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Estudios Muggles + Transformaciones II


Matt Blackner
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Aquella mañana estaba entusiasmado. Había sido meses atrás cuando compartí la clase de transformaciones con mi madre y en aquella ocasión nos habíamos quedado en la academia y yo me había dedicado a fastidiarla junto a mi alumno. Había sido un día divertido, aunqeu fue algo de improviso.

Esta vez lo sabíamos con antelación y por eso, habíamos preparado una pequeña excursión al mundo muggle, de forma que Sagitas podría enseñar a sus alumnos mientras mi alumna y yo podríamos hacer hechizos de transformación pasando relativamente desapercibidos.

Para la ocasión había elegido una camisa azul cielo de manga corta junto con unos pantalones cortos y oscuros junto a unas deportivas de tela. Al hombro, mi bandolera con las cosas qeu solía necesitar en clase y la varita en el bolsillo derecho trasero del pantalón, un atuendo general que no desentonaría entre los muggles.

Iba a ser toda una aventura, por eso me había entretenido en escribir una pequeña nota qeu llegaría hasta mis alumnos @@Binny Evans @Anne Gaunt @@Darla Potter Black y @@Seba Granger. No solo les avisaba del punto de reunión, sino que además se vistiera sin llamar demasiado la atención, pues muchos en la comunidad mágica solían vestir túnicas y togas de lo más extrañas que desentonaban totalmente entre los no mágicos.


Daba un trago a un granizado de limón cuando me fijé en la hora.
- Eh, mamá! Donde te metes!? - pregunté desde el pie de las escaleras, ya que los dos íbamos a ir juntos hasta el punto de encuentro.

Editado por Anne Gaunt

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Al sentir su voz, saludé a Matt con la mano y le hice un gesto de que me esperara. Estaba encargando los zapatos de mi talla en el billar. Nos encontrábamos en un Centro Recreativo dentro de un importante Centro Comercial, rodeada de numerosos juegos en los que los muggles ocupaban el tiempo del ocio durante el fin de semana. Había elegido aquel sitio porque, entre otras cosas, tenía vales descuento en los batidos y 2 X 1 en comida de los restaurantes Boccatta y tenía que aprovecharlos antes de que caducaran. Por otro lado, ¿dónde mejor que estudiar a los muggles que en sus lugares de divertimento? Allá había billares, bolera, máquinas de medir la fuerza, recipientes de peluches que se agarraban con unas tenacitas, piscina de bolas y comida, sobre todo comida muggle, con lo que me pareció el lugar idóneo para dar clase a mis alumnos. Para Matt iba a ser más difícil, pues Transformaciones en pleno mundo muggle es como imposible de impartir. Pero nos habíamos apostado algo a que no lo conseguiría y él dijo que sí. Así somos la madre y el hijo, siempre pensando en retos que ponernos.

Así que, con los zapatos en la mano, me acerqué a mi hijo y le sorbí, con todo descaro, parte de su granizado.

-- ¡Por los dioses del Averno! Está helado... ¿Has visto a tus alumnos, Matt? Yo tengo dos a los que le di la dirección y les dije que cogieran un transporte muggle para llegar aquí, que esa sería la primera prueba de la clase. Pero sólo sé sus nombres, que tengo...

Busqué en el bolsillo y encontré la hoja que me habían mandado los directores de la Universidad.

-- Espero que @@Mr Zurin , @ y @@Mia Zoeh no se tarden o suspenderán la clase sin haberla empezado.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Al fin había podido hacer un hueco en la agenda para poder cursar uno de los conocimientos que, a pesar de sus convicciones de bando, más le llamaban la atención, pues una parte de su infancia la había pasado entre muggles. Afortunadamente, este periodo en el otro lado podría ayudarle a conseguir más puntos para aprobar la clase que impartiría la profesora Sagitas, estaba realmente ansioso por comenzar aquella nueva aventura, sobre todo porque también se había apuntado a la clase su pareja, Valentina Ricci, de la cual no tenía conocimientos de que supiera desenvolverse bien entre los muggles, aunque realmente la chica no había hablado mucho de su pasado con él, aprovecharía la ocasión para averiguar más sobre este pasado.

 

En la carta que ambos habían recibido, la profesora les indicaba una dirección del mundo muggle, una hora a la que debían presentarse y algunas indicaciones sobre cómo deberían comportarse cuando se movieran entre los miembros de la comunidad no mágica. Uno de los puntos más interesantes era el hecho de que debían tomar un transporte muggle para llegar a su destino, ninguno de ellos disponía de dinero muggle así que sería todo un reto lograrlo sin acabar detenidos, expulsados del transporte en cuestión o simplemente suspendidos por falta de asistencia, al menos podrían divertirse un poco, quizás usar algo de magia con cuidado o tratar de hacer algo que los muggles llamaban auto-stop.

 

La pareja había quedado en la puerta de una tienda muggle que los dos conocían, pues no era la primera vez que paseaban por el lugar tomados de la mano. Desde allí habían pensado tratar de buscar algún autobús o metro para poder llegar hasta el salón recreativo donde la profesora les había citado. Decirlo era fácil, e incluso encontrar un lugar donde subirse a uno de ellos, el problema se encontraba en la forma de moverse, y cómo proceder para poder subir sin billete, quizás fueran capaces de encontrar alguna persona que les financiase el viaje de forma aultruista, aunque tenía oído que eso entre muggles no era muy habitual por aquella época.

 

Aprovechando la ocasión, Zurin se había puesto algunas de sus antiguas prendas compradas en tiendas muggles, unos vaqueros azules de una marca bastante popular entre los jóvenes, una camisa oscura de manga corta, y unos zapatos oscuros que solía llevar con él la mayoría de ocasiones, eran sus zapatos preferidos y probablemente le ayudarían a tener suerte en aquella ocasión, ya no solo con la clase, sino para poder llegar hasta donde la profesora les esperaba.

 

¡Vamos! Creo que por aquí podemos intentar subirnos a uno de esos metros muggles que recorren toda la ciudad — comentó el chico tirando de la mano de su pareja, ella parecía algo más confusa con todo aquel ajetreo, pero tampoco parecía perdida, aquello era buena señal Es por aquí abajo, estos cacharros recorren la ciudad por debajo de la tierra, después de todo los muggles saben apañárselas bien para moverse de un lugar a otro — añadió echando un vistazo al plano que indicaba dónde se encontraban ellos, tratando de buscar el lugar señalado por Sagitas, una sala recreativa de un importante centro comercial, afortunadamente no tardó mucho en encontrarla simplemente hay que tomar este metro en la vía indicada en el panel y llegamos en unas cinco paradas si no me equivoco, ven conmigo y así no te perderás — terminó el joven ofreciéndole la mano a la pelirroja.

 

Aquella estación estaba repleta de personas entrando y saliendo, subiendo y bajando escaleras, montando y desmontando de trenes, cada uno parecía tener una vida muy distinta al anterior, desde un señor trajeado hasta un joven en bañador sin camiseta pasaron por allí en el tiempo en que ellos comprobaban cómo llegar hasta el punto donde tendría lugar la clase de estudios muggles.

 

Nada más comenzar a moverse entre los muggles notó como Valentina ya no estaba tomando su mano, y que ni tan siquiera le seguía. Trató de echar un vistazo por la zona, intentando encontrar a su pareja entre la masa de personas que trataban de llegar a tiempo a su tren, o simplemente habían bajado en aquella estación y buscaban el aire fresco de la calle. Tras varios minutos decidió desistir, la chica conocía cómo llegar hasta el salón recreativo, y tampoco era tonta, sabía valerse por ella misma perfectamente, esperaba que llegase a tiempo solamente.

 

Aún le quedaba una prueba bastante compleja de superar antes de poder montarse en el tren que le llevaría hasta la clase, aunque siendo uno solo sabía perfectamente como entraría en aquel transporte público, colándose detrás de algún muggle despistado y pasando el tiempo que estuviera montado en el vehículo atento por si alguien requería los billetes de metro.

 

Así fue como lo hizo, nada más ver como un muggle iba escuchando música y navegando en sus más profundos sentimientos se colocó detrás de él en el torno y aprovechó la apertura de la puerta para entrar con él. Era un truco que había aprendido de uno de sus amigos de la infancia, siempre le decía que había dos formas fáciles de no pagar transporte para ir de un lugar a otro, una era ir a pie, y la otra colarse detrás de alguien y que no te pillasen.

 

¡Gracias! — comentó Zurin pasando frente al muggle con una sonrisa, aunque este ni siquiera se dio cuenta de la presencia del mago, seguía enfrascado en sus pensamientos, moviéndose de forma totalmente automática, como si tuviera el camino aprendido de memoria, algo habitual cuando recorres el mismo camino cada día. Acto seguido corrió hacia el tren que había visto en el plano de la red de transportes del lugar, entrando justo antes de que las puertas se cerrasen en la cara de otros muggles que no tuvieron tanta suerte como él. Tras varias paradas que se sucedieron sin incidentes, el joven llegó a su destino en el centro comercial.

 

Es curioso como estos muggles conectan unos sitios con otros, ¿tendrán conectadas ya sus casas con el metro? — pensó imaginando cuantos avances podrían haber hecho desde que él había perdido contacto con el mundo no mágico Como fuera, esperaré a Valentina en la puerta del salón recreativo, imagino que no habrá llegado todavía... — añadió hablando consigo mismo en voz baja, deseando que la joven apareciese pronto delante suya. Una vez llegase ambos podrían entrar para comenzar con la clase de la profesora Sagitas.

 

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Ya hacia parece una semana que me había inscrito a una nueva clase, ya habían pasado como un año más o menos cuando me había atrevido volver a la academia para cursar algunos cursos en compañía de mi novia, pero le había estado haciendo el quite de volver a tomar aún más cursos, hasta que al fin me había convencido que me inscribiera de nuevo.

 

Trataría de ponerle empeño para no quedar mal, además de que me había enterado que mi profesor seria mi ex compañero de trabajo, Matt. Sería una buena oportunidad de saber cómo estaba, no recordaba la última vez que habíamos compartido el mismo lugar.

 

La nota indicando donde debíamos reunirnos estaba sobre la mesita de noche de Darla, lo de la vestimenta no sería problema pues jamás me había gustado usar las ropas que solían llevar la mayoría de los magos, nunca había podido dejar mi apariencia muggle atrás, pese a ser mago desde ya hace muchísimos años.

 

Luego de estar algunos minutos en el cuarto me percate que mi novia no estaba ahí, sabía que no estaría en la cocina porque Nana no le gustaba mucho la compañía de nadie, aunque la Potter Black sabia como llevarla, o más bien mi elfina le temía un poco al carácter de mi amada.

 

-¿Amor donde estás?- pregunte en voz alta, luego de revisar también el comedor, seguro debía estar en la parte de la tienda así que me tocaría buscarla allá, pero antes me devolví hacia el dormitorio para calzar un par de zapatillas porque aun andaba descalzo luego de ponerme los jeans negros y una remera de color blanco tras de salir de una reponedora ducha.

 

Estaba listo solo faltaba una chaqueta pero esa la tomaría luego ya cuando nos fuéramos a ir, baje los escalones de dos en dos, mientras que iba poniendo la varita en el bolsillo trasero de mi pantalón, cuando bajaba me encontraba como siempre con Dash y Lualu juntos, aunque parecían un poco nerviosos cuando les había sonreído, sacudí un poco mi cabeza y seguí hasta encontrar a Darla en el mostrador revisando unas facturas.

 

-Creo que se nos hace tarde señora Granger- dije para ver si estaba atenta, -Mejor no hacemos esperar al profesor- en ese instante asociaba que Matt era el primo de mi novia.

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Se encontraban vistiéndose tras tomar una ducha en su departamento sobre House of Books cuando un par de lechuzas llegaron trayendo notas para ellos. Se trataba de una escueta esquela de Matt Blackner, su primo, informándoles dónde comenzarían su clase de Transformaciones. Darla había dado un salto y corrió donde Seba, mostrándole su nota.

 

--Mira amor --sacudía entusiasmada el papel con la información sobre la clase --¿no te entusiasma tomar juntos de nuevo una clase? --agregó abrazando su cuello con ternura y dándole suaves besos --lo extraño es que sea en un centro comercial --mumuró, --pero supongo no es problema para nosotros --sabía que ambos gustaban de las ropas muggles y no se manejaban tan mal entre ellos. De hecho la Potter Black sufría a veces cuando su futuro marido tenía que viajar durante semanas o meses a arreglar asuntos en el mundo muggle.

 

Seba se había ido a duchar, ahora que ella había al fin desocupado el baño, cosa que era bueno no hubieran hecho juntos ese día, o no hubieran llegado a tiempo a la clase. Darla buscó en su guardarropa, contrariamente a los pensamientos de su bando, la mitad de él estaba repleto de ropa muggle, lo que no fue un problema para ella para seguir las indicaciones de vestir discretos.

 

Eligió un cómodo jean azul oscuro, con bolsillos laterales, era más bien tipo ‘cargo’ le había dicho la vendedora en su momento. De un cajón sacó una remera negra con un búho pintado en blanco y plata al frente, la cual tenía además un bolsillo central y una capucha, amaba ese tipo de ropa. Para finalizar se calzó unas zapatillas negras sobre los soquetes, el espejo le devolvió una figura bastante muggle, a Edelweiss la llevaba en una de los bolsillos laterales del jean y el cabello lo había recogido en una coleta que había hecho más lacia de lo habitual al cambiar sus cabellos con metamorfomagia.

 

La pelirroja miró la hora y viendo que aún había tiempo y Seba seguía en el baño, debía cuidar la velocidad vampírica en la casa, bajó a revisar algunas cuentas que Tommy le había informado que había pendientes. El día anterior habían traído unos animales que había adquirido y además aún debían terminar de remodelar el local con la sala de juegos y el altillo para los gohuls. Y las bóvedas temblaban cada vez que ella salía.

 

No supo cuánto estuvo entre los números antes de sentir los pasos de Seba y el llamado de él, cuando le habló diciéndole de la hora, no pudo evitar ronronear, Señora Granger, sonaba tan bien. Dejó los papeles y se acercó a él abrazándolo.

 

--Tiene usted razón señor Granger --y tras un beso agregó --te amo ¿sabías? Y ehmm… ¿cómo llegamos a ese Centro Comercial?

Editado por Darla Potter Black
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La acurruque con ternura entre mis brazos dejando un beso en su mejilla mientras ella me respondía, luego los besos se iban sucediendo cada que ella soltaba una nueva frase, la verdad es que no había pensado aun como irnos, me hubiera gustado caminar hasta el lugar pues siempre me había gustado hacer eso en compañía de ella, pero no estaba del todo seguro cuanto tardaríamos en llegar, además que no estaba totalmente identificado con la dirección del papel que nos habían enviado.

 

-¿Sabías que Te amo aún más?, bueno en realidad si lo sabes, eso lo hemos sabido ambos- dije riendo mientras besaba sus labios una vez más antes que me replicara.

 

-¿Quieres que nos aparezca yo?, aunque tendrás que decirme con certeza cerca de que esta- no quería terminar en cualquier otra parte, aunque si lo pensaba mejor no era mala idea raptármela por unos días, hacia un tiempo que no nos topábamos un tiempo solo para los dos.

 

Tras las indicaciones de mi chica estábamos casi listos para ir al lugar donde sería la clase de transformación, aunque no entendía del todo porque sería ahí, habría creído que era mejor en un lugar más alejado de tanta gente, pues no sabía en qué terminaríamos.

 

Me disculpe por unos segundos con Darla para subir por la chaqueta que había dejado sobre el sillón de la sala pero mi fiel Dash ya iba bajando con ella entre sus largos dedos, -Quedan a cargo de todo el lugar- señale a Dash, Lualu y Tommy el elfo de Darla que miraba desde la parte de arriba de la escalera, aunque ambos pequeños, sabían que el elfo de Darla estaba a cargo de ellos.

 

-Ya estoy listo amor, ¿Nos vamos?- pregunte mientras le tendía mi mano para tomar la de ella, tras eso desaparecimos desde nuestro local hacia un callejón que me había indicado Darla que estaba alejado algunos metros del centro comercial, el resto del trayecto lo haríamos a pie.

 

-¿Estas bien mi amor?- dije a la bruja cuando aparecimos y comenzamos con el resto del trayecto, tan solo al salir del callejón podíamos divisar el edificio que albergaba al Centro Comercial, aún no había estado nunca en él, así que nos tocaría preguntar en que piso se encontraban los juegos donde habíamos sido citado.

 

-¿Crees que serán muchos compañeros?- pregunte mientras iba acariciando sus dedos entrelazados en los míos.

 

-Ya estamos aquí, ahora a lo que venga- espere que la puerta se abriera en cuanto nuestros pies se posaban en el sensor del mecanismo, en el mundo muggle también había una especie de magia se podría decir.

 

Consulte a uno de los guardias que estaban en el interior por la sala de juegos para luego dirigirnos hacia los ascensores que nos llevarían al 4° Piso.

Editado por Seba Granger

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La pareja había intercambiado una serie de besos y arrumacos antes de que Seba se ofreciera a aparecerlos. Darla asintió y, aunque no era habitué de la zona del centro comercial, había estado revisando unos mapas muggles y recordando que allí a la vuelta había un callejón, al cual daban las partes traseras de un par de comercios, a esas horas no estaría concurrido ya que era el depósito para los contenedores de basuras. No era el más bonito lugar, pero al menos si un lugar seguro para aparecerse y de ser necesario, aplicar una desmemorización a algún muggle inoportuno.

 

Listos los preparativos para la partida y habiendo Seba puesto a cargo a sus elfos del local, con la confianza de que los tres seleccionados no pondrían la casa de cabeza. Bueno, Leto tampoco, pero él prefería estar en el piso de arriba o junto a Antoni cuando venía. Así la pareja se predispuso a salir rumbo al mundo muggle. Darla continuaba con dudas de por qué el lugar, pero salir con su Seba la entusiasmaba demasiado como para pararse a analizar más el tema.

 

--Si mi amor, vamos --dijo tomando su mano y sintiendo la calidez de ella y luego la sensación del arrastre al desaparecer, por lo que presionó con más amor la mano de su novio.

 

--Si bebé --susurró sin detenerse a pensar en el término tan íntimo entre ambos que utilizaba en medio de aquel callejón y tras confirmar que nadie los había visto, se tomó del brazo de él para caminar hacia el Centro Comercial, como una simple y amorosa pareja muggle.

 

--Pues la verdad no sé cuántos seremos, Matt no decía mucho en la nota y hace tanto no tomo clases de conocimientos, antes eran populosas --comentó mientras llegaban a la puerta y éstas, como si tuvieran magia propia se abrían ante ellos. Darla no dejaba de admirar como los muggles se las ingeniaban para hacer parecer mágicos sus objetos.

 

Darla esperó que su novio consultara a dónde estaba el lugar al que debían ir para luego caminar tomados de la mano hacia el ascensor.

 

--¿Crees que sea como los nuestros? --preguntó a Seba en relación al ascensor, para comprobarlos unos segundos después.

 

Delante de ellos había unos cuántos jóvenes charlando, que tocaron el botón del ascensor, antes que ellos. Cuando las puertas de metal se abrieron bajaron varias personas y Darla presionó más la mano de su novio, para no perderse en medio de tanto caos. Ingresaron al ascensor, junto con el resto, se había juntado gente tras ellos, y vió como su novio presionaba el número 4. Casi todas las luces estaban encendidas y la voz del ascensor anunció que estaba lleno. Cosa que sorprendió a la Potter Black, parecía que tenía un sensor de peso o algo así.

 

Luego de varias paradas llegaron al fin al nivel del Centro Recreativo y bajaron aún tomados de la mano, Darla mirando para todos lados, buscando a su primo. Pero no fue a él a quien encontró.

 

--Mira ehmm allá es --dijo interrumpiéndose, ¿de dónde le decía a Seba que conocía a Zurin sin que los demás lo notasen? El Warlock era compañero de bando, pero no podía decirle eso delante de nadie más a Seba, por instinto cerró su mente con oclumancia a cualquiera que no fuera su prometido mientras se acercaban al lugar, aún buscando rastros de Matt.

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La nota le había llegado mientras salía de la ducha, alguien la había dejado sobre su cama. La encontró cuando paseaba por la habitación con una toalla rodeándole el cuero desnudo, con el cabello oscuro goteando agua por donde pasaba. La tomó en un gesto seco que sobresaltó a Kuro, el gato negro de raza bombay que descansaba sobre la almohada y la leyó rápidamente.

 

Vaya, vuelvo al Ateneo... otra vez. Últimamente parece que vivo allí en lugar de aquí, amigo —murmuró, soltando la nota sobre la cama y dirigiéndose hacia el gato para poderlo acariciar. Éste ronroneó con suavidad al sentir la caricia en el lomo y luego movió el rabo con impaciencia, como advirtiendo a su humana de que iba siendo hora de dejarlo en paz. Anne sonrió suabemente y luego se apartó del animal, dirigiéndose hacia el armario para tomar algo de ropa. El profesor, Matt, les había pedido que vistierean con discreción y acudieran al punto de reunión que, para su sorpresa, era un punto muggle. A saber qué habría planeado para la clase.

 

Se vistió con un pantalón vaquero ancho y gastado que le quedaba por encima de la rodilla y una camiseta blanca de algodón, igualmente ancha y cómoda. Culminó su vestimenta, sencilla y de lo más muggle, con unas zapatillas deportivas claras. El cabello decidió llevarlo suelto, aunque se ató un lazo oscuro en la muñeca derecha por si necesitaba recogérselo más tarde. Entonces desapareció de su habitación con un chasquido, dejando su hogar atrás para ver odo lo que podía aprender sobre transformaciones no sin antes tomar su mochila, pequeña y de cuero negro, donde solía llevar varios artículos que podría necesitar en cualquier parte.

 

 

Apareció en un callejón cercano al punto de encuentro, donde no había nadie a la vista. Se sacudió la ropa ligeramente y luego escondió su varita en el bolsillo izquierdo de su pantalón, para evitar problemas con los muggles. La distancia que le quedaba hasta el Centro Comercial no era demasiado amplia, así que caminar no supondría un problema.

 

Alcanzó el centro recreativo un poco después, y se sorprendió al encontrarse a Matt acompañado por Sagitas y algunos conocidos más. Así que comprendió que habría dos clases unidas. Se acercó al grupo, donde ya estaba Zurin, su compañero mortífago y del consejo de Warlocks.

 

Hola, espero no haber llegado demasiado tarde —comentó con simpleza, con gesto serio. Necesitaba tomar un poco de confianza antes de poder mostrar un poco más amistosa, no sabía exactamente qué harían entre muggles y no se sentía especialmente cómoda en aquella situación.

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Corría como una loca por las calles. Me había quedado dormida y había perdido el primer transporte que me llevaba al sitio de reunión donde se me había citado para mi clase de Estudios Muggles. Había estado bastante atareada con el Ministerio y por poco había olvidado que me tocaba empezar una clase. Septiembre no estaba siendo mi mes, y llegar tarde a clase estaba siendo una forma de demostrarlo. Llegué a la parada del autobús un par de minutos antes de que el que necesitaba se detuviese allí. Tenía algo de dinero muggle que había cambiado antes de la clase, por lo que no tuve problemas para pagar mi boleto.

 

Agradecía haber vivido con Muggles muchos años y conocer cómo se manejaban. A pesar de que prefería la aparición ya que era un método mucho más rápido, ir al lugar en un transporte muggle era una exigencia de la clase, por lo que decidí seguir las reglas. Me senté en un sitio totalmente libre, junto a una ventanilla. No era un trayecto muy largo, pero siempre disfrutaba contemplar la ciudad desde el bus. Doblé el boleto y lo guardé en un bolsillo pequeño de la mochila que llevaba, en aquel momento, sobre las piernas.

 

Habitualmente vestía como un no mágico, por lo que no llamaba la atención para nada en aquel sitio lleno de personas que podrían notar en cuestión de segundos cualquier cosa que no encajase con el estándar de vestimenta. Shorts de mezclilla, zapatillas estilo Converse y una camiseta sin mangas era lo que había elegido para "camuflarme" entre la gente y pasar lo más desapercibida posible. Sin embargo, dentro de la mochila negra de imitación cuero reposaba mi varita, más dinero muggle y un abrigo por si luego se ponía más frío fuera.

 

Contaba las paradas del bus en mi mente, y sabiendo que la sexta era la mía, me levanté de mi asiento, pedí permiso a la persona que se me había sentado al lado y que iba muy metida en sus asuntos y me dirigí a la puerta del bus para descender de él. Al bajarme, no tuve que buscar demasiado el sitio donde se llevaría a cabo la clase: un centro comercial enorme, cuyo cartel del exterior con el nombre estaba iluminado y llamaba la atención se alzaba, imponente, frente mismo a donde me encontraba.

 

Saqué un pequeño papel doblado del bolsillo trasero de los shorts y lo leí. La clase tendría lugar en el Centro de Recreación de ese mismo centro comercial, por lo que me camuflé entre la multitud que entraba y salía de él y comencé a caminar por los pasillos, buscando el sitio. Finalmente, lo encontré. Era probablemente, el sitio donde más gente estaba esperando para ingresar. Se oía música desde el interior, y me pareció que sería un ambiente perfecto para llevar a cabo una clase como Estudios Muggles.

 

Entré, pidiendo disculpas a la gente que empujaba sin querer, y me detuve en un escalón del lugar para poder ubicar a alguno de mis compañeros. ¿Habría llegado demasiado temprano? Finalmente, vi a Sagitas, aunque no estaba segura de si todos los que se encontraban con ella eran compañeros de clase o si habrían fusionado dos clases. Pasé junto a un joven en mi camino hacia donde el grupo se reunía, esperando, y me llamó la atención que no parecía un muggle más. Sin embargo, no le presté demasiada atención y seguí caminando.

 

-Lo siento por la demora; el transporte es una locura.- dije, encogiéndome de hombros y sintiendo que me sonrojaba.

 

OFF: Lo siento por la demora :cry:

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¡Una mortífaga estudiando el mundo de los muggles! Esa noticia hubiera sido todo un escándalo para los miembros de su bando, sin duda, pero su novio tenía bastante curiosidad por las lecciones que recibirían en esa asignatura, así que no pudo negarse a acudir a la misma clase que él en la Universidad. A fin de cuentas, era una excusa más para pasar tiempo juntos, aunque fuera simplemente compartiendo pupitre con él.


Tampoco el mundo muggle era una completa novedad para ella, teniendo en cuenta que, debido a problemas con la ley, su padre había sido forzado a abandonar la comunidad mágica para esconderse entre ellos con la pequeña Valentina. Para no desentonar, la niña había convivido con sus costumbres más de una vez, llegando incluso a asistir durante la primaria a un colegio muggle de lo más corriente. Aún así, hacía mucho tiempo que no actuaba como ellos, ya que cuando quería visitar a su padre lo hacía mediante la aparición y no solía abandonar la mansión familiar. A eso había que sumarle que toda su etapa adolescente en la que tuvo menos vigilancia familiar estuvo internada en Hogwarts.


La muchacha se apresuró a primera hora para llegar al lugar acordado con Zurin, desde el cuál llegarían Merlín sabe cómo hasta la dirección que aparecía en la nota enviada por la profesora Sagitas el día anterior. Tal y como también decía, acordaron en vestir lo más muggle posible, por lo que apostó por un vestido gris básico con cinturón, zapatillas blancas y bolso.


¿Piensas meternos ahí abajo? —preguntó bastante seria. A decir verdad, nunca había montado en metro, ya que no disponía de él en la villa donde se crió, pero sabía que podía ir lo suficientemente rápido como para que un muggle no supiera controlarlo en caso de imprevisto— No me pensaré dos veces alzar la varita si ponen en riesgo nuestras vidas, aviso.


Anduvo sujeta de la mano del chico hasta bajar a la parada. Cientos de personas se movían por todas partes y a toda velocidad. Incluso se podía escuchar una música de fondo emitida por los instrumentistas callejeros instalados allí. Se soltó un segundo para seguir la bella música de un violín, su instrumento favorito. Una veinteañera de cabello moreno y largo interpretaba un movimiento de las Sonatas y Partitas para violín solo de Bach. «¿Cómo puede tocar tan bien siendo aparentemente tan joven?», pensaba. Y quedó tan encandilada que ni siquiera se percató de la ausencia de su novio. Cuando quiso darse cuenta, no había ni rastro del chico.


Zu... ¿Zurin? Sapos malditos... —farfulló al verse sola. ¿Qué debía hacer? Sabía que cogiendo la línea correcta, tal y como había comentado con el warlock, llegaría a la sala de recreativos antes de en lo que se dice quidditch. Pero claro, el problema estaba en entrar. No le apetecía entrar con descaro y ser vista por un segurata, no se podría desaparecer tan fácilmente de la sala de reclusiones y llegaría demasiado tarde a clase. No, debía haber otra solución.


Observó a su alrededor. Las personas se acercaban a las máquinas expendedoras de la estación para comprar sus tickets. Introducían el dinero y ya podían pasar con ese trozo de papel. Nada más introducirlos en el lector, las barras se movían automáticamente. Pero ella no tenía ni un penique de esos, aunque poseía algo de mucho más valor: su varita.


Se acercó a la barrera más alejada de la muchedumbre. Tan solo necesitaría un poco de intimidad para llevar a cabo un encantamiento de lo más básico que haría que las barras se movieran sin necesidad de introducir el billete. Esperó a que el segurata estuviera distraído para sacar la punta de su varita escondida en el bolso. Rápidamente, la movió en dirección a las barras y murmuró el encantamiento en cuestión. Acto seguido, se dirigió hacia ellas bien dispuesta y felizmente las atravesó.


Fácil —comentó hacia nadie. Recordó las palabras de su chico para dirigirse a la línea de color rojo, que la conduciría al punto de encuentro. Tan solo tuvo que esperar un par de minutos hasta que el siguiente coche se detuvo ante ella. Subió y le preguntó a un señor que en qué parada se debía bajar para llegar al próximo centro comercial y esperó hasta llegar.


Bajó del coche y fue hasta la salida, procurando no perderse con tantas bocas de metro juntas. Una vez fuera, un majestuoso edificio se alzaba sobre ella. Debía ser ese. Se introdujo en él y pudo ver cómo un cartel luminoso anunciaba el nombre del recreativo una planta más arriba de la que se encontraba. Subió por las escaleras mecánicas preguntándose qué las impulsaría a funcionar y anduvo hacia la puerta, donde se encontraba el chico que le había pillado la delantera unos veinte minutos atrás.


¡Zurin! Me dejaste sola, maldito. Al menos me alegra ver que llegaste sin problema y bastante antes que yo, supongo. Por cierto, ¿y Sagitas? —echó un ojo a su alrededor y pudo ver que no estaban solos, sino que habían ya cuatro personas más. Pudo distinguir, entre ellos, a Anne Gaunt, su jefa, y a Darla, compañera de bando. Hizo un saludo generalizado con la mano y esperó a la vera de Zurin a ser llamados por su profesora correspondiente.

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