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Transformaciones II


Matt Blackner
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Me desperecé en la cama ante de levantarme a mirar por la ventana. Fuera llovía, había sentido la humedad durante la noche. Desde luego se notaba que estaba el invierno al fin sobre Ottery, y no me hacía demasiada gracia.

 

Tenía qeu ser justo ese día?

 

El agua caliente al menos sirvió para espabilarme un poco antes de vestirme con unos vaqueros oscuros, una camisa negra y sobre esta, un jersey de color rojo acompañado de unas botas negras. La varita descansaba en el bolsillo derecho trasero de mi pantalón, como era costumbre en mi.

 

- Hoy tengo clase Harpo, asi que os tocará entretener a mi hermanito hasta qeu regrese. - dije al elfo familiar antes de abandonar la mansión de la familia POtter Black.

 

Esta vez no iba tan agobiado. O eso qeuría pensar. La primera clase había sido especial, casi sin tiempo, sin pensar en loq eu aceptaba, pero casi improvisando, había conseguido algo qeu me gustaba pensar, había sido bueno.

 

Era mi segunda clase, y había intentado prepararla un poco, algo que resultara un pequeño reto para mis alumnos. Casi a la carrera llegué hasta la zona de los terrenos cercana al lago donde daba la clase. Sobre la mesa para el profesor y las gradas para los alumnos y oyente se había extendido un toldo mágico que impedía que la lluvia mojara a los asistentes, además de una puerta de madera qeu permanecía cerrada a la izquierda de la mesa.

 

Asi qeu me senté sobre el escritorio, a la espera de qeu los chicos llegasen.

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«Voy a tener que aprender a desdoblarme» -pensó Gatiux- «No me va a dar tiempo a llegar a todo»

 

Delante de la mortífaga descansaban varios pergaminos extendidos. Durante el mes anterior se había dedicado a apuntarse a todo conocimiento disponible, queriendo aprender cosas nuevas o recordar lo olvidado, y le aceptaron todas las solicitudes. Ahora tenía que acudir a tres clases diferentes, aparte de atender otros asuntos. Se echó hacia atrás en la silla, delante del escritorio, mientras decidía a donde ir primero.

 

Al final lo dejó todo al azar, dobló los tres papeles y los mezcló dentro de un cajón para luego elegir uno de ellos sin mirar, el premiado fue uno que decía “Transformaciones”. Guardó el escrito en uno de los bolsillos de la capa que se puso sobre el ceñido vestido celeste de manga larga que llevaba. Antes de salir se aseguró de llevar la varita guardada en una de las mangas de la capa negra. Puso la capucha sobre su cabeza y desapareció rumbo a la clase.

 

«Me encanta la lluvia...» -pensó con fastidio- «¿No podían elegir dar la clase en un sitio climatizado y cerrado? Estamos en invierno.»

 

Habían extendido un toldo sobre unas gradas para que los alumnos asistentes no se mojaran. Gatiux frunció el ceño dudando de la fiabilidad que tendría aquel invento. Delante de las gradas una mesa donde se situaba un hombre, suponía que el profesor, parecía de aquellos que querían aparentar ser jóvenes, de aquellos que se sentaban sobre la mesa para intentar ser cercano con los alumnos.

 

«Qué poca clase.»

 

Una vez a cubierto, dejó caer la capucha hacia atrás con sus dos manos, la bruja llevaba la melena violeta suelta, con bucles, y sus ojos ambarinos se dirigían directamente a quien suponía que iba a dar la clase, un completo desconocido para ella. Compuso una sonrisa de amabilidad perfectamente fingida, y extendió la mano para la presentación.

 

- Soy Gatiux Malfoy. Usted debe ser quien nos impartirá Transformaciones, ¿no? -aguardó unos segundos por el nombre- Encantada. Espero disfrutar mucho de su clase.

 

Tras las frases de cortesía previamente aprendidas tomó asiento en mitad de la grada, obviando por completo la primera fila. Una vez se sentó, dedicó unos segundos a juzgar a aquel hombre que estaba allí abajo, parecía alguien simple y sin muchas preocupaciones, nada que llamase la atención de la banshee, ni para bien ni para mal. Suspiró, esperando que de verdad fuera una clase interesante donde aprender cosas nuevas, o algo entretenido como lo que había vivido en Estudios Muggles meses atrás.

 

«Espero que alguien más llegue pronto.»

 

Miró a su pequeño reloj de pulsera. Inquieta. Debía de ir a muchos sitios después de aquella clase.

 

 

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- Por favor no me mates, detente. No quiero sufrir lo mismo que ellos, por favor perdóname, no fue mi intención acabar con su vida.


Quizás hubiera encontrado esa pizca de clemencia dentro del mar de ira que acosa mi conciencia, y tal vez no hubiera hecho lo que hice, pero, ¿cómo me iba a poder decir eso? Si todavía no puede caminar, ¿cómo me iba a poder decir eso? Si solamente tiene una semana de vida.


El filo empezó acariciando su cuello, con lentitud... manando...


Me desperté sobresaltado y empapado en sudor. Me muevo con pesadez hacia el lado izquierdo, mirando el despertador digital que reposa sobre la mesita, al lado de un par de botellas rotas que días antes, estaban repletas de algo que ahora masacraba mi hígado. Es tarde. Las sabanas me cubren, las tenues luces de la calle me hacen recordar mi existencia, el mugido de las voces del día me despierta del trance con lo paradisíaco. Mi mente se convierte en una necrópolis.


Me incorporo e intento desperezarme, a duras penas. Me duelen los músculos, pero quiero obligar a mis piernas a sostener el resto de mi cuerpo. Maldigo en voz baja, siento un mareo y consigo ponerme en pie. Antes no era así, pero claro, antes también era algo más de lo que soy ahora, un mísero arquetipo de sombra perecedera. Camino un par de pasos, frente al espejo. El reflejo de mi cuerpo desnudo es apenas un leve vestigio de lo que había sido, siento asco y ganas de vomitar, ¿qué es esto?, me pregunto sorprendido. Estoy degradado, como un fantasma. El cruel sentimiento de un regreso nada plácido. Tras de mí, el cuartucho del motel barato y mugriento donde me alojo, se muestra desordenado y sucio. No permito a nadie entrar a limpiar, ¿para qué?, el sin sentido del todo, me abraza casi siempre cuando me tumbo en el catre bebiendo. Es mi escape a todo.


Demonios, espabila, llegamos tarde.


Tú no llegas tarde a ningún sitio. Me desdigo. Una y otra vez.


Mi rostro comienza a gesticular como aletargado, despierta de un sueño que no conocía. Muecas extrañas, sentir neutro. Ni yo me reconozco. El cabello me cae sobre el rostro, lo acaricio con mis manos; lo sostengo entre mis dedos… demasiado largo, murmuro. Tal vez necesite un corte. Más tarde. Repaso la barba con las yemas de mi mano derecha, siento el pinzamiento del cabello facial aguijoneando mis dedos. La observo… demasiado larga, murmuro. Tal vez necesite un arreglo. Más tarde.


Ojos muertos. Y permanecen brillantes. Qué cosas tiene la vida. O tenía, o tuvo, o tendrá... dios, ni yo sé lo que debe ser.


No eres nadie, ya no. Que peligro tienes, chaval.


Cállate.


Al principio las noches eran largas. Cambiaba mis sueños por lágrimas rotas que se deslizaban por un rostro descuidado, cambiaba mi tenue descanso por recuerdos absurdos, si, absurdos, llenos de sentimientos olvidados. Aquellos que no volverán. Esas noches me llevaron a una extensa melancolía, melancolía que me desbordó e hizo caer al averno, donde envenenado por el rencor y el odio, me convertí en un gustoso invitado de mi persona, pero no era nombrado antaño salvo por los incrédulos. En mi mano un cigarrillo, el último que encendí y me quedé mirando con pasmo. No los fumo, nunca lo hice, en realidad me gusta quedarme observándolos mientras se consumen. Lo acaricio con mis dedos, prendado. Es mi único acompañante en ese instante. Lo mantengo encendido como una vesania contra la vida. Un todo que acaba, el ruido, el llanto, el amor eterno y el dolor punzante, todo acaba. Y no porque yo quiera, sino porque ese cigarrillo, ese condenado aparato del demonio, así lo quiere. Soy consciente de que no es mi amigo, que tal vez solamente sea parte de mi desahogo, que el vicio que mata no puede afectarme, pero aun así creo que es una pueril manera de atarme a la cordura de un mundo desecho.


Es tarde.


Ya, ya. Déjame en paz.


Me vestí con lo primero que encontré: unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca, y una americana de un tono beis apagado. Me lavé el rostro y enrollé mi cabello castaño en una larga cola. Di un último sorbo a una botella arrojada sobre el suelo del lavabo y la azoté contra la pared. El cristal se rompió en cien pedazos, tal vez más, y salí por la puerta del cuarto sin mirar atrás.


Oh, perfecto.


Cállate. Sentí la fría lluvia caer en mi cuerpo, los charcos forman cúmulos de barro y agua que no me apetece pisar, y por eso mismo, pisé un par. Estupendo, pensé. Me encanta que todo salga bien, es ideal. En fin, tengo clase. Ni que fuese un maldito adolescente, que tiene que acudir al instituto para finalizar nada. No es lo mío, pero no me quedó más remedio. Me obligo, como una manera de enderezar el despojo que ahora llamo vida. Una forma de volver a ser yo, o al menos, intentar ser un mínimo de lo que era en… bueno, qué más dará.


Sonreí.


¿Y este invento?, me pregunto observando el toldo, las gradas, y esa extraña forma de perfilar un aula que idearon. No es nada práctico. Más bien todo lo contrario.


Genios.


Dos personas. Supongo que una de ellas será el profesor. A fin de cuentas, es un hombre. O eso me dijeron. Repasé el papel un segundo, y confirmé mi sospecha. Me acerqué a paso cambiado, sin dejar de analizar lo que me rodea. Viejos hábitos, ya sabéis.


- Radek – digo secamente. Alzo la mano, que no extendida, formando un vago saludo en el aire. Es suficiente.


A unos pocos metros, otra persona. Una muchacha. Entorno los ojos, se mezcla la confusión con algo más, como si… pero no es posible. En fin, ¿importa?, no. Resoplo con agotamiento, cruzo las manos sobre el pecho, y me quedo allí plantado, cerrando los ojos.
Editado por Elaryan

Ex-Líder de la Orden del Fénix
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Churchill me citaba // Viva el CO2 // Tejonista y Tejounhista // Posible parodia

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La bruja se acercó a la carpa. El tiempo que había ahorrado en llegar al sitio de reunión con antelación, lo perdió caminando por el lago y alrededores. Le gustaba respirar el aire puro y los caprichos meteorológicos no le molestaban ni la despeinaban. Era su naturaleza o lo que quedaba de aquella que no estaba corrupta. Era una sacerdotisa, aunque en la práctica mucho se alejaba del significado de esa palabra. Pasó su varita por la capa negra que cubría su cuerpo, murmurando un hechizo y esta fue dejando de gotear por el suelo cubierto de la clase. Pero el camino por donde había entrado, seguía marcado por sus pisadas húmedas.

 

De los pliegues de su túnica se veían unas raíces coloridas que había recogido en esa improvisada excursión, y que aseguró al bolsillo lateral antes de despojarse de la prenda y la capa, quedando a la vista el azul de extensa cabellera recogido en un moño descuidado.

 

La túnica, sin adornos y tan negra como la capa, era la único que lucía la Malfoy.

 

Su hermana yacía en uno de los lugares dispuestos para los estudiantes. Nunca la primera fila: eso era para empollones. Del otro lado, a quién menos esperaba encontrar. «Pensaba que ya no quedaba conocimiento que pudieras aprendes, pero sigues sorprendiéndome». Radek estaba ahí, en estado tan lamentable como la última vez que le había visto en Stonehall. Era la representación más fiel del caos y la autodestrucción ¿Se habría dado cuenta? Seguro que sí. Seguro que era consciente de aquello.

 

Espero no llegar tarde. Soy Ainé Malfoy —dijo, mientras tomaba asiento en uno de los puestos disponibles y le guiñaba el ojo a Gatiux. Al profesor no le conocía, así que esperaría para hacerse una opinión al respecto. Esto apenas comenzaba y esperaba sacar algo de provecho.

 

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Pesando casi dos kilos más por la cantidad de agua contenida en sus prendas de ropa, finalmente el Mortífago dio con el lugar donde recibiría clases de transformaciones. Dirigió la mirada al hombre que se sentaba frente a las gradas, donde ya había algunas personas antes que el vampiro. El primero lucía muy tranquilo, esperando la llegada de todos sus alumnos. Mientras que los presentes intercambiaban miradas entre sí como a la espera de que algo interesante sucediera.


Zack atravesó el lugar hasta las gradas, y se desplomó en ellas mientras pasaba una mano por su cabello procurando que los mechones se apartaran cortando el conducto de agua que se arrastraba por su nariz, mejillas y bajaba un poco más por su garganta hasta llegar a la tela de la camisa azul marina que también estaba empapada. La lluvia no había sido de su agrado, sin embargo no se mostraba molesto, le causaba más malestar el hecho de haber tardado tanto en encontrar esa bendita carpa.


—Yo soy Zack — Dijo sin más luego de escuchar la presentación de las dos mujeres. Una de ella, su antigua jefa en San Mungo, trató de ganar puntos siendo amable con el profesor. Zack puso los ojos en blanco y resopló. Él también tenía buenas expectativas para la clase, pero no lo diría. Después de haber pasado tanto tiempo lejos de la Universidad, volver para recibir clases era, en parte, motivador, la parte de emocionante se había desvanecido con tanta agua que llevó.


Guardó silencio igual que el resto y comenzó a barrer el lugar con la mirada. No había nada relevante en el escenario, nada aparte de ellos. Seguramente el hombre planeaba transformar el ambiente en algo más emocionante, lo aplaudiría de ser así, estar bajo aquella carpa escuchando el sonido de la lluvia al exterior y todos mirándose expectantes, no era para nada divertido. Sólo esperaba que no se viniera abajo su entusiasmo por aprender un conocimiento extra.

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-¿Porqué me tuve que inscribir en una clase impartida por mi hermano?- preguntó Jessie suspirando terminando de acomodar su mochila.

 

Podría optar por llevar un par de pergaminos, pluma y tinta en las manos, pero estaba lloviendo de forma ligera y el profesor había decidido dar la clase en los terrenos del castillo y lo que era peor aun, el profesor de transformaciones era su hermano mayor. Volvio a suspirar arrojando de mala forma las plumas al interior de la mochila y colgandosela al hombro.

 

-Lo bueno es que es caballeroso y me espera, como es tan bueno, como es tan preocupon, como es tan...

 

Se había vuelto sarcastica, no le quedaba de otra, era eso o molestarse. Su hermano hacía tiempo se había ido al castillo y aunque le molestaba un poco y ni siquiera hbaía tenido la desencia de avisarle que ahora comenzarían las clases... de no ser por Air ni siquiera se habría enterado de que hoy, precisamente hoy comenzaban las clases.

 

-Bobos hermanos mios- bufo molesta cerrando la puerta de un portaso y caminando rumbo a la entrada de la mansión Potter Black- ¡Harpo, avisale a mamá que vuelvo cuando a su hijo se le ocurra dar por finalizada la clase!- informo Jessie en son de burla al elfo de la familia.

 

Fuera de su casa, desapareció girando sobre si misma para aparecer casi de forma instantanea fuera del castillo Hogwarts de Magia y Hechicería. Si bien recordaba, la clase sería impartida cerca del lago así que ahora debía caminar hasta llegar a su destino. Se caló su capa de viaje sobre sus hombros, colocandose la capucha y comenzó a ascender por el terreno resbaladizo hasta llegar a la clase. Se sorprendió de ver una carpa magica cubriendo unas gradas y la mesa del profesor, donde su hermano y varios compañeros ya estaban reunidos. Conocía a varios gracias a la Marca Tenebrosa, pero no podía hablarles como normalmente lo hacía si no quería que la descubrieran, al que si saludo con un ademan de mano fue a Radek, su compañero de casa.

 

-Lamento la demora... soy Jessie- se presentó con amabilidad tomando asiento en la parte más alejada de las gradas mientras observaba fijamente a su hermano mayor.

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Alessandra no había dormido en toda la noche por ver unos papeles de pacientes que están en San Mungo. Los párpados le pesaban pero no tenía tiempo para echarse una siesta tenía que ir a clases de Transformaciones.

 

Debía admitir que estaba nerviosa ya que la última clase que había dado había sido con Adry que eran primas y compañeras de bando en cambio ese día sería con desconocidos. Miró por la ventana como la lluvia caía despreocupada sobre su ventana se dio vuelta temprano para no perder tiempo y prepararse.

 

Entró a bañarse pero el baño duró poco, no había tiempo para disfrutar de nada. Se colocó unos pantalones de jeans una blusa azul y zapatillas negras. Su cabello rubio lo dejó suelto tomó su varita y un bolso donde había preparado un par de cosas por si llegaba temprano y bajó las escaleras de la Mansion Gryffindor donde su elfina Mar la esperaba.

 

Aparecieron en los terrenos de la Universidad para su suerte cerca de la carpa donde el profesor había hecho aparecer sobre ellos para que no se mojaran. Alessandra corrió a las gradas donde ya habían varios de sus compañeros.

 

Hola, soy Alessandra Gryffindor— se presentó antes de tomar asiento y esperar a que el profesor explicara porque había una puerta sola en la mitad del lugar.

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No pasó mucho tiempo hasta que el siguiente alumno llegó a la clase. Se trataba de un hombre cuyo aspecto había vivido tiempos mejores, se había echado a perder con el paso de los años, tal vez para otras personas hubiera pasado por alguien poco arreglado, pero para Gatiux que lo había visto muchas veces años atrás había notado el cambio. Radek ya no era aquel hombre intimidante, o tal vez ella no era aquella novata a la que podían amedrentar con unas cuantas amenazas. La Malfoy le sonrió socarrona, alzando la mano y moviendo los dedos cuando él la miró entornando los ojos, tal vez creyendo que su vista le engañaba, o intentando reconocerla. Poco después llegó Ainé Malfoy, quien le guiñó un ojo a Gatiux mientras se sentaba cerca.

 

- Me alegro de verte, hermanita -le dijo- ¿Dónde te habías metido?

 

Después llegó Zack, había sido un poco escueto en su presentación, y ni siquiera le saludó directamente pese a ser alguien conocida para él, por lo que decidió ignorarlo para el resto de la clase, apartando lentamente la mirada del Ángel Caído y dirigiéndola hacia el toldo que los protegía. No estaba segura que aquel invento fuera a aguantar mucho tiempo, deberían haberlos metido en un aula sin más. Después llegaron otras dos mujeres desconocidas que se presentaron antes de tomar asiento.

 

Gatiux hizo aparecer un par de folios y comenzó a doblarlos, no era una persona que le gustase esperar, y solía aburrirse cuando tenía que hacerlo. ¿Quien faltaba para empezar la clase?. Siguió doblando los folios de forma metódica, y al final consiguió hacer un par de grullas con papiroflexia que dejó en pie sobre la mesa, una frente a la otra. Si pasaban todo el día allí tal vez tuvieran que salir de la clase montados en un barco de papel, llovía a cántaros y no parecía querer mejorar.

 

Parecían ser los suficientes como para empezar la clase, no sabía si faltaba alguien más, pero si era así deberían dejar de esperarle y comenzar de una vez. Uno de los tacones de la banshee comenzó a golpear rítmicamente el suelo en señal de impaciencia. Tal vez si tuviese un giratiempos no estaría tan nerviosa respecto al tiempo disponible, pero estar en aquella clase no era lo único que tenía que hacer. Suspiró. Ya quería terminar con todos aquellos trámites.

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Sólo puedo dar fe de lo que hago ahora. Lo de anoche ya ni me acuerdo —le comentó por lo bajo.

 

Gatiux parecía aburrirse, al igual que ella y rápido encontró qué hacer. Con ayuda de papel y mucha destreza, fue formando unas grullas sobre la mesa. Ainé, con su varita, dio vida a las criaturas que fueron moviéndose por la superficie con mucha gracia. Incluso, si alguna tropezaba con otra, se multiplicaba. Parecían una banda al mando de un director de orquesta, pero con menos disciplina y más garbo. Una de ellas se aproximó a su mano y la trepó para caer en picado al suelo... una, luego ya eran dos.

 

¿Y tú dónde te metes? Ya no te veo por la Malfoy. Es más, creo que la última vez fue en el Magic Mall.

 

 

La Sacerdotisa bajó la varita, pero las criaturas seguían moviéndose y replicándose por la carpa. ¿Seguía lloviendo? Aquel encierro sin ningún propósito comenzaba a ser cansino. ¿Tardaría mucho en comenzar la clase antes de que las grullas llenaran el aforo de aquella aula improvisada?

 

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- Por aquí y por allá. -dijo críptica-La verdad es que me había olvidado el camino y no sabía como volver. Tuve ciertos problemillas con un empacho de poción del olvido.

 

Contuvo una carcajada. Se había burlado en numerosas ocasiones de todos aquellos Malfoy que no aparecían porque parecían haberse olvidado del camino a casa. Era una situación irónica, sólo que a Gatiux le había pasado realmente. Los últimos meses habían sido confusos, a duras penas pudo llegar a Ottery, confundida y harapienta casi sin acordarse de cómo se llamaba. Tras dejar de tomar la poción con asiduidad, su mente se había aclarado, aunque había algunos agujeros que ni la misma banshee sabía que existiesen, pero estaba allí. Ahora por lo menos recordaba a las personas, o por lo menos a la gran mayoría.

 

- Los pájaros se comieron las migas de pan que dejé por el camino. -bromeó- Me costó un poco encontrar la senda nuevamente.

 

Rió al ver a las grullas de papel que su hermana había animado, se habían comenzado a multiplicar. Sacó otro folio y comenzó a doblarlo hasta que quedó con forma de rana, luego lo animó tal y como había hecho su hermana y las ranas comenzaron a multiplicarse y a saltar encima de las grullas, que se volvían furiosas a intentar quitarse a las ranas de encima. Se preguntó cuanto tardarían en formar facciones para despedazarse unas a otras, mirándolas con fascinación.

 

-¿Alguna novedad interesante? Dime que me he perdido algún cotilleo jugoso y luego cuéntamelo.

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