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El Dragón Verde (MM B: 108933)


Helike R V PB
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mi amada me miro y con algo de seriedad dijo "Tu confías en mi" aparentemente mi amada estaba de mal genio por algun motivo el yo no sabia,-claro mi vida yo comfio en tí- comente un poco desconcertado sobre el tema, mi amada miro molestaa ver si ya estaba la comida y al ver que aun no estaba dijo con todo molesto "No, quiero.. sabes que nada" el malestar de mi amada era mucho y con esas simples palabras logro cortar con la conversación.

 

Sus celos eran los protagonistas de la cita, de un momento a otro el ambiente que habia entre nosotros se habia esfumado, no entendia el malestar de mi amada y ella no me decia nada sobre porque se habia puesto de mal humor, de pronto un pequeño elfo se acerco dejando lo que habiamos pedido, mi amada aun con un tono molesta le pidio al pequeño que le trajera una botella de vino, me senti un poco mal por la maner en que se encontraba mi amada ya que no me gustaba erla enojada y ni siquiera sabia por que se encontraba asi.

 

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Los muchachos parecían demasiado silenciosos o eso, o con el jolgorio dado por ese mago al que desconocía (y en cuánto tuviese oportunidad; investigaría) que quizá hubiesen huído. Pero bueno, ellos ya estaban acostumbrados a brujos extraños. Me puse detrás de la barra, por si alguien necesitaba algo más, mientras los elfos se iban afanando en atender a los clientes que iban entrando al local.

 

Estaba contenta, a pesar de que, inicialmente al abrir el negocio había entrado escasas personas, ahora poco a poco iban llegando clientes y eso no podía negarlo, me alegraba. Limpié la barra con mimo con una balleta mágica, mientras ésta se deslizaba sola, comprobé que los grifos de las cervezas funcionasen correctamente, además de comprobar que la calidad del producto, fuese la óptima.

 

Con un toque de varita, rellené el resto de las neveras que estaban debajo de la barra para ocuparlas de refrescos. Aunque fuese verano y lo más demandado fuese el derivado de la cebada, me gustaba tener de todo, me dirigí hasta la cocina en dónde el olor a la comida impregnaba el ambiente. Veía a mis sirvientes afanados en sus quehaceres...

 

- ¿Todo bien por aquí? -pregunté con curiosidad.

 

- Sí, ama, desde las últimos arreglos, estupendamente -sonreí y raro decirlo, amablemente.

 

- Bien, si se acaban las cosas, avisarme para avisar a los proveedores...

 

Me dirigí de nuevo a la barra y me serví una buena pinta de cerveza fresquita. Por norma general, tenía preferencia por el whisky de fuego, pero siempre hacía excepciones y también me gustaba beber otro tipo de líquidos.

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Inmediatamente su sarcasmo logra sacarme una que otra risita ligera, cubriendo suavemente mis labios con las puntas de mis dedos como si de aquella forma lograra ocultarla, simple gesto innato. Sin embargo era mejor no hablar tanto de nuestras costumbres e incluso de nuestras posiciones respecto a todo lo ocurrido en el transcurso de los años, aún más si no sabía su opinión con claridad ¿Quería acaso perder esta sensación de paz? En lo absoluto. Aún así, no podría irme a casa sin esa presión tan lejana en el pecho, esa sensación de querer retroceder en el tiempo y revivir tan hermosos momentos junto a Frank, Bianca e incluso Rosette, momentos que parecían haberse transformado en cenizas después del infierno en historia.



El transcurso de nuestros sorbos parecían horas, no era la única que parecía recordar situaciones del pasado, quizá gloriosos acontecimientos que atesoraba como yo. En cuanto la última gota de mi cerveza desapareció, dejé a un lado el vaso para poner mi completa atención en su gélida mirada al tiempo que nuevamente las puntas de mis delgados dedos parecían enredarse en cada movimiento ondulatorio que creaba en las puntas castañas de mi tan peculiar cabello.



Sonreí.



Le había dado profundo sin saber con su primera impresión respecto al amor del que tanto hablaba, de manera instantánea mis ojos parecían brillar, casi podía sentir como una ligera capa cristalina se iba formando. Bajé un momento mi cabeza al tiempo que mi ceño se fruncía de manera pensativa, más no le di razones para pensar que si, me había echo recordar lo que más temía en años.



— No se disculpe, la verdad señor Thawne es que tiene razón. Lo experimenté, sentí como me consumía lentamente en ese profundo amor, casi podía sentir como el aire me faltaba en ciertos períodos. Y no logré sobrevivir con excelencia como debí.



Reí nerviosa.



— Discúlpeme a mi.



Pasé de manera temblorosa mi pálida mano por la mitad de mi rostro, logrando así acomodar todo mi cabello hacia atrás para tener mi rostro bien despejado. Nunca me había permitido mencionar abiertamente mi historia y aunque no lo estaba haciendo directamente, por supuesto que abría una parte de mi que parecía haber muerto, no es que extrañara a Stefan, extrañaba lo que era cuando estaba a su lado, de cierta forma siempre sentí que cuando el se fue, se llevó gran parte de mi humanidad y la quería de vuelta, la deseaba tanto y eso me carcomía. Su segunda respuesta no me dejo más tranquila, es más, parecía que todo lo que siempre me había dicho a mi misma lo escuchaba desde otro ángulo. Irónico.



Callé un momento.



— Lo se…como dicen por ahí, lo hecho, hecho está y nadie nunca podrá cambiarlo. No importa cuanto remordimiento sientas, simplemente no mereces otra oportunidad.



Volví a acomodarme en mi asiento, corriendo esta vez mi mirada de la suya, simplemente no quería que me viera directo a los ojos y supiera cuan rota estaba durante esos minutos, debía retomar fuerzas para seguir como si nada ¿pero como hacerlo? Había perdido por completo mi control hace algunos días en la mansión y me encontraba muy débil como para volver a la típica e irritante personalidad de soberbia, nisiquiera tenía el ánimo de ir por la vida lanzando indirectas coquetas, nada de juegos para obtener mis respuestas.



— ¡Que cosa la mía! Andar hablando de temas tan extravagantes, espero no crea que soy tan desquiciada como una profesora de adivinación. Mi cordura al parecer se volcó un poco, pero es que mire el frío que está haciendo afuera…



Suspiré.





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Estoy casi seguro de que mi breve descripción sobre Harry Potter le ha causado gracia, pues escucho una risa, breve y discreta, emanar de sus labios. De un momento a otro, parece estar enfrascada en sus propios pensamientos.

-Vaya, se la ha terminado antes que yo. -pienso, observando cómo el vaso de la pinta se deslizaba sobre la superficie de la mesa, siendo ya prescindible. Aunque, con el clima que hace, uno normalmente bebería todo lo que su garganta soportara.

Continuo devolviéndole la mirada, como si de eso dependiera mi vida, pues sus ojos resultan claramente atractivos. El movimiento que ondula las puntas de su cabello, una actividad tan normal entre las personas, le confiere un aura de momentánea paz. Esa sensación es un tanto peculiar, y podría jurar que comúnmente se la transmite a otras personas, la mayor parte del tiempo sin percatarse de ello. Algo así como el mal presentimiento que genero yo al hacer presencia, el cual al parecer no parece aplicar para ella.

-Una pena... -dejo escapar un ligero bufido tras el relato de su experiencia con el amor. No por mofa, sino por la ironía que estoy a punto de expresar. - Gracioso, ¿no? Normalmente, es la experiencia la que nos ayuda a reaccionar ante ciertos eventos. Pero con el amor, nunca es suficiente.

Me encojo de hombros. No había experimentado ninguna relación afectiva con alguien desde la huida de la mansión de los Thawne. Y en parte así es como había logrado sobrevivir hasta ahora. Asiento ligeramente al momento que la señorita pide que la disculpe. En su proceder puedo encontrar patrones de comportamiento similares, desde cierto punto de vista, con los que yo manifesté alguna vez cuando joven. A juzgar por el tipo de reacciones que ha demostrado, era la primera vez que compartía ciertos momentos con alguien, o no lo había hecho en considerable tiempo. En cierto modo, me veo a mí mismo pensando en qué debería revelar, y que debería mantener en secreto.

-Y a un enemigo...hasta aniquilarlo. -susurro, aún dentro de mis cavilaciones. El tema del perdón resulta un tanto quisquilloso para mí, pues da pie a inevitablemente hacer aquella analogía con mi más grande rival. -Me disculpo por eso, no ha sido adecuado.

¿Cuántas otras disculpas tendría que formular? Un total misterio. El repentino cambio en su actitud me parece alarmante, pues probablemente se debe a algo que he dicho. A una de mis reacciones, probablemente. Y no la culpo, pues nunca he sido un maestro del tacto. Algo en lo que debería comenzar a trabajar, de hecho, si es que quería sobrevivir en el mundo mágico.

-Una maestra de adivinación... -río con ganas ante su humor crudo y decido darle un largo sorbo a mi bebida, dejando el vaso de la pinta, vacío, a un lado mío,tal como ella había hecho primero. -No me parece desquiciada en lo absoluto, señorita Juliette.

 

Sonrío, negando con la cabeza. Y era verdad, mi opinión hasta ese momento sobre la joven no implicaba nada malo. Ni siquiera desconfianza, que era lo común.

 

-Esto se pondrá feo dentro de unas horas. -puntualizo, observando la fina capa de hielo que se formaba en el ventanal.

 

@Juli-ette

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— La vida está llena de obstáculos, incluso el amor es comparable con una clase de magia peligrosa.



Reí levemente.



— Aún así, discrepo con los dichos de la mayoría de las personas, eso de que cada corazón roto te acerca a tu verdadero amor.



Hago un gesto de indiferencia con mi mano, negando levemente mientras suelto una risita. Volviendo a concentrarme en nuestras conversaciones tan extrañas, enredando las delicadas puntas de mis dedos en los mechones de mi cabello, era un gesto innato y admito que me relajaba muchísimo. No quería incomodarlo en lo absoluto con mis cambios repentinos de humor, por supuesto que no era su culpa, era mía por siempre oprimir los recuerdos albergados en las profundidades de mi corazón, por el simple hecho de equilibrar la humanidad. Nada en exceso era bueno, siempre me lo repetía.



Eobard se disculpaba todo el tiempo, no sólo con sus palabras, si no con sus constantes gestos y eso me causaba ternura de alguna forma, un hombre de aura oscura y misteriosa experimentando una especie de remordimiento era toda una aventura. Lo hacía único en su especie y quizá eso me hacía sentirme ligeramente en casa. Acerqué mi mano libre, agarrando sutilmente su muñeca para ejercer una corta presión demostrando que estaba todo en orden.



— No es sea prejuiciosa, pero tal parece que todos los maestros de adivinación tienen una gran falla en sus neuronas. Son inteligentes, es indudable, pero…



Hago un gesto gracioso demostrando locura y suelto una risita fuerte, cruzando ahora mis brazos para acomodarme relajadamente en la silla. Se sentía bien reír y recordar mis discusiones con la profesora Marchkal sobre la lectura en las tazas de café, las cuales no acertaron en nada de mi vida actual. Volví a fijar mi mirada en el castaño para luego llevarla al ventanal que parecía empañarse con el calor del lugar, sin duda podía imaginar el frío que estaba corriendo afuera.



— Y tiene razón, quedaremos atrapados entre la nieve así como vamos.



Reí.



— ¿Desea irse señor Thawne? Espero que de ser el caso, no perdamos el contacto y si aún gusta soportar a esta encantadora joven…será un placer seguir platicando con usted.



Posé ambas manos sobre la mesa esperando su respuesta, tanto era mi interés que incluso podía optar por escapar a otro lugar más seguro del temporal que estábamos atravesando, desde el día que perdí el control en la mansión pensé que jaás lograría recuperar mi vitalidad. Apareció el y las risas volvieron a inundarme, me hacía sentir mortal y era un deseo que anhelaría hasta el final de mis días, al menos podía experimentar esa sensación por muy falsa que fuera.




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¿Magia peligrosa? Un concepto bastante interesante, a decir verdad, y una vez más, dependía del punto de vista. Recordando a aquel mago tenebroso, Riddle, sólo había poder y gente débil para buscarlo. El único punto en contra, y quizá el más preocupante, es el hecho de que Tom murió en su búsqueda de la dominación absoluta sobre las masas.

 

-Las personas tienen a decir muchas mentiras, señorita Macnair. -sonrío acariciando suavemente mi barbilla. -Puedo incluirme en esa lista pero, puedo asegurarle que he sido honesto. -asiento sin más, dejando a interpretación abierta mi argumento. -El amor, magia peligrosa en verdad. Aún más que las artes oscuras, y sí, digamos que esa rama es una de mis especialidades.

 

El humor con el que se está tomando todo el asunto me resulta gracioso. Una indiferencia peculiar, sincera. No era algo habitual de presenciar, eso bajo circunstancias normales. Pero esta situación no es una de ellas. Se sale de cualquier descripción mundana, a pesar de sólo ser una conversación. La sinceridad parece algo común entre ambos, a pesar de que se trata de nuestro primer encuentro.

 

Parece que la joven está en calma, disfrutando de aquel momento. Los temas que hemos tratado durante los últimos minutos no son ni a propósito los que dos personas compartirían abiertamente, aún conociéndose de hace años. Son cuestiones que uno generalmente guarda bajo llave. Una sonrisa breve, pero amplia, se curva ante su ágil movimiento de mano para sujetar mi muñeca durante un par de segundos.

 

-Humm...Me temo que la adivinación es una ciencia un tanto imprecisa. -niego suavemente, pensando en la existencia de las llamadas profecías. -Rodeada de tanto misticismo, adquiere esa especie de...¿misterio? Llámeme incrédulo, pero no veo razón para fiarme totalmente de una bola de cristal o de hojas de té.

 

Y en parte eso está justificado. ¿Hace cuánto que no se ha formulado una profecía relevante? Sybill Trelawney, una vidente excepcional, pero un tanto descabellada, había sido la más reconocida durante finales del siglo pasado. Pero, ¿después de la guerra? Nada...Ni una pequeña predicción climática.

 

-Estoy abierto a sugerencias. -extiendo los brazos hacia Juliette, como invitándola a tomar la decisión sobre nuestro siguiente movimiento.

 

Aunque el local parecía a prueba del clima, ante una posible tempestad, lo más prudente era abandonar el lugar. Seríamos muy afortunados de no tener que presenciar otro intento de asalto como el que un sujeto había intentado efectuar. La dueña estaba dispuesta a defender su negocio con su vida, y eso es de reconocerse. Una buena razón para retornar a aquel magnífico pub.

 

-Aunque, si decidiera que nos marcháramos, le prometo estar en contacto. -dicho esto le guiño un ojo a la chica. No como manera de conquista, porque ese no ha sido el afán de toda la conversación, sino una especie de fortalecer dicha promesa de una forma silenciosa. Ha sido una agradable experiencia y, a decir verdad, estoy casi seguro de que no será la única ocasión en que me tope con esos peculiares ojos verde esmeralda.

 

@Juli-ette

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Presiono mis labios suavemente con algo de entusiasmo al ver esa disposición de su parte, la manera en que el ambiente se desenvolvía entre ambos se sentía muy bien, como si nos conociéramos de toda la vida. Para ser honesta no conocía demasiados lugares en Londres, era una de las muchas desventajas de haber vivido una vida fuera del país que me correspondía, siempre me cuestionaba lo que hubiera pasado si mi decisión hubiese sido inclinada a Hogwarts ¿tendría el mismo destino?



— ¿Está dejando su vida en mis manos señor Thawne?



Le sonrío traviesa.



— Seré honesta, no conozco muchos lugares. Sería entretenido que existiera un lugar alejado de todos, donde poder ir y recostarse en el césped y dejar de pensar por unos minutos…sentirnos libres.



Inmediatamente posé mis ojos verdosos en los suyos ante su promesa, la cual acepto con un suave asentimiento del mentón ¿sería él parte importante de esta vida? Era sorprende, debía aceptarlo…a pesar de todos los misterios que aguardaba en las profundidades de su alma, — motivo que llamó mi atención. —pensé, era un hombre de una honestidad intachable, pocas personas llenaban esa característica, no temía decir la verdad o mostrar sus puntos de vista. De todas formas me dejaba algo preocupada, quizá el temor de decepcionarlo ¿Qué pasaba si descubría lo que era? ¿Si luego se enteraba de las atrocidades que hice? No merecía perdón.



Enseguida me levanté de mi asiento, tomando los libros y guardándolos sin cuidado en el bolso que andaba trayendo, ni tan pequeño, ni tan grande pero en definitiva no se veía lo suficientemente lleno para los libros que andaba trayendo. ¿Razón? Un excelente encantamiento de extensión indetectable, básicamente el único que usaba la mayoría del tiempo ya que odiaba andar trayendo en los hombros cosas tan grande como esos fastidiosos bolsos de anciana, llena de diseños extravagantes similares a las cortinas de las casas en Alemania. Antes de responder a su mirada incrédula agarré mi abrigo largo de color azabache y una vez bien arreglada extendí mi mano para que se levantara.



— ¿Conoces el Parque de las lamentaciones? Mi padre me hablaba de aquel cuando era una niña, nunca lo visité y si, se que suena descabellado ir con este temporal a un lugar sin techo que nos cubra.



Mordí mi labio inferior.



— …pésima idea sin duda, agarraremos un terrible resfriado. Pero existe la pequeña posibilidad de que nieve y quiero sentirla en mi piel.



De alguna forma estaba siendo honesta, a pesar de haberla presenciado muchas veces en los Estados Unidos nada fue igual, le tenía algo de temor por todas las situaciones que pasé, pero esta vez me sentía preparada para enfrentarla. ¿Volvería la sensación de años atrás? ¿Podría tocarla sin que se notara que me afectaba? Quizá estaba arriesgándome a llevar a Eobard conmigo, pero algo me hacía confiar en el, me hacía sentir segura y a pesar de sus opiniones, estaba segura que no me juzgaría.



De todas formas, aún no era el momento para abrirle esa etapa de mi vida, quizá nunca iba a llegar pero confiaba en mi astucia. Caminé en dirección a la barra y pagué nuestras cervezas para luego prácticamente esperarlo en la puerta mientras acomodaba con delicadeza la bufanda alrededor de mi cuello, cubriendo mi tan blanca piel del frío.




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La señorita Macnair me ha preguntado si pondría mi vida en sus manos, un cuestionamiento un tanto curioso, si se me permite. Que tu propia vida dependa de una sola persona parece un tanto problemático. Entonces, ¿si tal individuo decidiera tu muerte, lo aceptarías sin más? Aunque sé que ha sido una metáfora, no evita que cavile brevemente.

-Aunque es curioso. He ido a algunos parques en Londres que podrían satisfacer su deseo. -esbozo una suave sonrisa, como entendiendo perfectamente la razón para buscar la sensación de liberación. -Podría ser una opción, si no fuera porque tengo el mal presentimiento de que estarán sufriendo de una avalancha, o algún derivado del agradable clima.

Mi tono sarcástico sobre el estado actual del tiempo no pretende ironizar del todo, pues las bajas temperaturas siempre han sido de mi agrado a diferencia del sofocante calor. Mi razón para descartar la visita al parque no es porque no quiera que Juliette tenga una grata experiencia. Al contrario, al parecer tenía razones de sobra para hacerlo, pues el ambiente entre ambos, el pequeño vínculo de confianza, estaba desarrollándose.

Mientras se alista para partir, me permite regresar a mis cavilaciones. Pienso en lo que supone la idea de relacionarme con ella y, quizá, el peligro que eso suponga. No para mí del todo, puesto que aceptaría el riesgo, sino para ella. Sé que Zolomon generalmente ignora a los que se encuentran a mi alrededor a la hora de la verdad porque yo soy su principal objetivo pero, ¿y si cambia de opinión está vez? Más específicamente, ¿me perdonaría la señorita Macnair por mi imprudencia? Aunque, y espero estar seguro de ello, no parece el tipo de persona que no sabe defenderse por sí misma.

-Conozco el lugar, o al menos, lo he visitado una vez. -asiento, tomando su mano al levantarme. El contacto es cálido, lo cual me sorprende un poco, puesto que yo esperaba que fuese helado. -Pero sí, la probabilidad de adquirir un resfriado es alta, lo cual me resulta innecesario a estas alturas.

Su pago por adelantado de las bebidas me ha tomado por sorpresa. Es la segunda vez que alguien lo hace, y aunque no me parece molesto, lo justo es que yo sea quien pague por el consumo, sobre todo si se ha soportado a una persona como yo. Entonces se me viene a la mente otro lugar al que podríamos ir, que al menos es techado.

-¿Qué te parece Elviris Pub? -sonrío de lado, uniéndome a ella en la puerta. Abro esta y un vendaval helado entra a menguar por unos segundos el ambiente agradable de El Dragón Verde. -Hay música, bebida, y una que otra actividad no mágica que, por muy mundana que parezca, es entretenida. -río ante la idea de participar en alguno de esos juegos de azar nomaj, de los cuales ya había tenido algo de experiencia durante mis años en la comunidad estadounidense.

Dicho esto, cierro la comitiva tras su salida del local, esperando que el frío no nos impida llegar hasta nuestro próximo destino.

 

@Juli-ette

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  • 2 semanas más tarde...

Observé la entrada del dragón verde, alli, en aquella colina, cerca del cruce de caminos, vestido con un pantalón corto marrón y una camiseta de color verde de manga corta, además de deportivas. Era curioso,con todo aquel verde rodeándolo. Crucé la verja de color blanco, sintiendo el intenso aroma de las plantas que tenían en las ventanas, en todas aquellas macetas.

 

Era noche cerrada, pero imaginaba que @ estaría por alli cerca....le encantaba el whisky de fuego, seguro qeu, si no la había encontrado en otro sitio, estaría por alli echando un trago. Además, el local era suyo, seguro que nadie le echaba por ser la hora de cierre.

 

Empujé la puerta y avancé varios pasos hacia el interior del local, con aspecto del típico pub inglés, aunqeu no en todos solían colgar pendones de Hogwarts y Gryffindor.

 

- Helike! Estás aqui?

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Estaba en la oficina mirando todo lo necesario y que estuviese todo correcto, tanto mirando lo que faltase en el almacén, como todo lo demás. Miré por la ventana y me fijé en que era ya de noche. Seguramente ya, los clientes se habían ido y el pub estuviese desierto a esas horas, aunque siempre había alguien que se quedara a cenar. Escuché un chasquido y levanté la vista del pergamino que estaba escribiendo con una pluma de águila real.

 

- Ama, un joven pregunta por usted -negué con la cabeza y alcé una ceja- es pelirrojo...

 

Me levanté tan rápido que el elfo pareció asustarse. Por esas señas ya sabía yo, de quién se trataba. Por supuesto, no era un Weasley precisamente aunque bien podía pasarse por esa familia.

 

Vestida con una camiseta, cazadora que había recogido del perchero, tejanos y botas de piel de dragón, recogí la varita y el monedero de piel de moke que los guardé en el bolsillo. Me atusé el pelo y dejé mis tirabuzones al aire...

 

- ¡Matt cariño! -saludé con alegría mientras lo abrazaba y le daba un tierno beso -¿qué tal estás mi amor? -le dije, susurrándole al oído- ¿quieres tomar algo? Invita la casa -le guiñé un ojo.

 

- Si quieres, mientras nos sirven, te puedo enseñar todo ésto, es la primera vez que vienes, ¿no? @@Matt Blackner ? -pregunté, curiosa mirándolo con curiosidad.

 

- Después iremos a otra parte favorita de mi negocio, ya verás lo cómodo que se está -dije con una sonrisa.

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