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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Sintiéndome un tanto cohibida por la mirada de las ahora tres personas, decido darles la espalda para disponerme a seguir observando el recinto, pero una voz me detiene con lo que parece ser una presentación,- Soy Zoella - respondo cortamente dando una leve sonrisa sin mostrarle mis dientes.

 

De reojo visualizo otra figura acercarse, ofreciendo su ayuda. Negando hacia ella levemente musito un "gracias" y sigo con mi observación. Escucho otra presentación por parte del dependiente del lugar, -Zoella, un placer conocerle - respondo sin más dando un paso hacia atrás para continuar contemplando las antigüedades que están a mi alrededor. No soy mucho de hablar así que esa pequeña presentación me basta para empezar a moverme con más confianza por todo el recinto mientras sigo tarareando aquella melodía que suena mi cabeza. A lo lejos hay un objeto desconocido ante mis ojos, con el ceño fruncido me voy acercando ladeando mi cabeza tratando así de adivinar que clase de objeto es lo que mis ojos contemplan. Sin éxito alguno de reconocer aquella pieza tan llamativa, decido continuar mi contemplación a lo largo del pasillo.

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Historia

Cuando aquellas tres personas ingresaron y se mantuvieron en el local, el encantamiento de aquella pieza de colección se activó. No era un producto usual por supuesto pero tampoco era que su magia fuese insólita. La tetera dorada, había pertenecido a una anciana bruja solitaria, uno de cuyos insólitos disfrutes consistía en viajar a través de sus recuerdos. Para ello, solía hacer uso de su juego de té, rodeada de un hálito gaseoso, que tenía una consistencia similar al humo fino o la niebla.

 

La última vez que aquella bruja hiciera uso de dicho artículo antes de su muerte, había sido hacía cincuenta años. Había estado esperando visitas, exactamente tres de sus sobrinos. Era un hecho de celebración y por ello, había querido agasajarlos con un excelente servicio de té, acompañado de algunos pasteles y galletas. Sin embargo, dicha reunión nunca había llegado a celebrarse. La bruja había muerto antes de que se concretara.

 

Así, el juego de té había estado aguardando tan esperada ocasión para poder activar sus poderes. Por cincuenta años, tal reunión nunca había sucedido. Sin embargo, ahora era diferente. Richard había estado tan absorto, que ni siquiera había notado la niebla que salía de la trastienda si no hasta que Zoella se hubo presentado y dispuesto a examinar los artículos instalados en la parte más adyacente al mostrador del anaquel a la derecha de Richard. Para cuando lo vió, era ya una gruesa estela que empezaba a rodearlos.

 

―¿Pero qué...?

 

Alcanzó todavía a acercarse y pasar detrás del mostrador antes de que aquel gas lo tocara, aunque por supuesto no le hizo ningún daño. Fue por ello que la estela gaseosa tomó sus recuerdos en primer lugar y no los de alguien más. Sin embargo, la bruja había tenido diversas formas de activarlo, formas de las que él por supuesto, nada sabía.

 

Sólo alcanzó a atisbar cómo el humo provenía de la tetera con la bandeja y las tazas intactas antes de que notara que tanto él como el resto de las personas en la tienda ya no estaban en ella. Había parqué bajo sus pies y un ruido que se le hacía incómodamente familiar. Un ruido que sin duda, eran conversaciones superficiales en alemán antiguo.

 

―Preußen ―susurró entonces alarmado, recordando, cosa que no hacía todos los días.

 

Muchos allí, incluida aquella chica Zoella, ni siquiera tenían una pálida idea de cuánto había vivido y cómo si su cuerpo seguía siendo el de un humano. Richard se volvió entonces y confirmó lo que ya había adivinado: que estaban en Brandeburgo, en alguna época entre 1618 y 1700. El ruido que llegaba hasta ellos eran las conversaciones de un grupo de conocidos suyos, de la época en que se había refugiado entre comerciantes y parte de la baja nobleza gobernada por Federico Guillermo de la Casa Hohenzollern, lo que significaba que sin duda, allí afuera le esperaba un aburrido grupo de protestantes salvo por un par de nobles disipados que no creía tan a pie juntillas a Martín Lutero. Esos habían sido sus favoritos.

 

―Eh... ―se volvió entonces hacia las personas que momentos antes habían sido sus clientas sin saber cómo empezar a explicar lo sucedido― no tengo idea de cómo hemos llegado aquí pero creo saber dónde estamos ¿alguna pregunta?

 

Supuso que no iban a creerle pero realmente no tenía idea de cómo empezar y detestaba hablar o dar explicaciones. Sería mejor que hicieran todas sus preguntas de una buena vez y ya vería él de explicarse. Así, se ahorraba la ronda de preguntas luego de una supuesta exposición de los hechos y empezaba a tranquilizarlas y ponerlas en contexto rápidamente.

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No fue hasta que me hallaba en otro ambiente que me di cuenta de que algo había pasado, escuchó a aquel hombre que se presentó como Richard decir si teníamos preguntas - ¿Donde estamos? - suelto con el ceño bastante fruncido debido a toda la confusión que me causaba la situación. Girando a mi alrededor sintiendo el pasto bajo mis zapatos y estiro con pesadez mi cuerpo.

 

Sintiendo cierta impotencia al no saber que está pasando, decido tomar asiento en el piso ya fastidiada de la peculiar situación empezando a tener amargos recuerdos de aquellas tardes que solía pasar junto a Dante. Sacudiendo mi cabeza alejando todo pensamiento sigo observando todo aquello que se atraviesa en mi vista y es ahí donde vuelvo a hacer otra pregunta levantando un poco mi brazo llamando la atención -¿Como se supone que llegamos hasta aquí? - esperando impacientemente a recibir una respuesta y ya harta de llevar el cabello incomodando mi rostro, quito la corona de flores empezando a armar algún peinado más cómodo que llevar suelto el cabello.

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Creo que no me había sentado bien la pinta de cerveza que me había tomado en un pub de Diagon antes de entrar en aquel lugar. La muchacha de flores en el pelo me miró como si fuera una cosa extraña y me ignoró, poniéndose a tararear una canción. Enarqué una ceja, sorprendida, aunque lo peor fue que, al sentir hablar a mi compañera Madeleine descubrí algo insospechado.

 

¡No era ella!

 

Me puse la mano en la boca e un intento inútil de refrenar una retahíla de frases que había soltado antes y que demostraban que me había confundido. Pocas veces me quedo tan cortada como para permanecer muda pero es que... ¡Demonios! ¿Cómo había podido pensar que era Madeleine? Ahora que la tenía al lado y ella nos hablaba, me daba cuenta que no se le parecía en nada. Aguanté sin hablar todo el rato que ella nos dijo que no era la dueña pero que entendía de antigüedades. Intenté disculparme y no encontré las palabras. Y es que no suelo tener que hacerlo y aquello me quedaba un poco extraño.

 

-- Yo... -- Intentaba buscar las palabras fáciles para decirle que era una impulsiva y que le había confundido con otra pero, al final, opté por lo peor-mejor que se me ocurrió: escabullirme en otro tema. -- Pues sí, yo estoy buscando un objeto muy concreto.

 

El hombre habló y, por fin, tuve un nombre certero al que referirme.

 

-- Sr. Moody, encantada de conocerle, he oído hablar mucho de usted. -- ¿Era cierto? Casi... Yo llevaba el apellido de un antepasado suyo, aunque no estaba muy segura de en qué grado mi casa podría haberle pertenecido en algún momento de la historia. -- Vivo en la "Ojo Loco" y...

 

Vale, ¿otra vez iba a meter la pata en el mismo día, en el mismo lugar, delante de las mismas personas? No era nada correcto decirle a alguien que me había apropiado de la casa de un familiar suyo y que me había quedado propiedades familiares y que "chincha-rabiña-que-tengo-cosas-tuyas". Aunque no era mi intención decirlo así, entendía que era una conversación que podía envarar a cualquiera. Así que volvía a cambiar la dirección del tema:

 

-- Como le decía a la muchacha que usted ha llamado Ellie, sí, me he atrevido a venir a la tienda en búsqueda de una vasija excepcional que una vez tuve en mis manos pero que... Bueno, muy larga la historia. Digamos que la perdí y llevo unos cuantos años buscándola de nuevo. Se trata de una cerámica minoica que...

 

Hem... Aquí pasaba algo raro... Más raro aún que mis meteduras de pata... Noté que el hombre, Richard, giraba la cabeza hacia otro lado, ignorando mis palabras. Eso también era nuevo para mí, estoy acostumbrada a hablar por los codos y que la gente me escuche, aunque sea por pena. Pero que no me hagan caso. Fruncí el ceño y, entonces, fue cuando descubrí una especie de... ¿niebla? En Londres es muy habitual, aunque tal vez no en el interior de una tienda de antigüedades.

 

-- ¿Tienen una fuga de gas o algo así? -- improvisé. No me gusta demostrar que estoy aturdida y suelo usar chistes fáciles para disimularlo. Y no era para menos. Tal vez no veía bien con aquella niebla envolvente pero sé cuando alguien me ha hecho una Desaparición conjunta. Algo que odio, por cierto. Así que gruñí por lo bajo, dispuesta a pedir el Libro de Reclamaciones. --¿Alguna pregunta? -- repetí con rabia. Como si aquello fuera lo habitual.

 

Sin embargo, el tono de su voz me indicó algo que me hizo parar de gruñir y convertí el sonido gutural en una leve tos disimulada. Él parecía estar tan sorprendido como nosotras.

 

-- ¿Haber llegado a dónde?

 

Miré a mi alrededor y algo me indicó que no estaba en Ottery. Ni siquiera en Londres, a juzgar por sutiles y toscos letreros escritos en una caligrafía especial. Casi parecía germano.

 

¡Era Germano!

 

Giré lentamente en torno a mis pies, contemplando en un giro de 360º lo que me rodeaba. Todo desconocido, incluyendo a mis tres compañeros de aventuras, también desconocidos, por cierto. Iba a preguntar lo que hizo Zoella, sobre dónde estábamos, así que cambié un poco la pregunta.

 

-- ¿Cuándo estamos?

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Cuando su visión comienza a tornarse borroso, Ellie se frota los ojos, ignorando la conversación (que, del lado de la mujer, . A pesar de que es algo extraño, no decide darle mucha importancia: quizás sólo tuvo la sensación de que todo oscurecía por un extraño parpadeo, o quizás el forzar tanto la vista para leer sin ganas está. De modo que, muy segura de que aquel extraño instante terminó, alza la mirada. Richard la observa con una expresión extraña. Sólo cuando habla, Ellie observa a su alrededor...

 

No sabe dónde rayos están, pero no es el lugar donde estaba antes de cerrar los ojos. A sus pies hay un pavimento de madera diferente, que parece entretejida pero tiene un aire antiguo. Están en una especie de porche, en una calle iluminada por lámparas a gas, lo cual hace que todo tenga un mínimo tono amarillento. Ellie, sintiendo que el vello de los brazos se le eriza (y no precisamente por el frío) se frota los brazos bajo las mangas de su túnica. A pesar de que no distingue las palabras de las conversaciones que transcurren a su alrededor, entre las personas que transitan por aquel lugar, hay algo extraño en ellas... tienen un tono diferente, sonidos diferentes. Entonces, al alzar la mirada y observar el lugar, se da cuenta de que los letreros de otras edificaciones no son legibles para ella e incluso tienen caracteres extraños.

 

Sólo las preguntas de Zoella y Sagitas, le hacen darse cuenta de que viajaron. Es entonces cuando nota algo curioso en la pregunta de la mayor de las brujas. No dice "¿dónde estamos?" sino "¿cuándo?".

 

―¿Quieres decir que no estamos en el presente? ―suelta, sintiéndose mareada por la confusión.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 4 semanas más tarde...

--Estamos en Prusia -- señaló a la primera de las preguntas--, creo que fue culpa de un artículo de la tienda, pero tendría que juntar más información --se volvió entonces hacia la mujer de cabello violeta-- creo que eso contesta la primera de sus preguntas. Estamos en algún año entre 1618 y 1660 --empezaba a recordar poco a poco. Según creía, por alguna época en 1660 se había mudado de ese lugar. Terminó por volverse a Eileen-- eso también contesta tu pregunta.

 

Richard se imagina a sí mismo como en un bingo, intentando hablar para explicarse, como si anunciara en voz alta los números de las bolillas y a la vez sintiendo la usual reticencia en su interior a dar explicaciones de cualquier tipo o incluso a hablar.

 

Asoma la cabeza a través de la puerta entornada para evitar que sus invitados puedan lanzar miradas indiscretas. Alguien parece saludarle y él contesta con tono ameno y algo que parece ser una broma, antes de cerrar la puerta de nuevo y volverse hacia sus acompañantes. Alza una ceja al mirarlas, sin saber qué hacer a continuación. Sabe que su pregunta va a incomodarlas pero siente que no tiene otra alternativa si quiere ahorrarse charla innecesaria.

 

--¿Alguna usó corsé alguna vez?

 

Coloca una mano sobre su rostro casi enseguida, cansado desde ya. La ropa era lo de menos, si tenía la mala suerte de que alguna de ellas no supieran nada de modales.

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  • 4 semanas más tarde...

Si me preguntaban que razón me traía nuevamente al Antiquités diría con mi mejor cara de póker (que tristemente no era tan buena como la de los demás) que venía por causa de las acusaciones de P-ko respecto a que el día de la boda, una vez más Richard había aprovechado de llevarse un par de reliquias familiares Evans.

 

Sí, era verdad las quejas de P-ko sobre que si no me preocupaba lo siguiente que vería serían puras paredes desnudas en el Castillo (una exgeración sin duda);pero, en mi fuero interno, ir personalmente al Antiquités traía una pequeña esperanza de cruzarme con Neos nuevamente, talvez solo...verlo.

 

Negué con la cabeza como intentando que el sacudón me arrancara ese hilo de pensamiento. No era como que el matrimonio que llevaba hubiese sido por amor, en el sentido romántico del término, pero era inevitable no sentir que cometía alguna clase de traición pensando en otro hombre, que además tenía una familia constituida y una mujer que amaba a límites indecibles.

 

(Y que ni siquiera alcanzaba a entender que cosa podía tener realmente de atrayente).

 

Al ingresar al local todo lucía el cuidado aspecto de la vez anterior. Los anaqueles elevados mostraban toda clase de objetos curiosos y al fondo en el mostrador de seguro estarían los más valiosos. Avancé, con el sonido de mis pasos como único compañero, y precisamente eso me inquietó ¿cómo era posible que el lugar se encontrara así de vacío?

 

Al llegar al mostrador comprobé la ausencia del dependiente ¿es que realmente tenían trabajadores allí? La vez anterior había sido igual, aunque curiosamente ese asunto había permitido que...

 

Arghh... tenía que dejar de pensar en eso.

 

- Buenos días ¿se encuentra el Sr. Richard Moody en este lugar?

 

Nadie respondió a mis palabras, pero en cambio noté como un curioso gas se extendía desde la trastienda. ¿Habrían tenido un accidente? Nerviosa, crucé el mostrador y avancé hasta allí, pero solo comprobé que en el lugar había un pequeño juego de tazas de té, uno realmente precioso, pero de cuya tetera provenía aquel espeso gas. Sin poder evitarlo toqué el objeto y al instante supe que había cometido un error.

 

Y antes de perder la conciencia podía jurar que había visto a alguien salir, ver como parte de la niebla moldeaba una figura humana, a la par que mi propio ser tomaba aquella consistencia hasta desaparecer del local ¿rumbo a dónde?.

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Acababa de realizar la pregunta para saber si alguna de ellas terminaría por acceder a ponerse el vestido, cuando algo de lo más extraño sucedió. No sólo fue que las figuras de las muchachas empezaran a difuminarse, si no que el propio Richard se mantuvo tan sólido como siempre. Inquieto, se volvió entonces para ver qué podría haber afectado de manera tan repentina el "momento" en que se encontraba, cuando notó que la figura de Bel Evans se encontraba desvanecida en el suelo.

 

Sin poder creérselo, puso los ojos en blanco y se acercó a la mujer con intenciones de ayudarla a levantarse. Para la época en la que se encontraban, si algún visitante entraba por accidente a la habitación pensaría lo peor y se formaría una situación de lo más incómoda. Sinceramente, no deseaba casarse con la pelirroja por lo que mejor era prevenir que lamentar.

 

―¿Evans? ―no está seguro de si debe decir más, pero decide hacerlo― ¿Cómo llegaste aquí?

 

Al volver a mirar alrededor, cae en cuenta de que a pesar de lo sucedido, Eileen aún permanece en sus recuerdos ("¿Pero qué diablos?"). Al mirarla, Richard no puede evitar terminar encogiéndose de hombros, como para darle a entender que él tampoco entiende qué es lo que está pasando. De hecho, el sonido de la fiesta del exterior no hace más que acrecentar.

 

―Ellie... en serio no tengo idea de qué demonios pasa pero voy a necesitar que uses un vestido como las demás.

 

Suspira ¿qué está pasando realmente?

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  • 2 semanas más tarde...
Lo primero que pude escuchar, en cuanto volví a tener conocimiento, fue la voz titubeante de Richard Moody, que en esos momentos la observa con la intención de saber como ha llegado hasta allí.


- ¿No debía ser al revés la cosa?- poco a poco a medida que el malestar se aleja reconozco que no estoy más en el local de antigüedades sino en algún otro lugar- no sé en qué maldito problema estás metido ahora Moody, pero eso de ir secuestrando a la gente con un juego de té y transportándola a...otro lado. Debes hacértelo mirar.


Al ponerme de pie pude completar mejor mi visión del lugar. El piso de parqué estaba cuidadosamente pulido y muchas voces se dejaban oír a las afueras de la habitación, que poseía una decoración más funcional que ostentosa. Es entonces que noto a Eileen también metida allí, cuando Richard la menciona.


- ¿Ponerse un vestido de qué exactamente?- podía estar sonando exagerada pero de ese hombre era mejor esperar lo peor- Ellie, si este hombre te ha ofrecido dinero a cambio de que luzcas algo mejor desiste. Fácilmente solo lo podría estar haciendo para complacer alguna fantasía suya o de otro cliente.


No, no era normal que la pobre muchacha estuviera allí. Sabía que ambos compartían apellido, mas si estaba a mi alcance evitaría que se viera mal influenciada por ese sujeto. Aunque de cualquier forma, incluso él parecía confuso respecto a por qué razón habíamos terminado allí.


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―Deja eso ―replicó Richard con un seco ademán, para señalar que dejara de meterle extrañas ideas a Eileen―. Tampoco conocía de que la tetera tuviera alguna clase de poderes que me permitieran...

 

Una voz en alemán antiguo habló desde fuera. De hecho, se trataba de un dialecto en particular, por lo que era aún más difícil de captar el significado. Sin embargo, Richard respondió con voz calma teniendo cuidado de cerrar la puerta para que no pudiesen ingresar y ver a las dos muchachas.

 

―En resumen, no tengo idea de cómo salir de aquí, así que estamos atrapados ―como en otras ocasiones en su larga vida, no se hizo grandes cuestionamientos respecto a la verosimilitud del asunto o cómo había llegado a pasar. Analizaría todo ello en su cabeza más tarde, momento en que sin duda hallaría la respuesta, pero por lo pronto tenía que actuar―. Odio repetirme pero aquí es el siglo XVII así que si no siguen el protocolo de etiqueta lo más probable es que las confundan con sirvientas, locas o prostitutas.

 

Soltó un suspiro bajo. Como si Evans pudiese tener el encanto suficiente para una labor así.

 

―Así que lo mejor será que se alisten. Calculo que debe haber por aquí un armario con los implementos necesarios ―echó una mirada a su alrededor ya bastante hastiado de seguir hablando― y a poner su mejor cara.

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