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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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Era justo lo que había supuesto y por suerte había alcanzado a oír la respuesta a pesar del viento. Vagamente, empezó a cuestionarse si no sería también miembro de la Orden Oscura, cosa que terminaría de explicar el por qué había sido capaz de aparecer allí con tanta facilidad. Sin embargo no tenían tiempo de pensar en eso y al menos Madeleine parecía haber dado con un plan... o lo más cercano que podían conseguir en esos momentos a uno. Se limitó entonces a inclinar la cabeza ante las someras presentaciones y bajó a tierra con seguridad en el momento en el que la criatura descendió en el claro.

 

No quiere decir directamente lo que piensa. Sabe que mucha gente tiende a tomárselo como afrenta y está cansada de lidiar con los desencuentros con personas de su propio bando... sin embargo Madeleine lo dice directamente, aquello que ella misma ha estado pensado: que el muchacho se hace falsas ilusiones, que todo es una trampa. A la par que ella va diciendo todo aquello, Richard observa alrededor. Tiene la expresión concentrada de un gato. De pronto se separa de su lado, alejándose un poco hacia el borde del claro. Parece haber notado algo pero no dice nada; en su lugar, mueve los brazos a los lados, como si formara un gran círculo, mientras tararea algo.

 

El claro parece cubrirse de algo claro y espeso, que avanza cubriendo el espacio desde un punto fijo en el cielo por encima de sus cabezas, hasta que todos quedan dentro de lo que parece un domo transparente. Catherine lo mira con curiosidad: no es común verle hacer magia pero parece haber mejorado mucho desde que empezara sus clases en Uagadou, en cuya primera sesión terminó convirtiéndose a sí mismo en un ladrillo. Richard vuelve entonces hacia ellos y dice de paso como si hablara del clima.

 

-Saben nuestra ubicación por el olor de todas formas, quizá eso los despiste un tiempo.

 

Catherine no tiene idea de cómo se hace una barrera para despistar narices pero tampoco lo pregunta, en su lugar, se atreve a hablar por fin:

 

-Mira, quizá no suene bien para usted pero los poderes de un licántropo siempre pueden resultar útiles para el bando -dijo a bocajarro, para luego encogerse de hombros-; como dice Madeleine, no tiene por qué verlo como una enfermedad, el ministerio no hace diferencias ya para la obtención del empleo y las pociones hacen de la amenaza de la luna llena algo indoloro. Todo esto parece una trampa y a diferencia de Madeleine -añadió mirándola de reojo para luego volver la vista hacia él- creo que parece haberlo sabido antes de venir. Entonces ¿por qué?

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El viento movía su cabello castaño mientras descendían lentamente en lo que era un pequeño claro en el bosque. Escuchó sus nombres comenzando por Madelaine, Catherine y Richard pero Kritzai sentía la mirada de desconfianza de ambas brujas y Richard aún recuperándose parecía cauteloso. no podía negar que era muy extraño para ellas que un desconocido le pidiese ayuda aunque sabía Kritzai de alguna manera que le ayudarían, por lo menos ellas tuvieron piedad, luego le cuestionarían. Su hipogrifo descendió aún más hasta el punto que se desvaneció al llegar casi al suelo. El castaño se dejó caer como si fuera un salto.

 

Una vez en tierra y observado que los demás también lo estaban supo que vendrian las preguntas. Escuchó el comentario de Madelaine de no avergonzarse de ello pero el castaño había dado problemas severos con ello, tenía en su consciencia el ataque a su hermana Alía hace mucho tiempo atrás. Por ello se sentía mal de tener aquello en su cuerpo.

 

-- He causado penas y desgracias con esto y para mi se siente como una enfermedad. -- Mientras ella realizaba magia detectando presencias Richard utilizo la suya para crear un domo el cual los protegía momentanea de su gran olfato.

 

Escuchó sus palabras pero el castaño sólo bufó en signo de cansancio. Él lo sabía, desde el inicio de su viaje he inclusive la investigación había dado señales que todo esto podría ser una trampa pero los reportes en el departamento de Misterios no eran concretos pero daban esperanzas de ello.

 

-- Existe la cura estoy seguro... pero es muy arriesgada al nivel de perder la vida además no deseo vivir de pociones, yo necesito quitarne esta maldición-- Decia con tono serio Kritzai, esperaba que funcionara.

 

El porque es simple, debo hacerlo aún si es o no es una trampa debo arriesgarme Dijo Kritzai sintiendo el corazón petrificado en su bolsillo, era del tamaño de una snitch pero de color negro brillante Se que puedo ser útil pero no podré controlarlo en verdad tengo razones fuertes para creer que funcionara. Este es el corazón petrificado de un licántropo... Haré una poción con esto y si aún no funcionara sería más potente que la pocion matalobos, pero debo salir de aquí la unica forma es volver a su guarida una vez allí podré hacerlo o podremos su magia es oscura con e propósito de no escapar y su guarida es el único lugar que no tiene esa magia.

 

 

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Madeleine, de repente, se encuentra una posición incómoda. Lo más razonable, lo más sensato, es tratar de convencer a Kritzai de que aquella búsqueda suena como un cuento para niños. O, por lo menos, de que los riesgos y la baja probabilidad de que la "cura" funcione, no valen la pena. Sin embargo, hay algo en la tremenda esperanza que parece tener que, ¡por las barbas de Merlín!, la conmueve. Recuerda algo que solía decirse no sólo a sí misma, sino a sus compañeros hace mucho tiempo, cuando su piel no estaba tan curtida e incluso los días eran más claros: "en nuestra línea de trabajo, hay lugar para la esperanza". La propia Orden del Fénix, es la que trata de transmitirlas a las personas asustadas por los mortífagos.

 

—De verdad que estás mal de la cabeza —suspira—. Meterte en el "cuartel general" de los licántropos de por aquí...

 

Lamenta no haber traído consigo a Melle, y también haber dejado su bolso lleno de artefactos mágicos; lo único que tiene es su varita, y algunos amuletos. Y está descalza, y el trasero se le está congelando. Definitivamente, no está en el mejor estado para unirse a una misión, pero ya no hay marcha atrás. Si no ayudan al muchacho, él seguramente termine encontrándose con la Muerte en esa f***** guarida. No se trata sólo de protegerlo, sino de ayudar a un compañero de la Orden.

 

—¿Qué es lo que buscaremos allí dentro, exactamente? ¿Es algo para terminar tu poción? ¿Un artefacto mágico?

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-Eh, Richard, dale tu varita.

 

Las palabras parecen casi un chiste: Richard jamás usa varita y menos desde que aprendió a utilizar su magia de mejor manera con aquel explotado y mártir maestro de Uagadou pero él la saca de entre los pliegues de su abrigo y se la tira a Madeleine sin ceremonias. Catherine se siente un poco mejor al verla armada.

 

-Mira chico, tengo que ser sincera -dijo entonces mirándolo fijamente y tuteándolo por primera vez, con sus ojos grandes y redondos con la concentración de una lechuza-. A mí todo esto me resulta incomprensible y tu actitud más bien impulsiva y tonta -movió la mano desestimando lo que acababa de decir Madeleine como si alejara a una mosca, agitándola de lado a lado cual si fuera un pañuelo-. En mi opinión, si hiciste un daño, supéralo, arréglalo, has que sea algo mejor desde la realidad de tu posición, sin huir... pero claro, tu no estás acá para oír mi opinión mientras los lobos vienen a mascarnos las tibias -añadió señalando con el pulgar a sus espaldas, hacía un minuto que Richard se había puesto repentinamente alerta-. Y dado que mi opinión no importa esto es lo que te diré: Vamos a ayudarte a salir de aquí pero tienes que decirnos todo lo que sabes.

 

Miró por encima del hombro. Probablemente, no había sido la única en oír los aullidos peligrosamente cercanos ni al propio Richard agitando nuevamente los brazos, como si reforzara la barrera. Madeleine había preguntado ya lo más esencial pero aún así había algo adicional que deseaba saber.

 

-Específicamente ahora necesitamos saber qué rutas podemos tomar -prosiguió con rapidez-, especialmente teniendo en cuenta que a lo mucho contamos con cuatro minutos... -en aquel instante, una rama se resquebrajó y Catherine adivinó que sus cálculos eran errados- de acuerdo, que sean dos.

 

Aún era incapaz de sacudirse de encima la idea de que el muchacho sólo estaba enconado con el capricho de obtener su independencia de la poción matalobos a través de aquel ritual que le sonaba mucho a los rituales de sangre que había hecho Richard con su hogar en el pasado pero también era cierto que el muchacho mismo no podía ser más distinto de su hermano adoptivo así que las posibilidades de que fuese alguna clase de marginal eran ínfimas.

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La noche apenas comenzaba a cernirse sobre los territorios que rodeaban al castillo de la Familia Moody cuando el Weasley hizo acto de presencia sobre ellos. Sin limitarse al escondite que le proveía la oscuridad de la noche, el mago había escogido presentarse allí con su forma animaga, siendo que verdaderamente muy pocos magos serían capaces de reconocerlo bajo aquella morfología. Además, la paranoia característica de aquel linaje familiar lo atemorizaba un poco, por lo que prefería asesorar aquellos terrenos, que nunca antes había visitado, antes de acercarse definitivamente para cumplir su propósito.

 

Observó la imponente construcción desde lo lejos mientras descansaba sobre sus cuartos traseros por aproximadamente quince minutos; tras cerciorarse de que era seguro proceder, comenzó a avanzar hacia la puerta principal atravesando un largo y sinuoso sendero de piedra que se extendía frente a él. Una vez que estuvo a una distancia prudente de la puerta principal, y en menos de una fracción de segundo (más rápido que un pestañear, incluso), el Weasley se apoyó sobre sus cuartos traseros y se impulsó con los mismos para dar un gran salto, que aprovechó para volver a su morfología humana.

 

A diferencia del pelaje blanquecino que portaba como coyote, vestía una túnica de viaje color azul marino sobre unos pantalones de mezclilla oscuros y un sweater a juego, una elección de vestimenta peculiar siendo que estaba combinando indumentaria muggle y mágica. Dentro de su túnica, en un bolsillo interno, llevaba un paquete envuelto en un trozo de seda fina color rojo sangre. Aquel era el motivo de su visita, sabía que la mejor persona para asesorarlo en ese momento vivía en aquella fortaleza. Sólo esperaba que se encontrase en casa.

 

Finalmente llegó hasta la puerta principal, y sin saber que más hacer, golpeó la puerta con sus nudillos. Necesitaba hablar con Madeleine cuanto antes.

 

@Madeleine.

Editado por Nathan A. Weasley

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Roxanne Rambaldi

Empleada

Departamento de Transportes y Deportes Mágicos.

 

En medio de una ventisca invernal una figura menuda apareció grácil a las afueras del hogar de los Moody. La capa, que caía hasta sus rodillas, amenazaba con levantarse y con ella, el vestido rojo que tanto le gustaba. Camino a través del camino pedregoso a pasos rápidos, dando saltos intermitentes con el fin de evitar las rocas más grandes. Al fin, se encontró frente a la puerta.

 

Tocó tres veces la puerta con sus nudillos, esperando a que la dejen entrar pronto, pues con el frío, llega a temer por su salud. Aquella misma mañana se había encontrado en la ventanilla del atrio un montón de formularios sin atender, algunos, databan de principios de diciembre. La Rambaldi, sin detenerse a pedir permiso a alguno de sus superiores, había cogido todos los pergaminos, aprobado los que estaban correctos, y enviado las modificaciones a aquellos que las necesitaban. No esperare a una autorización, o estas familias se quedaran sin transporte, se dijo a si misma, excusando su errático comportamiento.

 

Y es que la realidad era que casi a un mes muchas familias seguían sin tener instalados los servicios contratados, y aún así, se realizaban visitas a negocios para ofrecer más contratos. No lo entendía, de haber sido ella quien organizaba el equipo, habría enviado a los empleados a terminar con los pendientes. Pero ya no era ella quien dirigía, pero eso claro estaba, no la detendría de hacer lo que ella quisiera y se le viniera en gana.

 

- ¿Para esto recogí sus formularios?.-murmuró, tiritando de frío a la espera que alguien la dejara entrar. Empezaba a creer que su acto heroico de aquella mañana empezaba a perder valor.

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—¿Y para qué demonios necesito otra varita? —murmura Madeleine, cuando Richard le entrega, por órdenes expresas de Catherine, que lo haga. A decir verdad, ni siquiera sabía que su tío portaba una (e, incluso, tuviera permiso de hacerlo). Sin embargo, sí es cierto que se siente bastante... poderosa, con una extensión en cada mano. Sonríe cuando imagina lo genial que sería arrojar hechizos en dos direcciones diferentes, e incluso usar una para defensa y otra como arma— Bueno, bueno, no seas tímido, Kritz —inquiere, pues el chico se está demorando un poco en darles la información que necesitan para seguir con la travesía. Se siente un poco incómoda llamándola por su nombre, pero es que no les dijo su apellido. Si es que tiene uno—. Maldición, ya los lobos deben estar por... ¡AH!

 

Suelta el grito cuando escucha un crac a sus espaldas. Madeleine se vuelve alzando las dos varitas, preparando los conjuros en su boca, y vuelve a gritar (aunque esta vez, es una mezcla de furia y alivio) al ver a Lucy en el suelo, cubriéndose el rostro como si fuese a castigarla.

 

—¡Oh! N-no, no... —se apresura a esconder las manos en su espalda— P-pensé que... Estamos en una misión importante, Lulú —masculla, a modo de disculpa—. ¿Qué sucede?

 

—Hay visitas en el castillo... Lucy no sabe quiénes son, pero están ahí, esperando con la nieve y el frío.

 

—¡OH, VAMOS! ¡¿Es en serio?! Nunca nadie nos visita. Seguro es gente del Ministerio. Ellos sienten cuando tienen que venir a j0der a uno... juro que si es la Inquisidora Black... —gruñe por lo bajo, sin pensar que si se tratara de Alyssa, la elfina la habría reconocido— Toma —por fortuna, en el bolsillo de su suéter/vestido están los espejos comunicadores. Le entrega uno a Catherine, a sabiendas de tanto ella como el muchacho lo usarán—. Ya vuelvo —no quiere dejarla, más con el aspecto que tenía antes. Sin embargo, está con un licántropo y un Richard que parece tener un mejor control de su magia. Va a confiar en ellos, y espera no decepcionarse. Si algo le llegara a pasar a su madre...— Ustedes busquen la guarida.

 

>>Tengan cuidado, por el amor al cielo.

 

Lucy le toma la mano, al ver que la muchacha se ha despedido, y hace que se aparezcan en el patio del castillo, cubierto por una notable capa de nieve. Al ver el asentimiento de Madeleine, el demonio Tomoe alza las murallas y entonces deja ver a los visitantes. Los conoce a ambos. Él es un compañero de la Orden, y ella es una vieja conocida, y cuya visita se le hace muy curiosa.

 

—Ehm... hey —saluda, al tiempo en que les hace una señal con el brazo para que entren. Una vez que el grupo se echa a andar hacia la torre principal, el guardián hace que las murallas vuelvan a su lugar original—. ¿Qué sucede? —se apresura a preguntar, haciendo evidente su impaciencia.

 

@@Roxanne Rambaldi @

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Normalmente tomaban unos cuantos minutos al aíre libre hasta que el Weasley comenzaba sentir el frío invernal que se desataba sin piedad en aquellas épocas del año; su tatuaje mágico tenía el poder suficiente como para impartir oleadas de calor que se esparcían por todo su cuerpo manteniendo su temperatura corporal en armonía con el medio externo. No obstante, los terrenos que rodeaban al hogar de la familia Moody parecían ser fríos por demás y tan sólo unos pocos minutos después de que hubiese llegado ya tuvo que comenzar a moverse en su lugar para evitar que sus pies se congelasen. ¿Cuánto esperaría hasta que finalmente llegase el momento del hartazgo y se marchase? ¿Tendría el valor de buscar a la Stark en el departamento de Aurores? Después de todo, no era muy bien recibido en el ministerio en aquellas épocas.

 

Tan solo unos momentos después, una desconocida llegó a la puerta junto a él. Si bien la mujer no le sonaba de ningún lado, el porte que tenía y el tipo de vestimenta le dejaron en claro que era una oficial del ministerio, lo cual se vio más o menos confirmado cuando la escuchó decir algo de unos formularios. La joven no pareció advertir la presencia del Weasley, quien la miró por unos segundos esperando que sus miradas se conectasen para saludarla con al menos un asentimiento y una leve sonrisa. Mantuvo la mirada hasta que se le ocurrió la idea de que la mujer sí lo había visto y quizá estaba evitando su mirada porque sabía quien era y lo juzgaba como el resto de la comunidad mágica: un criminal. Bufó sonoramente y miró a la muralla de piedra que tenía en frente, ignorando sus pensamientos.

 

Justo cuando estaba por dar media vuelta y marcharse, un sonido delató la presencia de una persona al otro lado de la muralla. En fracción de segundo y por arte de magia, la muralla de piedra maciza que se alzaba frente a él le dio lugar y dejó ver, al otro lado, la figura de su compañera. Nathan la saludó con un asentimiento y una sonrisa, a sabiendas de que cualquier otro formalismo sería mal recibido por parte de la Stark. No habían caminado ni cinco metros dentro del castillo que el deje de intolerancia se hizo totalmente presente en la voz de la mujer. Estaba seguro de que ella tenía asuntos importantes que atender incluso dentro de la casa de la que ella misma era matriarca, pero si tan sólo supiese el motivo de visita del Weasley. Sin embargo, no podía hacer nada por el momento: no podía hablar frente a una funcionaria ministerial, sin mencionar que era una completa desconocida para el Weasley.

 

- Tenemos que hablar, a solas. - le dijo el Weasley, sin mirar a la mujer del ministerio - Puedo esperar. - agregó, y comenzó a mirar sus alrededores.

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Roxanne Rambaldi

Empleada

Departamento de Transportes y Deportes Mágicos.

 

La espera tardó más de lo que esperaba, pero al menos, tenía algo de compañia. Un joven que se encontraba allí antes de su llegada también esperaba a la llegada de la matriarca, o al menos, de un elfo que los dejara entrar a un ambiente más cálido. Finalmente, después de más tiempo que hubiera querido, la muralla se alzó y tras esta, los esperaba Madeleine. La matriarca, y también ex compañera de la Academia, fue quien dejo en la ventanilla el formulario de servicios, y a quien buscaba aquel día.

 

Los dejo entrar y tras cierto camino recorrido, la Moody se dirigió a los visitantes. Ya que el tema de su compañero parecía ser más serio que el de la funcionaria ministerial, fue esta quien presentó primero el motivo de su visita.

 

- En primer lugar, lamentamos como departamento la tardanza a la respuesta de sus formularios, estos se extraviaron y los encontramos hace unos días.-explicó, aunque la realidad era otra, los formularios en realidad no habían sido atendidos a tiempo.- Hoy vengo a instalar sus servicios, conexión a red flú y hechizo antiparición.

 

Mientras, la Rambaldi ya tenía en mano el formulario con las especificaciones de cada instalación, y estaba lista para trabajar. En realidad quería terminar rápido con las instalaciones, no eran solo ellos los afectados, sino al menos cinco otros contratantes y la situación le provocaba una profunda vergüenza ajena por los encargados de la ventanillas. En mis tiempos esto no hubiera pasado, pensó. Frustrada con la desorganización del departamento, no le quedaba más que hacer las cosas a su manera.

 

- ¿Me podría señalar la chimenea que desean conectar?

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—Sí, tendrás que esperar —repone Madeleine con un suspiro. Lo que Nathan no sabe que es que no se refiere sólo a esperar que Roxanne termine con su trabajo; hay otra misión que necesita cumplir, antes de poder ayudar a su compañero. Si Kritzai, Catherine y Richard no estuvieran en camino a una guarida de lincántropos, y su madre no estuviera un poco delicada, quizás las cosas habrían sido diferentes...

 

Una vez que entran al salón principal, Roxanne se apresura a preguntar por la chimenea. Se extraña al verla tan seria; recuerda que antes bromeaban mucho, hacían locuras juntas, competerían en sus escobas voladoras. No obstante, ahora que lo piensa, ella misma ha cambiado mucho. Y aunque algún día la maldita guerra acabe, y ella esté viva para presenciarlo, no volverá a ser la misma de antes.

 

—Esa —hace un gesto con el brazo hacia la estructura central del salón, que es la chimenea de piedra, la única que está allí. Sobre ella está la placa de madera, donde se lee el lema de los Moody. Nadie me provoca con impunidad, repite Madeleine para sus adentros. Con amargura, recuerda el ataque del castillo, odiándose por no haber hecho honor a las palabras de la familia de Catherine. Tu familia. Pero, oh, cuando los atrape... sabe que debe ir poco a poco, pero en algún momento, sucederá—. No te preocupes. Sé muy bien que el papeleo es un asco... Los muggles ya no usan esas cosas —comenta. Madeleine siempre se mantiene al día, o eso intenta, con las nuevas tecnologías. Las computadoras, aunque no las entiende y no las ha usado, parecen ser maravillosas. Y la red que conecta a todos los muggles, sin tener que salir de sus cazas, es simplemente alucinante—. En muchas cosas, son más avanzados que nosotros —añade, esperando que Roxanne no sea de los que los repudian. No recuerda que así sea, pues incluso fue parte de la Orden del Fénix.

 

>>Rambaldi —le dice a Roxanne—, pídele lo que necesites a Freya o a Leya. Son las elfinas del castillo, y vendrán si las llamas. Yo iré a atender unos asuntos con Weasley.

 

Le hace un gesto con la mano a su compañero, para que la siga a la cocina. En el mesón están su mochila y la vaina, donde las había dejado la noche anterior, al llegar del trabajo. Antes de hablar, activa su anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, para que nadie afuera de la cocina pudiera escuchar la plática. No porque sea un secreto que es de la Orden, sino porque no quiere sorpresas en Kent.

 

—Bueno, Weasley, llegas en un momento bastante complicado —le dice sin tapujos a su compañero, al tiempo en que alza la varita (la suya, la de Richard está en su otra mano, sin uso desde hace un rato)—. ¡Accio pantalones! ¡Accio abrigo! ¡Accio bufanda! ¡Accio guantes! —se permite invocar todos esos objetos, pues sabe que, por lo menos en su habitación, los hay. Aunque las prendas que la van golpeando en la cara o caen junto a ella, no son suyas todas. Esos pantalones, por ejemplo, no los reconoce, pero se los coloca sin miramientos por debajo del largo suéter que le llega a las rodillas. Es entonces cuando se da cuenta de que está temblando y sus extremidades están pálidas y entumecidas.

 

>>Cath y yo estamos en una misión. Un compañero, un initié llamado Kritzai, nos envió un llamado de ayuda —habla apresuradamente, mientras se coloca el abrigo y el resto de la indumentaria—. Es algo personal; está buscando una cura para su licantropía. Se siente culpable, supongo. No tengo ni idea de si esa cura existe, pero sí se que la misión es bastante peligrosa. Lealtad y sacrificio, ¿eh? No podíamos dejar al muchacho ir solo.

 

>>¿Qué tanto crees poder esperar?

 

 

 

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Editado por Madeleine.

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