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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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No entendía nada. Sencillamente, nada. Por supuesto, como talamasquin había estudiado fenómenos extraños y estaba relativamente familiarizada con ellos pero eso no la hacía una experta. Tampoco estaba familiarizada con lo que había sucedido con Macnair así que se sentía algo excluida de todo el asunto. Sin embargo, cuando Ashar explicó las opciones no lo dudó un instante.

 

-Sé que en realidad esto no es asunto mío -dijo llanamente- pero si en algún momento se deciden por una u otra cosa, podría apoyar con el exorcismo mas no con el ritual -aclaró mientras decidía ir a sacar una cerveza para ella también para no tener que mirarlos-. Sé, repito, que no tengo voto en este asunto pero sólo lo menciono por si necesitan más manos -aclaró mientras abría la botella aprovechando que aún tenía excusa para no mirarlos- ¿De acuerdo?

 

El motivo por el cual no podría resistir el ritual no lo aclaró pero estaba segura que al menos Madeleine sería capaz de adivinarlo. Desde lo sucedido con Islington (y ya era un problema que en realidad había acarreado desde la desaparición de Káiser) su mente era todo, menos estable. La más vapuleada por las cosas que le habían sucedido había sido su cordura ¿Pelear contra mortífagos? ¿Patearle el trasero a los chicos malos? Desde luego podía hacer eso en cualquier momento, su fortaleza era más férrea que la de muchos pero cuando se trataba de una lucha mental era harina de otro costal. Ella había sido una persona práctica y con los pies en la tierra pero ya no lo era más; su mente era un animal endeble, que podía traicionarla o quebrarse ante pruebas difíciles, especialmente con seres engañosos como eran los demonios y más aún teniendo en cuenta que los demonios eran especialmente buenos para engañar humanos.

 

Por supuesto eso no significaba que fuera una loca o una persona débil pero siempre, siempre desde lo sucedido entonces y el cómo su mente se había resquebrajado hasta sentir que vivía en un realidad distinta, había evitado toda clase de alteraciones de índole extraña o indefinida. Mientras fuera concreto y pudiera luchar con ello con sus puños, investigación o incluso en un duelo le daba la bienvenida. En cuanto a un demonio, evidentemente no se trataba de ninguna de esas cosas.

 

Fue así que le dio un largo trago a la cerveza, excusa perfecta para permanecer en silencio.

 

Richard Stark

 

-Precisamente -contestó con la mirada fija- y la respuesta, es simple. Porque puedo.

 

La observaba sin apartar la vista, analizando cada uno de sus movimientos, de sus reacciones, de la forma en cómo se curvaban sus labios y se transformaba su rostro. Entendía que era lo que estaba sucediendo: indignación, asco, miedo, intriga. Todos esos sentimientos simples y reales frente a él, una vez más como tantas veces. Una vez más veía la reacción de un ser humano corriente ¡aún siendo una bruja! Y veía nada más que la muy humana idea de que la vida debe ser preservada. Podría haberle inventado mil excusas, como las miles que se había dicho a lo largo de los primeros siglos y que luego había dejado de utilizar porque ya no había excusa posible cuando la cuenta de cuerpos iba aumentando.

 

-¿Que qué les ocurre? -soltó y una sonrisa fría y una expresión de desdén aparecieron en su rostro. Sin embargo en breves segundos la sonrisa se esfumó tal y como había aparecido, de pronto ya no le hacía gracia- Nada les ocurre -sus ojos entrecerrados delataban su fastidio-, simplemente me enfrentan y miran que están en un cuerpo más viejo.

 

Al inicio no había manejado el poder de esa manera. Había envejecido décadas en un sólo cuerpo antes de hacer el intercambio. Aquellos cambios habían acarreado enemigos profundos y problemas que muchas veces habían terminado con la muerte. Su mente se negaba a rememorarlas y con el tiempo era fácil olvidarlas, teniendo en cuenta que su cerebro seguía siendo humano y aunque utilizado a un mayor porcentaje que los seres humanos normales seguía sin poder retener todo lo que había vivido a diferencia de las mentes de otras especies como la de los vampiros. Había escrito diarios, tomos enteros, intentando combatir el olvido; posteriormente había abrazado ese olvido como la mayor de sus bendiciones. Ya ni siquiera recordaba los rostros de las personas de aquellas primeras épocas.

 

En tiempo reciente, los últimos tres siglos, el mundo había avanzado mucho. Especialmente el último siglo sus poderes habían resultado más bien inconvenientes, la humanidad había tenido un avance a pasos agigantados y ya no era tan sencillo pasar desapercibido. Por eso el viejo truco que aprendiera en sus primeros años le había servido; ya no utilizaba un cuerpo tanto tiempo, ya no esperaba envejecer en ningún cuerpo. Utilizaba uno por cinco años a lo sumo y continuaba con el siguiente. Había aprendido que las personas se resignaban más fácilmente si no se trataba de una gran pérdida; así había sobrevivido y había amasado fortuna. Esos detalles, sin embargo, Athena no necesitaba saberlos. Ya había visto suficiente y sabía que lo despreciaba ¿para qué decirle más?

 

-¿Quieres tomar un té? Quizá sea mejor llamar a todos a la mesa -concluyó.

 

Su expresión volvía a ser vacía. De pronto era como si ya no estuviera allí. Se ajustó los guantes de cuero y llamó al servicio. Al punto, Freya estuvo allí y le dio unas rápidas indicaciones antes de despacharla. La magdalena seguía en las manos de Athena... ni siquiera le había dado un mordisco.

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—¿De verdad me estás invitando un té después de contarme algo así? Eres. . . increíble.

 

Tal vez Richard había dejado de sentir como el común de las personas cuando hablaba del tema, si es que lo había hablado alguna vez con alguien, pero para ella era algo sorprendente, incluso siendo una condenada bruja. Y no, no era malo, o terrible, las personas no morían porque les sucediera algo así, pero se imaginó a si misma ocurriéndole. Ser un día tal cual se conocía, con pelo rubio rizado, de piel blanca y ojos azules, para un instante después verse en un espejo y tener una apariencia diferente por el resto de la vida. Definitivamente era demasiado chocante una situación así.

 

¿Y qué pasaba con ellos? ¿Cómo podían convencer a familiares y cercanos que ya no eran como los conocieron? ¿Qué clase de personas eran su blanco?

 

—¿Quién eres ahora entonces? —Quiso saber.

 

Lo estaba pensando desde el punto de vista de que sus genes iban por otra rama. Era algo complicado. Ahora que recordaba nunca le había preguntado a Richard su edad, o sobre su familia, todo lo que conocía de él era Catherine y Pandora, todos los demás eran en el camino. Pero por ejemplo, de sus abuelos no sabía nada, o de otros parientes. Si llevaban tanto tiempo fallecidos entonces solo el apellido familiar había sobrevivido, porque claramente la genética no.

 

—Quiero. . . quiero que me cuentes tu historia. Pero sin mentiras ni secretos, ya estoy cansada de ellos. . .

 

Eso no lo decía precisamente por su madre si no por los Rouvás, sus abuelos habían tenido muchos años de silencio en muchas cosas y Athena solo se había enterado por terceros. Tal vez por eso aún estaba en Ottery st. Catchpole en vez de los Estados Unidos que era donde vivían sus abuelos en la actualidad, luego de tener que escapar de Grecia.

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Richard Stark

 

-¿Ahora? -preguntó intrigado- Soy Richard Moody.

 

En realidad, entendía a lo que se refería, aunque esperaba que en cualquier momento llegase el té para tener que librarse de dar explicaciones. Una vez más sentía que había hablado demasiado aunque en realidad no había dicho gran cosa.

 

-Mi historia es demasiado larga -cortó con nulo entusiasmo-, larga y aburrida. No tengo poderes que me hayan llevado a lugares inexplorados o alucinantes, ni manadas que me arrastraran con ellas a experiencias comunitarias y entusiastas intercambios de maneras de pensar. Te he revelado ya lo más importante, yo... -calló un momento sin estar seguro de lo que diría a continuación- era el hermano mayor. Pandora nunca supo los secretos mejor guardados de mi familia, ni los sabrá jamás ahora.

 

¿Qué más había para decir? Más nada. La mesa estaba lista y el servicio de té tendido. Richard estiró el brazo en señal de invitación y tomó asiento a la cabecera de la mesa. Junto al té de naranja había una bandeja de pastelillos y unos croissants. No era ni mucho menos con la formalidad con la que hubiese sido en el castillo, con la mesa de madera y las sillas también del mismo material. Era todo allí mucho más cercano y acogedor.

 

¿Su vida? ¿Qué podía decirle sobre ella? ¿Qué parte? ¿Cuál decidiría ella que era genuina y cuál no? Había muchas cosas que podía intentar explicarle pero la más importante de todas, el vacío, eso no había forma de que pudiera explicarlo; jamás lo entendería ¿para qué perder el tiempo?

 

-Mi aspecto siempre ha sido este -comentó finalmente, haciendo la concesión que le pareció menos comprometedora.

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Frunció el entrecejo evidentemente molesta, pero no de la manera en que usualmente lo estaba con él. Estaba en verdad interesada en conocer esa parte de su vida, que en menor grado también era su propia historia.

 

—Tengo tiempo ¿sabes? —Se mantuvo de pie junto a la mesa, como indicando con ello que no daría su brazo a torcer. —Es justo, ¿no lo crees? No te conocí cuando niña, no tengo recuerdos tuyos como la mayoría de los pequeños tienen de sus padres, así que considero justo saber al menos de donde vienes. Saber quienes eran ustedes, no te estoy pidiendo secretos, solo que me expliques. . . —Por una vez en su vida le prestó la atención debida.

 

Y como acto de interés deslizó la silla del costado a la derecha de Richard y tomó asiento para posteriormente darle un mordisco a la magdalena que aún estaba en intacta en su mano. El bocado pasó con dificultad, el apetito era algo del pasado que cuando regresara lo haría con más intensidad, pero quizás también lo haría con un paso avanzado entre ellos. Un paso de sinceridad. Tardaría un poco en volver a probar, el dulce no se sentía precisamente como tal en la boca.

 

Adoptó un gesto de esperanza en aquel pequeño minuto de confianza.

 

—¿Siempre? ¿Cómo has podido pasar tanto tiempo libre? Porque supongo que te has involucrado con más personas y estas te reconocerían si te viesen igual.

 

Iba a preguntarle la edad exacta, aunque por Pandora ya había sacado sus propias conclusiones respecto a ese tema, solo que aún no se atrevía a tirarlo todo.

 

—Escucha. . . Se que tal vez no he sido demasiado amable contigo desde que te conocí, hay cosas que creo no podré nunca disculpar, pero en serio. . . quiero intentar llevarme bien. . . lo que se pueda.

 

Nunca le había mencionado a Richard cual era su tremendo enojo con él. Quizás se hacía alguna que otra idea, para Athena era difícil comprender por qué nunca llegó a ayudarlas sabiendo los enredos en que su madre estaba involucrada netamente por temas que a los Griegos les gusta complicar. Rouvás siempre creyó que él podría haber hecho algo más y quizás así Helena no estaría muerta. También, aún le guardaba un poco de rencor por no contarle la verdad apenas la conoció en Ottery por intermedio de Pandora.

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¿Acaso Madeleine estaba enojado con él? No podía distinguir si el retazo de ironía perceptible en la voz de su compañera se debía a su clásico mal humor o al enojo que le producía la situación; esperaba que se debiese a lo primero siendo que, en un principio, nadie la había obligado a participar de aquella misión y, siendo objetivo, el hecho de que Nathan tomase la piedra no tenía nada que ver con que el demonio fracturase su esencia y la dividiese entre los allí presentes. Es más, articuló Nathan mientras frenéticamente buscaba sacarle un sentido a aquella alocada situación, de no haber robado la piedra ellos nunca se hubiesen enterado que parte del demonio residía en ellos.

 

Sus labios se curvaron en una pícara sonrisa al escuchar el comentario de la Moody a su madre, al menos reconocía su mal genio. Las palabras de la otra joven allí presente, sin embargo, robaron su atención dado que lo único que le dejaban en claro era que el ritual que tendrían que atravesar para liberarse de los restos del demonio no sólo sería peligroso sino además extremadamente difícil de realizar. No era eso lo que más le inquietaba, sino una pregunta que comenzaba a rebatir en lo profundo de su consciencia y que fue creciendo y articulándose con distintos potenciales resultados, hasta que se le hizo insoportable contenerla un segundo más por las posibles implicaciones que tendría.

 

- Será genial tener tu ayuda, Catherine, gracias. - dejó salir el Weasley - Creo, Moody, que lo mejor que podemos hacer es visitar ese bosque nuevamente. Quizá ese sea el mejor lugar para realizar el ritual y quizá podamos solucionar esta situación esta misma noche. Sólo tengo una inquietud, que dudo que ustedes puedan solucionar pero que quiero que tengan presente, ¿podremos reconstituir el demonio en la piedra sin tener todos los fragmentos? Es decir, Alexandra está fuera de nuestro alcance y dudo que Arya tenga muchas ganas de vernos, por lo que... estamos j0didos, creo.

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Escuche la inquietud de Nathan sobre como recuperar los otros pedazos en realidad esos no eran peligrosos, ya que dos se habian sellados pero los de Nathan y Madeleine estaban liberados y podian descontrolarse.

 

-Con respecto a tu duda- dirigiendome a Nathan- con respecto a Alexandra no debemos preocuparnos ya que la parte del alma del demonio que ella guardaba fue sellado junto con sus poderes- aclare- esa tal Arya no sè que pasó con ella, pero ustedes lo llevan sueltos en su cuerpo y en contacto con este tipo de piedras o con otro ser demoniaco podria desatarse un gran problema ya que podrian ser controlados por esa fuerza o convertirse en blanco de otros demonios, si quieren lo hacemos en el bosque supongo que debe ser tierra sagrada, ¿ustedes deciden ritual o exorcismo?

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-Yo me sumo a lo que decidan.

 

De pronto, un gran cansancio mental la había atacado. Así que tomó asiento y allí permaneció mirando como Weasley y Ashar deliberaban sobre el asunto. Madeleine por su parte había permanecido un buen rato en silencio, lo que hacía que Catherine se preguntara si no estaba trazando un plan o algo parecido.

 

-Aunque si algo sucediera, preferiría evitar el desafío mental -añadió, mirando hacia otro lado.

 

Sus motivos no los expuso lo que quizá la haría quedar como una est****a pero no le importó. Mejor "est****a" que "peligrosa", pensaba no sin cierta amargura.

Richard Moody

 

-Jamás pensé que deseases tener recuerdos míos... -masculló dejando de lado la careta.

 

Su sonrisa era hermosa pero también cruel. No era algo que uno no quisiese ver pues no resultaba grosero o grotesco, al contrario: era algo que hacía que uno no pudiese apartar la vista, una sonrisa que uno sabía que tenía algo de terrible pero que sencillamente no podía dejar de ver. Esa era la atracción que Richard ejercía, la del monstruo.

 

-Tengo quinientos cincuenta y nueve años -replicó entonces poco antes de darle un gran mordisco a su croissant, resignado a desmentir su grandilocuencia anterior. Masticó, tragó y prosiguió-. Mi padre era perfumista, mi madre era una bruja y fabricaba venenos. Pandora jamás lo supo, yo odiaba el oficio por buenos motivos. Ella deseaba tomarlo sin saber su verdadera función.

 

>>Siempre fuimos parte de ese grupo de advenedizos desagrables que abundaban en las cortes de entonces. Así que los abandoné. Luego descubrí mis poderes y una vez aprendí a controlarlos no necesité a nadie más -añadió-. Con el tiempo, aprendes que tienes que pasar desapercibido y contactar a la gente correcta. Ah y siempre tener dinero. No importa la época o qué rostro tengas... siempre puedes salir bien librado con dinero<<.

 

Se sentía de pronto cansado y enfermo. No deseaba decir ni una sola palabra más. De hecho, había estado evaluando la posibilidad de traer un pensadero por los últimos diez minutos para no tener que hablar pero no lo hizo. En lugar de eso apuró el té y le dio otro mordisco al croissant.

 

Su única respuesta a las amables intenciones de Athena fue alargar la mano lentamente hacia su cabeza y hacerle un cariño, revolviendo ligeramente su melena, notando cuan distinta era de la de él. Los rizos, sin embargo, eran obra suya. Hermosos bucles que caían enmarcando su rostro de la misma forma en que enmarcaban el de él, rubios en lugar de cobrizos y con un volumen ligeramente distinto. Los ojos, eran de su madre. La observó y se cuestionó sin apartar la vista qué era lo sentía por aquella muchacha, qué cosa era lo que los unía.

 

Sólo el vacío le respondió. Desde la muerte de su hermana así había sido. La había detestado, un sentimiento muy humano y luego apreciado, otra cosa que lo ató al lugar en donde ahora se encontraba. Catherine había llegado y con ella otra etapa pero no los unía la sangre; se comprendían, eso era todo. Dos camaradas sacándose de apuros y charlando un rato, antes de batallar. Athena no era distinta, tuvo que admitir con tristeza. La única diferencia era que, luego de quienientos años, el sentir era casi imperceptible.

 

Al ser un niño, se percibe todo con demasiada intensidad y el transcurrir de los años lo único que hacía era restar más y más a esa intensidad hasta que llegó el momento en que... no sintió nada. Todo se había convertido a términos de negociación, ganancia y pérdida. Athena no le causaba ninguna impresión particular pero le hacía desear permanecer donde se encontraba. El sólo hecho de que algo lo atase a la tierra y a la vida de esa manera era algo digno de agradecer aunque para la mayoría de humanos era un pobre reemplazo de las emociones que intercambiaban. Él no podía darle eso, reacciones o emociones intensas, que estaba lejos de percibir. Sus acciones no estaban conducidas por eso.

 

A pesar de lo cual, era innegable que de entre todas las personas en Ottery y en realidad en el mundo, era ella junto a Catherine una de las pocas "importantes".

 

-Ahí tienes mi historia, niña.

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Como de costumbre en una situación de estrés (especialmente, cuando esperan una respuesta de ella, como si alguien la hubiese puesto a cargo) Madeleine cierra los ojos y termina el contenido de su trago. O bueno, de su botella de cerveza, en este caso. Se pierde durante un momento en el ligero sabor a malta, en la efervescencia que llena su boca... Sólo durante un momento. Cuando siente caer la bebida en su estómago vacío, decide perderse durante un momento en sus pensamientos.

 

Sólo durante un momento.

 

Entonces alza la mirada y, una vez que mira a Catherine, se convence de su decisión.

 

—Ritual.

 

Madeleine, aunque es diestra en Encantamientos, DCAO y se ha llegado a adentrar en las Artes Oscuras (para servir a la luz, siempre), en realidad no es una erudita. Ariam, aunque es "nueva" por ahí y todavía en Hogwarts, parece saber mucho más. Por no mencionar a Catherine, e incluso a Nathan, quiénes seguramente cuentan con habilidades con las que ella sólo puede soñar. Ella no sabe de magia en realidad, ni mucho menos de rituales; sólo sabe agitar la varita de vez en cuando, para desarmar a un oponente o romper alguna maldición. Más allá de ello, no hay mucho más. Ni siquiera sus corazonadas suelen conducir a algo bueno.

 

Lo que sí sabe, sin embargo, es que con el exorcismo expondrán a personas que nada tuvieron que ver con lo ocurrido en el bosque. Pondrá en riesgo a su propia madre. Con el ritual, sólo ella y Nathan estarán en verdadero peligro. No es que le agrade que su compañero esté en esa situación, pero confía en que él sabrá entenderlo. Además... él no está roto. Su mente debe estar bien, fortalecida por sus experiencias. La de ella... bueno, basta decir con que entiende el temor de Catherine. Lo siente también, mas no tiene opción.

 

—No podemos poner en riesgo a nadie más —le dice a Nathan con voz calma, luego de buscar otra botella en la alacena. Siente un ligero cosquilleo en las sienes, señal de que el alcohol está subiendo; así será más fácil, supone—. Si estamos j0didos, sólo seremos nosotros. Pero tengo algo de esperanza —musita, forzando una sonrisa. No considera a su compañero un cobarde... pero no puede correr el riesgo de espantarlo. Además, es cierto. Confía en Ariam, aunque teme que es sólo por el hecho de que le recuerda a Alexandra. Tendrá que demostrarlo, entonces—. Llévanos ahí. No quiero tener esa maldita cosa más tiempo aquí, en casa...

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Ritual- escuchè decir a Madeleine-.

 

-De acuerdo. preparare las cosas- tomando un libro, un pendulo, a Raigar en mi cintura, guardè la piedra con sumo cuidado- dame una botella de cerveza- antes de que me dijeran algo me apresure a aclarar- no es para tomar es para el ritual, es por el alcohol que contiene aunque mientras mas puro sea el acohol mejor- sonriendo-.

 

Luego de preparar las cosas me dirigí a los presentes con mucha seriedad ya que estos nunca se habían enfrentado a un ritual de sellado y yo nunca lo habría practicado sola, siempre tenia a algún shaman màs experimentado conmigo pero había logrado dominar esas técnicas con bastante maestría.

 

-Escuchen, a partir de ahora voy a ponerme en papel de mandona insufrible pero es por su seguridad ya que el ritual es algo complejo y se no se lleva con máximo cuidado podría causar un desastre no solo para nosotros sino para terceros-.

 

-Como precauciones crearemos tres medidas de contención alrededor, la primera sera llevada a cabo por Catherine he escuchado de los hechizos protectores como Salve Hexia y similares, mientras dure el ritual nosotros estaremos imposibilitados de utilizar nuestra varitas asi que si llega haber una ataque exterior no podremos luchar, la segunda serà mi espada Raigar que contiene magia antigua y puede moverse sin necesidad de estar en mi mano, reacciona a mi energìa y por último mi espìritu demoniaco que puede viajar a otras dimensiones sera una doble defensa ya que ayudara a Catherine si llegan a sobre pasarla y protegera a terceros si esto se complica-.

 

-Cuando termine todo esto puede que sientan molestia y algo de cansancio pero unas horas de buen sueño los reestablecera si todo sale bien, despùes de todo manipular a una persona en el plano astral es triplemente peligroso que en el ámbito fìsico- luego sonreì como si fuera la cosa más común del mundo- ¿alguna duda?-.

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No lo había esperado pero Madeleine y Ashar habían tomado un rápido control de la situación. Se sintió reconfortada y segura de alguna manera aunque el sentimiento viniese dosificado con la vergüenza, pues depender a cualquier nivel de alguien de esa manera era algo que iba en contra de sus principios. Cuando Ashar habló de mandonas insufribles, Catherine no pudo hacer menos que reír. Entendía la necesidad de encaminar una situación bajo los propios propósitos por una cuestión de seguridad. Lo había hecho con una tropilla de niños en las calles de San Petesburgo y la habían llamado exactamente por un apelativo similar: matrona mandona.

 

-No nos subestimes -replicó entonces con una sonrisa-, somos capaces de seguir órdenes también -se refería más que todo al esfuerzo de deponer el ego, más que al hecho de ser capaces de seguirle el ritmo.

 

No interrumpió el resto de su discurso; en su lugar terminó su cerveza. Ashar hablaba de forma elocuente sin embargo Catherine aún tenía muchas dudas. Había conocido los rituales en sus labores como talamasquin pero aunque había conocido a las brujas, vampiros, hombres lobo y hasta Islington... nunca había estado en el exorcismo de un demonio. A lo sumo había presenciado poderes paranormales de niños especiales que habían sido interpretados como artes demoníacas sin serlo.

 

-No lo entiendo ¿es decir que yo sólo me encargaré de protegerlos de alguna amenaza externa y concreta? ¿Y dónde llevaremos a cabo el ritual?

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