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Detective Mágico Consultor (B: 106711)


Hessenordwood Crouch
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- ¿Pasión? ¿Es que acaso te encuentras apasionado por esa criatura horrorosa?- me echo a reír ante aquel evidente lapsus en sus palabras y la oportunidad que me da de burlarme de él, oportunidad que no se me presenta la mayor parte del tiempo- el tema no es tanto la poción en sí misma, como "el modo" en que podamos ofrecérsela. La clave aquí está en la negociación niño.

 

Pero él, impaciente, ya se ha dado media vuelta para buscar en su morral algo que no es otra cosa que la famosa tzanza, culpable de sus desvíos y demora para llegar hasta Baker, y que sin embargo ahora permanece dormida. No puedo menospreciar su preocupación respecto a ella, y su gesto para que permanezca silenciosa me hace tanta gracia que me limito a asentir ante lo último que dice. Ahora que está falto de memoria (porque vaya y he terminado por creerle esa historia) me resulta por lo menos curioso que me crea con tan pocos recursos para manejarme en esas circunstancias.

 

- Talvez deba dejarte en claro una cosa Garry. Pertenezco a la Orden del Fénix, uno de los bandos que actualmente libran en Inglaterra una guerra mágica silenciosa. En esa medida, convivo con la guerra y con la muerte todos los malditos días de mi vida desde hace prácticamente ocho años- antes de continuar opto por sacar un anillo de bronce con el borde biselado de oro- y si conseguí sobrevivir ha sido precisamente porque tengo el poder para hacerlo.

 

Sin mucho aspaviento cuelgo el anillo a mi cuello con la fina cadena de plata que lo sostiene y tras colocármela recordando las enseñanzas de los uzza me concentro en activar su poder de salvaguarda contra oídos indiscretos.

 

- Entonces una pequeña prueba para comprobar si funciona, no vayas a asustarte ¿de acuerdo?- carraspeo antes de acercarme a la ventana y haciéndome un sonorus pegar un grito y luego unos saltos emocionados sobre el suelo- ¿me están oyendo? - digo hacia los transeúntes que inundan la calle- ¡El joven Ollivander acaba de proponerme matrimonio!

 

Pero nadie siquiera se gira a ver quien puede ser aquella loca que gusta de ventilar una cosa tan personal. Mucho menos la tzanza que permanece bien dormida e indiferente ante aquella situación. Todo lo que sucede es apenas una pregunta desde el primer piso de la casera acerca de si Garry está practicando sus pasos de vals.

 

- Esta joyita permite bloquear hasta en 50 m2 los sonidos, de modo que solo la persona que yo quiero puede escuchar nuestra conversación. Un recurso inteligente que obtuve gracias a las enseñanzas de los guerreros Uzza. Útil para la guerra y también para esta aventura que comenzaremos ¿no te parece?

 

Le guiño un ojo, quizá como una réplica a aquel ademán suyo divertido para que guardara silencio y sus ademanes cómplices. Luego, comprobando los frascos de viales de pociones y metiéndolos dentro del morral, me siento lista para partir en cuanto me coloco las botas, la ushanka y el abrigo dejados en el respaldo de la butaca.

 

- Ya verás que ella va adorarme. Nadie puede resistirse a las habilidades de una buena sanadora ¿Sabes? menos una tipa amante de las pociones ¡le voy a dar en la yema del gusto! Y ese es el mejor plan posible. Ahora solo tienes que llevarnos donde ese maldito ser.

 

Y le tiendo mi mano finalmente, para que podamos hacer la desaparición conjunta.

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  • 2 semanas más tarde...

-Lo siento- habló como un susurro -¿Está usted bien?- la mirada curiosa del mago se paseaba por toda la cara de su acompañante buscando algún malestar –Fue una viaje brusco, usted sabrá disculparme- se le oía más un poco más aliviado al ver signos positivos en el rostro de la sanadora, en su otra mano aun sostenía a la tzanta que dormía y solo había hecho un par de ronquidos por la sacudida. Alrededor de ellos aún quedaba algo de la neblina verdosa por la aparición de un momento atrás, los excéntricos muros del callejón Baker habían quedado lejos tras el fuerte estruendo que incluso la recepcionista del local había escuchado –Lamento mucho ese último paso…-continuo hablando mientras le daba la espalda a la mujer mientras rebuscaba con su mano libre en su bolsillo una cuña de madera –No es común que me pasen estas cosas es solo que…- sin mucho esfuerzo sobre sus rodillas cavo rápidamente una sepa lo suficientemente onda para meter la tzanta y volverla a cubrir de tierra –Tiene usted pies torpes- le sonrió.

 

 

Después de haber escuchado en Baker Street las hazañas que alcanzaba su valiente compañera, se había convencido y le había ofrecido ir entonces al lugar del enfrentamiento, con un par de pasos de vals (quien era esa mujer para decirle que necesitaba el hombre de más practica) pronto la acerco a él y pronto el callejón no estaba más bajos sus pies. Lejos entonces ¿por qué no terminar con todo eso de una buena vez? odiaba a esa tonta cabeza que lo había llevado a espantosos e inservibles lugares convirtiéndolo en lo que parecía un interminable viaje, el mago estaba cansado y por supuesto que el licántropo no lo soportaría más. Entonces ahora le preocupaba la reacción que la sanadora pudiera tener, mas no quería seguir siendo ese olvidadizo personaje que había inventado solo para engañar a su carcelero, incluso se había encontrado molesto consigo por tener que olvidar los rastros de Bel (aunque fuera solo una actuación).

 

 

-Es usted muy buena para segur la corriente- siguió hablando con toda normalidad, y sus facciones y su rostro volvían a ser los de el buen Garry Ollivander -No hubo siquiera por que darle señas de mi incomodo equipaje- de reojo veía de tanto en tanto nervioso el bulto de tierra que sobresalía del nivel, como si temiese a que pronto volviera a salir de ahí gritoneándole con esa horrenda voz que tenia -De no haberme presentado ese curioso artefacto…-señalo el anillo que colgaba del cuello de la mujer –Es posible que yo mismo hubiera pensado que me había descubierto mi treta y estaba siendo pacientemente cooperativa- hablaba en monotonía, mientras revolvía dentro de su bolso de viaje, sin posar ni una vez la vista en la mujer –Ahora vamos, ya hemos perdido mucho tiempo…- del bolso saco el excéntrico reloj de bolsillo que nunca perdía de vista y echo un vistazo at tiempo -Ella sabe que estoy aquí, y que ahora, que estoy menos solo- un largo segundo permaneció casi pensativo mientras veía lenta y forzosamente ver moverse la manecilla retorcida del reloj -No estamos lejos, pero tampoco cerca, solo lo suficiente para planear en el camino como enfrentaremos a Yamamba, tengo un par de ideas, pero no tiene idea de lo ansioso que estoy por escuchar sus deducciones y bueno ya veremos que sale de todo esto entonces vamos, es justo por aquí…- dudo un instante –O posiblemente era…este... ¿Por este lado?

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- No lamentes nada de lo que en el fondo no te arrepientes- contesté mientras todavía trataba de recuperarme de la incómoda sensación que las desapariciones me provocaban- y realmente nadie me ha llamado pies torpes hasta ahora, realmente tienes el ego muy crecido con eso de ser buen bailarín ¿no?

 

Luego de enterrar a la tzanza sus facciones cambiaron totalmente que de inmediato supe lo que vendría a continuación ¡una actuación! ¡todo había sido una maldita actuación!, pero él parecía tan suelto revolviendo cosas, buscando algo, sin darme la cara y hablando sobre lo magnífica que había estado en mi credulidad sobre el asunto.

 

No, si hasta estaba convencida que debía estar disfrutando tanto del momento, que sabía que lo iba notar en su cara y era por eso que evitaba verme directamente ¡Maldito niño!

 

No tardó en sacar un reloj , comentando sobre el poco tiempo que nos quedaba y donde debíamos planear la estrategia a seguir.

 

- Hey solo una cosa antes- el impulso de lanzarle algo era tan grande que en ese mismo momento conjuré un aguamenti y el chorro de agua le impactó en medio de la cara- vamos , para que despiertes del todo y puedas recuperar tu sentido de la orientación ¿no lo crees?

 

Hacía frío hacía que no podía sentirme más contenta de haber traído la ushanka y el abrigo conmigo. Donde nos encontrábamos podía verse la tierra, mas también zonas de ella se encontraban escarchadas, y mucho más allá en el horizonte la nieve cubría por entero los montes de un blanco que dañaba la vista. Tras el aguamenti, volví a guardar mi varita.

 

- Veamos, creo que lo mejor será que me ofrezcas como pago, de esa forma ella me tomará, y entonces tu habrás cumplido tu parte y podrán librarte a ti y tu amiga. A partir de allí , yo negociaría con Yamamba mi libertad a cambio de mi habilidad con las pociones, concretamente con una... para mí es la mejor opción aunque claro, la segunda parte del plan escapa de tu control y no se que tan bien pueda sentarte eso- carraspeé unos momentos y alcé la vista para obligarlo a encararme- aunque francamente me importa poco, a fin de cuentas, decidí ayudarte hasta las últimas consecuencias en esto. Y confío en tu ingenio para ver sobre la marcha cualquier otro imprevisto.

 

Le guiñé el ojo y comenzamos a avanzar, dado que por fin parecía haber dado con el camino adecuado. No pasó ni media ahora cuando divisamos una ruinosa cabaña, de cuya chimenea emanaba un humo espeso y negro que contrastaba con la blancura de la nieve acumulada en el techo. Y aun estábamos a poco menos de ochenta metros cuando una mujer de rostro nauseabundo y cabello largo y marchito apareció delante de nosotros.

 

- ¿La trajiste? Perfecto, una criatura maravillosa- dijo la mujer mientras daba vueltas a mi alrededor- la reconozco, te reconozco pequeña ¿lo sabías? Tu y yo nos hemos visto antes.

 

Mi aplomo tembló en ese mismo instante ¿por qué ella decía aquello? la observé perpleja, pero me cuidé de mostrar esa perplejidad a Garry (aunque quizá y él ya la hubiera notado de todos modos).

 

- Eso es imposible señora, es la primera vez que nos vemos, vine a este lugar de vacaciones pero perdí el rastro del campamento donde se encontraban mis amigos y este amable joven me trajo entonces aquí porque dice que usted puede fabricar una poción de rastreo que me indique el lugar señalado.

 

El discurso salió perfecto, y una impagable sensación de tranquilidad me embargó. ¡Vamos maldita criatura créetelo! era todo cuanto era capaz de pensar mientras Yamamba no dejaba de escrutarme.

 

- Pero claro que conozco la forma de hacer eso, y no tienes que pedírmelo, desde hace mucho estaba esperando por el momento para llevarte a "ese" lugar, Bel Evans McGonagall

 

Y entonces, apenas en un parpadeo la mujer desapareció y lo siguiente que sentí fue el calor de mi propia sangre manando incesante del pecho, empapando la capa y manchando mi varita caída a un lado de mi cuerpo. Y con la vista más y más borrosa, la risa de aquella mujer y el rostro de Garry frente a mí pronunciando palabras que ya no alcanzaba a oírle, todo se oscureció de repente.

 

Una habitación llena de luz como no había conocido antes era todo cuanto me rodeaba entonces ¿dónde me encontraba? una puerta alcanzaba a distinguirse lejos, y comencé a correr hacia ella, sin tener idea de a donde me dirigía. La cabeza me explotaba y una parte de mí no podía dejar de pensar en que demonios había ocurrido ¿había soñado aquel ataque acaso? Palpé mi pecho y entonces reconocí la herida y la sangre en la mano que había tocado allí me corroboró que todo había sido real ¿pero entonces como podía seguir...viva?

 

Por fin alcancé la puerta y al abrirla una habitación llena de cuadros como fotogramas de películas se dejaban ver en las paredes. Era yo, pero a la vez...

 

Era imposible que fuera yo porque la mujer de cabello largo y sonrisa afable sonreía en una imagen en un paseo que reconocí como el de los árboles de cerezo de Kyoto, y en otra lucía embarazada tocándose el vientre abultado y en una tercera giraba feliz en un traje de novia.

 

Y la impresión fue tan fuerte que solo caí derrumbada de rodillas en la habitación, incapaz de entender en que diablos (o con quién) había terminado por meterme.

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De acuerdo, él se lo había buscado, sin duda no fue su mejor idea hasta ahora, y aunque le costara, esto terminaría anotado como “importante” en el cuadernillo escondido entre las novelas muggles de espantos y que tanto le reprochaba la recepcionista como “antimoral” por experimentar socialmente con la sanadora, pero es que Bel siempre lograba impresionarlo al respecto, tenía una serie de reacciones y respuestas que le parecían e algún modo “encantadoras” que por supuesto ella no tenía por qué saberlo. Y por ahora no podía quejarse siquiera, honestamente había esperado alguna otro escarmiento físico que terminaría en un par de pañuelos ensangrentados y algún conjuro para colocar su nariz justo done estaba y aunque aún podía sentir un poco más de agua en su oído, y sí que era irritante, era mejor no decir nada más. Escucho el plan que la sanadora había elaborado, no era malo, pero tampoco le parecía bueno, por supuesto que no lo iba a mencionar ahora y aceptaría amablemente hasta que fuera el momento más oportuno para intervenir, claro solo si es que era necesario, después de todo la sanadora tenía más experiencia en el tema.

 

No tardaron mucho tiempo en encontrar a Yamamba, Ollivander sintió un escalofrió en su cuerpo al escuchar nuevamente la voz de la criatura, era más espantosa de lo que recordaba, y el licántropo pronto sintió en su contra una ira tan fuerte que el hombre podía creer que se convertiría en bestia sin necesidad de esperar la noche. Con suma cautela asintió casi en forma e reverencia a la bruja yokai, Bel seria su pago y a cambio la bruja tendría que dejar en libertad a la chica atrapada entre los muros de la vieja choza. Pero entonces Yamamba dijo de pronto algo realmente inesperado para él y a juzgar por el rostro de la sanadora estaba seguro de que eso no era parte del plan de la mujer. Rodo los ojos con desagrado ¿este amable joven? Hubiera sido mejor seguir con la farsa del viajero de memoria perdida que se había inventado, aunque seguramente era el corro de agua en el rostro que aún le quemaba con el frio lo que hacía difícil para él creerse el cuento. No hacia más en ese momento que escuchar, Yamamba parecía que conocía ya las intenciones de los detectives y seguramente esto no se pondría mejor.

 

De un instante a otro sin siquiera darle tiempo de cualquier otra cosa, Bel cayó al suelo sobre sus rodillas y antes de que aterrizara por completo corrió para alcanzarla, la sangre de la sanadora estaba por todas partes, y la hemorragia parecía que no se detendría tan fácil, Garry se apresuró para conjurar algo para aliviar tan solo un poco, realmente lo había tomado por sorpresa no pudo imaginar esta acción por parte de Yamamba, se sentía tan molesto, pero perder la cala solo empeoraría las cosas, ahora no solo la joven por la que se había aventurado en esta historia corría peligro, la vida de Bel Evans también estaba siendo apostada contra la bruja yokai. Tenía que pensar rápido, el espectro se le estaba adelantando y si seguía así seguro esto no terminaría bien.

 

–No era este el trato…–decía bastante tranquilo mientras se apresuraba a auxiliar el cuerpo inconsciente de la mujer, Yamamba no podía aprovecharse mas de los pensamientos del hombre. La bruja yokai solo rio divertida –Pero jugare tu juego, si eso quieres, con tus reglas, si prefieres…empuño la varita ensangrentada de su querida Evans –A cambio…tendrás que darme algo más a cambio si ella no vuelve…

 

La bruja solo reía cada vez con más fuerza.

 

…..

 

 

–Jangles- la vozdel niño se escuchó de pronto entre los ecos de los pasos apresurados que resonaban en el pasillo.

 

Era una avenida larga con columnas ornamentadas desde su base hasta lo alto de sus claros, por entre los arcos llegaban los aromas de la tan variada flora exótica del jardín interior y alguno que otro ruidillo de seguramente algún animal escondido entre las ramillas. El hombre alto que caminaba por el extenso pasillo apretaba con fuerza la mano del crio que apresuraba sus pasos para alcanzar a los de sus padre y en su otra mano un puñado de pergaminos meticulosamente ordenados contra su pecho como si fueran lo más valioso que cargaba consigo. El intentó de un fallido peinado le estorbaba en el rostro del pequeño y resoplaba de ven en vez para poder divisar el camino por el que lo llevaban casi arrastras.

 

¿Cómo dices?- el hombre parecía sumido en sus pensamientos, debes en cuando se le escuchaba que murmuraba algunas palabras sobre lo tarde que era ya.

 

–Jangles era su nombre- insistió el niño como si no pasara nada.

 

–Te he dicho que no balbucees de esa manera Grelliam, no entiendo nada de lo que dices.

 

–El otro día se lo he contado ¿lo ha olvidado? Era Jangles el nombre de quien entro a casa y rompió el jarrón preferido de madre– el hombre muy irritado paro en seco volteando de pronto, e encandece tomo al niño por los hombros con frenesí.

 

–¿Cuantas veces te he dicho que no inventes historias?! – el niño medito un segunto.

 

–¿Usted quiere que le responda con números exactos o un estimado esta bien? – pregunto sin malicie mientras contaba los pequeños dedos de sus manos. El hombre suspiro cansado.

 

–Escucha hijo, hoy es un día importante para mí, quiero decir para ti– aclaro su garganta –Para ambos…

 

¿Para ella también?

 

–Sí, para madre también, ella espera que esto salga bien, así que por favor trata de…– ¿cómo explicarlo? –No causar líos y trata de ser un niño normal y bueno– le sonrió fugazmente.

 

–Ser normal es un término relativo padre…– hablaba distraído en lo que contestaba –También lo es ser bueno o malo…– el niño de grandes y brillantes ojos ladeo la cabeza curioso solo estropeando más su peinado de alborotados risos cobres –Eso es lo que dice…

 

–¡Se muy bien lo que ella dice Grell!– el hombre llevo su de sus manos hasta su boca cubriendo su mostacho rojizo, de pronto parecía bastante nervioso. Le tomo unos segundos componerse –Sabes que no debes creer todo lo que mamá dice hijo, ¿me entiendes?– el pequeño asintió para contentar a su padre, pronto un elfo domesticó se apareció frente a ellos y el niño parecía maravillado ahora por la criatura dejando aquel mal rato atrás.

 

–Señor Ollivander, pero ¿qué tan tarde es?

 

–Lo sé si, lo siento es solo que – de reojo observe al pequeño que a distancia tras las largas piernas de su padre curioseaba a la criatura, a pesar de que conseguía fácilmente causarle mal sabor de boca, las rodillas raspadas, y las coloradas mejillas contrastando en esa piel descolorida siempre lograban conmoverlo. Aclaro su voz con rudeza –¿Tu amo puede recibirnos ahora? – preguntó mas que serio y la criatura le sonrió misteriosamente.

 

–Ahora mismo lo llamare, espere por favor en su despacho, es por aquí, pero el niño no entra, no quisiéramos que causara estragos sobre las cosas del amo.

 

–Espera aquí hasta que te llame Grelliam, por favor– el hombre siguió extraña criatura dejando al pequeño esperando en una banca cerca de una gran y ostentosa puerta.

 

Solo habían pasado un par de minutos, pero el pequeño Grelliam podía sentir que la vida se le estaba yendo en ese lugar, la silla comenzaba a cansarle a pesar de que ya había cambiado su postura más veces de lo que en tiempo que llevaba ahí. Los ruidos que venían del jardín eran demasiado atractivos para él, así que con mucho cuidado bajo de la silla como si fuera incansable el nivel del suelo, y camino de puntillas hasta la puerta donde había perdido de vista a su padre, tratando de ser lo más silencioso posible sin dares cuenta que los ruiditos que hacía con su boca eran más fuertes de lo que eran sus movimientos. No escuchaba nada a través, eso solo quería decir que seguramente su padre aun esperaba a que llegara ese “señor pomposo” con el cual su padre trataría de hacer negocios ¿qué había dicho? Ah sí, la “poción millonaria” ¿Porque su padre no podía dedicarse solo al negocio de las varitas como su abuelo? A Grelliam le gustaba cuando acompañaba a su abuelo a buscar las maderas correctas para cada varita.

 

Considerando eso seguro tendría tiempo para una aventura, seria cuestión de un par de minutos, conocía a su padre y si el hombre aceptaba hacer tratos con él seguramente el trato tendría que quedar listo bajo contrato (su padre previniendo perder un buen negocio) y si no, si el hombre no quisiera hacer trato, estaba seguro que la cabeza de los Ollivander insistiría hasta conseguir aunque sea un “voy a pensarlo” por parte del dueño de aquella poción. De eso estaba seguro, pero las variables eran inciertas por no conocer al “señor pomposo” con el que su padre negociaba. Un Segundo quedo en su lugar pensando, después de encoger sus hombros despreocupado corrió hasta donde se situaba el jardín.

 

Corrió tan rápido como podía (que no era mucho) corrió a lo largo del pasillo, a distancia podía distinguir la luz del sol que se colaba por los vanos de los arcos y el aroma embriagante de las flores. Un ruido extraño lo hiso frenar de pronto, alguien salía de una de las habitaciones que conectaban con el pasillo, el pequeño corrió hasta esconderse detrás de una de las columnas que podían ocultarlo perfectamente sin problema, era un niño muy pequeño. Sin dejar de hacer musiquilla con su boca se asomó, la curiosidad era demasiado para él, a pesar de la distancia distinguió fácilmente como una mujer atravesaba por el marco la puerta, su cuerpo temblaba y su piel era tan pálida como si se tratara de un fantasma –Asombroso– murmuró imaginado que se encontraba realmente con uno. Entonces salió a su encuentro con la mujer fantasma.

 

–Estas sangrando…– dijo secamente –Los fantasmas no sangran de ese modo, ¿o sí? – el par de brillantes ojos bicolor se mostraban tranquilos, pero las pequeñas manos se removían inquietas dentro del bolsillo del overol del pequeño –Tú no has muerto aun–sentenció finalmente.

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"Entonces ¿conoces lo que significa morir? Algunos creen que hay algo más allá, otros que simplemente no hay nada, y unos pocos más pensamos que es como nacer, solo cambias y vas a otro lugar, ni mejor ni peor, del que no se puede volver. Lo esencial en sí no es la muerte Bel, sino cómo se muere, al igual que es importante cómo se vive."

Las palabras salían de uno de los cuadros de la pared de aquella habitación circular interminable. Me había quedado de pie, contemplándolo porque era uno de los pocos que mostraba un ¿recuerdo real? una situación que realmente había vivido y no esas otras escenas que, tras una hora de cautiverio allí si mi cálculo no fallaba, no eran más que inventos de mi propia mente, quizá deseos que había albergado alguna vez y ahora se mostraban en esos cuadros como un método algo escabroso de tortura. Aunque ninguna cosa pudiera ser en realidad peor que ser plenamente consciente de estar muerta.

Había notado algo diferente en el momento que superada la conmoción, comencé a recorrer los cuadros, algo, un sonido que siempre me había acompañado y sin embargo ahora estaba ausente: los latidos de mi corazón, ese mismo corazón que Yamamba había apuñalado sin contemplaciones; Y como si el evocarla la llamara, un eco fantasmal apareció en el recinto, la bruja de traje harapiento y boca desmesurada que ahora se contorsionaba en una grotesca sonrisa.

- Él ya hizo su parte, así que es tu turno pequeña. Tal vez creas que estando muerta ya todo da igual, pero debo decirte que si aceptas mi trato tienes una chance de volver. Porque sino ¿dónde estaría la ganancia para mí diciéndote esto?Lo único que tienes que hacer es conseguir una poción, una poción que tu inventaste con ayuda de tu esposo.

Empecé a reírme con ganas, esa criatura solo estaba soltando un disparate tras otro.

- No tengo esposo, ni lo tuve, y dudo tenerlo en el futuro así que creo que te confundes de persona.

"Pobre, invertir tanto esfuerzo para dar con la persona equivocada" pensé pero la yokai permaneció tranquila, y simplemente juntando las manos dio un aplauso rigido y contundente, tras el cual todo el espacio a nuestro alrededor se deshizo siendo reemplazado por un pasillo extenso, ancho y muy bien iluminado.

- Pues deberías saber que en el ordenamiento de las cosas, las combinaciones podrían ser muy variadas- la bruja atravesó como si de un fantasma se tratara la puerta de una habitación y al seguirla comprobé que podía hacer lo mismo- y una sola decisión trascendental en la vida tomada en dirección distinta podría crear todo un universo paralelo.

Con una seña burlona de su índice me indicó asomarme a la cama adoselada y entonces comprobé lo que me temía: allí estaba otra versión de mí, de cabellera oscura, lacia y larga durmiendo plácidamente envuelta entre sábanas, la misma chica de los cuadros. Retrocedí espantada, no queriendo saber ya nada más de ese lugar que lo único que hacía era crear más y más confusión en mi cabeza, y dando media vuelta quise escapar, pero la bruja se interpuso.

- No, me temo que necesitas ser un poco más corpórea para esta misión, aunque nunca podrás serlo del todo porque bueno "no existes" aquí- me dijo con una risa fría que dejaba en evidencia sus dientes amarillos- tu cuerpo ha sido el sacrificio que ha permitido abrir el portal pero solo durará doce horas. Si en ese tiempo no consigues la poción, habrás muerto para siempre en el lugar de donde provienes, y morirás aquí también como el ser monstruoso que eres ahora.

La bruja desapareció entonces, y yo salí temblando de aquella habitación ¿que se suponía que debía hacer ahora? No tenía idea de donde estaba, ni siquiera si podía ser visible, porque el lugar estaba desierto. O eso creí hasta que por detrás de una columna gruesa, emergió un niño de rizos perfectamente delineados, y tez pálida, que comenzó a hacer una observación tras otra justo como...

- No puede morir quien no existe en este mundo - contesté inclinándome levemente para apreciar mejor aquellas dos pupilas de tonos distintos- pero tú, rayos, tu si eres...tú...tampoco deberías estar aquí.

No, simplemente no podía ser posible. Ya era suficiente tener que haber visto a una doble de mí, ¿cómo podía también estar ese niño tan parecido a Garry, pero mil veces más hermoso que él a la vez? Sin saber que otra cosa hacer, y con la mente en blanco, me detuve a contemplar aquellas mejillas sonrosadas sin rastro alguno de cicatrices.

"Decisiones trascendentales..."

- No soy un fastasma, y tu definitivamente no eres un niño corriente- me atreví a decirle desordenando aquel montón de rizos y sintiéndome totalmente extraña de ser la más alta de los dos- ¿que clase de padres te dejan ir solo por cualquier lado hablándole a desconocidas? Tienes suerte de que yo sea inofensiva.

Era incómodo notarlo, pero los ojos de él todavía seguían clavados en la herida profunda del pecho que traía, como si mi respuesta no hubiera sido capaz de absolver su duda.

- Pues bien extraño, creo que toca decirnos los nombres ¿no crees?- le tendí la mano y apreté esa manita pequeña con la mía - soy Bel Evans McGonagall y estoy aquí para salvarnos de morir dentro de unos años.

Listo. Había hecho la presentación que en mi mente había sonado mejor, pero que sonaba también como una completa locura.

- Necesito que me ayudes a localizar una poción extraordinaria

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  • 1 mes más tarde...

Quizá no obtendría respuesta alguna, tal vez era lo más seguro me respondí dejando que un par de lagrimas rodaran libremente por mis mejillas y permitía un poco más a mi corazón desahogarse de apoco de toda la pena que inunda mi interior y me hace estremecer.

La tinta se volcó sobre el escritorio dejando un desastre sobre la madera recordándome que era incapaz de mirarme al espejo porque cada vez que lo hacía era completamente incapaz de reconocerme, de darle un nombre a la mujer de tez pálida y vacías pupilas, que me devolvía la mirada completamente devastaba… Esa no era yo, me repetía a lo largo del día.

Dunkel interrumpió en la habitación y sin mediar palabra tomo el pergamino que había salido ligeramente estropeado por mi descuido pero que había pedido mandará a una dirección en específico. No dijo más y sencillamente desapareció dejándome absorta en un hilo de pensamientos que no quería enfrentar.

 

 

 

 

 

Querida Bel…

 

No estoy segura de cuantas veces he intentado terminar de escribir esta misiva, la vista se me nubla cada tanto y la tinta parece desaparecer con cierta rapidez, no obstante pareciera que sencillamente las palabras parecen ser arrancadas de mis manos sin que yo pueda hacer algo al respecto.

 

Ya no sé quien soy o lo que represento, no estoy segura de absolutamente nada… De nada. Mi querida Bel el mundo bajo mis pies ha desaparecido y no estoy segura de poder encontrar la manera de volverlo a reconstruir, no al menos por ahora, sé que todo toma su tiempo pero sabes para mí este se ha detenido indefinidamente y aún así no deja de representar una agonía ver llegar el anochecer en esta playa donde sólo el ruido de las olas me brindan cierto consuelo.

 

Quisiera volver y explicarte a detalle estás líneas pero no puedo ahora, la voz sencillamente me ha abandonado y se rehúsa a ser escuchada por alguien más que no sea mi hija. Sí, Emma está conmigo, ese pequeño ángel por el que intento seguir respirando aunque resulte una tarea titánica no me rindo y no lo haré.

 

Con todo cariño de Kutsy la pequeña Emma.

 

 

 

El elfo deslizo con cuidado el sobre bajo la puerta de aquel pequeño recinto y tras hacer una reberencia desapareció. Dejando un sobre amarillento donde el nombre de Bel Evans resplandecía en tinta de color ocre.

 

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Ondas son la huellas que dejan sus pasos sobre la última nieve que queda de la estación, las pesadas botas de exploración fuertemente amarradas sobre sus piernas llenas de barro oscuro hasta las rodillas del pantalón manchan la pureza de la blanca nieve con ímpetu, dejando un feo rastro tras el alto hombre que con largos y apresurados pasos llega al lumbral del solitario local en el callejón Baker. Sobre sus hombros elegantemente cae una capa de la que destellan colores esmeraldas, un extraño vaho sale de la torcida boca y nariz del hombre, enrojecidas por el frio, mientras respira con irregularidad, agitado por el apresurado andar.

 

 

Los guantes molestan para tomar el pomo, resulta muy difícil solo llamar a la puerta y ya, esta seguro que la anciana del local no le atenderá, esta era la hora en la que la mujer mayor suele emergerse en esas novelas de romance muggle que el bueno de su hijo le envía desde el norte del América cada dos o tres meses. No es una idea equivocada hablar seriamente con aquel joven, seguramente no es consiente del daño psicológico que son capaz de causarle esas novelas a su querida madre, ni mucho menos a Ollivander. No estaría mal tan solo hacérselo saber.

 

Entrar al local por su cuenta no es problema, no como los primeros días de lluvias cuando la madera se hincha por tanta humedad y uno tiene que hacer un esfuerzo casi sobrenatural para que esta seda. Consigo lleva una llave que cuelga de la cadena de su reloj y sin problema alguno logra entrar. Ahí no hace tanto frio, pero no puede sentirlo bien, aún sigue cubierto de fría nieve de pies a cabeza; de la mandíbula de su rostro, dentro de las extrañas cicatrices y en la punta de sus cabellos y orejas pequeños cristales de hielo se han formado y logran causarle daño al gesticular.

 

Bruscamente la nieve que lleva encima cae ruidosa sobre un limpio suelo, ahora lleno de fango, hojas, ramas y más nieve, quitarse la capa de encima y colgarla en el perchero se convierte en una actividad capaz de estropear aquella pulcra estancia (aunque si a el le preguntasen no estaba taan limpia realmente). Sus movimientos son un poco toscos, mas vulgares que antes, pero en su rostro con sumo cuidado se dibuja una mueca preocupada por el gran desorden que ahora es su recibidor. Solo espera que la novela de amor clandestinos entre colegas del heroico cuerpo de seguridad nacional de los Estados Unidos, sea lo suficientemente romántica (o suficientemente clandestina) para no soltar la atención de la recepcionista por un rato.

 

Y ni siquiera es capaz de darse cuenta de la carta que sus horrendos zapatos han maltratado, esta tan preocupado por tratar de evitar estar molesto que justo eso es lo que consigue, el hombre mismo ahora es un desastre, los días son más pesados para el cuándo el ciclo va a comenzar, pero no es eso lo que le preocupa en este instante. Y hace doblecillos de sus mangas hasta la altura de sus codos y de su saco desenfunda su vieja varita, la sostiene con mucho cuidado, como si se tratara de una doncella, y un suave movimiento que ni es capaz de producir una leve corriente de aire lo ayuda a deshacerse de la nieve que esta sobre el suelo y parte del mobiliario tan victoriano.

Entonces es ahí cuando la ve al fin.

 

-Estoy de regreso...- llama como si no se encontrara solo, como si hubiera sido recibido -Fue un largo camino...- la carta aunque manchada con algo más que tinta aun es capaz de leerse incluso a distancia -Tuve que preguntar a mucha gente y meterme por muchos rincones bastante interesantes, pero...- el nombre de la sanadora resalta brillante en el sobre y se refleja igual en sus dilatadas pupilas -Pero al final encontré lo que queria...- sonríe de medio lado, con aire malicioso, dejando la carta justo en el lugar que la encontró y corre sin cuidado sobre la circulación vertical que lo conducía al “consultorio”.

 

No puede esperar más para llegar a su estudio, en el camino se ha deshecho del incomodo calzado y lo deja olvidado justo al pasar la puerta, se ha sentido terrible estos últimos días, y él solo puede pensar en lo que puede haber escrito en esa carta, ahora eso es lo que importa. La carta tiene un aroma exquisito, no puede negarlo, lo provoca en cada una de sus letras y en su mente aun brilla como oro el ocre de la tinta, puede incluso imaginar la dulce mano que escribía con tanto cuidado el nombre de la sanadora y lo doloroso que parece en cada curva y en cada pausa entre ellas. El fuego de la chimenea lo alerta, y es que no existe tal, las cenizas aun humen pero no hay llamas.

 

Esta solo. ¿Por qué esta solo?

 

Es irritante tan solo la idea de tratar de recordarlo, pero no saber el paradero de sus colegas en un caso como este apunta a que es culpa suya, después de todo no es la primera vez que pasa. Ahora nuevas interrogantes se forman con rapidez en su cabeza y comienzan retorciéndole pensamientos que logran preocuparlo ¿Se han marchado antes o después que el? o algo mejor ¿Ellas han estado el día de hoy ahí?. Gruñe molesto, claramente ahora reclamarle a la sanadora su abandono no es una posibilidad. Cae desconsolado sobre su butaca, ahora es muy incómoda, quizá era por las fechas, en estos tiempos incluso respirar es un problema para la bestia.

 

De mal modo y poca gana agita su mano con desdén y pronto las brasas arden vivamente en la chimenea, la carta en el recibidor lo exige nuevamente. Sobre la ratona el fuego se refleja en una vieja y hermosa reliquia, el espejo, ese obsequio de mal gusto (no realmente) que la sanadora le había tenido, no es un crio para que tenga dar razón de sus desapariciones constantes, ¿Por qué tenía que importarle tanto a ella donde y como es que se encontraba? La Evans consigue hacer su licantropía más complicada de lo que pode serlo para él. Gruño nuevamente. ¿Dónde esta ella ahora? ¡Merlín! Y ¿por qué tarda tanto en aparecer? Se ha girado fastidiado sobre su sofá acurrucándose en él.

 

 

 

¿Pero quien se cree para escribirle? Seguro es alguien más importante. ¿No crees que eso es demasiado? Si, debe ser alguien bien para ella. !Va! Tan finamente escribe su nombre, como si deberás le importara. Es claro que ve por ella. ¿pero qué va a saber? Apuesto a que no tiene el mal gusto que tu cargas, ¿y ese aroma tan dulce? Su letra es horrenda. Se preocupa por ella. No lo hace. Tiene su atención. ¿Acaso quiere matarnos?...Asesinémosla primero…

 

...

 

-Cállate Grell...- apenas pude murmurar, solo su respiración y el fuego hacían ruido en la habitación -Ya no sabes ni lo que dices viejo can- su rostro adormilado está siendo hipnotizado por la danza de las llamas en la chimenea -Pero tienes razón mi buen amigo, después de todo...- se remueve solo lo necesario para tomar su varita -Ella es mon guérisseur...- y conjura -Accio correspondencia improcedente...- por lo alto alzo su brazo izquierdo y espera paciente hasta sentir en sus desnudas manos el papel frio del pergamino.

 

Leyó.

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Me quedé de pie un instante, con ambas manos ocupadas llevando variados productos, entre alimentos y otras cosas elementales para la higiene personal, y por un momento observé el cielo neblinoso de Londres. Ese día no mostraba nada distinto de los anteriores. El frío comenzaba a menguar y tenía la seguridad de que pronto la primavera asomaría en todo su esplendor, pero yo permanecía bien envuelta en un abrigo de lana y un gorro del mismo material.

La calle, aunque con mucha gente, estaba lejos del bullicio de otros días. Convenía decir entonces que posiblemente en las próximas horas solo me tocaría ordenar un poco el segundo piso de Baker, y luego regresar a los terrenos de la orden del fénix, el lugar que se había vuelto mi predilecto para los vagabundeos a cualquier hora.

No obstante, cuando me vi de pie frente a la puerta del local, noté que algo había de distinto ¿pero que podía ser? Si me dejaba guiar por el instinto solo podía ser él, y esa extraña conexión que tras la última aventura juntos no había hecho sino incrementarse, pero últimamente sentía que ninguna de mis intuiciones era acertada. De hecho, me sentía aun atormentada por la incapacidad de haber olvidado muchas cosas que ahora solo Garry conocía.

Garry. Pensé en él mientras abría por fin la puerta, y recogiendo las bolsas del suelo me aventuraba al interior, sintiéndome presa al instante de ese inconfundible aroma a café recién pasado, que me hizo mentalizar enseguida la imagen de la dependienta con su humeante taza, y viendo alguna de esas novelas extrañas a las que se había aficionado en tiempos recientes.

Siempre, y hasta ahora me había resultado curioso el asunto de que Garry siendo tan ordenado y metódico al momento de iniciar una investigación, fuera un absoluto desastre cuando se trataba de hacer medianamente habitable el espacio que compartíamos en el segundo piso. Ciertamente, yo no tenía mayor derecho de juzgarlo pues tampoco era un dechado de orden y mi afición al rapé o a las fiestas excesivas cada cierto tiempo eran actitudes poco honrosas para una sanadora. Pero todo tenía un límite.

Y él , oh Merlín, él era el que siempre parecía no conocer ninguno, y para prueba allí estaba el mortero que se empecinaba en usar de cenicero, y la navaja de bolsillo en el centro de la repisa de madera de la chimenea atravesando toda la correspondencia que no le daba la gana de revisar. Eso por no hablar de las pociones y algunos elementos propios del mundo criminal que encontraba en las zonas más impensadas.

Todo eso recordé mientras subía las escaleras, con la misma dificultad que la primera vez, hasta que adentrándome en la habitación la calidez del fuego en la chimenea me sacó por completo de mis memorias ¿Quién había encendido el fuego? En cuanto dirigí la mirada a la butaca lo supe, pues su mirada se había apartado del papel para dirigirse, límpida, hacia mí.

- No me digas como supiste que estaba aquí ¿fue el sonido de mis pisadas en la escalera? - dejé las bolsas a un lado y me acerqué hasta sentarme en la butaca frente a él- o mejor aún ¿sigo haciendo ese ruido particular con las llaves intentando abrir ese infierno de cerrojo?

Esbocé una sonrisa triste, no demasiado animada de decirle todo aquello. Lo cierto era, que apenas conservaba recuerdos de nuestro último encuentro y aquello me frustraba. Yo lo había sentido, incluso podía recordarlo...fugazmente.

Había muerto.

Y sin embargo, de alguna extraña manera, había aparecido de nuevo allí, gracias a él, pero sin saber exactamente que era lo que había hecho para poder traerme de vuelta. Y aunque había probado docenas de procedimientos, era como si me hubiera hecho el más perfecto hechizo desmemorizador que me impedía recordar. Y me frustraba, me llenaba de temor en lo más hondo que él pudiera ahora saber más cosas de mí que incluso yo misma.

- Sé que me dirás exagerada, pero, no me he rendido con ese asunto ¿sabes? Como me dejaste claro en tu misiva no te pediré explicaciones que no piensas darme, pero has de saber que seguiré intentando recordar. No puedo, o mejor dicho, tengo que saber lo que hiciste aquella vez, tengo que saberlo para no sentirme más en deuda de lo que me siento ahora.

Bajé la cabeza, ante la imposibilidad de poder sostener la mirada penetrante de aquel par de pupilas de diferentes colores. Él sin embargo volvió a la misiva. Comprendí entonces que debía ser algo importante, así que dejando la cómoda butaca me incliné a un lado de él, para intentar leer la misiva también, y acomodé los mechones de mi cabello que habían caído y me tapaban la vista.

No tardé en reconocer la letra de Kutsy, y entonces, fue como si todos los pensamientos hasta ese momento se apagaran, dejándola solo a ella, al dolor de su mensaje, y a la espantosa idea de que estuviera vagabundeando por allí con la pequeña Emma en los brazos.

- ¿De cuándo fue este mensaje? Yo hace semanas no vengo aquí,la carta no está fechada- sentía la angustia crecer dentro de mí- ¿quién la encontró? ¿la dependienta? ¿o fuiste tú? - fue cuando caí en cuenta de a quien iba destinado el mensaje- ¿y que hacías leyendo mi correspondencia? Ok, de acuerdo, no es tiempo para reclamos- tragué saliva y apreté los puños para controlar el leve temblor que tomaba control de mi cuerpo- Tu...tú también la conoces, incluso antes de que yo misma la conociera. Tenemos que ayudarla, Garry.

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Aquella puede ser la tercera vez que lee la carta y lo hace con el mismo recelo que la primera ahora mismo puede saber mucho de la persona que la ha escrito, pero hay algo en la misiva que lo hace dudar, existe otro motivo por el cual es necesario leerla una vez mas. Y es difícil comprenderla, porque sin importar el texto, las entrelineas son difusas y no logra comprender el propósito del remitente. Que importante era aquel dato y Ollivander solo puede causarle desprecio leer el final de la nota. Hubiera sido mejor dejarla donde la encontró. Su brazo cae pesado por un costado del sofá, y una esquina del papel alcanza apenas a rozar la madera del suelo.

 

Las llamas en la chimenea se alteran con la fría corriente que ha entrado por debajo de la puerta, es tan obvio que alguien ha llegado al local, pero no se preocupa por ello, y ni siquiera es capas de mover un dedo, sigue sumergido en la telaraña en la que se han convertido sus pensamientos, porque está seguro de que esta omitiendo algo importante en esa misiva y al mismo tiempo no desea seguir adelante. Tiene tanto que decir, y sus ideas corren dentro de su cabeza más rapido de lo que puede soportar, el crujido de la vieja madera del piso inferior causa estragos en su línea mental y distorsiona sus pensamientos.

Y en un instante, ha tomado ya una dación.

 

Rápido de un salto está de pie, apresurado al escritorio lleno de libros, correspondencia olvidada y objetos diversos, rebusca velozmente, mantiene un ritmo de frenesí extraordinariamente silencioso, el ruido de los escalones chirriantes es más fuerte que el que hace su respiración y retumba con eco en su cabeza. Pero resulta ganadora su búsqueda y ha lanzado con fuerza al aire la vuelapluma que la sanadora ha olvidado (y que en realidad ha escondido tan solo para ver la diversidad de gestos que es capaz de hacer la mujer al tratar de recordad donde es que la ha dejado) y a ella, la vuelapluma, la acompaña un trozo de pergamino que el mago ha arrancado sin mucho cuidado de uno de los tantos libros sobre la mesa.

 

-Estas palabras con exactitud:

 

 

Mi estimada:

 

Comprendo claramente lo que pasas, pero es necesario que nos veamos pronto, es por el bien de la pequeña. Te espero hoy por la tarde en el 221B del Callejón Baker a las 17:00hrs, necesito verte.

 

-Bell Evans McGonagall

 

 

Con destreza ha arrebatado el pedazo de papel envolviéndolo hábilmente en un sobre, no tiene tiempo para titubear, los últimos escalones son subidos con esfuerzo, ¿Acaso ella ha dudado entrar? Eso le da cierta ventaja a Ollivander. Sus rápidas manos y silenciosos pies descalzos le han ayudado en demasía, sin hacer menos a la magia que está de su lado. Con mucho cuidado se las ha ingeniado para abrir la ventana, al exterior ha arrojado la carta con tanta fuerza que el movimiento lo hace girar sobre si, solo lo suficiente para que en un par de pasos logre alcanzar su butaca abandonada y dejarse cae sobre ella con carta en mano. Un gesto feo hacia el ave que lo vigila sobre el estante (la lechuza propiedad de la recepcionista) le indica al animalillo que es hora de hacer algo más que empolvarse en esa habitación. Puede verla desaparecer al atravesar las cortinas.

 

El frio se cuela ruidoso por la ventana abierta, pero un ademan la cierra al mismo tiempo que la puerta del despacho se abre. Nada puede notarse dentro de la habitación. Él luce impecable, no parece que se levantara de ahí en un tiempo, ni siquiera se le ve agitado, es muy conveniente que su cabello siempre este desordenado, no puede llamar la atención después de todo el relajo que le ha costado enviar la carta. Y le comparte una silenciosa bienvenida a su acompañante, su rostro lo dice mas no está seguro si ella lo comprende. Se siente contento después de horas, la ve entrar, solo se da cuenta que le sonríe cuando la escucha hablar por primera vez en un tiempo y sus palabra han hecho que el gesto se pierda. No puede evitar no sentirse mejor ahora, ella es sencillamente encantadora él.

 

-Consiguió sorprenderme por completo esta vez – el solo juguetea un poco -No he podido escuchar ese arrastre espantoso que hacen sus zapatos cada tercer paso que da usted- es tan monótono que casi parece real.

 

Existe cierta reacción sobre él por las palabras que la mujer le ha dicho después, lo ha puesto tenso, pero nada que no logre controlar. Solo responde con un gesto sin importancia, encoge los hombros y nuevamente le sonríe, esta vez con menos entusiasmo. La carta nuevamente es su objetivo visual y en poco tiempo también es el de ella. Sin esperarlo realmente al fin obtiene una primera respuesta por parte de ella, así lo imagino. Tantas preguntas le son arrojadas por la sanadora, ha decidido no contestar hasta que ella ordene sus prioridades, y es ahí cuando de pronto la pieza no encaja en el tablero. Él debe conocer al remitente. Pero la verdad es que no se siente capaz de hacerlo, el nombre ni siquiera es de su gusto y se muestra tranquilo a pesar de la alarma en el timbre de voz de su sanadora. Consigue preocuparlo y sin embargo escoge seguir adelante con esto.

 

-Por supuesto que si- la misiva termina sobre la ratona sin mucho interés -Ayudaremos, pero cada cosa a su tiempo. Ahora lo importante es recuperar el tiempo que se ha perdido. Vamos, vamos que es mucho- está de pie y acompaña del brazo a la mujer -Vaya a su casa, relájese un poco, tome un refrigerio, busque un atuendo cómodo, ¡pero elegante!, hoy tendremos visita...- entrecerrando los ojos finge ver algo en el reloj –La espero a usted aquí poco antes de las dos, tomaremos té mientras compartimos alguna charla casual, pero poco importante mientras esperamos- un no por parte de la mujer no es opción, la ha acompañado de regreso hasta recepción bajando difícilmente los peldaños -Recuerde no llegar tarde y si tiene pociones anti plagas sería muy conveniente que se trajera un par de ellas- la puerta está abierta y el frio golpea su piel descubierta -También traiga algo para los moretones, quizá sean de ayuda. Un consejo no vista de blanco, ese color es espantoso o ¿piensa usted usarlo? A usted no le va tan mal el color, aah olvídelo es lo de menos- sonríe de oreja a oreja, las cicatrices deforman el gesto -Esperare con ansias su regreso, ma chére~

 

@ & @@Kutsy Stroud Lenteric

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Las olas iban y venían, nunca se detenían y aunque en la superficie pudiera contemplarse una aparente calma lo cierto es que el océano jamás se está quieto. Amaba la paz de esa playa pero contradictoriamente detestaba la sensación de ahogo que me acompañaba esa noche donde la luna era mi única compañera, Emma y Dunkel descansaban alejados de todo el bullicio de mis pensamientos en una cabaña rustica. Donde mi pequeña y yo nos ocultábamos de lo que nunca hubiera querido revelar.

 

Mis pasos son acompasados y mis dedos pueden sentir a perfección los granos de arena que se adhieren a mi pálida piel, ante cada zancada, el vaporoso vestido de color azul se mece a merced del viento que llena las hebras de mi cabello de esa esencia que me mantiene viva… –cuerda –agregué al silencio que me rodeaba, mas allá de donde podía ver se encontraba el despeñadero. Ese sitio que me resultaba tan llamativo por los diminutos pájaros que lo hacían su hogar a pesar del peligro.

 

No tenía idea de que hora era, sólo que la espuma del mar comenzaba a humedecer la arena bajo mis pies dejando tras de mí un camino de huellas hacía el único sitio al que me atrevo volver, sin sentir dolor, nostalgia, pena, rabia… o un sentimiento aún peor. Conozco bien cada recoveco de esa morada, porque ahí viví cuando escape de casa a los quince años, cuando supe que mi padre no era quien decía ser, cuando me enteré que no era humana, que probablemente yo había matado a mi madre… Tantas cosas para una chiquilla que siempre fue rechazada por quienes le rodeaban.

 

Una historia triste cae sobre mi espalda por eso jamás hablaba sobre mi pasado, porque al final había sobrevivido y no tenía intención alguna, o al menos actualmente, de ser la doncella en peligro que por eso prefería afrontar mis batallas en soledad, quizá con el tiempo me había vuelto egoísta de algún modo pero las experiencias me habían curtido de aquella manera que cuando a lo lejos distinguí el brillante plumaje de un ave no pude más que detenerme, contemplar su grácil vuelo y esperar a que esta llegará a su destino.

 

Tras verla planear un par de minutos descubrí con asombro que traía en el pico un pedazo de pergamino, maltratado, seguramente por el inclemente tiempo, el cual dejo sobre el alfeizar de la única ventana que poseía la cabaña, donde se podía ver el titilar de la vela que seguramente mi elfo había prendido para el descanso de mi pequeña. Volví mi marcha una vez más justo cuando la lechuza emprendió el vuelo y nuevamente sólo el sonido del oleaje fue mi único compañero.

 

Dunkel no se atrevió a salir, porque había escuchado mi cercanía además de que siempre que salía le pedía que no se separará de ella jamás y hacía lo había hecho, a pesar de su aprensión de no saber si yo volvería cada vez que salía a caminar. Tomé el pedazo de pergamino y lo extendí con cierta curiosidad, porque nadie sabía donde me encontraba, nadie conocía ese lugar. Tras leer el remitente, una fugaz sonrisa se posó sobre mis labios mientras con delicadeza acariciaba las cortas líneas que Bel me había dedicado.

 

Ciertamente había perdido la esperanza de recibir respuesta de aquella otra misiva que enviara semanas atrás, donde mi propia rendición eclipsaba de vez en cuando mi razón, no obstante ahí estaba ella nuevamente mas un detalle dentro de mi discernimiento me alertaba, sentía que algo inusual guardaba la frase: “por el bien de la pequeña” mas no conseguía saber porque esa sensación de incomodidad.

 

Me interné en la cabaña, donde una mesa con dos sillas, un pequeño sofá, una habitación cerrada era todo mi mundo –Dunkel –era la primera vez en días que decía su nombre –debemos marcharnos –me miró sorprendido, pero algo en mi rostro pareció tranquilizarme que sencillamente asintió y chasqueo los dedos para desaparecer cualquier indició que indicará que habíamos estado habitando ahí los últimos meses.

 

No había mucho tiempo que perder, ya que tendría que recorrer una distancia a la forma muggle. No deseaba que nadie detectara mi presencia y menos en Londres. Tenía que admitir que amaba Skallingen y que extrañaría mis caminatas diurnas, sin embargo, correr al encuentro de Bel… resultaba más tentador que otra cosa. Así que tras un par de horas, mi elfo, Emma, quien seguía dormida y yo nos dirigimos al pueblo más cercano para emprender nuestra vuelta a Londres.

 

Hicimos varios transbordes algunos mágicos otros muggles pero al final cuando parecía que sencillamente no llegaría a la cita a tiempo… Espera, algo me detuvo, un recordatorio, un sentimiento, no sabía con exactitud hizo que frenara mi andar justo en la esquina del callejón Baker.

 

–¿Por qué la formalidad? – Inquirí entrecerrando los ojos.

 

@ @

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