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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Mantuvo su mirada firme en la bruja, que parecía decepcionarse cada vez al darse cuenta de quien era verdaderamente el nuevo Neos que tenía frente a ella. Los cambios no siempre eran para bien de quien los observara, aunque no se había equivocado en encontrar ciertas esperanzas en los que el Triviani había sufrido.

 

Sonrió.―No volveré al escuadrón nuncale dijo.―Pero como bien sabes si me conociste bien, haré lo que deba hacer allá donde tenga una responsabilidady si Bel, si ella quería saber si Neos sería capaz de capturarla o matarla, si tenía una máscara en el rostro no dudaría en hacerlo. Por sobre todo, era un mortífago, por sobre todo, la marca era el poder absoluto. Pero si podía evitarlo, de alguna forma que no comprometiera sus ideales, por ser ella, probablemente lo haría.

 

―Y yo te lo agradezcole dijo, comprendiendo que la conversación había llegado a su final, curiosamente no a causa de él. Había sido más sincero de lo prudente, pero creía que ambos se tenían un mínimo de respeto como para honrar su pasado y no llevar las confesiones a un nivel más violento.

 

Comenzó a caminar hacia la salida, creyendo que lo mejor era volver otro día, cuando la bruja volvió a dirigirse a él.―Nada es imposible vieja amiga, solo debemos ser capaces de diferenciar una amistad de lo... laboralrespondió, luego se encogió de hombros.―Quien sabe, quizás necesito a alguien que quiera compartir mi castigo y mis ansías, y no quien me critique por la forma de caminar la distancia que me separa de la muertedijo volviendo el rostro para mirarla por última vez.―Adiós Bel, espero sinceramente que nos volvamos a verfinalizó, antes de girarse para abrir la puerta y perderse entre la gente que visitaba el callejón.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Él dirigiéndose hacia la salida y yo camino al mostrador era la muestra física de la distancia que siempre existiría entre nosotros. Apreté los puños, intentando apaciguar la contrariedad que seguía extendiéndose dentro de mí, de saber que por muy "buena" persona que pudiese parecerme, lo que él consideraba "laboral" era en realidad lo que dotaba de sentido a mi vida.

 

"Así que no volverá al Escuadrón"

 

No podía decirlo en voz alta, pero tenía la corazonada que volveríamos a vernos, más tarde que temprano. No solo porque Ottery resultaba ridículamente pequeña, sino sobre todo porque no había dejado de rondarme la idea de volver al Ministerio, aunque esta vez ya libre de cualquier atadura, del temor de no poder mostrarme abiertamente como miembro de la Orden del Fénix.

 

Me obligué a observar el mostrador y tocar la campanilla colocada en el extremo derecho de la misma. Una multitud de objetos, los más ontentosos, se mostraban allí, brillantes y de ciertamanera inmunes al paso de los años y sus daños. Estaba segura que al entrar alguien había estado tras el mostrador, mas ahora el lugar se encontraba vacío.

 

¿Sería que tal vez el haber convocado un patronus había despertado las alarmas del dependiente? Negué con la cabeza, no podía ser eso, no si el negocio pertenecía a la familia Moody (aunque bueno, en realidad era más Richard quien había invertido en ese dudoso lugar).

 

- ¡Por favor, alguien que atienda!- alcé la voz por encima del timbre que tocaba por cuarta voz- ¡vengo por un objeto muy especial, una tiara de bodas!

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  • 1 mes más tarde...

Desde ese lejano día en que atendiera a Bel Evans McGonagall y le vendiera la vieja tiara, habían pasado varias cosas. La primera, era que Catherine se había marchado a Louisiana. La segunda, que Melrose parecía haberse al fin asentado en Londres y la tercera, que Richard había encontrado en una esquina de la tienda una vieja tetera de cobre, con un juego de pocillos de barro.

 

Richard no era una persona que se sintiese particularmente atraída hacia ese tipo de artículos pero la tetera llamó su atención desde el primer instante. Era una antigüedad fuera de lo común, posada sobre la bandeja de madera encantada que no parecía maltratarse ni con el tiempo ni el agua hervida. Tenía una asa prominente y estaba recubierta con una capa que le otorgaba un color dorado, que sólo se veía contrastado por la cobertura que tenía una parte del mango, de color negro y que no conducía el calor, así como el sujetador de la tapa, también negro.

 

Richard había encontrado también una serie de hierbas junto con la tetera pero aún no se había animado a probarlas. Sus acciones habían sido netamente experimentales echando agua hervida por un lado u otro o dejando la tetera en una esquina pero ninguno de los artículos de la colección parecían verse afectados por nada de lo que hiciera: ni los pocillos, ni la tetera y menos aún la bandeja que al principio le había parecido el artículo más vulnerable de todos.

 

Si tenía que decirlo abiertamente, se encontraba sana y sinceramente intrigado. Así que por lo pronto, y mientras no estuviese seguro de su valor, había decidido guardar la tetera junto con los demás artículos en la trastienda. Por eso había terminado olvidándolos y, finalmente, encontrándolos luego de tropezar con ellos y casi darse de bruces contra el suelo.

 

―¿Pero qué...?

 

Y ahí estaban, fuera de haber hecho mucho ruido contra su pie, intactos y relucientes como el primer día. Richard frunció el ceño casi con aburrimiento, preguntándose si es que realmente podría sacar un valor decente de ellos cuando alguien hizo sonar la campañilla, señal de que habían ingresado al local. Así que salió al mostrador a atender, decidiendo que pensaría sobre ello más tarde.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Iba caminando distraída, había disidido salir para relajarme, despejarme un poco cuando a lo lejos observo una tienda que llama mi atención. A medida que voy acercándome me percato de una entrada amplia y unos escaparates que se observan tras la vidriera.

 

-¿Antigüedades? interesante....- Camino a paso lento hasta la entrada y empujo la puerta, tras escuchar un tintineo brinco de asombro mientras observo una campana sobre la puerta. Pasando mi mirada por alrededor del local veo que está solo, me dirijo a paso lento por el primer pasillo de anaqueles, observando todas las antigüedades que posee la tienda mientras me pregunto cuanta historia habrá tras cada articulo

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Han pasado un par de años desde la última vez que Ellie visitó el Callejón Diagón, ni siquiera para renovar su guardarropa ― por lo que la túnica que usa, una sencilla y lisa de color azul marino, tiene una apariencia deslavada e incluso un par de costuras sueltas. Al salir por el paredón mágico tras el Caldero Chorreante, se siente desorientada inmediatamente: es completamente diferente. Hay muchos negocios nuevos, la mayoría de apariencia "moderna", que le recuerdan más bien a los centros comerciales muggles. No son sólo edificios nuevos, renovados, sino que hay rubros que jamás se habían visto en la comunidad mágica: discotecas, bufetes de abogados, agencias de seguridad, pistas de patinaje, piscinas... No es que Ellie esté en contra del enriquecimiento cultural. Aprecia ciertas virtudes de los muggles, su forma de hacer cosas inimaginables solo usando sus conocimientos y sus manos, sin una varita mágica, sin una pizca de magia. Pero aquello resulta abrumador.

 

Se refugia en el primer lugar que le parece confortante: una tienda de antigüedades, que expone en sus vitrinas un mobiliario que le hace pensar en la eterna fiesta de té del Sombrerero Loco, de Alicia en el País de las Maravillas. Un olor que le hace pensar en un pergamino sin mucho tiempo sin desenrollar, en un antiquísimo grimorio, invade sus fosas nasales. Ese olor es familiar y cálido, a pesar del frío de aquella tarde de invierno.La campanilla de la puerta anuncia su entrada.

 

La única cliente parece ser una muchacha joven, que observa con interés algunos artefactos llamativos. Además, tras el mostrador cercano a la entrada, está un dependiente. Al principio, sólo puede ver su silueta de reojo. Por inercia, vuelve el rostro hacia él y nota que se trata de Richard, el hermano adoptivo de Mel.

 

Hiya ―saluda Ellie, de una típica forma escocesa―. Lindo lugar ―dice, sin darse cuenta de que está usando un tono muy alto para dirigirse a alguien que está tan cerca, en un lugar tan poco concurrido―. Creo que es uno de los más normales... No entiendo por qué hay tantos negocios tan exuberantes... con tanto... ―hace un gesto en el aire con ambas manos, en forma de espiral, mientras busca una palabra que describa un montón de adornos brillantes y llamativos― eh, ya sabes ―resuelve, esperando que Richard entienda a qué se refiere.

 

>>Eh... ¡tú! ―exclama repentinamente, al volver la mirada hacia la otra cliente, y notar que en la repisa a sus espaldas una bola de cristal parece tambalearse― ¡Cuidado que se cae esa cosa!

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Mientras observaba con curiosidad los objetos en el anaquel, escucho el tintineo que anuncia la llegada de otro cliente al lugar. Escucho que conversa con el dependiente le doy un breve vistazo dándome cuenta de que es una chica, pasando las puntas de mis dedos delicadamente sobre un objeto extraño ante mis ojos, dejo de escuchar la voz de la muchacha.

 

>>Eh... ¡tú! - escucho inesperadamente y volteo bruscamente hacia aquella voz, sintiendo a mis espaldas una breve sacudida girando mi rostro me percato de que una bola de cristal está por caerse usando mis rápidos reflejos logro alcanzarla antes de que toque el suelo. Volteo asustada hacia el dependiente y sin saber que hacer me quedo en la misma posición alternando mi mirada entre el chico tras el mostrador y la chica que entro hace apenas unos minutos....

 

-Justo a tiempo- digo soltando una ligera sonrisa intentando así liberar un poco la atención que tengo de estas dos personas.

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Para mi sorpresa, el objeto que buscaba no lo había conseguido con los contactos con proveedores que tenía de "Mega Ayudas Sagitas", el negocio que ahora tenía mi hijo. No me lo esperaba. Mi red de compra y venta de todo tipo de productos era amplia y reconocida, tanto en el área legar de Diagon como en zonas no tan claras como en el Callejón Knocturn.

 

Sin embargo, no había encontrado la vasija que buscaba. Sólo uno de ellos se atrevió a insinuarme que acudiera a una tienda de Antigüedades. Le miré feo pero después deduje que tenía razón; si estaba interesada en una antigüedad de la época minoica, sería el mejor sitio. Ahora... ¿Dónde encontrar una de ellas en Ottery?

 

Harpo, mi elfo, se encargo de solucionarlo. No sé de donde sacará la información. Yo sospecho que, entre los elfos, tienen una red direccional de indagaciones y son capaces de encontrar una aguja en un pajar. La cuestión es que me sorprendió de nuevo facilitándome el nombre de una tienda de antigüedades no muy lejos de mi negocio de la Agencia de Viajes. Hacia allá dirigí mis pasos.

 

Desde fuera parecía un lugar agradable. Desconocía quién o quiénes eran los dueños pero eso no importaba. Conocía a más de la mitad del pueblo por mi pasado de comerciante, algo que había ido delegando en mis familiares para poder dedicarme a mi papel de Warlock en el Ministerio de Magia, que era de donde conocía a la otra mitad del pueblo. Así que pronto averiguaría si aquellos comerciantes podrían ayudarme en mi tarea.

 

Al entrar, un ambiente grato me acogió, provocando una sonrisa perturbadora en mi rostro. Si conseguían que me sintiera cómoda dentro, tal vez comprara más de lo previsto. Me dediqué a observar lo que se exponía a la vista cuando una voz alertó de una cosa a alguien. Me encogí un poco, mirando a mi alrededor por si yo estaba tirando algo sin darme cuenta. Actué con la varita antes de que yo misma me diera cuenta y sujeté, con magia por supuesto, una bola que parecía levitar con mi hechizo desde las manos de una chica desconocida con la que parecía hablar mi compañera de bando.

 

-- ¿Ma...Deleine...? ¿Es que es tuyo este negocio? Juro que yo no fui quién tiró este objeto... hem... preciado...

 

Me di cuenta que estaba siendo descortés porque al fondo había un hombre, tal vez el dueño o dependiente, y había obviado a la chica que estaba en el lugar y a la que había ido dirigida la advertencia.

 

-- Hola, soy Sagitas Ericen Potter Blue. ¿Es usted la última? No quisiera que pensara que soy una maleducada si no guardo mi turno para comprar algo.

 

No pregunté quién era porque soy chismosa pero sé que no está bien preguntar eso a la gente; no suelen tomarse bien que les interroguen los desconocidos. Porque su cara no me sonaba y eso me daba curiosidad. ¿Sería nueva en el pueblo?

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Al sentir otra presencia, subo la mirada y veo a una mujer de mediana estatura con un llamativo cabello violeta apuntando con su varita hacia la bola de cristal en mis manos dándome cuenta que fue ella quien salvo dicha bola, regresando a mi posición inicial el lugar se vuelve silencioso. Volteando lentamente me dispongo a continuar observando el anaquel.

 

Empezando a tararear en un tono bajo alguna canción que recuerdo haber escuchado, surgiendo en mi unas ganas de comprar estás llamativas antigüedades. Acomodando la corona de flores de mi cabeza giro disimuladamente observando a las personas que permanecen paradas en la entrada del lugar.

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Ellie parpadea varias veces, confundida, como si aquella acción fuese a aclarar la escena. Aquella joven muchacha tiene la bola de cristal en la mano, pero cerca de ella hay una mujer con la varita en la mano. No sabe a quién felicitar por haber rescatado lo que debe ser una antigüedad. Todavía buscando una respuesta, observa a Richard; sin embargo, él permanece en silencio, con el rostro inescrutable. A pesar de que apenas lo conoce, sabe que se trata de un libro muy difícil de leer. Y una galleta difícil de roer.

 

La mujer de cabello violeta la observa cuando habla. Sin embargo, tiene que estar confundida, pues no sólo no la conoce, sino que no sabe quién es Madeleine. ¿O...? No sabe quién es, pero el nombre es familiar. Recuerda que, al llegar al castillo asentado en las Southern Uplands, Mel, al hablar de cómo Richard la recibió, mencionó a una tal Madeleine. Sin embargo, desde aquella vez, no ha vuelto a ser un tema de conversación.

 

―Fue un accidente ―repone Ellie, sin hacer ningún comentario sobre su confusión.

 

A pesar de que ahora la mujer se dirige hacia la muchacha, escucha con claridad su nombre. En Escocia conoció a varios "Potter", aunque a ningún "Potter Blue". Sin embargo, es cierto que aquel apellido no es muy raro y Gran Bretaña es muy grande, incluso si sólo se reduce a su comunidad mágica. Si Ellie no se presenta, es porque no lo considera necesario. Sin embargo, se aleja un poco del mostrador y se acerca a ambas, a pesar de que cada una parece ir por su cuenta. A pesar de que Ellie tiene un carácter introvertido, no es tímida.

 

―No soy la encargada del lugar, pero podría decirse que sé un par de cosas sobre antigüedades ―musita sin ocultar su acento escocés, y tampoco sin estar muy segura de lo que hace. No puede negar que siente que está actuando a la fuerza, como un intento desesperado para integrarse a la comunidad mágica inglesa más allá de los Moody. Después de todo, no considera su estadía en Ottery St. Catchpole como algo temporal, sólo por cosas del trabajo. Quiere estar cerca de la comunidad, no porque le hagan falta amigos o atención, sino porque lo ve como algo didáctico, como una forma de aplicar de verdad sus años de estudio―. ¿Están buscando algo en específico? ―prefiere no mencionar que trabaja en el departamento de Misterios. Su familia, esta nueva familia que son Richard, Mel y Athena lo saben. Se los confió por el simple hecho de ser Moodys, así como confió en ellos mismos casi de inmediato. Pero con estas personas a las que apenas conoce, es diferente. Y no es necesario, tampoco, andarlo divulgando...

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Richard Moody

Richard ladeó la cabeza para reposar la mejilla en la palma de su mano con una expresión entre divertida y serena. Hacía mucho tiempo que no había tenido tal grupo de clientes. Las personas solían entrar de uno en uno o cuanto mucho de dos en dos. Tres ya era casi una convención. Hasta poco antes de ese instante, se había mantenido imperturbable pero decidió que era momento de al menos darles la bienvenida. Ellie era ya de su familia y Potter Blue era bastante conocida en el Callejón y Ottery. No era el caso con la tercera muchacha pero no tardaría en averiguar de quién se trataba.

 

―Hey, Ellie ―fue cuanto contestó en dirección a la joven bruja como réplica a su saludo.

 

Cuando ella hizo referencia al resto de negocios del callejón se limitó a soltar una carcajada y asentir. Después de todo a él le había sucedido parecido la primera vez. A la par, alcanzó a apreciar en cámara lenta el incidente con la bola de cristal, aunque dado que no pasó a mayores decidió que bien podía aprovechar para hacer las veces de dependiente y anfitrión.

 

Sin embargo Ellie se le adelantó, por lo que Richard sólo se quedó observándola con expresión intrigada. En lugar de callarla, se limitó a salir de detrás del mostrador y pararse junto a la muchacha más joven, como si se dispusiera a escuchar con mucha atención cada palabra de cuanto Ellie tenga para decir. De manera rápida, sólo dijo "Buen día, mucho gusto y bienvenidas al Antiquités de Cathecir. Mi nombre es Richard Moody y espero serles de alguna ayuda" haciendo una corta venia en dirección a Potter Blue y la muchacha que no conoce, antes de volver nuevamente la vista hacia Ellie. Después de todo, los que lo conocen saben que detesta hablar en demasía y si Eileen puede ahorrarle el discurso y la resolución de dudas, tanto mejor.

Editado por Melrose

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