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Libro del Equilibrio


Hades Ragnarok
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Había esperado la notificación del inicio de clase durante varios días, pero ésta se produjo cuando menos lo esperaba. Llevaba cerca de una hora nadando en el lago que se perdía en el bosque que formaba una especie de barrera natural para el castillo Gaunt, aislándolo del exterior por la parte oeste. Había notado que los pececillos de colores que solían nadar por la orilla y cuyas coloridas escamas siempre brillaban bajo la luz del sol habían comenzado a emerger a la superficie sin vida, y también sin motivo aparente. Tras varios análisis al agua y también a varios de las especies que vivían en el lago, llegó a la conclusión de que no había ningún virus dañino ni en el agua ni en los peces, y aquellas muertes debían tener algún motivo distinto que no alcanzaba a imaginar.

 

Sacó la cabeza del lago justo para ver cómo Brook, el elfo más anciano del castillo, llegaba corriendo hasta la orilla del lago moviendo un pergamino al aire. Tras él venía Shiro, sonriente y con varios artículos de la Gaunt en los brazos. Ésta nadó hasta el límite y luego se puso en pie a la vez que el encantamiento casco-burbuja desaparecía de su rostro.

 

¿Ocurre algo? —preguntó, mirando primero al elfo y luego al anciano. El último se encogió de hombros y señaló al elfo, por lo que Anne desvió su grisácea mirada hacia él.

 

Ha llegado esta carta procedente de la Universidad Mágica, ama —respondió el elfo con prontitud, con la voz rasposa y peculiarmente aguda a pesar de su avanzada edad y su apariencia seria.

 

Anne simplemente alargó la mano para tomar la nota y luego echó un vistazo rápido a lo que ponía: sí, la clase del Libro del Equilibrio comenzaban ese mismo día. ¿Por qué no podían avisar con algo de antelación?

 

Me he tomado la licencia de prepararte algunas cosas para que te lleves —comentó el anciano, interrumpiendo el silencio de repente. La pelicastaña se fijó mejor y vio que llevaba no sólo su capa de viaje y un bolso de cuero gastado, sino también un pantalón vaquero y una blusa negra ancha y cómoda, así como sus botas de tipo militar con suelas de goma. Le sonrió.

 

Vaya, pase el tiempo que pase... un padre sigue pendiente de las necesidades de sus hijos —soltó ella, mientras tomaba el pantalón de un tirón y se lo colocaba. Cuando se dio cuenta de que seguía empapada, hizo aparecer su varita en la mano izquierda y la movió ligeramente, haciendo que las gotas de agua que cubrían su cuerpo se evaporaran al instante. Luego, procedió a vestirse con la ropa que le había llevado su padre. Cuando terminó, tomó la capa negra de viaje y se la echó sobre los hombros a la vez que tomaba el bolso—. ¿Qué llevo aquí?

 

— Algunas pociones, algo más de ropa por si se te estropea lo que llevas, agua y algunas cosas más. ¡Ah! Y ese libro de hechizos que compraste hace poco —le indicó el anciano, haciendo recuento con los dedos. Luego sonrió a la pelicastaña y la besó en la mejilla—. Venga jovencita, llegas tarde.

 

Anne no le respondió, sino que le dedicó una ligera sonrisa y cerró los ojos cuando él se despidió de ella con aquel gesto de amor. Tras eso, miró de reojo a Brook y se despidió con un asentimiento de cabeza de ambos, girando sobre sus talones rápidamente y desapareciendo con un chasquido.

 

 

Apareció en la Universidad, donde se dirigió directamente hacia el aula al que tenía que asistir. Pero allí no había nadie. Tan solo había un traslador. Una vez más, las clases de aquellos poderes empezaban de lo más interesantes. En la última que había tomado, se habían visto atacados por unas valkirias nada más empezar y luego habían viajado hasta el Valhala, donde había tenido que batirse en duelo con su cuñada Valkyria. Dándole vueltas a aquellos recuerdos en su mente, la Gaunt alzó una mano y la apoyó sobre el traslador, que la hizo desaparecer del aula.

 

La dejó en un paraje natural con un clima bastante distinto al que había en las inmediaciones de la Universidad, aunque aquello no le importaba por el momento. Lo importante era encontrar dónde se llevaría a cabo la clase. Escuchó un crujido a su derecha y se giró dando un respingo, con la varita en alto. Pero sólo se trataba de un animalito peludo y pequeño que saltaba entre los matorrales, alejándose de aquella humana que había aparecido de repente. Anne se relajó visiblemente y luego sonrió: comenzaba a gustarle aquel lugar, aunque le recordaba ligeramente al que habían visitado cuando unos indígenas los habían querido matar a ella y a sus compañeros del libro de la fortaleza...

 

Un ave de vivos colores la observaba desde unas ramas por encima de su cabeza. Cuando los ojos grises de la licántropa se posaron en los suyos, el animal inclinó la cabeza hacia un lado ligeramente y graznó, como si quisiera comunicarse con ella. «Claro», pensó la mortífaga de repente, «es el momento de usar los poderes que he ido adquiriendo en este tiempo». Sin pensarlo dos veces y haciendo uso de uno de los amuletos que llevaba al cuello, manifestó al ave la necesidad de encontrar a un grupo de humanos como ella por el lugar, a no muchos kilómetros de donde estaban. El plumífero animal volvió a graznar y luego aleteó para volar, sin dejar de vigilar con sus oscuros ojos a la licántropa. Ésta le siguió sin perder ni un momento, aunque estuvo a punto de caer varias veces de bruces a causa de las gruesas raíces de los árboles que había en aquel lugar.

 

El sonido de voces pronto se hizo apreciable para la mujer y agradeció al ave su ayuda, liberándola de aquella conexión que habían establecido durante unos minutos. Luego se acercó hasta el grupo de personas, entre los que distinguió prácticamente a las mismas personas con las que había cursado la anterior clase.

 

Disculpad la tardanza, ¿habéis avanzado mucho? —preguntó, colocándose al lado de Valkyria y rozándola suavemente en el hombro para llamar su atención. Luego hizo lo mismo con su hermano Hades, que también estaba a corta distancia. Además estaban su prima Tau con su inseparable novia, Zack, su amiga Lisa, el director Elvis... ¡menuda clase universitaria de celebridades habían vuelto a formar!

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—Oh, vaya que es una noche tranquila. Y se me ocurre cómo pasarla de forma... amena —por si alguien no había captado el doble sentido de sus palabras, la sonrisa en su rostro acompañada de un gesto en la espalda de su novia fue suficiente para disipar dudas.

 

No obstante, no hizo nada más que quitarse la mochila improvisada en donde portaba el libro y una pequeña bolsita con los amuletos pertenecientes a este. Estaba un poco cansada de tantos anillos pero, después de un pequeño momento de inventiva, había logrado bajarles el tamaño además de unirlos a los que ya había cursado antes en libros anteriores. De modo que lo que parecía un único anillo, en realidad era todos los anillos imantados, lo que le daba una coloración extraña y llamativa ahí en el dedo medio, junto a su anillo de compromiso con Tauro. En su cuello, junto al amuleto de curación y el amuleto volador, agregó el amuleto de resurrección al collar disimulado y bonito que también había confeccionado y nada más, todo estaba listo.

 

Echó una rápida ojeada a las páginas de pergamino del libro, releyendo su funcionamiento además de sus poderes en un santiamén. Con el paso del tiempo y su nivel mágico, tardarse en el aprendizaje sería una burla para su intelecto. Simplemente necesitaba refrescar lo que ya había leído y, por ende, seguir adelante con sus tareas sin retrasarse. Pasó el dedo pulgar por los anillos, activando únicamente el anillo antiveneno. Lo sintió calentar una pequeña sección de su dedo y supo que había funcionado, de esa manera no tendría problemas con las picaduras de ninguna criatura venenosa pero... volvió a pasar el dedo por los anillos y ésta vez se centró en el anillo de plagas. Este empezó a vibrar y su ceño bajó un poco.

 

—Tenemos compañía —anunció, moviéndose con lentitud hacia donde las vibraciones se hacían un poco más fuertes.

 

Una horda de doxys salieron en su contra en cuanto llegó a un arbusto, sólo que ella ya tenía la varita afuera antes de que alguno llegara a tocarla.

 

Inmobilus.

 

A pesar del fastidio en su voz, todas las doxy quedaron suspendidas en el aire como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Invocó una bolsa de lona y las metió dentro sin mucho cuidado, pues estas no podían hacerle nada, acabando por encerrarlas en su interior con una cuerda de cuero. Así mismo las colgó en una rama, mirando cómo empezaban a moverse con odio sin lograr nada más que dar golpecitos contra el tronco.

 

—Y bueno, por mi parte es todo lo que ofrezco —se acercó a la espalda de Tauro, procurando que Lisa se fijara en su expresión y sonrió antes de decirle en el oído—. Quizás deberías usar el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, podría alzar una tienda y dudo que nos digan algo al respecto.

 

Rió y se separó, o recibiría una patada y estaba segura que no sería por parte de su novia.

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A medida que transcurrían aquellas travesuras para vincularnos con los libros, las personas que parecían querer obtenerlos, se iban quedando atrás. El libro de la Fortaleza había sido el más concurrido. Recordaba que con mi grupo habíamos pasado muchas cosas, la tribu, el basilisco, la ola gigante que casi nos ahoga por los brujos del lugar. En un momento inesperado, un Uzza nos saco del peligro y nos depositó en una Sabana, para que lleváramos a cabo enfrentamientos. Luego de varios momentos complicados, resultó.

 

Ahora nos encontrábamos en ésa especie de jungla o selva, sin saber realmente lo que nos deparaba, porque con los Guerreros Uzza, ya había sido parte de un entrenamiento personal. Lo llamábamos retiro espiritual, porque era algo totalmente único, solamente para los seis profesores actuales, los que podrían empezar a impartir los primeros libros ante la comunidad de magia de Londres. Pero debía volver a pasar por algo similar, para tener mi propio libro, por más que ya supiera usar los poderes que contenían.

 

¿Un refugio? ¿A qué te refieres con refugio? ¿Pasaremos la noche aquí? —le pregunte tanto a Hades como a Lisa, mientras algunas personas iban llegando, otras se iban acomodando y otras como Leah, que actuaba rápidamente con las varitas. Lisa tenía razón, aquel terreno era totalmente salvaje, pero mi pregunta no se dirigía hacia para qué queríamos un refugio, eso lo sabía cualquiera porque los peligros estaban alrededor. Sino más bien, preguntaba para saber por qué nos quedaríamos allí. ¿Esperaríamos algo? Teníamos que hacer uso de los poderes, pero no había muchos demasiado útiles.

 

Activé uno de mis anillos, el de Escucha. Aquello sería una manera de darle defensa al sitio porque sabríamos a ciencia cierta quien o qué se acercaba. Los sonidos aumentaron pero de momento escuchaba la naturaleza que vivía tranquilamente. Caminé un poco alrededor. Necesitábamos saber bien que hacer, de momento debíamos protegerla, asi que estaba seguro que requeriría de todos los conocimientos. Empecé a mover mi varita. Los encantamientos protectores eran básicos, pero al menos nos darían tiempo para reaccionar y hacer algo.

 

¿Podemos saber de qué nos podemos refugiar? Tal vez así sea más fácil crear las protecciones —le comenté a los chicos, esperando que no dijera que en territorios cercanos vivía un dragón o un basilisco. Moví mi varita dos, tres, hasta cuatro veces mientras algunas ondas transparentes, se expandían empezando a protegernos, tanto de visitas inesperadas, como de muggles o de personas que pudieran aparecerse allí mismo. Así fui trazando un gran circulo, pasando cerca de algunos árboles o arbustos. ¿Por qué simplemente no lo habían hecho antes?—. ¿Y si utilizamos algunos animales con nuestros anillos? ¿Creen que servirá?

 

Les pregunte a los chicos. No necesitábamos más protección que la que estaba brindando en aquel momento. Nuestros anillos para detectar enemigos se activaría en el momento que alguien con malas intenciones, decidiera acercarse por allí. También necesitábamos un poco de luz, así que estaría bueno encontrar la manera de que ésa luz se viera en el medio de la noche, atraería cualquier tipo de criaturas o bichos. Volvi a retomar el punto donde había empezado. Tal vez había algunas criaturas cerca que pudieramos controlar con el anillo.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Había llegado en el momento justo. Justo para no escuchar nada de lo que la Weasley había dicho.

 

Estaba a punto de preguntar qué era lo que debían hacer, cuando notó que alguien más llegaba incluso un poco más tarde que ella. Se trataba de Elvis, a quien no tardó en saludar con una sonrisa y un ademán de mano, lo habría saludado como era debido, pero Lisa volvía a hablar, algo sobre un refugio, lo que supuso que de eso debían encargarse ellos.

 

Una nueva voz la distrajo antes de que se dispusiera a hacer lo dicho por una de las figuras de autoridad de aquella clase, por lo que se giró para ver cómo Hades le hablaba y se acercaba con paso lento hacia ella. Notó el extraño gesto que el vampiro llevaba a cabo, no recordaba que lo hubiese hecho antes en su presencia, lo cual le intrigó bastante, pero haciendo caso omiso a ello, le respondió:

 

Claro que vendría, ¿cómo iba a perderme de una clase de esta magnitud? Teniendo no sólo a Lisa una vez más como profesora, sino ahora también a ti. Esto será, como poco, extraño y a la vez interesante.

 

Acto seguido, movió rápidamente la mano, logrando justo a tiempo sujetar fuertemente la del Ragnarok al notar las intensiones que tenía por delante. Una leve sonrisita medio burlesca y desafiante se dibujó en sus labios junto a una mirada penetrante. Luego de ello, se centró en darles la bienvenida a las otras dos mujeres, por lo que lo soltó, dedicándose un momento a observar la palma de su mano.

 

Sí, allí estaba, la Marca de Sangre que él le había grabado, y de seguro en la mano del vampiro se encontraría la que ella le había efectuado. Aún no había podido confirmar a ciencia cierta qué forma tenía su marca, tenía entendido que había una particular para cada persona que la efectuara, pero la Delacour no había podido comprobarla aún.

 

Apartó su mano entonces, volviendo a centrarse en la clase. No tenía real idea de dónde se hallaban, pero definitivamente era lejos de Londres.

 

De pronto, junto a la llegada de dos alumnas más a la clase, una plaga de Doxys apareció de la nada misma, dispuestos a atacarlos y hacer de las suyas, pero rápidamente Leah los previno, realizando un encantamiento sobre los animalitos y deshaciéndose de ellos antes de que el problema fuera más allá.

 

Coincido con Elvis, – comentó por lo alto – si tuviésemos más información de aquello a lo que debemos “cuidarnos” creo que podríamos estar mejor preparados – y terminando de hablar, se alejó un poco del grupo, llegando al área más oscura debido a la frondosidad de los árboles y arbustos y, sacando a Aukan de su capa de viaje, apuntó hacia el frente –. Protego totalum. Repello muggletum.

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Aquella clase estaba llena de personas que parecían ir a su propio interés, y lo notó practicamente enseguida, cuando alcanzó el lugar y nadie se percató de su presencia. Se encogió de hombros; al fin y al cabo, habían acudido a aquella clase para adquirir los poderes del libro del equilibrio. Se fijó en lo que hacían los de su alrededor, perdidos todos en sus pensamientos y procedió a imitarles. No era tan difícil percatarse de que todos protegían la zona en la que se encontraba.

 

Las palabras de Elvis le dieron la confirmación que necesitaba, pues preguntó porqué debían defender el refugio. Refugio... parecía que aquello comenzaba a tener mucho en común con la primera clase de los poderes Uzza que la mujer había adquirido en su vida.

 

La sugerencia del Gryffindor le pareció de lo más acertada, por lo que asintió en su dirección.

 

Sí, al estar en plena naturaleza... podríamos utilizar a los animales, además del resto de protecciones que usan los demás. Veamos... —le dijo, aunque sin fijar su mirada en el hombre. Ya buscaba algún ser vivo que pudiera servir para aquella idea. Pero no encontró nada que le sirviera, y el amigo plumífero que la había ayudado a llegar hasta allí ya había volado lejos. Suspiró; tendría que pensar en otra cosa. Sus grisáceos orbes se clavaron entonces en un arbusto bastante grande que había a pocos metros de ella. Sin pensarlo dos veces, lo apuntó con la varita—. Morphos.

 

La planta se transformó en un hipogrifo de plumaje oscuro que sacudió la cabeza nada más tomar aquella forma animal, como si pretendiera desentumecer su musculatura. Mientras lo observaba, Anne concentró su poder en el anillo de amistad con las bestias, aquel que llevaba en su mano desde hacía casi un par de meses. Al instante, se creó una especie de vínculo entre el animal y la Gaunt un poco más allá del que ya tenían al ser ésta una criatura creada por la licántropa mediante magia. «Date una vuelta por los alrededores, busca a ver si hay otros humanos», le indicó mentalmente. De esa forma, si el hipogrifo veía algo fuera de lo normal, la Gaunt podría advertirlo gracias al poder del anillo que portaba en su dedo índice de la mano derecha.

 

Mientras veía al animal alejarse del pequeño campamento que comenzaban a armar entre todos, decidió que también estaría bien activar el anillo de salvaguarda contra los oidos indiscretos y el detector de enemigos. Parecía que el resto de hechizos ya lo estaban usando los demás, aunque todo aquello no serviría de mucho si terminaban separándose tal y como habían hecho en las clases anteriores. ¿Qué tendrían que hacer en aquella ocasión? ¿De qué se estarían protegiendo? Aquella incertidumbre comenzaba a ponerla de mal humor, aunque ni siquiera abrió la boca para decir nada al respecto. Suponía que las explicaciones llegarían cuando los profesores decidieran darlas.

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Al ser el primero en llegar, el vampiro tuvo que saludar a todos los que lo sucedieron, claro que con un ademán de cabeza bastaba para algunos y una media sonrisa para otros como Leah y Tauro. Era el mismo grupo del anterior curso, todos con las mismas ansias intactas de aprender más magias guerreras que los ayudaran a incrementar su poder mágico. Sería de nuevo toda una aventura compartir con esa gente aquél nuevo encuentro en la jungla o donde fuera que se encontraran.


Una vez los profesores tomaron la palabra pidieron que se realizaran protecciones al lugar. Al no ser tan precisos, todos intercambiaron miradas de intriga preguntándose qué tipo de protecciones, o de qué debían protegerse. Zack simplemente invocó su varita y apuntó al cielo.


Protego máxima, Fianto Duri, Repe…— Casi al finalizar tuvo que detenerse al sentir la mirada de Lisa atravesarlo como una gran estaca justo en el cuello —Ah, perdón. ¿Así no? ¿Qué tipo de protección quieren entonces? — Preguntó elevando ambas cejas. Lo había hecho sólo para ejercer presión y obligarlos a ser más exactos con sus solicitudes a los pupilos. Además, Elvis y Mei tenían mucha razón al querer saber por qué necesitarían refugio, cuáles eran las amenazas del lugar.


—Quizás sea bueno que nos den un recorrido por parte del lugar y así conocer los peligros que nos rodean. De esa forma podríamos plantear, entre todos, una manera de proteger nuestro espacio mientras dure el adiestramiento — De nuevo su instinto aventurero saltó, y no pudo contenerlo. Debía tener muy presente que no guiaba aquella clase, por lo que tendría que controlar sus ganas de hacer lo que quisiera. Ahora estaba a cargo de Hades y desgraciadamente de Lisa también. Aun así quizás valoraran su sugerencia y los llevaran a dar una vuelta.


Ya estaba claro que tendrían que pasar la noche en ese lugar, cosa que más allá de ser un poco molesta terminaría siendo divertida y nutritiva en lo que a conocimientos se refería. Ambos profesores encontrarían el momento exacto para enseñar los diferentes hechizos del libro que ya todos debían haberse leído días y horas antes. Zack, por su parte, sólo esperaba que no tardaran demasiado en demostrar la magia de aquél ejemplar literario mágico.


Zack escuchó las palabras de su prima y se giró para soltarle un acostumbrado improperio, de esos que surgían con facilidad de su boca cuando la fémina se dejaba dominar por su queso. Tomó aire y casi estuvo a punto de decirlo cuando prefirió callar. Rodó los ojos con una sonrisa traviesa en su rostro. La conexión entre los dos sería suficiente como para que a pesar de su silencio, le llegara el mensaje mientras ella toqueteaba a su novia.


Un minuto más tarde, la misma Leah se encontraba suspendiendo en el aire un montón de doxys que luego fueron encerradas en una bolsa por ella misma. Zack se quedó expectante antes de proyectar nuevamente su voz


—Nos has salvado, estamos agradecidos — Le dijo a Leah en el extraño tono que usaban unos marcianos de una película muggle conocida. Luego, su expresión se dejó poseer la tranquilidad y silencio del momento, reflejó su aburrimiento. —Y bien… ¿Comenzamos con lo divertido? —Cuestionó.

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Un momento después de que la ojimiel llegara apareció de entre las sombras su cuñada Anne, quien con un suave roce en su hombro llamaba su atención. Le alegró mucho la presencia de la bruja pues sentía que al fin tenía alguien cerca en quien realmente confiaba le sonrió y luego observó el lugar del cual había venido, deseando que su prima política Elizabeth también apareciera > pensó haciendo una mueca.

Apenas se había distraído un momento y cuando volvía a prestar atención ya todos estaban enfrascados en conversaciones, preguntando cosas y asegurando el perímetro. Todo aquello le indicó que quizá deberían quedarse a pasar la noche en ese lugar que no le disgusta, al contrario, desde que llegó podía sentir mucha calma. Suspiró y buscó con la mirada a su cuñada, quien estaba ayudando a los demás a armar un campamento improvisado.

—Hola cuñadita… —La saludó mientras sacaba la varita y al mismo tiempo se aseguraba que varios de los amuletos que estaban en la pulsera se activasen, como el anillo detector de enemigos, el de escucha, y el de salvaguarda contra oídos indiscretos. Todo aquello como precaución ya que estaban en un lugar desconocido y las clases de los libros nunca habían sido tranquilas, además de que al parecer no era la única que no sabía porque debíamos protegernos tanto — ¿Lista para otro posible duelo? —Le preguntó con voz risueña y luego apuntando hacia un tronco seco de muy buen tamaño añadió — Wingardum Leviosa —El rayo de la bruja hizo que el objeto empezara a levitar hasta colocarlo en el centro del pequeño claro en donde estaban.

Tras asegurarse de que ninguno de los presentes corría riesgo alguno apuntó hacia el tronco y pensó Flechas de Fuego, la invocación de la Karkarov surtió efecto y varios filamentos salieron disparados clavándose a lo largo del tronco, esto con la intención de quemarlo y armar una fogata. Quizá lo más práctico hubiera sido un Incendio, pero se suponía que estaban ahí para efectuar los hechizos del libro.

Hubiera traído unos malvaviscos…—comentó al ver como poco a poco el fuego de las flechas iba quemando al tronco — ¿Cuñis y si vamos a revisar el perímetro? Con la luz de la fogata y el anillo de escucha, sería imposible perdernos si procuramos no alejarnos tanto. —Le sugirió a la Gaunt, además Zack había dicho algo similar hace tan solo un momento atrás.

 

Mientras esperaba la respuesta de la bruja se puso a pensar que tan acertado había sido crear la fogata, si bien serviría para alejar algunos tipos de criaturas, también podría servir para dar su ubicación a posibles enemigos. Aunque eso la verdad no le importaba demasiado pues la castaña siempre había sido de la idea de que si algo malo va ha pasar, pasara y punto.

 

—¿Y bien que dices? ... ¿Vienes? — preguntó luego de apartar esos pensamientos nada optimistas.

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El tono con el que Hades había saludado a la Delacour no me gusto un pelo. Sabia que el joven tenia una insana tendencia a hacerle bromas un tanto macabras a mi mejor amiga, por ende y desde aquel instante, me prometí no quitarle un solo ojo de encima. La seguridad de los míos siempre era lo mas importante para mi persona. No solo tenia que custodiar a los presentes e instruirlos en el antiguo arte del equilibrio, si no que encima controlar a mi camarada profesor y proteger mi espalda de las acciones de Leah y su séquito. Estupendo. Un reto mas para mi.


- Llegáis justo a tiempo – Me dirigí a Valkiria y a Anne.


Y así era. La cátedra recién comenzaba. Siempre daba unos minutos mas para que los rezagados se acomodasen y prestasen atención. Era lo justo. Todos teníamos cosas que hacer dentro y fuera de nuestros bandos. Tocaba hacer una fogata, crear un lugar apacible para pasar la noche, encontrar comida, revisar los alrededores por si alguna amenaza se cernía sobre nosotros y trabajar como un verdadero equipo, que y a pesar de las suspicacias de muchos era lo único que nos había salvado de los cientos de peligros en las anteriores clases. Seriamos si sobrevivíamos una noche a la intemperie.


- Gracias Leah, muy hábil y amable por tu parte – Entorne los ojos – Aquí nos quedaremos, entrenaremos y nos ayudaremos de lo que la madre naturaleza nos ofrece – Respondí a la interesante pregunta del Gryffindor – Quizás los Uzzas aparezcan en algún momento. Este no es un libro normal. De momento nos han dejado vía libre, ¿quien puede saber que nos deparara el futuro? - Tenia la sensación de que los guerreros nómadas solo querían que nos confiásemos y eso no era bueno – Animales en su mayoría, aunque hay cerca una tribu indígena, pero no creo se acerquen por aquí - O al menos, eso esperaba.


- Opuggno – Un búho hizo acto de presencia y al segundo quedo bajo mis ordenes – Parece que nunca habéis ido de camping, vamos muchachos levantemos el campamento – Si, estaba de buen humor, pero ¿que querían? Gaia estaba por todos lados y su calma me embargaba – Ademas de usar lo básico – Como Mei y Zack hacían – Podéis usar los artículos del 10, los pétalos de fuego, el hielo. Creo que tenéis imaginación de sobra para saber como usar lo que esta a vuestro alrededor en beneficio propio – Observe de reojo a la Gaunt, alejándose un poco – Anne, quédate cerca.


Deje que explorasen, que se empapasen de lo que la vida les ofrecía. Estaríamos un par de días allí, juntos y lo mejor era tenerlos en paz.

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Estar con su novia siempre era una tentación y el gran reto ni siquiera lo representaban esos peligros a los que ya estaba acostumbrada, lo representaba ella y sus locas ganas de hacer cosas inapropiadas para otros, pero que sin duda ambas disfrutaban. Tauro tenía mucho auto-control de sí misma y se jactaba de ello, pero Leah la hacía dudar incluso de su propio nombre. Suspiró lanzándole una mirada coqueta en cuanto pudo a la Atkins, sin importarle siquiera que los demás lo hubiesen notado o no, observó cómo todos empezaban a dispersarse y ella hizo lo mismo, quizás así podría encontrar el lugar perfecto para alzar la tienda, si es que el comentario había sido en serio.

Los doxies no fueron los únicos que hicieron presencia, en los bosques era común ver todo tipo de criaturas, algunas que se sentían curiosas por ellos y otras no tanto, por lo que era muy fácil ver Bowtruckles, Clabberts, entro otros, pero ¿qué daño podían representarles? Controlar a una cualquier tipo de criatura sería fácil ahora que contaban con tantos anillos y amuletos y aunque no lo reconociera públicamente, sentía más curiosidad por salir a investigar y ver qué especie extraña podía encontrar más que permanecer y protegerse de quién sabe qué. Sin alejarse demasiado, Tauro caminó situándose en medio de todos y se aclaró la garganta.

—A pesar de que lo dijiste como juego, Zack, no es mala idea establecer un perímetro y a partir de allí levantar defensas, así al menos podríamos pasar desapercibidos para cualquiera que ande cerca, más no sé si de la tribu indígena que mencionó Lisa —dijo endureciendo la expresión de su rostro tras pronunciar el nombre de la Weasley. La verdad es que no le creía nada, cada vez que decía que las cosas no podían ir peor, empeoraban y terminaban enfrentándose a cualquier cosa por su culpa. Sin agregar nada más y sin esperar a que los demás le siguieran, Tauro fue creando esas barreras invisibles alrededor de ellos, pero claro, si colaboraban terminaría más rápido y mientras lo hacía se aseguraba de rozar con su mano libre los dedos de su novia.

De vez en cuando su anillo de plagas se activaba, adivinando así que debían haber más doxies ocultos por doquier. Una vez terminada su labor, fue hacia un árbol a recostarse mientras los demás ayudaban a levantar sus tiendas y ella por supuesto, dormiría en la misma junto a su novia. Sin hacer mucho esfuerzo y tras varios movimientos de su varita, una gran tienda de dos pisos se levantó frente a ellas. Tauro, quién no reparaba tampoco en nimiedades, se aseguró de que esta fuera roja y a pesar del lugar en donde se encontraban, iba a procurar hacerla lo más cómoda y lujosa posible, en especial para Leah.

— ¿Te gustaría ver el interior? —sugirió, tomando la iniciativa de ingresar primero para poder recibirla. Dentro de la tienda había una gran cama de terciopelo, un sofá, varios sillones esparcidos, incluyendo una cocina que probablemente nunca usarían y otras cosas que había elegido para complacerla — Quisiera poder estrenar la cama ahora, pero me temo que aun debemos averiguar qué rayos hacemos aquí —sin embargo, Tauro se acercó y procuró besarla como debía ahora que no podían verlas —Ya está, volvamos con ellos —y dando media vuelta salió de la tienda, pero antes sacó dos frasquitos de su mochila que contenían semillas de hielo y pétalos de pensamiento, pensando en probar ya mismo el primero.

— ¿Tienen pensado que pasemos varias noches aquí? —preguntó, esta vez dirigiéndose a Hades y mientras este le respondía dejó caer un par de semillas en el suelo, observando cómo este se convertía en hielo «Interesante, me pregunto cuánto tiempo durará». Lo dejó así, colgándose el pequeño frasco junto a los amuletos y ajustando su anillo para que también pudiera detectar a posibles enemigos. Tauro, al igual que Leah, portaba un único anillo (además del de compromiso) con una piedra en el medio que cambiaba de color dependiendo de cual quería usar, por lo que para cada tipo de anillo adquirido con los libros, le correspondía un color, evitando así tener que cargar uno en cada dedo.

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Aunque estaba atenta para ver si sentía algo inusual en el hipogrifo que había mandado a pasear por los alrededores, Anne no pudo evitar sonreir al escuchar las palabras de Valkyria. Giró sobre sus talones y soltó una carcajada en dirección a la Karkarov, que ahora manipulaba un tronco haciéndolo levitar hasta el centro del lugar en el que estaban.

 

¿Nubes? Sí, podríamos haberlas hecho en ese fuego, al menos tendríamos un aperitivo para esta excursión —comentó, y aquella segunda vez rió con más ganas. Acababa de ver cómo su cuñada prendía el tronco con uno de los hechizos del nuevo libro que habían ido a estudiar con la misma facilidad que se usaba un accio. Aplaudió un par de veces y asintió—. Buen tiro ese, tengo que probarlo yo también. Pero más tarde, que no quiero pegarle fuego por accidente a este sitio —dijo, mirando a su alrededor con el ceño fruncido—. Sí, vamos a dar una vuelta.

 

Aceptó la invitación de Valkyria en mayor parte porque le agradaba la compañía de la mujer, claro estaba. Pero también debía reconocer que lo hacía para no tener que aguantar el ambiente enrarecido que se creaba entre los presentes en la clase. Se hacía demasiado agobiante.

 

No habían dado ni cuatro pasos cuando escuchó a Lisa llamarle la atención, indicándole que no debía alejarse de donde se encontraba. La Gaunt puso los ojos en blanco, ¿en serio pensaba que la obedecería así, sin más?

 

Sí, mamá —le respondió, con sorna. Pero no detuvo su caminar, sino que avanzó unos pasos más hasta que un extraño siseo la hizo pararse en seco, con sus sentidos lobunos alerta. ¿Acaso sería...? No le dio tiempo a terminar de hilar aquella idea cuando una serpiente de tamaño descomunal saltó de detrás de un arbusto en dirección a sus piernas. Anne dio un respingo, y probablemente también un grito, a la vez que retrocedía varios pasos a toda velocidad, con la varita en alto. Recordaba algo del nuevo libro... De repente, un viento helado surgió de su varita y recubrió de hielo al reptil, que se congeló al instante con la fauces abiertas mostrando los peligrosos y mortíferos colmillos. Estaba inmovilizada: al parecer, había conseguido conjurar aquel hechizo de las semillas de hielo.

 

La señorita Weasley lleva razón, cuñis, será mejor que nos quedemos por aquí reunidos... ¿has visto esa cosa? —añadió, señalando a la serpiente, aun congelada—. Si me encuentro otra de esas por aquí, seguro que me da un infarto. Tengo una fobia a esos seres insoportable... curioso, lo sé —concluyó, bajando la voz conforme confesaba aquel singular trauma. Miró significativamente a la Karkarov, estaba segura de que ella entendería perfectamente su reparo a la hora de hablar de aquel problema que tenía.

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