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Legilimancia


Rosália Pereira
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La voz, cálida y firme, resonó en mi cabeza y me sobresalté. No lo pude evitar, ni siquiera aunque hubiera querido. Había pasado mucho tiempo desde que alguien hiciera eso mismo, aunque aquella otra voz era diferente, más firme y poderosa de lo que parecía la voz de la Arcana. Y supe que era ella quien se estaba dirigiendo a mí por algo muy muy simple: podía sentir los hilos, pequeños pero fuertes, como una enredadera, que iban subiendo por mi corteza cerebral para dejar las palabras allí de forma tranquila, tocando sutilmente el lugar que envía la señales de "correr o pelear" en el cerebro. Por supuesto, las caricias de planta de Rosália decían "ven" de forma tranquila, invitándome.

 

Así que eso hice.

 

Ingresé al invernadero un poco más confiada de lo que había estado pero aún así temerosa. Miraba todo al mi alrededor, desde las enredaderas que subían por los techos hasta las zarzas que había a mi izquierda, siguiendo por algunos ejemplares de flores que no había visto en mi vida. La voz de la Arcana, aún haciendo eco dentro de mi cabeza de forma gentil, me indicó el lugar en dónde ella se encontraba, como un sutil camino de migajas.

 

La figura de la Arcana se hizo visible y la observé un momento, pensando en aclararme la garganta para presentarme, pero ella simplemente me miró de reojo y pidió por el abono para las plantas, que se encontraba en bolsas ecológicas apoyados contra un costado del invernadero, donde había una especie de recinto con herramientas para trabajar la tierra también. Caminé oliendo los aromas florales y luego tomé lo que me había pedido, pensando en si debía presentarme ante ella y decirle por qué estaba allí... o ella ya lo sabría.

 

-Claro- dije en voz alta, cuando me pidió que abonara los narcisos. Caminé hasta donde se encontraban los canteros ordenados en hileras, en un orden desordenado, como si todo tuviera su lugar pero, a la vez, estuviera distribuido sin mayores complicaciones, incluso dando la sensación de que simplemente estaban allí sin más; y me dispuse a colocar el abono en su lugar. Y esperé.

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La bruja había olvidado sobre aquello hasta que por la mañana llegó su carta de aceptación. Luego de terminar algunas cosas dentro de las oficinas del concilio, tomó rumbo con el traslador que venía en la carta a Japón. Se paseó por los pasillos de Mahoutokoro, había recibido su carta de aceptación a Legilimancia por la mañana y el entusiasmo creció en su interior. La mujer deseaba a toda costa aprender lo que Rosália le enseñara, los deseos de saber lo que pasaba por la mente del Triviani eran grandes, el descubrir las razones de la actitud del mago era prioridad para la bruja, que extrañaba aquel contacto del rubio.

 

Llegó al invernadero de la escuela japonesa. Y sólo observó los alrededores. Tocó un par de veces y simplemente esperó. La brisa hizo volar su negra peluca, el cantar de las aves retumbó en sus oídos y ella sólo pensaba en su hermano y lo tanto que había cambiado en los últimos meses. Recordó la visita a San Mungo, donde le informaron del reciente aborto.

 

Aún sentía las sensaciones de aquella criatura de pocos meses moverse en su interior. A pesar de que se había enterado llegando a las 16 semanas, el accidente en Azkaban y su muerte finalizó con la vida que crecía en su interior. Una sonrisa triste se alojó en su rostro y llevó la mano a su vientre plano, imaginando las facciones que el pequeño feto pudiera tener.

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La arcana se levantó, tomando la regadera entre sus manos para caminar con parsimonia e hincarse a un lado de la Macnair - Los Narcisos son indicativo de renacimiento, nuevos comienzos y la vida eterna. También simboliza el amor no correspondido. Un único narciso predice una desgracia mientras que un ramo de narcisos indica alegría y felicidad. - comentó Pereira mientras vertía el liquido vital sobre la tierra abonada.

 

Giró la cabeza a Cissy, quien observaba en silencio las flores y preguntó - ¿Podría contarme que la trae por acá? La Legilimancia es un arte que pocos se atreven a cursar - inclinó su cabeza y bajó la regadera, mientras aguardaba a una respuesta. La mujer había tenido una numerosa cantidad de alumnos, cada uno con ambiciones diferentes, sin embargo, le costaba visualizar dentro de la mente de la castaña el origen de su interés hacía la habilidad que ella implementaba. Permaneció el contacto visual mientras Castalia contestaba y la arcana en silencio solo espero, mientras sentía los torbellinos de pensamientos revolotear en la cabeza de la bruja.

 

Otra presencia inundó los pensamientos de Rosália, otra Triviani tocaba a su puerta y en sus pensamientos lograba visualizar la silueta de un hombre junto a grandes sentimientos de ausencia y melancolía. El aura de la Triviani llamaba a la tristeza y la penumbra y a Rosália aquello le ocasionó intriga. Negó levemente e intentó ignorar las sensaciones que sentía la pelinegra en su vientre - Estamos en el jardín, Triviani - soltó sin más dentro de los pensamientos de la bruja, para centrarse nuevamente en la Macnair.

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Noté la cercanía de Rosalía, quen ahora se dedicaba a regar los narcisos que yo había abonado -con pala de jardinería incluída para distribuir mejor el abono- y me tensé un poco. No era ella una mujer convencional y no sólo por sus habilidades, sino también por su físico. Todo en ella me maravillaba y me llamaba a querer saber más pero temía que mi actitud se tomara como insolencia, así que evitaba mirarla por largos ratos y luego, dudaba de si eso no llamaría aún más la atención de la Arcana.

 

-También poseen uso medicinal, ya que es buena contra la tos- dije sin elevar demasiado la voz-. Los bulbos de los narcisos sirven para provocar vómitos, una propiedad no muy bonita pero sí útil. Las flores pueden usarse ayudando a regular la temperatura corporal en casos de fiebres agudas o intermitentes. También como antiespasmódico y anticonvulsivo.- asentí, mientras volvía a dirigirle una mirada a la Arcana de Legilimancia-. Me gustan las plantas. Tenía una botica en el Callejón Diagon hace unos años y me gustaba estudiar sus propiedades...

 

Hice una pausa mientras tanto la Arcana como yo sopesábamos nuestras palabras. Finalmente, ella se quedó mirándome fijo mientras formulaba una pregunta que yo misma me había estado formulando desde el momento en que había firmado la planilla de inscripción. El silencio se prolongó más de lo que esperaba mientras ordenaba mis pensamientos.

 

-Quiero aprender- respondí, con un encogimiento de hombros-. Quiero aprender sobre todo lo que pueda. La magia está viva en tantas cosas, en tantas formas y mi tiempo en este mundo es totalmente limitado, así que deseo adquirir todo el conocimiento que me sea posible mientras viva- asentí mientras decía aquellas palabras, frunciendo levemente el ceño mientras las interiorizaba.

 

Hasta aquel momento no me había dado plena cuenta de eso, de lo que estaba diciendo. Siempre me había dedicado a estudiar: conocimientos, libros. Luego, había detenido mi avance durante años, no sabía si por temor o por falta de interés o, quizá, eran ambos. Pero ahora que había vuelto y me había dado cuenta de todo lo que había por delante, de todo lo que podía seguir aprendiendo y transmitiendo, quería continuar con mis estudios. En realidad, que hubiera elegido Legilimancia era solamente una coincidencia. Quizá algo me había llevado a elegirla, quizá no. Eso lo descubriría si la Arcana decidía enseñarme.

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La bruja escuchó otra voz en su cabeza, indicando que estaban en el jardín. ¿Estaban? Zoella arrugó el ceño y con pasos lentos deambuló por el invernadero, dándose tiempo a pensar las cosas mientras llegaba al jardín, donde la arcana le esperaba. Visualizó a su madre en un costado y sólo la ignoró mientras detallaba cada espacio del lugar, percatandose de las diferentes especies en cuanto a flores y plantas guardaba Rosália. La Triviani se imaginó los experimentos que realizaría con facilidad si tuviera todo aquello, e incluso las posibles combinaciones que alcanzaría a crear si estuviera en sus posibilidades. En su mente anotó todos los detalles de las plantas, deseando adquirir un ejemplar de cada uno, fuera como fuera.

 

Finalmente llegó al jardín y vislumbró dos figuras cerca de unos Narcisos. Logró reconocer a Cissy, su compañera dentro del bando y el concilio y desconocía a la mujer a su lado, quien se encontraba cubierta por hojas y enredaderas verdes, junto a un largo cabello rojo que contrastaba perfectamente con el verde de su vestimenta.

 

- Zoella Triviani - se presentó, aguardando bajo el umbral de la puerta alguna indicación u acción a realizar, sopesando dentro de su mente si se sentía preparada o no, descubriendo el gran temor que la aguardaba. ¿Y si se enteraba de algo que no deseaba cuando leyera la mente de su hermano? Mordió su labio y los nervios crecieron, sólo esperaba que no llegara a la clase, porque aquello sería su fin.

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La arcana asintió ante la respuesta de Macnair ante los narcisos, aquello le encantó. Pocos magos hasta ahora habían tenido tal magnitud de cocimientos ante lo que más amaba Rosália, las plantas y una suave sonrisa, luego de mucho fue otorgada en silencio a Castalia. El largo silencio siguió después, Rosália esperó paciente mientras sentía la presencia de la Triviani en los espacios del invernadero. El aura de la calva distrajo un poco a Pereira, que por cortos segundos dirigió su vista al umbral que daba con el jardín.

 

- Muy sabia la forma en la que deseas emplear tu tiempo de vida - la arcana asintió ante las palabras de la Macnair y giró su vista a los narcisos - Las planas, y muchos objetos más guardan mensajes para nosotros. Necesito que hoy, ahora, explores tu mente y te permitas abrirte para poder lograr que la Legilimancia brote con naturalidad - instruyó la pelirroja, quien realizó una suave caricia al Narciso más cercano - Hay ciertos hechizos, pero te contaré de ello más tarde. Por ahora, respira y cálmate para que logres concentrarte. Entrar en otras mentes no es fácil y tienes la oportunidad de ensayar y fallar antes de abrir tu prueba - La arcana escuchó la voz de la Triviani a sus espaldas y sólo alzó la mano, informandole que la había escuchado.

 

- Descubriremos hoy, porque la Legilimancia fue tu decisión - agregó Rosália, dando un apretón de aliento en el hombro de Castalia antes de levantarse - Ten cuidado, e informame de lo que los Narcisos necesiten - finalizó, para caminar hasta los pequeños retoños de Solandras - Zoella Triviani - repitió la arcana, entregando un regador a la bruja - ¿Está embarazada? - preguntó la arcana, recordando las sensaciones del vientre de la bruja - Vamos a colocarle agua a las Solandras mientras me contestas un poco de lo que sabe usted de la Legilimancia y como pretende usarlo - habló, regando la tierra de sus retoños que había plantado aquel día por la mañana, mientras aguardaba a la llegada de sus alumnos.

 

Dió un vistazo rápido a Castalia y regresó a Zoella para dejar suavemente en sus pensamientos "Empecemos con escuchar el viento, ¿Puedes descifrar las palabras que trae consigo?".

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Parecía que le había caído en gracia a la Arcana y tuve que contener las ganas de soltar un suspiro de alivio. Había temido que ella me rechazara, que creyera que no era capaz que aprender aquella habilidad y, entonces, tendría que darme la vuelta y marcharme. En cambio, mi conocimiento sobre plantas y flores había sido agradable para la mujer misteriosa y bella que enseñaba Legilimancia. Siempre había temido que mis charlas aburrían a las personas, mi fascinación por las plantas, las pociones, los ingredientes para realizar experimentos. La única que había sentido, alguna vez, que de verdad disfrutaba de esas conversaciones, había sido Sagitas y las tardes pasadas en sus invernaderos eran lo mejor.

 

Escuché con atención a Rosália. Hablaba de forma pausada, un poco cantarina y envolvente y, me pregunté, si acaso aquella mujer podría arrullar a una persona sólo hablándole. ¿Las enredaderas de su cuerpo soltarían semillas? ¿Podía hacer crecer hongos que soltaran cierto tipo de esporas? ¿De qué forma su habilidad con la Legilimancia la había llevado a aquel estado entre planta y ser humano? Mientras ella continuaba hablando de forma pausada para que yo la siguiera, ya mi mente estaba divagando en todas esas preguntas que nunca antes me había formulado.

 

Asentí cuando me dijo que luego me contaría sobre los hechizos que había para entrar en la mente de las personas y me pidió que me relajara para poder abrir mi mente. Me tensé. Nunca había abierto mi mente a nada ni nadie, siempre todo había sido un secreto en mi interior. Había ciertas cosas que verbalizaba, claro, pero normalmente iba guardando pieza a pieza la información que recibía, la que descubría y la metía en una pequeña caja en un rincón de mi mente. ¿Malos recuerdos? A otra caja en lo profundo de mi mente. ¿Buenos recuerdos? Una caja más grande, rosada quizá. ¿Maquinaciones, engaños, mentiras, secretos? Otra cajita en otro rincón de mi mente. Todo estaba allí, más accedía a ello sólo cuando fuera necesario, nunca de una sola vez, nunca para nadie más. El solo pensar en tener que acceder a ciertos retazos de mi mente me hacía sentir... vulnerable. Otra verdad que me guardé en el fondo de mi mente, mientras la Arcana se alejaba a hablar con Zoella, a quien saludé con un ligero movimiento de mano cuando se presentó en la puerta del invernadero.

 

-Vale- me dije a mí misma en voz alta, mientras inspiraba por la nariz y soltaba el aire por la boca.

 

La técnica era sencilla, la había utilizado cientos de veces en Adivinación y en Metamorfomagia. La respiración controlada permitía tranquilizar el pulso; un corazón desbocado no era bueno para trabajar en asuntos de la mente, muchos menos para hacer magia. Así que respiré una, dos, tres veces y dejé que mi mente se relajara también al compás de mis respiraciones, sintiendo mi propio pecho subir y bajar. Me di cuenta, luego de unos segundos, que podía sentir la palpitante calidez de la humedad. Incliné un poco la cabeza al notar que también podía oír... ¿oír o sentir? Las lombrices arrastrándose contentas por la tierra húmeda y nutrida. Otra respiración, otra exhalación. Y, ahí estaba, el sonido del viento fuera del invernadero colándose entre las hojas y las ramas de los árboles.

 

<<Esto es demasiado>> pensé e inmediatamente abrí los ojos y todas esas sensaciones desaparecieron.

 

-Ah, tonta- me regañé.

 

No lo diría, por supuesto, sería otro pedazo de información que guardaría en el fondo de mi mente... porque nadie, ni siquiera la Arcana, debía notar que tenía miedo. Genuino. ¿Miedo a qué? Para empezar, a que alguien supiera mis secretos si abría mi mente en aquel momento. Miedo a ser examinada, a ser "leída" y... miedo a ser juzgada.

 

Me retorcí las manos y solté aire por la boca en un resoplido molesto.

 

Estaba entre la espada y la pared. Si quería aprender, tenía que abrir mi mente. Sino, podía dar media vuelta y marcharme por donde había venido.

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Era el momento. Jeremy lo supo cuando unos minutos antes de abrir la nota donde lo aceptaban a la habilidad. No tenia muchos motivos para cursarla, y aunque había pasado muchos días antes de abrir aquella nota para encontrarlo. No lo consiguió. Solo sabia que había pagado la inscripción y que debía dar su mejor esfuerzo para poder aprenderla. Su bóveda no debería sufrir por su indecisión de idi.ota.

 

Apareció en Mahoutokoro en el momento indicado. Le gustaba el ambiente vegetal que formaba ese pequeño oasis de la arcana. Le recordaba su hogar. Aunque allí había mucho mas verde que la que había visto en toda su niñez. Los bosques de Siberia solían estar cubiertos de nieve durante muchos meses al año. Aun así, muchas plantas lograban sobrevivir a ese clima. Nacían, se reproducían y morían mucho mas fuertes que sus antecesores.

 

El vampiro vestía una polera blanca de mangas cortas, un pantalón de jeans negro y unas zapatillas sin plataforma. Dejaba al descubierto sus brazos tatuados donde se veía la Marca Tenebrosa entre ellos. Camino al invernadero donde había cantidad de plantas exquisitas visualmente. Podía oler en el aire la humedad de la tierra abonada. Disfruto de ese encuentro solitario, mientras esperaba alguna señal por parte de la arcana.

 

Estaba todo en paz, hasta que pudo oler el rastro de la impostora, manchando el puro aroma de las plantas. Apretó los dientes con fuerza. "¿Deberíamos compartir clase?" Pensó empezando a ponerse furioso. No había nada que le apeteciera menos. Para distraerse se fijo que los anillos y los amuletos mágicos de los libros estuvieran en su lugar. Nunca sabia cuando podría necesitarlos... con urgencia.

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La Triviani visualizó a la arcana alejarse de Cissy y dirigirse a ella. Recibió el regadero en silencio y siguió sus pasos, sin embargo, se quedó congelada ante su pregunta y sus ojos se cristalizaron tras el recuerdo de lo sucedido hace un par de semanas. Negó suavemente con la cabeza y se encaminó hasta quedar a un lado de la mujer e imitar su acción.

 

- Estuve - susurró, vertiendo el líquido vital por sobre los retoños - Lo perdí luego de un accidente - pronunció sin más, meditando un poco su contestación - Necesito encontrar respuestas en los pensamientos de alguien - confesó, observando brevemente las delicadas facciones de Pereira - Necesito encontrar las respuestas que no me contesta él - agregó, mordiendo su labio.

 

La Triviani dejó de regar los retoños cuando lo sintió, el olor del mago llegó al olfato de la bruja que ya conocía de memoria el fuerte aroma que desprendía el vampiro. El nerviosismo apareció en ella y poca atención logró prestarle a la arcana, que susurró algunas palabras en su mente. Asintió y prosiguió a cerrar sus ojos, intentando desviar el fuerte aroma del Triviani, concentrándose en el ruido del viento, sin éxito alguno.

 

Abrió sus ojos disgustada y bufó, pasando ambas manos por su rostro tras dejar la regadera en el suelo - ¿Como puedo bloquear pensamientos? - se adelantó a preguntar, mientras esperó a que la arcana tardara en hacer entrar a Jeremy.

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La arcana escuchó los pensamientos de Zoella, quien se encontraba parada un par de pasos a su espalda, sin omitir palabra alguna. Siguió regando sus retoños mientras percibió como Castalia empezaba a sentir y escuchar lo que la rodeaba hasta su reprimenda. Negó levemente y decidió susurrar suavemente en medio de sus pensamientos "Respira, solo tu decides hasta donde llegarán aquellos que lean tu mente" la sintió respirar frustrada. El miedo era algo que se normalizaba entre los alumnos de Pereira, y ella intentaba a pesar de ciertas cosas, calmar los torbellinos para que aprendieran y con ello, se fueran pronto a casa.

 

"Ibas bien, no te desesperes y sólo deja que tus pensamientos fluyan" le instruyó, sintiendo la presencia de la pelinegra a su costado. Escuchó las palabras de Zoella en silencio, observándola inexpresiva ante lo que confesaba "A veces, encontrar respuestas que no quieres no es la solución", dejó de regar sus retoños para sentir otra mente llegar a sus tierras. Un hombre, otro Triviani llegaba a sus puerta y lo sabía por toda el aura que desprendía. La mujer hurgó un poco en su mente y detectó molestia por la presencia de Zoella. Cierta gracia llegó a su cuerpo, colocar a ambos juntos traería cierta distracción a la monotonía de sus clases - Debes abrir tu mente primero, escucha el viento - soltó para dirigirse a Jeremy.

 

"En los jardines, Triviani", imitó la forma en la que había alentado a Zoella a pasar y sólo prosiguió observando el nerviosismo en el cuerpo de la ojigris quien ya sabía de la llegada de su hermano - Vamos, la Legilimancia no es algo que se aprenda tan fácil como leer libros o cuidar flores - pronunció, mientras llevaba su mente a donde sus alumnos fuera del invernadero estaban.

 

Percibió a Cissy, que seguía intentando calmarse y con la mirada empujó a Zoella a concentrarse, por su parte su reciente alumno cruzaba el umbral - Compartirá clase con Zoella. Tome la regadera que está a su izquierda y acérquese. Estos retoños no se riegan solos - espetó sin más.

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