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• Moody • (MM B: 109061)


Ellie Moody
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- Tiene que estar j0diéndome - y en efecto, sí lo estaba, dado que segundos después el Weasley abrió espontáneamente los ojos para encontrarse en su habitación de la mansión Weasley. No había sido más que un sueño en la corta siesta que había tomado al volver de trabajar, tal parecía que sus ansias por visitar a Madeleine y revelarle lo que estaba ocurriendo eran más grandes de lo que pensaba, más su ansiedad encontró algo que lo apaciguase en cuanto observó que fue un patronus lo que lo había despertado, dado que su luz blanquecina resplandecía en toda la habitación, obligándolo a entrecerrar los ojos mientras trataba de mirar a los animalillos que hablaban con la voz de la directora del Cuartel de Aurores.

 

Obediente, se vistió rápidamente y, tras tomar su varita y el paquete que tenía que enseñarle a la Stark, Moody o cual demonios fuese su apellido, se aventuró fuera de su casa siguiendo a los quetzales, que terminarían por guiarlo a donde estaba la mujer. Casi como si hubiesen percibido su ansiedad por llegar a destino rápidamente, el patronus dobló en una esquina y luego se metió en el sendero que terminaba en la puerta de una pequeña cabaña. No tenía ni idea de que los Moody tenían otra propiedad además de su imponente castillo en aquella tierra tan fría que Nathan había visitado una vez, más agradeció de sobremanera lo acogedor del clima de Ottery por sobre el que había experimentado aquella vez.

 

- Bueno, ahora sí, aquí vamos. - dijo Nathan, y comenzó a caminar por el sendero hasta llegar a la puerta principal. A diferencia de su sueño, el no estar completamente espabilado lo tenía algo más sereno, más eso no quitaba que siguiese algo molesto por la cantidad de vueltas que Madeleine le había dado al tema. Tocó la puerta con sus nudillos y esperó que lo atendiesen.

 

* - *

 

A lo que uno tiene que recurrir cuando lee roles dormido o_ó

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Cuando tocan la puerta, su taza está vacía. El calor de la chimenea secó su cabello, de forma que luce como de costumbre, esponjado y enmarañado. A pesar de que está bastante cómoda, se obliga a sacudirse el fastidio y la flojera para ponerse de pie, pues está indudablemente segura de que Nathan está allí. Se siente un poco culpable por haberle puesto tantas trabas para la "visita" (más, sabiendo que para él se trata de algo urgente), y por eso está dispuesta a ayudarlo en todo lo que pueda. Espera ser de alguna utilidad.

 

—Hey, Weasley, pasa.

 

Madeleine se recuesta contra uno de los costados del umbral de la puerta, cediéndole el paso al mago, pues el recibidor no es muy amplio. De hecho, la cabaña no lo es, por lo menos en comparación a los hogares de otras familias asentadas en Ottery St. Cathpole. Por supuesto, los Moody tienen el castillo en las Southern Uplands, pero es demasiado grande... y aunque le tiene mucho cariño a Escocia, esos días prefiere la sencillez que le ofrece la cabaña, la calidez de la madera y, sobre todo, la discreción. Sería muy difícil que allí fueran funcionarios ministeriales a molestarla.

 

Una vez que Nathan entra a la cabaña, cierra la puerta y le indica que tome asiento donde guste. No se molesta en presentarlo a Richard o mencionarle a Athena que su compañero está allí, pues ambos deben estar ocupados en esos momentos tensos de padre e hija que suelen tener.

 

—Veamos ese paquete, entonces. ¿Qué me habías dicho que sucedía con él?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Había esperado un reproche, un comentario hostil o una queja a modo de bienvenida por parte de la Moody, o al menos esos eran los tratos característicos con los que la adolescente se dirigía hacia él quien, habiéndolo confundido con insolencia en un principio cuando la había conocido, se tornó finalmente indiferente a sus maneras y las aceptó como parte de su particular temperamento. Sin embargo, para enorme sorpresa del Weasley, fue recibido con un saludo estándar que interpretó como un intento de compensar por los múltiples vaivenes que había tenido que atravesar para finalmente concertar aquella reunión; Nathan asumía que la agenda de la Directora del Cuartel de Aurores no podía ser sino apretada, más sospechaba que las reticencias de la Alto Rango por reunirse con él también habían tenido algo que ver.

 

Asintió a manera de saludo y, en cuanto le dio paso, atravesó el umbral de la puerta y se adentró en la cabaña de los Moody siguiendo a su compañera hasta una habitación donde finalmente le ofreció asiento. Sólo entonces la observó cuidadosamente y notó sus facciones más relajadas de lo normal acompañadas por un cabello que, a pesar de estar casi completamente seco, todavía estaba mojado cerca de las raíces. En cualquier otra ocasión probablemente le hubiera ofrecido volver en otro momento, dado que parecía haberla interrumpido en uno de sus (probablemente escasos) momentos de relajación, más las circunstancias lo obligaban a quedarse y discutir finalmente lo que estaba pasando.

 

- No sé si recuerdas aquella aventura en el bosque con Alexandra y Arya. - cada vez le costaba menos decir su nombre, más aún lo pronunciaba con cierta dificultad, dificultad que disimuló rebuscando en su mochila por el paquete, para luego tenderlo (cubierto en una tela fina de color caqui) sobre la mesa - Resulta que me llevé un pequeño souvenir de aquella noche, dentro de la cabaña en la habitación donde se celebraba el cónclave, encontré esta pequeña piedra que en su momento resplandecía un fulgor verde que luego se extinguió. Pasaron los meses y terminé olvidándome de ella, hasta hace unos días.

 

Tomó su varita y, con cuidado de no tocar la piedra con sus manos, realizo cuidadosos gestos mediante los cuales la tela que cubría la piedra se fue desplegando sobre la mesa dejando el objeto a simple vista. La piedra, de color gris oscuro, no llamaría demasiado la atención sino fuese por el tallado rúnico que se extendía en su superficie y porque, en su vértice, llevaba incrustada una gema de esmeralda.

 

- Estaba en mi habitación leyendo cuando escuché unos siseos y no fue hasta que rebusqué en mi armario que encontré esta piedra y noté que los siseos venían de ella. Además, la misma luz verde que había visto cuando la tomé resplandecía desde la gema. Parece ser una especie de mecanismo dado que se activa cuando - hizo una corta pausa y tocó la punta de la esmeralda con su varita - lo tocas con la varita.

 

La gema empezó a brillar cada vez más intensamente, iluminando sus rostros con un tono verduzco, y a los pocos segundos comenzó a sisear.

 

- Creo que es pársel... y creo que es un mensaje.

 

@Madeleine.

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Había avanzado por el pasillo subrepticiamente. No era su estilo pero parecían estar discutiendo algo interesante y Catherine no tenía interés alguno en interrumpir a Weasley. Al contrario, sus mirada se agudizó y estuvo pendiente de cada detalle apoyada como estaba en el umbral de la puerta. Llevaba su túnica negra de siempre, estaba descalza y de sus bolsillos sobresalían sus guantes de piel de dragón y su varita, que en palabras de Madeleine un día de esos iba a realizarle una "cirugía quirúrgica fulminante" a sus maltrecho trasero.

 

No había estado enterada de lo sucedido pero por lo que podía entender, la aventura que Weasley había referido estaba relacionada con Macnair así como con la propia Madeleine y la desaparecida Alexandra. Catherine dio un sorbo de irn-bru de la lata que traía en la mano y se tensó en el momento en que, aún entre las espaldas de Madeleine y Weasley, alcanzó a notar el brillo verduzco que parecía iluminar todo ese lado de la estancia.

 

Se acercó hacia ellos desde atrás pausadamente, casi como si fuese contra su voluntad, sin hacer ningún ruido. Fue quizá por eso que en el instante mismo en que Weasley dio a la piedra aquellos toques con su varita, Catherine fue perfectamente capaz de oír el sonido... y el mensaje que venía con él. Le parecía como si le trajera de vuelta a su pasado y la sensación no le gustó nada. De hecho, la cogió tan de sorpresa que terminó retrocediendo unos pasos y cayendo al suelo sentada para luego volver a incorporarse con rapidez.

 

No sabía si habían alcanzado a verla en el suelo o no pero el irn-bru se había caído en el proceso por lo que se apresuró a limpiar su propia túnica y el suelo con su varita. No sabía qué decir, la habían pillado husmeando y el mensaje no era para nada agradable.

 

-Eh... ¿buen día Weasley, Madeleine?

 

Ni ella misma era capaz de convencerse por lo que terminó alzando una ceja. De pronto, sólo quería irse a donde se encontraban Richard y Athena y quizá oír la cháchara de padre meloso de su hermano un rato.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Se sobresalta al escuchar el repentino alboroto.

 

—¿Cath?

 

Quiere levantarse para ayudar a su madre, mas ella se incorpora rápidamente, limpiando tanto la gaseosa derramada en el suelo como en su túnica. Mientras lo hace, Madeleine la mira extrañada... y un poco preocupada. No por el golpe, pues ella es dura. Es por el asunto de la piedra que está sobre la mesa de madera. Ese resplandor verdoso y sobre todo los siseos no le dan buena espina. Como buena Gryffindor, desconfía de cualquier cosa que le recuerde a las serpientes y a Salazar Slytherin.

 

A diferencia de Nathan, que no se atreve a tomar la piedra con las manos, ella necesita hacerlo para examinarla y verla de cerca. Así que, sin responder al saludo de Catherine, le pide que le preste sus guantes de piel de dragón (sin olvidar, por supuesto, decirle que uno de esos días iba a terminar la varita enterrada en el trasero).

 

—Esta gema... —Madeleine toma la piedra una vez que sus manos están protegidas. Cuando coloca un dedo sobre la esmeralda, nada sucede, lo cual significa... ¿qué? ¿Que al sentir la magia fluir directamente, se activa esa especie de "mecanismo"? Puede ser, mas no es un mecanismo de defensa ni de ataque. No está completamente segura, mas a medida que analiza la situación, pareciera que se trata sólo de un mensaje. ¿Sería posible que alguien encantara a su compañero para que tomara la piedra? ¿Que alguien la dejara en un lugar donde ellos la notaran, adrede? Sí es posible, por supuesto. Y muy probable— ¿Cath?

 

Nunca a hablado con su madre acerca de su habilidad. Sabe que quizás es muy descarado e insensible lo que le pide, pero no lo haría si hubiera otra opción.

 

—¿Qué está diciendo?

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―Si que te gusta soñar y divagar en voz alta. No he venido para verte ―Mintió bastante bien. ― más bien porque Catherine y Madeleine. . . se podría decir que me invitaron a conocer el lugar, solo que no me decidía venir hasta ahora. ―Alzó los hombros restándole importancia.

 

Tampoco es que fuera un completa mentira. De verdad ellas le habían comentado en alguna oportunidad que fuera a conocer el lugar, pero Rouvás mentalmente por temor a encariñarse con el sitio, con ellos como familia y terminar llevando sus cosas allí para ser parte de la familia. En aquellos momentos sus planes eran diferentes, la Madriguera estaba bien, y no debía rendirle cuentas a absolutamente nadie, salvo a su elfa doméstica porque ahora le tocaba ayudarla a poner en orden la casa de los antiguos Weasleys.

 

Pese a todo su pequeño discurso, siguió a Richard al interior de la cabaña.

 

Apareció Madeleine con su habitual mal humor de ser despertaba un Domingo por la mañana, aunque mirando los relojes, ya era pasado del medio día.

 

―No es mi culpa que seas un oso perezoso y aún estés durmiendo. ―Le sacó la lengua, arrugando la nariz, antes de verla desaparecer quien sabe a donde.

 

Ella siempre tenía sus asuntos aventureros y ese tipo de cosas que Athena a veces detestaba un poco. Más cuando recordaba los peligros a los cuales estuvieron expuestos en el anterior hogar. Se preguntaba si seguirían en lo mismo, quizás por eso no había logrado ver a Catherine todavía, ni a los otros miembros de la familia. Hasta el momento, eran pocos los nombres que reconocía bajo el apellido Moody.

 

―Tan amor que la última vez que vi fue en el Moon River con todo eso del asunto del interrogatorio, y curiosamente, esa vez estabas bastante callado y alejado. ―Le recordó. ―Tengo hambre. . . ―Murmuró. ―¿Son bocadillos?

 

Pero no tardó en quitarle uno y llevárselo a la boca, sin importarle si protestaba por ello.

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Me llegué al hogar de los Moody luego de darme a conocer como un miembro de la familia y de que Madeleine me invitara a su casa, la idea me pareció genial por dos motivos, el primero era que podía hablar mejor sobre asuntos familiares sin que gente extraña escuchara y el segundo era poder conocer a otros miembros.

Como no había rendido todavía el examen de aparición tuve que hacerlo a lo muggle así que me detuve en la puerta y golpee con fuerza para que me escucharan.

Mientras esperaba apreté con fuerza la carta que mi tío envió hace un año atrás cuando había empezado a indagar sobre la familia Moody era sobre un miembro adoptivo de la misma, en la que al final de la misma me obligaba a no decir nada hasta encontrar a la familia.

-El trauma cuando se enteren de esto será muy grande y doloroso- con tristeza- y es apenas un poco mayor que yo-.

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Hola vengo a meterme en asuntos ajenos espero que no les moleste jajajajaja

@Madeleine

@Catherine

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El paraíso de las Southern Uplands le dio la bienvenida al fornido mago enmascarado. En su espalda relucía la Katana envainada mientras que en la diestra jugueteaba con treinta centímetros de poder concentrado en ébano. Su sonrisa, aunque oculta, reflejaba su buen humor aquella tarde. En pocas horas caería el sol sumiendo todo el lugar en las penumbras. Sería provechoso atacar cuando eso sucediera, pero aparte de que sería demasiado predecible, él no le temía a nada. Así que llegaría en plena luz del día.


La nube de humo negro que apareció junto con él comenzó a disiparse en sus espaldas mientras caminaba con gracia hacia las murallas del castillo Moody. La cubierta de vegetación le daba un aspecto sumamente antiguo, al punto de quedar fuera de sus gustos. Prefería las fachadas pulcras. Aquél rancho no se comparaba con el hogar de los Ivashkov.


—Veamos si la susodicha está en el gallinero— dijo para sí mismo justo al llegar a su destino. La enorme pared bloqueaba su paso. Pero él no tenía intenciones de ingresar por medios legales o siquiera corteses. Arremangó su túnica para descubrir el tatuaje en el antebrazo izquierdo, y un toquecito con su varita bastó para realzarlo y darle vida. La sensación atravesó su cuerpo entero en forma de descarga eléctrica llenándolo de vitalidad. Así como también a sus futuros acompañantes, que no tardarían en llegar.


Cuando percibió la primera presencia a sus espaldas puso manos a la obra. Realizó una elegante floritura en el aire invocando tres esfinges de fuego que avanzaron una tras otra en dirección a la muralla. Su esfuerzo para la realización del hechizo se resumió en un simple murmuro.


—Fuego Maldito—


Las tres criaturas ardientes avanzaron imponentes chocando violentamente contra el material pétreo, abriendo así un agujero tan enorme que facilitaría el colapso del resto de la estructura. El castaño esbozó una sonrisa de autosuficiencia mientras una ligera ráfaga de viento arremetía contra su espalda motivándolo a avanzar.


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La marca tenebrosa una vez más quemaba en su ante brazo izquierdo. Aun le costaba un poco de trabajo descubrir de quien era el llamado pero estaba casi segura de que era de Zack. Esos hermanos o primos o lo que fuera Ivanshkov tenían similitudes en su forma de llamar al grado de ser casi dolorosa.

 

-Seguro es por el poder que ostentan.

 

Se puso de pie detras de su escritorio y con un agil movimiento salio de la biblioteca de la mansión Black Lestrsnge donde revisaba unos papeles pendientes aquella tarde de principios de año. Colocó una mascara plateada sobre su marfileño rostro con las rendijas para ver y respirar, así como colocó su capa de viaje por sobre sus hombros.

 

Salio fuera de la mansión despues de cubrir su cabello con su capucha para finalmente girar sobre sus talones, varita en mano para aparecer a las afueras del castillo Moddy donde ya sus compañeros la esperaban.

 

Vio como el ángel caído derrumbaba la puerta de acceso a aquella edificación para finalmente que los tres pudieran ingresar.

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La figura enmascarada junto a él captó su atención a través del aroma corporal. Zack pudo percibir que se trataba de Jessie, una de las féminas cuya disposición para ese tipo de actividades era remarcable. Además de ello, su perspicacia rebasaba límites, por lo que al observar la locación del ataque sabría a qué fenixiana buscaban. El hombre le saludó con una ligera inclinación de cabeza al tiempo que la invitaba a caminar junto a él.


—Hay que dejarle un claro mensaje a esta galla. Parece que se le han ido las plumas metiéndose con quien no debe — comentó mientras sus zapatos resonaban contra el suelo empedrado. El patio estaba solo, como era de esperarse. Y realmente dudaba de la aparición de algún miembro del sucio linaje. Su huelga excedió casi tantos límites como la cobardía del bando en general. Un detalle no tan sorpresivo para muchos, pues desde siempre se supo que preferían huir antes que combatir a los magos tenebrosos.


—Veamos que tienen allá — dijo mientras señalaba el edificio que resaltaba entre los otros dos por su menor tamaño. Al concluir la caminata Zack empujó la puerta adentrándose a lo que parecía ser el salón de visitas. Miró el escenario con atención en busca de algo que pudiera valorarse, pero el mobiliario era tan escaso como sus ganas de continuar un minuto más ahí. Así que trataría de terminar el trabajo lo más pronto posible.


—No creo que vengan, acaba con lo que quieras— había que dejarles un recuerdito para que no olvidaran que el bando tenebroso seguía a la vanguardia de las eventualidades en la comunidad inglesa, y que mientras ellos mantenían su absurda huelga, los magos oscuros ganaban cada vez más territorio. Zack exhaló de aburrimiento mientras se recargaba sobre la pared más cercana.

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