja le había dado una excelente idea, pero encontrar el amuleto ya no tenía tanta importancia. Más importancia le daba a sí aceptaría su invitación, si dejaría conocer a la persona que viste con esa hermosa piel. Hace un instante, cuando se encontraban tan cerca como para poder respirarse, pensó que de aquello saldría algo bueno. Sus ojos lo tenían a su merced.

 

En pocos segundos sus dudas fueron fulminadas por su mano tocando la suya, jalándolo a la sección de estar. El mago sonrío al ver como esa delicadeza lo tiraba, olvidándose como él del regalo. El nórdico notó el dejo de picardía en su voz y se lo quiso compensar como el hombre que era, pero no era el tiempo para ser tan descarado.

 

Se dejó guiar por la princesa, olvidándose de que esa mano le pertenecía. Al entrar había una pequeña alcoba, con mesas para té y hasta una cama. Brendon quería pretender que esa cama era de inventario, una decoración más, o tendría otra tentación encima. Con calma apartó la silla para Beryl para sentarla como todo un ingles. Luego de sentarse justo en frente de la dama tomó el folleto de lo que se podía beber allí. Hizo una mueca, nada de lo que estaba allí le apetecía.

 

—Lo siento. —Se disculpó soltando una risa— Pero nada de lo que está acá alienta mi apetito. —Niega con la cabeza y la mira con suavidad— Me temo que veré como tomas ese té, sin tener uno también.

 

Se pasó la mano por el cabello, quitando algunos mechones que amenazaban con opacar su vista y colocando un brazo sobre la mesa le dio toda su atención a la bruja.

 

—Fue una historia interesante. —Admitió— Aún no sé como tomarme el hecho de que eres una Romanov, pero eso puedo asimilarlo luego. —Le sonrió— Justo ahora solo quiero conocer a la persona que tengo en frente, sin pasado o futuro, quiero tu presente.

 

 

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Nos adentramos al lugar y llegamos a una especie de alcoba con una cama, la observé por un momento imaginando cosas demasiado perversas con el joven que se encontraba conmigo, moví mi cabeza negando dicha imaginación y nos sentamos en una mesa que estaba a un lado de la cama, frente a frente, tomé la carta para ver que me apetecía beber cuando note que el Ravenclaw no le agradaba el menú de bebidas, decidí sorprenderlo con un truco de magia.

 

 

-Cierra tus ojos e imagina la bebida que más te gusta-le ordene al nórdico suavizando mi voz.

 

 

 

De nueva cuenta tenía que meterme a la mente del joven como una especie de trampa para que le pudiese preparar su bebida deseada y que no se quedase mirándome beber sola mi té. El nórdico finalmente pensó en lo que le apetecía y la magia hizo su trabajo, en cuestión de segundos la bebida que quería estaba servida frente a él.

 

 

 

-¡Abre tus ojos!-le ordené de nueva cuenta con algo de emoción-Y Ahí tiene usted una bebida digna de un vikingo!-añadí con una pequeña risilla.

 

 

 

Luego de mi truco de magia para impresionar al Ravenclaw, el mesero llegó y pude pedir finalmente mi bebida, no estaba tan acostumbrada a la gastronomía inglesa, sabía que en este lugar se podía preparar bebidas internacionales o a tu gusto, así que pedí un russian caravan, me encantaba este estilo ya que todos los días en el palacio nos lo servían en el desayuno, uno de mis favoritos después del té verde y el té negro.

 

 

Nos quedamos solos de nuevo y el Ravenclaw soltó su mano sobre la mesa fijando sus ojos junto con su atención para mí, su acción me puso nerviosa e incluso me hizo sonrojar, acto seguido dijo que quería conocer a mi yo presente, no le importaba mi pasado o futuro, me sonroje aún más, no sabía que responder, no quería cometer una estupidez ante él.

 

 

-Bueno, Soy conocida como Beryl Serenity Rambaldi, una joven proveniente de una familia italiana y rusa acaudalada, graduada de Hogwarts y de una universidad muggle llamada Oxford, me gano la vida como reportera en el diario el profeta, amo leer novelas románticas, bailar vals, viajar y debatir sobre temas de relaciones internacionales, se demasiado acerca de la Rusia imperial, Amo aprender cosas nuevas pero productivas, suelo ser muy apegada a mi familia y a su madre, a pesar, soy algo testaruda, imperactiva, traviesa y suelo herir a gente por mis comentarios tan severos y muy honestos, no sé qué más quiera saber usted de mi-dije al Nórdico.

 

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Frunció el ceño en cuanto le pidió que cerrara sus ojos pero sin chistar lo hizo y pensó en la cerveza que servían en la taberna cerca de su casa. Donde sus amigos vikingos y él podían pasar noches festejando las nuevas cosechas y saqueos del mes. En cuanto le nórdico abrió los ojos la misma bebida con la misma jarra de bordes rotos estaba en su frente. Se echó a reír y bebió de ella para comprobar si lo que decía era cierto. Y lo era.

 

Agradeció el gesto y esperó a que el pedido de la dama fuera traído. Estaba ansioso por conocer su identidad y todo lo que hacía para reprimir a la Anastasia que vivían en ella. Notó e leve rubor de sus mejillas y no pudo evitar sentirte orgulloso. Que lo viera como un hombre atractivo era una gran hazaña, le sonrió de lado en respuesta y escuchó con atención todo lo que dijo luego.

 

Todo lo que escuchó le pareció interesante, desde su titulo muggle hasta sus comentarios severos y estulticia. A pesar de todos los años que debe tener encima la dama se comportaba como alguien juvenil y lleno de vida, haciendo facciones y teniendo actos de una adolescente.

 

—Eso estuvo interesante. —Habló con sinceridad mientras bebía un trago de su cerveza— Has llenado casi todos los espacios de mi curiosidad.

 

Pero había un tema que ella no había dejado en claro ¿Acaso se había casado o tenido la oportunidad de una relación siendo Beryl y no Anastasia? Con ese rostro y silueta de seguro varios estaban encantados con la Rambaldi. Pero de eso no había nombrado nada y quizás el nórdico luciría como un entrometido si preguntaba, pero, la estaba conociendo y se sentía seguro de hacer aria preguntas.

 

—¿Qué hay de la relaciones? ¿Alguien ha sido muy afortunado como para gustarte?

 

Brendon la miró expectante, bebiendo una vez más de su cerveza.

 

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  • 2 semanas más tarde...

-Me alegro que lo veas así-dije mientras le sonreía-Ah sí?, que afortunada soy entonces-Añadí

 

 

El Ravenclaw quedó impresionado con el truco, estaba fascinado con mi vida, el ritmo de nuestra conversación, todo. Iba bien la convivencia con el joven hasta que tocó el tema de las relaciones, al escuchar su pregunta me ahogue con el trago de té que di a mi taza, comencé a toser y me sonroje como nunca en mi vida de la incomodidad que sentía en el momento.

 

 

-Existió alguien, era alguien mayor que yo, pero digamos que las cosas se tornaron difícil y lo dejé ir, ya ha pasado tiempo, todo está curado, estoy abierta a conocer a alguien nuevo pero no estoy dispuesta a llorar más-dije mientras veía por una ventana y limpiaba mis lágrimas disimuladamente.

 

 

La verdad no quería hablar del Black, ya que me causaba un poco de melancolía recordar nuestro breve romance en los terrenos de mi amado palacio en Rusia. Quería empezar de nuevo mi vida personal, aceptaba que había cometido un par de errores en el pasado pero ahora todo sería diferente, deseaba sentirme feliz y plena con alguien más acorde a mi edad, bueno, mi mentalidad joven y apariencia.

 

 

-¿Por qué te interesa saber sobre mi vida sentimental?-dije mirando al nórdico sonrojada pero con intriga debido a su cuestionamiento.

 

 

@@Brendon Ravenclaw

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando Mel entra al negocio para hacer la limpieza semanal, nota enseguida que es raro no ver a Richard tras el mostrador. Sin embargo, el local parece estar perfectamente, así que en lugar de limpiar, se coloca tras la vitrina de exhibición y pasa un buen rato sentada en el taburete sin que lleguen clientes.

 

Cuando ya llevaba por lo menos una hora sin hacer gran cosa, es que decide prepararse un poco de té. No le cuesta nada rebuscar un rato en la trastienda, hasta dar con un juego un tanto gastado. Así que pone a hervir un pequeño caldero sobre un fuego transportable, que llevaba consigo en un tarro de metal de boca ancha. Cuando el agua está lista, termina por echarla en la tetera y enseguida, puede sentir el olor del té de jazmín inundar el recinto.

 

Es entonces cuando la campanilla suena y llega la primera clienta del día.

 

—Ah... ¡Ellie! —Mel pone en una bandeja unos panecillos que había guardado del día anterior y que se había cuidado de conservar con un par de encantamientos para mantenerlos frescos, blandos y tibios— Me has encontrado justamente antes de mi segundo desayuno, ven, tomemos una taza.

 

Apaga entonces el fuego de la lata con unos toques de la varita, sirve el té en el par de pocillos que descansan sobre la bandeja de madera y extiende uno hacia donde supone que se va a colocar la muchacha.

 

De alguna forma, han conseguido habituarse la una a la otra a pesar de ser tan distintas y Mel no puede evitar pensar que todo se debe a que Ellie es tolerante pero también amable. No mucha gente sabía lidiar con Mel, sus formas excéntricas de socializar o su condición de licántropo. Menos aún la gente ingeniosa, irónica y alzada del ministerio.

 

Así que también comparte los panecillos y se lleva uno a la boca, despreocupada, sin notar el humo que ha empezado a llenar el espacio sobre el suelo tras el mostrador.

 

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Caminando por el bulevar, Ellie observa las vitrinas de la variedad de negocios instalados en el Diagón. Su nariz se deleita con el olor de los postres recién sacados del horno, mientras que sus ojos no pueden evitar toparse con las nuevas túnicas a la moda (más cortas y más ligeras, para esa época del año) o los mejores libros de magia... y ella, internamente, se lamenta de tener los bolsillos llenos simplemente de plumas y pelusas. Haber decidido tomarse una "temporada sabática" para dedicarse nada y más y nada menos que a la enseñanza, un trabajo todavía peor pagado que el del Ministerio de Magia, de repente parece una condena a la pobreza. Todavía no ha hablado del tema con Mel y Richard. Sabe que su prima la apoyará, pero el excéntrico mago es tema aparte; Ellie está convencida de que no le gustará la noticia, no porque se preocupe por ella en realidad, sino porque menos ingresos en el hogar de los Moody significa posponer todavía más el bendito "salón de música".

 

Le gustaría aprovechar esa mañana, ya libre de deberes de la Universidad, para reunirse con Mel y probablemente terminar hablando del tema. Por eso, camina buscando la tienda de antigüedades, donde varias semanas atrás ocurrió el primer incidente del juego de té encantado (o maldito) de Richard.

 

—¡Ellie! —la saluda Mel, cuando abre la puerta y hace sonar la campanilla, anunciando la llegada de un cliente. Espera que su prima no haya esperado a alguien que pudiera hacerle ganar una buena comisión por una venta...— Me has encontrado justamente antes de mi segundo desayuno, ven, tomemos una taza.

 

Hiya, Mel —le responde a su prima. Si bien Ellie no es tan glotona como su prima, es muy difícil negarse a la comida. Es de mala educación, como le decía sus padres, entre risas—. No sabes lo bien que me cae, estuve caminando por aquí y los olores de la panadería me despertaron el apetito.

 

Si bien no es una amante del té, sí le gustan los panecillos remojados con algo (café con leche sería ideal), de modo que camina hasta el mostrador, donde Mel ha dejado la bandeja de bollos y los pocillos de té. Es cuando va a tomar uno, que se da cuenta de que reconoce las tazas. De inmediato, busca la tetera con la mirada.

 

«Es...».

 

—Oye, Mel, déjame...

 

Pero es muy tarde. El humo comienza a llenar la estancia, nuevamente, haciéndola desaparecer... o, mejor dicho, haciéndolas desaparecer a ellas de allí, pero ¿a dónde? ¿A quién? Mel la observa entonces confundida, con la boca llena de pan dulce y los labios salpicados de azúcar, y Ellie se da cuenta de que ella no estuvo la última vez.

 

—Mel, ¿estás bien? Ehm... ¿Richard no te dijo nada de ese juego de té, no es cierto?

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Mel mira alrededor sin poder creérselo. No están en Londres, Mel reconoce esos bosques como la palma de su mano, luego de que el humo se fuera y las imágenes terminaran de enfocarse. Al ver la expresión de Ellie y escucharla con atención, se da cuenta de que ella parece saber lo que pasa. Mel sin embargo, no se encuentra bien y le cuesta tragar el trozo de panecillo que tiene en la boca.

 

—¿Por qué estoy aquí? —el mirar alrededor sólo hace que sus sentidos se agudicen y se sienta todavía más alerta y preocupada. Su rostro se mantiene sereno, pues de pronto siente la necesidad de mantenerse "bajo control"— Richard no dijo... no entiendo nada.

 

Niega con la cabeza dejando caer la fachada de indiferencia y suelta un suspiro con expresión resignada. De alguna forma, ese bosque pertenece a un pasado lejano que, a pesar de todo, no desea compartir con nadie. Los Moody son personas amables, se han portado con ella de una manera que realmente no merece pero Mel no puede evitar pensar en que no desea que nadie más mire en su pasado, porque no hay muchas cosas allí de interés para nadie más que para ella. Los Moody se están convirtiendo en su familia poco a poco, pero no lo son del todo todavía. No está segura de cómo explicarlo.

 

—Uhm... estoy bien.

 

No sabe qué es lo que está ocurriendo pero los olores, el sonido e incluso la sensación de estabilidad bajo sus pies se siente muy real y si se encuentran en el bosque, pues es mejor ponerse a resguardo. A Mel no le pasa desapercibido el hecho de que es de noche. Así que se obliga a encarar a su prima y convencerla de que deben trepar un árbol.

 

—Podremos ver mejor desde allí —insiste a pesar de que Ellie no luce convencida—. Estaremos resguardadas y a la vez tendremos una mejor idea de nuestra ubicación.

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Poco a poco, las nieblas se disipan y Ellie comienza a distinguir el paisaje que las rodea. Sobre ellas, se levanta una bóveda estrella y la luna llena las baña con su resplandor pálido; los altos árboles las rodean y la brisa nocturna y fría le pone la piel de gallina. Es un bosque completamente desconocido para ella... no obstante, lo que dice Mel, no pasa inadvertido para ella. «¿Por qué estoy aquí?», dijo. Aquí. Como si supiera qué lugar es "aquí". Sin embargo, lejos de tranquilizarse por ello, aquello parece algo malo. Su prima parece extrañamente exaltada.

 

—¿Resguardarnos de qué? —pregunta Ellie, pero Mel no le hace caso, pues está muy preocupada intentando buscar la mejor forma de subir al árbol. Finalmente, suspira, rindiéndose ante la lógica de su prima. Si sus sospechas son ciertas, lo mejor es que la obedezca.

 

No sabe si sea buena idea usar magia, así que, se arremanga la túnica para treparse al árbol, siguiendo lo que hace Mel... lo cual es toda una hazaña, para alguien en su condición física. Por fortuna, su prima advierte sus dificultades y la ayuda a subir, sin hacer comentarios sobre su peso (lo cual agradece). Cuando están encaramadas sobre el árbol, sentada cada una en una gruesa rama con las piernas recogidas, Ellie se atreve a hablar de nuevo.

 

—Oye, Mel... ¿tú sabes dónde estamos, no es cierto?

 

En ese momento, escucha un aullido. Y, entonces, todo tiene sentido.

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Hace un terrible esfuerzo por concentrarse pero el sonido que llega a sus oídos no es el de un compañero. Los que aúllan a la luna, son lobos regulares, las bestias de cuatro patas y no una criatura que deviene de un humano en luna llena. La luna no ha terminado su ciclo y por eso ella todavía se mantiene en sus cabales.

 

—Sí.

 

Sus sentidos se encuentran al máximo, cuando susurra eso y se agazapa al borde de la rama más parecida a un gato que a un lobo. Olisquea el aire pero no puede percibir más que el aroma natural de la vegetación, la tierra y el viento helado. Está segura de que, si estuvieran cerca, podría haberlo sentido en el aire así que se relaja un poco. A la par, suelta una exhalación cargada de frustración.

 

—Lo siento, no tengo idea de cómo hemos terminado aquí —se escurre arrastrándose de vuelta a dónde dejó a su prima, sintiéndose un poco más segura allí arriba, al resguardo de las hojas—. Es un tanto...

 

No se atreve a seguir debido a que todavía no supera el efecto que ha tenido en ella, ver todo eso, tan familiar, al lado de su prima. Nunca había esperado que sus dos mundos, tan separados, tan apartados no sólo en la realidad si no también en dos espectros distintos en su mente, tuviesen la posibilidad de cruzarse de alguna forma. La sola idea necesita un tiempo para asentarse y que Mel se permita familiarizarse con ella.

 

—No deseaba obligarte a subir tampoco, pero sigo creyendo que es lo más oportuno —informó sin más, también en parte a manera de disculpa, pues todo eso debe resultar molesto para Ellie también, prácticamente haber sido arrastrada hasta allí.

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Su reacción tan brusca ante la pregunta le hizo arrepentirse, el color rosado de sus mejillas era encantador pero no había que ser un genio para darse cuenta que esa pregunta le incomodaba ¿Se había pasado de la raya? Quizás, con todo lo que ha vivido no le sorprendería que el amor para ella fuera complicado de dar y recibir, aún así obtuvo una respuesta y con eso dio el tema por sanjado. No le importaba quien le hizo daño y si el tema era demasiado entonces no lo alargaría.

 

Él sí había tenido una vida amorosa extensa y que aún no terminaba, algunas relaciones como estrellas fugaces y otras tan solidas como una piedra. El escandinavo había probado de todo y no se había cansado. No sabía si hablar de su vida amorosa compensara en algo o le ayudaría con una sonrisa pero debía decir algo antes de que el silencio se volviera incomodo.

 

—No sé lo que pasó entre ustedes pero si alejada de él estás mejor... entonces espero que nunca vuelvas a su lado. —Le nórdico le regaló una media sonrisa y se osó a tomarle la mano que reposaba sobre la mesa, la acaricio con el pulgar con suavidad como gesto de apoyo y volvió a la conversación—Gracias a Freyja yo no he tenido tantos males amorosos.

 

Tomó de su cerveza casi acabándola cuando escuchó su pregunta, acomodó las mangas de su suéter pensado en una respuesta. La tenía pero debía ser más sutil al decirla, de toda su historia no escuché sobre algún pretendiente y ahora que lo sé solo escuché la historia de uno y ese le rompió el corazón ¿De verdad le iba tan mal con el amor?

 

—Porque en toda tu historia no lo mencionaste. —Posó los orbes grises en su rostro— Desde que te vi me pareces alguien increíble, tanto por tu historia y ese hermoso rostro, me pareció realmente extraño que no dijeras nada sobre ello.

 

 

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