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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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-¿Me estás j0diendo?

 

Por supuesto no podía echarle la culpa por haberse marchado y aún así se tiente bastante tentada. En su mano aún tiene la varita y de hecho aunque al inicio había pensado que Madeleine no tenía la suya igual se siente reconfortada de que Richard le entregara la que él llevaba: nunca se sabía lo que podía pasar con Richard y las varitas. En cuanto al muchacho, parece haber perdido el habla y Catherine no está segura de qué hacer a continuación.

 

-No podemos quedarnos aquí... ¿Kritzai?

 

No suele llamar a la gente desconocida por su nombre pero el muchacho no ha dicho su maldito apellido y de todas maneras Catherine empieza a perder la paciencia. Quiere un poco de respuestas, para variar y él no parece querer o al menos estar habilitado para dárselas. Todo el autocontrol que había conseguido tener hasta entonces en presencia de Madeleine se va desmoronando.

 

A su alrededor el siguiente aullido es demasiado cercano. Quizá la barrera de Richard sea capaz de aguantar por más tiempo, a juzgar por las señales que éste está haciendo pero Catherine no quiere esperar. De hecho, sería est****o hacerlo teniendo en cuenta de que para cuando rodeen la barrera no podrán escapar, así que se decide a hacer lo que parece más adecuado de momento.

 

-Madeleine ¿estás ahí? ¡Maldición!

 

Traer las motos sería demasiado, así que al menos...

 

-¡Recuerda traerte las escobas! -es todo lo que dice, casi gritando.

 

No cree tener tiempo para decir algo más. Guarda el espejo en el bolsillo de su capa y lo asegura para que no vaya a caerse. Luego, señala a Richard hacia Kritzai. Éste no hace más que una mueca de resignación que parece recriminarle con un "¿Es en serio?" antes de cargárselo al hombro como un saco. De hecho, Richard es bastante menos fuerte de lo que parece, aunque en reallidad sea más fuerte de lo que Catherine había alcanzado a atisbar que había sido en su juventud, en los recuerdos de Pandora.

 

Dado que no se le ocurre nada mejor vuelve a invocar el hipogrifo y se suben nuevamente a él, con Kritzai delante de Richard. Cuando él parte, Richard desvanece el escudo y ellos salen rápidamente volando hacia arriba y adelante pero el tiempo de vuelo es corto. Cae en cuenta entonces que olvidó registrar la cabaña pero le resta importancia. Más importante aún...

 

-¿Hacia dónde deberíamos ir ahora? -pregunta a Kritzai, juntando toda su paciencia.

 

Y espera por el bien de su salud corporal que en aquella oportunidad le conteste. Su patronus, como en la vez anterior, no durará mucho y necesitan trazar un plan.

 

@Kritzai

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Por un momento, el Weasley se relajó y sintió como los músculos de sus hombros y cuello perdían algo de la tensión que inconscientemente estaban soportando; Madeleine parecía haber comprendido la severidad del motivo de visita y se había excusado de la funcionaria ministerial, que por lo poco que había escuchado estaba de visita para instalar el sistema de red flú en la chimenea de aquel hogar. Su compañera lo guió con un ademán del brazo a lo que resultó ser la cocina y observó como activaba el anillo que los protegería contra oídos indiscretos.

 

Fantástico >> pensó el Weasley, hasta que justo cuando estaba dispuesto a revelar su motivo de visita, observó como la Stark alzaba su varita y comenzaba a soltar encantamientos invocadores a distintas prendas de ropa que llegaron desde múltiples puntos de la casa hasta la cocina. ¿Pero qué demonios? >> se preguntó a continuación. Madeleine pareció haberle leído la mente dado que se apresuró, con su característica impotencia, a contarle sobre el aprieto en el que ella, Catherine y otro initié que no conocía estaban metidos.

 

Nathan se quedó atónito por unos segundos, inseguro de como responder a ello. Miró fijamente a los ojos a su compañera, sin saber si le estaba diciendo la verdad o había inventado una excusa rápidamente para salvarse de hablar con él.

 

- De la manera en que lo veo, tenemos dos opciones. Puedo irme ahora y volver en otro momento. - aseveró el Weasley, sacando la varita del bolsillo de su túnica - O puedo acompañaros y ayudarlas a encontrar esa cura, o lo que sea. Después de todo, Lealtad y Sacrificio, ¿no? - el Weasley enarcó una ceja, desafiando a la muchacha a la cual le llevaba tan solo unos pocos años - Es tu decisión, Stark.

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—¿Mía? ¡Weasley, maldita sea, sácate esas ideas de la cabeza! —Madeleine sacude la cabeza, con el ceño fruncida, con una notoria reprobación— Es TU decisión. SIEMPRE. Pero de todas formas, ya la hiciste —añade, al advertir que el mago tiene la varita mágica en la mano dominante. Si Nathan estuviera frente a la Knight Maddie, el ver esa acción la habría hecho sonreír. Sin embargo, los hubiera no existen, al igual que su vieja yo—. Cuando regresemos, te escucharé y te ayudaré en lo que pueda —le dice, mientras se cuelga la vaina de Melle, de modo que la espada quede cruzada a sus espaldas.

 

>>Y, por el amor al cielo, Weasley, deja de llamarme Stark —aunque aquel se siente como su único apellido de verdad, su único linaje de verdad, desea dejarlo atrás. Pandora está muerta y Winterfall no existe. No le sugiere que use el Moody, pues no le gusta cómo suena "Madeleine Moody" y... bueno, no está segura, tiene una especie de conflicto, pero aquel no es momento para tales dudas existenciales—. Madeleine o Mad está bien —por supuesto, eso no significa que vaya a llamar a su compañero por su nombre de pila. Aquella es una especie de regla que no piensa romper jamás.

 

Sin escuchar o prestarle atención a su respuesta, invoca con un accio su Saeta de Fuego (una lejana vocecita en su cabeza se lo había pedido, y luego de pensarlo un poco, parecía una buena idea), y con la mano libre toma a su compañero de la mano sin pensarlo dos veces y hace que desaparezcan con un sonoro crac. Como si tratara de encubrir la desaparición de su ama y el visitante, Lucy le lleva a Roxanne una taza de café y se sienta en el suelo, observando cómo trabaja con la chimenea, pero también vigilando que todo esté en orden y poder atender a la funcionaria si llegase a necesitar algo.

 

Mientras tanto, Madeleine y Nathan aparecen en medio de un claro. Es el lugar donde habían encontrado a Kritzai. Los aullidos que escucha son lejanos, pero aún así su anillo envía una alerta. Peligro inminente, se dice, sin un motivo aparente. Familia...

 

—¡Catherine! Está en peligro.

 

Entonces, reconoce la vocecita. Fue ella la que le pidió que trajera la escoba Y ahora... cierra los ojos, tratando de escucharla en su cabeza, pero lo único que logra es sentir lo que, seguramente, ella está sintiendo: impaciencia, nervios, ira. No le sorprende, pues en esas situaciones usar la conexión mental que tienen como oscuras es bastante complicado. No pierde más tiempo intentándolo.

 

—Ven, Weasley —le dice, mientras se monta sobre su escoba—. Confía en mi: tengo una Maestría en Escobas.

 

@ @ @Kritzai

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No dejó que su cuerpo diese muestra alguna de lo pasmado que quedó por lo espontáneo de la respuesta de la auror; la miró fijamente a los ojos y, procurando mantener su paciencia dentro de los límites de su comportamiento, se limitó a aferrarse a su varita con mayor fuerza. Pocas veces el Weasley se salía de sus cabales, mucho menos para con sus propios compañeros, pero debía admitirse a sí mismo que el carácter de la Stark, Moody o como demonios quisiese que la llamasen lo estaba tornando un poco intolerante y el hecho de que por alguna razón en el último mes extrañamente se le había dado por coincidir con ella en múltiples ocasiones no ayudaba en lo absoluto.

 

Sintió la impotencia de gritarle y demandarle un poco de respeto, algo que parecía estar completamente ausente en sus respuestas y en la forma en que se dirigía hacia el resto, más optó por lo contrario a sabiendas de que probablemente no tendría efecto alguno más que ponerla aún más malhumorada. Parecía sobresaltada o inquieta por lo que fuese que estuviese pasando con el initié y Catherine y Nathan juzgó que las noticias que tenía para compartirle luego de concluida la misión no era sino agregarle combustible a un fuego que ya crepitaba hace tiempo. De todas formas, no tuvo tiempo de mediar palabra siendo que Madeleine lo tomó del brazo e involuntariamente lo sumió en una aparición conjunta.

 

- Maldita sea, nunca más hagas eso. Odio las apariciones conjuntas. - le dijo en cuanto aparecieron.

 

Ella lo ignoró completamente y decidió, en cambio, prestarle atención a su anillo que de alguna manera le comunicó que Catherine estaba en peligro. Contra todo pronóstico, la mujer se montó en su Saeta de Fuego e invitó al Weasley de acompañante; lejos de sentirse mejor por cualquier tipo de conocimiento que tuviese bajo la manga, Nathan aceptó la invitación a regañadientes pensando en que él también podría volar si tuviese su escoba o que podría seguirla a destino corriendo como coyote. Rápidamente, sin embargo, desistió de aquellos pensamientos dado que cayó en la cuenta de que aquello solo empeoraría el humor de su compañera.

 

Se subió en la escoba y se aferró a la misma mientras Madeleine, sin previo aviso, daba una pisotada y se alzaba en el aire a toda velocidad.

 

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Roxanne Rambaldi

Empleada

Depto de Transportes y Deportes Mágicos

 

Contrario a lo que la Rambaldi esperaba, Madeleine no se molestó ni un poco por la perdida de sus papeles, más bien, entendió el asunto e incluso le hizo un comentario acerca de las mejorías que los muggles habían hecho en su propio sistema, y como los magos, estabamos en desventaja con ellos. Era muy cierto, la organización de los no mágicos era mucho más evolucionada que la de ellos en ciertos aspectos, como por ejemplo, en la automatización de los procesos. Si solo tuvieran la cuarta parte de la tecnología que los muggles tendrían, tal vez los documentos no se perderían con la frecuencia que lo hacían.

 

- Estoy de acuerdo.-dijo, esbozando una sonrisa.-

 

Para sus adentros agradeció la actitud calmada de la matriarca, sin embargo, su sueño culpable habría sido ver como reaccionarían los altos directivos de su departamento contra una demanda por parte de una familia como la Moody. Se reprendió a si misma por tal pensamiento, era mejor no llamar a la mala fortuna.

 

A continuación, la dejaron sola para hacer su trabajo. Madeleine se había retirado con el hombre recién llegado, y unas elfinas se encargarían de cualquier petición que hiciera la funcionaria ministerial. A Roxanne le bastaba con que la guiarán por la casa de entrada y salida, pero agradeció la atención de la mujer.

 

Su primer trabajo fue instalar la conexión de red flú. Por fortuna, todos los viajes se harían a traves de una única sala, por lo que no tendría que recorrer todo el castillo instalando por separado. De su varita un fino velo plateado envolvió la chimenea que penetró en cuestión de segundos, y luego desapareció con un último resplandor. Desde ese entonces, y por un año a partir de ese día, el Hogar de la Familia Moody quedaría conectado por red flú de ida hacia el Ministerio de Magia, el Magic Mall, el Centro de Comercio Universal, Moon River y el Castillo Evans McGonagall.

 

Roxanne hizo una pequeña marca al lado de dichos servicios, y continuó con el hechizo anti aparición. Con su varita conjuró el hechizo que protegería a la familia de cualquier visita extraña. Solo algunos estarían aceptados para aparecer dentro de los terrenos. Las condiciones, ya habían sido definidas por la matriarca.

 

--Las matriarcas pueden aparecerse en cualquier lugar del castillo y los terrenos propiedad de los Moody que circundan el asentamiento familiar (los cultivos, el bosque de pinos y el lago).
--Los demás miembros de la familia pueden aparecerse en el pasillo de entrada, el patio de piedra protegido por las murallas y los terrenos circundantes.
--Los miembros de la Orden del Fénix pueden aparecerse fuera del castillo, dentro de la zona protegida por las murallas.
--Magos y brujas ajenos a la familia y a la Orden del Fénix, deben aparecer más allá de los terrenos de la familia.
Una vez terminado, hizo la misma marca en el formulario, esta vez en la sección del servicio que acababa de instalar.
- Avísale a Madeleine que todo esta listo, el registro de su servicio se lo enviaré en un plazo de tres días.
Probablemente estuviera aquel mismo día, pero con el sistema de archivo del Ministerio de Magia, nunca se sabía. La Rambaldi se despidió de Freya, y desapareció del Hogar de los Moody fuera de los terrenos de la familia, ya iba de camino a Londres.

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Era simple curiosidad, nada más que eso.

 

Ya llevaba una buena cantidad de tiempo haciendo uso de "La Madriguera" como hogar, o más bien para pernoctar y tener un sitio donde poner a resguardo sus cosas. Habían otros lugares a los que acudir, pero ese era el que resultaba menos ajeno. Quizás por ese lejano recuerdo de cuando ella era un simple y más joven aspirante, y ser el lugar donde muchas historias comenzaron a escribirse. Sin duda, el antiguo hogar de los Weasley la ponía algo nostálgica.

 

Sin embargo, allí estaba. Se podía decir que había respondido a una especie de impulso, sin mencionar que meses atrás Madeleine, también Catherine, le habían sugerido, a su modo cada una, que visitara el hogar de los Moody; esos mismos que hasta ahora ella había renegado un poco.

 

En realidad, había otro motivo, uno que por supuesto no iba a admitir. Uno que cada vez que su cabecita lo sugería Athena negaba con la cabeza y se obligaba a pensar en algo diferente. Tenía nombre y apellido: Richard Moody. De alguna manera, muy remota y extraña, echaba en falta su poco tacto, comentarios sarcásticos, e incluso su poca motivación con ser una especie de referente en su vida. Era todo lo contrario a lo que Rouvás conocía de forma familiar. De echo no estaba segura de por qué demonios tenía esa sensación de querer verlo. La última vez había sido en el Moon River y no había tenido nada de especial, que ella recordara ni palabras cruzaron.

 

―Bueno. . . No está tan mal, creo.

 

Su primera visión es una especie de cabaña, quizás un poco más grande de lo habitual. Acostumbrada a ver espacios más amplios en que compartían antes le sorprende la reducción de tamaño, pero al fin y al cabo ahora son menos y puede resultar más cómodo.

 

Como es habitual, no hay demasiados sonidos proveniente de los alrededores lo que le hace pensar que tal vez no hay nadie en casa. Siendo sincera, a ellos no le faltan aventuras, y eso genera otras situaciones como ruidos o presencia de criaturas extravagantes y poco conocidas. Sin embargo, decide llamar a la puerta, si los Moody no estan en casa siempre puede recurrir a Freya para que la guíe un poquito, y por qué no, para que le de algo de comer, hasta ese instante no había dado cuenta que traía bastante hambre.

 

―¡Hey! ―Dio unos toquecitos a la puerta. ―¿Hay alguien en casa? ¡¿Yujuuuu?!

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  • 2 semanas más tarde...

En el bosque de Kent

 

Luego del viaje en hipogrifo que había transcurrido en silencio, Catherine observó las montañas cercanas con aprensión. No le había dicho a Kritzai sobre el malestar que sentía y tres personas eran demasiado para un hipogrifo pero consiguieron mantenerse sobre él de alguna forma hasta perder los aullidos de los lobos y que éstos se convirtieran en un eco lejano.

 

Llegó justo a tiempo a la falda de las montañas y se ocultó allí a la sombra de un árbol enorme escuchando con atención por si oía algún aullido. Richard también parecía prestar atención pero Kritzai parecía haberse sumido en una especie de trance de forma que su única fuente de información se había agotado.

 

Además, gracias a él estaban atados a ese bosque de momento. Masculló una maldición y sacó el espejo una vez más, esperando que Madeleine la escuchara esta vez:

 

-¿Madeleine? ¿Dónde te encuentras? Demonios, no sé dónde estoy ¿Aún en Escocia?

 

~Días después

Richard Stark

-Oh, pequeña Athena -llamó Richard desde dentro de pronto, al escuchar un "yujuuu" que le sonaba conocido por el tono de voz- querida hija, estás de suerte de encontrar a tu padre hoy, por supuesto sé que has venido por mí.

 

Era todo encanto y egocentrismo. Luego de la horrorosa travesía por el bosque de Kent había tenido a bien refugiarse en su hogar para ya no salir de allí por un tiempo y no era que no le gustara la acción pero no solía trabajar... gratis. Llevaba unos pantalones de piyama a rayas, un polo que lucía igual de caro que sus trajes de salir y una bata de tela encima que colgaba a los lados de manera despreocupada. Traía los rizos despeinados aunque relucían debido a los prolongados baños en tina que había estado tomando y sujetaba en su mano derecha una botella de vino.

 

De hecho, era la razón por la cual estaba en la cabaña ese día. Había estado pasando la mayor parte del tiempo en el castillo pero se había refugiado un par de horas en la cabaña para revisar su reserva de vinos y de paso birlar un poco de ciertas pociones que ya se le estaban agotando. Recibió a Athena con un fuerte abrazo y un beso en la frente: el gesto amoroso de un padre ideal, aunque la figura del padre luciera poco mayor apenas que la de la hija y su mirada aún albergase parte de su inconmovible frialdad.

 

-Entonces ¿me extrañaste no es así?

 

Sin esperar su respuesta le indicó que ya podía descansar del trayecto. Había instalado un aparato muggle de modo cine en la salita de la cabaña y también había estado reuniendo en una bandeja cosas para picar. En suma, era evidente que no había estado haciendo nada más que relajarse. Era lo típico luego de sus desapariciones, sólo que en aquella oportunidad no descansaba de una desaparición de tres días en donde regresaba con los bolsillos cargados de dinero si no de un sinsentido altruista que sólo podía ocurrírsele a Catherine.

 

O quizá a Madeleine, aquella muchacha había heredado el poco sentido de la responsabilidad financiera de su madre.

 

-Oh, vamos, no te contengas, no tienes que sentir vergüenza de haberme extrañado, si soy un amor -agregó finalmente con una sonrisa maliciosa al ver el semblante de Athena.

 

Por supuesto, cada una de sus palabras estaba teñida del típico aire de arrogancia que le caracterizaba pero parecía haber un cambio sutil y casi imperceptible debajo del mismo aunque el motivo que hubiera generado tal cambio, era algo que su semblante no parecía revelar.

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Madeleine recuerda ese día. Se había encontrado con Mikael en El Refugio Mágico, cuando todavía era su dueña, y él le había traído una rosa. En ese entonces, ella tenía dieciséis años y su piel y son sonrisa eran tiernas. Pero no están allí. Están en el Bosque del Cuerno de Madera y él, en lugar de ofrecerle una flor, le ofrece una mano. Sabe que debería estar patrullando Ottery o por lo menos entrenando con la espada, y sabe que Mikael hace mucho que desapareció, pero... pero está tan bien allí... Recuerda que ambos eran tímidos, quizás porque pensaban que tendrían todo el tiempo del mundo. Pensaban que se tendrían el uno a otro para siempre. Pero Madeleine está j0didamente segura que él se irá.

 

—¿Hey?

 

Esa voz no es de ninguno de los dos. No, la conoce muy bien. Siente la colcha sobre ella, escucha el ruido matutino del bosque, la luz trata de atravesar sus párpados... Semiconsciente y semiinconsciente, cierra los ojos con fuerza, trata de mantener el sueño vivo. Como si el mundo estuviera a punto de acabar, se aferra a él, lo abraza, lo besa, como si aquello fuese a funcionar.

 

Pero no. Ya está despierta. Es consciente del calor en su rostro. El recuerdo es demasiado vívido...

 

Los gritos de Athena persisten, y Madeleine la maldice con todas sus fuerzas.

 

Mientras se levanta de la cama, trata de aferrarse al recuerdo del rostro de Mikael, de cómo se sentía su mano en la de ella, de cómo se oía su voz y cómo todo eso le entibiaba y le hacía cosquillas en el pecho. El ático está bañado con la luz matutina que se filtra por el ojo de buey, y también por las rendijas entre las tablas del techo. La mayoría de sus cosas ya están fuera de sus cajas, mas todavía no ha "terminado de mudarse"... Aunque el desastre que hay en su habitación casi la hace sentir como en casa. Por un momento piensa que debería acomodar un poco para que Catherine no la regañe, pero entonces recuerda que ella no es el tipo de madre que lo haría, ni tampoco el tipo de madre que visita su habitación. Madeleine tampoco es el tipo de hija que la invita, o la deja hacerlo.

 

Una vez que se ducha en el baño del piso inferior, se viste a toda prisa con lo primero que encuentra en la pila de ropa limpia: unos jeans descoloridos, e una holgada camiseta gris de mangas largas. Para entonces los recuerdos son borrosos, y ni siquiera está segura de haber soñado con alguien conocido.

 

Aunque sus pies sólo están cubiertos por calcetines disparejos, los crujidos de las escaleras la traicionan. En la sala están Richard y, por algún motivo, Athena.

 

—¿Te costaba mucho llamar a alguna elfina para que te abriera? Maldición, ¡es domingo! ¡Y mira la hora! ¿Es que no respetas el sueño ajeno?

 

Una vez que su taza habitual está llena de café, toma asiento frente a la chimenea, pues al haberse bañado y tener todavía el cabello mojado, el frío se duplica para ella. No presta mucha atención a lo que hablan padre e hija; ella tiene otros asuntos que atender. Ya ha prolongado el asunto de Nathan lo suficiente... Mientras se reconforta con el calor de las llamas y de su bebida, agita la varita mágica despreocupadamente, invocando con suma facilidad su patronus múltiple.

 

—Hey, Weasley... ehm, sigue a los quetzales, te traerán conmigo. Trae ese paquete que me habías comentado. Vamos a echarle un ojo.

 

¿Yo había soñado algo?

 

 

@ @ @@Athena Rouvás

Editado por Madeleine.

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- Más le vale que me escuche de una vez por todas. Como me salga devuelta con tonterías de una misión y me haga estar más de una hora arriba de una escoba, la mataré. Debería haberme hecho cargo yo mismo del asunto, pero no, yo y mi bocota tuvimos que venir a consultarle la vez pasada y ahora, por si fuera poco, me hace venir al medio de la nada con un frío del demonio para que me salga con una perorata de no haber venido antes. Condenada mujer, no me extraña que viva en un lugar así. - sentenció el Weasley mientras se cruzaba de brazos, intentando cubrir su pecho contra el frío viento que allí hacía lo más posible, y caminaba a través del corto sendero que antecedía el muro de piedra que lo dejaría en la entrada del hogar de los Moody.

 

Días atrás había recorrido aquel mismo sendero con la intención de mostrarle el paquete que, en ese entonces portaba dentro de su túnica, y ahora llevaba en la mochila que colgaba de sus hombros. No había tenido ni oportunidad de referir su motivo de visita que la niña lo sumergió en una inesperada más inolvidable aventura con su madre Catherine y un initié, por lo que había pospuesto por días su inquietud hasta que finalmente recibió el patronus. Era evidente que Madeleine no estaba al tanto de la seriedad del asunto, dado que de saberlo no le habría hecho esperar tanto, más Nathan estaba procurando dejárselo pasar mientras invocaba toda la paciencia del mundo que sabía terminaría necesitando para no mandarla al demonio.

 

Finalmente llegó frente al alto muro de piedra que lo separaba de los interiores del castillo; ya tenía demasiado frío como para esperar que el espíritu o lo que demonios fuese le avisase de su presencia a los habitantes de la mansión, por lo que directamente apoyó su varita contra su garganta, justo a la altura de la laringe, y con un encantamiento vociferador, llamó a la puerta.

 

- ¡Oye, Moody! Rápido, que hace frío y tengo otras cosas que hacer. - desde luego, aquello era mentira: había reservado la tarde para lidiar con aquel asunto, más estaba ansioso y no quería que lo hiciesen esperar.

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Tomoe - guardián de las almenas

 

No había tenido mucho que hacer desde que se mudaran a aquella construcción. Las visitas eran escasas y casi siempre no bienvenidas así que sólo tenía que echar un ojo, poner de tanto en cuanto algún buen encantamiento atmosférico y luego olvidarse del asunto. Ni siquiera había tenido que echar mano de sus poderes de demonio y dado que en esos instantes no había nadie en el hogar, sólo tenía que despachar a quien sea que los visitara hacia la cabaña de los Moody.

 

Aquel día, le tocó a un chico y no era que Tomoe fuera un experto pero algo le decía que se veía bastante inofensivo.

 

-Los Moody no se encuentran en estos momentos -señaló con voz monocorde-. Se retiraron a la cabaña que se encuentra en su dirección de Ottery St. Catchpole, si desea buscarlos allí.

 

Debido a las maneras que había utilizado, Tomoe suponía que el muchacho no iba a estar para nada contento con la información pero no podía ser de otra forma ya que allí en su residencia de Escocia realmente no había nadie. Además, los magos ingleses podían aparecerse a grandes distancias y el portal que conectaba la cabaña con el castillo era de uso de la familia. Quizá, si hubiera estado seguro que era de confianza podría haberle dejado pasar pero de aquella manera no tenía más remedio que simplemente informarle del asunto y que encontrase la forma de llegar por sus propios medios.

 

-Tengo entendido que al menos que Madeleine y Richard se encuentran allí.

 

No dijo más, si no que se dio la vuelta mientras su cabello plateado giraba en torno a él y se retiró hacia la zona de vigilancia.

 

@

Editado por Catherine.

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